Capítulo 20

Permanecimos por unos minutos en silencio, solos el uno junto al otro en una casa desconocida, en una situación que no hacía nada más que desconcertarnos a cada paso. Sostuve su mano sin necesidad de nada más y él hizo lo mismo por mí, porque quizás si no nos separábamos podríamos conservar el equilibrio entre los dos en vez de permitir que nuestros pesos nos echaran abajo. Me hubiera gustado tanto poder saber qué pensaba, pero ni siquiera Jack podía poner orden al caos de sus pensamientos como para que yo luego pudiera leerlos en su expresión.

—¿Qué crees que suceda ahora? —pregunté en un susurro.

—Ella nos ayudará —respondió él.

—¿Por qué crees eso si ya ha dejado bastante claro su punto?

—Porque él le acaba de decir que nos ayuda o pedirá el divorcio.

Era increíble. Aún en medio de un desorden emocional Jack era capaz de seguir actuando como un agente, completamente atento a la discusión que se producía en otra parte, siguiendo cada palabra a la perfección cuando yo apenas podía pensar. Pero a diferencia de mí, él no tenía ningún problema para lidiar con el español local. Tampoco parecía afectarle lo que nuestra presencia había provocado, aunque también sabía que era lo suficientemente buen actor como para pretender eso cuando por dentro podría estar en medio de una crisis.

—Odio tener que jugar el papel del policía malo —admití.

—¿Eso es lo peor que puedes hacer? Y yo que tenía entendido que las chicas Bright eran de lo peor.

—Si llego a ser la causa de otro divorcio...

—No sería nuestra culpa —dijo Jack simplemente—. No es nuestra culpa que ella no le haya dicho que yo existía.

—¿Él sabe de su pasado, sabe lo que hace?

—Por lo que entendí de la discusión hasta ahora, está al tanto de los negocios que ella tiene eventualmente aunque ella siempre los ha mantenido separados de su familia —dijo Jack, las últimas palabras saliendo con dificultad—. Le dijo que su ex-pareja había sido demasiado controlador y dominante y por eso lo había dejado, no me mencionó en esa historia.

Ambos callamos al escuchar los pasos detrás, directos de las escaleras. A mi lado Jack se tensó por completo, de pronto tener que lidiar con su madre era preferible a un niño demasiado curioso para su propio bien. Adam apareció y se sentó frente a nosotros. Mi corazón dio un vuelco al observar el inhalador entre sus manos. ¿Acaso ya no me sentía lo suficientemente culpable por aquel niño involucrado? No podía ni imaginar cuánto habríamos dado vuelta su vida con nuestra simple presencia.

Por unos eternos segundos ambos hermanos se miraron en silencio, el parecido siendo demasiado fuerte incluso para mí. Definitivamente era hijo de Lionel, y aun así no quise pensar en lo que ese hombre habría hecho de saber que tenía un hijo con asma. Siendo sincera, tan injusto como sonaba estaba agradecida porque ese niño jamás lo hubiera conocido. No podía culparlo por lo que había hecho Cecilia, y sabía que Jack tampoco podía odiarlo por haber tenido lo que él no. Había tanta preocupación en su mirada, como si a pesar de todo ese desconocido fuera su responsabilidad en cierto modo. Y tan demacrado y enfermo como Adam lucía en aquel instante, mantenía la calma incluso mejor que nosotros, aun cuando era lo suficientemente inteligente como para comprender lo que estaba sucediendo. Él suspiró e hizo girar el inhalador entre sus manos.

—Odio cuando discuten —admitió simplemente como si esta fuera una situación casual—. Vos tenés suerte con eso, siempre envidié a esos con viejos separados o con solo uno. No tienen que escucharlos discutir, no conocen el miedo que eso provoca. Por suerte Marcos está en el cole y no los escucha.

—Deberías estar en cama, no luces de lo mejor —dijo Jack.

—Es solo la maldita gripe, el asma tampoco ayuda —respondió Adam—. No me voy a quedar arriba. Te pido perdón por ella, mamá no es normalmente así. ¿Entonces de dónde sos?

—Londres.

—No estás en tus colonias, inglés —dijo Adam y sonrió—, pero supongo que eso me hace inglés a mí también. Nuestro padre...

—No es un buen hombre.

—Eso también dijo ella. ¿Te quedás?

—No.

—Lástima, siempre quise tener un hermano mayor. Al menos alguien que pudiera cuidar de Marcos mejor que yo —dijo Adam y sacudió su inhalador—. Esta cosa es horrible, y ese pendejo tiene energía ilimitada. ¿Cómo te llamás?

—Jack.

—Adam. ¿Cuántos años tenés?

—Dieciocho.

—¿Podés darme tu mail? —preguntó Adam y lució decepcionado cuando Jack negó con la cabeza—. ¿Por qué no? Incluso puedo escribir en inglés aunque no esperes mucho.

—Es por tu bien, mi trabajo no es seguro.

El dolor fue evidente en la mirada de Adam al ser rechazado y que su recién descubierto hermano no se interesara por él del mismo modo que él lo estaba haciendo en aquel momento. Conocía la sensación tras el rechazo, Jack me había hecho algo similar durante nuestros primeros días conociéndonos. Pero ahora también conocía el peligro que implicaba que tu nombre apareciera entre las cosas de un agente, porque aquello implicaría que le importabas y entonces otros intentarían utilizarte o hacerte daño para dañar al otro. Y tan frágil como Adam lucía en aquel momento, yo tampoco lo pensaría al momento de mantener la distancia.

—¿Sos como mamá?

—No exactamente.

—Y supongo que como ella tampoco vas a decir cuál es tu laburo. ¿Estás acá por eso?

—Sí.

—Y cuando termines, rajás.

—Sí.

—Mala leche. ¿Qué se supone que haga en tan poco tiempo? Ni siquiera se me ocurre qué preguntarte. ¿Vos no querés preguntarme nada?

—No sabría qué —admitió Jack y Adam sonrió al mirar el inhalador en sus manos.

—Esto es incómodo, y demasiado inesperado. No sé qué hacer.

Cecilia regresó en aquel momento y sofocó un grito ante la escena. Sus ojos estaban enrojecidos, su maquillaje corrido, y aun así en aquel momento me resultó más peligrosa que nunca porque era evidente que ella no quería que hubiera contacto de ningún modo entre sus dos hijos, aquel que había abandonado y aquel que desconocía su historia. Adam se puso de pie con indiferencia. Quizás la enfermedad lo tuviera sin energías, quizás el cansancio simplemente lo hiciera parecer más tranquilo y aceptar todo.

—Ya sé, ya sé, volvé a la cama y no salgas de ahí. Intentá no armar tanto escándalo —dijo él y se alejó unos pasos antes de detenerse—. Y no seas tan mala con Jack, porque entonces no serías mejor que el chongo que dejaste y quiero creer que no sos así.

El chico me gustaba. Adam desapareció escaleras arriba, tan calmado y casual como se había mantenido durante los minutos robados con Jack. Ambos nos pusimos de pie enseguida, tenía seis manuales de lenguaje corporal en mi habitación en Londres que respaldaban nuestra reacción. Tan retorcida como la situación se había vuelto, al menos estábamos juntos en esto. Cecilia Carter fue severa en su expresión y le sostuve la mirada sin pestañear, no era mi culpa si ella se había olvidado de mencionar la mitad de su vida a su nueva familia.

—Ninguno de los dos se volverá a acercar o hablar con Adam —dijo ella—. Sea lo que sea que quieren, que sea rápido. Los ayudaré, pero luego desaparecerán y no volverán aquí bajo ninguna circunstancia.

—Tranquila, tampoco es como si planee volver. Creo que ya dejaste bastante claro que no soy bienvenido —dijo Jack alejándose—. Toda tuya, Bright, al menos a ti te dirige la palabra.

Internamente suspiré, sabía que el mejor modo que Jack tenía de protegerse de ser herido por otros era manteniendo la distancia. Lo miré de soslayo sintiendo mi preocupación por él, pero sabiendo que estaría bien. Era fuerte, tenía una nueva meta. Quizás Cecilia no quisiera verlo, pero Adam había sido amable y conocía lo suficiente a Jack como para saber que deseaba proteger al ingenuo chico. Lo cuidaría de Lionel y los demás como él no había sido cuidado.

—Necesitamos que nos digas todo lo que sabes de este objeto —dije cogiendo el medallón de mi bolsillo y enseñándoselo—. Eso es todo. No pedimos demasiado. ¿Verdad?

—Pidieron demasiado desde el momento en que llamaron a mi puerta, y ahora que pretenden que les diga todo sobre un objeto cualquiera —respondió ella cogiendo el medallón y examinándolo.

—Eres nuestra última opción. Créeme que si hubiera podido buscar esto en Wikipedia y ahorrarme las doce horas de vuelo, lo hubiera hecho.

El Jetlag era malo para mi descanso, sin contar el secuestro aéreo, el macabro juego de Damocles, y mi tobillo se seguía quejando... Bien, no me arrepentía exactamente de todo lo que había implicado esta misión, pero si esa mujer estaba dispuesta a jugar de ese modo entonces yo también lo haría. Jack se mantuvo a un lado, serio y silencioso, lidiando con sus propios problemas. Apenas podía imaginar el caos que debía ser su mente, luchando contra su amnesia, intentado descifrar si los recuerdos que recuperaba poco a poco eran reales o no, y ahora además debía lidiar con Cecilia y Adam.

—No se trata de una joya real —dijo Cecilia.

—Eso ya lo sé, no necesito que nadie me lo diga y si quisiera información sobre una joya tengo una experta a la cual recurrir —respondí.

—¿Alguna información que estés callando? Los agentes siempre son demasiado reservados en ese sentido, callando más de lo que deberían.

—Lo conseguimos en Dubai, estábamos investigando un contrabando de fármacos.

—No, no me dice nada —murmuró ella simplemente y me devolvió el medallón.

Mi corazón se detuvo al escucharla. Habíamos hecho todo este viaje, soportado tanto... ¿Para nada? Me aferré completamente a mi papel de agente porque en ese instante no podía mostrar el problema que eso representaba. Siempre había existido la posibilidad de no encontrar nada, tan solo había preferido no considerarlo. Pero, luego de todo lo que habíamos pasado, uno habría creído que seríamos recompensados de algún modo. Y, tan egoísta como esto sonaba, había más en juego que la posible seguridad internacional. ¿Qué era una posibilidad contra un hecho?

—No puede ser —dije.

—Mírame a los ojos, Emma Bright, y di que miento.

Deseé desesperadamente ver aquellos pequeños tics que delataban a un mentiroso. Un movimiento nervioso, un músculo tenso, una pupila no dilatada. Llevaba un buen record sin ser engañada por un mentiroso, había leído en meses más manuales sobre la interrogación que cualquier otra cosa en toda mi vida de estudiante. Pero no había nada más que simple verdad en sus palabras.

—¿Eso es todo? ¿Simplemente le echas una mirada y me dices que no significa nada para ti? —pregunté molesta—. Se supone que eres la mejor en esto.

—Lo que me has mostrado no es más que una baratija.

—Debe tener un significado oculto, debe cargar algo. Las pruebas que le hicieron en el laboratorio no revelaron nada, se lo he llevado a una experta en joyas y nada, pero debe tener un valor si hay gente allí afuera dispuesta a hacer lo que sea por cogerlo. Por descarte debe tener un significado simbólico.

—Entonces búscate a otro porque no significa nada para mí.

—¿Tienes idea de la importancia de esto? —pregunté esperando que comprendiera las palabras no dichas en mi mirada—. ¿No hay nada que puedas hacer? ¡Tan solo lo has mirado! ¿No dice nada en tus libros o...?

—Teníamos un acuerdo. Ustedes mostraban lo que querían y yo les respondía, y mi respuesta es que no sé nada al respecto. Es la misma respuesta que le daría a cualquier otro cliente —dijo Cecilia Carter seriamente—. Así que no me importa qué implique esto o qué será de ustedes ahora, pero mi ayuda llegó hasta aquí. Busquen a otro a quien preguntarle. Ahora, si no tienen nada más que decir, les pediré que se larguen de mi casa y no vuelvan.

—De hecho, hay una cosa más —dijo Jack.

Lo miré enseguida. ¿Lo había? Él lucía serio e indescifrable como cualquier agente, la mirada de Cecilia fue dura al tener que fijarse en su hijo. La advertencia de ella fue clara, no tratarían ningún asunto personal, pero a juzgar por cómo él lucía, Jack tampoco estaba interesado en eso. Él sabía lo que implicaba esa respuesta. Habíamos fallado. Los hombres de traje no estarían contentos al respecto. Y cuando los hombres de traje no estaban contentos, ellos normalmente se las tomaban con alguien. Teníamos un trato con el MI6 y no habíamos podido cumplir con nuestra parte.

—¿Qué sabes del Conde de Saint-Germain? —preguntó él.

—Nada más que un mito, un hombre que fue declarado muerto y enterrado, y aun así había reportes de avistamiento en otro tiempo y lugar más tarde. Dicen que era inmortal. Algunas sectas lo veneran como un dios actualmente.

—No ese conde, el hombre que hace unos años se hacía llamar así. ¿Qué sabes de la persona tras ese alias? —preguntó Jack.

—Una leyenda, un nombre susurrado que muy pocos habían escuchado y menos incluso creían en su existencia. Nunca nadie pudo encontrar al criminal que se escondía tras ese alias. No hay pruebas que sea más que un mito como el personaje original. Tu padre creía que existía —dijo Cecilia mirándome—. Orlando tenía unos... cuestionables contactos, amigos los llamaba él. Fue a verme en Londres una vez, me pidió que le consiguiera información al respecto como pago por su ayuda para escapar de Lionel. Meses después llamó a esta misma puerta, preguntando de nuevo por el Conde de Saint-Germain. Le dije lo que sabía, el sujeto era un mito, todos los que alguna vez lo habían buscado habían muerto o desaparecido. Supongo que él no encontró un destino diferente.

—Mi padre no murió por estar tras el conde de Saint-Germain, murió porque tu amante le disparó una bala en frente de mi hermano —dije fríamente ante su tono.

—Estaba convencido que él podría encontrarlo. No se por qué, no sé cuál era la necesidad de tu padre, pero Orlando estaba obsesionado con encontrar al Conde de Saint-Germain. El hombre amable que conocía en Londres no fue el mismo que vino aquí y puso en juego su propia vida frente a Damocles por un poco de información. Él me preguntó quién podría saber del Conde, lo llevé con Damocles, y Damocles le respondió que buscara en Brasil —dijo Cecilia calmadamente, sus ojos siempre en mí—. Esa fue la última vez que vi a tu padre. ¿Acaso estás siguiendo sus últimos pasos? ¿Crees que cambiará algo si concluyes su misión?

—Era importante. ¿No? Lo suficiente como para que él se asegurara que nunca más nadie te volviera a encontrar o saber de ti luego de interrogarte sobre el Conde —respondí sosteniéndole la mirada—. Era inteligente, y lo suficientemente piadoso como para no tener que matarte para silenciarte.

—¿Quieres saber qué tan inteligente era tu padre? ¿Quieres saber sobre los últimos días de Orlando? Aunque yo tendría cuidado de quién desees que escuche esta conversación, la manzana nunca cae muy lejos del árbol.

—Tranquila, me he pateado todo el camino lejos del árbol. Ambos —dijo Jack y se dirigió hacia la puerta—. Te espero afuera, Bright.

Lo vi partir y por un momento temí que se escaparía de nuevo si lo perdía de vista, y esta vez no estaba segura de si iría tras él al saber lo que le esperaba en Londres. Jack había preguntado sabiendo que yo jamás lo haría, sabiendo que deseaba saber. ¿Qué le habría dicho durante mis días de delirio? Miré a Cecilia sin terminar de creer que desconfiara de ese modo de su propio hijo, pero tras conocer a Lionel y sus otros hijos era comprensible. El solo hecho de pensar que esa mujer había estado con Lionel era estremecedor. Pero él habría sido apuesto entonces, un maestro del engaño, y ella ingenua al no ver al verdadero monstruo debajo hasta que había sido demasiado tarde.

—¿Sabes que todo lo que él hizo fue por ti? —pregunté deseando más que nada que me escuchara—. Lleva años intentando averiguar qué fue de ti, temiendo que Lionel te hubiera hecho algo, buscándote. Se unió al MI6 por eso, para saber qué había sido de ti y para detenerlo a él. ¿Y así lo recibes? He conocido a Lionel, y conozco a Jack, y te puedo asegurar que no se parecen en nada.

—¿Y quién eres tú para juzgar eso?

—Conocías a mi padre, sabes lo fácil que él podía leer a las personas, y yo no soy muy diferente en ese sentido.

—Y tu padre así terminó por eso. Orlando y Lionel llevaban años de enfrentamiento. ¿No te parece ni un poco extraño que de pronto Lionel decidiera matarlo? La última vez que vi a Orlando, él sabía que le quedaban pocos días. No cometas su mismo error, Emma, no provoques tu propia muerte. Eres joven.

—Dejé de ser joven el día que acepté mi primera misión. ¿Crees que alguien me tendrá piedad por mi edad? ¿Por ser una chica?

—Yo no tenía más años que tú cuando terminé metida en esto. Acepta mi consejo, huye mientras puedas.

—Creí que me hablarías sobre mi padre.

—Intento advertirte. Sálvate mientras aún tienes tiempo. Deja de pensar en tu padre, olvídate de Lionel y aléjate de su hijo. No arruines tu vida tan temprano. No cometas mi error. Acepta mi consejo y tan pronto como regreses a Londres abandona todo esto, este mundo no es para ti.

—¿Sabes cuánto tiempo me queda antes de la fecha en que Lionel juró matarme? Días. ¿Sabes quién salvó mi vida dos veces? El hijo que ahora mismo te niegas siquiera a dirigirle la palabra o mirarlo, mucho menos reconocerlo. No juzgaré tus decisiones, pero no soy tú. Así que gracias, Cecilia, por mostrarme exactamente lo que no quiero ser si tengo la suerte de llegar a tu edad. Una mujer cobarde y egoísta.

—Creí que dijiste que no juzgarías mis decisiones.

—No juzgaré las decisiones que tomaste cuando tenías mi edad. ¿Pero las que tomaste luego? Solo él sabe todo lo que pasó porque tú lo abandonaste con Lionel, y ahora mismo ni siquiera eres capaz de reconocer todo lo que le debes por eso. Una sola cosa te pedimos, y tú no te esforzaste mucho. Tan solo estás pensando en el modo de deshacerte de nosotros más rápido. Pero ahora mismo necesitamos tu ayuda más que nada. ¿No hay nadie a quien puedas preguntarle sobre el medallón?

—Ya te he dicho todo lo sé, si esto se trata de seguridad internacional...

—Se trata sobre tu hijo —dije acercándome a ella y bajando la voz—. ¿Sabes lo que pasará ahora? Lo encerrarán, acusado injustamente de traición a la corona, y todo porque no pudimos averiguar lo que implicaba un medallón. Tú eras su última oportunidad, su única oportunidad de evitar eso. Y él lo sabe, y ahora yo debo llevarlo de regreso a Londres para entregarlo a los hombres de traje quienes lo esposarán y lo tirarán dentro de una celda. ¿Tan poco te importa como para permitir que pase el resto de sus años encerrado? Te lo pido por favor, si no lo haces por él hazlo por mí, mi padre te ayudó a escapar de Lionel.

—Y mi deuda es con Orlando, no con su hija, y está saldada —respondió ella fríamente.

—¿Acaso lo odias? ¿Tienes idea de cuánto te ama? Porque ni un solo día se olvidó de ti, y yo fui quien lo escuchó hablar de ti con tanto cariño. Me habló de una mujer inteligente y humilde, apasionadamente curiosa, capaz de responder cualquier cosa que se le preguntara gracias a sus inmensos conocimientos, siempre investigando lo que llamara su atención, tan conocedora sobre historia y otras culturas y cosas que las personas normales no sabrían, pero que ella amaba. Y su color favorito es el rojo, porque tú siempre usas una prenda roja creyendo que es para la buena suerte. Y odia el teatro, porque tú solías llevarlo al teatro y el último recuerdo que tiene de ti es eso, que lo llevaste al teatro y al día siguiente ya no estabas, y cree que los actores no son más que idiotas en escena repitiendo palabras memorizadas y pretendiendo tener sentimientos que desconocen porque esos desconocidos no saben lo que se siente de pronto no encontrar a tu madre. Y lleva años cuidando de la colección de arte de Lionel y completándola, porque tú habías juntado esas obras.

—No puedo hacer nada más por ti, te he dicho todo lo que sé. Lo siento.

—No es a mí a quien debes pedirle disculpas —dije alejándome y la miré una última vez sobre mi hombro—. Te envidio si puedes dormir bien por las noches, yo no podría.

Suspiré resignada. Lo quisiera o no, ya no había nada que hacer. Ni siquiera me molesté en despedirme al momento de partir, no era culpa de esa mujer que hubiéramos fracasado, pero ella podría haberse esforzado un poco más, al menos pretendido que le importaba. Cerré la puerta al salir y me congelé al ver a Jack hablando tranquilamente con Adam en el porche. El chico lucía tan torpe y desgarbado en comparación, su nariz enrojecida por el frío, su incómoda sonrisa aún grabada en su rostro. Debió de haber salido por algún lado a escondidas de su madre. Enfermo y débil se las había arreglado para pelear su camino hacia afuera, y Jack le había dado su abrigo.

—Lástima que ya deban irse —dijo Adam e intentó quitarse la chaqueta, pero Jack sacudió su cabeza.

—Quédatela —dijo con indiferencia y los ojos del chico se iluminaron con ilusión—. De todos modos ya no la necesitaré.

—¿Posta? ¡Sos un capo! —exclamó Adam.

Él se despidió, abrazando sorpresivamente a Jack y luego besándome en la mejilla. Los argentinos eran tan directos con sus demostraciones de afecto, aún hacia desconocidos. Me detuve junto a Jack una vez que Adam desapareció de nuestra vista. No parecía como si el frío le afectara, aunque tampoco creía que actualmente el clima fuera una de sus preocupaciones. Tenía su mirada perdida en el lago, tan distante y desinteresado como los primeros días que lo había conocido. Entonces había sido un completo extraño, y yo una completa extraña, y un año después aquí estábamos ambos. ¿Cuántos misterios sobre nuestro pasado habíamos descubierto desde entonces? ¿Por cuánto habíamos pasado?

—¿Recuerdas cuando supiste la verdad sobre tu familia? Yo fui el primero en decirte que tu padre había muerto a causa de esta vida —dijo Jack a mi lado—. Lucías tan afectada, como si las cosas se estuvieran escapando de tus manos, creí que te había quebrado. Estabas sentada en el suelo. Temí que te hubiera roto. Pero entonces tú te pusiste de pie y a los cinco minutos estabas como si no acabara de decirte que alguien posiblemente mató o mandó a matar a tu padre. No eras nada más que una estudiante lidiando con cosas que desconocía, ni siquiera consciente del verdadero peligro que corría. Siempre admiré aquello de ti, tu capacidad para no permitir que las cosas te echen abajo sin importar lo que sea, para continuar adelante de todos modos. Deberíamos regresar a Londres, podemos coger el vuelo de esta noche.

—Ellos te encerrarán.

—¿Qué otra cosa podemos hacer, Bright? —preguntó Jack mirándome y sonrió apenas—. Extraño mi ciudad, y tú debes volver con Ethan. Ya pensaremos en algo, pero no podemos seguir perdiendo tiempo aquí.

—Podría intentar investigar por mi cuenta —dije y pasé una mano por mi cabello—. Podría hacer un par de llamadas. Quizás pueda conseguir algo. No puede ser que nadie sea capaz de decirnos algo sobre este tonto collar.

—Te dije que estaba maldito —murmuró Jack y cogió mis manos para mantenerme quieta—. Calma. Podría no significar nada, podríamos estar tras una baratija después de todo. Quizás nos equivocamos de enfoque. No siempre puedes cumplir con las misiones, a veces fallas.

—Fallar, a días de un evento mundial en nuestra capital, no es una opción que suene tentadora —respondí.

—¿Crees que eres la única que debe ocuparse de esto? Tú lo dijiste, esta no era tu misión, solo la aceptaste por mí, y te agradezco la oportunidad, pero otro se encargará de terminarla. Tienes cosas más importantes que hacer en Londres.

—Tan solo es frustrante. Luego de todo lo que pasamos...

—No puedes salvar a todos —dijo él y besó suavemente mi frente—. Vamos, ya no hay nada que hacer aquí.

—¿Eso es todo? ¿Tantos problemas para que ella nos diga que no sabe nada?

—Al menos no tendré que pasarme los siguientes años de mi vida preguntándome qué le sucedió a mi madre —dijo Jack y se encogió de hombros mientras lo seguía—. Saber, es mejor a no saber. Nuestra imaginación puede ser cruel al momento de rellenar los espacios en blanco.

—Adam te admira.

—Él solo tiene curiosidad —dijo Jack y negué con mi cabeza.

—Eso era más que curiosidad. ¿Quién de los dos aquí es el encargado de descifrar a los demás? Te admira, como cualquier hermano menor admira a un hermano mayor, como yo admiro a Ethan.

—Ninguno sabía del otro hasta hace menos de una hora.

—Y aun así te importa —dije y sonreí ligeramente cuando me miró—. No creas que puedes engañarme con eso, no cuando yo ya sufrí personalmente tu juego de no me interesa el otro. Le dejaste tu chaqueta.

—Está enfermo. Y es un chico tonto e ingenuo que al parecer, al igual que tú, no es consciente del frío.

—Está bien si te importa, aun si es un completo desconocido. Es tu hermano, un chico normal, alguien que no te apuñalará por la espalda apenas te des la vuelta. Nunca tuviste a alguien así. Y sé que lo quieres proteger de Lionel, tan pronto como lo viste te olvidaste de cualquier amenaza por hacer. No quieres que él sepa de Adam.

—Mi padre lo mataría de saber. ¿Un hijo suyo con asma? Conoces su filosofía sobre cómo solo los fuertes tienen el derecho a sobrevivir. Adam tuvo suerte de crecer lejos de él, no permitiré que eso cambie. Ella puede pretender que no existo, pero al menos lo salvó a él. No me importan los años pagados si Adam tuvo la oportunidad que yo nunca podría haber tenido.

Lo miré de soslayo unos segundos, intentando imaginarlo como un hermano mayor de haber tenido la oportunidad, de haber crecido con Adam en vez de una casa donde había tenido que cuidar su espalda a cada segundo. Nunca lo había visto interactuar con Byte en persona, pero lo había visto ceder ante cualquier cosa que él le pidiera aún si era conseguir el prototipo de un videojuego que no estaba en el mercado todavía. Lo había visto ceder ante los caprichos de Rose por llevarla a cenar o a la ópera.

Habría cuidado de Adam más que de sí mismo. Quizás no del mismo modo que Ethan cuidaba de mí, tan cercano y directo, en ese sentido Jack era muy distinto a Ethan, pero siempre habría estado allí para Adam, siempre aconsejándolo o enseñándole sus propios trucos. ¿Habría lucido similar a Adam a su edad? Me resultaba imposible imaginarlo como un niño normal, ni siquiera sabía cuándo se había unido al MI6. ¿Habría sido tan joven como Ethan entonces? Mi hermano no había sido más que un niño aterrado de siete años. ¿Pero Jack? Había tanto que no sabía sobre su pasado, tantas preguntas que no había tenido el tiempo de hacer y ahora jamás sabría la respuesta porque quizás él ya no lo recordaba.

Cogimos el vuelo de la noche, luego de la conexión en Buenos Aires dormí la mayor parte del tiempo. Tan solo no tenía energía para nada, emocionalmente estaba devastada y sin importar cuánto intentaba pensar en alguna solución, no se me ocurría nada. No era la primera vez que fallaba en algo, y quizás el medallón realmente no significara nada (¿A quién pretendía engañar? Seguro que había estado cargando el botón de destrucción del mundo conmigo todo este tiempo.), pero había creído tan ingenuamente que las cosas saldrían bien y Jack lograría evitar un juicio por traición. ¿Tomarían mi palabra si la ofrecía? ¿Era siquiera considerada una testigo? Quizás pudiera improvisar algo...

Sentí los dedos de Jack suavemente cepillar mi cabello y luego sobre mi frente para relajar mi ceño fruncido. Él sabía que estaba preocupada e intentaba encontrar una salida a esto, y aun así parecía tan calmado y resignado. ¿Lo estaría? Pretendí dormir, mi cabeza descansando sobre su hombro, hasta que realmente me dormí y lo próximo que supe fue que habíamos llegado a Londres. Estaba viva, y casi ilesa, había sobrevivido a un campo duro con apenas unos meses de experiencia y aun así me sentía como si hubiera fallado. ¿Acaso no lo había hecho de un modo imperdonable? No quería imaginarlo en una celda, no podía creer que sería enjuiciado por traición a la corona y no podía entregarlo a los hombres de traje.

Y tomé mi decisión al momento de recuperar el equipaje. No podía, simplemente no podía, tan cobarde y traicionero como eso era de mi parte. Un año había pasado y yo no había cambiado, seguía siendo una chica Bright, seguía cometiendo errores imperdonables hacia el MI6. La tía Vivien había abandonado una misión, mi prima Alicia había traicionado al Servicio Secret por la mafia, mi propia abuela tenía actitudes cuestionables estando de este lado de la ley. Y aquí estaba yo, de nuevo cerrando conscientemente los ojos ante quien los hombres de traje consideraban un criminal. ¿Pero qué había hecho él más que mentir sobre su nombre? Sí, había cubierto los rastros de su familia, pero para que no los relacionaran, no porque quisiera realmente, y nunca había traicionado a los hombres de traje.

—Vete —dije dándome vuelta para mirarlo y Jack lució sorprendido—. Ellos no tardarán en llegar aquí para comprobar que sigues, vete ahora y no permitas que te atrapen.

—¿Y qué será de ti? Se supone que soy tu responsabilidad. Si yo no estoy, tú tendrás que pagar por mí. Esta vez no será tan sencillo, Bright —dijo él.

—No me importa. ¿Crees que no podré arreglármelas? Ya te he dejado escapar una vez cuando debería haberte detenido.

—Eras una simple civil entonces, no había mucho que los hombres de traje pudieran hacerte. ¿Pero ahora? Te encerrarán por complicidad.

—Entonces déjame inconsciente —respondí y Jack me miró incrédulo—. Redúceme, haz lo que necesites para que parezca que no te dejé escapar si lo que temes es que pague por ti. Vamos, cualquiera sabe que eres capaz de superarme en una pelea si realmente lo deseas.

—Ellos saben que tú me dejarías escapar.

—Pues tendrán problemas para probarlo entonces. Pero, por favor, tan solo vete. Huye antes que sea demasiado tarde —dije mirándolo a los ojos—. Por favor. Porque sino ellos te atraparán, y no sé lo que sucederá y temo por el resultado, pero si te vas ahora entonces estarás bien y yo puedo ocuparme de darte tiempo. No me meteré en problemas. ¿Qué es lo peor que pueden hacer? ¿Encerrarme? ¿Crees que mi familia lo permitirá? ¿Crees que mi hermano lo permitirá? Dirán que soy una chica joven y tonta, una Bright más que metió la pata, dirán lo de siempre, no confiarán en mí como siempre, pero no me harán nada. Porque los hombres de traje no pueden darse el lujo de perderme.

—¿Y luego qué? ¿Volverás a estar paranoica y mirando a cada paso sobre tu hombro? ¿Crees que ellos perdonarán tan fácilmente que cometas de nuevo la misma falta, ahora como agente? Porque te puedo asegurar que no lo olvidarán, nunca, y la pasarás mucho peor que la otra vez.

—En todo caso es mi problema. ¿No? —pregunté y él se acercó hasta estar frente a mí.

—No. No permitiré que vuelvas a pasar de nuevo por eso.

—Vete. No debe quedar mucho tiempo, solo vete. Por favor, solo hazlo antes que sea demasiado tarde. Yo soy la razón por la que ellos supieron de ti en primer lugar, ahora te estoy dando la oportunidad de escapar así que cógela.

—No es tu culpa que me hayan descubierto, con o sin ti lo hubieran hecho gracias a Pandora.

—Pero yo soy quien encontró y les entregó Pandora.

—Y también quien me avisó sobre su contenido para que pudiera huir entonces.

Jack se acerco y me besó, y por tan solo un instante creí que se trataba de una despedida como aquella vez, pero conocía demasiado bien sus besos como para saber que no era así. Y aún no sabía en dónde nos dejaba esto. ¿Por qué, solo por una vez, no podíamos ser dos jóvenes normales? Solo un chico y una chica, con problemas y preocupaciones normales, aunque si debía ser sincera incluso con una vida normal era difícil trazar la línea entre saliendo y tonteando, y complicado no comenzaba a definir nuestra situación.

¿Era mucho pedir un respiro, que por una vez nada nos separara? Pero Jack tenía su decisión tomada, y no era como si pudiera hacerlo cambiar de parecer. Cuando se alejó fui perfectamente consciente de los hombres de traje a nuestro alrededor, no me importó si nos habían visto. Que pensasen lo que desearan, de todos modos ya tenían su opinión sobre mí formada. ¿Por qué tenían que ser tan orgullosos como para no poder perdonar? ¿Por qué no podían ver que Jack había actuado sin opción alguna y aun así se las había arreglado para no traicionar al MI6 mientras cubría a su familia? ¡Lionel había intentado matarlo!

—Gracias por recordarme quién realmente soy, Bright —murmuró Jack.

Él se dio vuelta y extendió sus manos, el agente ni siquiera pestañeó al momento de esposarlo. Mi corazón se detuvo al escuchar ese ruido. No se trataba de una prevención, se trataba de una sentencia ya tomada.

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