Capítulo 3
Hola a todos! Aquí estamos de nuevo, miml gracias por seguir aquí a esta altura y acompañar a Em en una nueva aventura. En serio, valoro mucho todo el apoyo y amor que he recibido a lo largo de estos libros. Como saben, Pandora fue publicado el 20 de octubre y pueden chequear en la web de la editorial dónde conseguirlo o a qué librerías pedirlo. Mándenme fotos si lo ven, todavía no he tenido la oportunidad de verlo por mi cuenta! E intentaré cumplir con lo habitual y actualizar Romanov cada semana mientras tanto.
Pueden encontrar más info en la página de Facebook Saga Pandora. También contactarme en Twitter donde comparto info o Instagram, en ambos sitios aparezco como SofiDalesio :)
Ahora sí, dejo de distraerlos para que puedan leer. Como siempre, si el cap les gustó, no se olviden de votar y/o comentar al final. Sepan que SIEMPRE leo todos los comentarios, sea en una historia o mi muro, aunque se me dificulta mucho para responder por allí. Pero por privado siempre respondo aunque puedo tardar!
xoxo,
Sofi
***
Luché por permanecer despierta. ¿Realmente existía algo peor que la clase de matemática? Estaba cansada, no había sido una semana fácil. El instituto estaba consumiendo todo mi tiempo con las interminables tareas además del hecho que el BAC se acercaba, y aquello era la pesadilla de cualquier estudiante. Bendita educación basada en el sistema francés. El MI6 también me había tenido bastante ocupada en mis horas de entrenamiento diarias y mis lecciones con John, y a eso debía agregarle mi vida personal. Había conseguido el papel de Aricia, pero en un increíble giro y yendo en contra de su método habitual, monsieur le directeur no había escogido un Hipólito y Andy y Brandon seguían compitiendo por tal puesto.
Andy me golpeó con su codo cuando el profesor se fijó en nosotros para que diera mi mejor apariencia de estar prestando atención y luego le saqué la lengua por molestarme. Comenzaba a comprender por qué los hombres de traje dedicaban su tiempo únicamente a ser un agente pero una de mis condiciones había sido no abandonar mi vida normal al momento de aceptar el trabajo lo cual implicaba seguir en el instituto, seguir con el teatro, seguir como una chica normal cuando no estaba en misión o tan normal como yo podía ser. Ahogué un bostezo y me dije que era solo este mes, con algo de café lo superaría. El problema era que aún me quedaba media tarde de clases por delante.
—¿Dormiste algo ayer? —preguntó él.
—No es mi culpa, las probabilidades me aburren.
—¿Estás bromeando? Debe ser el único capítulo del año en el que comprendí algo.
—No me gustan las probabilidades.
—¿Por qué no? Son fáciles. Son lo único que a todo el mundo le gusta en matemáticas por ser fáciles.
—Nunca están a mi favor —dije sosteniendo mi cabeza entre mis manos—. No son más que unas perras desalmadas que nunca están de mi lado. No me gusta pensar en números y probabilidades por eso.
—Yo creo que si están de tu lado.
—¿Probabilidad de sobrevivir a un encuentro con Lionel? Minúscula. ¿Probabilidad que no haya otra silla vacía en la siguiente reunión familiar? Bastante baja.
—Pero existen —dijo Andy y bajó la voz al acercarse más a mí—. Sí están a tu favor, Emma, porque de algún modo logras meterte en ese pequeño porcentaje. Y estás pensando en palabras, no en números.
—He estado pensando en números. ¿Probabilidad de sobrevivir a un disparo a la cabeza? Veinte por ciento. Un quinto. Eso no es tan bajo, y sin embargo las probabilidades no estuvieron a mi favor aquella vez. Es peor pensar en números, porque entonces parece más real la probabilidad y puedes tontamente creer que tal vez las cosas no salgan mal.
—No tienes que pensar en probabilidades, tienes que pensar en esperanza. ¿Crees que no temo cada vez que tienes una misión? Me preocupa demasiado, eres posiblemente la persona más importante que tengo en mi vida, y no tengo la menor idea de qué haría sin ti, porque sé el riesgo que implica lo que haces. Pero pienso en esperanza, pienso en que volverás. Y Brandon puede ser un idiota para mí y lo odio, pero tiene razón al decir que nunca pierda esa esperanza, una muerte no es demostrada sin un cuerpo.
—A menos que este haya sido quemado hasta las cenizas —dije simplemente.
—Y aun así seguiré creyendo que no ha sucedido hasta que no sepa que esas cenizas son realmente tuyas.
—No puedes identificar las cenizas esparcidas de alguien Andy, por eso queman los cuerpos. Sabes que son cenizas humanas, pero no sabes de quién.
—Por eso mismo, podrían ser de cualquiera. Donde tú ves fatalismo, yo veo esperanza.
—Entonces me aseguraré que Byte te haga llegar la evidencia de mi muerte, seguro Lionel le pedirá que lo encubra. Y de seguro Lionel le enviará mi sangre a mi hermano como siempre hace al parecer. ¿Necesitas otra prueba más?
—Seguiré teniendo esperanza.
—Es fácil decirlo, créeme, pero cuando aquello realmente sucede no importa cuánto lo niegues, sabes que estás equivocado.
—¿Cómo vas con tu investigación? —preguntó él para cambiar el tema de conversación.
—No hay nada en el sistema sobre Cecilia Carter, ella simplemente desapareció hace años sin dejar rastro. No hay dato de actividad de ella en los últimos veinte años, Lionel se debe haber ocupado de eso. Debería tener unos treinta y siete años ahora.
—¿Eso no es muy joven? —preguntó Andy y sacudí la cabeza.
—No. Jack me dijo que no sabía si su madre había terminado la escuela antes de irse con Lionel, él la debe haber hecho abandonar los estudios. Estoy segura, esa es ella. Él me contó que el padre de ella era historiador, Henry Carter es un reconocido historiador en Cardiff con muchos títulos. Fui a visitarlo bajo cualquier excusa de un trabajo de investigación —dije y suspiré—. Vi el parecido, no era fácil de encontrar pero estaba allí. Estoy peleando con mi memoria por recordar tanto como sea posible de lo que Jack me contó aquella noche sobre su madre, creo que estoy en una buena pista. Tendré más tiempo para seguir en ello el fin de semana, ha sido algo complicado conseguirlo durante los días de escuela.
El profesor volvió a fijarse en nosotros y ambos le dimos nuestra mejor imagen de estudiantes ejemplares. Una de las ventajas de ser actores, sabíamos improvisar y hacer creer a los demás lo que quisiéramos. No era como si nuestro director no se hubiera encargado con técnicas más que cuestionables ,y que de seguro espantarían a muchas personas, que fuéramos los mejores actores posibles capaces de interpretar cualquier papel que fuera necesario. Copié rápidamente los apuntes del pizarrón mientras me resignaba a la clase de matemáticas. Internamente canté que eran las últimas semanas de instituto para levantarme un poco el ánimo, aunque cada día que me acercaba a las vacaciones de verano también me acercaba a mi muerte. Sí, mi vida no estaba de lo mejor últimamente, sería un largo verano, incluso más largo que el anterior.
Existen solamente dos milagros que pueden suceder cuando estás en el instituto. El primero es un simulacro de incendios, algo que no hubiera traído buenos recuerdos, y el segundo es que seas retirado antes de lo debido por algún adulto responsable. Así que cuando alguien llamó a la puerta y reconocí al joven que le entregó una nota de administración al profesor supe que tal vez, después de todo, los milagros existían y a veces las probabilidades no estaban del todo en mi contra. Escuché los suspiros de las chicas y los susurros a mis espaldas, desde que tenía memoria que siempre había sido así. Andy me echó una mirada interrogante pero lo cierto era que esta vez no tenía respuesta. Sabía que no era Ethan, por más que lucía exactamente como él. Cualquiera que no supiera la verdad no los hubiera diferenciado, Thomas era una réplica exacta de mi hermano. Sabía que estaba usando lentillas para tener los mismos ojos verdes, sabía que su cabello natural en realidad era cobrizo, sabía que estaba maquillado incluso aunque él odiaba que le recordara aquello. Era el doble de Ethan, la persona que se hacía pasar por él cuando mi hermano tenía que aparecer pero no podía por ser un espía. Después de todo, mi hermano no podía simplemente desaparecer para mamá pero tampoco podía dejar su trabajo, así que Thomas a veces tomaba su lugar.
—Stonem —llamó el profesor y lo miré—. Parece que es tu día de suerte.
—¿Recuerdas la cita con el dentista, Em? —preguntó Thomas.
—Sí, cierto —dije mientras recogía mis cosas.
En realidad, no recordaba ninguna cita con el dentista porque no había ninguna cita con el dentista. Me apresuré en colgar el bolso de mi hombro y moví los labios silenciosamente para decirle a Andy que luego le explicaría esto, cuando supiera qué estaba sucediendo en primer lugar. Salí con alivio de la clase de matemáticas, pero mi alivio iba hasta ahí. El pasillo estaba desierto y Thomas caminaba rápido a mi lado de modo que casi tenía que correr para mantener su paso. Mi corazón comenzó a latir con preocupación. ¿Qué hacía él aquí? ¿Por qué me había retirado del instituto? Por tan solo un segundo temí lo peor, pero en caso que algo realmente malo hubiera sucedido Thomas estaría mucho más alarmado de lo que parecía ahora. Se trataba de algo grave, pero no de algo trágico, no había rastro de muerte en su expresión.
—¿Qué sucede? ¿Qué haces tú aquí? —pregunté.
—Me enviaron a buscarte —respondió Thomas.
—¿Por qué tú? John es quien se ocupa de esto en caso que sea necesario. ¿Le pasó algo a mi tío?
—John está bien.
—¿Ethan?
—También. Emma, no es nada malo, no tienes nada de qué preocuparte.
—He escuchado ese discurso antes, siempre que empieza con el "mantén la calma" significa que algo no está bien. ¿Por qué tú y no ellos?
Thomas abrió las puertas principales y se apresuró en bajar los pocos escalones y llegar hasta el borde de la calle. Abrió la puerta del vehículo en marcha que nos esperaba y enseguida me deslicé dentro junto con él. El conductor aceleró sin perder el tiempo. Respiré profundamente para mantener la calma y analicé con más cuidado la expresión de Thomas. No, allí no había rastro de tragedia. Eso estaba bien. Y aun así había alarma en sus ojos, realmente se trataba de algo grave. John y Ethan estaban bien, pero había una razón por la que no estaban aquí y eso me perturbaba. Podía ver el punto debajo de su oreja donde mostraba que Thomas se había teñido apresuradamente para parecerse a mi hermano, fuera lo que fuera había surgido muy deprisa y se trataba de alguna emergencia.
—¿Qué está sucediendo? —pregunté calmada y lentamente.
—Se requirió tu presencia para un interrogatorio.
—¿Ahora? ¿No podían esperar al menos a que saliera de clases? ¿Y por qué no es John quien vino por mí como siempre hace en estos casos?
—Es... complicado. ¿Ok? —dijo él y sacó una pequeña caja metálica de su chaqueta—. ¿Dulces?
—Eres el mejor falso hermano que podría tener —comenté cogiendo algunos—. Ahora, quiero saber qué clase de interrogatorio es tan urgente como para sacarme de clase. Y nada de distraerme con dulces, eso no funciona.
—No sé mucho al respecto, ya te informarán cuando llegues —respondió Thomas y suspiró—. Solo sé que me llamaron para retirarte y llevarte de urgencia porque ni John ni Ethan podían hacerlo. Ellos... fueron dispensados de este caso.
—¿Qué? —solté al instante—. Dispensar es el modo elegante de decir que fueron sacados del caso. ¿Por qué?
—Emma —dijo Thomas apoyado sobre sus rodillas y levantó la vista para ver mis ojos—, sea lo que sea, esto es importante y grave al parecer. No sé exactamente lo que está sucediendo pero si algo sé es que no es normal, y debe ser urgente para recurrir a ti de este modo. Sea lo que sea, tienes que mantener la calma y ser racional, o también te sacarán. No sé qué sucedió con John o Ethan para que no les permitieran interferir pero confío en que, sea lo que sea, tú puedas manejarlo. Las chicas son más inteligentes. ¿No?
—Siempre —respondí y él sonrió apenas.
—Esa clase de matemáticas realmente parecía aburrida.
—Como siempre, creo que hubiera saltado por la ventana si no hubieras venido por mí. ¿Y por qué la excusa de una cita con el dentista? ¡Mis dientes están en perfecto estado! ¿Lo ves? Blancos y relucientes y bien cuidados.
—Lo siento, fue lo primero que se me ocurrió. Yo tengo cita con el dentista hoy y tuve que cambiar el turno por esto.
—¿Los agentes van al dentista? Extraño.
—Todo el mundo va al dentista.
—Sí, lo sé, pero sigue siendo extraño. Es como imaginar a la reina yendo al dentista. ¿Puedo conseguir algo con cafeína antes del interrogatorio?
—No. Primero el interrogatorio. Luego si quieres podemos ir a tomar algo por allí.
Suspiré con decepción, realmente me vendría bien un aporte de energía externo. Pero tendría que conformarme con el azúcar de momento, lo cual no estaba del todo mal pero podría ser mejor. Estaba segura que el conductor debió de romper unas cuantas normas de tránsito, sobre todo aquellas de velocidad, para llegar tan rápido a los cuarteles el MI6 pero cuando tienes la autoridad para hacer aquello no es algo que te preocupe. Thomas me dejó con todos sus dulces mientras caminábamos por los pasillos internos, realmente lo veía como otro hermano mayor luego de pasar tanto tiempo con él. Quizás no hubiera sabido hasta el año pasado que no era Ethan, pero seguía siendo el mismo joven que había jugado el rol de hermano mayor y había estado cuando lo había necesitado y Ethan no había podido.
Me llevó al pequeño cuarto de vigilancia que ya conocía de antes. Todo siempre lucia igual. Oscuro, con cientos de pantallas iluminando un poco, con hombres monitoreando lo que estaba sucediendo. Sin embargo, había algo diferente en el ambiente esta vez. Busqué por costumbre a John, él era quien normalmente estaba a cargo cuando se requería de mi ayuda pero no había rastro de mi tío aquí. Tampoco de Ethan quien eventualmente se pasaba a ver lo que estaba sucediendo cuando mi ayuda era requerida. Yo podía manejar cualquier interrogatorio, pero Ethan siempre seguiría tratándome como su hermana menor, le divertía verme en acción pero también se sentía seguro al estar cerca por si algo sucedía. Como si John simplemente no fuera suficiente...
Podía sentir la tensión en el aire, captaba cada pequeño detalle que delataba que esta no era una situación rudimentaria. Nunca antes había visto al equipo de la sala de vigilancia en un estado similar. Espaldas tensas, tazas vacías con restos de gloriosa cafeína, rostros pálidos y con oscuros arcos debajo de los ojos. ¿Cuánto tiempo llevaban aquí? El agente a cargo se había abierto los primeros botones de la camisa y tenía las mangas por los codos. Y supe, en cuestión de segundos, que esto se trataba realmente de algo serio. Me acerqué con cuidado al centro de la sala donde el agente a cargo se encontraba en un estado terrible luego de largas y duras horas de trabajo que al parecer no habían tenido resultado alguno hasta el momento. Sabía que los hombres de traje no hubieran recurrido a mí de este modo excepto que en serio estuvieran desesperados, excepto que me necesitasen. Ellos odiaban admitir que me necesitaban.
—¿Cuál es la situación? —pregunté seriamente.
—Sospechoso nivel cinco, fue capturado hace diez horas en Dubai. No ha dicho palabra alguna desde entonces, no sabemos quién es, no hay dato alguno en el sistema. Ni huellas ni sangre ni retina, nada —respondió el agente.
Me tensé enseguida al oírlo. Los sospechosos eran clasificados en cinco diferentes niveles según el peligro que representaran. Lo peor con lo que yo había tratado hasta el momento era un nivel cuatro, y eso luego de rogarle durante horas a John que me permitiera intentarlo. ¿Pero un nivel cinco? John me había dicho que podía contar con los dedos las veces que había tenido que tratar con alguien de ese nivel, y que solo estaba reservado para los peores criminales o agentes enemigos. Esto era serio, esto era más que serio. Y el MI6 no había conseguido nada hasta el momento. Era consciente del valor de lo que me estaban pidiendo, no temía el deber que tenía que llevar a cabo pero era consciente de lo que representaba.
—¿Qué sucedió con John? ¿Por qué no está él supervisando como siempre? —pregunté.
—John Bright no se encontraba en capacidades de llevar este caso, por eso fue dispensado y es mantenido fuera controlado —respondió el agente.
—¿Mi hermano?
—Ethan Bright tampoco estaba en condiciones.
—¿Por qué?
—Esto los descolocó a ambos —dijo el agente mostrándome un Zippo con la bandera del Reino Unido—. ¿Sabes por qué?
—No puedo imaginarlo —admití—. ¿Un encendedor hizo que los sacaran del caso?
—Tiene un valor para la familia Bright, se ha ordenado que ningún miembro de la familia sea informado al respecto o sepa de esto. Al parecer tú puedes manejarlo, o no sabes de lo que se trata. Eres la única autorizada en esto.
—¿Puedo verlo?
El agente me entregó el encendedor sin ningún problema. Lo examiné en la mala luz de la sala, observando todos sus ángulos. Estaba gastado, debía tener unas buenas décadas. Lo abrí solo para comprobar que la tapa estaba algo floja, alguien lo había abierto muchas veces, tal vez un tic o un gesto inconsciente. Funcionaba a la perfección, estaba cargado y había sido bien cuidado. No dudaba de la calidad de un Zippo, aunque me costaba comprender cómo la vista de uno podría haber descolocado a John y Ethan a tal punto que fueran sacados de esto, o por qué se habría dado la orden de mantener a cualquier Bright fuera del asunto.
—¿Algo más? —pregunté—. Necesito que me pongas al tanto de cada detalle si pretendes que lo interrogue y saqué todo lo posible de eso.
—Fue atrapado con eso y un maletín —dijo el agente y me fijé en el cotidiano objeto sobre la mesa a su lado—. No podemos abrirlo.
—¿Intentaron forzarlo?
—La cerradura solo puede ser abierta con la huella digital correcta, y luego es necesario un código que desconocemos para ver el contenido. Lo escaneamos, pero fue imposible ver qué había dentro. Necesitamos abrirlo. Pero no ha dicho palabra alguna desde que lo atrapamos, no hemos podido sacarle nada. Creemos que está involucrado en el contrabando de fármacos que estábamos investigando. Fue difícil reducirlo.
—¿Y eso es todo lo que tienen?
—Por alguna razón te llamamos de urgencia. En lo posible me gustaría que actuaras antes que ese mocoso de la CIA aparezca, ahora que tendremos una gran concentración mundial de gente importante de todas partes a causa de los juegos las demás agencias no dejan de insistir en que se les comparta cualquier información que pueda involucrar a terceros. El chico se ha ido a almorzar luego de estar horas aquí, debemos aprovechar el momento.
—Y quieres que yo interrogue al sospechoso y consiga el código. ¿No han podido hackear el maletín?
—Sea quien sea que hizo eso, sabe cómo burlar nuestro sistema para que no podamos. Y él bloqueó el maletín para que nadie pudiera abrirlo. Necesitamos conocer su contenido. ¿Puedes sacarle el código antes que vuelva el enviado de la CIA?
—Puedo intentarlo. Dame unos minutos con él.
El agente asintió, firme y serio como cualquier otro. Guardé el encendedor en el bolsillo de la chaqueta de mi uniforme y cogí el auricular que una mujer me alcanzó. Ni siquiera había tenido tiempo de cambiarme, esto no estaba bien pero debía actuar antes que Kevin volviera. Escuché el pequeño click en mi oreja que me advirtió que el auricular estaba encendido. Me paré frente a la puerta que llevaba al cuarto de interrogación y me detuve un momento para recoger mi cabello en una coleta. Genial, tendría que interrogar a alguien con el uniforme del instituto. ¿Qué tan en serio podía ser tomada de este modo? Podía escuchar a mis espaldas a todos los agentes prepararse para vigilar cada segundo de lo que sucediera a continuación y esperar sacar algo de ello.
Respiré profundamente y me metí dentro del pequeño cuarto de concreto que conocía tan bien. Siempre resultaba igual de vacío e impersonal, con una única y fuerte lámpara en el techo iluminando todo. Esta vez la escena no era como estaba habituada. La silla de metal en el centro estaba atornillada al suelo, nunca antes había visto algo igual y eso me recordó que se trataba de un sospechoso de nivel cinco. Un joven. Increíble que un chico pudiera causar este revuelo para el Servicio Secreto pero yo tampoco era muy inofensiva para ellos así que no me sorprendía demasiado. Él no se fijó en mí a pesar que me escuchó entrar, mantuvo la cabeza gacha ocultando su rostro con su cabello dorado oscuro. Era delgado, pero no era difícil darse cuenta que también era fuerte y tenía el físico de alguien que llevaba años en esta peligrosa vida.
Me acerqué con calma, fijándome en cada pequeño detalle. Había sangre en su camiseta, estaba rota y sucia por haber dado pelea al momento de arrestarlo. Sus manos estabas esposadas en su espalda, incluso sus pies lo estaban también. Guardé una distancia prudente al detenerme frente a él mientras lo examinaba. Un lado de su cabeza tenía el cabello más corto, como si hubiera sido rapado meses atrás y este no hubiera crecido uniformemente. Era su color natural, hubiera reconocido el uso de tintura enseguida de haber sido así. No lucía muy distante de mi edad, pero el problema era que no sabía hasta qué punto su aspecto había sido modificado por su encuentro con el MI6. Y no sabía nada de él.
—No eres un fumador —dije y saqué el encendedor de mi bolsillo—. ¿Entonces por qué andarías con esto?
No hubo respuesta, no hubo reacción de ningún tipo, no movió ni un solo músculo. Continuó tan ilegible como debió haber sido para quienes pasaron antes que yo. Miré el Zippo de nuevo, preguntándome cómo algo tan corriente pudo haber alterado a John o a mi hermano. Si tenía un Zippo con la bandera del Reino Unido debía ser inglés también, aunque era imposible saberlo si no hablaba y ahora estaba de moda nuestra cultura a nivel mundial lo cual no ayudaba a reducir posibilidades. Bien podría tenerla porque le gustó como por un motivo en particular.
—Y no estuviste mucho en Dubai, ese bronceado es del mediterráneo. —continué y suspiré al escuchar el silencio—. Escucha, podemos jugar a esto todo el día, tengo más paciencia que los hombres de traje cuando se trata de interrogar. Así que puedes hacer esto más fácil, o podemos estar durante horas así. Tú decides. Y este es el asunto, yo sé los contactos que tienes que tener para no aparecer en el sistema.
—Brillante, Bright —dijo él y me congelé completamente al oírlo—. ¿Al momento de traicionarme siquiera pensaste en lo que él me haría?
El encendedor cayó de mi mano al suelo, el ruido resonando en el absoluto silencio mientras luchaba por aceptar lo que estaba viendo. Retrocedí un paso sin poder creerlo y me contuve de sacudir la cabeza en negación. Me forcé a mantenerme bajo control, lo último que necesitaba era que me sacaran del caso. ¿Podría hacerlo? Por tan solo un instante me vi tentada de fingir que algo me había afectado del mismo modo que a Ethan y John. ¿Acaso esto se trataba de algún oscuro y retorcido sueño? Una pesadilla, o tal vez había sido capturada y drogada en algún momento, considerando lo que era mi vida la segunda opción era tan probable como la primera. Esto no podía ser real, no tenía modo de serlo, no tenía lógica. Finalmente había enloquecido, eso era.
Y aun así sabía que estaba perfectamente cuerda. Escuchaba las voces en el auricular, el agente a cargo hablándome sin que le prestara atención. Le sostuve la mirada al joven frente a mí, sin poder hacer otra cosa que aquello. Sus ojos eran de diferentes colores, uno siendo de un azul tan claro como el océano y otro de un intenso gris que a veces había estado en mis pesadillas. Unos ojos que yo conocía muy bien, que había insistido en que no debían ser ocultos. Su labio estaba cortado en un lado, y había un moretón en su mejilla allí donde había recibido un fuerte golpe. Pude ver la cicatriz en su cuello, la pálida línea que seguía debajo de su camiseta. Era imposible. Yo había visto la filmación, yo había investigado el asunto, yo había tocado su sangre y tenía en el bolsillo de mi chaqueta el cartucho vacío de la bala que siempre llevaba conmigo.
—No es posible —susurré.
—No es probable —corrigió él.
Sentí el odio en cada palabra, el modo en que me miraba siendo más doloroso que la vez que había sido apuñalada. Probable o no, yo lo había visto, yo había tocado las cenizas además de su sangre. Estaba equivocado, no lo había traicionado, no había hecho nada para provocar lo que había sucedido. Y aun así no me moví de donde estaba, completamente paralizada mientras mi cerebro se esforzaba por encontrar una explicación lógica y posible. Si no me recomponía rápido el MI6 sospecharía de lo que estaba sucediendo aquí. Ya bastante complicada debía estar, los hombres de traje lo habían escuchado, él me había reconocido y eso era incuestionable además que parecía tener cierta aversión personal hacia mí.
—Déjame adivinar, quieren abrir el maletín —dijo él—. No necesitas nada de mí.
—Muy breve.
—Como amor de mujer.
La acción que le seguía vino enseguida a mi memoria y tuve que contenerme de no llevarla a cabo. Aquellas palabras habían sido meditadas antes, posiblemente para tener el mismo efecto que habían tenido en mí. Fueron peor que un puñetazo en el rostro, no por lo que significaban sino por todo lo que implicaban detrás y yo conocía perfectamente. Por tan solo un momento recordé el desafío que había sido darle vida a Ofelia casi tres años atrás, tener que lidiar con la bipolaridad de Hamlet respecto a sus sentimientos hacia ella. Y por tan solo un segundo odié al destino por el modo cruel y despiadado en que parecía haberme escogido como su víctima favorita este día, jugando de este modo conmigo.
Di media vuelta y salí sin poder soportarlo. Sentí mi sangre arder con furia, cerré fuertemente mis manos al interponer la puerta entre nosotros. Mataría a alguien, estaba segura de aquello. La negación le había dado paso a la ira, un procedimiento básico y lógico del ser humano al encontrarse en una situación de este tipo. Mi mente se estaba concentrando en ser absolutamente racional para mantenerme bajo control, pensando fríamente y calculando, manteniendo los sentimientos completamente a raya. Ignoré las preguntas de los agentes, las demandas del hombre a cargo, ignoré completamente todo lo que me rodeaba y todo lo que estaba sucediendo. Me acerqué hasta el maletín, sin prestarles atención a las advertencias respecto a que estaba cerrado y solo se abriría con la huella digital correcta. Daba igual todo, de todos modos estos hombres sospechaban de mí y lo que había sucedido allí dentro ya me había involucrado.
Corrí las falsas trabas que pretendían ser cerraduras del maletín para dejar los dos pequeños escáneres al descubierto. Estos leyeron las huellas de mis pulgares y enseguida escuché el click cuando el mecanismo cedió al reconocerme. Por supuesto, mi huella tenía que de algún modo haber terminado cargada allí. La tapa se abrió revelando un pequeño teclado. No había ninguna señal que delatara las teclas utilizadas para el código, nada que intuyera de algún modo la secuencia que se debía entrar, sin embargo no vacilé al introducir la palabra correcta, el nombre debido. Él me había dado la respuesta con aquella última réplica, una cruel burla que dolió más que cualquier otra. ¿Cómo se atrevía a atacarme de ese modo? ¿Cómo osaba utilizar mi mayor pasión en mi contra y específicamente esa línea? No me sorprendió el código, había algo oscuramente irónico en ello de hecho. Un código que nunca había podido ser dicho la primera vez, parecía lógico que lo fuera ahora.
La segunda cerradura cedió también abriendo finalmente el maletín y revelando su contenido. El agente a mi lado enseguida cesó con sus demandas al ver lo que había hecho. El silencio fue absoluto, después de todo había conseguido esto en unos pocos minutos cuando ellos en horas no habían conseguido nada. Cerré los ojos un segundo y tragué la amargura que sentía en mi boca, si ellos tan solo supieran... Inhalé profundamente y me dije a mí misma que debía mantenerme imperturbable, dejé la tentación absolutamente de lado y tomé en aquel momento la decisión que no podía ser desplazada del caso. No sabía por qué John y Ethan lo habían sido, y definitivamente no habían sido afectados del mismo modo que yo, pero no podía permitir que sucediera lo mismo conmigo. No ahora. No hasta llegar al fondo de esto. Fría y racional, así era más sencillo de sobrellevar.
Fuera lo que fuera que el MI6 estuviera esperando encontrar dentro, definitivamente no era lo que vieron. Mi corazón se saltó un latido al ver el pequeño montón de postales prolijamente apilado y atado con una cinta roja. Había un libro de bolsillo sobre poesía francesa en idioma original al lado y también notas escritas a mano y codificadas junto a un pesado medallón verde conservado dentro de una bolsa plástica. Tomé las postales ignorando todo lo demás y desaté el lazo para poder verlas. Era como si mis manos no me pertenecieran, mis ojos veían pero mi mente había dejado de funcionar. Era una actriz, y había olvidado completamente mis líneas. Él siempre de algún modo lograba tener aquel efecto en mí.
Vi cada postal de cada lugar diferente, cada fecha marcada a la perfección en una esquina. Me congelé al llegar a aquella de Sydney, estaba manchada con sangre y yo sabía el por qué. Había dos postales más luego de aquella, una de un lugar que no reconocí y otra de Dubai. Lo había hecho, incluso cuando no tenía razón para hacerlo. Todas esas postales, todas esos días... Lugares en los que había estado, y eran tantos y en tantas ocasiones distintas. Estaban ordenadas cronológicamente, podía recordar a la perfección cada fecha. Lugares que yo hubiera deseado visitar también, y para eso eran las postales, para que pudiera ver lo mismo porque él conocía mi deseo de hacerlo. Había mantenido su promesa de guardar una de cada lugar para mí, aun cuando no debió, aun cuando nunca las envió porque sabía que yo no quería.
Las postales fueron arrebatadas de mis manos al igual que todo lo que había dentro del maletín. Quise protestar, sentí como si me hubieran arrancando una parte de mi alma al hacer aquello, de mi corazón. Ellos no tenían idea del valor que tenían, de lo que significaban en realidad. Eran objetos personales, pero ellos no tenían modo de saberlo, no tenían modo de conocer el valor sentimental que conllevaban.
—No es ningún código estándar —declaró una mujer al analizar las notas.
—Emma —llamó el agente a cargo y suspiré sabiendo lo que me esperaba.
—Quieres que lo interrogue y te diga cómo transcribirlo.
—¿Cómo supiste el código? —preguntó el hombre con desconfianza y lo miré a modo de advertencia.
—Me lo dijo, fue una cita exacta de Hamlet. Aquel era el código, el nombre.
—Te conoce, y tú lo conoces. Sería un crimen muy grave de tu parte estar callando información, Bright...
—Firmé un contrato al aceptar este puesto. No trabajo exactamente para ustedes, colaboro bajo mis propias condiciones —dije sosteniéndole la mirada—. Tengo derecho a rechazar un caso si así quiero, y si pretendes que participe en esto entonces no me cuestionarás al respecto. Una de mis condiciones al aceptar fue que no entregaría a nadie a quien le debiera la vida. El mismo director general aprobó mis condiciones así que no tienes nada que reclamarme.
El agente me miró con fría furia y odio al saber que no podía hacerme nada. Frunció el ceño y calló, porque no tenía poder alguno sobre mí. Y, muy en el fondo, el hombre sabía que no se podía permitir el lujo de perderme, no ahora cuando necesitaba rapidez y efectividad antes que la CIA pudiera involucrarse. Me preparé mentalmente para lo que me esperaba, debía continuar con esto. Un poco de alcohol me vendría bien. ¿Podría conseguir un vaso antes de volver a entrar? Podía seguir pensando igual de bien, y yo misma tenía preguntas que necesitaban respuestas.
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