Capítulo 4


Lamentablemente el alcohol no fue una opción, lo quisiera o no yo había firmado un contrato en el que me comprometía con ciertos puntos del protocolo estándar como la abstinencia al momento de estar en deber. Por supuesto que el agente a cargo estuvo más que complacido de usar el argumento de mi contrato en mi contra luego que yo lo hubiera utilizado antes contra él, así que no conseguí nada de alcohol. Tuve que conformarme con una botella de agua que saqué de mi bolso, lo cual no fue demasiado. Estaba cerca de un colapso, pero necesitaba mantenerme entera el tiempo que fuera suficiente. Luego podría ir a descargarme de algún modo, hablar con alguien, asegurarme que mi hermano estuviera bien.

Volví a entrar al cuarto de interrogatorio solo para encontrarme frente a la misma situación una vez más. Mantuve una apariencia serena y recuperé el encendedor de donde lo había dejado caer. El joven levantó la cabeza y volvió a mirarme del mismo modo, sin molestarse en ocultar el desprecio que sentía por mí. Me recordó en cierto modo a esos primeros días, a la primera vez cuando había asegurado que yo sería su condena a muerte y seguramente recibiría una bala por mi causa, solo que ahora aquello realmente había sucedido y me culpaba al respecto. La misma situación, solo que retorcida de un modo mucho más oscuro y cruel, y a eso debía agregarle la vigilancia del MI6.

—No deberías estar usando el uniforme de tu escuela, deberías ser consciente del riesgo que conlleva —dijo él.

—Normalmente no lo hago, solo que esta vez no me dejaron tiempo para cambiarme. No es como si a los hombres de traje realmente les importara mi integridad, lo sabes —respondí sosteniéndole la mirada sin vacilar.

—Cualquier otro podría rastrearte y hacerte pagar por algo.

—Pero tú no eres cualquier otro, y ya sabes a qué escuela asisto.

—No —dijo él y cerró fuertemente sus ojos.— No es de aquí, no totalmente. Es importante, tiene que serlo. ¿Tal vez de elite?

—No lo recuerdas —constaté con preocupación al comprenderlo y él me miró nuevamente.

—Ese pañuelo que llevas puesto. Yo lo compré, yo te lo regalé —dijo él y asentí.— ¿Cuándo? ¿Por qué?

—¿Sabes quién eres? —pregunté intentando que el temor no llegar a mi voz y él volvió a cerrar los ojos en concentración.

—Mi nombre es Jack, pero cuando era agente lo fui bajo una identidad falsa para no estar relacionado con el resto de mi familia. Ellos son criminales. El MI6 supo que mentía respecto a quién era, me culparon de doble-agente por eso. Huí, no quería afrontar lo que aquello conllevaba, hubo muchas razones que me llevaron a tomar aquella decisión. Creyeron que tú estuviste involucrada en aquello, el MI6 tenía que culpar a alguien por lo sucedido conmigo. Tú eras la persona perfecta para culpar. No eres una agente. ¿O sí? No, entonces no lo eras, no querías serlo. Y sin embargo aquí estás. ¿Lo eres ahora?

Me miró con aquella pregunta grabada en sus ojos. No lo sabía, no lo recordaba. Asentí y Jack enseguida desvió la mirada. Había una lejanía en su expresión, una distante tristeza como si fuera consciente que debería saber la respuesta a aquello por sí solo. Y temí en aquel momento por lo que le había sucedido, por las secuelas que aquello podría haber dejado. Yo sabía lo que había visto, sabía que él debería haber muerto cinco meses atrás y eso mismo había creído todo este tiempo al igual que cualquier otro. Sin embargo, aquí estaba frente a mí, y no había modo de negar que se trataba de aquel chico. Y aún así no era el mismo, muy en el fondo temía conocer la respuesta a aquello pero me negaba a aceptarla.

—Hablaré, pero solo te responderé a ti, y solo el MI6 podrá supervisar esto así que si el agente estadounidense sigue aquí quiero que lo saquen. Esas son mis condiciones —concluyó él.

—No estás en una situación como para imponer tus condiciones.

—Puedo callar toda la eternidad si quiero, y tú y todos quienes están escuchando esta conversación lo saben igual de bien. Fui entrenado para hacer aquello. Actuaré en esos términos, pueden tomarlos o pueden dejarlos. ¿Qué hacen?

Tuve la tentación de quitarme el auricular por el revuelo que se había armado en la sala de vigilancia. Los hombres de traje sabían que no tenían mucha opción, los años en los que Jack había sido un agente había sido considerado uno de los mejores entre los suyos. Él era capaz de callar, del mismo modo que lo había hecho hasta ahora, y del mismo modo que solo me había respondido a mí también lo haría luego. El MI6 sabía ahora con quién estaba tratando, Jack lo había dicho. Llevaban casi un año buscándolo al estar acusado de ser un doble-agente por haber trabajado bajo una falsa identidad.

—Están considerando tu oferta —dije.

—No es cierto, la van a aceptar porque no tienen otra opción pero no quieren ceder ante mí por considerarme un criminal. Sé cómo funciona esto, Bright, trabajé para ellos durante años, y tuve tiempo para pensar mi oferta mientras me trasladaban. Los hombres de traje no quieren al agente de la CIA aquí, yo les estoy dando la perfecta excusa para desplazarlo y también les estoy diciendo que responderé a todo.

—Únicamente a mí.

—Solo a ti.

—¿Por qué?

—Están pensando en ponerte a cargo de este departamento cuando cumplas la mayoría de edad. Eres buena en lo que haces, muy buena, ha pasado tiempo desde que tuvieron a alguien como tú. Darte un puesto permanente aquí sería perfecto, trabajarías para ellos y a la vez podrían mantenerte vigilada. Deberían saber que pondrás tus condiciones, por supuesto, pero estarán dispuestos a ceder del mismo modo que cedieron antes contigo. Serías la agente más joven de la historia en haber obtenido un puesto tan alto tan joven, superarías el récord de tu padre. ¿Quieres ese puesto?

—Aceptan tu oferta —dije, aliviada de poder ignorar el asunto anterior.

—Por supuesto que lo hacen. La pregunta es: ¿Aceptas tú?

—No es mi asunto, estoy aquí por trabajo y nada más.

—Tan fría como una agente, aprendiste rápido a imitarlos. Pero eres actriz. ¿Qué tanto es una cubierta entonces?

—¿Por qué mi huella digital estaba cargada también en el escáner del maletín? —pregunté mirándolo seriamente.

—Porque tú eras la única que podría descifrar lo que estaba sucediendo si yo fracasaba sin lograrlo, alguien tenía que seguir con el asunto. Todo lo que necesitabas en caso que fuera necesario estaba allí.

—Tus notas están cifradas.

—Las hubieras descifrado, Bright.

—Emma. Mi nombre es Emma Stonem. No Bright —dije molesta y él frunció el ceño en concentración.

—No es la primera vez que me dices esto. No, no lo es —dijo Jack y sacudió su cabeza—. De todos modos lo hubieras descifrado, todo lo que contiene está allí por alguna razón.

—El libro. Pero no serías tan previsible, no sería fácil de encontrar a simple vista el codificado de tus notas en el libro. No si lo cargabas tú y corrías el riesgo que terminara en manos de otros. El libro es solo una pista, no contiene la verdadera clave.

—Le falta una página —dijo Jack y me congelé—. Creí que tal vez tú sabrías dónde está.

Él me miró, de nuevo con aquella silenciosa súplica como si esperara que le confirmara lo que no sabía, lo que había olvidado. Y era algo doloroso, casi tanto como reparar que yo sabía perfectamente dónde estaba aquella página perdida. Si el libro hubiera estado en mis manos, si hubiera tenido el tiempo de examinarlo seguramente lo hubiera descubierto. Y me sentí una idiota por no haber sospechado antes que él había sido la persona detrás de aquella página arrancada. Poesía francesa, debí de haberlo sabido en el momento. Conocía aquel poema a la perfección, lo había leído una y otra vez cada día por estar pegado el espejo de mi habitación, sin imaginar quién lo había enviado o su verdadero valor entonces.

—Eluard —dije y suspiré intentando controlarme—. Cifraste tus notas en un poema de Eluard. ¿El collar?

—Es la clave. No sé exactamente lo que significa, estaba en eso cuando me atraparon, pero sea lo que sea es la clave de todo esto. Estaba este grupo en Dubai, criminales cuyos nombres conocía, para nada buenos sujetos; y ellos estaban hablando sobre hacer mucho dinero con ese collar. Las cifras que mencionaban eran simplemente ridículas, no vale tanto. Lo robé.

—¿Y qué hacías en Dubai tras esa gente? —pregunté, repitiendo la pregunta que el agente a cargo pretendía que hiciera.

—Él me dio este caso. Tenía que hacer algo, no iba a soportar mucho tiempo más en el limbo. Cumplí con la rehabilitación como era debido.

—¿Qué recuerdas?

—Mi padre me pegó un tiro en la cabeza por haber arruinado uno de sus negocios. La bala no me mató, pero necesité de una operación de urgencia para sacarla o eso me dijeron. Estuve en coma por cuatro meses. Me desperté en una casa que no conocía, sin saber dónde estaba o lo que había sucedido, sin saber quién era.

—¿Nada? —susurré y él me sonrió de un modo frío.

—El problema cuando te pegan un tiro en la cabeza, Bright, es que no siempre te sales sin secuelas, si siquiera sobrevives en primer lugar. Así que sí, mi memoria está bastante jodida, aunque anda volviendo de a poco o eso quiero creer. Todo lo que sé es que tuve la buena suerte de sobrevivir sin una secuela demasiado grave, y que pasé las últimas semanas con un sujeto que parecía mucho más joven de lo que debía ser y que insistía en su filosofía del equilibrio de la vida y tomarse las cosas a la ligera.

Y allí estaba, mi peor temor confirmado. Por un instante mi corazón falló. No fue tan doloroso como cuando creí haberlo perdido, cuando toqué su sangre y lloré convencida que Lionel realmente lo había hecho, pero aun así algo se rompió un poquito dentro de mí. Existían muchos modos de perder a una persona, y una parte de mí temía que lo había hecho. ¿Seguía siendo él si no recordaba? Saber algo, deducirlo, no era lo mismo que recordarlo. Los datos no eran lo mismo que los sentimientos. Y lo supe, realmente lo supe en aquel momento por el modo en que me miraba, por lo frío que estaba siendo. No era el Jack que yo había conocido.

Era como una especie de dulce tortura, una cruel burla del destino, recuperarlo solo para saber que no lo había hecho realmente. ¿Acaso no eran nuestros recuerdos quienes nos hacían quienes éramos? Las experiencias vividas son las que definen a alguien. ¿Entonces si no las recuerdas cómo puedes ser ese mismo alguien? ¿Cuánto recordaba él? Había mencionado que su memoria estaba volviendo de a poco, tenía que hacerlo, tenía que recordar, quería creer que así sería. Una vez había leído en uno de mis libros sobre la mente humana que uno realmente nunca olvidaba algo, simplemente no sabía la zona del cerebro en que aquella información estaba guardada. Como cuando pierdes algo en tu propia casa, sabes que está allí en alguna parte y no desapareció pero simplemente no puedes encontrarlo. Jack tenía que recordar todo tarde o temprano, porque no quería considerar que jamás lo haría.

Y en medio de aquel pequeño silencio, mientras intentaba aceptar lo que significaba, además debía lidiar con lo que estaba sucediendo en el cuarto de vigilancia. Me vi tentada de arrancarme el auricular, había estado conscientemente ignorando todo fuera de las preguntas que habían querido que hiciera y la información que obtuviera, pero ahora me fue imposible no hacerlo. Aquí estaba sucediendo algo, como si simplemente no bastara con mi lío emocional y personal con Jack, había algo que el Servicio Secreto sabía y yo no.

—Tráeme a un psicoanalista ahora —dijo el agente a cargo—. Y mantén a cualquier Bright fuera del caso, esto no puede salir de aquí.

—¿Qué hacemos con Emma Bright?

—Es evidente que ella es muy joven para saberlo, y no tuvo oportunidad. Quiero discreción absoluta, y alguien investigando el asunto...

—Mi familia no ha reaccionado nada bien al ver esto —dije enseñando el Zippo—. ¿Tienes idea de por qué?

—No lo sé.

—No es tuyo. ¿Entonces de dónde lo sacaste?

—Un regalo. Para recordar siempre quién era y a qué le debía lealtad. Nada más. Si tiene otro significado, entonces no lo sé. ¿Algo más?

—¿Por qué las postales?

—No lo sé. Por alguna razón debo haber conservado las otras, parecía lógico seguir haciéndolo. Están relacionadas contigo de algún modo. ¿No? Por eso preguntas. Quédatelas, tu paga por continuar con el caso ya que hasta aquí llegué yo al parecer. No pienso deberte esto como un favor. No quiero deberte nada a ti.

—Tranquilo, no lo haces —dije molesta.

—Solo por curiosidad. ¿Cuánto valió mi vida para ti?

—Yo no te vendí a Lionel.

—¡Eras la única que sabía dónde estaba! ¡Ni siquiera mis hermanos lo hacían! Confié en ti y me entregaste a mi padre. Recuerdo eso, Bright, recuerdo cada maldito minuto de esa noche, y recuerdo haber comprendido que fuiste tú quien me traicionó —dijo él furioso.

—¡Yo no lo hice! —exclamé.

—No haces nada más que cumplir con lo que se dice de las chicas Bright, debí haber sabido que tarde o temprano lo harías, en el fondo eres igual que todas. Solo por conveniencia. ¿No es así? ¿Por cuánto me vendiste? ¿Por qué me intercambiaste? ¡Debiste de haber sabido que él me mataría! Pero por supuesto, aquello no te importó mucho al momento de hacerlo.

—¿Que no me importó? ¿Tienes idea de lo que fue para mí? ¡Yo toqué tu sangre creyendo que estabas muerto! ¡Yo bajé hasta el agujero más oscuro del país para encontrar cenizas que creí eran tuyas! ¡Yo sequé las lágrimas de tu hermano cuando nadie secó las mías por la noche!

—Estoy seguro que Brandon estuvo encantado de secar tus lágrimas, o el agente de la CIA, o algún otro pobre idiota del que te hayas aprovechado. Después de todo, ese es el problema de salir con una actriz, nunca sabes cuánto es real.

—Nunca fingí contigo —dije cerrando fuertemente mis manos.

—¿No? ¡Jamás debí haber confiado en ti! ¡Debí haber sabido del primer maldito instante que no debía! ¡Maldigo el momento en que nos conocimos! Y no actúes como si realmente te importara, no pretendas tener un corazón que claramente no tienes. ¿Entonces? ¿En cuánto me vendiste?

No lo resistí más y me acerqué para encestarle un puñetazo. Mis nudillos crujieron por la fuerza del golpe pero no me importó. Sentí mis ojos arder a causa de lo que sus palabras me habían provocado pero me contuve. No lo haría, no le mostraría lo mucho que me había afectado. Cerré fuertemente mis manos para resistir la tentación de golpearlo de nuevo, sentí a la perfección el dolor que me dejó el golpe y mis uñas lastimar mi piel por la fuerza que estaba haciendo. Y bajé la vista para que no viera mis ojos humedecidos. Jack escupió sangre a un lado, y sentí su mirada en mí pero no me atreví a fijarme. Tantas veces había deseado golpearlo, tantas veces lo había intentado para que él me detuviera, pero nunca de este modo, nunca en serio. Y no se sintió para nada bien haberlo hecho.

—Golpeas más fuerte de lo que se esperaría, felicitaciones —dijo él con un tono ácido—. Por otra parte, va contra el protocolo. ¿Golpear a alguien atado y que no tiene oportunidad de defenderse?

—No me importa el protocolo —dije y me arranqué el auricular del oído—. No ha pasado un día sin que me culpara de lo que te había sucedido, sin que me mirara al espejo y me preguntara si hubiera podido evitarlo, porque sabía que Lionel lo había hecho porque tú habías evitado que él me matara. Sabía que fue por mí. Y cada día desde entonces fue una tortura. ¿Quieres saber la verdad? Sí, lloré cuando me dije que no debía hacerlo, pasé noches enteras sin dormir mientras me torturaba con mis recuerdos, pero seguí adelante porque no soy del tipo de chica que simplemente se queda tirada en el suelo cuando se tropieza. Y la única razón por la que me forcé a mantenerme entera fue por aferrarme a la promesa que me pediste que te hiciera de jamás romperme sin importar lo que pasara, porque tú sabías que las cosas se pondrían peor. Te amaba, imbécil. Y no me atreví a decírtelo cuando tuve la oportunidad. Y jamás te hubiera vendido a Lionel. Pero tranquilo, él juró acabar con mi vida cuando el tiempo libre que me dejó llegue a su fin, y no falta mucho para eso. En unas semanas estaré muerta, por el mismo arma que mató a mi padre y que te disparó a ti. ¿Pero sabes qué, Jack? No me importa, de todos modos no hay nada que hacer. Intenta eso, intenta vivir con la amenaza que perderás más de lo que ya has perdido. No me es difícil imaginar por qué mi padre nunca me reconoció, por qué abandonó a mi familia entonces. Haz lo que quieras, si quieres culparme por lo sucedido hazlo. No me importa. Terminé con esto.

Di media vuelta y partí, porque simplemente no podía estar un segundo más allí. Lancé el auricular sobre la mesa más cercana una vez que estuve de vuelta en el cuarto de vigilancia y recuperé mi bolso. Me senté sobre una mesa de trabajo y saqué uno de los dulces que Thomas me había dado. Casi todos los agentes que trabajaban aquí me conocían, no les sorprendía mi modo adolescente ahora luego que se hubieran acostumbrado en un primer momento. Y para mi suerte estaban muy ocupados intentado descifrar las notas de Jack y examinando todo el contenido del maletín. Tontos, no había más de lo que me había dicho. Lo conocía, o al menos creía haberlo hecho. Los hombres de traje no sabían con exactitud el poema en que estaba cifrado, yo tristemente sí. Ellos no conocían el valor sentimental de esas postales, un valor que ahora solo vivía en mi memoria.

—Contrato —dije cuando el agente a cargo se acercó a mí, sabiendo lo que me esperaba.

—Lo sabías, todo este maldito tiempo supiste de este criminal y jamás dijiste nada al respecto.

—No es un criminal —dije mirándolo seriamente—. Y te recuerdo que el contrato que firmé y el MI6 aceptó me resguarda en ese caso. No soy una agente, no tengo que cumplir con todo su protocolo y no trabajo para ustedes como cualquier otro. Agente especial. ¿Sabes lo que eso significa? Que ustedes aceptan mis métodos, porque saben que puedo cumplir cosas que otros no. No insistas con el asunto o me iré y veremos si él le responde a alguien más.

—Lo que hiciste es serio. Ocultaste información vital para...

—¿Vital? ¿Qué importa lo que hice o no? Han estado tan obsesionados a causa de su orgullo en encontrar a este chico que no son capaces de ver que en realidad no es malo. Todo lo que hizo fue mentir sobre su nombre, para que jamás pudieran relacionarlo con su familia. Su propio padre le pegó un tiro en la cabeza en un intento por matarlo, no sé a ti pero a mí eso no me parece que demuestre una relación de lo mejor con su sangre. ¿Qué fue lo que hizo él de malo? Fue uno de los mejores agentes que jamás tuvieron y lo saben, pero fueron engañados por un joven y eso dañó su orgullo y por eso necesitan culparlo de criminal y cazarlo como si fuera un peligro mundial. El joven que tienen ahí dentro atado acaba de responder a cada pregunta que le he hecho con absoluta sinceridad, no se molestó en ocultar nada. ¿Insisten en creer que realmente es un criminal? He visto muchos de esos, los he interrogado, me he enfrentado a ellos al igual que cualquier otro metido en esto, y creo que todos sabemos que él no es de los malos.

—¿Y qué pretendes que haga con eso?

—Déjale el caso, llegó bastante lejos por su cuenta al parecer. Y ya lo escuchaste, el maletín hubiera terminado en manos del MI6 de un modo o del otro. En ningún momento trabajó en contra del Servicio Secreto.

—¿Pretendes que deje a este criminal en libertad? Eso es inaceptable.

—¿Has visto White Collar? —pregunté y su expresión cambió con la comprensión.

—¿Acaso estás loca? ¡No negociaré con él!

—No, negociarás conmigo.

Si había algo que el departamento de legales odiaba más que estar presionados para tener una buena relación con las demás agencias manteniendo la típica costumbre de espía de desconfiar de todos y no revelar nada, era verme a mí allí. Debían considerarme alguna especie de adolescente caprichosa, pero lo cierto era que yo había heredado algo del temperamento de mi madre al momento de hacer tratos. No por nada ella ganaba tanto y era una importante representante de celebridades. Pero lo cierto era que yo no cedía y firmaba contratos fácilmente, y sabía que el MI6 necesitaba que firmara o hacía lo necesario para que así fuera. Aquella vez no fue muy diferente, y pareció como si todos los agentes especializados en abogacía que trabajaban en el departamento de legales hubieran estado conteniendo la respiración hasta que yo finalmente firmé junto con el otro agente. Pero al fin, luego de una larga discusión que incluyó algunas firmes y furiosas exclamaciones, llegamos a un acuerdo. El hombre debió haber sabido desde el primer instante que yo no iba a ceder tan fácilmente sin dar pelea.

Quedé libre luego de eso, lo cual era un modo no ofensivo de decir que ya no me necesitaban. De todos modos, yo no estaba de humor para seguir con ningún tipo de interrogatorio. Ahora que estaba sola, el peso de la situación comenzaba a abrumarme. Jack estaba vivo, todo este tiempo lo había estado sin que nadie lo supiera. Había estado en coma a causa de ese disparo, podría realmente haber perdido la vida, su memoria se había visto afectada a causa de ello. ¿Y si no recuerdas cómo puedes ser la misma persona? Él me odiaba, me culpaba de lo que le había sucedido, creía que lo había usado. Y yo lo había golpeado. Lo había hecho sangrar. Lo había hecho mientras él había estado atado y por lo tanto incapaz de defenderse o detenerme. No debería haberlo hecho. ¿En qué clase de persona me convertía aquello? Genial, y ahora me sentía culpable por haber golpeado a un idiota que se lo merecía.

Tuve el autocontrol suficiente para cambiarme y vendar mis puños antes de ir al gimnasio. Coloqué los auriculares en mis orejas, busqué un buen playlist en mi Ipod y miré el saco de boxeo delante de mí como si representara todos mis problemas. Respiré profundamente. Muy bien, sin guantes sería. Levanté mis puños y golpeé el saco sin pensarlo, descargando toda mi frustración y mi dolor con cada sencillo golpe. Giré sobre mi misma y le encesté una fuerte patada a un lado. ¿Por qué estaba condenada a que me sucedieran este tipo de cosas? ¿Por qué el destino era tan cruel como para burlarse de mí de este modo? Lo había perdido todo, y todo sin llegar a tenerlo. ¿Acaso había hecho algo para merecerlo? ¿En algún momento de mi vida había cometido un error que me había condenado a esto? La tragedia debería existir solo en escena, no fuera de esta. Debería estar feliz después de todo, Jack estaba vivo y no parecía tener ninguna secuela grave.

Mis nudillos dolieron con el siguiente golpe y supe que no pasaría mucho tiempo antes que me lastimara y sangraran pero no me importó. Había estado tan convencida que él había muerto, mis sentimientos habían cegado mi pensamiento. Por supuesto que el disparo no hubiera sido certero, había sido a distancia y en una oscura noche, y Jack era alguien que estaba acostumbrado a ese tipo de vida y sabía dónde hacerse disparar para sobrevivir si no había otra alternativa. Y aun con la buena puntería que debía tener Lionel, debí haber sospechado que inconscientemente él no sería capaz, no porque fuera su propio hijo ya que Lionel no tenía corazón, sino porque era una ficha valiosa de su tablero y una que estaba sacrificando. Aun si él hubiera querido matarlo su mano lo hubiera traicionado por eso. Y un disparo en la cabeza no implicaba directamente la muerte. Lionel había sido tan orgulloso y soberbio como para considerar que había sido totalmente efectivo, había estado tan seguro de sí mismo que ni siquiera se había tomado la molestia de comprobar el pulso de Jack.

Cerré fuertemente los ojos y continué golpeando. ¿Cómo había estado tan ciega? Había creído tan erróneamente que había muerto. En un principio había tenido la esperanza que la bala no lo hubiera matado, me había repetido día y noche las probabilidades de sobrevivir a aquello, había releído todos los libros sobre el subconsciente para convencerme que Lionel no podría haberlo hecho, había querido creer más que nada que Jack había sobrevivido a ese disparo a pesar de haber sido tomado por sorpresa con tal acto ya que él había confiado en que su padre no lo mataría por ser considerado una pieza útil. Pero aun así había estado el asunto del hombre contratado para deshacerse del cuerpo, un hombre que había cazado y nunca encontrado pista alguna. O tal vez sí. Habían sido cenizas humanas lo que había encontrado. No había encontrado a ese hombre porque realmente no había quedado nada que encontrar.

Jamás consideré la intervención de un tercero, jamás pasó por mi cabeza aquella posibilidad. Alguien lo suficientemente discreto como para pasar bajo el radar y hacer de las suyas sin que nadie supiera, lo suficientemente inteligente como para intercambiar un cuerpo por otro sin levantar sospecha alguna. Byte me había explicado, Lionel contrataba una persona diferente cada vez, personas que se dedicaban a aquello de modo que un cuerpo más que hacer desaparecer no levantaba sospecha ni era algo especial para estos. Y en medio de todo eso alguien más había intervenido, deshaciéndose del otro sujeto y tomando a Jack. ¿Pero cómo? ¿Por qué? ¿Quién? Estaba más que agradecida con el extraño, y a la vez estaba llena de preguntas. Había aprendido a no confiar en nadie, a aceptar que las coincidencias no existían y muchas personas actuaban por un fin propio.

—Luces como alguien capaz de arrancarle la cabeza a otro, no sabía que la violencia también era cosa de chicas —dijo Kevin entrando y deteniéndose a mi lado para observarme—. No te consideraba una persona agresiva, Emma.

—Créeme, llevando la vida que tengo necesitas algo en qué descargarte —respondí y le di una fuerte patada al saco—. Practico boxeo desde hace años, tan solo le implementé un par de técnicas más últimamente.

—¿Boxeo? ¿Antes de ser espía? Jamás lo hubiera imaginado de ti.

—Una chica tiene que saber defenderse, y mamá insistió luego que creyera que papá fue asesinado en un intento de robo —dije y me detuve un segundo para limpiarme el sudor de la frente antes de continuar—. Me obligó a tomar clases de defensa personal, preferí el boxeo más tarde. Es una buena forma de descargarse. Tú tomas pastillas, yo golpeo un saco.

—¿Hasta hacer tus puños sangrar? —preguntó Kevin y le eché una cuestionable mirada.

—¿Lo dice el chico que abusa de los medicamentos? Eres un adicto.

—Y tú te estás haciendo daño a ti misma con eso.

—No es muy diferente a lo que haces tú, lo único que cambia es que tu adormeces tu mente mientras yo me descargo en mi cuerpo. Mi mente es lo más importante, no puedo darme el lujo de someterla a fármacos solo porque así me es mejor lidiar con la situación.

El gimnasio estaba vacío como acostumbraba a estas horas, los agentes solían entrenar temprano por la mañana si lo hacían de modo que estábamos solo nosotros dos. Seguí atacando el saco como si representara todos los problemas de mi vida. Sabía que Kevin tenía razón en parte, que esto no me estaba haciendo ningún bien y solo conseguiría lastimarme. ¿Pero quién era un adicto a los medicamentos para hablar al respecto? Eventualmente el cansancio me ganaría y evitaría que fuera más lejos, y no era como si no hubiera hecho algo así antes.

—Es solo un consejo personal, pero no es conveniente hacerte daño. Nunca sabes cuándo necesitarás tu cuerpo en buen estado en esta vida —continuó Kevin.

—Puedo sobrellevarlo. Tu cuerpo será lo más valioso para ti, pero mi mente lo es para mí. Quédate con tus pastillas y yo con mis golpes.

—Suenas como si no hubieras tenido una buena tarde.

—Suenas como si estuvieras queriendo quitarme información sobre algo.

—Escuché que fuiste tú quien interrogó al prisionero y finalmente consiguió respuestas, y también escuché que este pidió específicamente que me mantuvieran fuera del asunto.

—Puedes estarte tranquilo, no involucra a la CIA ni nada por el estilo. No te estás perdiendo de nada. ¿Es eso todo lo que quieres?

—No hemos tenido mucho tiempo para ponernos al día luego de estos meses, no te he visto mucho por aquí.

—Mi mejor amigo, quien casualmente es el hijo del favorito a Primer Ministro, fue amenazado hace algo así como una semana. He estado ocupada últimamente. Mi vida no ha sido de lo mejor estos meses.

—No te haces una idea —dijo él y suspiró—. Lo sucedido en Quebec fue un completo fracaso.

—Pero salvamos a esos chicos.

—Sí, pero Evans murió sin dar respuesta, y Lionel escapó. ¿Qué nos deja eso a nosotros?

—Nadie ganó esa vez, ni ellos ni nosotros. A veces simplemente no puedes lograrlo, a veces la misión no se cumple como quisieras. La vida es así. Pero sin nosotros aquello podría haber salido mucho peor.

—Mi madre me sacó de la zona enseguida para alejarme de Evans por nuestro pequeño asunto personal. No tuve tiempo de despedirme de ti por eso. Intento no juzgarte, porque a pesar de tus cuestionables métodos y al parecer tus más cuestionables contactos, creo que tienes un buen corazón y buenas intenciones. Te sacrificaste por esos chicos, me encubriste y ayudaste cuando pudiste haberme dejado a mi suerte. No eres mala, Emma. Y supongo que mientras ninguno de tus turbios negocios represente un contratiempo para la CIA, entonces no son mi asunto.

—Tienes un punto allí.

—Lamento lo del otro día, tan solo estaba intentando determinar si eras de confianza o no, y tal vez estaba un poco molesto por haber perdido al sujeto.

—¿Y ahora qué piensas?

—Pienso que la historia se puede repetir —dijo él y me detuve para mirarlo—. Podemos intentarlo de nuevo si quieres, con nuestras verdaderas identidades. Nos confiamos bastantes secretos aquella vez. Y lo cierto es que tal vez caímos un poco también.

—No quieres estar cerca de mí, créeme. No tienes idea de lo jodida que está mi vida o mi cabeza.

—¿Has considerado alguna vez que la vida está llena de riesgos, Emma? Nosotros tenemos la buena suerte de poder hacer lo que deseemos sin temer por ese riesgo, de todos modos existe y no podemos cambiar eso por el tipo de vida que elegimos. Pero recuerda, nosotros elegimos nuestros riesgos. Y no puedes cambiar las elecciones de los demás.

—Sí si esas elecciones me involucran.

—Puedes ser parte, pero no puedes decidir por otro —dijo Kevin y sonrió apenas—. Además, solo estoy pidiendo por un guía en Londres. Y tú luces como si necesitases tomarte un pequeño descanso del trabajo.

—¿Has perdido a alguien alguna vez? —pregunté repentinamente y él me miró con cautela—. Pero no realmente, no como crees.

—¿A qué te refieres exactamente? —preguntó Kevin y suspiré al bajar mis puños.

—No lo sé. Como ese amigo cercano que de pronto en unas vacaciones cambia y ya no es el mismo —respondí y lo miré con necesidad—. No sé si me explico bien.

—¿Quieres hablar de eso?

—No lo sé —admití y suspiré—. Es solo... Realmente han sido unos meses muy cargados. Y este día ha sido bastante largo.

—¿Trabajo duro? No puedo imaginar lo que debe ser ocuparse de los interrogatorios, dicen que es lo peor.

—No le temo a las amenazas, como bien dijiste de todos modos el riesgo existe en esta vida.

—No me refería a eso —dijo Kevin y sonrió de aquel mismo modo engreído que tantas veces lo había hecho en Quebec y me había gustado—. Me refería a tener que escuchar a cientos de locos delirar sobre sus planes malvados y justificarlos. Odio escucharlos monologar, no tengo paciencia para eso.

—Ella la tiene —dijo Jack.

Me tensé al darme vuelta y encontrarlo apoyado en el marco de la puerta. Al menos ya no estaba esposado y atado a una silla pero no lucía mucho mejor y la culpa me apuñaló al instante al ver el nuevo moretón a un lado de su mandíbula. A mí lado Kevin reaccionó como cualquier agente, poniéndose completamente atento como si estuviera esperando el movimiento de su enemigo. Jack le dedicó una curiosa mirada pero mantuvo su casual pose como si no fuera consciente del agente de la CIA que al igual que cualquier otro lo consideraba un criminal aquí y por lo tanto una amenaza. Traté de ver el lado positivo, si él estaba libre entonces debía de haber firmado (luego de pasar el examen psicológico, por supuesto).

—Debe ser algo de actriz, le gusta monologar también —continuó él y suspiré con cansancio.

—¿Qué quieres ahora? —pregunté.

—Quiero que firmes un acuerdo de discreción.

—No puedes estar hablando en serio.

—Nunca lo he hecho tanto —dijo Jack y levantó la pierna de su pantalón para mostrar una tobillera/rastreador en su tobillo—. Parece que ahora soy tu responsabilidad.

—¿Qué? —exclamé incrédula.

—Y todo lo que haga, tú tendrás que responder en mi nombre también. Así que si no quieres tener problemas con los hombres de traje, firmarás el acuerdo.

—¿Me estás chantajeando? —pregunté sin terminar de creerlo.

—Me estoy asegurando que no vuelva a recibir un tiro en la cabeza por tu culpa.

—Eso suena bastante como chantaje para mí. ¿Ahora los criminales pueden negociar como iguales dentro del MI6? No estaba al tanto de aquello —dijo Kevin mirándome con fingida curiosidad.

—Nunca acepté hacerme cargo de ti o responder en tu nombre.

—Verás, Bright, esta es la cosa con los hombres de traje, ellos siempre se aseguran de tener a alguien a quien culpar por si las cosas salen mal. Y lo hiciste cuando firmaste al aceptar hacerte cargo de las responsabilidades que conllevaba tu oferta.

—¿Sí? Pues nunca me dijeron que tú pasarías a ser mi responsabilidad.

—Debiste haberlo pensado mejor.

—Sí, debí haber sospechado que me estafarían de este modo. ¿Entonces qué? ¿Aceptaste ser corsario ahora? ¿Qué quieres que firme?

—No le dirás a nadie que estoy vivo.

—Sabes que todo el MI6 está al tanto. ¿No?

—¿Piensas firmar o será por las malas?

—No puede pasarme esto a mí —murmuré y suspiré frustrada antes de echarle una última mirada a Kevin—. Gracias por la charla. ¿Nos vemos más tarde?

—¿Quieres ir a cenar? Todavía no he encontrado un lugar que no venda pescado y la sana comida de la embajada está por matarme, necesito algo de comida chatarra —dijo él y sonreí sin poder evitarlo.

—Sí, bueno, aquí no es el paraíso de la comida basura como en America. Somos más saludables.

—Sigue creyendo que eres mejor, inglesa. ¿Entonces? Prometo esta vez no dejarte ni abandonarte por asuntos de la CIA.

—Ya veo cómo el MI6 ha mantenido buenas relaciones con la CIA —dijo Jack y le eché una molesta mirada—. Realmente lloraste estos meses, Bright.

—Lo hice, de hecho. Estaba lidiando con mi primera pérdida porque era demasiado pequeña para comprender lo que estaba sucediendo cuando mi padre murió, y de todos modos nunca lo había visto o conocido realmente. ¿Pero esto? No tienes idea, y supongo que eso es lo más triste —dije y miré a Kevin—. Conozco un buen lugar en Oxford Street, luego te paso la dirección y la hora.

—No pierdes el tiempo. ¿Verdad? —preguntó Jack—. ¿Ya le has dicho el tipo de chica que eres o con cuántos otros has estado antes? ¿Qué sacas para ti al jugar con la CIA?

—¿Algo más que agregar? Adelante, he lidiado con este tipo de cosas toda mi vida, intenta ser popular en el instituto y no tener que lidiar con los falsos rumores y los prejuicios. Tú no tienes idea de quién soy, Jack —dije acercándome a él y sosteniéndole la mirada—. No puedes juzgarme sin conocerme.

—Al contrario, creo que lo hago bastante bien.

—No. No lo haces porque no recuerdas todo —dije molesta y cerré de nuevo mis manos—. Pero la primera vez que me secuestraron y sufrí un infierno allí mientras ese hombre me tocaba fue porque eras tú o yo, y elegí sufrir aquello por mi cuenta. La primera vez que hubo sangre en mis manos, fue por salvar tu vida y créeme que no se sintió nada bien. Y ni siquiera puedo empezar a describir lo que fue someterme a los interrogatorios del MI6 por lo que había sucedido. Tú no recuerdas lo paranoica y desconfiada que estaba entonces.

—No lo olvidé todo, Bright.

—Pero tampoco lo recuerdas todo. Ya una vez fuiste lo suficientemente idiota como para juzgarme por mi nombre y te bajé de una patada a la realidad, no me importa tener que hacer lo mismo de nuevo. Ahora vamos, firmaré tu acuerdo de confidencialidad y luego iré por mi merecido vaso de alcohol.

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