•20• Elíxir
La primera vez que Robin se había hecho daño, fue un recuerdo que apareció en el preciso momento en el que escuché su dolor.
Habíamos estado corriendo uno tras el otro alrededor del gran árbol situado en el patio de nuestra casa. Los dos habíamos acelerado el paso y alguno de los dos (en realidad no sé quién fue) corrió en dirección contraria rodeando el árbol y chocamos. El aullido de dolor de mi hermano hizo a mi madre salir de la cocina. Recuerdo que me acerqué a él y ví la mancha de sangre brotando de su rodilla izquierda. Era espesa, roja y púrpura a la vez y desprendía un fuerte olor que en su momento no logré identificar. Me asusté demasiado que comencé a llorar mientras mi madre intentaba hacer algo.
Ví a mamá respirando con dificultad y gritar por ayuda y después...
Después habían llegado un montón de esos señores que se hacían llamar doctores y se llevaron a Robin al "lugar prohibido".
No me castigaron o me preguntaron nada, solo se limitaron a limpiar cuidadosamente la sangre que Robin había dejado en el césped del jardín. Después de eso nos prohibieron saltar, correr o hacer cualquier juego que implicara la violencia.
Ahora Robin está sangrando frente a mí y yo no tengo idea de qué hacer. La última vez que sangré fue para morir. Solo tengo un vago conocimiento del como tapar la herida, pones una bandita y listo, no sé nada de suturar o detener una hemorragia. Pero a Robin no le puedo ver la herida, solo la sangre que brota de algún lugar en su espalda.
Intento moverlo para ver por debajo pero su mueca de dolor me advierte de que es una mala idea.
—Dime dónde te duele Robin, necesito saber para curarte.
Él parpadea y deja de agarrarse los brazos. Está todo revolcado por la caída y tiene ramitas, lodo y para mí sorpresa un trozo de corteza de árbol en la cabeza. Se la quito de encima y descubro que el cabello también tiene sangre.
—Creo que me estrellé contra un árbol. —suelto una ligera risa y Robin me mira extrañado—. Cómo te puedes estar riendo Romina. Esto es serio.
—Disculpa, es que justo estaba recordando tu primera caída ¿Lo recuerdas?
—¿Eh? —se toca la cabeza y su mano queda manchada de más sangre—. La verdad es que no. En este momento no.
—Bueno ¿Entonces?
—Es la espalda —intenta moverse pero solo consigue gruñir de dolor— Parece que me raspé toda la piel, la siento en carne viva. Es un picor insoportable y doloroso.
—Bien, voy a intentar volver a moverte. —me arrodillo a su lado—. Así que toma aire y aprieta los labios.
Robin obedece y lo tomo de un costado. Pongo una mano en su brazo, otra en su cadera y comienzo a moverlo con cuidado. Se queja un poco pero me deja girarlo y poder mirar su espalda. Y en efecto, su piel está totalmente raspada pero afortunadamente no está desprendida. La tela de su camisa ha desaparecido y solo la piel la tiene enrojecida. Además tiene incrustadas ramas y piedras.
—El aterrizaje sí que fue un desastre —concluyo e intento quitarle con mis dedos los objetos que le hieren más la piel.
—Ni que lo digas ¿Ya te haz visto? —gira la cabeza un poco para verme bien— Parece que te explotó algo en la cara y el cabello.
—Muy gracioso Robin —lo miro con detenimiento—. Ahora no te muevas o te encajo está piedra.
—Sigues siendo tú, momia —sonríe adolorido—. Tan patea culos como siempre.
—¿Acaso esperabas algo diferente Robin? —continuó quitando las ramas con mucha delicadeza.
—La verdad, sí —cierra los ojos por un momento y luego me mira de reojo—. Algo más dócil y menos amargado.
—Nunca fuí así de niña —admito y trato de recordar si lo fuí. Pero mi cerebro no coopera en estos momentos—. No que yo recuerde.
—No, pero eras desafiante como ahora y aventurera. Lo ví en la Caja de Pandora y antes, en la estrella cuando nos volvimos a ver.
—¿Más desafiante que el super Robin? Imposible. Eras tú el que me metía en problemas.
—Pero nunca te arrepentías de nada ¿No es cierto? —sus ojos celestes me sonríen con complicidad.
—No, nunca —y deseaba más que nunca recordar mis aventuras con mi hermano—. Ahora deja de hablar, hay demasiada sangre y tenemos que curarte.
—De acuerdo —guarda silencio pero...— ¿Sabes curar una herida siquiera?
Niego avergonzada y abre la boca para volverla a cerrar.
—Bien, entonces tendrás que llevarme a un lugar donde si puedan curarme.
Estaba apunto de quitarle la última hoja de su herida, cuando me detuve en seco.
—No puedo.
¿Cómo quería que me apareciera en la entrada de un hospital y explicarles a los humanos nuestra condición? Además era notorio que no teníamos la misma sangre normal de un humano. El púrpura dominaba más que el rojo en ella. El rojo podía afirmar que éramos humanos pero el púrpura era la sospecha. No podía permitir que nos vieran como realmente somos.
—No hay problema, enseguida me levanto. No tienes porqué cargar mi peso.
—No, no me refiero a eso —detengo su avance y lo vuelvo a recostar con cuidado—. Es que en verdad no podemos llevarte a un hospital.
—¿Un qué? —me mira confundido y luego me cuestiona— ¿Por qué? ¿Está muy lejos?
—Hospital. Así le llaman los humanos al lugar donde los curan ¿No lo recuerdas? Y sí, está muy lejos pero el problema es que...
—Que nunca has ido a uno —me interrumpe— y nunca te han visto los humanos de cerca, no tan cerca como para decir que eres rara ¿Me equivoco?
—Exactamente.
—Ya, pues tendrás que llevarme a otro lugar.
—Hay otro lugar,— abro los ojos emocionada pero en un segundo esa emoción se convierte en terror —Hay un lugar pero la persona que vive ahí. Digamos que es mi enemigo en estos momentos.
—¿Es el tal Poem?
—¡No! —me apresuré a decir.
—Es Matt —concluyo algo apenada.
Me mira con el ceño fruncido en total desconcierto.
—Bien, no quiero preguntar quién es o el porqué son enemigos ahora. Me duele la cabeza y si él me puede curar, no tengo inconveniente.
Lo ayudo a levantarse con delicadeza y le pasó un brazo por mis hombros para que se sostenga.
—Aún no sé cómo llegaremos hasta ahí y puede que él nos quiera matar en cuanto nos vea.
—Ya —sonríe un poco junto a mi oído—, veo que no haz hecho muchos amigos en estos años, momia.
Continuó caminando sin responderle. Frente a nosotros la carretera aparece y lo guío por un lateral para evitar que nos atropellen. Reconozco el camino y alzo las cejas cuando veo a lo lejos el taller del chico mecánico.
—¡El chico del taller! —grito con alegría y eso hace que Robin se queje del dolor en su espalda.
Nos apresuramos y cuando estamos casi en la puerta del taller, dejo a Robin a la sombra de un árbol.
—Espera aquí un momento. No te muevas.
—Como si mis pies quisieran hacerlo —rueda sus ojos y me despide con la mano restándole importancia.
Cinco minutos después.
Tengo al chico mecánico dominado y le obligó a llevarnos en su camioneta a la residencia de Matt. Le trazo el mapa en la mente mientras voy a buscar a Robin. Él cual está intentando alejar una mosca de su frente en cuanto me ve. Mi cabello está en punta y los grillos acompañan el chasquido eléctrico de mis manos.
—Conozco esa sonrisa —tuerce sus labios en aprobación—. La utilizabas cuando conseguías más de lo que deseabas. En especial un trozo de pastel de doble glaseado de mamá.
Lo bueno es que ese recuerdo sí lo recuerdo.
Detente en esta calle, no quiero que nos vean bajar.
El chico obedece y se queda quieto cuando da un ligero freno frente a un contenedor de basura.
—Buen chico —digo en voz alta y le doy una palmada en el hombro. —Ahora ayúdame a bajar a este gigante.
Nos bajamos y vamos al asiento de atrás, Robin está recostado de lado.
Toma sus brazos y arrastra por el asiento como mucho cuidado. Mi voz mental es un látigo contra el cerebro del chico, no puedo controlar la intensidad de mi dominio en su mente.
—Auch, puedes decirle que sea más delicado.
—Es lo más delicado que puede.
—Si estuviera bajo mi poder lo sería más.
—¿Sí? Bueno, pues no lo está.
Cuando al fin sacamos a Robin de la camioneta. Noto que mi hermano está sumamente pálido y respira con dificultad. Dejamos al chico mecánico esperando en el volante y nos aseguramos que nadie lo vea o pregunté del porqué está como en transe.
—¿Sabes cómo se llama el chico ese?
A lo lejos un trueno rompe el cielo y las gruesas nubes se acercan con velocidad.
—¿Cuál?
—¡Romina! El que nos ayudó.
—Ah, no. No presté atención.
—¿Acaso eres siempre así? No tienes consideración de la mente que dominas.
Abro la boca para negar que soy una desconsiderada con mis víctimas pero tiene razón. No era usual en mí saber los nombres de las mentes que tomaba pero hace meses que esa regla la rompí. Ahora volvía hacerlo, volvía a ser la vieja Romina. La indiferente.
—Tenemos prisa. No podía parar a detenerme cómo se llamaba. —los brazos de Robin se tensan contra mi cuello. No me responde hasta que giramos y me detengo a escasos diez metros de la mansión de Matt.
—¡Wow! —Es su exclamación al ver a los cientos de autos blindados y guardias protegiendo a la mansión.
Hay una docena de enormes autos blancos alrededor de la entrada. También hay soldados postrados en los techos y advierto ver a dos que cuelgan de las ramas del árbol principal con sus binoculares. Un policía con un canino antidrogas sale del portón y ofrece su identificación a un guardia que la custodia. En cuanto me les quedo viendo, el perro gira su hocico y olfatea en el aire hasta que sus ojos me ven. Su ladrido me hace retroceder entre el arbusto desde donde nos escondemos.
—No creo que podamos pasar por la seguridad de Matt.
Robin se me queda viendo y luego se asoma entre el arbusto. Unas cuantas gotas de lluvia comienzan a caer y le mojan las cejas levantadas.
—Yo creo que sí podemos. —se muerde el labio con determinación— Al menos puedo con ellos. Con los que están expuestos.
—¿De qué hablas? Estás heri...
Pero no puedo continuar con la pregunta, ya que Robin me estira de mi escondite y prácticamente me arrastra hacia los soldados.
«¡Estás completamente loco!»
Intento estirarlo y regresar a nuestro escondite para pensar en algún plan con detenimiento, pero Robin me lo impide con un estirón de la mano y una advertencia en su mirada. Se lleva un dedo a la boca y otra a su frente.
Está pálido y la sangre (ahora casi seca) vuelve a brotar como advertencia de su cuerpo lastimado.
—¿Eres capaz de hacer eso? —susurro bajito, pegada a su lado y con la expectativa creciendo en mi estómago.
Y entonces cuando cruzamos la cerca provisional de "prohibido el paso", su cabello se alza de inmediato. Los rostros y las armas giran en automático una milésima de segundo y ya estamos en el centro de un ataque inminente. Un rayo cruza el cielo sobre nuestras cabezas.
Siento como Robin se sacude de mi agarre y luego mueve las manos (de pronto temblorosas por el esfuerzo) en un movimiento rápido y desconocido para mí. Sus labios silban una sola vez la melodía que yo reconozco y luego de sus largos dedos puedo apreciar como todas las diminutas gotas de sangre de las personas entran en su cuerpo. Se estremece y levita por unos segundos para después soltar un respiro pesado y aterrizar suavemente en el suelo.
Observo a las personas frente a nosotros y ahí es cuando me doy cuenta de que mi hermano me supera en poder del Dominio. Ha controlado a una gran cantidad de mentes y ahora están irrevocablemente bajo su control. Harán lo que él les ordene.
—Eso es, es...
—No digas que es el Dominio total, Romina.
Gira su rostro y veo como sus ojos están inyectados de luz roja. Son tan resplandecientes que me obliga a girar el rostro.
—Esto solo es un cuarto del poder que podemos hacer —sonríe con orgullo.
—Yo no lo puedo hacer. —avergonzada bajo la mirada aún más.
—Claro que puedes. Solo es cuestión de que entrenes.
—¿Me podrías enseñar? —la esperanza en mi voz lo hace sonreír de nuevo pero con dolor por sus heridas.
El chubasco cae en ese instante y nos empapamos en unos cuántos segundos.
—Por supuesto, sería un honor. Pero primero debemos de darnos prisa. El efecto solo dura menos por mí debilidad y sus voces mentales son muy sonoras.
Diciendo esto, mi hermano y yo cruzamos a los soldados petrificados que nos observan sin vida en los ojos. Nuestros pasos salpican en los charcos con la tormenta. Llegamos al portón principal y nos escabullimos adentro.
—Mira lo que ha traído la lluvia. —Matt nos recibe con una escopeta de por medio. Sus ojos grises son una sorpresa tanto para mí como para él. Lo veo palidecer ante mí.
Soy un fantasma para él, después de todo.
—Matt, baja el arma. Venimos en son de paz.
Levanto mis manos, como si tal acto reflejara que no le podría hacer daño.
—Tuuú —arrastra la vocal— ¿Cómo? ¿Cómo puedes estar viva? Yo, Smith... ¡Tú! ¡¿Quién eres tú?! —la escopeta vuelve apuntar, ahora a mi hermano.
Recorre a Robin con la mirada y se detiene por mucho tiempo en sus ojos. Pero como Robin no le doblega la mirada como yo lo hacía, Matt la aparta de inmediato. Busca el suelo a sus pies que es un lugar más seguro de mirar.
—Te lo puede explicar adentro ¿Matt, no? —Robin lo contempla con su mandíbula de lado. —Pero ahora yo necesito de tu ayuda.
Sentí sus ojos perforar mi nuca y su agitación no hacía más que confirmar que aún estaba sorprendido de volver a verme.
Si en mis manos estuviera, ni loca volvería a verle ni siquiera la nariz. Pero mi hermano necesitaba urgente alguien que le curará la cortadas en la espalda y no conocía a alguien capaz de hacerlo sin pegar un grito al cielo por lo extraños que éramos y ése lamentablemente era Matthew Middleton.
—Tienes que explícame ésto—susurra pegado a mi oído, con su arma contra mi espalda baja.
Al frente va Robin con paso indeciso. Creo que lo escucha hablar por la manera en que gira deprisa para apuntar a la puerta principal en forma de pregunta. Matt solo asiente aún pegado a mí.
—Si lo curas —dudo un poco pero no tengo alternativa—. Te lo explicaré.
Pensaba que al entrar a la casa del alcalde me tocaría con un guardia de seguridad como la última vez. Pero no. De hecho, estaba muy cambiada la estancia principal. Donde antes era todo práctico, moderno y asimétrico. Ahora era rústico, sencillo y... asiático.
Lo primero que nos dió la bienvenida era un gran dragón dorado colocado en una mesa de madera negra. Al entrar a la sala una alfombra roja de terciopelo nos arropó los pies desnudos y el olor a incienso era embriagador. Toda la habitación era en tonos rojos, borgoña, dorado y ocre. En un rincón había de decoración un piano y su oscuridad le daba más elegancia al lugar.
Me sentí mareada y nostalgica. Él sabía perfectamente que adoraba todo esto y verlo ahí, en su hogar, era como un recordatorio y un puñetazo en el corazón y en la mente. Los bellos recuerdos (y terribles también) amenazaban con salirse de su cautiverio.
—¡Vaya! ¿Qué es ese olorcillo tan peculiar?
—Se llama incienso, Robin.
—Pueden tomar asiento mientras voy por el botiquín de primeros auxilios.
Matt baja el arma y ahora nos observaba como evaluando la posibilidad de negarse a ayudarnos.
—¿No necesitas otra cosa? —dije con la certeza de que no era suficiente para las heridas de Robin.
—¿Qué otra cosa necesitaría?
Su mirada es gélida y a la vez desafiante. Nunca le gustó que le llevará la contraria. Me encojo de hombros de forma involuntaria.
—Mira hombre, lo que mi hermana quiere decir es que...
—¿Tú hermana? —su voz sale una octava más alta y más incrédula.
—Solo ve por las cosas, Matt —lo apuro con la mirada.
Robin observa con detenimiento a Matt y luego como sino hubiese pasado nada toca el bordado de los cojines del sofá.
—Me encanta ésto.
Siento su mirada clavada en mí e intento relajar la compostura.
—Es terciopelo¿No lo conoces?
—No y tampoco conozco a tu amigo —dice con aún un dedo en el bordado.
—Él no es mi amigo.
—No importa que sea ahora de ti, pero se ve que fueron algo. Además, —suelta el aire con fuerza— no me gustó la forma en que te miró o te trató cuando veíamos para acá. Le voy advertir que sí llega a hacerte daño, ahora se las verá con tu hermano.
El ruido de las botellitas al caerse de sus manos nos avisan que Matt estaba oyendo detrás de la pared. Segundos después sale de su escondite.
—No te preocupes, nunca le haría daño a tu... hermana. No soy como otros.
Coloca la bandeja sobre la mesa delante de nosotros. Cuando dice "otros" no es necesario que me miré o que diga su nombre. Sé a quién se refiere con eso. Lo veo apretar la mandíbula cuando Robin le contesta:
—Aun no tengo pruebas de que eres una buena persona con ella, así que me dejaré esa duda. Si te parece bien.
Matt no responde, solo comienza mezclar un par de productos desconocidos y a sacar un par de vendas de sus envoltorios. El silencio es expectante hasta que él levanta al fin la mirada hacia nosotros.
—¿Él tiene los poderes? —me pregunta con curiosidad, evadiendo la mirada perforadora de mi hermano y mirando mi garganta.
Sé lo que intenta ver. Quiere asegurarse de que las huella del cuchillo de Poem aún sigue en mi cuello.
—Si, por eso vine hasta aquí. Sé que le puedes ayudar.
El asiente y juntando sus labios, toma una gafas de sol que ha traído junto con los artefactos de curación. Mira al fin a Robin.
—Necesito que seas muy sincero conmigo ¿De acuerdo?
—Lo que sea —se encoje de hombros mi hermano.
—¿Me puedes controlar? —tartamudea con la última palabra.
—¿Es petición o pregunta? —la sonrisa de Robin se ensancha con diversión.
—Robin... —le doy un ligero codazo.
—Bien, pues digamos que sí —sonríe de lado— Solo que tus ojos ahora no son tan visibles para mí y tu mente se resiste porque ¿Por qué?
Quita su sonrisa, frunce el entrecejo contrariado y abre los ojos de pronto sorprendido.
—¿Qué sucede Robin? —lo tomo del hombro porque palidece al instante. Sus ojos están idos a un punto de la frente de Matt.
—¿Qué clase de monstruo eres?
Robin se levanta con brusquedad. Su espalda a comenzado a sangrar de nuevo. Matt da unos pasos atrás, tropezando con la mesa baja.
—No sé de lo que hablas —sus manos se alzan para cubrirse y alejarse lejos de la mirada de desprecio y ¿asco? de Robin.
—Oh, sí. Sabes perfectamente a lo que me refiero.
Robin da dos grandes zancadas y lo toma por el cuello de su impecable camisa. Por primera vez veo a Matt temblar bajo el toque de alguien.
—¡Abre los ojos gusano! —le quita las gafas oscuras de sol.
Matt los intenta abrí, solo mira entre sus pestañas como si ver a Robin fuera el equivalente a ver a Medusa y pudiera morir petrificado con tan solo verle.
—Ahora mismo me vas a explicar a la cuenta de ya, quién fue el que te dió a beber el Elixir —le muestra los dientes curiosamente afilados— Y más te vale que no me mientas o juro por todo en el universo de que te voy hacer polvo con las manos.
Mi mirada viaja de Robin a Matt. Este último traga saliva y me mira de reojo. Sus ojos grises se cristalizan al verme. Nunca lo había visto de esa forma tan... vulnerable.
—Fue la Doctora, su madre.
—Mientes —el puño de Robin se aprieta más contra la camisa de Matt. —Nuestra madre no tenía los poderes que tenem...
Mi corazón se detiene a igual que la respiración de mi hermano. Nos miramos con la boca abierta.
¿Cuanto tiempo iba a tardar la verdad instalarse en nosotros? No tenía un reloj o un calendario para precisarlo pero había llegado ahora. En este momento una brecha se abrió en mi mente y con ella una duda que no me atrevía a decir en voz alta.
—Yo era un estudiante pasante a la tutela del doctor Richard Silver.
El nombre, ese hombre me sigue poniendo nerviosa.
—¡¿Quién es ese?! —la furia de Robin se alzó por toda su columna (la cuál sangraba incontrolable) y luego salió disparada por su cabello.
—¡Robin basta! Deja que continúe.
Matt me observa y con total tranquilidad confiesa:
—Él era el mejor doctor y científico de aquella época, Richard Silver —escupe el nombre—, yo era solo otro crío con aspiraciones demasiadas altas y egoístas.
—Omite la parte de autocompasión y ve al punto ¿Quién te dio a beber del Elíxir y porqué no haz muerto aún?
—Yo... —la duda cruzaba sus ojos— me ofrecí de voluntario.
—¿Por qué? —mi pregunta salió atascada de mi garganta.
—No teníamos opción y yo había memorizado el procedimiento anteriormente. Pero me dijo que no era suficiente, que aunque yo sabía poco no había escuchado lo suficiente —su voz cayó por un instante—, no escuché la parte esencial.
—¿Eso que quiere decir? —la confusión hacia flaquear el poder de Robin. Su cabello se fue alisando suavemente por su cabeza.
—Quiere decir que el doctor utilizaba a alguien que poseía eso que tú llamas Elíxir. Hasta el día de hoy no tengo idea sobre eso. Busqué por muchos años esa parte en los diarios personales de él, pero nunca mencionaba nada.
Cuando menciona eso, a mi mente cae el recuerdo de esos diarios que Poem y yo encontramos.
—¿Por qué experimentó contigo Matt?
Sus ojos por un instante me sonríen pero el agarre de Robin lo vuelve a poner temeroso y a la defensiva.
—¿Recuerdas que en Tokio te dije que había descubierto como decirle a tu poder?
—Sí, me dijiste que se le decía Dominio.
—En parte te mentí. Solo lo dije para ver si tú habías descubierto algo. Te había observado por días en aquella ciudad. Cada movimiento tuyo lo tenía que registrar. Documenté tus asesinatos. Iba al forense cada que un cuerpo de una víctima tuya aparecía.
Robin se tensa y salta con la mención de las muertes pero no aleja su mirada o afloja el agarre de Matt.
—Entonces todo lo que me enseñaste cuando era apenas una adolescente retenida en Tokio... —las palabras se atascan en mi garganta.
—En parte es verdad y en parte fue experimento. Necesitaba obtener respuestas.
En ese momento Matt me pareció un completo desconocido. La Romina de catorce años se vió llorar a grito abierto, pero la Romina actual solo era capaz de retorcer sus manos y mirarlo con decepción.
—Necesitabas saber cómo sobrevivir al Elíxir ¿No? —Robin lo dijo con un toque de lastima y rencor.
—¿A qué te refieres?
—¿Por qué crees Romina, qué puedo tocarlo o acercarme a él?
Tenía razón, no me había dado cuenta de que Robin podía tocarlo. A Matt no le afectaba estar cercas de su poder como a muchos humanos que intentaban tocarme.
—A estás alturas si fuera un Dicta ya hubiera muerto con mi agarre. No he controlado su mente y sacar toda la mierda de él, por ti hermana.
Adentro de él corre el mismo poder de nosotros. Solo que en él por alguna razón no está activado. ¿O me equivoco, Matt?
—No, no lo haces —lo acepta Matthew.
—Todos estos años —conté con los dedos pero desistí en el intento—. He podido tocarte solo porque tenías una parte del mismo poder que yo. No porque fuera especial o entre nosotros hubiera existido algo parecido al amor.
Una inesperada lágrima amenaza con salir pero la retengo lo más que puedo. Él cierra sus ojos y puedo ver una pizca de dolor en ellos.
—Sí. Pero no fue de cualquier Dominante que obtuve el Elíxir —alza la vista a Robin, esté lo anima a continuar enseñando sus dientes en un siseo silencioso.
—Mucho antes, cuando llegué al laboratorio de Richard Silver ya habían pasado meses desde que descubrieron que una criatura extraña había aterrizado en la tierra —su ceño se frunce recordando—. Nunca ví a esa criatura, así que me pareció que podían estar mintiendo y en realidad estar experimentando con otra cosa. Algún químico o en el peor de los casos, radiación clandestina.
Yo trabajaba en una área en especial y me tocaba clasificar las muestras de sangre que me llegaban. El primer día clasifiqué un montón de tubos con sangre "normal". Pero al segundo día clasifiqué el más extraño tipo de sangre. Llegué a considerar que no había descansando lo suficiente por la noche y que estaba viendo alucinaciones. Pero no. Cuando se lo notifique a la doctor, él solo me sonrió y me dijo que lo clasificara como A (como sangre no contaminada) le dije que eso era alterar los archivos e iba en contra de nuestra buena ética. No obtuve respuesta de él y solo me dijo que acatara las órdenes o me haría que me deportaran junto con mi familia de regreso a mi país. Así que lo hice. Falsifique esas muestras y me hice de la vista gorda.
—¿Cuando fue el momento en donde te dieron a beber el poder? —rompí el silencio y Matt suspiró.
—Fue quince días después de mi ingreso. Algo había fallado en la zona restringida del laboratorio y recuerdo que recibí el llamado de Richard y su doctora principal, mientras comía un emparedado en mi hora de descanso.
"Acompáñanos Middleton, solo será un momento" me dijeron los dos. Así que los seguí a la oficina. Me preguntaron que si estaba dispuesto a servir a la causa médica y no dudé cuando les dije que sí porque temia que volvieran a pronunciar algo con mi deportación.
Después de decir aquello, no recuerdo que fue exactamente lo que me hicieron pero al despertar me encontraba en la cama de hospital y al fondo se escuchaban las alarmas de emergencia. El resto es historia. —concluye con brusquedad.
—¿Como qué historia? ¡Continúa! —la desesperación de Robin se palpa en el aire.
Para reafirmar su poder, Robin hace destellar sus ojos.
—Estuve un par de días en recuperación —se apresura a añadir—. Me trataron con demasiado cuidado. Iban y venían científicos a tomar muestras. En una ocasión ví el color de mi sangre y lo supe. Habían puesto esa cosa espesa en mi sangre. No quería preguntar que me habían hecho por el temor de saber que padecía alguna enfermedad a causa de eso.
—Pero no lo hiciste. No moriste.
Nuestros ojos se conectan.
—Y eso fue el detonante para que Richard me odiara hasta el día de hoy.
Giró mis talones y observo el candelabro que cuelga del techo. Sus luces me encandilan.
—¿Alguna vez nos viste en el laboratorio?
Bajo la mirada de los prismas de colores. Robin ha dejado de estrangular a Matt y ahora el pobre se frota el cuello. Mi hermano permanece al frente de él con los brazos cruzados. Aún lo observa como si fuera un bicho raro.
—No. Nunca te ví a ti o a Romina. Solo duré pocos días ahí, ya que me trasladaron a mi casa. Me dijeron que me llamarían pero esa llamada hasta el día de hoy nunca ha llegado. Tal vez llegaron a la conclusión de que su experimento conmigo había sido un fracaso y yo no había dado los resultados deseados. Después de todo, ellos querían que tuviera alguna clase de reacción favorable o en el peor de los casos, morir. Eso fue lo que me dieron a entender.
—¿Eso no sería al revés? Debieron de considerarte un éxito. No haz muerto aún ¿Por qué tendrías que morir Matt?
—Porque Richard siguió experimentando con más personas. La sangre de ustedes es veneno para nosotros, los totalmente humanos. El quería que muriera. Tú más que nadie lo sabe Romina.
—Pensaba que era solo por la política. Tú mismo me lo decías un sin fin de veces.
—Eso también lo incluye Romina ¿Aún no entiendes que Richard me veía como una amenaza?
—Pero ni siquiera tienes nuestros poderes Matt...
—No los tiene hermana y por eso lo hace una inmensa amenaza para nosotros.
Las palabras de Robin me hacen ver a Matt de una forma distinta. Como si viera el interior de un prisma y sus colores me parecieran ahora oxidados y falsos.
Yo no podía Dominarlo, nunca lo pude. Ahora comprobaba que Robin aunque hubiera dicho que podía controlar su mente no era del todo cierto. Matt podía tocarnos y si quisiera podría matarnos ahora mismo.
Él era inmune a los Dominantes.
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