•28• Me quedo contigo
A Romina y Robin los han llevado adentro para limpiar sus heridas. Aún estoy en el jardín, contemplando el cielo nocturno sin estrellas. Las gruesas nubes destellan con los relámpagos a lo lejos. No me sentía agusto estando adentro con los demás. Sentía la necesidad de quedarme aquí afuera, vigilando.
—¿Por qué no vas adentro, Poemian?
Me sobresalto. Por el rabillo de mi ojo derecho veo una sombra salir de entre los arbustos. Lo primero que brilla es su brazo robótico. El semblante de la mujer es serio.
—Sentía la necesidad de quedarme aquí.
Ella camina con cautela, hasta que alza su brazo normal para tocar inesperadamente el centro de mi pecho. El corazón se me acelera y doy un paso atrás pero ella me sujeta con su mano de hierro impidiendo mi retirada.
—No fue bueno que tu madre permitiera que Richard experimentara en ti pero entiendo que lo hacían por tu salud. Lo siento, Poemian.
—Usted no tiene porqué disculparse. Son cosas que suceden.
—No —contradice con ferocidad—. Yo vine a la tierra escapando de mi hogar. Yo me hice atrapar.
—¿Por qué escapó de su hogar? —observo su cuello, donde cuelga un hilo de plata portando una extraña joya envuelta en él. Una clase de vidrio cortado, un pedazo de vitral amatista y zafiro.
—Fue por mi esposo —lo menciona con una voz fría y distante—. Él me tenía encerrada en... —sacude su cabeza, pareciendo humana— No importa eso ahora.
Mis ojos van de ella a la mansión y regresan a la manos que me sostienen. Tiene la mirada concentrada en mi respiración. Parece que está escuchando mi corazón, midiendo los latidos de este.
—¿Usted sabe lo que le pasó a Robin y Romina? Llegaron muy lastimados hace un momento.
—Tuvimos un pequeño inconveniente en el trayecto a la tierra. Un puñado de los nuestros se revelaron por su presencia en el Templo del tiempo. Nada que no pudiéramos controlar.
—¿Qué sucede Poem? —la voz de mi hermana se acerca a nosotros.
—Querida Priscilanne, si no es mucha molestia no te acerques, por favor.
Apenas soy capaz de reaccionar ante sus palabras cuando el dolor aparece de golpe. No sé si mi hermana hace caso a la advertencia de la madre de Romina, pero no grita o corre por ayuda.
Un rayo de dolor me cruza la espina dorsal de arriba a abajo y luego escucho dentro de mi que algo se rompe. Abro los ojos por el temor de que esta señora me haya fracturado un hueso interno. Quiero gritar pero mis labios están sellados. Escucho unas voces susurrando en mi mente, solo que no hablan en nuestro idioma. Son lenguas antiguas, desconocidas y de otros mundos. Hay algo tranquilizante en sus palabras. El dolor que amenazaba con tirarme al suelo, va acentuándose solamente por debajo de mis costillas, entre mi corazón y mi espina dorsal.
La mujer continúa observando mis ojos, buscando algo. Puedo decir que estoy paralizado de cuerpo y mente. No logro salir de entre las voces que me susurran dentro de mí. Los instantes pasan sin pasar nada más. Las voces poco a poco se calman en mi cerebro y el dolor es algo que ya no está en mí. Así como llegó, así desapareció.
La mujer me suelta y se tambalea exhausta. Priscila se mueve al fin y la sostiene por los hombros. Me llevo la mano a mi corazón, pero nada malo ocurre con él.
—¿Se encuentra bien? —le pregunta mi hermana. La mujer asiente y levanta sus manos. De ellas escurre un líquido acuoso negro, también hay un humo grisáceo saliendo de sus palmas.
—¿Qué me hizo? ¿Qué fue todo eso? —mi voz regresa y mi confusión por igual.
—Era mi deber. No estás del todo curado, pero al menos ya no sufrirás dolor por tu poder. Esto que ves —me extiende sus manos para que pueda ver mejor la sustancia negra—, es la muestra de que Silver no debió de jugar al científico contigo. Mi propósito por ahora está saldado.
Se quita el brazo de mi hermana de forma gentil y da un paso lejos de nosotros. Su rostro vuelve a ser tan etéreo como antes.
—Debo de partir ahora mismo. Aún tengo asuntos pendientes que arreglar.
—Espere —Priscila toca su hombro—. Me prometió decirme su nombre.
La mujer la observa con detenimiento y luego una ligera sonrisa llena su rostro.
—Priscilanne, tu poder es un obsequio de tu madre. Algo que las dos hicimos con amor hacia ti. Nada malo hay en ver el futuro de tus personas queridas.
—Pero yo no pregunté o le dije eso...
—Tu no lo quieres ¿Verdad? —se inclina hasta su rostro— No hay reversa en eso. Lo siento. En cuanto lo otro, no puedo decírtelo.
Levanta repentinamente su rostro al cielo y seguimos su mirada. A lo lejos una luz cruza el cielo, una estrella fugaz. Su trayectoria es demasiado lenta.
—Es tiempo de irme, adiós niños Smith.
Levanta sus brazos y la luz del cielo la jala hacia arriba demasiado rápido para los ojos humanos. En cuanto la mujer desaparece, la estrella fugaz pasa rápida por el cielo y desaparece en el horizonte.
—Eso fue demasiado extraño. Ni tengo esos poderes que mencionó, quizás se equivocó.
—Ni que lo digas, al final no nos dijo su nombre —suspiro con alivio repentino.
—Tal vez sus hijos lo sepan. Por cierto, venía a decirte que Romina ya despertó y preguntó por ti.
—Vamos adentro, aquí ya nada me espera.
Guío a mi hermana adentro de la mansión de Middleton. Adentro todo está demasiado silencioso. Priscila me señala la cocina.
—Voy a ver qué encuentro en la alacena. Middleton planea una cena para nosotros pero me pidió ayudarlo con eso.
—¿Estás bien con él? Digo, sé que no te agrada el tipo, además tuviste una situación mala el tiempo que pasaste en cautiverio con él.
—Estoy bien Poem, entre él y yo ya hemos resolvido ese asunto.
—¿Cuando hablaron sobre ello? —me cruzo de brazos, ella hace lo mismo.
—Cuando me mandaste por él hace unas horas. No te voy a negar que tuvimos una pequeña pelea de negocios de los hechos pero al final quedamos en términos civilizados. No me hagas esa cara Poem, ya todo está arreglado.
—Eso espero Priscila, no quiero verte cerca de ese tipo. Sabes todo lo que te hizo pasar.
—Ya, ya, hermano protector —se acerca y me da un beso en la mejilla—. Ahora ve con tu chica, no la hagas esperar. A las mujeres no nos gusta eso.
Le revuelo el cabello y subo las escaleras de dos en dos.
En el segundo piso solo se ven dos puertas abiertas de las habitaciones esparcidas por la estancia. Una es la recamara que ocupa Robin. Sobre una, del par de camas individuales, está el hermano de Romina. Parece estar descansando profundamente. La otra habitación abierta está del otro lado del pasillo, su luz es tenue. Antes de entrar me permito respirar un par de veces. Mis nudillos entran primero tocando la puerta abierta.
—Pasa —su voz me invita a entrar.
Ella está sentada en medio de una gran cama. Su piel se ve anaranjada bajo la luz de las lámparas de las mesitas de noche. Sus ojos me miran tímidamente. Yo le sonrió y decido cerrar la puerta para más intimidad.
Me embeleso por su presencia. Tiene puesta una pijama, compuesta de unos pantalones cortos y una blusa de tirantes verde manzana. Veo que sujeta algo entre sus manos con fuerza, la sabana de bajo de ella, quizás.
—Me dijo mi hermana que preguntaste por mí —mi voz hace eco en la habitación.
Ella parpadea confundida y luego sonríe.
—No lo hice.
Me toca parpadear y reír nervioso.
—Ya veo, así que no me querías ver. Bueno, creo que me voy.
Me giro para salir y escucho como se levanta de la cama y corre a mi dirección. Estoy demasiado concentrado en el sonido que no me percato de una calidez que me envuelve el brazo. Bajo la mirada hasta mi mano izquierda y observo como una mano blanca sé envuelve en mi muñeca. Mis ojos se abren con asombro.
—Pero qué demonios...
—Poemian —el aliento de su voz me golpea la espalda.
Ella está tan pegada a mi cuerpo que siento un ligero escalofrío recorrer mis venas. Los dos tenemos la respiración acelerada. Me giro lento sobre mis talones. Verla a solo milímetros de mí es un sueño demasiado hermoso.
«No me despierten jamás, por favor.»
Nos miramos por mucho tiempo, no decimos nada. Solo estamos esperando que alguno de nuestros poderes se revele y nos separe como normalmente lo hacen pero eso no pasa.
—Sabes mi nombre —soy quién rompe el silencio.
Ella parpadea intentando alejar dos solitarias lágrimas que caen de sus ojos. Levanto mi mano derecha y con sumo cuidado la punta de mi dedo toca con consciencia su piel por primera vez. La lágrima desaparece entre mi dedo y su mejilla.
—No llores —mi dedo recorre su pómulo y viaja hasta su frente para caer al otro lado, limpio su otra lágrima y bajo hasta su mentón donde un diminuto lunar lo adorna, observo con curiosidad.
—Quiero decirte muchas cosas pero —su voz se quiebra en la última palabra. Hay una desesperación en su voz que me refleja mi propio estado.
—¿Pero no son suficientes? —ella asiente por mi pregunta-respuesta— Te entiendo pero no es momento de palabras ¿No lo creés?
—Es que esto es demasiado abrumador.
—Lo sé, Romina. Yo me siento igual, no quiero que me apartes de tu lado o me despiertes de este hermoso sueño.
Su mano suelta mi muñeca y la levanta a la altura de mi rostro. Me pregunta con sus ojos y yo acerco mi cara a su mano. No sé lo que ella esté sintiendo pero la veo abrir más sus preciosos ojos para mí. El tacto de su mano me acaricia con delicadeza, como si temiera hacerme daño con su toque.
—Tus ojos son más grandes de cerca y son más obscuros de lo que ví en la mente de aquella chica.
Mis manos bajan a su cuello, hombros y se instalan en su cintura. La tomo con fuerza y la acerco todo lo que nuestros cuerpos nos permiten. Sus manos han dejado mi rostro y ahora están sobre mi pecho. Mi corazón grita su nombre con felicidad, ella lo puede sentir y quizás también escuchar.
Mi vista deja sus ojos y vuelo hasta su boca. Me acerco a sus labios y ella se levanta un poco más para que la alcance. Nuestras respiraciones se encuentran pero cuando estamos a punto de probar algo más entre nosotros. Unos golpes en la puerta nos hacen retroceder como si una bomba se hubiera activado entre nosotros.
—No quería interrumpir pero ya está la cena.
—¿No te enseñaron a tocar las puertas Robin?
—De hecho la toqué, hermana.
—Igual la abriste primero —el tono enojón de Romina me hace reír. Nunca la había hacer un berrinche. Es obvio que ella quería mi beso.
—Deberíamos de dejar esto pendiente para después —ella me frunce los labios en un puchero que no es común en ella.
—Ahora bajamos, Robin. Gracias por avisar.
Él se encoge de hombros y se va.
—Juro que le voy a clavar un tenedor a la próxima que nos interrumpa. O mejor aún, lo voy a interrumpir cuando esté con Priscila. A ver cómo reacciona a eso.
—Oye —la tomo del rostro y sin aviso alguno la beso.
Ella salta de mi agarre como un delicado diente de león pero la tomo entre mis brazos y no la dejo escapar. Sus labios son fríos e inmóviles al principio pero después se mueven a un ritmo sincronizado con los míos. Estamos en una danza primitiva e inocente. El sabor de su lengua, las vueltas que da en mi boca me embriagan, me obsesionan, me llenan. Ahora que nos hemos probado, no creo que nos dejemos ir tan fácilmente. Por mi parte no. Estoy cayendo en picada entre sus brazos.
Quiero seguir besándola hasta morir.
Después de unos minutos, bajamos a la cena que mi hermana y Middleton han preparado para todos. Robin está intentando hacer una figura con su servilleta mientras Priscila se ríe de sus dedos largos y torpes. Middleton sirve los platos y nos observa llegar juntos al comedor. Debe de estarse preguntando del porqué estamos así de unidos.
Y así pasa por los siguientes veinte minutos. Nadie habla, nadie pregunta porqué Romina y yo comemos uno al lado del otro.
—Quiero proponer un brindis —Priscila levanta su copa. Todos nos levantamos para el brindis—. Por el pasado, presente y futuro. Que a ninguno nos impidan ser felices.
Miro a Romina y ella a mí. No fuimos hace unos minutos atrás más que besos y abrazos y aún así me sorprendo deseándola, aquí y ahora.
Me sonríe y toca mi mejilla con ternura. Siento la mirada de alguien sobre nosotros, hecho un vistazo para confirmar que es Middleton quien no nos quita los ojos de encima.
—Ahora que todo está en paz en la tierra ¿Crees que sea el momento adecuado para entrenarte, hermanita?
Romina me suelta y nos sentamos para continuar con un postre simple (una rebanada de pastel de fresas) que Priscila se encarga de servirnos.
—No lo sé, Robin. ¿Eso no ocuparía mi tiempo por completo? Además, dónde entrenaríamos.
—La verdad es que si ocupa mucho tiempo el entendimiento, son sesiones largas y apartadas de las personas. Lo de dónde lo haríamos, estoy aún pensando en eso.
—¿Por qué no lo hacen en unas de mis casas de Japón? —interrumpe Middleton. Sus ojos puestos en Romina en todo momento. Me dan ganas de esconderla detrás de mí espalda.
—Gracias por la oferta, Matt. Pero no creo que sea buena idea.
—¿Por qué no? Son amplias y apartadas de la civilización. Tengo una en el monte Kurama, creo que sería perfecto para el propósito.
—No lo sé. Pero si eso es bueno para el entrenamiento que me dará Robin, lo tomaré en cuenta.
—Bueno, Middleton ¿Por qué quieres llevarte a los Neón a Japón? —me toca interrumpir la locura de Middleton.
—Solo quiero ayudar —levanta sus manos, todo buenas intenciones— también la oferta va para ti, si quieres entrenar tus recientes poderes. Mis casas están abiertas para ti. Al igual para ti, Priscila. Aunque sea solo para pasar unos días de descanso.
—Pues nadie pidió tu ayuda.
Lo digo tan rotundamente que nadie dice nada. Middleton se levanta después de un momento y se va hecho una furia. Priscila comienza a recoger los platos sin comer de los demás. Ella fue la única que comía mientras nosotros discutíamos.
Robin entabla una conversación de miradas con su hermana y yo me levanto arrastrando la silla. Me voy al segundo piso, abro la habitación que ocupa por el momento Romina y me tiendo sobre el colchón.
No me gusta para nada que Romina considere irse al otro lado del mundo y pretenda dejarme cuando apenas nos hemos reencontrado de la manera correcta. No me gusta sentirme así, tan codependiente a ella. Eso no me pasaba antes.
La escucho entrar y cerrar la puerta con cerrojo.
—¿Ya te dormiste? —su voz me hace suspirar.
Me incorporo y le extiendo los brazos. Ella viene y me abraza, se sienta sobre mis piernas. Le coloco un mechón de cabello blanco sobre una oreja.
—¿Qué voy hacer contigo, Romina?
Debo de tener el rostro desencajado porque ella me sonríe con compasión y me da un suave y volátil beso en el borde de mis labios.
—¿Amarme?
—Es lo único que quiero. Eres lo único que quiero ahora.
Una considerable cantidad de Dominantes que antes estaban en algunas habitaciones del Templo. Nos habían estado escuchando entre las sombras de los pilares en completo silencio. No sé qué señal vieron o qué los motivó a atacar pero de imprevisto estaban saltando y gruñendo en nuestra dirección. Todo fue demasiado rápido y confuso.
Después de salir huyendo del templo con una docena de Dominantes detrás de nosotros, he intentar pelear contra ellos (nos hicieron ver que tenían movimientos demasiado adiestrados y mejores que nosotros). Robin y yo terminamos con heridas considerables de su sorpresiva emboscada. Yo en mis rodillas y codos, Robin en su rostro y costillas.
Nuestra madre nos había llevado corriendo por el gran e interminable pasillo del castillo y arrojado a la tierra por el borde de la estrella, cual ángeles caídos. No tenía ni un día de volver a encontrarme con ella, cuando nos separamos de nuevo. Aún tenía cosas que hablar con ella, preguntas que se estaban acumulando mientras Matt curaba mis heridas. Como el hecho de no recordar su nombre o no saber quién era mi padre.
—Listo, ya quedaste —Matthew guarda las banditas en el botiquín de primeros auxilios.
Nunca me he detenido muy bien a pensar, que él, antes de entrar a la política y ser alcalde, es doctor. Un buen doctor. Me ha tocado un montón de veces, más de las que cualquier otro humano hubiera podido. Me ha curado mis raspones por muchos años, siendo una niña/adolescente y también ya siendo una mujer.
—Gracias Matt —me inclino hacia él, tocando su palma que descansa en una bolsa de algodón. Su mirada plateada sube de nuestras manos hasta mis propios ojos.
—No hay problema, Romina. Sabes que lo hago con gusto —su sonrisa no llega a sus ojos.
—Lo digo por todo —aprieto nuestras manos— desde que me sacaste del laboratorio de Richard cuando era solo una muchachita, hasta todo lo que haz hecho por mí en todos estos años.
—Lo hice porque me nació, Romina. Hice lo que creí era correcto —lo veo tomar aire, como si se sintiera ahogarse—. Y aún así, te he hecho cosas terribles ¿Sabes que no era yo cuando te pedía matar a Richard?
—No exactamente. Supe hace poco de qué no eras tú el del bosque, cuando secuestraste a Priscila —retiro lentamente mi mano de él. Termina de colocar el algodón y cierra la caja.
—Lo estuve pensando hace mucho tiempo. Desde que apareció el hijo de Richard en nuestras vidas. Desde que se reveló como realmente era, sus poderes, sus secretos. Todo —se levanta de la cama y coloca el botiquín en una mesita de noche—. Creo que estuve bajo su dominio desde antes.
—¿Eso es posible? ¿Desde cuándo? ¿Por cuánto tiempo?
—Eso aún no lo sé. Quiero descubrirlo, pero no puede ser aquí. No en esta ciudad —vuelve a la cama y se sienta a un lado mío, se recarga en la cabecera de la cama. Por un largo momento, ninguno dice nada—. Voy a volver a casa, a Japón.
Comienzo a jugar con el edredón de peluche que tengo en mis pies.
—¿Qué pasaría con tu responsabilidad de político?
—Eso lo están arreglando mis abogados. La revuelta en la ciudad será un caos más grande al irme —se acomoda su reloj en la muñeca— Lo estuve planeando cuando estaban los disturbios de los monstruos en la ciudad. Obviamente los medios de comunicación me van hacer trizas cuando su mirada recaiga en mi autoridad, quizás lleguen a pensar que fui el causante. Charlie fue supuestamente el ganador de la campaña, él ahora no está y los focos estarán sobre mí. No lo sé y por ahora no me importa.
—Siempre has sido un hombre responsable, Matt.
No me lo imagino abandonando su puesto, una campaña o lo que sea. Él no es de retirarse y desertar en su trabajo.
—Siempre he sido un hombre ocupado —levanta su mano hasta mi rostro, su caricia es delicada que me sorprendo pero no me alejo o lo rechazo—. Pero no lo suficiente para no poder protegerte cuando estábamos juntos.
—Lo sé, también sé que puedes hacer esto —muevo mi mejilla contra su palma— porque tienes un poder que Richard plantó en ti.
—Solo por eso, le agradezco. Lo demás no —retira su mano y con ella el calor que comienzo a necesitar—. Por eso debo de ir a Japón.
—¿Cuándo te irás? —la tristeza se revuelve en mi interior.
—Pronto, en unos días. Desearía que tú y yo...
Un toque en la puerta nos hace voltear. Priscila sonríe pero al ver a Matt, sus labios se cierran en una mueca.
—No sé cómo encender tu horno ¿Puedes ayudarme con eso?
Al parecer han tenido un tiempo para hablar mientras estaba inconciente.
—Por supuesto —sale de la habitación en silencio. Él y Priscila intercambian unas pocas palabras en la puerta. Matt se va y Priscila se queda.
—Quiero hablar contigo antes de ir a preparar la cena de todos.
—Dime —me siento recta en la cama y ella sonríe. Se recarga en la puerta.
—He tenido un pensamiento recurrente hace un momento.
Nos miramos y sonreímos al mismo tiempo.
—¿Qué pensaste?
Ella alza la ceja, mueve los labios formando la palabra "BESO". Eso me hace parpadear y dar una carcajada involuntaria.
—¿¡Qué!? Priscila yo no, Matt y yo.
Al escuchar mi respuesta su rostro decae. La he ofendido.
Oh... quizás ella y Matt.
—Solo te diré que él va a venir en unos minutos aquí. Sé amable con él.
—No entiendo, Priscila —niego y me revuelvo en mi lugar. Pero ella no me explica nada más y se marcha con una esquina de su sonrisa levantada.
Los minutos que siguieron me parecieron una eternidad. No estoy pensando en Matt si no en otro hombre por el cual daría mi alma porque viniera a verme.
Dos toques a la puerta.
—Pasa —sus pasos son ligeros, no quiero levantar la mirada.
Y aún así lo hago. Está a mitad de la habitación. Su piel se ve pálida, la luz de mis lámparas no llega más allá, no colorea su rostro. Sus ojos son dos pozos profundos que brillan en mi dirección. Me sonríe y cierra la puerta. El sonido del clic me hace temer su cercanía. Algo va a pasar y tengo miedo.
¿A qué le temes Romina? ¿No es este tu deseo? ¿No es el deseo que tanto anhelas desde que lo conociste?
—Me dijo mi hermana que preguntaste por mí —su voz es profunda.
Priscila le ha mentido y a la vez no. Obviamente usa las situaciones a su favor de una forma que no alcanzo aún a comprender.
—No lo hice.
Su risa a mis palabras sinceras es mi respuesta. Tiene las manos ocultas bajo los bolsillos de sus vaqueros celestes. Su camisa de botones a cuadros y su cabello revuelto, junto con su barba de una semana me hacen acelerar mi sangre.
—Ya veo, así que no me querías ver. Bueno, creo que me voy.
Mi cuerpo se levanta y correr hacia él. Una reacción que no estaba planeando pero que mi cuerpo ha ejecutado en un santiamén.
Las barreras se sienten cuando las traspaso y por primera vez lo tomo entre mi mano. Su cuerpo se eriza en respuesta y yo abro los ojos tanto por el hecho de tener su brazo entre mis dedos que el tiempo se desdibuja ante mi.
—Pero qué demonios...
Una voz susurra de su brazo a mi mente y en ella un nombre aparece.
—Poemian —su nombre en mis labios es como la llave que abre todas las puertas que estaban cerradas para nosotros.
Estoy tan pegada a su espalda que puedo poco a poco oler su aroma. Se gira lentamente. Veo su pecho subir y bajar. Alcanzo a escuchar como bombea su corazón.
«No me despierten jamás, por favor.»
Levanto mis ojos y ya no los despego de él en mucho tiempo. Solo estamos esperando que alguno de nuestros poderes se revele y nos separe como normalmente lo hacen. Pero no.
—Sabes mi nombre —su aliento me hace cosquillas en la frente.
Las lágrimas de felicidad se desbordan por mis ojos. Me es inevitable. El toque de su mano aparece en la piel de mi rostro. Es tan diferente a la de Matt. Donde él era calidez, la de Poemian es sanación. Herida que no creí que tenía en mi interior.
—No llores —su voz llega a las profundidades más oscuras de mi corazón.
—Quiero decirte muchas cosas pero —me rompo frente a él.
Es extraño que quiera decirle todo y no poder decirle lo cuanto mi piel lo está amando en estos momentos. Quiero explicarle que siempre estuve esperando por él. Aunque no sabía que debería de esperar una persona así en mi vida. Tenía a Matt, tuve a mi familia antes de todo y no creía necesitar a alguien más que a ellos.
—¿Pero no son suficientes? —su mano continúa limpiando mis lágrimas, yo asiento— Te entiendo pero no es momento de palabras ¿No lo creés?
—Es que esto es demasiado abrumador.
Y lo es. Me siento rara y a la vez, me siento como realmente soy. Todo es confuso dentro de mí.
—Lo sé, Romina. Yo me siento igual, no quiero que me apartes de tu lado o me despiertes de este hermoso sueño.
Levanto mi mano a su rostro, pidiendo su permiso. Él se acerca a mi toque. Su piel es demasiado suave y rasposa en su barba. Al fin veo el color de sus ojos.
—Tus ojos son más grandes de cerca y son más obscuros de lo que ví en la mente de aquella chica.
Después de eso todo va muy rápido. Nos tocamos y me sujeta como si fuera pluma y pudiera volar lejos de él. Me sostengo de su pecho latente y lo miro como si mis poderes pudieran domarlo al fin. Me levanto un poco más y me acerco a sus labios, quiero sellar mi nombre en ese lugar.
—No quería interrumpir pero ya está la cena.
La voz de mi hermano me aleja de mi objetivo. El cólera se me sube a la cabeza.
—¿No te enseñaron a tocar las puertas Robin?
—De hecho la toqué, hermana.
Despego mis ojos de Poemian y le dirijo mi mirada asesina a Robin.
—Igual la abriste primero —le reclamo.
—Deberíamos de dejar esto pendiente para después —la respuesta de Poem me viene a mal.
¿Es que no me quería besar?
—Ahora bajamos, Robin. Gracias por avisar.
Miro marchar al muy sonriente de mi hermano y juro que cuando hablemos a solas se lo voy a reclamar.
—Juro que le voy a clavar un tenedor a la próxima que nos interrumpa. O mejor aún, lo voy a interrumpir cuando esté con Priscila. A ver cómo reacciona a eso.
—Oye.
No tengo tiempo de girar a verlo o responderle cuando sus labios tocan los míos. Salto de sorpresa o de felicidad, no lo sé. Solo me quedo en mi lugar, sintiendo toda la adrenalina bombardear mi sistema nervioso. Entonces un choque de pasión y electricidad me reviven y contesto su beso. Estamos en una danza primitiva e inocente. El sabor de su lengua, las vueltas que da en mi boca me embriagan, me obsesionan, me llenan. Ahora que nos hemos probado, no creo que nos dejemos ir tan fácilmente. Por mi parte no. Estoy cayendo en picada entre sus brazos.
Quiero seguir besándolo si es posible vivir y morir ahí.
Después de los besos y caricias que nos dimos Poem y yo. Lo siguiente que ocurrió en la cena no fue de mi agrado. Mucho menos la discusión mental que tuve con mi hermano después de la cena:
—Lo siento por lo de hace unos minutos.
—¿Qué haces hablando en mi mente?
—Ja, recuerda que te dije que puedo hacer más cosas hermanita.
Su sonrisa es gigante y traviesa.
—¿En serio puedes hacer esto?
—Lo estás experimentando, supongo que sí.
—¿Que fue todo eso de ir a entrenar con Matt?
—Lo pensé al instante. Además de que debes de recordar que querías entrenar para poder hacer esto— se toca la frente.
—Lo sé, pero aún así...
—¿No quieres ir? Será divertido.
—No es eso, es que yo...
Mi mirada va a Poem que se levanta de su asiento. Robin me atrapa mirando su partida.
—Ya veo. No quieres ir por Poem ¿Verdad?
—Es que él y yo apenas...
—Se han tocado. Lo entiendo. Es natural que quieras estar a su lado. Pero debes de saber que lo que nos pasó hace un par de horas no fue si no el principio de algo grande. Lo del templo del tiempo también fue algo.
—Lo sé ¿Crees que mamá pueda solucionarlo? Esos rebeldes no supondrán un problema próximo ¿No es así?
—No lo sé Romina. Pero es mejor prepararnos.
—Bien, espera mi respuesta en un par de horas más. Por ahora debo de ir a hablar con Poem.
—Está bien y ya sabes, cuídate.
Le saco la lengua y el ríe. Me hace una seña con la mano de que me retire y se levanta para ir ayudar a la cocina.
—¿Ya te dormiste?
Estoy en nuestra habitación. Solo una lámpara ilumina la oscuridad que envuelve todo, puedo ver perfectamente sus brazos extendidos para mí. Camino en su dirección, lo tomo entre mis brazos y me siento en sus piernas. Él me toca el cabello con mucho cuidado.
—¿Qué voy hacer contigo, Romina?
Sin pensarlo le planto un beso en sus labios.
—¿Amarme? —suspiro.
—Es lo único que quiero. Eres lo único que quiero ahora.
Mi piel comienza arder como mil pequeños soles con el simple roce de su mano. Mi mirada lo recorre en llamas y él no hace mas que incrementar su fulgor.
Lo imposible, sucede al fin.
Nos despojamos del tiempo, la ropa y la distancia que en un principio nos separaron. Mi escudo se rompe entre sus brazos, mi poder pasa a segundo plano y mi mente es absorbida solo por él.
El poder del Dominio antes me parecía complejo. Tomar lo que te plazca, cuando lo desees o necesites. Recibir algo a cambio pero sin dar nada a tu presa. Para luego, deshacer aquella conexión de golpe, sin explicación. El dominio me exigía muerte y destrucción.
Eso era el dominio, mi poder.
Pero en cambio esto, esto era otro tipo de Dominio. Un Dominio por ambos y para ambos. Tomamos uno del otro lo que queríamos, recibíamos algo mucho más placentero que un control total sobre nuestros cuerpos desnudos. No íbamos a deshacer esta conexión y sin lugar a dudas no me iba alejar de él. No de nuevo.
En cuanto entra en mi interior, todas las venas de mi cuerpo se hinchan y aceleran el ritmo de mi sangre hirviendo. Casi me elevo con sus besos. Tenerlo atado a mí de esta manera es lo más maravilloso que me puede estar pasando en la vida. Irrumpe en mis centros como la marea del mar al chocar contra las rocas. Como el vaivén de una hoja de árbol dentro de un huracán.
Y luego llega el punto sin retorno, el éxtasis que nos quema a los dos, nos une y nos arroja con violencia hacia el paraíso que llaman liberación. Somos un solo aliento, sudor, latido. Nos fundimos como la mantequilla al sol. Gritamos nuestros nombres al tocar las puertas y respiramos bocanadas de aire como si nos estuviéramos ahogando.
Nuestros ojos no se apartan en ningún momento. Nada nos podrá apartar de esta dicha. Nada ni nadie nos puede separar. Porque sin decirnos palabras ya nos dijimos todo.
Cuando caemos de vuelta a la tierra, en el aquí y ahora, somos ya uno solo.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top