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ROMEO Y JULIET ES HISTORIA PASADA

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La chaqueta colgada en la pared, abandonó su puesto al ser halada por la fuerte mano de guantes cortos, que de un movimiento a otro la llevó a cubrir el cuerpo del ocupante. Haciendo un juego perfecto de traje completo en impecable color negro.

El aparato de comunicación en su oído, fue probado en dos movimientos, para entonces tomar la maleta sobre la cama y al salir de la habitación, cerrarla sin voltear atrás.

El primer día en su nuevo trabajo asignado iniciaba. Solicitado explícitamente por sus características de impecabilidad por parte de la familia Yuuki.

Pertenecía a la agencia japonesa más grande y reconocida de guardaespaldas, por lo que estaba en su misión, representar con la mayor honorabilidad a la institución. Su entrenamiento riguroso lo respaldaba, dándole la experticia en artes marciales, manejo de armas, de conflictos, bombas y, sobre todo, en la seguridad de las personas a las que era asignado para custodiar.

Sin embargo... seguiría preguntándose de ahí en más sí realmente iba a poder con aquel reto...

Trabajar para ella...

La sonrisa angelical con la que fue recibido por parte de la señorita a la que fue asignado custodiar, le resultaba estresante. Aunque se volvía difícil adivinar sus expresiones bajo aquellas gafas oscuras que siempre vestía como parte de su uniforme.

—¿Y entonces... tienes nombre?... —su comportamiento era completamente distante de su maravilloso rostro. Ese que conocía tan bien... Pero si ella iba a seguir con esa farsa, estaba dispuesto a continuar.

—Kirigaya... —entreabrió los labios, expresando en una palabra todo su ser.

—¿Kirigaya?... ¿Kirigaya qué?...

—Solo con Kirigaya está bien, señorita... —pronunció entre dientes.

—No tienes por qué poner tanto énfasis en él, hija. Ni siquiera notarás que está presente, tú seguirás la vida normal que has llevado hasta ahora. —Le colocó la mano en la cabeza su padre.

—Bueno... —lo miró de reojo y alejándose, emprendió camino escaleras arriba, cuando sintió como la presencia del joven se desplazaba tras de ella. —¿Y tú a dónde crees que vas?

—Es mi deber estar con usted, señorita...

—En primer lugar... acepté que el guardaespaldas estuviera en la casa, no respirando en mi nuca...

Ante el comentario de la joven, suspiró en molestia. —Debe tener algo claro señorita... se ha solicitado un guardaespaldas para cada miembro de la familia, por lo que no podrá no vernos caminando a alguno, por la casa, si usted sale, yo voy con usted y si usted está en casa, yo estoy con usted.

—¿Y si me tiro a la piscina? ¿Se tirará conmigo?...

—Si la señorita se baña en la piscina yo estaré en la zona...

—¿Y si voy al cuarto de baño?

—¿A qué quiere llegar con ello?...

—Que no estoy dispuesta a perder mi intimidad por culpa de un mirón... —abrió la puerta de su habitación y sin intenciones de dejarlo pasar, le enseñó el dedo anular y le cerró la puerta en la cara.

Lo sabía desde un inicio... trabajar para ella, sería una hazaña, que no quería pasar... ya que aparentemente no recordaba nada... tal vez sería mejor así. Se dio la vuelta y se puso en posición de descanso, con los brazos cruzados tras su espalda y las piernas separadas, mirando a los alrededores.

Pasó así la mitad de la tarde, hasta que faltando casi nada para la hora de la cena, la puerta a sus espaldas se abrió.

—¿Va a salir a algún lado, señorita?...

—¿Qué te dije sobre el baño?... —lo miró molesta y emprendió camino. A lo que él, tras tragar saliva, la siguió. —¿Vas a seguirme al baño también?...

—Señorita... el servicio de baños no está por allá...

Su respuesta llamó su atención, al sentirse extraña con aquel tono de voz que parecía conocedor. —Te ubicaste rápido, guardaespaldas...

—Kirigaya —repitió con seriedad su apellido.

—¿Sabes cuánto me importa?...

—¿Podría solo, respetar mi trabajo, y decirme a dónde se dirige?

—A hablar por teléfono en secreto con mi novio. —se colocó un dedo sobre los labios, en señal de que debía permanecer callado.

—¿Novio? —parpadeó sobresaltado, para luego acomodarse la garganta con un carraspeo. —Nadie me informó al respecto.

—Es que nadie lo sabe... y tú no eres quien para contarlo.

—En eso tiene razón...

—Entonces por favor retírese a dormir —le hizo señas de que se alejara, agitando la mano.

—Hasta que la señorita regrese a su habitación...

—¡Bien! —se dio por vencida por su insistencia y regresó, para encerrarse sin siquiera despedirse. —Si esas tenemos... veremos cuánto aguantas... Kirigaya... —mencionó suavemente una vez adentro de su recámara.

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El joven de negro, permaneció un par de horas más a la entrada de la recámara, hasta que no escuchó más movimiento definitivo, tras un suspiro se retiró a descansar. Su recámara estaba al lado de la de la señorita de la casa, por lo que podría actuar rápido si se presentaba cualquier inconveniente.

Cerró los ojos con tranquilidad y el sueño empezó a invadirlo, cuando fue interrumpido de sobremanera al escuchar golpes potentes contra la puerta de su habitación, por lo que se colocó los pantalones lo más rápido que pudo y abrió.

Vestía solo la camisa de centro y los pantalones, dejando apreciar el perlado de sus ojos de acero, lo que la sonrojó. Se trataba de la señorita de la casa, que había aporreado su puerta.

—¡Señorita! ¿Se encuentra bien? —Tomó su arma de fuego, de la mesita y quitándole el seguro, salió de la habitación, observando en todas direcciones.

—¡Baja eso, guardaespaldas!

Al escucharla, volvió a colocarle el seguro y la acomodó en su cinturón tras su espalda.

—¿Qué sucede...?

—Es que... hay... —miró en otra dirección, evidenciando la vergüenza, extraña reacción en ella, por lo que decidió escucharla.

—¿Qué hay?... ¿Alguien intentó entrar?...

—Sí... es eso...

—¡¿Sí?! —volvió a sacar su arma.

—¡Que guardes eso!... la verdad... es que es...

—¿Es?...

—Un... un fantasma... —mencionó lo más dulce que había hablado hasta el momento.

—¿Eh?... —la miró con una sonrisa nerviosa. Debía estar jugando.

—Tienes que venir... por favor... no podré dormir si no estás ahí...

—¿Estar?... ¿A dónde?... —la miró extrañado.

—En mi habitación... conmigo...

La seriedad regresó entonces a su rostro. No caería en el truco más viejo y barato de todos los tiempos. Ser seducido por la señorita de la casa y menos en su primer día de trabajo, para ser encontrado por su padre y echado a patadas de la casa.

—En ese caso... dígale al fantasma que espero pase buenas noches... —cerró la puerta de su recámara, dejándola, sorprendida.

—¡¿Eh?! ¡Abre Kirigaya!

.

Dentro de la recámara, el joven se apoyó contra la puerta recién cerrada y suspiró.

—Perdóname... —ladeó la sonrisa, mientras el recuerdo de una pequeña de largos cabellos de atardecer se abrazaba de un pequeño de cabellos oscuros, en medio de la oscuridad.

Se mantuvo en aquella posición durante unos minutos, escuchándola aporrear la puerta, hasta que se tranquilizó. Estaba por retirarse de nuevo hacia la cama, cuando alcanzó a escuchar un leve sollozo. Gemido de soledad e impotencia, que lo obligó a abrir, preocupado. Encontrándola acurrucada frente a su puerta, por lo que rápidamente se agachó frente a ella.

—¡Señorita!

—Te pedí que abrieras...

—Perdóneme... no pensé que...

—Se supone que eres mi guardaespaldas... —se limpió las lágrimas. Lo había dicho, de manera casi imperceptible pero entendible al razonamiento del joven. —Aparentemente se sentía sola... y al saber que él había llegado para cuidarla, su presencia le brindaba tranquilidad...

—Sí señorita... discúlpeme... —Sabía a la perfección que no podía cruzar la línea de involucramiento con sus clientes protegidos... pero verla en aquella pose tan indefensa, lo obligó a colocarle la mano sobre la cabeza.

—¿Vendrás conmigo?... —levantó la mirada hacia él, esperanzada.

—Es que... no es correcto que yo duerma en la misma habitación que usted, señorita...

—¿Y quién habló de dormir? —preguntó cual se extrañara de que no hubiera entendido su petición.

—¿Eh?...

—Tú no vas a dormir, vas a estar ahí parado velando mi sueño, guardaespaldas. —Lo tomó de la mano y lo haló hasta su habitación, abriendo la puerta y señalándole un punto en el que debía situarse.

—¿Quiere decir que tengo que estar aquí parado toda la noche? —abrió la boca, incrédulo.

—No seas exagerado... es media noche... solo son seis horas... —le sonrió, sabiendo que lo que pedía era una locura, pero recibió la seriedad de la mirada de perla.

—Si es lo que la señorita desea para sentirse segura... —respondió, sonrojándola, de pensar que su plan de molestarlo no había surtido efecto y caminando hasta su cama, se metió y tapó por completo, ¿Cómo iba a dormir ahora?... ¿En verdad se iba a quedar parado ahí toda la noche? ¡¿Qué clase de persona era?!

De vez en cuando asomaba la mirada bajo las frondosas sábanas, encontrándolo parado en medio de la oscuridad, en el mismo punto donde lo había dejado.

—Estoy velando... la señorita puede dormir con tranquilidad... —escuchó y se sintió descubierta, por lo que volvió a cobijarse.

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No había logrado dormir nada... y al día siguiente tenía escuela. Se levantó desaliñada y cansada, pasando al lado del joven, que con bolsas bajo los ojos, la miró, para entonces ser empujado por ella.

—¡Ya vete, guardaespaldas!

Su exagerada reacción, le sacó una sonrisa al de cabellos negros, pero trató de conservar la compostura. Y volvió a su seriedad. —Debe estar lista en 30 minutos. La llevaré a la escuela.

—No voy a ir...

—Pero señorita... si estuve toda la noche velando su sueño, me imagino que habrá descansado muy bien y ahora está fresca, debe aprovechar toda esa energía. Así que 30 minutos.

—Da gracias que las miradas no matan... —pasó a su lado, dedicándole la peor de las miradas asesinas.

—Doy las gracias. —Respondió siguiendo el juego. Una vez más había abandonado su papel distante, por lo que suspiró. Sería mucho más difícil de lo que imaginó. Tratar con ella era imposible.

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—¿Estás seguro que sabes manejar?... —se cruzó de brazos parada al lado del automóvil. —¿Para eso tengo chofer, sabes?

—Sí, lo sé... pero Ryoutaro me pidió de favor que lo cubriera hoy. Porque su madre va al aeropuerto y debe llevarla y esperarla todo el día. Parece que la señora estará de vuelta esta misma noche. —Mencionó, con su acostumbrada frialdad, vestido con aquel traje negro impecable y las gafas oscuras ocultando su divina mirada.

Caminó hasta quedar parado a su lado y le abrió la puerta del vehículo, a lo que ella le tendió la mano, indicándole que debía sujetarla para apoyarse y subir, lo que lo extraño, pero la sostuvo aún así, a lo que ella rápidamente la retiró.

—¡Era broma! —se subió y por si misma cerró la puerta. Dejándolo suspirando molesto una vez más, tras el vidrio polarizado.

Una vez se montó en el auto, arrancó con naturalidad y maestría, salió del parqueo con delicadeza y haciéndole un gesto de agradecimiento al portero, finalmente se encontraron en carretera. Despejada y abierta para ellos, que vivían en la lejanía de las salidas de la ciudad.

—Tal parece que si puedes mover este juguetito... —se asomó entre los asientos.

—Señorita estese sentada y quieta...

—¿Por qué?... ¿Te da miedo?

—Señorita por favor...

—Hmm... qué aburrido... —volvió a sentarse y miró por la ventana. Para pasar algunos minutos en silencio. Hasta que sus labios se movieron dándose fuerza.

—...Gracias

—¿Mm?... —levantó la mirada hacia el retrovisor, encontrándola en aquel estado apacible y tierno a sus ojos. —¿Qué dijo Señorita?...

—Nada... —arrepentida, suspiró, pero no intentó entablar más conversación. Después de todo, no podía apreciar sus reacciones a través de aquellas gafas oscuras que lo distanciaban de ella.

—¿Tienes problemas con el sol?... —cambió de tema, interesada.

—No... —respondió simplemente, a lo que ella lo miró, sin notar que él también lo hacía por medio del espejo.

Se mantuvieron así otro poco más, hasta llegar a las instalaciones del instituto, representante de sus 17 años de existencia y aquel uniforme que desearía dejar de usar pronto.

—¿Desea que entre lo la dejo en la entrada? —volteó hacia ella, encontrándola observándolo, por lo que la aludida, se sonrojó.

—¡Aquí! —gritó sin controlar sus emociones, por lo que entonces bajó la mirada, poniendo la mano en la manecilla para empujar y abrir la puerta. —¿Sabes?... solo quería agradecerte por haberte quedado ayer... —mencionó, sorprendiéndolo y sin dejarle espacio de responder, se bajó y cerró la puerta, alejándose del auto.

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Tenía la esperanza de que tal vez... solo tal vez... tras ese pequeño acercamiento, empezara a comportarse como la señorita que era... Pero todo parecía haber sido solo un sueño. Su actitud despreciable continuó causándole problemas por algunos meses más.

Se empecinó en ayudarlo a planchar sus camisas y terminó con pedazos de tela sin mangas.

Deseaba dibujarlo en su lienzo como parte de su tarea de artística y lo tenía horas sentado en una banca, para decirle luego que había estado dibujando primero el fondo.

Lo obligaba a bañar a su perro, para terminar empapándolo con la manguera.

Una travesura tras otra, que parecía desear no acabara nunca. Cual su compañía le pareciera de lo más divertida y por ende trataba de realizar cada vez alguna cosa más elaborada que la anterior, sin pensar que en realidad, él podría llegar a cansarse, sin su compañía se sentiría realmente triste.

Como ese día...

Alrededor de medio año había pasado desde que él empezó a cuidarla, pero ese día, como una vez al mes, tenía su día de descanso. Desde la ventana de su habitación, lo vio salir, vistiendo extrañamente casual, acostumbrada a verlo con aquel hermoso traje. Verlo con pantalones de mezclilla y chaqueta de cuero, le parecía irreal. Montado en la motocicleta de la que meses atrás se había enterado sabía conducir.

Después de todo, esa noche, era su gran día y aunque se sentiría extraña saliendo sin él. Estaba segura que no correría peligro alguno en su fiesta de graduación, por lo que no puso objeción a dejarlo ir.

.

El medio año se había pasado volando y con él venía la clausura del fin de mi curso, el último año de preparatoria, para el año entrante presentarme por fin a la universidad. El baile sería en un par de horas y yo me encontraba sentada en los columpios del parque del redondel cercano a mi casa. Miraba mis zapatos mientras me balanceaba.

—¿Señorita? –escuché, pero no logré distinguir la dirección de la que venía la voz, pero estaba segura que era la voz de Kirigaya, por lo que seguí buscando, hasta localizar la motocicleta a unos cuantos metros, en la que se transportaba aún con el casco puesto, por lo que me levanté y corrí unos pocos pasos hasta llegar a él.

—Hola.

—¿Qué hace ahí?... –me miró perturbado, como si le molestara que estuviera sentada, a sabiendas lo que me esperaba en la noche. —¿No me dijo que hoy era su clausura? –se quitó el casco, dejando su cabello despeinarse con el viento.

—Sí... lo que sucede es que... —me sentía tan tonta al tener que explicarle eso que... no sabía por dónde empezar.

—¿Pasó algo?... –me preguntó delicado, ¿cómo no iba a pasar algo si me miraba y hablaba así?...

—Es que... no te preocupes es ridículo –le respondí evadiendo. Y me sorprendió al tomarme del brazo, no sé qué reacción habrá tenido mi rostro que me soltó al instante.

—Sabe que puede contar conmigo...

—Pero... no creo que en esto puedas ayudarme... —era la verdad... hasta él tenía sus limitantes.

—Sino me explica no sabremos si es verdad —me contradijo educadamente.

—Bueno... este baile no es como cualquier otro...

—¿Y qué tiene de especial?

—Es un baile donde las chicas invitan...

—Ahhhh... —pareció comprender y seguir dispuesto a escuchar mi explicación, pero al ver que no seguí se sorprendió. —¡¿No me diga que no invitó a nadie?!

Mi rostro lo decía todo, completamente apenada al admitir mi gran error. Pero él no hizo más que echarse a reír a carcajadas, como pocas veces lo había visto, se veía hermoso. —No es la gran cosa...

—Eso lo dices tú que no tienes que ir a ese tonto baile... —bajé la mirada ya sin saber qué decir.

—Pues sí... tengo que ir... —me dijo despacio, como si quisiera que leyera entre líneas sus palabras.

—¿Ah?

—Creo que es claro que mi deber es acompañar a la señorita a todas partes —mencionó aún con la sonrisa surcándole los labios.

—¡¿Qué?! –sentí como todos los colores subieron a mi cabeza, no se me había pasado por la mente en ningún momento, que él... él... ¿Estaba hablando en serio?

—¿O... cree que estoy muy viejo para ir a eso? –me miró preocupado, entonces fui yo la que reí.

—Para nada... —le sonreí autentica. Como de un momento a otro una palabra suya me hizo pasar de la oscuridad a la luz de su sonrisa.

—Sólo tendré que ir a hablar con su madre al respecto. —Me dijo y con eso mi nube de felicidad se desintegró...

—No... por favor no... —sin tomarle mucha importancia a mis actos me acerqué y lo tomé por las manos en súplica.

Mis palabras abrieron sus ojos sorprendido, como si se hubiera encontrado con un camino en bifurcación y no supiera qué camino tomar.

—Señorita... —bajó la mirada a nuestras manos juntas y tras cerrar los ojos unos momentos, las separó, llevando su mano derecha a mi rostro, para acariciar mi mejilla con su pulgar. —Yo puedo acompañarla porque es una noche inolvidable para usted... a decir verdad las niñas de su edad atesoran todas esas vivencias. Pero debe comprender que... —no pudo terminar su frase, al ver la mirada que puse, sus palabras en serio me molestaron.

—¿Las niñas de mi edad?

—Quiero decir... ¿Va a graduarse de la preparatoria no? –me miró inexplicado y es que tenía toda la razón... pero en ese momento me negaba a aceptar que en realidad existía una diferencia evidente entre los dos, durante estos meses nuestra amistad había crecido sin importar eso ¿Acaso lo hacía por amabilidad? ¿Por qué era su trabajo?, yo... lo creía realmente auténtico. Vamos si él solo tenía 6 años más que yo.

—Perdóname por quitarte tu tiempo –me separé y con eso quitó la mano de mi rostro, entendiendo perfectamente el motivo de mi molestia, pareció irritarse ya que se llevó la mano al lado del cuello y se rascó el borde del cabello con los dos primeros dedos.

—Sí eso es lo que piensa... es mejor –dijo quitándole el seguro a su casco. No podía creer lo que estaba pasando, ¿En serio iba a irse?... No podía... ¡No quería dejarlo ir! Pero qué podía hacer... tuve que amarrar mi propia lengua para no salir con palabras en su persecución. –Nos ahorraremos un problema ambos... —dijo ofreciéndome el otro casco, uno chico que no parecía brindar ninguna protección, un casco bobo.

—¿Por qué me das esto? ¿No ibas a irte?

—No puedo dejarla aquí... vamos la llevaré a su casa, allá usted lo que hagas luego de eso. –Sus palabras parecían hielo cortando mi esperanza.

—No necesito que me lleves... está cerca.

—...Suba –me dijo serio, tanto que no pude refutarlo. Siempre había soñado subirme en su motocicleta y dar una vuelta por ahí junto a él. Sin embargo no fue para nada como lo imaginé, me sentó delante de él, por lo que no pude abrazarlo por la espalda como debe ser, pero en cambio... pude sentir el calor de su pecho rozándose contra mi espalda... era como querer echarme hacia atrás para sentirlo más... pero no podía hacerlo, definitivamente sería demasiado bochornoso.

Cuando menos me lo esperaba, habíamos llegado.

—No olvide que tiene mi número, llámame si necesita algo, no importa la hora –dijo pausado y pensando bien las palabras. ¿Qué estaba pensando que pasaría?

—Gracias –le dije con una mueca de sonrisa, le devolví el casco y bajando la lente del suyo, me miró con aquella mirada indescifrable y se fue.

Me quedé parada un par de minutos, mirando en la dirección en que su motocicleta había desaparecido, esperando a que regresara, pero nunca regresó. Me preguntaba hacia donde se había ido luego de dejarme...

.

Continuará...

Uff... ok esta idea es una mezcla de muchas cosas viejas, nuevas y que están por venir aún xD. Esperemos a ver que sale.

Gracias por animarme a hacerla fic xD y sacarla de ser solo un pequeño drabble perdido para siempre jaja.

Gracias por leer!!

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