4-Conflicto interno
Eric, el mayor hombre de confianza de la reina se encontraba al frente de la situación, el problema no es que hubieran robado tanto dinero, sino que el miedo se había apoderado de la gente de Arendelle tras el intento de asesinato a Elsa. Sentado en la silla de su majestad, revisaba todos los papeles y hacia revisiones de la cantidad que faltaba además de todos los objetos desvalijados. Durante esos años, habían logrado llenar mucho las arcas de manera que siempre quedaba en buen estado para posibles problemas financieros. Ahora estaba casi vacío, no solo eso sino que las otras joyas eran para venderlas a otros reinos logrando así una gran suma de dinero.
—Esto es un problema, sin ese dinero, muchas de las ayudas destinadas a las personas enfermas no podrán recibir un tratamiento como es debido—comentó dejando uno de los informes sobre el montón.
Todos callaron durante unos instantes.
—Primero lo primero, vigilad las salidas al mar, si han robado tanto, no podrán utilizar un barco pequeño. Asegurad de que nadie sale de Arendelle por ahora—ordeno.
Uno de los guardias salió corriendo para dar la orden al resto de sus hombres. El castillo estaba repleto de personal debido a la situación y siempre había gente yendo y viniendo.
—¿La gente se ha tranquilizado?—el hombre estaba preocupado por el ánimo del pueblo.
—Están muy nerviosos, asustados...incluso no han ido a trabajar por temor a que haya más ataques—Eric golpeo la mesa.
—¡Maldita sea, no podemos dejar que esto nos pueda!—grito.
Tuvo que respirar varias veces para relajarse, no podía dejarse llevar también por el pánico. La situación requería calma y Elsa había confiado en él para gobernar en su ausencia.
—A todo esto, ¿cómo esta su majestad?.
La doncella bajo su mirada mientras hacia un gesto negativo, él suspiro preocupado.
—Esperemos que Anna pueda traernos esa planta, es nuestra única esperanza—dijo en un tono desgarrador, tenía ganas de llorar. Adoraba a Elsa y Anna, las veía como hijas después de morir sus padres y dejar a cargo todo aquello.
—Seguro que la princesa logra traer la cura—comentó otr de las doncellas.
—¡UAHHHHHH!—Anna corría por todo el bosque mientras era perseguida por el fantasma de un anciano que corría como si fuera joven. Detrás de ellos, Kristoff y Sven les perseguían. Nada más entrar al lugar, ya habían empezado los problemas.
—¡Aléjate de la princesa viejo fantasma!—aquella presencia se freno en seco y le echo una mirada cabreado.
—¡Odio que me recuerden que soy viejo!—alzo sus manos como en los cuentos mientras gritaba.
Ambos se miraron durante unos segundos y luego dieron un fuerte grito aterrados. Las piernas se movieron solas, ahora eran ellos quienes estaban siendo perseguidos.
—¡Kristoff, Sven!—gritaba ella exhausta y mirando como entre los árboles se veía sus figuras ser perseguidas.
Se sentó a descansar un poco en un tronco, estaba agotada de tanto correr. Aquel fantasma les había pillado de sorpresa a los pocos minutos de entrar en aquel horrible lugar. Al voltear su mirada, vio que a escasos centímetros suya, estaba la flor. Estiro el brazo y la agarro para guardarla a buen recaudo. Ya tenían la flor, ahora a ver como se deshacían de aquella presencia del más allá.
Imaginen que es esa(el verde de color azul xD).
Kristoff y el reno se acercaron hasta ella en uno de sus intentos de escapar. Ahora estaba delante de los tres quienes miraban como poco a poco, el fantasma sonreía viendo como sus víctimas se abrazan pasando miedo. Sven escondía la cabeza bajo tierra mientras tiritaba.
—¿Porqué interrumpís mi sueño?—pregunto—las almas de los muertos vagan buscando reposo.
—Lo lamentamos, nosotros solo queríamos una flor para salvar a mi hermana Elsa—respondió asustada.
—¿Flor?,¿esa flor azul con pétalos amarillos?—pregunto el anciano quedándose parado.
Ellos asintieron.
—Haberlo dicho antes, pensaba que solo queríais alterar a las almas como diversión, no sería la primera vez que alguien lo hace—el anciano ahora denotaba calma.
—Lamentamos mucho este malentendido—dijo Anna algo más relajada.
—Si, de verdad, te pedimos disculpas—ambos se inclinaron a modo de pedir perdón.
—De acuerdo, acepto vuestras disculpas—les dio la espalda y caminando tranquilamente se marcho ante la mirada de los dos. Entonces, desapareció como una niebla.
Cuando comprobaron de que se había desaparecido del todo, dieron un largo suspiro de alivio.
—Sven amigo, ya se ha ido—al escucharlo saco su cabeza del suelo y se sacudió la tierra.
—Ya tenemos la flor, ahora tenemos que volver al castillo—dijo preocupada, el tiempo se les echaba encima.
—No se diga más—se subieron al reno y este que hace escasos segundos mostraba su lado cobarde, ahora estaba listo para correr.
Evitando cada árbol con gran agilidad, el animal parecía volar de lo rápido que iba, sus patas eran tan rápidas como el viento. Incluso en aquella oscuridad donde el sol no lograba penetrar con sus rayos. Anna se abrazó al chico para no caerse, parecía que podría salir volando en cualquier momento.
Al cabo de un buen rato sintió como frenaban de golpe, su cabeza dio de lleno con la musculosa y dura espalda de Kristoff.
—¿Otro fantasma?—pregunto. Tenía los ojos cerrados por el miedo.
Pero fue cuando sintió una luz, abrió los ojos como pudo y vio que habían salido del bosque, tuvo que parpadear para comprobarlo. Estaba soleado, para ella, aquello suponía una buena señal.
—¡Vamos Sven, hora de salvar a mi hermana!—ordenó señalando el castillo.
Pero no noto que se moviera ni un pelo, miro al reno quien comía tranquilamente.
—Esta agotado, deja que descanse un poco—dijo Kristoff bajándose del reno y ayudándola a ella a quitarse de encima.
—Lo siento.
El joven estiro un poco las piernas, tanto tiempo montado, sentía como estas estaban agarrotadas. Anna hizo lo mismo.
—Oye, gracias por tu ayuda, sin ti no lo hubiera podido hacer—comentó mientras se sacudía algunas hojas de la ropa.
—No ha sido nada, además, es lo menos que podía hacer por ella—Anna noto un brillo especial en los ojos del joven al decir aquella frase.
Se acercó un poco y le miro de cerca.
—¿Os gusta mi hermana?—pregunto.
—¿Qué?, ¿Qué dices?, yo no...es decir, ella es muy guapa pero yo jamas...—la joven se echo a reír ante las caras y la vergüenza que le hizo pasar.
—Sabes, me caes bien, tal vez pueda interceder por vos—él no sabía que decir en aquel momento. Sven le dio con la cabeza, ya había descansado.
—Vamos, tenemos...que salvar a vuestra hermana, es decir, Elsa, es decir, su majestad—tartamudeaba mucho al hablar y ante la sonrisa de ella, solo se subió para continuar el camino.
Anna se subió al reno todavía con una sonrisa en su cara. El animal emprendió de nuevo la marcha velozmente, el paso estaba despejado después de unas horas así que tomaron el camino más rápido al castillo. Unos guardias pararon al animal al verlo llegar de aquella forma.
—¡No puede pasar!—la punta de las lanzas tocaron ligeramente al reno.
—¡Vienen conmigo!—Anna se bajo sorprendiendo a los guardias—ellos han ayudado a encontrar la planta para salvar a la reina. Dejadles pasar.
—Me temo que no princesa—Eric se acercó—agradezco vuestro noble gesto, pero solo puede pasar la princesa—ella quiso rechistar pero Kristoff la freno.
—Es igual princesa, además, entrad y salvad a vuestra hermana—se lo tuvo que repetir ante la mirada triste de ella. Echo a correr al interior mientras los soldados vigilaban que no pasase.
A los pocos pasos Eric captó su atención.
—Si intenta algo raro con su majestad o la princesa, le comunico que sera usted ejecutado. No lo tome como una amenaza, sino como un aviso—dicho esto se volvió al interior del palacio.
El joven regreso malhumorado a la habitación, no había nadie más allí, tiro su mochila cabreado y se tumbo. Sven hizo lo mismo.
—Ese...—maldijo por lo bajo. Pensó en lo que había dicho Anna, realmente eran muy diferentes la una de la otra. Aunque era normal, una reina debe mantener su actitud frente sus súbditos. Aunque en su mente se formó su rostro, aquel hermoso pelo blanco como la nieve, esos preciosos ojos que parecía mirarle con amor.
Sven le dio un pequeño golpe con su cabeza.
—Si, ya lo sé, soy un simple plebeyo que no tiene dinero ni títulos—dijo acostándose hacia un lado—pero aún así...no puedo negar que siento algo por ella.
Entonces levantó un poco su cuerpo asustado.
—No, no puede ser, ¿me gusta la reina?—pregunto al reno que comía una zanahoria—no, esto no puede estar pasando—sus pensamientos se llenaban de escenas donde ambos salían de la mano, paseando o incluso contrayendo matrimonio.
Su amigo encontró la solución, alzo su pata y le dio un golpe dejando a este inconsciente.
Anna entregó la flor a las doncellas que enseguida hicieron el remedio con la supervisión de la médico. Ella daba instrucciones y ayudaba.
—Listo, rápido, el tiempo apremia—salió con el cuenco y Anna le abrió la puerta.
Elsa realmente estaba muy enferma, era tal que estaba chopada de sudor, su respiración era sumamente débil.
—Elsa, te pondrás bien—dijo su hermana entre lagrimas viendo aquel estado.
La mujer aplico el remedio sobre la herida, un pequeño brillo hizo que la infección la cual se podía apreciar por el llamativo color negro, se fuera aclarando poco a poco.
—Tardará unas horas, pero se pondrá bien, has elegido justamente la que más florecida estaba. Cuanto mayor es el intenso dorado de sus pétalos, más eficaz es—explico con una sonrisa.
A pesar de que las doncellas trataron de que no permanezca allí, que tenía que descansar y comer algo, Anna se quedo. Al cabo de unas horas despertó al sentir algo acariciar su pelo, levantó la mirada mientras se restregaba los ojos.
—¿Elsa?—pregunto bostezando—¡Elsa!—grito feliz al verla completamente curada. Le dio un gran abrazo radiante de felicidad.
—Gracias por tu esfuerzo, te has puesto en peligro...a pesar de que soy yo quien debería cuidarte—dijo.
—No lo hice sola, Kristoff me ayudo—al decir aquel nombre su cara cambió.
—He llegado a pensar que puede ser el culpable. Casi te mata con Sven, luego la explosión, ahora te ayuda...puede que quiera acercarse a ti—comentó seria.
—¿Para que te iba a salvar la vida?, no tiene sentido—no podía creer que su hermana pensara de aquella manera.
—Pues para ganarse nuestra confianza—dijo seria.
—¡Él no es un mal hombre!—grito enojada. Aquello ya era el colmo.
—¡Anna!, soy tu hermana mayor, y además, tu reina—ni pestañeaba.
—No será...¿qué estás celosa?—Elsa abrió la boca.
—¿Celosa de que?.
—De que yo haya estado con él a solas, abrazado a su espalda, rodeada por sus musculosos brazos—dijo recreando la escena.
—¿Qué ha pasado en mi ausencia?.
—¿Acaso es que tienes miedo de que le pase algo malo si esta contigo?—ella se ruborizo, no comprendía como su hermana se había vuelto tan descarada.
—Anna, debes saber que no podemos bajar la guardia, ya has visto lo que ha pasado.
—Dime la verdad, ¿te gusta Kristoff?—se acercó con una cara pícara. Reconocía esa cara, de hecho, la odiaba, ya que delante suya, ese tema era su debilidad.
—No, no siento nada por él—contesto tratando de sonar seria.
—¿Entonces puedo estar yo con él?, es decir, podemos iniciar una relación—Elsa dio un grito.
—¡No te atrevas a hacer algo así, somos de la realeza!—ella se echo a reír.
Elsa había sido pillada.
—Esta bien, confiaré en él—dijo haciendo que su hermana pequeña diera saltos de alegría.
—¡Gracias Elsa!—le dio un gran abrazo.
Charlaron durante unos minutos del tema del oro, estaban seguras de que encontrarían a los responsables. Todas las salidas estaban vigiladas, si alguien intentaba salir, lo pillarían. Anna le contó toda la aventura vivida en el bosque y Elsa por fin, tras mucho tiempo, se echo a reír como una niña pequeña, en aquellos momentos lo necesitaba.
—Entonces vas a casarte con Hans...—comentó triste, quería unir a ambos.
Ella solo asintió. Se quito la manta, toco suelo con los pies y se acercó a la ventana. Al haber estado enferma, su pelo ahora estaba algo desordenado, sin recoger y suelto. Aún así era precioso, miro por la ventana la enorme montaña y su reino. Anna se quedo viéndola.
—Entonces...ese chico...Kristoff...¿te gusta?—pregunto ahora en un tono tierno, no era de broma ni para enfadarla, simplemente quería saberlo.
Elsa siguió contemplando su reino, Anna pensó que tal vez le había hecho enfadar con aquella pregunta, que había sido demasiado insistente. Agacho la cabeza triste, no quería discutir con ella. Fue en ese momento cuando la reina, movió ligeramente su brazo y con los dedos de su mano, hizo un movimiento circular.
La nieve surgió de sus dedos haciendo un pequeño corazón de hielo, Anna esbozó una gran sonrisa, ahí tenía su respuesta. Le pareció ver un pequeño rubor en su hermana, aunque tal vez fuese por el frío ya que aún estaba débil. Sin embargo, en el interior de ella, todo era cálido al pensar en aquel joven rubio y trabajador.
Continuara.
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