Capítulo 9

—Lo voy a preguntar una sola vez y vos como buena mina vas a responder —dijo el hombre y bajó el pedazo de tela atado sobre mi boca—. ¿Dónde está la llave?

—¿Qué te hace pensar que yo la tengo? —dije en respuesta y él sonrió.

—Lo vas a soltar si querés quedarte con tu mano. Vos elegís. Podés darme la llave de buena gana o me tomaré con placer la libertad de buscarla en vos —respondió él y miró sobre su hombro a Jack—. A él no le gustó mucho que te manosee.

Por un momento el viejo miedo casi me ganó de nuevo. Sentí mi sangre congelarse completamente en mis venas y estuve bastante cerca de tener un ataque de pánico. Por supuesto que ellos habrían buscado la llave por su cuenta. Y, sinceramente, no supe si debía estar agradecida o no de haber estado inconsciente. Quería gritar y simplemente alejarme de todo y de todos, porque nadie tenía derecho a tocarme sin mi consentimiento. Recordé todas las viejas pesadillas, todas las veces en las que incluso abrazar a mi propio hermano se había sentido mal, y recordé a ese hombre en París que había grabado este miedo en mí.

Pero ese hombre estaba muerto. Porque Jack lo había matado antes que este me matara a mí, lo había matado antes que pudiera hacer lo que pretendía conmigo. Me aferré fuertemente a ese hecho, tal como Kevin me había enseñado. Pensé en la joven que había sido entonces, inexperta y aterrada, atrapada en una situación similar sin estar preparada, y pensé en la chica que era ahora, aquella que tenía meses de entrenamiento y se había enfrentado a peligros mil veces peores. Ya no era la misma que había sido entonces. Ya no le temía a las armas o no sabía cómo reaccionar frente a un enemigo, ya no era una chica que necesitaba protección o no sabía moverse en este mundo.

Me aferré a ese pensamiento, a todos los días de entrenamiento y todas las misiones cumplidas para el MI6, a cada sujeto que había logrado vencer y noquear sin dificultad. Por favor, había durado unos buenos minutos contra Lionel antes que él me apuñalara. ¡Era considerada una amenaza por quien era posiblemente el criminal más letal y peligroso en todo el mundo! No podía dejar que un criminal de cuarta me intimidara de este modo, y todo por palabras y actos bajos.

—No te metas conmigo —dije y le escupí en el rostro—. Me vuelves a poner una mano encima, o a él, y me aseguraré personalmente que te arrepientas el resto de tu vida.

El hombre limpió su rostro y luego me golpeó sin perder el tiempo. Bien, tal vez me lo tenía merecido. Intenté controlar mi furia ya que de lo contrario todo empeoraría muy rápidamente. Y, personalmente, lo que más me preocupaba aquí era el hecho de estar metida en un helicóptero en vuelo. Mi entrenamiento no había llegado a cubrir qué hacer en caso de una situación similar, posiblemente porque aquella lección solo se debía recibir en caso de cumplir con un entrenamiento de años como un agente normal.

—Las señoritas no deben hablar, ni actuar de ese modo. ¿Dónde están tus modales, inglesa?

—En casa junto con la poca paciencia que tengo para lidiar con imbéciles como tú —dije y él me golpeó de nuevo.

—Te lo voy a preguntar amablemente una vez más. ¿Dónde está la llave?

—Vuelve a golpearme y te demostraré qué tan poco amable puedo llegar a ser.

—Quiero la puta llave.

—Y a mí me gustaría estar en alguna playa paradisíaca pero no todos tenemos lo que queremos. ¿Verdad?

—Me vas a dar ese maletín aunque tenga que cortarte la mano para eso.

—Lo único que me mantiene con vida ahora mismo es que debes estar al tanto de la pequeña carga de nitroglicerina que contiene el maletín de modo que si no es abierto como se debe le puedes decir adiós a su contenido y posiblemente a tus manos también —dije mirándolo seriamente a los ojos—. ¿Crees que soy idiota? Aún si consigues el maletín no sabrás cómo abrirlo. Soy solo una chica, no una tonta que no sospechó de tu contacto en Heathrow quien te pasó toda la información al respecto.

—Dale, agente —dijo el hombre tomando mi rostro con una mano y sacando una navaja—. Si algo sé, es que todos tarde o temprano escupen bajo tortura.

—¿Sabes lo que es tortura? Claramente no eres un adolescente en estos tiempos. No te haces una idea de lo que han sido los últimos seis meses para mí.

—¿En serio? —preguntó él.

—Entonces llegó la tímida Aricia. Venía, señor, huyendo de vuestra cólera, para aceptarle por esposo delante de los dioses. Se acerca, ve la hierba roja y humeante; ve (¡Qué espectáculo para unos ojos amantes!) a Hipólito tendido, sin forma, sin color. Quiere un momento dudar de su desgracia, y sin reconocer al héroe que adora, ve a Hipólito y aún pregunta por él. Por fin, más que segura de que está ante sus ojos, con su triste mirada recrimina a los dioses; y fría, gimiendo, casi desvanecida, a los pies de su amado pierde, al fin, el sentido.

Reí sin poder evitarlo ante la cruel ironía, solo Racine podía resumir en tan pocas líneas y con tanta maestría cómo alguien podía sentirse en una situación así. Solo yo sabía cuán exacta había sido la descripción. El hombre frente a mí no se tomó tan bien mi actuación (a pesar que se trataba de la cruel verdad) y me atacó con su navaja. Retrocedí justo a tiempo para evitar lo peor pero sentí mi rostro arder allí donde la navaja llegó a cortarme. Apreté los dientes por el dolor y contuve una maldición antes de levantar ambos pies y alejarlo de una patada. Sonreí, en momentos como estos no me arrepentía de haber cambiado mis zapatos de tacón por botas.

El hombre cayó hacia atrás y se levantó mirándome con absoluto odio. A sus pies y atada, además de acorralada contra el muro, no veía modo alguno de evitar su furiosa venganza. Si algo había aprendido, lamentablemente, era que a los tipos malos normalmente no les gustaba verse superados por una chica rubia de dieciséis años. De hecho, solía enfurecerlos más y provocarles deseos homicidas en su mayoría, pero no era como si yo simplemente fuera a permitir que me golpearan y trataran de ese modo. Y, vamos, le había respondido con la verdad. Si él se lo había tomado como una burla no era mi culpa, realmente mis últimos meses habían sido como Aricia.

Miré el brillo en la hoja de la navaja y me preparé para lo que seguramente terminaría de mal modo. La intensión en los ojos del hombre era clara y ardía con deseos de lastimarme. Había sido apuñalada. ¿Qué podía ser peor que eso? Tragué sintiendo el miedo rasgar mi corazón, deseando ser sentido en vez de reprimido, porque lo cierto era que, fuera de algunos buenos golpes. nunca había sido torturada. Y, considerando que hacía boxeo habitualmente y tenía mis peleas, los golpes no podían ser considerados como tortura. Pensé en las cicatrices de mi hermano, en el estado en que lo había encontrado luego de haber sido torturado en París. En esta vida había muchas líneas que cruzar, algunas peores que otras, y temí encontrarme frente a una de las peores. La primera tortura debía de ser la peor.

Contuve la respiración, intentando no pensar en el Joker y cómo disfrutaba de torturar a la gente con su navaja para copiar sus cicatrices. Le grité a la chica que en realidad era que si no podía ser fuerte, al menos lo pretendiera. El hombre avanzó un paso hacia mí y entonces cayó sorpresivamente hacia atrás. Antes que pudiera comprender lo que acababa de suceder Jack lo pateó fuertemente en su cabeza y la navaja voló lejos. El segundo hombre reaccionó rápido al sacar su arma y quitarle el seguro al apuntarle a Jack. Él retrocedió y levantó sus manos atadas en señal que no era una amenaza pero de todos modos le echó una mirada letal al hombre en el suelo.

—Te dije que no la tocaras —murmuró Jack.

Lo miré sin terminar de creerlo, pero él rehusó mi mirada. ¿Por qué? Se suponía que me odiaba, estaba completamente convencido que era yo quien había clavado el puñal en su espalda al venderlo a Lionel. ¿Entonces por qué hacerlo? Por aquel fugaz instante fue ese chico que siempre había estado allí para protegerme cuando lo necesitaba, aun cuando lo había alejado, aun cuando aquello casi le costó su propia vida; aquel joven que me había hecho la promesa de siempre estar allí para cumplir con una misión que había tomado de un modo personal.

—¿Qué? ¿Querés ser el primero? —preguntó el hombre recuperando su cuchillo y acercándose a Jack.

—Adelante. Vengo de superar un maldito tiro a la cabeza. ¿Crees que le tendré miedo a un jodido cubierto de mesa? Vamos, boyscout.

—Sos un preso. Tendrías que estar agradecido con nosotros por esto, deberías estar de nuestro lado.

Bien, entonces el contacto en Londres les había vendido más información de la debida. Por un segundo la mirada de Jack se encontró con la mía y hubo una inteligente pregunta en sus ojos. Asentí de un modo apenas perceptible, sintiendo mi cuerpo tensarse por la expectativa y mis pensamientos acelerarse. Él estaba despierto y definitivamente había recibido un entrenamiento completo además que había estado en campos de peor tipo y no era su primera vez aquí. No había sido uno de los mejores agentes que había tenido el MI6 por nada.

—¿Crees que soy suicida? ¿Tienes idea de con quién estás tratando? —dijo Jack—. Ella se liberará en cualquier segundo, y yo no estaré del lado equivocado.

—¿Liberarse? ¿Qué tanto te sedó, Milena? —preguntó el hombre sonriendo con burla—. Esta mina no tiene forma de liberarse.

—De hecho, sí —respondí tranquilamente, la confirmación que Jack necesitaba.

—De allí en adelante las cosas se pondrán bastante feas para ti, sobre todo porque no creo que le haya gustado lo que le hiciste —continuó Jack.

—¿Le estás apostando a una pendeja de quince años?

—¡Tengo casi diecisiete! —grité.

Sí, definitivamente lo golpearía. ¿Tan inofensiva lucía? Doblé mis piernas, acercando mis botas al alcance de mis manos. Atada o no, todavía podía moverme. Me mantuve atenta al hombre con el arma aunque este había bajado la guardia al no ver el peligro. Sería cuestión de un rápido movimiento. Y Jack lo sabía del mismo modo que yo.

—Sabes, hay un dicho en Londres para referirse a mujeres como ella. Dicen, tan hermosa como letal. Lo cual te deja con la chica más letal del mundo, atrapada en un reducido espacio, y furiosa contigo. No sé a ti, pero a mí no me parece una buena apuesta.

—¿En serio? Porque a mí no me parece tan peligrosa.

—Estás siendo un idiota si la estás subestimando.

—¿Por qué lo decís? —preguntó el hombre y se agachó frente a Jack—. ¿Esta nena fue quien te atrapó? Patético. No tenemos ningún negocio con vos, te dejaremos libre si ayudás. Estoy dándote una muestra de nuestra hospitalidad y amabilidad hacia los de nuestro tipo.

—No soy un criminal —dijo Jack lentamente.

—¿No? ¿Entonces por qué ella te tiene como preso? ¿Crees que no lo sabemos? Nos dijeron que estarías de nuestro lado.

—Pues te informaron mal. Estoy del lado de ella.

—¿Qué pasa entre ustedes? ¿Una agente amenazándome si le hago algo a su mascota y viceversa?

—De hecho, agente especial —corregí.

—¿Y cuál es la puta diferencia?

—Significa que ni el MI6 puede controlarla, pero es tan buena en lo que hace que hasta los hombres de traje aceptaron ceder ante sus reglas solo para tenerla de su lado —respondió Jack—. Y tiene inmunidad para todo. En otras palabras, espero que nunca empiece a romper los convenios de Ginebra.

—No creo que eso pase —dije.

—Me golpeaste durante el interrogatorio.

—Te lo tenías merecido.

—¿Por decir verdades? —preguntó él y me encogí de hombros.

—Llevaba meses deseando golpearte. ¿Cuántas veces puedo tenerte atado a una silla y con la oportunidad de hacerlo sin que me bloquees? Tenía que aprovechar el momento —dije tranquilamente.

—¿Ustedes dos son pareja o algo? —preguntó el hombre.

—Es complicado —respondimos ambos a la vez.

—Lo capto —dijo el hombre y sonrió con cruel burla—. ¿Una agente y un criminal? Y yo creía que los ingleses serían aburridos... ¿Me vas a das la llave si amenazo con hacerle daño a él?

—¿Qué te hace pensar que yo tengo la llave? Soy solo un peón.

—Entonces abrime el maletín.

—Me matarás de todos modos, no importa lo que haga.

—¿Y qué onda con él? Si es un criminal tan peligroso como dicen entonces podrá abrir el maletín, más si te conoce como al parecer hace.

—No soy un maldito criminal —insistió Jack.

—Abre el maletín y te dejo a la mina. Es un trato justo. ¿Te parece?

—¿O qué? —preguntó Jack.

—O de lo contrario vas a estar en primera fila para que veas todo lo que le voy a hacer, empezando por su linda cara.

Deslicé lentamente una mano dentro de mi bota y sentí el mango de mi cuchillo. La conversación estaba sirviendo lo suficiente como para tener a los dos hombres distraídos por lo que ninguno me prestó atención. Saqué el cuchillo con cuidado, ocultándolo entre las ataduras de mis pies y cortando las cuerdas. Internamente volví a agradecerle a mi abuela por el regalo de Navidad, cuando otras chicas recibían ropa o joyas de familia, yo recibía de su parte un cuchillo tan afilado como para cortar un cabello a la mitad, pero eso venía con ser parte de una familia de espías. Jack observó aquel gesto de mi parte y sonrió, mostró aquella sonrisa como si supiera que tenía el juego ganado, tan característica para mí de su parte y a la vez tan cruelmente parecida a la sonrisa de Lionel. Pero, mientras que en el rostro de Lionel tan solo provocaba terror, en el rostro de Jack era una muestra de esperanza, una promesa que existía la posibilidad de salir bien de esta.

—¿Sabes qué sucede, idiota? Antes de amenazar a alguien tienes que saber en primer lugar a quién estás amenazando, aún más si se trata de un prisionero de otro, porque nunca sabes con quién puedes estar tratando en realidad.

—Entonces haceme el favor de decirlo. ¿Con quién tengo el honor de estar tratando?

—Con un ex-agente acusado erróneamente de ser un doble-agente y por eso me encuentro en esta situación. Y esa chica a la que estás amenazando, hice la promesa que volvería a Londres sin un rasguño.

—Tranquilo, no son rasguños lo que voy a hacerle. Pero te voy a dar su cuerpo cuando termine si eso querés —dijo el hombre y Jack lo miró con odio.

—¡Te dije que no la tocaras!

Él saltó sobre el hombre y tuvo en segundos sus brazos alrededor de su cuello, las ataduras de sus manos cortando la respiración del otro. El segundo criminal reaccionó apuntándole con su arma pero Jack fue rápido en ocultarse detrás del otro mientras lo ahorcaba. No perdí tiempo en cortar con el cuchillo las cuerdas en mis muñecas y me puse en pie de un salto, completamente libre. El sujeto no tuvo ni tiempo de gritar antes que pateara el arma lejos de su mano. Mi sangre ardía por la adrenalina, mis músculos dolían por la expectación. Nuestras miradas se encontraron mientras intentaba controlar mi respiración y luego miramos la pistola no muy lejos.

El hombre se lanzó directo por el arma para recuperarla y yo fui tras él. De un certero golpe en el interior de su rodilla logré tumbarlo en el suelo antes que alcanzara la pistola y estuve sobre su espalda. Su codo se hundió dolorosamente en mis costillas en un intento por liberarse y contuve un gemido antes de golpear con fuerza su cabeza contra el suelo. Algo crujió y pronto hubo sangre, supuse que ahí iba su nariz. El hombre gritó y se giró, pateándome fuertemente fuera. El golpe contra el suelo no se sintió nada bien y él estuvo en un segundo sobre mí, pisando fuertemente mi brazo para inmovilizarme y tirando del maletín. Sentí la piel rasgarse junto con la sangre comenzar a fluir y mi muñeca gritó de dolor mientras el sujeto tiraba de las esposas en un intento por liberar el maletín.

No lo pensé al momento de empuñar el cuchillo y clavarlo en su pierna. El hombre gritó y soltó mi brazo, pero tiró del maletín con más fuerza en su retirada, arrancándome un grito de dolor y llevándome consigo. Estuvo contra un muro y aprovechó el agarre del maletín para torcer mi brazo en un ángulo doloroso, la cadena de las esposas alrededor de mi cuello. Apreté los dientes, conteniendo las lágrimas de dolor por mi torturada muñeca y luchando por respirar. Mi cuchillo voló lejos cuando él me empujó contra el muro y me sostuvo allí. Tanteó con su mano libre hasta dar con con la manija de la puerta y entonces la abrió. El viento me golpeó de pleno en el rostro y agitó violentamente mi cabello. El frío me heló por completo. Me resistí cuando el hombre intentó empujarme en dirección a la puerta abierta. Sí, estaba bastante segura que si me tiraba fuera posiblemente mi muñeca terminaría por romperse y él se quedaría con el maletín.

Pisé su pie y luego pateé su rodilla para restarle fuerza a su agarre. Giré en un intento por liberarme, golpeándolo en medio del pecho con mi codo. El hombre me devolvió el golpe y levanté mi brazo para bloquearlo. Lo pateé lejos. Él trastabilló hacia atrás, perdiendo el equilibrio al pisar por accidente el arma que había causado todo esto en primer lugar. Se aferró a mi brazo en un intento por no caer pero su peso me superó y simplemente me tiró en su dirección. Él cayó por la puerta abierta y yo grité sin poder evitarlo al ser arrastrada también. Creí escuchar a Jack gritar por mí pero no estaba segura de ser así, tal vez fuera solo mi desesperado pánico.

El maletín se enganchó con la pata del helicóptero, quedando atrapado allí y dándome el segundo que necesité para salvarme. Mi muñeca finalmente crujió y una oleada de intenso dolor me atravesó, pero me obligué a ignorarlo y pensar. Tan rápido como pude me sostuve de las patas, sintiendo mi cuerpo temblar por el miedo. La tela de mi chaqueta se rasgó allí donde el hombre sujetaba y este simplemente cayó al vacío. Escuché su grito perderse en la lejanía mientras luchaba por sostenerme. Cerré fuertemente los ojos, sintiendo las lágrimas, fuera por dolor o por miedo, no tenía modo de saberlo y ya no importaba a esta altura.

El viento era frío y cruel contra mi cuerpo, queriendo llevarme consigo. Intenté no pensar en la altura a la que estaba del suelo, mucho menos mirar abajo. Era definitivo, si salía de esta con vida tendría un miedo de por vida a las alturas. Y no podía sentir nada más que el horrible pavor. ¡Estaba colgando a cientos de metros del suelo en medio de la nada! Me obligué a abrir los ojos, a ser fuerte, porque solo yo podía sacarme de aquella situación. Intenté tirar de mí hacia arriba pero apenas pude contener el grito de dolor por mi muñeca malherida. Lo intenté otra vez sin mucho éxito. Estaba aterrada. No existía peor enemigo que el miedo, era un límite auto-impuesto que podía costarnos todo.

Respiré profundamente en un intento por calmarme y conté hasta tres antes de empujar todos mis sentimientos al rincón más apartado y oscuro de mi mente. Solo un intento más, podía hacerlo. Yo era Emma Bright, había hecho un montón de ejercicios similares durante mi entrenamiento con el MI6, me había preparado para cualquier cosa y cualquier situación solo para ser capaz de enfrentar a Lionel y no caer sin dar pelea. No moriría por una estúpida caída. No lo haría cuando todavía podía hacer algo antes que Lionel me matara con la misma arma con que había matado a papá. Le había dicho a Ethan que volvería a salvo, no podía fallar ahora, no por mi propio error.

Tiré de mí hacia arriba con todas mis fuerzas, lo suficiente como para balancear una pierna y pasarla del otro lado del caño que constituía una de las patas del helicóptero. Envolví mis brazos y piernas alrededor, me aferré a la cosa como un lindo koala. Cerré los ojos y luché por tranquilizarme. Maurice me reviviría para matarme nuevamente si se quedaba sin una Aricia para la obra, y tenía que saber cómo le había ido a Andy con la chica del servicio de catering, y tenía que dar los exámenes finales en el instituto todavía. No moriría, no ahora, no cuando técnicamente aún me quedaban unas semanas más y tenía mucho que hacer en ellas.

Sentí una mano en mi hombro y grité sin poder evitarlo, esperando ser lanzada fuera y caer. Al menos no sería doloroso. ¿Verdad? Según todos los libros que había leído sobre la mente humana, mi cerebro simplemente se desconectaría antes de golpear tierra de modo que no sentiría nada en realidad. Supuestamente. De todos modos, moriría.

Jack tiró de mí hacia arriba y de regreso al interior del helicóptero. Lo miré sin terminar de creerlo y mi respiración falló al darme cuenta del modo en que me estaba mirando. Como si le continuara importando al igual que antes, como si realmente hubiera temido haberme perdido, como si fuera lo único que tenía en este mundo. Fui consciente de todo. De sus manos aferrándose fuertemente a mis brazos, de su cercanía. Lucía igual de agitado y aterrado que yo. Por ese pequeño momento fue como si los últimos meses jamás hubieran existido, y creí que sería capaz de simplemente saltar sobre él y abrazarlo para asegurarme que era real y que yo estaba viva.

Vi por el rabillo del ojo al otro hombre que quedaba ponerse de pie y ambos reaccionamos al instante. Rodé lejos de la puerta abierta y pateé al hombre en las piernas, logrando tumbarlo de nuevo. Jack cogió el arma del suelo y rápidamente se puso de pie, apuntándole al hombre y logrando que este desistiera de cualquier intento de ataque. Ambos nos miramos igual de sorprendidos por la sincronización con la que habíamos actuado. Quizás, a pesar de todo, hacíamos un buen equipo juntos. El hombre se levantó en un último intento y se aferró con ambas manos al maletín. Grité cuando las esposas finalmente cedieron y mi mano quedó libre. Corté su brazo con el cuchillo y el maletín cayó al suelo, justo entre nosotros. Jack lo golpeó fuertemente en la cabeza y puso el cañón de la pistola contra su sien.

Casi al instante escuchamos el sonido de un seguro ser removido y ambos miramos al copiloto. Por supuesto, había alguien más armado y libre. Me quedé quieta al darme cuenta que yo era el blanco. ¿Por qué siempre había que apuntarle a la chica? Bien, tal vez el hecho que estuviera totalmente expuesta tuviera algo que ver... Yo también me hubiera apuntado en su lugar.

—Largalo ya o la fusilo —dijo el copiloto.

—¿Sabes que ella es la única que sabe cómo abrir el maletín, verdad? —dijo Jack.

—Dije fusilar, no matar. Nosotros tenemos mandamos acá.

Sabía, tan bien como Jack, que nuestra única oportunidad de escapar era mientras no estuviéramos en territorio enemigo. Y lo cierto era que debíamos volver a nuestra misión cuanto antes, el MI6 nos había presionado con el tiempo y teníamos la obligación de cumplir lo antes posible. Con un negocio desconocido pero potencialmente peligroso llevándose a cabo junto a los últimos preparativos para que Londres fuera sede mundial de los Juegos Olímpicos, teníamos que actuar rápido y bien.

—¿Bright, confías en mí? —preguntó Jack.

—Creo que esta situación no deja mucha opción de respuesta —respondí.

—Supongo que eso tendrá que bastar. Agárrate de algo.

No tuve siquiera tiempo de comprender lo que tenía en mente cuando le disparó en la cabeza al piloto. Su cuerpo cayó sobre el manubrio y el helicóptero se descontroló completamente, el vuelo perdiendo su estabilidad. Caí al suelo al igual que cualquiera de pie por el brusco movimiento y grité un insulto en francés contra Jack. El copiloto enseguida se olvidó del asunto del arma y se lanzó hacia adelante en un desesperado intento por recobrar el control, pero con el cuerpo de su compañero de por medio aquello resultaba bastante difícil. El helicóptero se inclinó a un lado, haciéndonos rodar hasta terminar contra el muro. Rápidamente comenzó a perder altura, su estable trayectoria convirtiéndose en algo brusco y desenfrenado. Había luces parpadeando y botones emitiendo sonidos de alerta. Esto iba en picada a tierra y muy rápido.

Me sostuve de lo primero que encontré, luchando contra el impulso de gritar o ahorcar con mis propias manos a Jack por esto. El maletín se deslizó delante de mis propios ojos por el suelo y mi mirada se encontró con la del hombre que ahora había quedado libre en el violento acto. Él había cogido un paracaídas en una inteligente acción (increíble) y parecía tan sorprendido y aterrado como yo. Vi la intención en sus ojos y no lo pensé mucho, o tal vez sí, al momento de patear el maletín en dirección a la puerta abierta. Este se perdió fuera y el hombre no perdió tiempo en saltar tras este.

Jack me miró sin terminar de creerlo. Bien, allí iba la cosa que había provocado todo esto en primer lugar. Mi mochila se deslizó delante de mí y la cogí. Era bueno saber que había estado todo este tiempo aquí, y a juzgar por su peso nada faltaba. Guardé el cuchillo de nuevo en mi bota y me puse de pie con dificultad. El helicóptero se inclinó hacia el otro lado y me aferré fuertemente a mi agarradera para no volver a caer. Jack estuvo a mi lado, luchando también por permanecer de pie mientras el helicóptero caía más y más rápido y el copiloto luchaba en vano por recuperar el control

—¿Acaso estás loca? —exclamó él—. ¡Acabas de tirar el paquete por la borda!

—Disculpa. ¿Lo dice el chico que mató al piloto en pleno vuelo? —respondí.

Sus ojos destellaron con furia y frustración pero lo ignoré, no era el mejor momento para justificar mis acciones. Busqué con la mirada por otro paracaídas pero por supuesto, el helicóptero no cumplía con las reglas de seguridad debidas y no había ningún otro. ¿Por qué los criminales no se preocupaban por algo así? Posiblemente porque este aparato había sido secuestrado al igual que nosotros, y porque ellos no creyeron que necesitarían contar con más de un paracaídas. Jack soltó una maldición al constatar lo mismo que yo y cogió mi mano.

Ambos nos acercamos a la puerta abierta y miramos fuera. Un nudo se formó en mi garganta mientras el viento nos azotaba. Sí, definitivamente había adquirido un miedo a las alturas tras mi reciente experiencia cercana a la muerte. Me mantuve bajo control, ya que en una situación así eso era lo único que podía sacarme con vida, aunque lo único que quería hacer era entrar libremente en pánico y quizás matar al chico que tenía la misión de vigilar y llevar de regreso a Londres. El suelo se acercaba demasiado rápido, nada más que seca y sólida roca amarillenta. ¿Dónde estábamos? El copiloto no estaba teniendo ningún progreso en su intento por recobrar el control y me pregunté hasta qué punto él sabría manejar un helicóptero.

—¿Ya has saltado antes de un vehículo en movimiento? —preguntó Jack y lo miré completamente pálida al comprender lo que pretendía.

—¿El techo de un bus cuenta?

—Imagina que es lo mismo. Cuando estemos lo suficientemente cerca del suelo tienes que saltar. Esta cosa va a estrellarse y no hay otro modo de salvarse. Tan pronto como estés en tierra te pones de pie y corres tan rápido como puedas lo más lejos posible.

—Si sobrevivimos a esto, te mataré.

—Si yo no te mato primero. ¿Te encuentras en una situación así y lo mejor que se te ocurre es comenzar a recitarle teatro a tu secuestrador? No me sorprendería si sobreviviste hasta el momento porque todos te liberaron al no soportarlo.

—Por supuesto, llevar la situación a este extremo forma parte del entrenamiento estándar. Tonta de mí, debí haberme saltado esa clase o no haber prestado atención.

—¿Cómo demonios sigues viva?

—¿Cómo tú sigues vivo? —grité—. Si todos tus años como espía fueron de este modo, me cuesta imaginarlo.

—Bright, te juro, que si salimos de esta, yo mismo te entregaré a los hombres de traje como la responsable por arruinar todo y deshacerte del maletín.

—Sé lo que hago, aunque no puedo decir lo mismo de ti.

—Créeme, sé perfectamente lo que hago.

—¿Algunas últimas palabras? —pregunté al ver el suelo peligrosamente cerca.

—Si vuelves a recitar teatro...

—Jack, si morimos por esto, te torturaré eternamente con el teatro en el infierno.

Casi sonreí ante su familiar aversión, tal vez una parte de mí había extrañado aquello. Calculé los metros de aquí al suelo y conté en silencio, sintiendo mi corazón latir con fuerza y mi respiración acelerarse al saber que el momento estaba cerca. Esto era un suicidio prácticamente. Veinte, diez, cinco... Jack me dio un pequeño apretón como señal y entonces saltó, y yo lo seguí.

Por una fracción de segundo no sentí nada, entonces mi cuerpo golpeó el duro suelo. Rodeé tal como había aprendido en los entrenamiento y había hecho miles de veces para amortiguar el golpe. Fue más duro que cualquier otro, más violento y peligroso también, pero de algún modo no me rompí nada lo cual era mucho más de lo que había esperado considerando que siquiera había pensado que sobreviviría. Tosí por la nube de tierra que se levantó y sentí el dolor apuñalar mi muñeca. Mi pantalón estaba rasgado, mis piernas llenas de cortes y raspones por la caída, y la tierra adhiriéndose no estaba ayudando para nada.

Me puse de pie tan rápido como Jack y ambos corrimos en dirección opuesta al helicóptero que se estrellaba. Mi cuerpo protestaba pero me forcé a no vacilar. Así era esta vida, aun en las peores condiciones uno no podía darse el lujo de detenerse a tomar un respiro. Estaba viva. eso era más de lo que podría haber esperado. Estaba tan agradecida que mi cuerpo no tenía derecho alguno a quejarse por su estado actual. Así que tan solo corrí, pretendiendo que no había un helicóptero tocando tierra justo detrás de nosotros. El suelo tembló por el impacto y un olor a quemado invadió el aire. Continuamos corriendo, cuanta más distancia lográramos mejor.

Jack cogió mi hombro y me obligó a echarme al suelo al mismo tiempo que él. Cubrí mi cabeza con mis brazos y escuché la fuerte explosión detrás de nosotros. El calor me golpeó junto con la onda expansiva. Escuché el zumbido de piezas volar por el aire. La tierra se levantó, cubriéndonos totalmente y contuve la respiración para no sentirla. Cerré fuertemente los ojos y comencé a recitar las líneas de Aricia mientras me repetía que nada de esto era ni de cerca tan peligroso y mortal como en realidad era. Todo estaba bien, estábamos a salvo y enteros... ¡De todos modos mataría a Jack por esto! Había olvidado cuan peculiares eran sus métodos y posiblemente lo peor fuera que siempre funcionaban.

Esperé unos cuantos segundos hasta que todo fue calma y silencio antes de atreverme a levantar la cabeza. Me puse en pie lentamente, sintiendo mis piernas temblar un poco. Aquello había estado demasiado cerca de mi fin. No podía mentir, era tan solo una chica que había estado colgando de un helicóptero en vuelo y se había aterrado totalmente por consecuencia. Me di vuelta, viendo la columna de humo negro que se elevaba desde el lugar del accidente unos cuantos metros más allá. Esto le daría un ataque a Ethan si él estaba siguiendo el avance de la misión y leía mi reporte al final del día.

—¿Estás loco? —grité mirando a Jack—. ¿En qué estabas pensando?

—¿Y tú al deshacerte del maletín? —exclamó él y bloqueó mi ataque cuando intenté golpearlo—. ¿Tienes idea de lo que me costó conseguir ese medallón en Dubai?

—¡Casi nos matas a todos!

Fingí ir con otro gancho y él cayó completamente en el engaño al bloquearlo, sin prestarle atención a mi pierna enganchándose con la suya. Lo hice caer hacia atrás y estuve sobre él, mis manos alrededor de su cuello. Lo mataría. Lo mataría por cada día que había sufrido al creer que lo había perdido por mi culpa, por cada vez que lo había buscado con esperanza solo para recordarme que ya no estaba, por creer que era yo quien lo había vendido a Lionel y por lo que había hecho allí atrás. ¿Cómo este loco había sido el mejor agente que había tenido el MI6 para estos campos? Y todo el dolor que había reprimido estos meses y había pretendido no tener, volvió. Cada noche a solas y a oscuras luchando por contener el llanto, cada vez que mi corazón me había recordado con agonía lo sucedido, cada sencillo momento que me culpé al respecto, por no haber podido evitarlo, por haber provocado a Lionel hasta ese punto.

Jack sujetó mis brazos para aflojar el agarre y giró, dando vuelta completamente la situación. Me debatí debajo de su peso pero él simplemente me retuvo contra el suelo. Lo maldije internamente y él me sostuvo con más fuerza cuando intenté liberarme. Apreté los dientes, ignorando el dolor en mi muñeca, sosteniéndole la mirada posiblemente con la misma intensa furia que él sentía hacia mí.

—Al final eres igual que todas ellas, que todas las Bright. Nada más que una maldita actriz. ¿Y yo soy el acusado de ser doble-agente? ¿Qué hay de ti? ¡No era muy difícil! ¡Y tú tan solo te deshiciste del objeto que nos trajo aquí en primer lugar! ¿Entonces cuál es el plan, Bright? ¿Hacer aquello y culparme a mí? ¿Matarme y limpiarte las manos en esto? ¿Para quién trabajas realmente? —preguntó Jack y se acercó más a mí—. ¿Tienes idea de lo que han sido estas semanas para mí? Me desperté y no recordaba nada, lo único que sabía era que tenía algo importante que hacer, un lugar en el que estar. No recordaba ni mi propio nombre pero recordaba el tuyo. Y estaba desesperado, porque si algo me había sucedido a mí entonces también podría haberle sucedido a esta chica en la que no podía dejar de pensar, fuera quien fuera. Y luego recordé que mi propio padre me había pegado un maldito tiro en la cabeza y tú eras la única capaz de haberme entregado a él. Y me repetí cada día que no era posible, que tú no podrías haberme hecho eso, me aferré ciegamente a ese sentimiento que no sabía por qué estaba allí. Pero cuanto más pensaba en ello, más sabía que en realidad tú eras la única capaz de haber hecho aquello.

—¡Pues yo no fui, idiota! —dije y tiré de su oreja, consiguiendo aflojar su agarre lo suficiente para darlo vuelta y estar sobre él—. ¡Y no miento al decir lo mucho que sufrí al creerte muerto! La única razón por la que no lloré fue por aferrarme a la promesa que te había hecho, porque la última vez que te vi me pediste que sin importar lo que pasara no me rompiera. Y no tienes idea de lo doloroso que fue para mí pero me obligué a seguir adelante, a pensar y no hacer nada estúpido, porque si ese había sido tu último deseo entonces lo respetaría. ¿Sabes lo que fue para mí esa noche? ¿Tienes idea de cómo se sintió? Tu padre se presentó en mi camerino luego de la obra. Él juró matarme, y me prometió que antes de eso haría mi vida tan miserable como para que fuera yo quien le rogara que le pusiera fin a mi sufrimiento. ¿Quieres saber lo que me dijo exactamente? Porque no me dijo que te había matado. Me dijo que me había dado material para la próxima tragedia que actuase, que el público realmente creería que yo había perdido a la persona que amaba. Me dijo que no me molestara en esperarte porque no vendrías, y que ahora esto era entre él y yo. ¿Quieres saber cuál fue su regalo para felicitarme por mi actuación esa noche? Una caja con tu sangre y el cartucho vacío de la bala que él te había disparado.

—¡Eras la única que podría haberle delatado mi posición! —dijo él y bloqueé su brazo cuando intentó golpearme con su codo.

—¡Imbécil, ya hemos hecho esto antes! ¿Crees que no conozco tus trucos? Si realmente te quisiera muerto, créeme que ya lo estarías.

—Dime. ¿Si no fuiste tú, entonces quién fue?

—¡No lo sé! Pero te puedo asegurar que lo encontraré y lo haré pagar por eso.

—Mientras tanto andas tonteando con el agente de la CIA —dijo Jack y me pateó fuera, rodeé por tierra y lo miré resistiendo el impulso de sacar mi cuchillo—. Cuando no lo haces con Brandon.

—No es mi culpa si tu hermano de pronto se unió a la compañía de teatro, o audiciona para los papeles complementarios a los míos. ¿Crees que disfruto de tener que besarlo? Si no fuera porque es mejor tenerlo como amigo que como enemigo, créeme que ya le hubiera dado un buen golpe o lo hubiera entregado a los hombres de traje.

—¿Entonces qué? ¿Ahora andas trabajando con él? ¿Hiciste un trato a cambio del medallón? —preguntó él y no lo soporté más.

—¿Hablas de esta cosa? —pregunté sacando el medallón de mi bota y Jack me miró sin palabras—. Te pedí que por tan solo una vez confiaras en mí, sé lo que hago.

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