•15• Monstruo
La estática se levanta desde el mismo centro de la tierra y avanza por todo el cuerpo de Charlie. Es como verme a mí misma y eso me hace tropezar hacia atrás, caigo mientras él avanza hasta mí.
—Sé que puedes levantarte y sorprenderme Romina Neón —su voz suave viaja y me acaricia la mejilla—. Demuestra que eres digna de nuestro poder.
Me levanto y veo su sonrisa torcida, extiende una mano para ayudarme. Una pequeña parte de mi sentido de supervivencia me dice que no la acepte, en cambio una gran parte de mí está confundida y sí, maravillada de ver a un igual como yo.
Sus ojos están fijos en mi rostro, lo puedo sentir cuando observo como nuestras manos se encuentran. Mi cuerpo tiembla pero no sé si de emoción o de miedo y este último es el que me domina al fin. Mis bellos se erizan y el escudo se tensa. Percibo el zumbido y la electricidad que Charlie desprende, pero cuando intento quitar mi mano y alejarla me lo impide.
Su fuerza al igual que antes es potente, entonces levanto mi rostro y mis ojos quedan prisioneros en los suyos. Por un terrible instante tengo el presentimiento de que pueda ser la dominada y no la dominante. Pero solo es un breve segundo ya que Charlie me hace girar de una mano y me lanza por los aires hasta aterrizar contra el tronco de un árbol. El estruendo del impacto viaja por mi cuerpo y me saca el aire de mis pulmones. Caigo sin respiración y veo borroso. Las botas de combate de Charlie se acercan a mi rostro y levanta un pie para intentar golpearme. Me quito de su camino y alejándome unos pocos metros intento pensar con claridad el hecho de que alguien pudiera atacarme de esa forma tan cercana y dolorosa.
—Eres rápida y fría de la piel —sus ojos viajan por todo mi cuerpo, con asco y algo que no logró captar del todo—. Lastima que tenga que matarte.
—¿Por qué? —mi voz duele al salir. El aire aún no regresa del todo a mis pulmones. Siento como la sangre de la herida que me provocó Matt me vuelve a sangrar.
—¿Por qué? —imita mi voz—¿Por qué lo hace Sr. Silver? No lo hagas Charlie, querido. —imita otras voces desconocidas para mí.
Se acerca y se detiene lo suficiente para susurrar, como si alguien nos estuviera escuchando.
—¿Acaso nadie te lo ha dicho Romina? —avanza y con un dedo recorre mi mejilla izquierda, su aliento enfría mi oído cuando se acerca—. Si vives más tiempo... terminarás con todos.
—No lo creo —mis ojos van a su nariz y luego a sus platinadas pestañas—. No soy una asesina.
—¿De verdad? ¿Tus manos no están manchadas? —hay una mueca de decepción en sus labios delgados—. Solo mira a quien en realidad mataste Romina.
Parpadeo y veo como su mirada se dirige a algún lugar más allá de nosotros.
Giro y la veo.
Tirada y con la flecha de la ballesta en su pecho, yace inmóvil desangrándose y con los ojos mirando al cielo estrellado. Corro con dificultad y la tomo entre mis brazos, mi sollozo es un grito de rabia que se extiende por todo el bosque y que me sorprende. Las lágrimas queman y mi poder se desata sin control. Veo en la dirección de Charlie. Su sonrisa de satisfacción y su beso al aire, me llena de un odio tan primitivo que la piel me traspasa con un frío asesino. Dejo a Priscila Smith en el suelo y me levanto lista para acabar con Charlie.
—Priscila...
La voz de Poem me detiene. Viene de las sombras.
Pienso que es alguna clase de truco de Charlie, pero no. Lo veo acercarse junto con Matt. El vacío y la tristeza en su rostro es tan visible que solo soy capaz de suprimir el impulso de consolarlo en mis brazos. Antes de verme reflejada en sus ojos. Sus lágrimas bajan con una furia rompiendo todo a su paso y eso hace un corte profundo en mi corazón.
—Yo no.
—Dime qué no fuiste tú —su rostro se suaviza por un instante. No se limpia las lágrimas.
Atrás de él, Matt observa el cuerpo de Priscila con cierto asombro. Ni una sola lágrima sale de él, pero eso no quiere decir que no le duela, lo conozco ¿Tiene que dolerle, verdad? Al final ella convivió con él, pasaron cierto tiempo juntos. Comienzo a tratar de justificar sus reacciones.
—Sí —mis labios se mueven tan rápido que abro los ojos sorprendida.
«¡No! No quise decir eso.»
Las palabras están en mi mente pero me doy cuenta que mis labios permanecen cerrados. Intento despegarlos y hablar pero no obedecen. Trato de girar mi cabeza para señalar a Charlie pero nada en mi cuerpo responde. Observo como Poem sostiene su mirada en mí, frunce los labios y la nariz. Sus ojos de ave están enrojecidos. Tiembla y baja la cabeza, se arrodilla junto a su hermana y le acaricia el cabello revuelto. Limpia su rostro con ternura, se inclina y deposita un beso en sus labios, su boca se mueve en susurros que no alcanzo a escuchar. Solo "prometo" es su última palabra para Priscila. Toma un puñado de tierra y hojas, cerrando fuerte la mano.
—Entiendes que no puedo perdonar esto —su voz es apretada y baja.
—Sabes, disfruté ver cómo suplicaba por su vida —hay orgullo en mi voz.
El pánico se apodera dentro de mí. No logro sentir mis extremidades, es como estar paralizada por alguna anestesia. Guardó silencio en el poco espacio que hay en mi mente, ya que comienzo a notar una fuerte presencia que me va envolviendo.
━━━━━━━━ En la mente ━━━━━━━━
—¿No es delicioso dejarte dominar? —la voz de Charlie está dentro de mí. Una voz que me cubre como un manto y que me doblega por completo. Si pudiera sentir mi cuerpo, ya estaría de rodillas.
—¿Por qué? ¿Qué es lo que quieres de mí? —mi pensamiento es débil y bajo, sumiso podría ser la palabra correcta.
—Tengo en mi poder lo último que dejó mi padre, tengo entre mis manos este frasco, justo en este instante arriba de la rama de un árbol a varios metros lejos de todos ustedes.
Casi puedo escuchar sus dedos al rozar el vidrio del frasco, es obvio que me permite escucharlo. Trato de enfocar lo que sucede a mí alrededor pero no consigo ver a Poem. Es todo borroso.
—Pero tranquila, he leído las dos páginas que también arrancones Poem del libro de mi padre. De hecho creo que estamos perdidos.
—¿De qué hablas? ¿Qué frasco, qué páginas?
—Shh, silencio. —me interrumpe callando mi débil voz.
Siento un fuerte dolor en la cabeza cuando un látigo de su poder me golpea mentalmente y quedo en completa oscuridad. Es una de las fases del Dominio. La ceguera. Yo hago eso a mis víctimas, controlo su vista. Dejándolas en completa oscuridad, en un sueño que les parece eterno. Una muerte implantada.
—Yo le ayudé a mí padre a esconder este frasco —continua explicando—. Nunca dome a mi padre lo suficiente como para sacarle la verdad, mi poder solo era una pizca de lo que es el tuyo. Hubo un tiempo que fui su favorito pero hasta hace poco me di cuenta que él se había cansado de mí desde hace muchos años. Me insistió tanto en que me fuera de vacaciones que le mentí y le dije que sí.
—¿Por qué le mentías? —le digo a la oscuridad. No hay respuesta por un par de segundos.
—Larga historia, ahora concéntrate en no morir a manos de tu hombre.
━━━━━━━━ En el exterior ━━━━━━━━
Al fin me deja ver y con horror veo como Poem se abalanza encima de mí, alzando su puño en una muestra de pelea.
Derecha y rueda, levántate.
Hago sin ningún esfuerzo lo que dice Charlie. Porque claro, solo es su pensamiento dictando en mi mente y mi cuerpo lo hace. Solo estoy dentro de mí, sin voluntad, como una espectadora. Una marioneta que puede ser manipulada en contra de su voluntad.
El rostro de Poem se tuerce aún más en un frenesí de una locura que jamás había visto en él. Es extraño como una persona puede cambiar su personalidad en un par de días.
Déjalo que venga hasta ti.
Espero y cuando Poem está a un paso de mí, nunca llegué a pensar que su primera caricia fuera a dolerme así. Su puño conecta en mi rostro pero no me derriba porque Charlie hace de mi cuerpo un muro resistente. La furia de Poem es un desconocido para mí. Hay algo que me inquieta y al no poder sentir el ambiente a mi alrededor no puedo saber la amenaza completa que desprende en él.
Puño, golpea, golpea. Bien, tómalo del cuello, aprieta fuerte.
Mi cuerpo lo hace y es terrible ver cómo mis blancas manos asfixian a Poem. El toma mis muñecas y tuerce una, escucho el chasquido, antes de que el fiero dolor me haga gritar internamente. Charlie no lo siente, no siente ninguno de los golpes que me da Poem y eso me hace gritar más de frustración.
Ataca, esquiva, bien. Retrocede y ahora salta encima de sus hombros. Rompe ese cuello en dos.
Me elevo por los aires y caigo entre los brazos de Poem. Por un segundo quiero sentir una caricia gentil de él pero me aparta con brusquedad y me estira del cabello, arrastrando mi cuerpo por el lodo.
Charlie guarda sus palabras por un momento, está expectante ante lo que va a suceder. Poem clava sus rodillas en mis brazos extendidos. Alza sus manos enrojecidas y veo como de la punta de sus dedos comienzan a salir un vapor acuoso, aparecen unas flamas azules. Quiero verle los ojos pero Charlie me domina la visión y solo contemplo sus manos.
Increíble, entonces si se absorbió la sustancia restante al romperse el frasco contra su pecho en el incendio del bosque. Entonces es cierto. Quizás deba de dejar que te mate. Sería una muerte digna de ver.
Estoy dando patadas contra el pensamiento revelador de Charlie. Grito y corro en círculos en mi mente, queriendo derribar los muros que me presionan pero no puedo. Soy demasiado débil, estoy tan dominada.
Poem cierra sus manos y al abrirlas todo su poder se desata por mi cuerpo como una gran llamarada que golpea certera en mi corazón. Siento esa daga de fuego clavarse en mi pecho que me quita la respiración. Mi cuerpo se retuerce. Charlie no dicta nada, está riendo y esa risa sale de mis labios.
Mi mirada al fin conecta con la de Poem y veo los tentáculos negros en sus pupilas. Tiene las mejillas rojas por el calor de su poder. Él me devuelve la mirada, confundido.
—No me duele.
Mi voz parece normal y eso es lo que Charlie le hace creer. Mientras yo me estoy muriendo por dentro. Eso enfurece a Poem y sin darme cuenta ya tengo una daga contra mi cuello. Es una daga idéntica a la mía o podría decir que es mi daga.
—Haré que te duela por siempre.
Su voz es diferente, cargada de una promesa de muerte. Cuando pienso que Charlie terminará de ver la escena desde mi cuerpo, algo lo hace cambiar de opinión y me suelta.
Soy arrojada a mi cuerpo y confío en que el escudo en mi interior se expanda y arroje a Poem lejos de mí. Pero no lo hace. Soy débil, mi fuerza se extingue como la flama de una vela dentro de un vaso de cristal. Trato de hablar y hacerle entrar en razón a Poem, explicarle lo que sucede pero no puedo. El Dominio de Charlie sobre mí, ha absorbido todo.
Solo me queda ver a los ojos de Poem. Aquellos ojos de ave que me cautivaron aquel día en la cafetería. Trato de decir su nombre como última plegaria pero el roce de la daga arde por mi garganta, acompañada por el fuego ardiente de su poder, se han funcionado en una arma letal contra mi débil cuerpo. Aprieta con más odio. Cierro los ojos, dejándome llevar por la muerte.
—¡Romina!
Escucho mi nombre en los labios de Matt desde lejos. Pero es tarde para responderle.
Rendida, me voy.
Esto no está pasando.
En definitiva tiene pinta de ser una pesadilla. En cuanto la veo, quiero regresar el tiempo he impedir que mis ojos la vean.
Recuerdo cuantas veces decía de pequeño que no toleraba la presencia de mi pequeña hermana. Ella era un torbellino de caos cuando yo quería tranquilidad. Me golpeaba la cara con sus muñecas. Tomaba mis dulces y se los comía escondida de bajo de la mesa. Ahora mientras me iba acercando a ella.
Quería que ese caos me mirara, que me dijera lo obvio de la vida, que su sonrisa arrancara el dolor que se multiplicaba en mí.
Soy vagamente consiente de que otra figura se mueve en mi campo de visión. Es borrosa por mis lágrimas, parpadeo y ahí está ella. Blanca, fría, distante de mí como debe de ser. Tiene las manos manchadas de sangre y por un segundo recuerdo lo que siento por ella.
Pero algo, un presentimiento me ronda por la mente.
—Dime qué no fuiste tú —le ruego.
Su rostro es tan fácil de leer que veo la culpa instalarse mucho antes de escuchar su respuesta.
«No, por favor. Dime que no. Tienes que decirme que no.»
—Sí
Algo. Ví algo cambiar en su rostro pero el dolor de la columna se mezcla con el de la perdida y ahora el de la traición. El corazón se acelera, algo va creciendo en mi interior que me sacude por completo.
Me arrodillo junto a mi hermana, en un intento demoledor de que esta fuerza no me arrastre por los suelos y haga una estupidez. Ignoro todo a mi alrededor. No existe nadie en este momento, solo somos Priscila y yo.
Acaricio su suave cabello, quito de su rostro las ramitas, está fría. Necesita el calor. Me acerco a su rostro y beso su frente como lo hacía mamá, quizás despierte como en el cuento que le gustaba que nos leyera cuando eramos niños.
—Despierta, Priscila. Por favor, no puedo —le digo, con los ojos apretados—. El dolor es insoportable —confieso—, Si esto es un sueño, una pesadilla, por favor hazme despertar. Si no lo es, te prometo que acabaré con lo que te hizo ésto.
La miro una última vez al mismo tiempo que un chasquido en mi columna desata un calor insoportable por mi cuerpo. Me aferro al suelo, en un intento de controlar pero no es sencillo. Con un puño de tierra en la mano me levanto y enfrento al monstruo.
—Entiendes que no puedo perdonar esto —trato de tranquilizar la voz, cuando en realidad quiero gritar a todo pulmón, rugir.
«Quiero y no quiero. Pero ella lo hizo.»
—Sabes, disfruté ver cómo suplicaba por su vida —su voz... antes pensaba que era hermosa y hasta me llegué a maravillar con esa voz. Ahora me es desconocida, un timbre insoportable.
Veo como se le nubla la vista. Sus lágrimas falsas no me conmueven más. Así que camino hacia ella.
—No —un brazo me retiene... Matt. Sus ojos grises suplican piedad.
—No te metas Middleton —sacudo su mano pero él me mantiene bien sujeto.
—Me meto porque este no fue el pacto que hicimos hace unos momentos.
A pesar del dolor, logro reírme.
—¿Eres ciego o idiota? ¡Ella mató a mi hermana! ¡Ella me traicionó! Merece pagar —la mandíbula se me contrae de furia.
—¿Estás seguro que fue ella? —traga saliva y veo dudas en sus ojos.
—¡Lo admite! ¿Qué otra prueba quieres?
Ya no tengo dudas de que fue ella. Poco a poco se va consumiendo todo rastro de los sentimientos que albergaba por ella.
—Charlie... —pronuncia el nombre como si lo conociera y quiero volver a reír.
—¿Qué tiene que ver Charlie Silver con esto?
«Es absurdo.»
—Tiene algo —mira a todos lados, buscando— pero es extraño... —sacude su rostro sin comprender, lo que para mí es obvio.
—Eres un completo imbécil ¿Ves a alguien más aquí? —señalo alrededor y mi mano apunta por último al monstruo.
Y es como si alguien encendiera el interruptor. Corro hacia ella, ignorando los gritos de Matt pero hasta él sabe cuándo parar y por suerte no me detiene. Porque mi propia fuerza hace un campo de energía repelente que lo lanza por los aires.
Al mismo tiempo tomo vuelo y mi puño de tierra intenta conectar con la mandíbula del monstruo. Pero rueda a la derecha y se levanta. Y eso me enfurece hasta la locura. El dolor en mi interior pasa de ser eso a convertirse en algo que palpita con liberación en cada poro de mi piel. Siento una llama viva que ya no duele. Esta agusto, quieta pero fiera y tenaz en mi cuerpo. Percibo algo en cada paso que doy. Hay una flama diferente expandiendose en mi pecho pero no es fuego es algo más mordaz. Pasa por mis venas, haciendo que me sienta más vivo, más despierto. Mi campo de fuerza se mueve conmigo y cuando se encuentra contra el del monstruo, es como meter tu mano al agua congelada. Fácil pero te envuelve y al mismo tiempo sientes como el frío que hay dentro te adormece. Parece que podrías morir ahí dentro pero si te mueves un poco más, quizás...
Lo hago, me muevo. Ella me observa con cierto asombro, esperanzada. Pero no, esto no es esperanza. Ni para mí, ni menos para ella. Cuando logro dar el último paso, la furia contenida hasta ese momento se va a la mierda y mi puño al fin es liberado contra su rostro.
No se queda atrás, arremete contra mi y todos los golpes que me da me hace bajar la guardia por un instante. Somos dos completos desconocidos que se machacan entre ellos en una pelea que días atrás negamos que pasaría. Sus blancas manos me toman del cuello y puedo sentir el frío venir en oleadas, penetrando mi cordura. Trato de respirar pero no suelta, así que tomo una de sus manos y la tuerzo. Espero su reacción de dolor, la cual nunca llega. Es como si fuera de piedra.
Me suelta, me ataca una y otra vez. Giro de igual manera cubriendo todos sus golpes y rasguños. Cuando intento alcanzarla con mis brazos, ella desaparece para luego proyectar su sombra sobre mí. A caído en mis brazos y es como cargar con un planeta eléctrico sobre mis hombros. La aparto de mí, la tomo del cabello. Aquel cabello que tanto me llamaba la atención, una de las primeras cosas que me fijé de ella. Tan perfecto, tan blanco, tan impecable. Veo el charco de lodo que se ha formado a causa de la llovizna y la arrastro hasta ahí, quiero verla sucia, imperfecta como el monstruo que es. El monstruo que mató a mi hermana.
Me tumbo encima de ella y presiono mis rodillas en sus delgados brazos. Hay un calor insoportable saliendo de mis manos cuando las levanto, siento el recorrido de la luz de mi cerebro salir y dispararse por cada milímetro de piel. El monstruo observa sin emoción mis manos. Cuando el primer pequeño látigo de fuego sale de mi cuerpo, el poder, ese poder que antes me consumía en agonía ahora se libera con satisfacción. Cierro las manos para comprobar al abrirlas de nuevo que mi poder no me deja, no me abandona o desaparece. Ya jamás va a desaparecer, lo sé.
Hay contraste de mi poder con el del monstruo. Puedo sentir el suyo estar doblegado, débil. No puede elevarse, está consumiéndose. Me permito mirar a sus ojos. Está el brillo rojo en ella pero algo cambia, no sé que sea pero es diferente. Es confuso estar tan cerca de ella, tocarla, saber y ver lo fría que es su piel.
«Antes, antes... yo deseaba esto.»
Es un pensamiento que tiene su propio dolor. La rueda dió su vuelta pero de una forma retorcida.
«Duele pero...»
—No me duele.
Responde a mi pensamiento. Su respuesta es como un balde de agua. Al no saber cómo atacarla con mis poderes y sin esperar ni dudar un segundo más, palmeo mis bolsillos del pantalón y encuentro con sorpresa la daga que me dió Richard Silver.
Ya no hay vuelta atrás. No puedo seguir alargando su vida. Justo en ese momento comienzo a recordar la noche en la que la conocí y no. No puedo permitirme sentir culpa o piedad con ella. Pensé que algún día podríamos estar juntos, dejarme llevar por un amor, envolverme por él.
«Esto no puede ser y nunca va ser.»
—Haré que te duela por siempre.
Paso la daga por su cuello y veo como se afloja su cuerpo. Cambia de peso incluso de color. Sus ojos se abren con asombro pero la piedad en mí ya no está. Se fue a llorar a un rincón, lejos de mi venganza. Abre sus labios intentando decir sus plegarias y se lo impido. Encajo hasta que escucho un crujido venir de su garganta. La sangre se escurre por mis manos. La veo cambiar de ojos rojos a azul cielo en un instante y luego cerrarlos lentamente.
—¡Romina! —el grito desgarrador de Matt me saca del trance de la muerte y dejo caer la daga.
El incendio que corría por mí, se ha calmado. Pero ¿Por qué me siento tan vacío? ¿Tan impotente, tan frustrado? Las lágrimas aparecen o quizás ya estaban ahí, las siento cuando Matt me empuja a un lado y acuna la cabeza del monstruo. Le repite una y otra vez su nombre, la besa, la acaricia y no puedo hacer nada más que levantarme y alejarme de la escena. Matt no me detiene, está tan concentrado en traer a la vida a ella, que no repara en que me voy alejando.
Me detengo y tomo entre mis brazos el cuerpo de mi hermana. Sé que tengo toda la pinta de un loco asesino en estos momentos pero no me importa. Ya no hay cosas que me importen. Estoy solo.
—Espera —me giró con mi hermana en mis brazos y veo a Matt en la misma posición que yo. Tiene al monstruo entre sus manos. Su rostro está lleno de sangre, su mirada tiene un profundo dolor, no hay rastro de felicidad en él.
—¡Lo prometiste! —su grito hace eco en el campo abierto.
La leve llovizna se ha quitado y hasta el cielo está despejado de nubes. La luna proyecta su luz en nuestros cuerpos.
—Es toda tuya —digo sin vida en la voz.
Sus ojos se abren con asombro. No quiero seguir ni un minuto más en este lugar. Me giro, llevando a mi hermana a su descanso en casa y dejando enterrada ahí para siempre a la que fue mi chica luna.
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