•26• Rompiendo promesas
—Esto va enserio, Priscila.
—Pues me niego a dejarte de nuevo y a los demás —intenta señalar a nuestra espalda. Donde Romina y su hermano conversan con rapidez.
Llegando a la camioneta me inclino para sacar las llaves y entregárselas a una Priscila enojada.
—No me trates de convencer de que me vaya, sabes perfectamente que no lo haré.
Se cruza de brazos y gira su mirada.
—Hazme un favor ¿Quieres? Sal rápido por esa calle y ponte a salvo.
—Si piensas que te haré caso, ya sabes la respuesta negativa a eso.
—Sí —bajo la voz—, pero eres quizás nuestro plan b en caso de que todo se vaya por el caño.
Sus ojos dudan y analiza por dos segundos la situación.
—¿Qué haría aparte de irme a refugiar debajo de una piedra y esperar el inevitable final?
—Vas a traer a Middleton.
Cuando suelto el nombre ella niega rápidamente.
—No necesitamos a ese tipo.
Sé lo que le hizo a mi hermana, pero él tiene la ventaja de poder luchar al lado de Romina y protegerla. Además de que él aún tiene a su disposición el armamento de la ciudad. Solo era cuestión de meterles un plomazo en las frentes a esos experimentos y terminar con todo esto. Tan rápido y eficaz.
—Creeme, lo vamos a necesitar —mi mirada gira para ver la silueta de Romina que se acerca un poco más al gigante inmóvil.
—Ya, lo entiendo. Es por Romina ¿Cierto? —deja caer los brazos y extiende la mano. Le doy las llaves.
—Solo es por si algo sale mal y yo, —me miro las manos— ya sabes. No puedo cuidarla como quisiera. Y no sabemos si su hermano corra con más suerte.
Ella sonríe hacia donde está Robin: —Eso no pasará, él me hizo una promesa la otra vez.
—¿Ustedes? —la miro con extrañeza.
—Algo así —sonríe y sube a la camioneta. Enciende el motor—. Pero supongo que tú y Romina también tienen algo ¿No? O es que aún no se declaran.
Mi sonrisa decae y miro las piedritas del asfalto.
—No y no creo que cambie algo si le digo sobre... —suspiro y niego, Priscila sujeta el volante con demasiada fuerza—. Lo que sea que sienta por ella. No sé puede y ya.
—¡¿Y ya?! —grita y hace ronronear el vehículo con furia—. ¡No puedes rendirte! No puedes decir que es algo imposible.
—Lo lamento, así va la cosa. Ahora basta de charla. Vamos, date prisa.
Le doy un beso en la frente, me alejo y doy una palmada en el motor. Ella rechina las llantas y se detiene:
—Me lo vas agradecer, Poem.
Dejándome con las palabras en la boca, sale disparada como una flecha. Tiene una misión. Y al igual que nosotros, dará todo de sí.
Cuando me giro, veo que Romina aún sigue con la mirada la camioneta. El afecto que siente por mí hermana, es una prueba más de qué Priscila es mi as bajo la manga.
—¿Como atacaremos a esa cosa? —me acerco a Robin que mira con detenimiento el movimiento lento, casi petrificado del gigante.
—No lo haremos —Robin va encendiendo su poder al máximo y da unos estiramientos—. Vamos a trepar ese mar de cuerpos.
Alza la vista al cielo pero desde mi posición, no veo nada.
—Es demasíado alto, además esos cuerpos pueden atacarnos —fijo la mirada en uno que se retuerce en el bulto en forma de pie—. Sería más fácil desprenderlos de lo que sea que estén sostenidos o unidos.
Parece que todos están unidos como imanes. No hay cuerdas, cadenas o inclusive no están tomados de las extremidades, como para permanecer unidos de esa manera tan aferrada.
Unos cuantos caen y comienzan a trepar de nuevo.
—Nada los sostiene. Sería una batalla eterna ¿Observas como caen y vuelven a trepar para juntarse entre ellos? —asiento y me inclino para abrochar bien mis tenis— Pues, lo único que no cae y brilla está en sus ojos y si observas bien. No son ojos.
Me levanto de un salto y miro con más atención hacia donde apunta Robin. Aquello que parecen el mismísimo sol en un día de invierno, son en realidad personas que se mueven. No. Esos no son personas, son...
—¿Experimentos? —responde Romina con el cabello y los ojos encendidos.
—En ese caso, hagámoslo rápido.
Me encamino para comenzar a subir pero él me detiene de una manga.
—Alto ahí, caballero de armadura —siento el escudo de Romina al pasar a su lado—. Vamos a trepar pero no a matar personas ¿Entendido? —sus ojos cristalinos me ordenan y yo obedezco— ¿Romina?
Ella se separa un poco más de nosotros y asiente. Sus ojos rojos me miran de reojo y puedo jurar que intenta decirme algo con urgencia. Solo puedo guiñar un ojo y esperar que entienda.
Los hermanos comienzan la marcha y en cuanto sus dedos rozan los brazos de los ojos de araña, estos saltan a nuestro encuentro. Dejando sus posiciones y destruyendo lo que alguna vez fue el gigante. Los tres retrocedemos de inmediato sin saber cómo responder.
—¡Se están conectando! ¡Se están conectando!
—¡¿Qué dices?! —le pregunto a gritos. Los humanos transformados, están trotando hacia nosotros. Robin se detiene un momento y con movimientos de sus manos intenta electrocutar a unos cuantos. Pero estos caen y se vuelven a levantar.
—¡Sí, allá arriba! ¡Ví a los Dominantes sacar hilos de aquellos! —señala a la otra masa de monstruo gigante que está a varios metros alejado de nosotros.
—¡Robin! ¡Eh! ¡Deja eso, necesitamos correr rápido y escondernos!
—¡Yo no soy un cobarde! —se detiene y vuelve a girarse para atacar a nuestros perseguidores. Pero no da en el blanco y los chasquidos impactan en el suelo. Haciendo que la furia crezca en ellos y aceleren el paso.
—¡No seas terco, Robin! —Romina lo toma de la camisa y corren los dos a la par.
No sé dónde nos vamos a esconder o a tomar el aire. El cerebro me palpita con un dolor que va en aumento. La columna me arde y las manos que ahora están en puños, se comienzan a abrir y sus llamas aparecen completamente. Detengo el paso y dejo que los hermanos me rebasen.
Espero al primer mini monstruo y lo detengo con una cachetada de fuego en su rostro. Chilla pero en lugar de echarse para atrás. Mi ataque lo hace enloquecer y se me lanza encima. Somos un nudo de brazos y su saliva me escurre por una mejilla.
Es pesado, sus ojos son lo más repugnante que he visto y su determinación a terminar conmigo es persistente. Nuestra pequeña riña no dura mucho. Por más que Robin me prohibió hacerlo, no me queda de otra.
—¡No! —lo escucho gritar cuando mis dedos tuercen el cráneo del ser.
Espero más ataques de los otros pero me doy cuenta de que estos han desaparecido de un momento a otro.
—¿Dónde están los demás? —pregunto acercándome a los hermanos. Romina mira en dirección a algún punto a lo lejos. Robin se me acerca y me toma del cuello de la camisa.
—¡Te dije que nada de muertes! ¿No escuchaste o qué?
—Claro que lo hice —alejo su mano y me limpio las mías en los costados—. Pero, estoy apreciando mi vida. Esto no es un juego de Mario Bros y yo no tengo vidas para volver a jugarlo ¿Entiendes?
Es más alto que yo, rebasa mi 1.86, inclino mi rostro para verlo a la cara.
—No sé quién sea ese tal Mario, pero esto no es ninguna clase de juego terrenal
—Es correcto, así que aprecia más tu vida, cuñadito.
Sus cejas se juntan sin entender lo que dije.
—¡Hey chicos! Acabo de descubrir algo —Romina se acerca pero al ver mi rostro de sufrimiento por su escudo, retrocede unos pasos de inmediato.
—¿Qué cosa? —Robin aún está irritado por mi.
—Una muy mala noticia. Los experimentos se han unido unos con otros y ahora intentan hacer la montaña humana/monstruo más grande de la tierra. Justo ahí —señala al horizonte.
Al ver aquello, pienso que es solo una montaña más entre las montañas ya existentes. Al instante me doy cuenta que estoy ciego y equivocado.
Encima de todo aquel tumulto de cuerpos humanos dominados y corrompidos. Está el sol coronando su cúspide. Solo que no es un sol, son una decena de Dominantes experimentales. Reunidos con sus cabellos blancos al viento contaminado por el fuego de su caos. Solidificando lo que sea que traten de hacer con aquel majestuoso espectáculo de fin del mundo.
—¡Mierda! —es la primera vez que escuchó a Robin soltar una palabrota.
—Será imposible trepar por ahí —la voz desesperada de Romina me hace mirarla.
El fuego de su mirada está aumentando, su escudo tintinea contra las cenizas que caen y se extiende hasta rozarme las rodillas.
—¿Alguna alternativa que no sea trepar, Robin? —pregunto con la mirada aún puesta en los cabellos de Romina.
—Podemos intentar otra cosa.
Mira en mi dirección pero sus ojos se detienen en algún punto lejano a mi espalda. Los chirridos de la camioneta llegan antes de escuchar la voz de Priscila a todo pulmón:
—¡Aquí está el refuerzo!
Ella agita su brazo derecho, sacando la mitad de su cuerpo mientras conduce. Atrás, en la cajuela viene de pie el alcalde. Middleton se baja, antes de que mi hermana termine de frenar.
—¡Por qué la dejaron ir! —su grito me sorprende y descoloca por un momento. Mi poder disminuye con sorpresa. Me agarra del cuello de la camisa y su furia me tiene confundido. Sus ojos no se detienen en mí, van hacia la montaña de cuerpos.
Me quito sus manos de mi cuello, giro observando a lo lejos la brillantez del escudo de Romina. Inclusive su tamaño ha aumentado, la electricidad que la proteje se ensancha varios metros a su alrededor. Ella va corriendo a toda prisa.
—¡¿Por qué la dejaste ir?! —comienzo a caminar en dirección a Robin. Llego a su lado e intento tomarlo también del cuello para reclamarle, pero él agita su mano eléctrica en mi dirección. Caigo confundido al suelo.
—Ella es la única que lo puede detener.
—Estas completamente loco ¡Es tu hermana! ¿¡Qué no te interesa la vida de tu propia sangre!?
—Es precisamente la sangre...
—¿Qué significa eso? —la voz de Priscila llega a mi lado.
Robin gira su cuerpo justo en el momento que Romina llega a los pies de la bestia. Mi vista es pésima pero juro que veo el inicio de la batalla. La luz del poder de Romina choca contra los cuerpos.
—Eso fue lo que dijo mi hermana antes de irse, lo siento. Ella no quiso que fuera con ella.
Los ojos de Robin están en todo momento mirando al suelo.
—Levanta la maldita vista, Robin —le ordeno, pero él no se mueve ni un milímetro.
Camino los pocos pasos que nos separan y le levanto el rostro. Mis dedos abren sus ojos a la fuerza y es justo lo que pensé.
Romina tiene dominado a su hermano.
—¡No me puedes hacer esto Romina! —grito a los ojos de Robin.
Al no haber respuesta, lo suelto y camino con decisión hacia la batalla.
—¿A dónde crees que vas, Smith? ¿Piensas romper tu promesa?
No quiero girar o detenerme a hablar. Ahora lo único que quiero es ir al lado de ella. Pelear, protegerla dentro de mis limitaciones. Así que no me detengo ante los reclamos de Middleton o advertencias de mi hermana.
El cuerpo me arde, mi propio poder me cubre de los peligros del exterior. Corro todo lo que alguna vez pude correr en mi vida. Si tuviera alas serían más útiles en este momento.
Mis pies se clavan de imprevisto en el asfalto destruido, cuando un gran estruendo se escapa de aquella masa monstruosa. Sorprendido veo como la mitad del torso inferior se desprende y los cuerpos caen como piezas de ajedrez. La parte superior queda suspendida en el aire. Es inexplicable como logra aquella cosa estar gravitando sin nada que lo sostenga.
El brillante sol baja la intensidad de su luz para después cegar con sus rayos de mil voltios.
Mis pies se sienten como plomo pero aún así no me detengo. No pienso romper mi promesa con Romina.
—Nos descubrieron —la voz mental de Robin es tranquila.
—Te descubrieron a ti —bufo en su mente—. Te dije que no abrieras los ojos, lo prometiste.
—No soy de prometer cosas terrenales, hermana. Además veo que no estás muy concentrada en esto realmente.
—¡Claro que lo estoy! Eres tú, que te niegas a dominarte.
—Lo siento, es parte de mi entrenamiento. No suelo dejar que me dominen. Deberías de venir conmigo y aprender sobre el Dominio como realmente es, no como esa cosa que el humano te enseño.
—¿Matt sigue ahí? —pregunto pero Robin queda en silencio.
En la mente de mi hermano veo con sus propios ojos a su alrededor. La escena se a movido unos pocos metros desde que Poem descubrió mi fachada. Robin insiste que vea primero a Priscila, la cual está con el rostro girado. Eso es una alarma para que me enfoque con Matt, veo su cólera brotar por algo que seguramente ha dicho Poem. No me puedo estar enfocando en aquella escena y en lo que mis propios ojos ven. Así que dejo por unos instantes la mente y cuerpo de mi hermano y detengo mi carrera.
El sonido de mi propio poder chasqueando contra el suelo, es amortiguado por el siseo de los cuerpos amontonados en la masa que compone al gigante. Estoy a escasos diez metros de ellos y el olor es el mismo que el del cuerpo que encontramos Poem y yo en el sótano de Richard Silver. Parece que fueron hace millones de años de eso, pero el olor aún sigue en mis recuerdos. El olor a muerte penetra mi mente.
Y ellos saben que estoy cerca. Todos sus viscosos ojos inyectados de arañas me miran con atención. Intentan entrar en mi mente, cierro los ojos ante el susurro lejano de Robin. Tomo un poco más de su poder, sé que sin él, nunca hubiera aumentado mi electricidad y no hubiera podido escaparme de mis amigos.
¿Amigos? ¿Desde cuándo los consideré amigos?
Camino con decisión, con el corazón desbocado de miedo. Me detengo a escasos metros de la masa de cuerpos. Mi escudo los traspasa sin siquiera causarles algún daño. Definitivamente el poder que ejercen los Dominantes sobre ellos es superior al mío.
Mi mano se extiende y con la punta de mi dedo índice toco la piel de uno, mi poder suelta un rayo. Los cuerpos en respuesta, gruñen. Parpadeo hacia arriba, mirando a los Dominantes emitir un sonido mitad silbido, mitad chillido.
Los humanos controlados desprenden sus brazos de su conexión con el gigante e intentan abrazarme, arrancar mi piel y llevarme a sus mandíbulas abiertas. No me queda mas que atacar y moverme hacia ellos.
Arrastro al primero que se desprende de los demás, intenta clavarme sus garras pero me muevo rápido y lo estrello contra el suelo. Puedo escuchar algún tipo de advertencia de mi hermano en la periferia de mi conciencia.
—No tengo tiempo para escucharte, Robin.
Logro arrojar a un lado el cuerpo inconsciente y al instante otro lo reemplaza, se nos unen dos más. En un par de movimientos fallidos ya hay una decena de ellos intentando derribarme. Llego a un punto donde ya no veo mas que cuerpos y más cuerpos a mi alrededor. Sus ojos intentan entrar en mi piel, intentan controlar a la amenaza que les represento. No estoy segura de mi poder, no puedo confiarme de mi escudo inservible en este momento.
«Quizás logren dominar mi mente y poder. »
Ante el terror de aquel pensamiento, mis manos se mueven con crudeza. Arranco extremidades, penetro corazones y dejo sangre expuesta bajo mis botas. Le prometí a Robin que no iba a derramar sangre pero la situación me supera.
«Estos cuerpos, que alguna vez fueron humanos, que alguna vez sintieron todas aquellas sensaciones mortales. Amaron, odiaron, rieron y lloraron, podían escojer sobre sus cuerpos, tener libertad en este mundo que desaparece día tras día.
Ya ni una sola sombra queda de lo que fueron en sus pupilas. Esto no tiene reversa, la sangre de los Dominantes ha estado demasiado tiempo en sus cuerpos. Tanto que sus almas ya no son de ellos. Son solo una cáscara de nuez. Vacíos por dentro.»
Sostengo a una chica demasiado joven como para ser mi propia hermana pequeña y sus uñas alcanzan a rasgar un costado de mi cuello. Aún así no me permito rendirme, debo de seguir con el plan.
Mis manos se sienten como cañones, es el peso de la culpa. Me va debilitando los movimientos. Los cuerpos se aprietan contra mí. Intento quitarme todos, pero ellos se pegan a mi piel como larvas.
—No puedo, no voy a resistir.
Un zumbido proveniente de arriba, de la cabeza del gigante, me responde. Las larvas me sobrepasan, mi escudo se va reduciendo a solo cubrirme el cuerpo. Intento encontrar la conexión con mi hermano. Viajo en un segundo a su mente en un intento por encontrar apoyo, ayuda.
—¡Robin, Robin, Robin! —grito en el espacio en negro de su mente. Nadie me responde. Continuó gritando y luchando externamente.
—Es... su... ellos... entrega.
Su voz viene y va. La conexión se va cortando. Alguien o algo nos impiden comunicarnos. Miro a través de sus ojos y entre parpadeos alcanzó a ver una silueta que corre a lo lejos. No distingo quién es.
Regreso a mi propio cuerpo, justo a tiempo para ver cómo los humanos controlados se alejan de mí. Observo mis manos, la electricidad que antes se concentraba en una bola, ahora se derrama de mis manos como agua de fuente. El escudo que siempre me protege en forma de cascarón, está ahora compactado en una segunda piel. Me sigue cubriendo de pies a cabeza pero ahora se siente más moldeable en mi cuerpo. Su manto de poder no me da suficiente confianza.
Las larvas (como les comienzo a llamar a los experimentos de Dominantes) en lugar de atacar se quedan congeladas en su lugar y es mi oportunidad para hacer lo que se supone que haría.
Me abro paso entre los estáticos cuerpos. No tengo tiempo para analizar o idear una mejor forma de escalar la masa de cuerpos. Me sujeto a el primer cuerpo sin dificultad y voy subiendo con un objetivo en mente.
Subo hasta la parte de lo que pudiera considerarse como su torso. Un estruendo proveniente de abajo me hace voltear a la zona de sus piernas. Hay un derrumbe sin gritos o crujidos de huesos rotos de cuerpos que se desprenden del gigante y colapsan en el suelo, levantando una nube de polvo.
Mis piernas cuelgan en el vacío. Arriba al mismo tiempo, una luz inmensa aparece y luego se apaga. No logro entender lo que sucede pero no puedo permitirme una vez más distraerme de mi objetivo.
Así que, tomo aliento y continuó mi camino. Trato de que mis pies no toquen sus cabezas o estén mucho tiempo cerca de sus mandíbulas. Sus ojos arácnidos en todo el recorrido me observan con la cantidad exacta de hambre y muerte.
Llego hasta la zona del cuello y esta vez es el torso el que se desprende del comienzo de los hombros. Abajo a unos quince metros, hay una pequeña luz que alcanzo a distinguir.
«Que no sea él, por favor. Que aún esté a salvo con Robin y los demás.»
Intento volver a colarme por la mente de mi hermano pero ya no está. El corazón se me detiene y luego se acelera por el temor de que algo malo le haya ocurrido a Robin. El eco de su mente aún se logra escuchar pero él ha desaparecido de su mente.
Sus palabras después de tomar control sobre él, vienen a mí: —Si en algún momento no me encuentras, no te asustes o desistas de tu misión. Es solo un truco que en su momento te mostraré.
Así que continuó con cautela mi ascenso, esta vez con sigilo y menos preocupación. Estoy tan cerca de los cuerpos de los Dominantes que siento sus escudos apretándome y alejándome de ellos.
«Definitivamente ya saben que estoy aquí. No sé porqué no terminan esto de una vez.»
Me escondo detrás de la oreja del gigante y me asomo al gran agujero que tiene por ojo. Su diámetro quizás alcanza los siete metros. Pero por más que quiera mirar si están ahí los Dominantes, los cuerpos que cubren y componen al gigante no me dejan ver bien. Me sostengo del brazo de uno de ellos y estiro mi cuerpo todo lo que puedo.
—Adelante —dicen las voces en conjunto dentro del ojo.
Entonces, tal como un fruto maduro, la oreja se parte por la mitad y caigo de senton en lo que queda de hombros. Los cuerpos debajo de mí, se retuercen. Me levanto de un salto y para mí asombro, la extraña cabeza del gigante se abre con viscosidad por completo. Revelando en su interior a una especie de corte de Dominantes en atuendos de guerreros.
Son aproximadamente diez de ellos y todos, naturalmente, se parecen a mí. Cabellos blancos y en punta, escudos que los cubren con una brillantez, lo sorprendente es que se traspasan entre ellos sin causarles alguna molestia. La electricidad en armonía que serpentea bajo sus pies como raíces de árbol, se detiene a un metro de mí.
Sus vestimentas en forma de armaduras son la combinación de seda y cristal, un material que en la tierra sería insólito, raro e imposible de encontrar. No llevan armas, mas que su poder expuesto en toda su gloria. El peso de su poder es tan aplastante que me impide respirar con normalidad. Sus ojos rojizos y brillosos están quietos y cerrados. El terror en mí es creciente ante la incertidumbre de lo que me harían si los abrieran.
Y es justo lo que hacen, abren sus ojos y los disparan en mi dirección. Ni siquiera espero a que nuestros ojos se encuentren, cierro los ojos y proyecto mi poder eléctrico. Escucho como choca contra ellos y siento el temblor que produce dentro de mi cuerpo. El dolor se abre paso y me hace caer de rodillas. Son cientos de voltios chocando contra mí.
Su luz incandescente me ilumina los párpados cerrados. Ellos son superiores, vienen de la crianza de las estrellas. Su fuego es inmortal contra mi cuerpo moldeado en la tierra. No tengo escapatoria. Mi escudo se desprende de mi piel y se extiende a mi alrededor. Es un soplo de alivio pero lo siento débil. Quizás son imaginaciones pero alcanzo a percibir una pequeña grieta en él. El aire se precipita al entrar.
—¿Estás ahí? —digo en voz baja y desesperada a Robin pero aún no hay respuesta de la mente de mi hermano.
«¿A dónde fuiste? ¿Por qué me haz abandonado?»
—Estoy aquí —responde en su lugar una voz de mujer a mis espaldas.
No puedo abrir los ojos porque la luz de los Dominantes es potente, así que no puedo verla. Solo soy capaz de apuntarle con una mano eléctrica en su dirección. Estoy rodeada por todos ellos y si no ataco pronto, alguno logrará entrar en mí y estaré perdida para siempre. El mundo, junto con las personas que aprecio, desaparecerían en una exhalación.
—¡Aléjate de mí! —grito en defensa en dirección a la voz de mujer. No obtengo respuesta. En cambio, una brisa caliente pasa a mi lado en su lugar.
¡Bum! un estruendo y la luz que se debilita me logran abrir los ojos. Frente a mí, los Dominantes combaten con puños y electricidad alrededor de alguien. El huracán se desata y no sé quién va ganando, hasta que el grito herido de la mujer me confirman que ella es la que está en el centro del caos.
«Deben de estarla destrozando.»
Sin pensarlo dos veces me cuelo, quito Dominantes y para mí sorpresa traen armas filosas. No. No son armas, son sus propias garras. Me doy cuenta que bajo la piel blanca, sus huesos se tornan negros, su verdadera forma y naturaleza queda descubierta. Aquella forma que ví en la anciana y en los otros en aquella estrella lejana.
Mientras más permanezco cerca de ellos y mientras más los ataco con mis propios poderes, puedo observar cómo cambian ante mis ojos.
Al doblar una muñeca y electrocutar a uno de ellos. Veo las cuencas de sus ojos rojos cambiar a dos pozos de estrellas girando. No muere, solo se disuelve en humo entre mis dedos. Desaparece. No logro entender como matarlos o lastimarlos con eficacia, pero hago todo lo que está en mí, para deshacerme de otro par de ellos.
Entonces es cuando la veo por primera vez...
Un poco más baja que yo, con el cabello largo ondeando a su alrededor como una sábana que se deja al sol para que se seque. Reluce de un plateado, inusual de ver en un dominante. Al menos nunca había visto uno parecido. Su piel es casi traslúcida, puedo verle los finos huesos y los hilos (todos de un plata reluciente) de sus venas recorrer su espalda. Tiene un atuendo muy similar al que Robin traía puesto cuando lo encontré, pantalones holgados y blusa de tela fresca color trigo.
Ella combate con movimientos simples y su poder es tan sutil que apenas noto la electricidad emanar de ella. Es hasta que veo sus brazos cuando descubro que estos carecen de piel, en su lugar están adheridos desde sus hombros hasta la punta de los dedos una especie de brazo robótico.
«Quizás por eso su poder es más débil que el mío ó el de los otros.»
Su rostro gira en mi dirección y es ahí cuando al fin conozco el rostro de aquella mujer. Sus ojos no tienen alguna emoción, carecen de algún sentimiento. Parece más una máscara que un rostro con vida.
Es un reflejo de mi, se parece tanto a mi que me descubro asustada con su rostro.
No puedo detenerme a analizarla por más tiempo ya que los Dominantes vienen hacia mí. Aplasto, desprendo, desaparezco y dejo sin muñecas a otros pocos de ellos. La mujer y yo combatimos, dos astros rotando, acabando con la amenaza de los Dominantes.
Tranquilizo mi respiración. Solo quedan tres cuerpos de rodillas ante nosotros. La mujer no espera súplica de dos de ellos. Con manos de metal, clava sus dedos índices en el cuello de cada uno. Su muerte es silenciosa y se van, cual polvo estelar, dejando el espacio vacío. El último de ellos se inclina más hacia el suelo, en posición de sumisión total. Escucho como murmura, le tiemblan las manos.
—Fue ella. Nos prometió una nueva estrella.
—¿Qué dices? ¿Quién les prometió eso? —digo confundida. El dominante niega y besa un ojo de un cuerpo adherido como suelo.
—Maldito —la voz de la mujer sale en una respiración extraña. De afuera hacia adentro de su pecho. Algo que había oído en aquella estrella lejana llena de Dominantes.
—Tambien el hombre de plata. Él nos dijo que debíamos destruir este planeta y a cambio tendríamos una estrella nueva. Una estrella fértil.
Con la última frase, la mujer le da una patada al Dominante en la quijada. El hueso frágil, cruje y se sale de su lugar. Dos dedos se encajan en sus ojos y el Dominante ya no puede responder más preguntas. Su silencio nos envuelve.
Doy un paso atrás. No sé quién sea esta mujer, pero está claro que el diálogo no es lo suyo.
—Claro que es lo mío.
Su voz está en mi mente y mis ojos se abren en toda su extensión. No por el detalle de que hable dentro de mí, no. Algo se explota y el suelo de cuerpos se hunde bajo mis pies. Yo y la extraña mujer caemos.
—Toma mi mano.
Busco su mano con miedo pero no la encuentro a mi alcance. La encuentro cuando comienzo a aletear en el vacío. Me sostiene con fuerza.
El vacío, no parece tan vacío ahora. Las dos caemos.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top