•5• Escapando
Aquel día (bueno, ya quedaban solo dos horas para el amanecer), me quedé dormida en la sala. Con las piernas extendidas y solo con la bata blanca.
Dormí desde las tres de la tarde, hasta las siete de la mañana del otro día. Demasiadas horas de sueño de repuesto y mi "pila interior" se había recargado del todo. Solté un ronroneo cuando mis músculos y cerebro se despertaron relajados.
El sol entra por el balcón abierto y parece un día despejado, después de la tormenta repentina de anoche, después de los acontecimientos del día de ayer.
Miro los papeles sobre la mesa, comienzo a recogerlos y guardarlos en una caja de zapatos. Tomo la foto del alcalde y la rompo en pedazos. Es mejor no saber nada de ese sujeto en mi vida.
━━━━━━━━ El pasado ━━━━━━━━
—Te necesito —ordena el hombre mientras vuelve a entrar por última vez entre sus piernas.
—Solo necesitas mi poder para destruir a tus enemigos —Romina se lo quita de encima y corre por su ropa.
—Es verdad, pero no me vas a negar que estás enamorada de mí —El alcalde se recuesta sobre un brazo.
—Estas muuuy equivocado —Se pone los pantalones y busca su sostén.
—Te necesito Romina Neón. Necesito que mates a Richard Silver y a toda su compañía.
—¿Por qué? ¿Qué te hizo ese pobre hombre?
El alcalde, un hombre guapo y conservador. Se acerca a ella y la toma del rostro con una mano fuerte.
—Richard Silver quiere postularse para ocupar mi puesto. Por eso debe de morir.
—No creo que sea por eso. Tienes los votos comprados. También vas a entrar en campaña y vas a ganar. Más de la mitad de la ciudad te adora, los empresarios comen de tu mano y todo gracias a mí. Richard Silver no es competencia para tí.
—Me gusta cuando hablas de política —La besa apasionadamente y muerde su labio.
—Sí ya terminaste me tengo que ir —dice, alejándose de él.
—¿A dónde irás Romina? Espero que no quieras escapar. Sabes que puedo encontrarte.
Ella está parada con una mano en la puerta. Se gira y ve con sonrisa fingida, al hombre que alguna vez amó.
—Sabes que no haría eso, Matt. Yo te amo.
━━━━━━━━ El presente ━━━━━━━━
Sacudo mi mente de esos recuerdos y me llevo la caja con todo mi plan a la habitación. Lo escondo abajo de la cama y me meto a bañar. Estoy en la ducha cuando el timbre de mi habitación suena.
Lo ignoro y sigo bajo el vapor caliente del agua. Pero el timbre vuelve a sonar tres veces más.
«¿Y sí es Matt con sus asesinos?»
El pensamiento se instala rápido y salgo de la ducha con solo la toalla para cubrirme. Mi cabello chorrea contra mi cuello. Cuando paso por la sala, saco de su escondite (detrás de los cojines), el puñal de doble filo.
Mi poder dominante se comienza a enfriar, como si fuese un gran cubo de hielo a punto de congelar de nuevo el pavo en navidad. La electricidad en mi cuerpo aumenta, ese es mi escudo, mi defensa natural. Mi piel comienza a desprender un vapor gélido y siento como mi cabello se seca poco a poco. Unos mechones se elevan. Cuando llego sigilosa a la puerta, no hay ni un solo sonido.
Acerco mi oreja a la madera.
—¿Quién? —Pregunto en un tono más fuerte, pero no escucho la respuesta.
Dan dos golpes a la puerta, luego una pausa y nuevamente dos golpes y en automático doy un paso atrás. Conozco la clave. Miro a todos lados buscando una salida pero es demasiado tarde. La puerta es derribada con una fineza admirable, no hace sonido alguno cuando es arrancada de su marco.
Soy proyectada hacia atrás y caigo con el puñal aferrado a mi mano, pero la toalla se me cae. Ruedo desnuda a un costado, no sin antes ver a los hombres vestidos de negro con sus ametralladoras.
—Pueden herirla, la quiero viva —ordena la voz de Matt, desde atrás... Como siempre.
«Cobarde, eres un asqueroso cobarde.» Mis pensamientos se dirigen a él. Pero las balas accionadas me hacen saltar como un gato.
Las balas me persiguen por toda la sala, mientras ruedo, salto y trato de ver aunque sea el rostro de algunos de los tipos. Pero todos traen cascos y me impiden verles los ojos. Solo una mirada y acabaría con todos.
Ellos no se me acercan, están cubriendo a Matt desde su posición en la puerta. Ni siquiera tienen la intención de acercarse y atacarme. Está claro que me quieren cazar como si fuera un ciervo. Herirme con "balas tranquilizadoras" y luego atraparme en una jaula como un animal extraño y valioso.
No les doy ese lujo, salto por encima del sillón, una bala pasa rozando mi oreja y corro a la habitación, cierro la puerta a mis espaldas.
Voy por la caja con los papeles. Abro la ventana, la vista que hay afuera es la pared del edificio vecino. Escucho los pasos de los hombres. Colocó mi puñal entre mis dientes y salgo con la caja bajo un brazo.
Nunca le he tenido miedo a las alturas, así que no es un inconveniente cuando veo el suelo a once pisos bajo mis pies. Me agarró de el marco de la ventana y mis pies tocan los bordes de los ladrillos. Con solo las puntas de los dedos de mis pies y manos, voy escalando a la derecha. Los pechos desnudos me duelen pero soy consciente de que en cuestión de segundos me van a atrapar.
La próxima ventana que me puede salvar, para mi suerte está abierta. No lo pienso más y viendo hacia abajo arrojo la caja de zapatos.
«Ahí van mis movimientos del plan.»
Es eso o morir. Elijo vivir un poco más. Veo como la tapa se desprende y los papeles vuelan. De un brinco salto dentro del departamento 670.
Caigo sentada con mis piernas abiertas y solo puedo escuchar como un par de balas dan contra la pared del edificio vecino.
Y mis ojos de nuevo se encuentran con los de Poem Smith. Los de él se hacen más grandes bajo sus gafas. Está sentado en un sillón frente a mí y él solo es capaz de abrir y cerrar su boca como si fuera un pez. Sus manos a medio camino de escribir algo en su laptop.
Se queda ahí, viéndome como si fuera un legendario dragón o alguien que contrajo la peste.
—Hola.
Es lo único que se me ocurre decir. Le doy el brote de una sonrisa y eso quiero creer que le provoca el sonrojo. Y no mi cuerpo desnudo y expuesto para solo su vista.
«La sombra salta desde los pisos superiores y da un giro elegante por el aire. Sus captores corren detrás de ella, pero no logran atraparla. Se esfuma como una sombra.
Mientras tanto el hombre observa desde el marco de la puerta de la habitación. Se gira sabiendo que una vez más se le ha escapado.»
Me detengo un momento de leer lo que mi hermana me escribió en un mensaje. Leo una y otra vez. Siento un escalofrío por toda mi columna.
«No otra vez. No podré soportarlo. Y Priscila no está aquí para ayudarme.»
De pronto entro en pánico. Sé que mi corazón va a latir rápido, mis manos se sentirán pesadas y...
Una tela blanca cae frente a mí y mis dedos quedan suspendidos sobre la laptop a punto de dolerme todo el cuerpo. Pero el tiempo se detiene otra vez cuando mis ojos la ven de nuevo.
Ahí está, la invocación de lo que mi hermana escribió. Toda nube blanca, toda perla de mar.
«¡Desnuda! ¡Por Dios!»
Mis pensamientos se escandalizan y corren veloces por todo mi cuerpo. Siento mi cara tornarse roja y mis ojos se abren de par en par.
—Hola.
Su voz, su firme y seductora voz con el comienzo de una ligera sonrisa me hace caer al infierno.
«Creo que vas a ir al infierno Smith si sigues mirándola.»
Y sí, con gusto iré.
Nuestros ojos no se apartan. Soy consiente del color de sus pechos, el relieve de sus costillas y caderas. Pero no puedo y no debo de apartar mi mirada de sus ojos.
Y el miedo me dice que cierre mis ojos y corra lejos de ella. Pero el fuego de mi perversión me dicta que la mire. Porque es quizás la única oportunidad que tengo de verla de esa manera. Así que, como el gran torpe e idiota que soy, hago caso a mi lado primitivo.
Bajo lentamente la vista. Su cuello largo, sus hombros frágiles, el centro de su pecho (que baja y sube con cada respiración). Y me quedo hipnotizado con los contornos de sus pechos generosos. Mis ojos van a su abdomen y luego escalan a sus piernas y rodillas flexionadas. Y por último, al lugar del pecado.
Siento que voy a colapsar nada más de verla y el temblor de mi espalda se acentúa en su máxima potencia. Las manos caen muertas sobre mi regazo y el corazón late rápido. Cierro los ojos con fuerza. Desvaneciendo la imagen de mi chica luna.
«Mi chica luna ¿Ya la hice mía con solo la mirada? Creo que sí, desde que la vi...»
Los hilos de mis pensamientos se cortan y se van a un lugar oscuro y yo con ellos.
Unos minutos o quizás horas más tarde. Estoy en mi cama bajo una sábana fresca. Abro mis ojos que arden. Flexiono por instinto las manos, al menos ya las puedo sentir. Me levanto con un dolor terrible de cabeza.
—Ahora estás bien. Ya no tendré que enfrentarme a tu hermana —Su voz viene desde la esquina derecha. Está sentada en mi sillón de lectura con solo la lámpara encendida. Sus ojos celestes tiene de nuevo ese brillo que los hace ver fosforescentes.
Ya no va desnuda y frágil ante mi vista. Cuando se levanta y camina en mi dirección para mi gran sorpresa lleva una camisa mía (Formal, verde manzana, grande para su cuerpo), y sus piernas desnudas se dirigen a mi dirección.
En otras circunstancias esta escena sería digna de un encuentro sexual. Pero no es así. A dos pasos, casi al alcance de mi olfato. Es cuando el caos comienza.
Salto de la cama como si ella fuera un imán y mi cuerpo la rechazara. El miedo de que se me acerque es potente. Ella solo es capaz de quedarse quieta mientras me ve que corro lejos de ella.
«¿Pero qué carajos tengo?»
Sacudo la cabeza, intentando acercarme nuevamente a ella. Pero mi cuerpo tiembla de terror. Me dice que es peligroso acercarse a ella.
—Lo siento, no puedo —Es lo que le digo, alzo mis manos en señal de alto cuando ella intenta también acercarse a mí. Ella se detiene y baja su mano. Da tres pasos atrás y el miedo que sentía desaparece de pronto.
—No te disculpes. Es natural que me quieras lejos de ti. Soy una extraña. Caí desnuda en tu departamento y caí ayer desde el tejado de una casa y ahí estabas tú.
Veo como tuerce sus dedos con la camisa.
—Y creo que es una extraña conciencia ¿Me sigues? ¿Me espías? —Mi voz es suave, necesito saber si ella lo hace.
Quizás trabaja para Richard Silver. Y si lo hace esto se va ir a la mierda.
—¡No! Yo no te sigo, ni te ando espiando.
Su voz se eleva por la habitación y puedo jurar que sus ojos vuelven a brillar.
—¿Entonces tengo que creer que esto es una gran casualidad del destino? Sabes, es cierto que no te conozco pero puedo ver que me estás mintiendo.
—No te miento... —Sus ojos son firmes. Pero ella es una gran mentirosa.
—Lo haces chica luna, me mientes. A menos que tengas una buena historia que contarme. Te mantendré aquí secuestrada —Mi tono de voz arrogante sale a flote.
Ante mi amenaza ella ablanda su rostro. Hay una suavidad en el, que me dan ganas de tocar su piel.
—¿No hablas enserio, verdad? Ni siquiera puedes acercarte a mí sin sentir miedo. Sin sentir repulsión por el monstruo que soy.
—¿Pero que dices? Yo no te tengo miedo, no eres un monstruo. Solo eres una chica que intimida y mucho.
—Es parte de mi naturaleza.
Su respuesta me toma por sorpresa. Solo soy capaz de pestañear.
—¿Acaso eres una Iluminati? ¿Estudias en la academia de los X-Men? ¿Eres hermana de Hércules o de Thor?
«¿Ya vas a comenzar con tus chistes malos Smith?»
—Si que ves muchas películas. Y no, no soy nada de eso que mencionas —Su mitad risa y sonrisa me ofenden pero decido no parecer un idiota.
—¿Entonces qué eres?
Ella gira su rostro a la ventana cerrada y suspira.
—Me llamo Romina Neón y soy una Dominante —Su voz pretende ser tranquila y sin importancia.
—¿Dominante? ¿Eres acaso una Ama y te gusta el masoquismo?
«Si dice que sí, esto se va a descontrolar.»
Suelta una risa y me mira con ojos divertidos. Pero se tornan serios con la respuesta.
—Mis poderes no tienen nada que ver con el sexo rudo.
—Wow, wow, wow ¡Alto! Déjame procesar todo lo que me dices ¿Romina?
«Romina, mi chica luna» Ese agradable pensamiento se instala al fin en mi cerebro y amenaza con hacerlo en el corazón por igual.
—Adelante ¿Poem?
«¡Dioses! ¡Ella sabe mi nombre! ¡Ella sabe mi nombre! Espera...»
—¿Cómo sabes mi nombre? Dime. Dime la verdad, Romina.
Me pongo de rodillas sobre la cama. Es lo más cercano que mi cuerpo me permite estar de ella.
—Está bien. Lo admito. Te seguía. Pero es que yo necesitaba verte y dominarte. Es algo que no puedo controlar.
Está bien. De todo lo que habló no entendí nada. ¿Acaso entiendo la mitad de lo que me sucede a mí, cada que mi cuerpo colapsa? La verdad, no.
—¿Por qué me querías... Dominar?
La pregunta es extraña. Pero es lo que se me ocurre.
Ella sonríe y sus ojos se encienden como una aurora boreal. Azúl celeste neón. El miedo se hace presente. Ella me sujeta con la mirada, veo cómo se concentra demasiado en eso.
—No puedo, simplemente no puedo dominarte y eso me frustra.
El encantamiento de sus ojos se interrumpe cuando la voz de mi hermana se escucha en la sala.
—Ya llegué ¿alguien quiere un poco de pizza?
Sonrió y me levanto para ir a comer. El hambre me distrae de la escena que acabo de presenciar. Ella se queda en silencio con la mirada en el suelo.
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