II
Te miro... me miras... pero ninguno de los dos hace más... a veces quisiera quitarme este sello de seguridad autoimpuesto y correr a tu lado. Quiero tocarte... quiero tenerte... pero, aunque estés a mi lado... te siento tan distante... ¿Es tanta la diferencia entre nosotros?...
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ROMEO Y JULIETA ES HISTORIA PASADA
II
No quería estar ahí... no lo soportaba más... todo aquello me parecía deslumbrante... tanto que la alegría que se respiraba en el lugar me asfixiaba... a pesar de encontrarme en un lugar que parecía sacado de un cuento de hadas... bañado de luces y arreglado con majestuosidad... mi propio infierno interior... me dominaba... Sintiéndome sola aún rodeada de tanta gente. Mis amigas estaban ahí... sin embargo yo...
—¿Asuna, quieres un poco de ponche? –Mi mejor amiga me miraba con esos pícaros que me daban a entender que la bebida había sido alterada. ¿Era lo que necesitaba tal vez? Enloquecer como esas chiquillas de las series de televisión que no hacen más que sufrir y llorar por amor... ¿Amor?... ¿Por qué terminé pensando en eso?...
—¿Te encuentras bien? –reiteró mi amiga. Liz se la estaba pasando tan bien... que quisiera poder seguirle la corriente... para poder sacarme esta sensación que me oprimía el pecho... cuando su imagen... me viene una y otra vez a la mente...
—Gracias –le dije con una mueca de sonrisa, le devolví el casco y bajando la lente del suyo, me miró con aquella mirada indescifrable y se fue.
—Dame un poco de eso. –Le sonreí asintiendo, haciéndole comprender que había entendido lo que me dijo entre gestos.
Tomé mi vasito plástico y caminé en medio de todos los presentes. Las luces y el humo de la máquina, me hacían sentir que caminaba entre las nubes. ¿Será que ese era el efecto de ese ponche?... Pero si apenas y le di un par de sorbos.
¿A cuántos les habré rechazado la invitación a bailar una pieza? Creo que hasta ya había perdido la cuenta. No quería estar con nadie... ¿Entonces para que había ido?... Si la verdad es que ya había decidido que no iba a hacerlo... —¡Vine sólo porque él me dijo que vendría conmigo! –Me levanté de golpe sin notar lo que estaba diciendo. No supe ni en qué momento me había sentado y estaba al lado de mi mejor amiga nuevamente. Miré mi vasito de plástico vacío, sorprendiéndome.
—¿Así que él vendría contigo? –Me miró con demasiada curiosidad Liz.
—No es nada... —No era el momento ni el lugar para ponerme a contarle de mis líos amorosos que sólo existían en mi cabeza.
—¡No! ¡Ahora me cuentas! Vamos... que no es común que tú salgas con esos arrebatos...
—El guardaespaldas... —le dije encogiéndome de hombros. En alguna ocasión le había comentado del lindo chico que me cuidaba.
—¿Cómo?, ¿Eso quiere decir que hay algo más con él?... ¡Pero si eso es genial?, ¡¿A dónde está?! –empezó a buscarlo en todas direcciones.
—¿Y se puede saber que buscas? ¡Ni sabes cómo es Liz! Jajajjaja —no pude controlar la risa, la situación era tan graciosa. ¿Qué se supone que ahora era adivina de amores?
—Pues... no lo habré visto... pero debe ser un chico mayor... guapo... —sus referencias me hicieron sentir como mi propia respiración se aceleraba y la cara se me puso caliente.
—¡¿Qué dices?!
—¿Entonces si está muy guapo?
—Ya... moo... —me encogí de hombros, ya no podía sostenerle la mirada, para ella era como mirar su bola de cristal al verme a los ojos, todo lo descifraba al instante. Sin notarlo, froté mi dedo pulgar contra la pantalla del teléfono que de un momento a otro saqué del bolsito.
—¿Te dio su número?... –No... ¿Acaso en serio era adivina?
No le contesté, por lo que ella tomó entre sus manos el teléfono, estaba por desbloquearlo, cuando el aparato empezó a sonar.
—Dámelo, debe ser mi mamá... —lo tomé y deslizando la rayita verde de contestar la llamada, me lo llevé al oído, mientras me doblé sobre mí misma para escapar un poco del bullicio.
—¿Holaaa? Contesté, pero... no se escuchó nada, hasta un par de segundos después.
—Hola...
Mi corazón... saltó dando un vuelco de 360 grados sobre su propio eje. Era su voz... era la voz de Kazuto...
—¿Hola? –repitió.
—Ho... Hola...
—¿Cómo va todo? ¿Por fin alguien la sacó a bailar?
—¿Por qué me preguntas eso?... ¿Qué te importa? –pregunté sólo por hacerme la interesante. Tonta, mi niñez se me salía a gritos por la boca.
—Pues... es sólo que me quedé un poco preocupado... ¿No ha bebido verdad?...
—No tienes de qué preocuparte... —me sentí culpable sin duda, por lo que coloqué el vasito sobre la mesa de al lado.
—¿Ah sí?... ¿Entonces por qué no lleva una flor en la mano como todas las demás chicas? Eso significa que nadie le ha dado una...
No pude evitar voltear a ver mi muñeca, a pesar que ya sabía que no llevaba puesta ninguna flor... me levanté y ahora era yo la que veía hacia todas direcciones, la esperanza de que lo que me decía era porque se encontraba ahí me abordó al instante. Fue entonces cuando lo vi...
Cual hubiera llegado a rescatarme... esta vez sin su acostumbrado traje de trabajo.
No podía bajar el teléfono, esperando que más tendría que decirme.
—Busco a una chica que no tenga flor... ¿Sabe de alguna por aquí? –dijo a la distancia, pude leer sus labios, al mismo instante que lo escuché por el teléfono.
—Espérame por favor... —me voltee hacia Liz, quien prácticamente me empujó para que fuera a su encuentro.
Estaba afuera... como un desconocido de la sociedad, vistiendo su chaqueta de cuero y sus pantalones de mezclilla, tan encantador como lo recordaba de apenas hace unas horas que lo vi.
Me emocioné francamente... así que corrí los últimos metros hasta alcanzarlo, saliendo por la puerta finamente decorada y llegando a posar mis manos sobre sus brazos.
—Viniste...
—Sólo pasé por aquí para ver... cómo le iba todo –levantó la mano entonces. Después de hacer una aparición como esa, ¿sólo eso iba a decirme?
—¿Pero qué dices?... Ya estás aquí, entremos... -le hice una tonta reverencia para obligarlo a aceptarme, teniéndolo ahí frente a mí... no podía dejar que se marchara nuevamente.
—Es que verás... —bajó la mirada hacia su pecho. –No estoy vestido para la ocasión.
No puede ser... ¿Acaso ese había sido el problema?... a pesar que había ofrecido ir conmigo... no había tomado en cuenta que estas reuniones fachosas, están llenas de gente que se la vive para criticar. Por eso le pareció mejor dejarme... cuando le dije que ya no quería su ayuda... después de todo los trajes que utiliza para trabajar son estrictamente para eso...
—Eso no importaría menos... —entonces la vi... una hermosa cajita que contenía una preciosa flor negra. Me llevé las manos tras la espalda tratando de no sonar demasiado desesperada. —¿Y eso?... –ladee la cabeza un poco para hacerlo notar.
Entonces se sobresaltó un poco, como si lo hubiera olvidado por completo.
—Verá... Le dije que buscaba a una chica que no llevaba flor, ya no me dijo si la conocía... —me sonrío y pasó la flor hacia adelante. Una preciosa orquídea negra, decorada con un par de hojitas verdes y varios pequeños listones de transparencia negros. Sumamente maravillosa y elegante.
—Pues... parece que la chica... está parada frente a ti... —le sonreí con extrema timidez, la forma para entregármela me parecía de lo más dulce. Tomó mi mano y sacando la flor de la caja, la puso en mi muñeca.
—Lamento el color... no a todos les gusta... —me miró nuevamente con ese extraño gesto, no permitía ver que estaba pasando por su mente... ¿Quería mi aprobación?, no lo sabía...
—Me encanta... es mi color de la suerte... —le dije sin más en medio de mi sonrisa, por lo que él me respondió de la misma manera.
—¿Tomaste verdad?... –me dijo casi en susurro. ¿Lo había notado?... Más aún... ¿Me había tuteado?
—No... —negué demasiadas veces con la cabeza. Por lo que terminó por detener mis movimientos poniendo su mano sobre mi cabello.
—No me gusta que lo hagas... por lo menos... no si no estoy yo aquí contigo para cuidarte... cuidarla... señorita... —cayó en su error, lo que yo pensaba se trataba de un acercamiento, pero... supuse que no debía exigirle más... pero lo deseaba... así como yo le llamaba, deseaba que tuviera la misma confianza conmigo.
—Está bien que me llames así... Asuna... —le sonreí sin poder ocultar lo maravillada que estaba al ver el rostro de mi chico con aquella sorpresa, separó los labios sin saber que decir. —¿Vamos?... –una vez más hice el intento de que entráramos... y esta vez tuve éxito...
Jamás lo había notado... aún y cuando ya había tocado sus manos de forma descuidada un par de veces, tenerlo sujeto como lo hice en ese momento, fue una de las experiencias más increíbles de toda mi vida... su piel cálida y al mismo tiempo algo áspera, me comunicaba lo mucho que había trabajado hasta ahora, me hacía querer imaginar los momentos en que se esforzaba.
Recién entramos a la pista de baile, la sección de las canciones con más movimiento terminó, por lo que al ver a todas las parejas que se formaban a nuestro alrededor, tomados de cuellos y cinturas, me sentí un poco extraña y hasta desilusionada, seguramente Kazuto no se atrevería a bailar ese tipo de música conmigo, entonces... ¿Para qué le había hecho entrar? No iba a permitir que fuéramos a sentarnos o a beber más de aquel ponche adulterado, estaba parada ahí, inmóvil y sin valor de decir o hacer algo, que me arrepentí de mis propios pensamientos, presa del terror, yo jamás propiciaría algo entre los dos, ya fuera un baile o una salida, un saludo o una ida en su motocicleta, siempre era él, quien tomaba la iniciativa, no quería sentirme así de tonta pero... ¿Qué tenía yo para ofrecerle a él? ¿Qué nueva experiencia que no hubiera vivido ya?...
Fue muy presuntuoso de mi parte pensar que ambos la pasaríamos bien... cuando estaba segura que él ya había pasado por esto... con alguien más... alguna otra chica de las que seguro le seguían, alguna que nunca conoceré su nombre... pero que en esta vida no había sido yo.
Su mano... ¿Dónde estaba tocando su mano?... estaba tan metida dentro de mis propios pensamientos que no noté el momento en que empezamos a seguir el compás de la música, estábamos tan cerca uno del otro, que podía sentir su respiración, mientras su mano se posaba en mi cintura y con la otra me tomaba de la mano.
Bailábamos... ¡Estábamos bailando! No pude controlar mis sentimientos en ese instante, sentía como si lo que estuviera viviendo fuera solo un sueño y fue entonces cuando lo toqué con más fuerza, cerciorándome desde mis adentros que lo que estaba viviendo realmente estaba pasando, apreté su hombro a través de su chaqueta de cuero y su mano tomada con la mía.
—Tranquila... ya estoy aquí... —me dijo despacio y sereno al oído, para luego sonreírme. ¿Acaso él también podía leer mis pensamientos?... En verdad era un libro abierto del que todos disfrutaban arrancar historias, sus palabras me dejaron expuesta ante él, tanto... que levanté un poco más el rostro para finalmente encontrarme con sus mirada, encontrando en ella la comprensión y la ternura que buscaba, sus ojos plateados a la luz tenue de la iluminación del local, parecían brillar por reflejo de la misma luna... Sonreí... como una estúpida le sonreí, sin saber que más podría hacer para agradecerle el haberme rescatado de la desdicha de pasar solitaria en aquella fiesta, a la que en un principio detestaba la idea de ir, para luego sentirme la persona más feliz del mundo de encontrarme ahí...
—Vámonos de aquí –me dijo al oído, lo que me sorprendió. ¿A dónde quería ir en un momento como este?
—¿Ya nos vamos? –lo miré esperando su respuesta, pero él solo me sonrió y tomándome de la mano empezó a caminar en medio de la multitud hasta que, al llegar a una de las esquinas del salón, nos topamos con las escaleras que llevaban hacia el segundo piso.
Quería que nos fuéramos de la fiesta... para escaparnos... a estar a solas en el otro piso...
Por un momento mi cuento de hadas se destruyó en miles de pedazos, aquella fachada de príncipe encantador se había desmoronado. No... no era él quien estaba mal... había tantas parejas en el lugar que podían estar haciendo lo mismo en ese momento... entonces lo comprendí... me dio miedo... aquella actitud libertina y salvaje que tenía me encantaba, pero ahora que me arrastraba junto a él... tenía que pensarlo dos veces antes de dar un paso más.
—Guardaespaldas... —lo retuve a mitad de la escalera, halándole la manga de la chaqueta, del brazo con que me llevaba sujeta.
El joven volteó hacia mí, esperando escuchar lo que tenía que decir, pero su expresión de expectación se fue suavizando hasta transformarse en preocupación, por lo que bajó el par de escalones que nos separaban y me miró sin comprender el porqué de ese estado de ánimo, fue entonces que lo pensó un poco más y apretando el entrecejo bajó la mirada.
—Si no querías venir aquí conmigo me lo hubieras dicho...
—¡No! ¡No es eso! –respondí hasta con cierta desesperación, mis ojos no dejaban ir los suyos que seguían sin quitarme la mirada de encima y esperando lo que tanto me costaba exteriorizar.
—No tenía pensado hacerte nada... sólo quería que vieras una cosa —me explicó más sereno. –Pero... creo que me apresuré y no me detuve a pensar con quien estaba. –respondió franco, notándose un poco molesto, su expresión era indescifrable como siempre, ¿estaba molesto conmigo o con él mismo? —Discúlpeme señorita...
¿Qué había sido ese cambio de ambiente?... de un momento a otro estábamos tan felices y ahora... Se supone que sé a qué me expongo... que ya no soy una niña... que puedo confiar en mí misma, pero... en ese momento no podía siquiera levantar la mirada, me sentía llamada de la atención y hasta castigada por la situación, no quería solo dejarme llevar, pero si no hacía lo que él me decía... ¿Podría perderlo?... ¿Qué clase de razonamiento era ese? Él ni siquiera era nada mío... solamente mi guardaespaldas, el chico que cuida de mí... algunos años mayor que yo... ¿pero eso no importaba no?
¿Importaba?... ¿Realmente importaba?...
—Vamos para que te despidas de tus amigas, es tiempo de que te lleve a casa. –Dijo bajando los escalones que lo separaban del primer piso, dejándome parada en medio de los mismos.
—No... —respondí casi sin aire, por lo que él volteó a verme y suspiró.
—¿No dijiste que no querías ir arriba? ¿Entonces quieres seguir en la fiesta?... –volteó hacia ambos lados, al ver que la mayoría de personas yacían retirándose mientras otros bailaban las piezas más lentas y otros habían caído presa de la bebida de trampa. –Todo parece haberse ido al carajo...
—Si tú estás aquí... aún hay algo que quiero hacer. –Respondí brindándole la mano, por lo que, al ver mi cambio de actitud, Kazuto sonrió y tomándola, nos encaminaron juntos hacia arriba, pasando el segundo y tercer piso hasta subir a la terraza del edificio.
El aire se sentía verdaderamente fresco, propio de las horas nocturnas a las que nos enfrentábamos.
—Jamás había subido hasta acá... —abrí maravillada los ojos al ver al cielo imponente sobre nuestras cabezas, tan cercano y despejado que las estrellas brillaban con gran intensidad, como polvo de diamantes flotando en el cielo oscurecido y púrpura.
—¿Aún al ser una estudiante de aquí?... –me miró divertido y caminó a mi lado, para levantar también la mirada. –Estar aquí... me trae muchos recuerdos... supongo que las niñas bien portadas y educadas no andan inspeccionando los edificios —me dijo gracioso, provocándome una sonrisa apenada.
Qué alegría... el ambiente entre los dos parecía haber regresado a la normalidad. A pesar de no estar segura aún en esos momentos de haber tomado la mejor decisión sobre acompañarlo... puesto que nos encontrábamos completamente a solas, en mi interior me sentía sumamente satisfecha, ahora... compartíamos algo más que los saludos y las pláticas de día con día, ahora teníamos una anécdota que nos unía... el día de la fiesta de graduación en que él me acompañó... y me enseñó aquel lugar...
¿Pero cómo sabía él de esa terraza?...
Sumamente intrigada por lo que acababa de analizar, lo miré, haciéndole percatar de que era observado, despegó su mirada del cielo y dirigió la castaña hacia mí.
—¿Sucede algo?...
—¿Vienes mucho por aquí?... –lo miré expectante, pero sólo recibí una sonrisa de respuesta, acompañado de una invitación mímica a sentarme a su lado en el suelo, lo que ambos hicimos al instante y tras esto, recostarnos en el suelo.
—Es realmente hermoso... la forma en cómo las nubes se separan y las estrellas parecieran brillar con tanta intensidad... —mencioné al ver el firmamento.
Las palabras de su acompañante iluminaron por un momento todos los alrededores para él, cual de un día soleado se tratara, a su lado, la figura de una chica de largos cabellos rubios se dibujó por unos segundos, para luego traerlo de vuelta a la realidad, a observar su rostro dulce entusiasmado, señalando con los brazos hacia arriba mientras le hablaba de las constelaciones, no podía estar más distraído de su plática, mientras una presión se apoderaba de su pecho, deseaba pararla, todo aquello en un segundo se había volteado en su contra, deseaba con todas sus fuerzas que todos sus recuerdos se borraran y albergara ahora nuevas experiencias y emociones pero... no a costa de ella... no usada para suplantarla...
Como si su cuerpo se moviera por inercia, se movió de golpe, quedando sobre ella como un animal que ha atrapado su presa, lo que la asustó al instante, al verse aprisionada por ambos brazos en las manos de él, firmes y grandes al tacto y verse bajo su cuerpo esbelto y bastante más alto que el suyo sobre ella, mirándola de manera tan profunda que no sabía a ciencia cierta cómo reaccionar. Vista, tacto y oído y olfato esclavizados a los de él.
—Es peligroso... —me dijo entonces suave pero decidido y recto en sus convicciones.
Pero no pude pronunciar palabra... todo aquello me aterró.
—No lo hagas... —Las palabras habían sido pronunciadas tan cerca de mi rostro que por un momento pensé que iba a besarme, pero terminó separándose de mí antes de que pudiera terminar de reaccionar.
—¿Kazuto?... –me senté algo tambaleante y aún preocupada.
—¿Ves?... ¿Qué hubiera pasado si no era yo la persona con el que venías hasta acá?... –me miró molesto, nuevamente sin saber si conmigo o consigo mismo.
—Yo...
—El mundo está lleno de imbéciles, Asuna... todos los hombres somos unos imbéciles. –se acomodó la ropa. –No vuelvas a hacerlo... no vayas sola con nadie a ninguna parte... -miró en la dirección contraria, para no mostrarme lo contrariado de su rostro.
—Te equivocas... —me armé de valor finalmente para hablar. –Yo no hubiera ido a ningún lugar con nadie más... puede que suene muy atrevido de mi parte... —apreté los puños... —pero yo... si yo vine aquí...
—No... no sigas... —trató de frenarme, al pensar que estaba dispuesta a aceptar, aceptaría cualquier condición que me pusiera tal vez, como todas las mujeres que se le acercaban... no quería pensar que yo... que la niña con rostro de princesa, su señorita sería igual...
—Vine porque confío en ti... —terminé de decir finalmente, lo que lo dejó estático.
—¿Confiar?... –sus ojos temblaron ante la revelación, la última palabra que esperaba escuchar. —¿Por qué?... ¿Por qué soy tu guardaespaldas?...
Tras ver la reacción de Kazuto, me acerqué despacio, hasta tomarlo de las manos, como se estaba volviendo costumbre.
—Porque una persona tan dulce como tú no puede tener malas intenciones... a pesar que nunca tengo idea de lo que realmente estás pensando... y que te he hecho la vida imposible... el hecho de que hayas venido hasta aquí por mí... habla demasiado bien de lo que realmente eres, de quien eres...
—No tienes idea...—negó con la cabeza, fastidiado y bajó la mirada, pero al hacerlo, la mano de ella atrapó su mejilla sorprendiéndolo nuevamente. Aquella actitud tierna que demostró al verse descubierto, la armó de valor para llevar a cabo tal acto, hasta ese momento pensaba que él por ser mayor y por tener más experiencia en la vida sería la guía de aquella extraña amistad que los unía, pero ahora podía ver más allá de eso... era verdad que era mayor y tenía más experiencia, pero precisamente por eso podía tener más heridas... y de una profundidad mayor...
Sin pensar lo que hacía bajó su pulgar a acariciar los labios del joven pelinegro, pasando el superior y deteniéndose en el inferior, al sentirlo tibio y temblando.
Kazuto la rodeó rápidamente por la cintura y acercándola hacia su cuerpo de manera irrefrenable, buscó sus labios con los suyos, hasta juntarla completamente a él, se había dejado llevar... sin pensar ni un poco en las consecuencias de sus actos.
La besó profundo y con desesperación, cual buscara en aquellos labios una vía de salida a sus propias aflicciones y recuerdos desagradables... poco a poco... según pasaba el tiempo lo había notado, cada vez que se encontraba con ella era lo mismo, su corazón latía más fuerte y el incesante deseo de permanecer a su lado lo anidaba, tanto que llegó el momento en que no pudo soportarlo más y guardarlo dentro de sí era un error del que tal vez podría llegar a arrepentirse.
Pero debía aceptarlo... aquella jovencita... lo atraía con demencia...
Se separó de mí para luego abrazarme con gran fuerza... no pude evitar hacer lo mismo, lo rodeé bajo la chaqueta, sintiendo su complexión junto a mí... la distancia que nos separaba había sido cortada de tajo. A partir de ahora... poco a poco... expresaríamos nuestras emociones y sentimientos con palabras... y acciones... así podría conocerlo más...
La noche acabó ahí... regresando a casa los dos, regresándole su casco y con una sonrisa y una mano levantada despedirse. Supongo que era mucho esperar otro beso más...
Una vez cruzó la puerta de su habitación, se recostó sobre la pared y llevándose una mano hacia los labios, cerró los ojos, hasta que la vibración de su móvil, le llamó la atención y subiéndolo hasta su rostro lo vio.
De: Kazuto
Hora: 11:36 pm
Descansa
¿Cómo una sola palabra podría brindarme tanta alegría?...
En la habitación de al lado, el sonido de vibración del teléfono móvil, lo llevó a sacarlo de la bolsa de su pantalón, mientras se despojaba de su vestimenta, habiéndose sacado la camisa y los zapatos.
De: Asuna
Hora: 11:37 pm
Tú también descansa xo xo
Aquella terminación de mensaje le sacó una sonrisa y lo colocó sobre el mueble al lado de la cama. Cuando casi al instante el aparato empezó a moverse, esta vez con el tono de llamada, por lo que lo tomó y lo llevó a su oreja.
—Diga...
.
Continuará...
Esta idea lleva casi 4 años en mis letras jajajaja, esperemos que esta vez pueda plasmarla.
¡Gracias por leer!
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