〄 𝐏𝐑𝐈𝐌𝐄𝐑𝐀 𝐏𝐀𝐑𝐓𝐄

1• Desde el balcón

Estaba anocheciendo y la cafetería de la esquina había vuelto abrir para atender a sus clientes nocturnos.

Observé como los meseros limpiaban el desastre que habían provocado un par de ebrios, tras una pelea hace una hora y media. Vidrios rotos, botellas de cerveza vacías en las mesas, sillas volteadas y pequeñas canastas de panecillos de mantequilla esparcidas por el suelo con su contenido hecho migajas.

Yo había visto todo desde el balcón del gran hotel donde me hospedaba. No era un hotel V.I.P. de cinco estrellas con camas inmensas de plumas de pato irlandés, un menú de chefs prestigiados como los anteriores o tenía servicio gratuito de lavandería como me gustaría que tuviera.

Lo practico, lujoso e instantáneo era lo cotidiano en mí, odiaba esperar, odiaba la mediocridad y odiaba que otros tuvieran el control antes de yo meter las manos. Pero mi desesperación por la rapidez llegó a ser una desventaja a la hora de esconderme.

Tenía tres noches y tres días sin dormir, sin comer como es debido. Mis manos temblaban constantemente por la ansiedad. La adrenalina que sentía por todo mi cuerpo se disparaba a niveles superiores por la cafeína que consumí en cantidades grandes la anterior noche. Tenía que estar despierta, en constante alerta. No quería que me encontraran.

El poder que se esparcía dentro de mí con cada minuto que intentaba pasar quieta se iba convirtiendo en una molestia constante. Así que había salido al balcón por algo de aire fresco, despejar mi mente de mis necesidades era doloroso. Me había prometido no volverlo hacer, pero fracasé. El ser que habitaba en mí, se retorcía de ganas de obtener un desafío, un bocadillo.

Había visto al par de borrachos llegar desde la calle lateral con sus mejillas enrojecidas por el alcohol. Estaban cantando una alegre canción a todo pulmón, llamando la atención de la gente que pasaba por el lugar. Los comensales que volvían a degustar de una cena tardía, les sonreían para después ignorarlos por completo.

Mis manos comenzaron a temblar de la emoción. Desde donde estaba lograba escuchar los latidos de sus corazones, latían acelerados, felices. Apreté mis manos en puños, fruncí mis cejas concentrándome en ellos.

Era más fácil controlar una mente que un par. Pero este día estaba al borde de la locura de mi poder y necesitaba extraer eso o no podría continuar despierta por más tiempo.

Tomaron asiento afuera del local, en las mesas con sombrillas. Escuché a uno gritarle a la camarera y dictarle su pedido con mucha autoridad. Cerveza para él y café bien cargado para su amigo.

Mis manos soltaron por fin chispas de electricidad y mi cabello se fue elevando poco a poco. Mis ojos intentaron atrapar las miradas de los dos sujetos al mismo tiempo, pero cerraban los ojos como si el sueño y el alcohol los alejara de mí.

Ya había intentado anteriormente, en repetidas ocasiones, tomar a dos personas, pero no tenía paciencia y mis víctimas no estarían quietas por mucho tiempo, así que lo descarté. Esta noche tendría que hacerlo de uno en uno, de nuevo.

Volví mi mirada al chico de grandes ojos marrones y me vi reflejada en ellos. Él no se daría cuenta, no tendría porqué.

Lo miré profundo por unos segundos. Algo en el espacio hizo clic, eso desató una onda fría y magnética en mis puños cerrados. Mis manos ya no temblaban, se habían relajado. Eran ligeras y frescas. Mi cabello seguiría en punta hasta terminar el proceso.

Quería retrasar el momento un poco más pero inevitablemente venía la parte dolorosa. Con un respiro largo cerré mis ojos, perdiendo la vista de mi objetivo a tomar.

Mis ojos solo veían dentro de los párpados rojos. Mi cerebro latía demasiado. Era un dolor en mi mente tan intenso que me hacía gritar de dolor.

Pero ya tenía práctica en esto o eso siempre lo creí, así que solo me estremecí. El dolor acompañado de la electricidad en mi cabeza hizo a mis oídos agudizar el sonido a un nivel superior. Mis ojos quemaban por la intensidad.

Cuando se abrieron, estos deberían de verse completamente rojos, carentes de pupila. Eran los ojos de un ser que existía en mí y al cual, con el paso de los años pude controlar y adaptar a mi cuerpo. Lo inusual era que tenía semanas que ese ser parecía más presente dentro de mí.

Regresé mi atención en la escena que se desarrollaba en las jardineras de la cafetería. Con excepción de la sangre de los cuerpos de las personas, podía ver cada vena y arteria donde corría la sangre en ellos. Mi vista era en blanco, negro y gris.

El borracho de cuerpo delgado bebió de su café helado. Mientras el otro sacaba su billetera y teléfono, arrojando todo sobre la mesa. Se reclinó contra el respaldo de la silla y restregando sus ojos marrones adormecidos miró la noche estrellada.

Algo cambió en él, una tristeza se instaló en su entrecejo. Incluso, estaba segura de ver una lágrima brotar de su ojo izquierdo.

Por primera vez puse atención a sus atuendos. Los dos iban vestidos formales con trajes negros de oficina. Sobre sus pechos traían listones blancos. Me detuve de averiguar más. Me concentré en el otro hombre ebrio, ignoré al de ojos cerrados.

Lancé mi lazo mental hacía la persona. Él no se podría mover de su lugar por algunos minutos, al menos que yo se lo ordenara y no me apetecía dejarlo ir. No ahora que estaba a punto de desatar mi poder contenido y de "alimentarme" como es debido.

Así que moví mis manos a los costados como si fuera un director de orquesta. Las ondas contenidas se abrieron paso en el espacio. Era como lanzar la caña de pescar. Viajaron y como si fuese viento, acariciaron la piel del hombre.

Miré como se quejaba del frío que sintió, frotando sus brazos para entrar en calor. Las ondas entraron rápidamente y sentí cuando tocaron sus venas. Lo traspasaron y fácilmente dominaron su sangre.

Era sencillo Domar la sangre, pues no había una inteligencia en eso. El cerebro humano daba las órdenes y era por medio de las venas donde el impulso de sus movimientos motores del cuerpo se lograban llevar a cabo.

Las ondas por supuesto habían sorprendido a su cerebro y no tuvo tiempo de defenderse o contraatacar. En cuanto dejé que no circulara tanta sangre a su cerebro, lo logré inmovilizar.

Ahora solo tenía que jalar las ondas de regreso a mi dirección. Alcé mis manos delicadamente y con un movimiento de muñecas, las giré, cerrando mis puños. Las ondas sintieron mi llamado y lo más terrorífico de ese proceso es que viajaron un pequeños hilos de sangre por el aire, unas cien gotas salidas de todo su cuerpo.

El hombre se puso recto en la silla, sorprendiendo a su acompañante. Miró a la nada y comenzó a ponerse pálido. Ahora tenía que ser rápida antes de que muriera en ese instante.

Abrí mis manos cuando vi los hilos junto con las ondas acercarse al balcón. Y como si fuera una aspiradora fueron entrando por la punta de mis dedos. Sentir a mi cuerpo vacío llenarse de sangre de un desconocido, fue placentero y horrible al mismo tiempo. Me hizo sentir viva pero a la vez culpable.

Estaba tomando literalmente la vida de alguien. La alma, si es que existía tal cosa.

Al entrar las partículas de su sangre a mi cuerpo, podía saber todo de él. Desde su nacimiento, hasta su color favorito, cuantas veces había tenido fracasos y éxitos a lo largo de su vida y podía sentir sus emociones pasadas, recuerdos inolvidables para él ya olvidados.

Todo lo iba repasando como alguien que hojea una revista de chismes solo porque el aire que desprenden las páginas tranquiliza su entorno.

Enfoqué una vez más mi mirada en él y la electricidad aumento a un nivel superior. Lo hice respirar y le volví un poco de color a su pálida piel. Teníamos que representar una mentira. La mentira de que su cuerpo era normal. Que no estaba bajo los efectos de un hechizo antiguo o alguna clase de posesión infernal.

Ahora que ya tenía dominada su sangre en mi cuerpo, su cerebro era como un cachorro perdido en un laberinto. Era como una computadora sin su teclado y mouse. Estaba gritando órdenes a diestra y siniestra pero su llamado no podía ser respondido porque yo había arrancado sus cables. Podía escuchar el eco de sus órdenes viajar por las venas sin tener contacto con su cuerpo.

Y esa era la parte más sencilla de todas. No había escapatoria.

Un choque eléctrico proveniente de mi cerebro viajó como látigo hasta la frente del hombre y la bestia de su cerebro fue Domada completamente.

Respiré y solté el aire. El hombre imitó mis movimientos. Ahora éramos una sola persona. La tensión que había acumulado desde hace días, se fue disipando lentamente. Los recuerdos ya no me atormentaban, había apagado los recuerdos de mi mente.

Como si fuese marioneta hizo todo lo que le ordenaba. Beber cerveza, limpiarse las manos en sus vaqueros, estornudar, hablar. Utilicé las palabras adecuadas para conversar con su amigo. Busqué entre su cerebro algo que hiciera detonar la situación en una pelea. El ser en mi interior lo deseaba, como un infante que necesita diversión en un día aburrido de lluvia.

Y como si fuera un pergamino, leí su más reciente tristeza compartida.
La madre de su amigo había muerto hace unos días y hoy había sido su funeral. Él que lo acompañaba era su mejor amigo quién le estaba profundamente agradecido y por el cual no encontraba las palabras correctas para decirle que siempre estaría ahí para él.

No me servía mucho decir aquello, así que busqué un poco más hasta encontrar algo interesante. Se había robado un trabajo final de su facultad, era un trabajo de vida o muerte.

Interesante.

Sonriendo lo hice confesarlo en voz alta. Al principio su amigo no lo creía, hasta sonrío aún en su perdida, pensando que era una broma. No lo negó y ahí comenzó la acción. Un poco de diversión me vendría bien.

Su amigo se levantó de su asiento y le propinó un puñetazo en la nariz. Menos mal que no podía sentir eso ni él, ni yo. Su cuerpo sin duda sufriría las consecuencias, si quisiera haría a su cerebro sentir ese dolor ahora.
No sentí ningún rastro de dolor, era una de las ventajas de mi poder. Era como una anestesia, era ser inmortal ante el dolor.

Lo hice levantarse de su asiento y le ordené pelear contra su mejor amigo. La pelea fue reñida. Golpes, patadas y palabras hirientes reinaron por el lugar. Los demás clientes se unieron en una guerra campal. Pero todo acabó cuando un sujeto sacó un arma y nos apuntó. Disparó y esquivé la bala lo más rápido que pude. La gente corría y gritaba. Tragué saliva cuando sentí mi poder flaquear. Estaba sudando del esfuerzo. La falta de sueño me estaba cobrando la factura. Ya tenía suficiente de acción pero aún mi poder me reclamaba estar más tiempo en él.

Escuché las patrullas acercarse, era mi hora de soltarlo. Lo tenía que hacer o iba a terminar en tragedia.

Con un grito que hizo retumbar las ventanas del hotel, expulsé mis ondas que viajaron a gran velocidad. Las cien gotas de sangre quedaron en el suelo del balcón. Sentí el vacío de golpe. El hombre al sentir que de nuevo sentía el control de su propio cuerpo, gritó de dolor y decidí de una vez liberar su mente. Lo solté de las ataduras de mi Dominio. Fue como un chasquido de un cable contra la corriente. Su mente y sangre ya no me pertenecían.

Me alejé del balcón, me sentía demasiado cansada y asustada. Casi hacía que un hombre muriera por mi culpa. De nuevo, una vez más, mis manos estaban a punto de asesinar a un inocente y todo por mi capricho de liberar mi poder. En mi pasado ya había matado a más personas de las que un asesino en serie pudiera matar. Me dejé caer en el suelo de mi habitación y cerré mis ojos, rendida con la culpa encima.

Mi cabello blanco dejó de estar en punta y electrizante. Mis ojos cerrados disiparon color rojo y dieron paso al azúl celeste. Justo cuando creía que no iba a empeorar mi día, se fue la luz. Dejándome en la oscuridad, dónde siempre he pertenecido.

Lo único que permaneció por un tiempo fue el eco del nombre del chico de ojos cansados.

El telescopio que reposa en el suelo cerca de mi ventana, es un obsequio de mi madre. Mi cumpleaños número veinte había sido hace dos semanas, pero el servicio de paquetería tuvo sus inconvenientes y desvíos. Había llegado desde alguna parte del oriente. Según la caja envuelta en papel espuma, era una edición limitada.

Desafortunadamente llegaba demasiado tarde para apreciar la lluvia de estrellas que cayeron el día de mi cumpleaños. Una coincidencia de la que mi pequeña hermana auguró meses atrás.

Toda la noche me puse armar aquel objeto rebelde con la lámpara de mi teléfono, tan solo unos minutos antes del amanecer lo consigo. No tengo la energía suficiente para ponerme a descifrar coordenadas de constelaciones del libro de obsequio que viene con el telescopio. En todo caso, el rey sol ha salido de entre las montañas, amenazando con quemarme las retinas por verlo tan descaradamente. La bruma de la mañana es otro inconveniente para ver al único astro posado en el cielo, la luna.

Me siento en la orilla de mi cama, termino recostado y somnoliento con el sueño encima de mis párpados pero negándome a sucumbir. Han pasado días desde que conseguí dormir una noche entera. Después de la muerte de mi madre, el sueño es lo único que mi cuerpo no acepta, bueno, la comida tampoco se me apetece. Apenas en la mañana conseguí comer un trozo de pan tostado con mermelada por insistencia de los demás.

Hace días que fue el funeral. No ví a las personas, no las escuché y mucho menos pretendí estar presente. Me escondí la mayor parte del tiempo en el baño. Ver a mi hermana destrozada no era algo en lo que estuviera preparado. No fingí ser fuerte. Mi único amigo me hizo compañía la mayor parte del sepelio. Después de eso nos fuimos a emborrachar a un bar de mala muerte. Por primera vez en mi vida quise que el alcohol me curara el dolor del pecho. Pero no lo conseguí.

Es ahora que el recuerdo de un rostro viene a mi mente.

Cierro los ojos intentando recordar algo de antier por la noche. Pero todo parece confuso. Solo el rostro de ella en el balcón me da la seguridad de que fue real.

Escucho voces en la sala principal y eso me hace levantarme de la cama e ir a ver con quién habla mi hermana.

El hotel ha sufrido un apagón durante dos días. Al parecer es a causa de una sobre carga en varios de los transformadores situados alrededor de dos kilómetros a la redonda. Eso según el vigilante del edificio vecino, quién era el único que traía una linterna lo suficiente potente para alumbrar el estacionamiento. Y quien nos encontro a Charlie y a mí tratando de encontrar el edificio correcto, dos borrachos enojados y golpeados no fueron capaces de hacer tan fácil tarea, cabe mencionar que el edificio estaba casi al frente de la cafetería/bar. Una burla fuimos esa noche.

-Pagaré su recibo de luz si es necesario -la voz de Charlie me llega antes de verlo comer un sandwich gigante en nuestra cocina.

-La comida está escaseando, espero que a la próxima traigas tu comida, Char.

Entro a la cocina arrastrando mis pantunflas. Priscila está en la estufa volteando una mezcla de jamón con huevos. Sus escasas ojeras en los ojos me tranquilizan, al menos ella pudo dormir bien anoche. Espero que eso no signifique la presencia de mi mejor amigo tan temprano.

-¿Tienes dinero para pagar eso y no tienes dinero para llevarme al cine? ¡Fantástico, Charles! -le reclama con espátula en mano, a mí me ofrece un plato de huevos con la otra.

Mi hermana es un completo fastidio cuando se le cruzan los cables y comienza a ponerse así con Charlie. Ellos dos tienen su historia. O la tuvieron, hace más de año que los dos no se soportan.

-¿Cuál cine? Yo jamás te invité al cine. Solo iré con Poem, a ti nadie te invitó.

Mi hermana hace un ruido con los dientes y abre el congelador. Cuando ve que los sandwich de vainilla se acabaron lo mira con esos ojos asesinos que se carga. Para ser la hermana menor se comporta tan... mandona. Escoge rendida un bote de nieve y saca una cuchara del vaso de cucharas que está al lado del microondas.

-Vas a engordar si te comes toda la nieve, Pris.

La luz de la pequeña vela que alcanzó a comprar ayer en el supermercado no ilumina del todo la compacta cocina a oscuras, pero la mirada asesina de mi pequeña hermana se ilumina más que la mismísima vela.

-Está derretida no te preocupes -su sarcasmo sorprende a Charlie- Lo que nos falta es engordar.

-¿Por qué Pris? -le digo con una mueca, probando a la fuerza el desayuno que no pedí.

-¿Te miras al espejo, hermano? Desde lo ocurrido... No podemos alimentarnos como deberíamos -baja la mirada-. Cambiando de tema ¿Ya pensaste en lo que te pedí, Poemian?

Camino por la cocina y me recargo en el refrigerador, frente a mi hermana. Le quito el bote de helado y pruebo un poco ¡Asqueroso! es de menta con chocolate y derretido. Le regreso el bote de sopa de helado.

-Para mi siempre serás mi hermana pequeña, tengas la edad que tengas. Y eso incluye la famosa fiesta. Además me llamaste Poemian, sabes que cederé con eso y es algo injusto de tu parte, Pris- concluyo con los brazos cruzados.

-Dile a mamá, ella te llamaba así cuando quería llamar tu atención... Pero de eso no quería tu respuesta -mira de reojo a Charlie.

Guardo silencio, recordando cómo era mamá. Habían pasado varios días desde que murió a causa del cáncer y cada día Priscila y yo intentamos superar la perdida. Pero yo sabía que ese tipo de situaciones nunca se superaban del todo o al menos sentía que yo no podía.

-¿Qué hacías en el balcón hace rato? Cuando llegué te vi de pie allí. Odias la vista de ese balcón.

La pregunta de Charlie me saca del trance de mamá. Lo miro pero me arrepiento de querer decirle lo que había visto el día de nuestra borrachera. Ambos prometimos no mencionarle nada a Pris.

-Solo veía la salida del sol.

-Me imagino que después de eso decidiste venir a ver una verdadera pelea al estilo Jackie Chan contra Jasson Statham.

Río un poco ante el fanatismo de mi hermana con las películas de Jackie Chan y Jason Statham. Quizás no debí de inculcar eso en una niña. Es terrible ver cómo tú hermanita puede sacarte de un apuro de pelea cuando tienes solo catorce años y ella diez. Pero bueno, eso fue hace años, cuando era un inadaptado y no sabía defenderme.

-Sería una pelea en desventaja.

Priscila mira al balcón principal, que desde la cocina se puede alcanzar a ver. La luz del sol proyecta todo su esplendor a la sala. Sobre el sofá está la laptop y en la mesa circular otra vela consumida.

-Deberías de terminar tu tarea, Poem. Le prometiste al señor Silver llevarle un adelanto de tus prácticas de trabajo, sabes que necesitamos el dinero para sobrevivir.

El señor Silver es el dueño de diversas empresas y hoteles en la ciudad. Una de sus empresas es llamada La Compañía. Donde hacen investigaciones científicas de diferentes campos en la ciencia. Yo hago mis prácticas de trabajo adelantadas para él. No tiene nada que ver con mi carrera en físico astrólogo. Aún así, las becas que ofrece su empresa son muy buenas para nuestros gastos. Además es el padre de Charlie.

Priscila no ha estudiado desde la partida de mamá. Todo porque el dinero mueve al mundo y reprobó varias materias que aún está por presentar en estos días. Pronto se reintegrara con sus compañeros y volverá a ser la misma de antes. Una mentira que me repito cada vez que la escucho llorar en su habitación.

-Lo sé -vuelvo a la conversación- pero se fue la luz a mitad del proyecto.

-¿Te estás justificando? Eso fue hace dos días Poem.

-No, yo no haría eso -le respondo con sarcasmo y restándole algo de importancia.

-Pues te digo que si no terminas eso, los del hotel nos van a echar a la calle.

-La calle es mucho mejor que esta basura de lugar, que ni luz puede tener.

-Por eso lo de la fiesta me parece magnífico. -la voz de Charlie nos interrumpe. Él no se toma tan a pecho mi crítica hacia las construcciones de su padre.

-Oh no, ya le dije que no va a ir. Además eso no tiene nada que ver con lo que estamos hablando.

-Pues déjame informarte que no eres mi madre para mandarme -contesta Priscila mordaz.

La observo un segundo y sé que esta discusión duraría todo el día. Salgo de la cocina con la mitad de otro sandwich de helado a medio comer. Tomo la laptop y las llaves de la habitación. Salgo cerrando la puerta fuertemente. Dejando a mi hermana con la palabra en la boca. Me molesta que me presione de esa forma.

Espero que Charlie la tranquilice y no venga detrás de mi a tratar de tranquilizarme, ni a decirme que su padre se apiada de nosotros y nos deja vivir gratis en su hotel.

Menos mal que los encargados del hotel han puesto un par de velas en el suelo y aunque era algo estúpido y arriesgado de su parte, ahora me sirven para ubicarme por los pasillos aun oscuros.

Nosotros vivímos en Último Valle, una ciudad de población en crecimiento. Nos alojamos temporalmente en el hotel Heavenly Palace en el número 670 del onceavo piso. Así que cuando paso por el número 675 me detengo un momento. La puerta está entreabierta y la obscuridad es absoluta. Los bellos de mis brazos se alzan con un temor irrazonable. Tengo entendido que alguien se mudó ahí pero hasta ahora no he visto a nadie salir o entrar. Sigo caminando sin detenerme hasta bajar las escaleras.

Las calles contiguas al hotel tampoco tienen luz a excepción de la cafetería de la esquina. Es algo extraño e increíble que ese lugar si tenga luz, después de que fuera en ese lugar el primero en irse la luz. O al menos esa fue mi percepción, fue el causante del apagón.

Cruzo la calle con mi laptop en mano. El lugar está a reventar. Familias enteras almuerzan y compañeros universitarios están amontonados en grupos. Veo a Steve y Óscar volver a chocar sus jarrones de cerveza, son menos de las diez de la mañana. Al parecer el accidente de hace dos días quedó en el olvido. Tanto así que Óscar ya no parecía estar emocionado con contarle su versión a Steve.

Adentro del local es demasiado apretado y no me apetece hablar con ninguno de mis compañeros. En cambio afuera, en las mesas con sombrillas no hay nadie. Deduzco que es por la falta de electricidad ahí.

Tomo asiento en una silla y doy toques a la ventana que está a mi lado. Adentro los meseros tienen una guerra con los clientes. Pero por fortuna una mesera escucha mi llamado y sale a atenderme.

-Buenas noches ¿Qué le puedo ofrecer?

La chica tiene bonita sonrisa con una nariz un tanto peculiar. Mi hermana diría que es muy respingada, operada.

-Amm, quería saber si me puedes facilitar una conexión para mi laptop. Te pagaré lo que gaste de luz y también te voy a pedir un café con crema.

Sonrío lo más que puedo. Pero sé que mi sonrisa no provoca atraer a las chicas, es demasiado simple y sin dentadura perfecta como los modelos de pastas dentales.

-Veré si mi gerente quiere ¿Eso es todo?

-Sí, es todo por ahora. Gracias... linda.

Al decir aquello la chica alza una ceja y se da media vuelta.

Soy malo para coquetear, por eso moriré solo y con un albergue de perros de la calle.

Al poco rato la chica mesera vuelve con un cable y una bandeja con mi café en ella. Coloca la bebida en la mesa y tres mini panecillos en un plato pequeño. Extiende el cable en mis manos.

-Ya está conectado a la corriente, solo coloca tu laptop y listo. Mi jefe dijo que te tomes el tiempo necesario y la cuenta va por la casa.

-Pero, pero...

La mesera me deja ahí tartamudeando y se va a atender a otro cliente que justo en ese instante entra al local.

Conecto y espero a que encienda la laptop, cuando lo hace busco entre los archivos. Al parecer no se ha guardado nada. Suelto una maldición justo en el momento que una familia sale del lugar.

-Mami ¿Qué es hijo de puta? -la voz inocente del niño me provoca una sonrisa.
La madre me mira con enojo, tapa los oídos de su hijo y camina a prisa.

Me llevo las manos a la frente. Levanto la mirada hacia el hotel donde vivo. Ubico nuestra habitación y mis ojos viajan hasta la 675. El sol proyecta su luz en aquel balcón. Y ahí de pie está la mujer. El viento hace levantar su cabello corto y blanco. Su rostro desde esta distancia puedo decir que es afilado. Está mirando al horizonte y tiene las manos aferradas al balcón.

Regreso a el archivo de Word y en lugar de apurar mi proyecto para el señor Silver. Comienzo a escribir sobre la pelea y el hecho de como alcancé a ver a esa extraña chica hacer algo con sus manos, desde ese mismo balcón de la habitación 675.

Estoy escribiendo cuando me llega un correo de Charlie. Al parecer se va de vacaciones (raro ya que estamos a punto de entrar de nuevo a la facultad) y nuestros planes de "pasar un verano tranquilo jugando en la PC" será aplazado. Eso quiere decir que estará atendiendo cosas de la compañía de su padre después de regresar de vacaciones y que ya no nos veremos hasta el inicio de clases. Charlie no solía tomar vacaciones repentinas, de hecho él odia estar de vago sin hacer nada productivo.
Estoy tentado a mandarle un correo con lo que estoy escribiendo pero descarto la idea. Me limito a mandarle mis saludos y advertirle de forma burlona que deje en paz a mi hermana.

Continuo escribiendo por más de una hora y después de un descanso al fin pruebo los panecillos de mantequilla y queso. Nada mal, pero están demasiado fríos para mi mala suerte. Escucho unos pasos detrás de mí y me giro lo gusto para verla dirigirse en mi dirección.

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