Capítulo 16
Al diablo con lo que él me había pedido. Corrí para intervenir, pero me congelé incluso antes de alcanzarlos ante la mirada que esa mujer me dirigió. Casi pude sentir el clic en mi cabeza cuando todo encajó perfectamente. Casi pude escuchar la risa de Damocles junto con sus palabras, ella tenía la mirada de una madre que no quería ver a su hijo. Sentí más que nada el peso de la cinta roja atada en mi muñeca, el rojo para la buena suerte. Y, extrañamente, sentí mi propio corazón romperse como si esto también me hiciera daño a mí.
Él me había dicho que su color favorito era el rojo, porque ella siempre había sido muy supersticiosa y siempre vestía una prenda roja creyendo que era el color de la buena suerte. Me había dicho que ella había sabido de todo sobre cualquier tema, y ese era el motivo por el cual Lionel la había cogido, porque su insaciable curiosidad junto con ser la hija de un reconocido historiador la había hecho una fuente de información sobre todo. Me había dicho que había sido hermosa, y luego de haber visto a Lionel yo había pensado que él había heredado las delgadas manos de ella, o la suavidad de su mirada cuando no estaba en servicio, o la calidez de sus gestos.
La mujer partió. Y yo no me moví. Porque era incapaz de hacerlo, porque sabía lo que esto significaba entonces, porque tampoco quería creerlo. ¿Cómo era posible? Pensé en ir tras la mujer del frágil rostro y la miedosa mirada, pero ir tras uno significaría abandonar al otro. Escuché la puerta de la cabaña cerrarse cuando ella desapareció dentro y tardé unos segundos en reaccionar. Corrí tan rápido como pude para alcanzar a Jack sabiendo lo que esto significaba para él. Estaba pálido. Lucía como si fuera capaz de romperse allí mismo. Y tan pronto como estuve a su alcance, se echó sobre mí y hundió su rostro en mi hombro.
Me quedé completamente quieta, aún más cuando lo sentí temblar entre mis brazos y sus lágrimas tocar mi piel. Temía que si no lo sostenía se quebraría allí mismo. Y sentí mis propios ojos arder por más que mantuve los sentimientos a raya. No, aquí no había lugar para mí. Y era tan desesperantemente frustrante no saber qué hacer. Era tan extraño sentir su dolor como mío. ¿Cómo era eso posible? Cerré los ojos, aún dividida entre quedarme aquí con él o ir a buscarla. No era justo, a pesar de todo había comenzado como un buen día, incluso había logrado hacerlo sonreír minutos atrás y por ese efímero instante se había sentido como si no hubiera nada mal en el mundo. Pero el mundo siempre la jodía.
No, no el mundo, las personas que lo habitaban. Resultaba tan cruelmente injusto que, a pesar de todo, el sujeto malo siempre se saliera con la suya. ¿Era demasiado pedir que algo saliera bien por una vez? ¿Acaso él ya no había sufrido lo suficiente? No merecía tal rechazo, tanto daño. Tal vez, si lo abrazaba lo suficientemente fuerte, podría protegerlo de resultar herido de nuevo. Tal vez, si no lo soltaba, podría controlarme y no ir tras ella para reclamarle por algo que no me concernía.
—Lo siento —dije sin saber qué más decir.
—Él no mintió —murmuró Jack con apenas un hilo de voz—. Todo este tiempo le he creído tantas mentiras y la única verdad no le creí.
—Tiene que haber una explicación. Tú lo conoces mejor que yo, sabes de lo que es capaz, sabes lo fácil que puede intimidar a cualquiera para hacer lo que desea.
—Él no la obligó a nada. Ella no me quiere aquí —dijo Jack y se estremeció entre mis brazos—. ¿Hay algo mal conmigo, Bright? ¿Hice algo para que ella no me quisiera? ¿Es por quién es mi padre?
—Tu sangre no te define.
—Debe ser por mis ojos. Fue entonces cuando él pasó a quererme y ella se fue.
—No hay nada malo con tus ojos, Jack.
—Aún debemos interrogarla.
—No. Tú te quedas aquí, yo le preguntaré.
Él no discutió al respecto, y cuando consideré que era lo suficientemente seguro, lo solté. ¿Cómo era posible que esto estuviera sucediendo? Respiré profundamente y empujé todos mis sentimientos a un lado. Yo no importaba. Y, siendo sincera, no sabía a quién culpar. No sabía si estar triste o furiosa. No podía encontrar una explicación que me complaciera. El asunto no me incumbía para nada y aquí estaba metiéndome de pleno y sufriéndolo como si fuera mío. Pero ella no tenía ningún derecho a hacer lo que hizo, porque Jack al menos merecía una explicación si lo que temía era cierto y Lionel nunca había mentido. Él se regocijaría tanto de saber...
Llamé a la puerta repetidas veces hasta que ella finalmente respondió. Tan solo abrió lo suficiente para poder verme, una cadena asegurándose que yo no pudiera forzarla. En otra situación lo hubiera considerado innecesario, ahora me sentía bastante capaz de echar abajo la puerta por más que sabía que era incapaz. Sus ojos eran castaños, por alguna razón había esperado que fueran azules por más que sabía que la genética no funcionaba así. Su piel era pálida y delicada, tenía la frágil expresión de una mujer que había pasado por mucho sin contar el pánico que tenía ahora. No podía culparla, yo no sabía el infierno que habría sido vivir bajo la dominación de Lionel.
—Vete de aquí —dijo ella.
—Tanto como me gustaría, necesitamos tu ayuda.
—No deberían haberme buscado, ahora largo.
—Estábamos buscando al historiador local, créeme que eres la última persona que esperábamos encontrarnos.
—No me importa, no responderé a nada.
Ella intentó cerrar la puerta, pero fui más rápida en poner un pie en el medio para evitarlo. Contuve una maldición ante el agudo dolor que sentí, esto siempre lucía más fácil en las películas de lo que en realidad era. Y la mujer del otro lado se estremeció al darse cuenta que no era alguien de quien simplemente se podía deshacer. Lucía tan joven, y a la vez tan quebrada por dentro, sus ojos mostraban un miedo que llevaba años instalado allí.
—Se trata de un asunto importante.
—Solo vete de aquí, Emma Bright —dijo ella luciendo cansada y me tensé al escucharla decir mi nombre—. Ya no trato ni con criminales ni con agentes, no formo parte de ese mundo, y no trataré contigo ni con él.
—Es tu hijo —dije mirándola a los ojos—. ¿Cómo puedes rechazarlo de ese modo? ¿Cómo puedes negarnos tu ayuda cuando realmente la necesitamos? No me importa si ya no te involucras con este tipo de asuntos, es tu deber ayudarnos si no como madre como ciudadana.
—Soy galesa.
—No me importa. Nos ayudarás, y no me importa si tengo que amenazarte para eso porque te puedo asegurar que lo haré.
—¿En serio? ¿Serías capaz de hacerme eso?
¿A ella? Sí. ¿A Jack? No. No sería capaz de amenazar a su madre, mucho menos delante de él, y ella lo sabía. Tan frágil y vulnerable como esa mujer lucía, había tratado con suficiente oscuridad como para no temer y saber cuándo podía ser amenazada. Cerré mis puños en frustración. ¿Cómo podía obligarla a colaborar si ella se negaba y no podía recurrir a la fuerza? No tenía poder alguno allí.
—Se lo debes.
—Yo no le debo nada.
—Si realmente lo dejaste solo con ese monstruo entonces se lo debes todo, y sin importar cuánto hagas jamás podrás recompensarlo —dije sin poder controlarme más—. Porque el joven que ves allí es la persona más buena que conozco, y el daño que le acabas de hacer es imperdonable. No tienes idea de todo el mal que ha pasado, y todo porque lo dejaste solo con un padre que tan solo lo vio como un soldado y en medio de una familia que no hizo nada más que atacarlo y destruirlo cada día, y aun así fue lo suficientemente fuerte para sobrevivir y escapar. Y no tienes idea de todo por lo que ha pasado, porque aquellos que se hacen llamar sus hermanos lo han tratado de fenómeno toda su vida por su heterocromía al punto que él era incapaz de verse al espejo y lo han intentado de matar repetidas veces. Y a pesar de todo, es la persona más noble que conozco, y nunca dejó de intentar averiguar lo que había sucedido contigo temiendo que Lionel te hubiera hecho algo.
—Pues no debió hacerlo. Si lo hubiera querido conmigo...
—¡No te atrevas a terminar esa frase! —grité sin poder evitarlo y ella frunció el ceño.
—Vete de aquí, agente. Y no vuelvas, no hay negocio entre nosotros.
—Si sabes mi nombre entonces deberías saber lo suficiente de mí como para pensar mejor tus palabras.
—No me fue difícil reconocerte si eres la viva imagen de Orlando. ¿Qué dirá tu padre sobre tus amenazas?
—Nada. Porque está muerto. Nunca lo llegué a conocer porque el hombre que fue tu amante lo mató y del mismo modo juró acabar conmigo. Y el hijo que acabas de rechazar ya recibió dos balas por defender mi vida, y la segunda vez fue su propio padre quien le disparó y todo por evitar que me matara. Lo dejaste con un hombre que ni siquiera pestañeó al momento de dispararle a la cabeza seis meses atrás por considerarlo un obstáculo y aun ahora sigo sin poder creer la suerte que tuvo de sobrevivir.
—Si lo que quieres es provocarme culpa, no lo lograrás.
—No, estás más allá de la culpa. Es una advertencia, porque no pienso darte opción. Te dejaré un tiempo para considerarlo pero volveré, y si entonces no nos ayudas te obligaré a hacerlo. Él me odiará por eso, pero no me importa, porque de todos modos tengo mis días contados y tengo una misión que cumplir. Y supongo que no quieres que tu nueva familia sepa sobre tu pasado, porque claramente ya no eres Cecilia Carter.
—No tienes derecho a amenazarme con eso.
—Al contrario. ¿Sabes por qué? Porque podría romper los acuerdos de Ginebra y la Haya ahora mismo, y mis superiores no podrían decirme nada porque yo soy la chica que hace el trabajo fuera de ley cuando el protocolo no lo permite. Hay una razón por la cual Lionel quiere acabar conmigo y me considera una amenaza —respondí fieramente—. Piénsalo mejor así no me harás perder el tiempo cuando regrese.
—Adiós.
—Y yo creía ingenuamente que todo lo bueno en él lo habría sacado de ti, qué tonto fue de mi parte —dije y me alejé—. Al menos Jack no perdió su alma por convivir con Lionel, fue más fuerte que tú en ese sentido.
No la miré al momento de partir porque no confiaba en lo que podría hacer de lo contrario. Podría haberla hecho hablar allí de desearlo, pero no podía lidiar con todo a la vez. Y tan egoísta y cuestionable como esto era en términos de agente, en este mismo instante me importaba mucho más Jack que la misión. Sabía que esto era ir contra todas las reglas y todo lo que me habían enseñado, estábamos hablando de seguridad mundial y acababa de ser una perra con Cecilia, pero no me importaba.
Lo encontré sentado en la tierra en el mismo lugar que lo había dejado, mirando ausentemente el lago. ¿No había sufrido ya lo suficiente los últimos días como para agregar esto? La simple amnesia ya era demasiado. Puse una mano sobre su hombro sin saber si sentarme a su lado o no, tan solo podía pensar en sacarlo de aquí como si alejarlo de ella lo hiciera más fácil.
—Vamos, volveremos en otro momento —dije—. Dame las llaves, yo conduzco.
—¿Conduces? —preguntó él sin ánimo alguno.
—Tuve que pedir algunos favores pero sí, conseguí que alguien me enseñara aunque se supone que los hombres de traje no lo saben, ni siquiera Ethan. No es el peor crimen que he cometido conducir sin tener la edad legal para hacerlo —respondí sonriendo ligeramente en un vano intento por animarlo.
Él no respondió. Simplemente se puso de pie y me entregó las llaves. No dijo nada durante todo el viaje de regreso, tampoco cuando estuvimos de nuevo dentro de la cabaña. Odiaba verlo de ese modo, odiaba lo impotente que me sentía al no saber qué hacer. No había nada peor que el silencio, menos cuando sabía que internamente estaba sufriendo. En aquel momento la distancia entre nosotros me resultó más dolorosa que nunca, porque hubiera dado cualquier cosa por poder consolarlo del modo que deseaba y si no le había hecho nada a Cecilia había sido por él.
Preparé una taza de chocolate caliente y me senté a su lado. Le ofrecí, pero él negó con la cabeza sin decir palabra alguna. ¿Seguiría vivo por dentro? ¿Qué se suponía que debía hacer en una situación similar? No había expresión alguna en su rostro, como si fuera incapaz de sentir. ¿Cuántos golpes uno podía recibir antes de finalmente darse por vencido con la vida? Me era imposible imaginar por lo que estaría pasando. Pensé en los dos niños que habíamos visto con ella y cerré fuertemente mis manos.
Contuve un suspiro cuando escuché mi teléfono comenzar a sonar, no era exactamente el mejor momento. Comprobé la pantalla solo para ver que se trataba de Ethan, conociendo mi suerte no podía ser nada bueno. Me puse de pie y me dirigí a la cocina para responder. ¿Con qué más debería tratar? De todos modos tenía que hablar con mi hermano, tenía información que pedirle.
—¿Qué sucede? —pregunté.
—No enviaste un reporte hasta el momento y Midford está comenzando a ser bastante molesta al respecto —dijo Ethan e internamente agradecí que sonara estable esta vez.
—Yo no hago reportes, Ethan, a menos que la misión específicamente lo solicite. Pero no estoy aquí para observar y espiar sino para conseguir respuestas. Así es como trabajo con John.
—Pues Midford quiere un reporte diario.
—Midford puede meterse en sus cosas. No estoy de humor ahora para lidiar con el papeleo, no han sido mis mejores días y no puedo dar un paso sin pisar una mina. Estoy comenzando a considerar que el lugar está maldito. Conseguiré lo que quieren sin importar el costo, pero ahora mismo estoy un poco enredada, necesito tiempo.
—Intenta no tomarte demasiado. ¿Puedes lidiar con ello?
—Hago lo mejor que puedo. ¿Cómo te encuentras tú? —pregunté y él suspiró.
—No lo sé —admitió Ethan—. ¿Y tú?
—Tampoco lo sé —dije y sonreí tristemente al apoyarme contra un muro—. Últimamente las cosas no están teniendo mucho sentido para mí, hermano. Comienzo a comprender cómo debió de sentirse Alicia al caer en el agujero del conejo. ¿Puedes hacerme un favor?
—Lo que sea —dijo él y le pasé la dirección.
—¿Qué puedes decirme sobre esa residencia? —pregunté y lo escuché golpear rápidamente un teclado.
—Se encuentra a nombre de Ignacio Manuel Lopez. Trabaja para una empresa local de importaciones con Chile. Casado, treinta y nueve años, dos hijos...
—Necesito que seas más específico con eso último.
—Casado con una argentina llamada Marina Cánepa desde hace doce años, ella trabaja en su casa como traductora. Tienes dos hijos, Adam de doce años y Marcos de siete, ambos asisten a la escuela regularmente —dijo Ethan e, irónicamente, solté una maldición en galés—. ¿Qué sucede?
—Nada. Solo envíame todo el archivo, lo leeré por completo más tarde.
Internamente esperé estar equivocándome con mi suposición, porque de lo contrario lo que había hecho Cecilia era imperdonable y no tenía excusa. Había sido buena en cambiar su identidad, quien fuera que hubiese hecho ese trabajo debía reconocer que había sido perfecto si ni el sistema del MI6 reconocía la identidad como falsa.
—Parece una familia bastante normal.
—Una cosa más. ¿Sabes algo del conde de Saint Germain?
—¿Estamos hablando del loco del siglo dieciocho que decía ser inmortal?
—No. ¿Sabes de alguien que haya estado utilizando ese alias?
—Aquí no aparece nada, el sistema no tiene registrado a nadie relacionado con ese alias. ¿Por qué preguntas?
—Por nada en especial. ¿Sabes algo de John?
—Sigo sin noticias.
—Ok. Supongo que eso es todo, dile a Midford que no moleste.
—Te chequeo de nuevo más tarde, Em.
—Ve a dormir, Ethan, allí ya es bastante tarde.
—Yo soy el mayor aquí, hermana, y aún como agente sigo teniendo más autoridad que tú.
—Ya quisieras.
—Adiós, Em.
—Adiós, Ethan.
El resto del día no fue de lo mejor, aunque a esta altura considerando lo bajo que había caído dudaba que pudiera empeorar más. Al momento de dormir el insomnio volvió para recordarme su amistad. En momentos así comprendía por qué Kevin cargaba siempre consigo su cóctel de píldoras, el agente no tenía problema alguno para cerrar el ojo por la noche de ese modo. Deseé estar en Londres, en mi propia cama, quizás entonces hubiera podido permitirme el lujo de tomar algo para dormir y esperar su efecto.
Por unos pocos minutos me entretuve pretendiendo qué sería de mí si fuera solo una estudiante más como solía serlo. Estaría durmiendo pacíficamente en mi habitación, si no me hubiera escapado a alguna fiesta nocturna con algunos conocidos. Posiblemente estaría saliendo con un chico que no tardaría en dejar al perder el interés. Nunca le habría dirigido la palabra a Andy. Mi mayor preocupación sería la obra y si tomar en el verano o no algún otro curso de idiomas. Había estado tan sola entonces, mi vida tan vacía y superficial por más que yo me había negado a reconocerlo. No pasaría tanto tiempo con Ethan, no sabría la verdad sobre papá, no tendría un mejor amigo que a pesar de cuan jodida estuviera siempre estaba a mi lado cuando lo necesitaba, no conocería a un montón de gente maravillosa a pesar de su cuestionables estatus. Tantos inconvenientes como presentaba mi vida de agente especial, no podía negar que había vivido en este año más que en todos mis anteriores. Si tenía la oportunidad de volver a escoger qué deseaba, posiblemente tomaría la misma decisión.
La luz de mi Ipod se encendió casi cegándome por completo. Ver repentinamente la luz, en la oscuridad, no era ni de cerca tan lindo como sonaba metafóricamente hablando. Puse los ojos en blanco al ver lo que había temido desde el principio. Vamos Jack, eres más fuerte que esto. Y aún así lo comprendía perfectamente porque solo yo sabía cuántas veces me había quebrado. Todos siempre nos quebrábamos en algún momento, y entonces dudaba seriamente que pudiéramos ser considerados responsables de nuestros actos como los adultos decían. No éramos nada más que niños jugando en un mundo de adultos. ¿Existía peor etapa que la adolescencia? Éramos tratados como niños, y aun así se esperaba que tratásemos una situación como adultos. Aquello sin agregar nuestro propio caos emocional, nuestra lucha por encontrar nuestra identidad, y el descontrol hormonal.
Consideré en silencio mis alternativas. ¿Cómo él era capaz de ser tan silencioso? Pero la pequeña pantalla mostraba que él se estaba moviendo y no me fue difícil deducir lo que se traía entre manos. Cuando supe que cogió las llaves, cerré los ojos suplicando que no lo hiciera. Si no lo tuviera tan vigilado, si no hubiera estado sospechando todo el día que sería capaz de algo así, posiblemente nunca lo hubiera descubierto. No me sorprendía que los hombres de traje lo hubieran calificado con un nivel cinco. Podría entrenar toda una vida y jamás sería tan buena como él, incluso Ethan me había admitido que cuando se trataba de trabajo de campo Jack era el mejor que había conocido.
Miré la ventana y tomé mi decisión en aquel momento, no tenía mucho tiempo. Deseaba más que nada estar equivocada pero si lo enfrentaba directamente, a solas, no tendría mucha oportunidad. Él encontraría el modo de deshacerse de mí en un segundo sin hacerme daño si así lo deseaba. Necesitaba una escena ventajosa. Él podía ser el mejor agente que hubiera conocido, pero al igual que cualquier otro había tenido un entrenamiento estándar y se guiaba por el protocolo. Yo no.
Me puse de pie en extremo silencio. Él no me comprobaría, sabía que hacerlo era arriesgarse a que lo descubriera. Ya una vez lo había hecho. De todos modos, metí una almohada debajo de las mantas para pretender que seguía allí. ¿Cuántas veces me había escapado de casa de este modo? Lamentablemente no tenía tiempo esta vez, no pude hacer nada más que coger una cazadora antes de abrir la ventana. El frío fue desalmadamente cruel y enseguida padecí no tener puesto nada más que mi pijama, pero era mejor así.
Me deslicé fuera y cerré la ventana. Un alto primer piso, tenía que haber cogido un alto primer piso. Sabía que era lo más seguro, nadie podía espiar por las ventanas de ese modo, pero en aquel momento me arrepentí más que nunca. Mis dedos buscaron desesperadamente un agarre mientras mis pies me gritaban que solo un par de medias no era abrigo suficiente para salir. La madera estaba húmeda y fría, el cielo nublado presagiaba una nevada como si ya no tuviera suficiente con el frío.
Obligué a mi cuerpo a soportarlo y lo más rápido que pude me deslicé hacia abajo. ¿Quién necesitaba un entrenamiento de espía cuando llevaba meses entrando y saliendo a escondidas de la casa de Andy evadiendo a toda su seguridad del MI5? Eso sin contar los años escapando durante las noches para ir a alguna fiesta. No importaba el entrenamiento estándar, esto era más efectivo.
Me abracé a mí misma tan pronto como mis pies tocaron el suelo. Demasiado frío. Si tan solo hubiera tenido el tiempo de cambiarme... Pero no lo tenía, y tampoco podía perder mis preciados segundos de ventaja. Corrí en silencio y salté dentro de la cajuela de la camioneta. Esto era por mucho una mala idea, que el metal estuviera helado no ayudó precisamente a mi problema con el clima. Mis dientes comenzaron a castañear por lo que mordí mi labio para controlarme. Mala idea. ¿Era estúpida o tan acostumbrada estaba a mis heridas que ya no las recordaba? Fue exactamente lo mismo que provocarme daño, aunque al menos el agudo dolor impidió que todo mi cuerpo temblara por el frío.
Tiré del plástico que estaba allí para proteger la carga y me cubrí con este. Tenía que controlarme, no podía temblar a pesar que la humedad se estaba condensando en mi pijama. Mi piel estaba literalmente blanca lo cual no era una buena señal, no sentía ninguno de mis veinte dedos y de pronto mi nariz se sintió bastante comparable a un cubito de hielo.
Ni siquiera lo escuché abrir o cerrar la puerta, mucho menos bajar las escaleras. Actuó tan silenciosamente, con tanto cuidado, que no supe que estaba dentro de la cabina hasta que encendió el motor. El mundo era tan afortunado que él hubiera decidido ser uno de los buenos porque de lo contrario no quería imaginar lo que Jack sería capaz de hacer de tener malas intenciones, si Lionel ya era incontrolable era mejor no pensar en alguien que pudiera superarlo.
Dejé de sentir mis manos. El suave vaivén del vehículo en movimiento tampoco ayudaba a mantenerme alerta. Tendría el resfrío de mi vida al día siguiente. ¿Cuál era la delgada línea entre sentir que me congelaba y estarme congelando? Me obligué a flexionar mis dedos, pero al cabo de unos minutos era imposible. El frío paralizaba, solo era eso. Mis músculos estaban agarrotados, pero yo estaba bien o al menos aquello me repetí, como si decir las palabras una y otra vez en mi cabeza funcionase para que lo creyera. ¿Cuáles eran las posibles consecuencias de esto? Pronto incluso dejé de sentir el dolor en mi labio. Lo mordí con fuerza como si eso fuera a ayudar, la sangre se sentía tan cálida en comparación. Si los vampiros sufrían este frío no me sorprendía que bebieran sangre.
Internamente insulté al frío, y la altura, y la bonita Cordillera de los Andes. Levanté un poco el plástico solo para ver que pequeños bancos de nieve comenzaban a aparecer conforme seguía la carretera. Sabía cuál camino había tomado, sabía lo que los hombres de traje harían si cruzaba la frontera. Chile era un país con fácil acceso a la tecnología, no le costaría deshacerse de su rastreador y luego desaparecer. Con esa amplia costa al Pacífico y un territorio tan extenso y dificultoso, él podría desvanecerse sin dejar rastro alguno. El MI6 nunca había estado cerca de atrapar a Jack cuando había sido un fugitivo, el único modo en que yo había logrado encontrarlo había sido a través de Byte y había tenido que amenazar al pobre chico para eso. ¿Pero sin Byte ni nadie más que supiera de él, cómo encontrarlo?
No sentía mi cuerpo. Tenía que mantenerme despierta, algo me decía que nada bueno saldría de dormir en el frío y tenía que detenerlo. La insensibilidad se había elevado hasta mis articulaciones. ¿A cuánta temperatura estaba? Había algo malo sobre no sentir mi cuerpo, lo sabía pero no podía recordar qué era. ¿Así se sentía Jack todo el tiempo, sabiendo pero sin recordar? ¿Por qué estaba aquí? ¿Qué estaba haciendo? Extrañé mi cálida cama. Quizás, si cerraba los ojos podía pretender que seguía allí. Si la insensibilidad se extendía entonces el frío desaparecería. ¿Verdad?
La camioneta se detuvo abruptamente y la sacudida me trajo de nuevo a la realidad. No, había algo importante que tenía que hacer antes de dormir. Esperé unos segundos hasta oír la puerta y los pasos alejarse y solo entonces me levanté. El mundo se balanceaba a mi alrededor, había algo extraño y pesado en el aire. ¿O era yo? Mis manos no sintieron nada al momento de ayudarme a bajar, fue la acción más torpe de mi vida. Mi pie se dobló cuando toqué el suelo y el dolor se disparó por mi tobillo, tan agudo como para regalarme unos preciosos segundos de consciencia. Necesitaba calor.
Como pude me ayudé a caminar, sosteniéndome del borde de la camioneta mientras avanzaba hasta la cabina. Me tomó cuatro intentos lograr coger la manija y abrir la puerta para entrar y a pesar que era consciente del calor del interior no lo sentí realmente. No podía dejar de temblar. Miré desconcertada mis manos, mi piel estaba tan blanca como la nieve. Intenté doblar mis dedos sin lograrlo. ¿Cuánto tiempo había estado allí afuera? Pero ese idiota estaba huyendo y yo no podía dejar que arruinara su vida de ese modo y tampoco quería regresar a Londres solo para escuchar cómo lo acusaban de ser un criminal cuando no lo era y antes que pudiera controlarlas las lágrimas ya estaban allí.
Y quise gritar, porque hacía mucho frío y mis extremidades dolían y no quería que él terminara en la lista de los más buscados y la vida no podía ser tan cruelmente injusta. Y todo se sentía tan helado. ¿Por qué tenía que ser tan difícil? ¿Por qué no me recordaba ni confiaba en mí? ¿Por qué creía que yo había sido quien lo había traicionado? Y todo resultaba tan doloroso. Tantos días intentando sobrellevarlo y ahora no podía dejar de llorar. No quería que Jack huyera. No quería que Lionel le hiciera daño a Ethan. No quería que mamá llorara a escondidas por la muerte de su esposo. Y no quería morir. ¡No quería morir!
Jack se deslizó de nuevo en el asiento del conductor con su pasaporte sellado y me miró estupefacto. Era un absoluto lío de lágrimas. No quería morir. ¿Era eso mucho pedir a los dieciséis años? ¿Al menos llegar a la mayoría de edad? Pero no sentía mi piel a causa del frío y las lágrimas tampoco tenían temperatura y no supe si echarme sobre él en busca de consuelo o para asesinarlo. Sus ojos estaban de un parejo color azul y un oscuro gorro ocultaba su cabello y el idiota realmente lo había planeado.
—¿Qué crees que estás haciendo? —grité sin poder evitarlo—. Si te vas no hay vuelta atrás, y llevas meses intentando recuperar el lugar que perdiste en el MI6 y no me importa si no recuerdas nada de eso, no dejaré que le des la espalda a la única oportunidad que tienes porque ni mi propio hermano es capaz de comprender cómo los hombres de traje cedieron en esto. ¡Ethan quiere el mismo trato para Diana! ¡El MI6 está dispuesto a perdonarte! Y sé que ella es la razón por la cual quisiste ser agente en primer lugar, pero también sé que hay mucho más que eso porque tú eras quien se presentaba voluntario para las misiones en los peores lugares sabiendo que podrías sobrevivir gracias a tus contactos cuando otro agente no lo haría, y tú desobedeciste tus órdenes para rescatarnos a Ethan y a mí en París antes que fuera demasiado tarde, y aún cuando eras un fugitivo tú seguías cumpliendo a escondidas y ayudabas como podías al MI6 en sus misiones. Y no permitiré que arruines todo ahora, no cuando lo he apostado todo por ti. ¡Yo no debería estar aquí! Se suponía que estos eran mis días libres, tengo exámenes finales en cuestión de días y he faltado a la mitad de las clases, mi cumpleaños es en días y posiblemente sea el último, mi familia se está despedazando por algo que desconozco, mi propio hermano me ha llorado por teléfono y me necesita y yo estoy al otro lado del mundo. ¡Estos son mis últimos días! ¡Mi misión actual era cuidar de Andy ahora que fue amenazado! ¡Mi contrato especifica que yo no debería estar en servicio en estas fechas, por alguna razón me pasé horas enteras negociando cada punto! Pero ellos de todos modos pidieron mi participación en esta misión, y yo me negué, y entonces me dijeron que si aceptaba no te encerrarían porque la colaboración aplacará la sentencia. ¡Si estoy aquí es por ti! ¡Y si huyes la que será enjuiciada por cómplice seré yo!
—Dame tu mano —dijo él simplemente y lo miré incrédula.
—¿Qué?
Jack no perdió el tiempo en coger mi mano y comprobar mi pulso. Era extraño, no podía sentir su toque, y mis dedos lucían tan suavemente blancos. Como nieve. Había algo malo con eso, algo muy malo, pero no podía recordar qué era. Él soltó una maldición e intentó en vano que doblara mis dedos, mis huesos demasiado congelados como para lograrlo. Lo miré extrañada mientras frotaba mis manos.
—¿En qué estabas pensando? ¿Siquiera sabes la temperatura que hace? —preguntó sonando preocupado.
—Estoy bien —respondí débilmente.
—Estás azul y no dejas de temblar y créeme que no estás para nada bien.
Fue rápido en quitarse su chaqueta y ayudarme a ponérmela a pesar de mis torpes movimientos. Se sintió bien, casi cálido. Ni siquiera sabía que estaba temblando, o que estaba azul. Quise reír ante esa expresión. ¿Por qué alguien estaría azul? Quise dormir también, llevaba tanto tiempo sin dormir bien. Pero tan pronto como cerré los ojos, él me sacudió para que no lo hiciera.
—No te atrevas a dormirte —dijo Jack—. Hagas lo que hagas no cierres los ojos o no despertarás.
—Pero tengo sueño —susurré.
—No lo hagas, tienes que mantenerte despierta, Bright. ¿Puedes prometerme eso?
—Entonces no te vayas.
Él me miró unos segundos antes de tomar su decisión y dar la vuelta.
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