Acto V. Escena II
[Celda de fray Lorenzo, en Verona.]
(Entra fray Juan).
F. Juan: ¡Hermano! ¡Fraile franciscano! ¡Eeeh!
(Entra fray Lorenzo).
F. Lorenzo: ¿No es la voz de fray Juan ésta que oigo? ¿Llegas de Mantua? ¿Cómo está Romeo? ¡O bien, si me escribió, dame su carta!
F. Juan: Para seguir a Mantua en compañía, me fui a buscar a un hermano descalzo, uno de nuestra Orden, que se hallaba aquí en Verona, visitando enfermos. Al dar con él, los guardias sospecharon que estábamos los dos en una casa ya contagiada por la peste negra. ¡Y procedieron a sellar las puertas! ¡De allí ya no pudimos salir más! ¡Y así se terminó mi viaje a Mantua!
F. Lorenzo: ¿Quién llevó, entonces, mi carta a Romeo?
F. Juan: ¡No la pude mandar! ¡Aquí la tengo! Tanto miedo tenían de la peste que no pude mandársela con nadie.
F. Lorenzo: ¡Qué suerte desdichada, Santo Padre! No era una carta frívola, era grave, de tremenda importancia. ¡Si se atrasa puede causar inmensas desventuras! ¡Fray Juan, corre a buscarme una palanca y tráela a mi celda de inmediato!
F. Juan: ¡Corro a buscarla, hermano, y te la traigo! (Sale).
F. Lorenzo: Ahora debo ir solo hasta la tumba; de aquí a tres horas la hermosa Julieta ya se habrá despertado. Y cuando sepa que Romeo no sabe nuestros planes va a descargar en mí sus maldiciones. Por eso a Mantua escribiré otra vez y aquí en mi celda esconderé a Julieta hasta el regreso de Romeo. ¡Pobre muerta viviente en una tumba!
(Sale).
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