Acto IV. Escena II
[Sala en la casa de Capuleto.]
(Entran Capuleto, la señora Capuleto, el ama y dos sirvientes).
Capuleto: ¡Ésta es la lista de los invitados! (Sale un sirviente). ¡Sal a buscarme veinte cocineros!
Sirviente 2.º: No habrá ninguno malo, señor, porque averiguaré primero si saben chuparse la punta de los dedos.
Capuleto: ¿Y para qué averiguas eso?
Sirviente 2.º: ¡Válgame Dios, señor! ¡No es cocinero el que no sabe chuparse los dedos! ¡Por lo tanto, el que no se chupa los dedos, no me conviene!
Capuleto: Bueno, ¡vete! (Sale el sirviente). ¡Por esta vez nos faltan provisiones! Bueno, ¿mi hija está con fray Lorenzo?
Ama: Sí, por cierto.
Capuleto: ¡Ojalá que cambie un poco! ¡Es tan porfiada y terca esta muchacha!
Ama: ¡Se ha confesado, qué risueña viene!
(Entra Julieta).
Capuleto: ¿Cómo estás, mi pequeña testaruda? ¿Por dónde andabas?
Julieta: Donde me enseñaron a arrepentirme de mi rebeldía y a pedirte perdón, arrodillada. Así me lo aconsejó fray Lorenzo. ¡Te suplico perdón! ¡Y desde ahora me dejaré guiar sólo por ti! (Se arrodilla).
Capuleto (a un sirviente): ¡Vete a buscar al conde! ¡Cuéntale esto! ¡Se hará mañana el nudo del enlace!
Julieta: Vi al joven conde donde fray Lorenzo, le ofrecí tanto amor como podía sin pasar las barreras del recato.
Capuleto: ¡Levántate! ¡Muy bien! ¡Estoy contento! Todo va bien. Ahora veré al conde. ¡Repito! ¡Quiero verlo! ¡Que lo traigan! ¡Juro ante Dios que al fraile reverendo toda nuestra ciudad le debe mucho!
Julieta: ¿Quieres venir conmigo hasta mi cámara, ama, y buscar conmigo el atavío que necesitaré para mañana?
Sra. Capuleto: ¡No queda mucho tiempo para el jueves!
Capuleto: ¡Anda con ella! ¡Y mañana, a la iglesia!
(Salen Julieta y el ama).
Sra. Capuleto: No queda tiempo para prepararnos. ¡Ya es de noche!
Capuleto: ¡Me ocuparé de todo! Y todo andará bien. ¡Te lo aseguro! Ve con Julieta. Ayúdala a vestirse. Yo no me acostaré. Déjame solo. Por esta vez haré de ama de casa. ¡Ah! ¿Qué ocurre? ¿Ya se han marchado todos? Yo mismo iré a buscar al conde Paris y lo prepararé para mañana. ¡Me ha quitado un gran peso de mi pecho el ver que entró en razón la testaruda!
(Salen).
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