Capítulo 19


Si debía ser sincera conmigo misma, no tenía la menor idea de lo que estaba haciendo. No tenía un plan preciso porque, ciertamente, no podía amenazar a Cecilia Carter como hubiera hecho con cualquier otro. Si hubiera sido cualquier otro... Por favor, solo yo sabía las personas que había amenazado abiertamente estos últimos meses sin necesidad de nada más que una dura actitud y mis firmes palabras. Había hecho que hombres y mujeres que otros temblarían en su simple presencia cedieran a mis demandas sin tener otra opción. ¿Y ahora no sabía cómo lidiar con una mujer completamente quebrada, una cobarde y débil persona que cualquier otro podría hacer hablar enseguida con solo mover un dedo?

Las palabras no servían para quienes no querían escuchar. Pero la situación era desesperada. No quería justificarme en que por lo tanto requería medidas desesperadas, pero tenía un trabajo que cumplir. Más de una vez había tenido que ser una perra por el MI6, incluso con personas que lo habían merecido menos que Cecilia Carter, y aquí estaba yo cuestionándome al respecto. El teatro era definitivamente más fácil. Podría haberme dedicado únicamente al estudio y al teatro y que Ethan se ocupara de mantener el mundo entero y todos los dramas y vueltas que hacían esto peor que una comedia de la era de oro.

—Tienes esa mirada de nuevo —dijo Jack mientras caminábamos.

—¿Qué mirada?

—Aquella mirada por la que cualquiera se lo pensaría dos veces antes de meterse contigo, incluso los hombres de traje. Como si estuvieras cansada de tener que ocuparte de todo tú cuando el MI6 ni siquiera te reconoce por completo como una agente y sigue desconfiando de ti por ser una Bright.

—¿Alguna vez has leído Los enredos de Scapin de Molière? —pregunté.

—¿Puedes decirme quién, en su sano juicio, lee teatro?

—No importa. El punto es que incluso esa obra tiene más sentido que mi vida actualmente, y créeme que eso es mucho decir.

—La vida muchas veces no tiene sentido, es por eso que estamos hechos para experimentarla, pero no para entenderla —dijo Jack y se encogió de hombros cuando lo miré—. Estuve dos meses conviviendo con un sujeto que no dejaba de murmurar ese tipo de cosas, no esperes que al menos algunas no las haya aceptado.

—Sabes, mi hermano una vez me dijo que la vida pierde sentido cuando empiezas a buscar uno. Dice que mi padre le enseñó esa lección al igual que muchas otras cosas, si te quedas pensando y no actúas entonces te pierdes lo mejor. Las mejores cosas que te pueden pasar son producto de actuar sin pensar. Somos nuestros propios jueces, carceleros y verdugos, y por eso nuestros pensamientos nos torturan tanto. ¿Pero si no pensamos? Entonces puedes dormir bien por las noches.

—Ethan te enseñó todo lo que sabes. ¿No?

—Ethan me enseñó todo lo que él sabe —corregí—. Mi hermano puede haberme enseñado sobre cifrado y observación, pelea y armas, carreras e idiomas, todo lo que podrías enseñarle a una persona para entrenarla; pero tú fuiste quien me enseñó a moverme en el campo y sobrevivir. Porque a fin y a cabo, no basta con haber entrenado durante años, necesitas cierta astucia para adelantarte a tu enemigo y triunfar. Le debo a él tanto como te debo a ti, tanto como le debo a otros que he conocido y me han enseñado también.

—¿Y tú has enseñado?

—Algunas veces.

—Podríamos estar en Londres para esta hora mañana. ¿Qué harás entonces?

—Asegurarme que mi hermano sigue de una pieza, intentar comprender por qué mi familia parece estar en medio de una crisis, lograr que los hombres de traje no te encarcelen. Ah, y debería estudiar para los exámenes finales lo cual implica leer todos los apuntes de estos días que no estuve en el instituto. Temo que tengo una agenda bastante ocupada por delante.

—¿Crees que ellos cumplirán con su palabra?

—Saben que no les conviene tenerme en contra. No serán tan tontos como para tener problemas conmigo cuando parece que soy la única Bright que no anda con un ataque nervioso últimamente. No puedo decir lo mismo de nuestra anfitriona —dije y suspiré—. ¿Qué tiene que perder? Es difícil intimidar a alguien que lleva años viviendo con miedo y ha conocido peores males. ¿Algo que debería saber?

—Sabes más de ella de lo que yo sé.

—Solo sé lo que tú me contaste.

—¿Y qué te conté?

—Que ella era hermosa, pero demasiado ingenua. Que a tu padre no le había sido demasiado difícil engañarla tras ver su potencial para aprovecharse de ella. Que a pesar de no haber terminado la escuela sabía muchas cosas, de cualquier tema que le preguntaras, porque era hija de un historiador reconocido y demasiado curiosa. Que siempre vestía una prenda roja porque decía que el rojo era para la buena suerte. Que solía llevarte al teatro por las noches. Por eso lo odias tanto, porque cuando ella desapareció tan solo podías pensar en que los actores somos idiotas en escena repitiendo palabras sin sentirlas, sin saber lo que es vivir eso.

—¿Crees que a ellos los lleve al teatro? —preguntó Jack y sentí por completo el dolor en su voz.

—Creo que la mujer que te crió no es la misma que encontramos aquí —respondí con cuidado—. A veces las personas se quiebran, una situación logra cambiarlos por completo de modo que luego parecen irreconocibles. Lo sé, lo he visto. Y no hay nada que podamos hacer al respecto. Una persona solo puede soportar hasta cierto punto antes de romperse por completo, y cuando se rompe te puedo asegurar que nada ni nadie la volverá a reparar a como era antes. Una vez que el cristal se rompe no importa con qué lo pegues, siempre quedará esa marca y no volverá a su estado original.

—¿Es eso lo que te dices cuando alguien cambia?

—Es la verdad aunque a nadie le guste. Todos tenemos una grieta invisible, y si alguien logra encontrarla y presiona puede rompernos, y luego de eso no hay vuelta atrás. Mi tío me dijo una vez que mi padre era la mejor persona que te podías cruzar en este mundo, capaz de mejorar el peor de tus días en cuestión de segundos, o al menos así fue hasta que lo amenazaron conmigo. Mi hermano me contó que mi madre solía ser diferente, más suelta y menos seria, más alegre y menos profesional; hasta que mi padre no me reconoció como su hija y la dejó y entonces ella decidió que ser fuerte implicaba no sentir. Ethan solía ser diferente, más sonriente, más feliz y despreocupado, hasta que Lionel me envió los gemelos que arrancó del cuerpo de papá, aún manchados con su sangre, como una amenaza y él los encontró. Me gustaría creer que he logrado que mi hermano se olvide de eso, pero lo es cierto es que no ha vuelto a ser el mismo, y veo lo que oculta, veo el dolor en su mirada y su preocupación por mí y la venganza que desea. Cuando nos rompemos, cuando nuestra propia alma se quiebra, solemos cambiar por completo, convertirnos en nuestros opuestos creyendo que esa es la solución, que nuestro error fue el modo en que éramos antes y entonces, si cambiamos por completo, no cometeremos de nuevo ese error.

—Tú no has cambiado.

—¿Eso crees? Juraría que todos los demás que me conocen dicen lo contrario, algo sobre que me falta vida al parecer —dije y Jack sacudió su cabeza.

—No creo en el daño irreparable, solo en las personas que no quieren ser reparadas.

—¿Y qué tipo crees que sea ella?

—Del tipo que no desea ser reparada —dijo Jack.

—No tienes modo de saberlo.

—No, pero tú sí. Lo sé porque lo veo en tus ojos.

—No tienes modo de saberlo —repetí.

—Si lo que viste en ella fuera bueno, entonces no te negarías a decírmelo.

—Que nuestras opiniones sean distintas no significa que uno esté en lo correcto y el otro equivocado, ambos lo estamos tanto como no.

—Ahora tú comienzas a sonar como Matthew.

—¿Tienes idea de todos los libros de psicología que tuve que leer para entrenarme como interrogadora? Tú puedes ver algo, yo puedo ver algo y Cecilia Carter puede ver algo, y si comparamos nuestros tres puntos de vista pueden ser completamente diferentes, pero en realidad estamos mirando lo mismo.

—Ella no te gusta.

—No me trató de lo mejor la última vez, no tengo mucha paciencia para ese tipo de personas. Intentaré controlarme pero...

—No lo hagas. No te controles —dijo Jack y lo miré sorprendida—. Esto es una misión, no hay lugar para asuntos personales. Ella no querrá colaborar, y no confío en mí para amenazarla de ser necesario, pero confío en ti para hacerlo. Para eso somos un equipo, para que el otro haga lo que uno no puede. Yo me aseguro que vuelvas a salvo a Londres, tú te aseguras de conseguir la información.

—Pues estás haciendo un trabajo terrible considerando todas las heridas que tengo encima.

—¡Tú te provocaste la mayor parte de ellas!

—¿Y dices ser capaz de cuidarme? La próxima vez pediré a otro compañero.

—¿Te haces una idea de lo difícil que es mantenerte fuera de problemas e ilesa con lo inquieta e impaciente que eres? —preguntó él y sonreí antes de golpearlo apenas con mi codo.

—Me lo han dicho toda mi vida. Tranquilo, estás haciendo un buen trabajo.

—A veces me cuestiono seriamente cómo lograste sobrevivir todos estos años.

—Suerte, terquedad, saber actuar...

—Quizás has torturado a todos los que han intentado hacerte daño con tus monólogos, yo también te hubiera dejado libre en su lugar.

—No tenías que olvidarte de tu odio por el teatro, tenías que olvidarte del hecho que era imposible que te vendiera a Lionel porque ni siquiera sabía realmente dónde estabas por lo que parece ahora.

—No me olvidé que me gusta verte actuar, aunque por favor dime que no mueres también en esta tragedia.

—La muerte es parte de la tragedia.

—Los dramaturgos entendían más masacre por tragedia.

—No te diré el final de la obra —dije y puse los ojos en blanco ante su insistente mirada—. No, Aricia no muere.

—Increíble, una tragedia en donde no mueres o te suicidas.

—¡No muero en todas las tragedias!

—No, eso sonaría muy trágico.

—Ahora te estás burlando.

—Sí.

—Eres incorregible.

—¿Lo dice la chica que le importa más no perder su papel en una obra de teatro que la seguridad internacional?

Deseaba tanto golpearlo, y aun así nunca antes me había sentido tan feliz de nuestras discusiones respecto al teatro. Por primera vez en mucho tiempo sentí que las cosas podían finalmente salir bien, que quizás no todo estaba perdido y había esperanza en este lamentoso mundo. ¡Quizás incluso ganáramos una buena cantidad de medallas en los Juegos Olímpicos! Pero, como al karma o destino o como se llamara esa fuerza superior que ciertamente estaba obsesionada con hacerme la vida imposible tanto le gustaba, debí haber sabido que mi buena fe nunca duraba mucho.

El cambio de ánimo de Jack fue abrupto tan pronto como estuvimos frente a la puerta de la cabaña. Odiaba tanto su silencio al saber lo que significaba, y aun así no podía juzgarlo ni hacer nada al respeto. Llamé a la puerta cuando comprendí que él sería incapaz. Internamente me prometí que intentaría ser paciente aun cuando difícilmente sentía deseos de ver a esa mujer. Irónico, considerando que los padres siempre me amaban y ciertamente yo tampoco le agradaba a Cecilia Carter. Jamás había imaginado que terminaría en una situación así, tan difícil como era de definir. Sinceramente, ya no sabía en qué punto estaba con Jack, ni dónde eso me dejaba frente a su madre, si aún se podía considerar eso...

Él cogió mi mano apenas oímos los pasos detrás, solo entonces dando prueba de qué tan vulnerable estaba por dentro. Por un instante quise poner pausa a todo y asegurarme que estuviera bien antes de continuar, pero la vida no era tan fácil como ver una película en casa. Había visto a Andy romperse, había limpiado sus lágrimas también por lo que el estereotipo de que los chicos eran insensibles había quedado hacía tiempo enterrado para mí. Con los agentes no debería ser diferente entonces, pero ellos se esforzaban tanto por pretender ser estoicos ante todo, siempre priorizando la misión sobre cualquier asunto personal, tan objetivamente insensibles. Había visto a mi hermano quebrarse, a Jack quebrarse también, y a pesar de nuestras responsabilidades lo cierto era que no éramos más que caóticos y confundidos adolescentes en algunas ocasiones.

Era ridículo cómo podíamos lidiar con situaciones que no nos afectaban personalmente, aquí estábamos involucrados con asuntos de seguridad internacional y sin embargo aceptábamos esa responsabilidad e intentábamos cumplir con nuestro deber. Pero tan pronto como un asunto nos involucraba directamente, por más trivial que fuera, entonces no éramos más que personas tan vulnerables como cualquier otra, niños asustados recordándonos que el mundo podía tratarnos como adultos, pero por dentro seguíamos siendo frágiles y delicados y solo bastaba con presionar en aquel punto sensible para regresarnos a la realidad.

Le devolví suavemente su agarre antes de volver a llamar cuando fue evidente que ella no nos respondería. Estaba del otro lado de la puerta, lo sabía a la perfección. No quería actuar del modo en que sabía que terminaría haciéndolo y esa decisión no estaba para nada relacionada con ella. Él no se merecía que esto fuera incluso mas difícil. ¿No podía al menos tener una cosa fácil en mi vida? ¿Era mucho pedir que a cada paso que daba no me encontrara con este tipo de situaciones?

—Podemos hacer eso de dos modos, Cecilia. O abres o yo abriré y en el segundo caso consideraré una denuncia por obstrucción a la ley y antes que te des cuenta tendrás a otros no tan amables como yo golpeando a tu puerta —dije.

Algo bajo de mi parte, aprovecharme de los miedos de esa mujer por ser encontrada, pero realmente andaba sin opciones estos últimos días y en serio no tenía mucha paciencia para ella. Al menos funcionó. Cecilia Carter abrió la puerta lo cual fue mucho mejor a tener que pensar en un plan B. A pesar de todo, seguía sin saber abrir una puerta cerrada. Sí, patético, podía decir cuándo alguien me mentía con solo mirar sus ojos, pero era incapaz de violar una cerradura.

Cecilia Carter lucía incluso más asustada que la primera vez que la había visto, sus grandes ojos bien abiertos con un miedo marcado para siempre, su rostro pálido. Por un instante sentí lástima por ella, por la adolescente ingenua que había sido engañada y manipulada por Lionel y que había vivido bajo la voluntad de él por años, y luego la lástima se fue al recordar que había escapado sola.

—Les dije que no volvieran —murmuró Cecilia.

—Y yo te dije que lo haríamos —respondí tranquilamente—. Agente especial Emma Bright, así que al menos que desees tener problemas nos dejarás pasar esta vez.

—¿Él también es agente? —preguntó ella sin siquiera mirar a Jack.

—Sí —dije antes que él pudiera decir lo contrario.

Me hubiera gustado creer que ella nos dejó pasar por algo más que la amenaza que representábamos, pero sabía la verdad. Del mismo modo que también sabía que la única forma de lograr que Cecilia Carter colaborara era a través de su miedo, tan cruel como eso me hacía parecer. ¿Qué tan desesperada debió estar por escapar de Lionel como para huir al fin del mundo, cambiar su identidad por completo y que nunca nadie más volviera a saber de ella? Y aun así, cuánto más pensaba en eso, más la culpaba al respecto.

Miré a Jack de soslayo, fuera lo que fuese que hubiera grabado ese terror eterno en el rostro de su madre, él había tenido que soportarlo todos esos años por su cuenta. Siempre había evitado hablar de su familia, y cuando había sido inevitable nunca había hablado como si formara parte. Me era imposible imaginarlo sentado en una mesa a la derecha de Lionel, teniendo que compartir la cena con personas de lo peor. Brandon y Byte eran una excepción, y ni siquiera estaba segura de poder decir que el primero no resultaría al final tan peligroso como sus otros hermanos.

No, él nunca había hablado de cómo había sido vivir allí. Había admitido indirectamente que sus hermanos lo habían maltratado, pero nunca había dicho nada de su padre. Pensé en los resultados de su examen psicológico y entonces me obligué a dejar de pensar en ello, en él y lo que debió haber pasado, porque de lo contrario rompería mi propia promesa y no le tendría piedad alguna a esa mujer. Y por más que considerara que no lo merecía, que ella no merecía ninguna amabilidad de mi parte, Jack no merecía verme tratar de mal modo a su madre.

—Sea lo que sea no puedo ayudarlos, ya no estoy en el negocio —dijo ella apenas cerró la puerta.

—¿Entonces por qué Damocles está al tanto de ti? —preguntó Jack y suspiró rendido ante la reacción de Cecilia—. Al menos, por favor, no mientas. Porque ella lo sabrá. Vinimos aquí buscando a un conocedor, si no hubieras estado activa últimamente entonces no deberías estar en la base de datos del MI6.

—¿Tenían que enviar a ustedes dos?

—Vinimos por tus servicios, no por ti —respondió él.

—Pues no podrán pagarlos, y no trabajo gratuitamente —dijo Cecilia de un modo tan tajante que hizo temblar mi pobre autocontrol.

—No, lo harás por cortesía —dije captando su atención y ella me frunció el ceño—. Y yo por cortesía no informaré nada de esto en mi reporte.

—No soy asunto del MI6 —respondió ella duramente y me encogí de hombros.

—No, pero los hombres de traje siempre se quejan sobre cómo no soy muy específica en mis reportes si siquiera los escribo en primer lugar. No, tienes razón, no creo que una persona desaparecida y que ahora vive con una identidad falsa sea un asunto del MI6, pero de seguro les interesará investigar tu pasado. Ahora mismo ellos solo saben que hay un historiador muy bueno en la zona que podría sernos útil, nada más, pero sé que les encantaría que les contara el resto. Y, personalmente, no creo que quieras que tu nombre se vuelva a escuchar en Inglaterra. Podría llegar a oídos indeseados.

La mujer palideció más si era posible, el miedo que cruzó su mirada fue tan crudo que casi me afectó. Casi. Si deseaba que ella me odiara definitivamente estaba yendo por buen camino, pero no era como si tuviéramos otra opción cuando era evidente que Cecilia no colaboraría de lo contrario. Le sostuve la mirada sin siquiera pestañear. Ella sabía por qué la culpaba, y yo sabía que no se sentía culpable para nada. Estaba siendo amable y cuidadosa. Vamos, la mujer esa no merecía ninguna amabilidad de mi parte por lo que yo creía, pero de todos modos me estaba esforzando por Jack.

—No lo harías —dijo Cecilia.

—No quieres ponerme a prueba —respondí—. Es una bonita cubierta la que tienes aquí, tan perfectamente invisible, ni siquiera el sistema pudo detectarla y conozco muy pocas personas capaces de lograr algo así. Sería una lástima tener que echarla abajo.

—¿A costa de la seguridad de mi familia?

—Ya he hecho muchos daños irreparables, agradece que contigo esté teniendo piedad no por ti sino por los otros implicados porque he hecho amenazas peores a personas que claramente se lo merecían menos frente a mis ojos. Solo queremos tu colaboración, nada más.

—¿Y lo harías, Emma Bright? ¿Traicionarías la memoria de tu padre al entregarme? —preguntó ella y de nuevo la fría acusación estaba en su mirada como si yo fuera culpable aquí—. ¿Quién crees que me ayudó?

Por un momento mi corazón se congeló. No, por supuesto que ella no podría haberlo hecho sola. Ni siquiera yo podía imaginar un modo de escapar de Lionel y nunca más saber de él. Por supuesto que alguien dentro del MI6 tendría que haberla ayudado como para que ni los hombres de traje volvieran a saber de ella, porque Lionel podía acceder al sistema del MI6 si lo deseaba.

—Entonces me lo debes —dije cerrando fuertemente mis manos—. Si él te ayudó, entonces me puedes responder unas preguntas sin tener que armar toda esta escena.

—¿O qué? —preguntó ella de un modo desafiante—. ¿Qué harás ahora si me niego? ¿Crees que no conozco a los de tu tipo? Todos los Bright son iguales. Sin importar si son hombres o mujeres, todos tienen esa misma obsesión con la familia. Creen ser tan tercamente nobles, honorables, capaces de juzgar a otros según sus propias creencias. No soporté por años a ese monstruo sin aprender algunas cosas. Y tú no traicionarás a tu padre de ese modo, no te atreverás a destruir lo que él hizo así que retira tus vacías amenazas y váyanse de aquí.

Bien, hasta aquí llegaba mi amabilidad. ¿Quién se creía que era para hablar de él de ese modo? Cecilia Carter podría haber tenido que soportar el veneno de Lionel durante años, pero era evidente que también había permitido que algo de este la intoxicara. Poco importaban los buenos modales, conseguiría su colaboración con mis propias manos de ser necesario, pero tan pronto como di un paso hacia adelante Jack me detuvo por el brazo. Había una advertencia en su mirada, pero cuando me fijé mejor la fría seriedad en su expresión no era hacia mí. A pesar que mi cuerpo quería todo lo contrario, me obligué a controlarme de nuevo bajo su toque aun cuando quería golpear a esa mujer.

—Tal vez ella no, pero yo sí —dijo Jack enfrentándose a su madre—. Si no colaboras entonces yo personalmente te entregaré al MI6, y a diferencia de ella, los hombres de traje nunca se han quejado de mis reportes. Al contrario, han sido más que detallados y específicos siempre, y créeme que me vendría muy bien ahora mismo algo así. Pero no te permitiré que utilices la memoria de Orlando Bright de ese modo, no cuando tú debes ser una de las causas por las que mi padre lo asesinó.

—Si caigo, caes conmigo.

—¿Crees que ellos no saben quién soy? ¿Crees que me importan tus amenazas? Porque no serías la primera persona de mi propia sangre en amenazarme, y no creas que le daré más importancia a tus palabras que a las de cualquier otro solo porque eres mi madre a pesar que ahora mismo no deseas serlo. Orlando Bright sacrificó todo por proteger a su familia, lo perdió todo por eso, pero a diferencia de ti no huyó y se escondió en el lugar más apartado de la tierra y merece más respeto del que creo que seas capaz de comprender porque no sabes nada de él o su familia, y no te permitiré que hables de ese modo de él, mucho menos en frente de su hija. Y si ella todavía no te ha amenazado de un peor modo como claramente desea es porque tú puedes no querer saber nada de mí, pero yo simplemente no puedo dejar de la noche a la mañana de considerarte mi madre.

—Ese es tu problema, no deberías haber regresado.

—Y tú no deberías haberme abandonado con él porque solo yo sé lo que fueron los años hasta que logré salir de su casa. Por cada noche que no duermes, yo no he dormido cien. Hablas de un monstruo que nunca has visto, porque tú no tuviste que convivir con él, solo soportar sus visitas y aun entonces se comportaba para asegurarse de mantenerte a su alcance. No tuviste que verlo planear masacres mientras cenabas, no lo escuchaste torturar a un hombre hasta matarlo solo por diversión y no tuviste que ver cómo le hacía lo mismo que te hizo a ti a otras mujeres, y tú fuiste afortunada. Porque nunca te hizo nada en comparación a lo que le he visto hacer.

Escuché los pasos en el piso superior y luego en las escaleras. Reaccioné enseguida, girando solo para encontrarme con la mirada de un niño paralizado que observaba desde las escaleras. El repentino silencio se sintió como un peso extra en mis hombros. Por favor que el chico no comprendiera inglés. Pero él no necesitaba que nadie se lo dijera porque era lo suficientemente inteligente para comprender, del mismo modo que yo lo había sido al comprender de niña por qué me parecía más al tío John que a mamá.

Un hombre apareció luciendo igual de afectado que todos, dispuesto a llevarse de nuevo al niño, pero este lo alejó sin cuidado. Seguía petrificado, observando a sus dos padres y luego al joven con quien guardaba más parecido. Adam, ese era el nombre que Ethan me había dado para el hijo mayor de la pareja, y doce años parecía un número justo para encajar en nuestra línea temporal. Era demasiado delgado, demasiado pálido, su rubio cabello se pegaba a su demacrado rostro. Debía de estar enfermo, eso explicaría por qué estaba en casa en vez de en la escuela. La suerte definitivamente no nos estaba jugando a favor. La tierra tenía que estar maldita por indígenas, no encontraba otra explicación para estos últimos días.

No pude seguir con exactitud lo que siguió a continuación. Hablaba español de España, no de Argentina, y por más tonto que sonara la jerga era demasiado diferente y ellos discutían demasiado rápido e incluso tenían sujetos diferentes como si ya no me fuera difícil intentar seguir la conversación. Adam fue enviado de regreso arriba por su padre, Cecilia y su esposo abandonaron la sala para poder discutir en privacidad y yo permanecí sola con Jack cuestionándome por milésima vez por qué insistía en continuar con asuntos que no me incumbían en vez de ser una adolescente normal.

Él se sentó en un sillón, demasiado tieso intentando aceptar lo que acababa de descubrir. No lo había sabido, del mismo modo que Adam tampoco lo había sabido, o el esposo de Cecilia Carter lo había sabido. Supuse que ella nunca le había contado nada a nadie sobre la vida que había tenido y abandonado. A juzgar por la desesperación en su voz por hacerse escuchar bajo la furia de su esposo, probablemente él no había imaginado todo lo que ella ocultaba. Me senté junto a Jack y tomé su mano, el silencio entre nosotros compitiendo con la discusión que se filtraba desde otra parte de la casa y yo no podía distinguir. Tampoco me importaba. Podrían estar planeando mi asesinato y no les prestaría atención, había cosas más importantes.

—¿Lo sabías? —preguntó él de un modo apenas audible.

—Ethan me pasó los datos... Cuando vi la edad del chico lo sospeché, pero no tenía modo de estar segura. Tampoco quería creerlo —admití.

—No puede ser, esto no puede estar pasándome a mí —dijo Jack y cubrió su rostro con sus manos—. No puedo dar dos pasos seguidos sin encontrarme con algo peor.

Jack no lo dijo, pero lo sentí a la perfección, aquella confusión detrás. Había sido sencillo creer que ella lo había dejado al ser hijo de Lionel, aún imperdonable frente a mis ojos y aún más luego de lo que acababa de oír, pero quizás él había estado dispuesto a aceptar que Cecilia lo había dejado por el terror que le tenía a Lionel. Después de todo, siempre buscábamos excusas para no ver el mal en nuestros padres cuando no lo queríamos. Pero saber que tenía un hermano, uno directo, uno que a diferencia de cualquier otro compartiera exactamente los mismos padres, saber que él había sido dejado atrás y Adam no, cambiaba todo.

—Desearía saber qué decirte —admití y él rio tristemente.

—Creo que el medallón que portamos está maldito —dijo Jack.

—¿Realmente? Yo culpaba al lugar. De seguro hay un cementerio indio en alguna parte o viejos espíritus que enfurecimos —respondí y sonreí al verlo sonreír también.

—Seguro fue tu culpa por molestar a esa alpaca.

—¿Acaso hay un dios alpaca que he molestado por no dejarle morder mi cabello?

—Con todas las culturas que habitaron este lugar no me sorprendería si así fuera. Ese es el problema de visitar el nuevo continente.

—Personalmente no creo que esto pueda empeorar.

—Ya me he dicho eso unas cien veces en las últimas semanas, no tientes a mi suerte.

—Al menos los dos parecemos estar condenados últimamente a lo mismo —dije y suspiré—. Lo siento.

—¿Por qué?

—Porque mi padre fue quien la ayudó a escapar, a dejarte atrás. Me gustaría tener algo que decirte, pero hay tanto que no sé de él. Podría buscar en sus diarios, pero lo cierto es que dejé de leerlos hace mucho, no soportaba leer el modo en que escribía de Lionel cuando tenía nuestra edad. Tan cercanos, papá lo apreciaba como a John, no pude leer más que unas pocas páginas porque no soportaba saber que él terminaría por traicionarlo. Pero si me das una fecha quizás pueda buscar en sus diarios más avanzados, aún cuando tampoco he querido leer aquellos luego que formara una familia. Sé que no lo soportaría. Saber todo lo que tenía, leer lo que sentía, y saber que lo perdió todo por quien consideró un hermano.

—No tienes nada por lo cual disculparte, Bright.

*********************************************************************

Por favor no te olvides de dejar tu voto, y puedes encontrar más historias de todo tipo en mi perfil.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top