Pirata

Tal vez...

Era arriesgado, pero no era momento de dudar; sujeto con mas fuerza su túnica de color negro y se adentro a uno de los pasadizos que había en el castillo, mientras avanzaba por los extensos túneles y escuchaba unas fuertes pisadas acercándose.

Creyó que los guardias del capitán Sabito finalmente la encontraron, negó con la cabeza repitiéndose que todo era producto de su imaginación, su mente la estaba traicionando al estar nerviosa, ansiosa y paranoica por la simple razón de huir del que era su hogar.

Su corazón latía con demasiada fuerza.

¿Así se sintió Tanjiro antes de partir a una aventura?.

Quizás.

Su hermano solía hablar de las maravillas que existían y que pronto la haria conocer, le prometió que lograría convencer a sus padres de dicha acción.

Ojalá, hubiera llegado ese día.

Su madre se opuso rotundamente a la idea de que acompañará a su hermano, alegando que esas trivialidades estaban destinados a los varones de la familia Kamado, ella como mujer tenía que lucir, bella, hermosa y perfecta, su único papel como miembro de su familia; era traer al mundo descendientes fuertes y dignos de los linajes con mas poder.

Un fuerte suspiro salió de sus labios al terminar en lo que seria un muelle, muchos de los presentes parecían estar disfrutando de plena fiesta cerca de la fogata.

Desconocía el motivo de la celebración así que se mezcla entre varios de los presentes. Por un lado existían grupos que se dedicaban a contar historias de terror. Otros preferían bailar a son de las melodías tocadas. Uno que otro se limitaba a ver todo ese espectáculo en silencio; En fin cada quien hacia lo que viniera en gana.

Ella por su parte vio como en una esquina algo alejada noto como un hombre de mediana estatura era sujetado por los que serían sus amigos o acompañantes, no sabía que palabra utilizar para definir su relación entre esas personas, pero era un hecho que ninguno estaba contento de ver como él de pupilas arco iris contaba una exagerada cantidad de dinero frente a los presentes.

-Fue un placer jugar con ustedes, señores- alardeó orgulloso y antes de que uno de ellos fuera a decir algo lo interrumpió. -Ey, tú la de túnica de negro. ¿Quieres jugar?- señalo la pequeña mesa a la vez que colocaba unos vasos en la mesa y unas bolitas de un color un tanto llamativo.

-Hablas de trileros-

-Conoces este juego-

-Solo tengo que encontrar la bolita que esta escondida en uno de los tres vasos, tu mezclas los vasos para confundir a tu contrincante-

-Así es-

-Porque no-

Luego de ganar varias partidas, él rubio le ofreció hacer una apuesta para hacer más interesante la partida.

-Quiero el brazalete que tienes en la mano izquierda-

-¿Por qué?-

-Es muy similar al que suele llevar la princesa- por unos segundos consideró que él estafador dio con su verdadera identidad.

-Entonces quiero el collar que cargas en el cuello- fingió interés en dicho accesorio, durante las partidas que jugaron de vez en cuando tocaba la piedra de rubí del collar.

-Niña, podías pedir algo mejor- se jactó cuando se quitaba el collar que la muchacha había ganado. -Quizás más dinero, como un ejemplo por dar-

-El dinero me sobra- habló para sí. -En cambio esto tiene un diseño bastante agradable a la vista- sujeto el accesorio que ganó.

-Créeme que esa baratija te traerá demasiados problemas- advirtió.

-¿Por qué?-

-Porque ese accesorio tiene una maldición- ella lo estudio con la mirada, parecía decir la verdad a la vez una mentira, esa persona la confundía. -O solo quiero hacerme él interesante ante tí-

-...- no se veía convencida con su respuesta.

-No digas que no te lo advertí-

-¿A quien le pertenece?- indagó.

-Eso mi estimada princesa es algo que no deberías a ver preguntado-

Segundos después su cuerpo es empujado a suelo, emite un sonido de sorpresa al ver como el fuego se expande por todos lados, gritos de dolor se escuchan por todas partes. Charcos de sangre pintan las arenas a la vez, súplicas de los habitantes del lugar son ignoradas por los que parecen ser invasores. Ella se reincorpora lo más veloz que su cuerpo le permite reaccionar e intenta escapar hacia la oscuridad del bosque, más su huida es detenida cuando siente que unas sogas atrapan su cuerpo, una forma muy similar a la que los soldados solían atrapar a los caballos de sangre pura en los bosque mas alejados de la familia Kamado, entonces es llevada en contra de su voluntad junto a los demás.

Varios niños lloran, exigen volver a casa entre lágrimas. Sus demandas son ignoradas con relativa facilidad, a la vez que él guardia que los vigilaba les advertía que si colmaban su paciencia los mandaría a saltar con el ancla, uno de los menores lo encara y reta a cumplir su amenaza. Kaigaku, no duda en sujetar al niño del cuello.

-Eres patético- siseó Nezuko.

-Cierra la boca, mujerzuela-

-Un adulto peleando contra niño de once años, algo muy justo de tu parte- ironizó.

-Nadie pidió tu opinión, prostituta-

-Hasta aquí se siente miedo, cobarde-

-Veo que tienes una lengua muy afilada- la sujeto del mentón con fuerza. -Porque no te ocupas en utilizar esa boquita en algo más productivo- la besaría a la fuerza.

La susodicha no lo pensó dos veces y le dio tremendo cabezazo en el rostro, provocando que este callera contra suelo, mientras chorros de sangre salían de su nariz.

-Vuelve aquí, hija de perra- protestó cuando los demás lo sujetaron con las mismas cuerdas que los ataron, a excepción de los niños.

-No tiene sentido gastar saliva en ti-

Él niño que reto a Kaigaku desató a algunos adultos a la vez que indagaban el barco en el que estaban, era una verdadera fortuna que los demás estuvieran en otro lugar y que no escucharan los gritos de Kaigaku, mientras indagaban encontraron unos botes, rápidamente los niños fueron los primeros en subir acompañados de los adultos, hasta la cuenta cuatro botes partieron. Solo quedaban tres personas. Un anciano de amable rostro, él menor que reto a Kaigaku y finalmente quedaba ella.

-Maldita sea, atrapen a esa maldita arpía- los insultos subidos de tono no tardaron en llegar, a la vez que los que estaban en el barco comenzaban a llegar. Nezuko vio como él señor que se presentó como Urokodaki se ofrecía a quedarse.

-No- protestó Nezuko.

-No entiendo. ¿Cuál es el problema?- él menor se cruzo de brazos. -Este viejo decrepito quiere morir y tu no quieres que muera, mierda no entiendo nada-

-Ellos no los quieren a ustedes sino a mí- recordó Nezuko, en especial por él condenado ese que ahora lo tendría como enemigo, sabía que tenía la mirada en ella, por lo que él resto le daba igual.

-¿Ah?-

-Piénsalo bien... mmm... ¿Cómo te llamas?-

-Soy el rey de las montañas- se presentó con altanería y orgullo.

-Buen chiste, pero enserió. ¿Cuál es tú nombre?-

Al ver que él menor no diría nada, él anciano tosió falsamente llamando su atención.

-Inosuke-

-Tienes cara de niña-

-Y tú tienes un pésimo gusto al vestir y nadie te dice nada- señalo su capa a la vez que cruzaba de brazos indignado.

-Ya lo se- también creía eso, no era necesario que se lo dijera en voz alta. -Dejando de lado las bromas necesito que entregues un mensaje- antes de que el menor se negara Urokodaki lo noqueo de inmediato, llevando consigo el mensaje que Nezuko pidio.

-Nii-san, atrápala- fue lo que Nezuko escuchó gritar al joven de robusta apariencia de cabellos negros y rapados en los costados, antes de que pudiera ver en su dirección o con quien hablaba, su pecho se encontró con un brazo musculoso que casi la tira al suelo. Por poco y cae de cara, pero se las arregló para mantenerse en pie.

De repente, sus hombros estaban siendo agarrados por detrás.

¡Mierda, la alcanzaron!

-En hora buena, Sanemi- Nezuko podía sentir la sonrisa en su rostro. No lo vio porque sus ojos estaban puestos en él que la había atrapado. Tenía ojos grises, una que otra cicatriz cerca del rostro, si era honesta esa persona daba mas miedo que él peli negro. Ambos vestían un poco similar, aunque algo llamo su atención, era el gancho que sostenía entre sus manos.

Ellos eran piratas.

Se suponía que los piratas fueron eliminados hace décadas.

Entonces.

¿Por qué?.

Nada tiene sentido.

-Oye, ¿Qué fue lo que le hiciste al bastardo de Kaigaku?- advirtió con voz amenazante a la vez que Genya rodaba los ojos. -Dependiendo de tu respuesta mocosa, decidiré si tu estadía aquí será el cielo o el mismo infierno-

-Sabes algo condenado pirata, púdrete-

Próximo capítulo

Él asesino

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