Capítulo 15

Tuvimos que esperar varios minutos antes de finalmente poder arriesgarnos a abandonar el club. Aun entonces tomamos la precaución de evitar la calle principal y sectores muy iluminados, moviéndonos con rapidez y en absoluto silencio entre las sombras. El frío era una cruel constante, la adrenalina había abandonado por completo mi cuerpo no dejando nada más que agotamiento. Necesitaba dormir y necesitaba comprobar que Ethan estuviera bien y necesitaba más que nada darle algo de sentido a mi vida últimamente. Jack caminaba dos pasos alejado de mí, de nuevo habiendo interpuesto aquella helada distancia como si nada hubiera pasado entre nosotros momentos atrás. No volvió a hablar o coger mi mano una vez que estuvimos a una distancia segura y comprobamos que nadie andaba detrás de nosotros. Estaba demasiado cansada para pretender que nada me importaba, para simplemente seguir su juego de silencio otra vez.

Me detuve, y él se detuvo también al darse cuenta. Se giró para mirarme, la dura pregunta en su mirada, pero no me moví de donde estaba. Sus hombros estaban demasiado tensos, una prueba de qué tan frágil era su paz mental y cuán inestable se encontraba ahora mismo por más que luchara por demostrar lo contrario. ¿Cuándo se había vuelto tan sencillo para mí leerlo como a cualquier otro? Él estaba quebrado por dentro, y no sabía cuánto tiempo le tomaría repararse, pero no quería que nadie lo ayudara. Tan típico.

—¿Por qué lo hiciste? —pregunté cerrando fuertemente mis manos—. ¿Por qué jugaste?

—Necesitábamos la información —respondió él simplemente.

—¡Había otros métodos!

—¿Sí? Porque para mí no lucía así. ¿O acaso has olvidado la regla más importante de un agente?

—¡No me importa! ¿Sabes por qué? Porque por eso soy una agente especial y no simplemente una agente, porque haré lo que sea por la misión tanto como no sea el costo de una vida inocente. Buscaré otro método, siempre hay otro camino. Yo no juré cumplir con mi vida.

—¡Pues yo sí! Y, lo recuerde o no, ese juramento sigue teniendo valor y lo respetaré.

—¿Y eso justifica el hecho que hayas puesto una pistola contra tu cabeza y jalado del gatillo?

—¿Crees que no consideré las probabilidades?

—¡No me importan las probabilidades! —grité sin poder evitarlo y por un momento creí que sería capaz de golpearlo de nuevo—. ¿Qué crees que hubiera pasado si esa bala se hubiera disparado?

—Puedes completar la misión sin mí. Objetivamente hablando, la vida de una agente vale más que la vida de un traidor. Tú tienes una familia a la cual regresar, yo posiblemente una celda.

—Yo tengo los días contados de todos modos —respondí y me acerqué hasta estar frente a él—. Y mi vida no vale más que la tuya, en todo caso eso lo decidiré yo. Y tú también tienes gente que se preocupa por ti, y si estoy aquí muriéndome de frío y negociando con dementes es para que no termines en una celda.

—No es como si pudieras escoger las misiones que te asignan, o no hubiera intentado advertirte sobre Damocles.

—¡Pues te olvidaste la parte donde era un enfermo que negocia a través de jugar a la ruleta rusa!

—Sí, supongo que ese es el problema, lo olvidé.

Era frustrante. No me importaba su estado actual, no tenía ningún derecho a hacer lo que había hecho. Y levanté un puño en vano, creyendo ingenuamente que esta vez podría golpearlo, pero él lo detuvo como siempre. ¿Cómo podía simplemente actuar así? Podría golpearlo si quisiera, podría dejarlo sangrando en el suelo. Conocía sus movimientos y su técnica y sabía cómo él era. No me golpearía, no realmente. Podría haberlo golpeado tan fácilmente, porque él no tenía ningún derecho a tomar esa decisión.

—Eras tú o yo, Bright —dijo Jack y tiró de mí de modo que trastabillé para estar más cerca—. Tú no deberías estar aquí, este no es un campo para alguien como tú. Es demasiado peligroso incluso para la mayoría de los agentes, aunque solo sea venir aquí a hacer preguntas. Pero a los hombres de traje no les importa lo que sea de ti tanto como cumplas. ¿Crees que eso ha sido peligroso? Existen lugares peores, existen criminales peores. Damocles está claramente loco, pero no es lo peor con lo que he tratado. ¿Pero tú? ¿Qué se suponía que le dijera a tu hermano si algo te sucedía?

—¿Crees que debes cuidarme por Ethan? ¿Tienes idea de en cuántos lugares y con cuántos criminales he tratado sin que él lo sepa?

—No. Creo que puedes cuidarte perfectamente, pero tenemos un trato que implica que te lleve de regreso a Londres. Así que no lo pensé realmente al momento de aceptar, si alguien tenía que jugar sería yo. Era el modo más rápido y más seguro, porque si hubiéramos intentado estafar a Damocles, entonces nos hubiera estado esperando en la dirección que nos dio. Era nuestro único modo. No sabemos cuánto tiempo tenemos.

—Pues no me servirás de mucho muerto.

—No conoces a Damocles.

—¡Tampoco tú! La otra vez no jugaste.

—Y tú puedes ser una excelente actriz, pero tan loco como ese sujeto está, sabía qué ofrecerte para tentarte a jugar.

—No es tu asunto.

—Entonces olvídate de lo sucedido. Ya está, tenemos lo que vinimos a buscar.

—Si vuelves a ponerte un arma contra la cabeza...

—Entonces recuerda que eres una espía, no una kunoichi.

—No. Esa es mi prima —respondí y me deshice de su agarre—. Ciertamente no sabes con quien he estado pasando el tiempo últimamente.

No le volví a dirigir la palabra al pasar a su lado, ni siquiera una mirada. Me acurruqué contra la puerta una vez que estuvimos de regreso en la camioneta y me cubrí con mi abrigo para luchar contra el frío. Mi cuerpo había tenido suficiente por una noche, mi mente por una vida. Necesitaba más que nada dormir. Si así había sido nuestro segundo día en Argentina, no quería imaginar cómo seguiría la situación. Incluso extrañé a la mafia rusa, al menos con ellos sabías qué esperarte. Definitivamente era la última vez que trataría con personas que deberían estar encerradas en algún hospital psiquiátrico.

Debí haber dormido durante el viaje de regreso, milagrosamente, ya que la próxima vez que abrí los ojos ya estábamos estacionados junto a la cabaña y Jack me estaba sacudiendo para despertarme. Ël no dijo una sola palabra, la ley del hielo ya se estaba volviendo demasiado habitual en nuestros tira y afloja. No lo dejaría de culpar por lo que había hecho, tan solo esperaba que la información hubiera valido el riesgo. No sabía lo que hubiera hecho si él hubiera perdido, posiblemente cometer asesinato por primera vez.

De nuevo en la habitación, intenté en vano llamar a Ethan. Sabía que él ya debería estar despierto considerando el cambio de hora y lo entrada que era la noche aquí, tan solo necesitaba comprobar que se encontraba mejor que esta mañana, pero él no respondió. Mi hermano no era de dormir hasta tarde, siempre estaba despierto a primera hora, incluso antes del amanecer. Excepto cuando estaba con Diana, entonces dormía todo lo que no había dormido anteriormente. Deseé más que nada que estuviera con ella, tan extraña como era su relación sabía que se apoyaban entre ellos en los momentos difíciles, tan promiscua e indiferente a los sentimientos como ella era sabía que se preocupaba por Ethan tanto como yo y podría consolarlo.

Me di por vencida al cabo de tres intentos y vacilé antes de dejar mi móvil de lado. Tanto como deseaba llamar a John, sabía que no podía lidiar con todo a la vez. No sabía lo que estaba sucediendo en Londres con mi familia, pero fuera lo que fuera que tuviera a todos los Bright conmocionados y los hubiera sacado del caso entonces tendría que esperar. No podía perder este caso. Cuando estuviera de regreso me ocuparía de lo que estaba sucediendo, por el momento tenía que ocuparme de terminar en Argentina si siquiera lograba sobrevivir.

Introduje la dirección en mi Ipod y dejé que el GPS la rastreara mientras me cambiaba y me quitaba el maquillaje. ¿Cómo podía haber juntado tantas heridas en tan poco tiempo? Maurice me mataría si mi rostro no lucía mejor para el día del estreno. Golpes, cortes, un labio partido y ahora cortado a causa de los dientes de Damocles. Quería más que nada olvidar esta noche, y a la vez no podía dejar de revivir un momento de nuestra conversación. Mi padre había estado allí, sentado posiblemente en el mismo lugar que yo, había jugado del mismo modo que Jack, y todo para obtener información sobre el conde de Saint Germain. ¿Pero quién era? ¿Por qué mi padre lo había estado buscando por todo el mundo?

Él había muerto cuando tenía cuatro años, a finales de verano, y ahora yo estaba a menos de una semana de cumplir diecisiete. Casi trece años era tiempo suficiente para saber que estaba muerto realmente. John había estado allí para ver cómo su hermano era asesinado, Ethan lo había presenciado también, mamá había llorado su muerte y seguía haciéndolo en secreto, y Lionel se regodeaba de haber sido el responsable. ¿Entonces por qué cuánto más investigaba en el pasado de mi padre más pistas encontraba sugiriendo otra opción? Había un cuerpo enterrado, un cuerpo que toda la familia había reconocido y todos habían llorado y la autopsia no había dicho lo contrario.

Él había negociado con Damocles. Él había estado buscando al conde de Saint Germain. ¿Lo habría encontrado? Los alias no eran escogidos casualmente, siempre implicaban una historia detrás.

Conocía la historia del conde de Saint Germain, sonaba demasiado fantasiosa para considerar que alguien había cogido ese alias por esa historia. Muerto y enterrado, sin embargo visto vivo años después. No existía tal cosa, y aun así mi padre había estado buscando a alguien con ese alias durante sus últimos días según el testimonio de una rata paranoica y un demente con complejo de Dios. ¿Podía confiar en ellos? ¿Podía permitirme creer en algo imposible? Porque tanto como me gustaría creer que Lionel no lo había matado sabía que, a diferencia de cómo había sido con Jack, había habido un cuerpo que identificar y enterrar. Un cuerpo que tenía entendido seguía en el mismo lugar.

Me arrastré debajo de las sábanas sin desear pensar más al respecto. Comprobé la dirección en el Ipod, una casa en un lago a solo veinte minutos de aquí. Cerré los ojos, podía esperar. Dormí mejor que cualquiera de mis últimas noches, aunque aquello no implicaba que hubiera dormido bien en absoluto. Pero en comparación, cualquier cosa era mejor. Que mi cuerpo doliera al día siguiente como si hubiera pasado toda la noche en una pelea de boxeo tampoco ayudaba para nada. Tanto como criticaba a Kevin por su adicción a los medicamentos, el ibuprofeno se había vuelto mi mejor amigo en estos días.

Me obligué a salir de la cama y cambiarme. Afortunadamente ya había café preparado en la cocina por lo que me serví una taza antes de reunirme con Jack en la sala. Él lucía incluso más cansado que el día anterior. El frío hacía que su piel fuera notablemente pálida, su cabello pareciendo más oscuro en contraste. Miré la colcha hecha un bollo a un lado del sillón y me pregunté si sería suficiente. Estaba completamente despierto estudiando un mapa de la zona, observando la dirección que habíamos obtenidos y analizando sus alrededores. Siempre había sido tan dedicado en ese sentido.

—¿Cuánto tiempo llevas sin dormir? —pregunté.

—No es tu asunto —respondió sin levantar la vista de su trabajo.

—Sí lo es si se supone que eres la otra mitad del equipo aquí. La falta de sueño puede afectar tus reflejos y tu mente.

—¿Cuánto tiempo llevas tú sin dormir una noche entera?

—Seis meses —respondí sin más y Jack me miró.

—¿Y te preocupas por cuánto tiempo llevo yo sin dormir?

—Yo duermo, mal pero lo hago. ¿Tú? Luces como si no fueras capaz de cerrar los ojos por más de cinco minutos.

—Pues disculpa si el interior de mi cabeza resulta un poco caótico últimamente.

—Es extraño cómo a veces nuestros propios demonios son quienes más logran torturarnos. ¿No crees? —dije y suspiré al mirar mi taza de café—. No existe peor enemigo que nuestra propia sombra. Yo sé por qué no puedo dormir bien, del mismo modo que tú sabes por qué no puedes cerrar el ojo, y aun así ambos sabemos que no es como si fuera a mejorar pronto. ¿Deberíamos ir?

—Cuanto antes terminemos aquí, mejor. De todos modos podría tomarle un tiempo a nuestro experto encontrar la información que buscamos. No sabemos con quién estaremos tratando.

—¿Un conocedor oculto en la Patagonia Argentina y que posiblemente sepa todo? Paranoico, miedoso, extraño tal vez, pero no una amenaza —respondí y sacudí mi cabeza—. Se oculta. No hay modo de contactarlo más que ir a su casa. No es una amenaza, no realmente, solo alguien que no quiere ser encontrado. Creo que podemos con este mientras no esté loco también.

—¿Por qué te interesa saber sobre el conde de Saint Germain? —preguntó Jack y fingí indiferencia.

—No me interesa —respondí y él suspiró.

—Damocles puede estar loco, pero sabe cómo meterse dentro de tu mente, Bright.

—Tan solo no es la primera vez que lo escucho nombrar, eso es todo.

—Es más que eso.

—¿Has escuchado al respecto?

—Nunca he escuchado sobre alguien que se hiciera llamar así ni me resulta familiar.

—Entonces no importa. Tienes razón, deberíamos ir yendo para terminar esto de una vez. Con algo de suerte quizás podríamos estar tomando un vuelo de regreso a Londres para la noche.

—¿No piensas comer nada? —preguntó Jack y lo miré confundida—. Es pasado el mediodía.

No le creí, pero cuando miré mi reloj comprobé que estaba en lo cierto. Había dormido toda la mañana. Culpé al cambio de horario y a trasnochar, haber sido drogada el primer día junto al agotamiento acumulado tampoco había ayudado. Mi sentido del tiempo estaba completamente desorientado. Con algo de suerte el hecho que hubiera dormido era una buena señal, quizás había esperanza en mi recuperación. De otro modo posiblemente estuviera empeorando y terminaría por ceder a los consejos de Ethan de ver a un psicólogo, el cual seguramente me derivaría a un psiquiatra. No quería que ningún extraño me psicoanalizara para pasarle información a los hombres de traje y luego medicarme.

—¿Por qué no me despertaste? —pregunté molesta—. Perdimos toda la mañana.

—Lucías como si necesitaras dormir. ¿Tienes hambre o no?

—Comeré algo cuando regresemos, de momento tenemos cosas más importantes que hacer.

Bebí el resto del café sin perder el tiempo y cogí mi abrigo para salir. ¿Acaso no podía tener un solo día como una adolescente normal? ¿No podía, por una miserable vez, dormir hasta tarde sin haber puesto a prueba el tiempo que tenía para cumplir con una misión que implicaba seguridad mundial? Toda una mañana perdida durmiendo podía implicar tanto, porque el hecho de desconocer cuánto tiempo teníamos no era específicamente tranquilizante. No con los Juegos Olímpicos a la vuelta de la esquina y Londres siendo la sede. Mentalmente tomé nota de pedirme vacaciones la próxima vez que Inglaterra tuviera que ocuparse de un evento mundial. ¿Y Ethan había estado en servicio durante la boda de Kate y el príncipe William?

Jack recogió sus cosas y me siguió fuera para coger el vehículo. O él actuaba con demasiada calma, o yo estaba demasiado estresada. Ambas opciones eran igualmente probables considerando lo que era mi vida últimamente y que él había hecho ya varias misiones en campos de alto riesgo a pesar que no las recordase. ¿O lo hacía? Quizás aquello era lo más frustrante, no tenía modo de saber cuánto Jack recordaba y cuánto no. ¿Qué recordaría de mí? ¿Qué pensaría ahora? ¿Habría cambiado algo? Era extraño pensar que apenas habían sido cinco días desde que nos habíamos reencontrado, definitivamente las ciento veinticuatro horas más largas e interminables de mi vida. ¿Estaba contando bien?

—¿Sigues creyendo que yo fui quien le dio tu localización a Lionel? —pregunté mientras él conducía.

—Sigues siendo la única que sabía dónde estaba. Él no me hubiera cogido de otro modo.

—¿Sabes que no tengo modo alguno de comunicarme con él?

—Sé que eres demasiado hábil incluso para un agente promedio, y que nada te detiene si realmente estás decidida.

—Entonces deberías saber a esta altura que me importa la vida y el bienestar de las personas buenas, aún más de aquellas que conozco y significan algo para mí. Nadie merece morir más de lo que merece vivir. Anoche creí que sería capaz de hacer cualquier cosa con tal de evitar que jugaras, he engañado a mi propio hermano para evitar que se metiera en algo que terminaría con su muerte, y temo por el día en que me encuentre en una situación de matar o morir porque no sé si podré hacerlo. No he matado a nadie, nunca, e incluso me he culpado por no poder salvar a personas que estaban fuera de mi alcance, aun sabiendo que no había nada que pudiera haber hecho. Me culpo por ese criminal que cayó del helicóptero aun cuando él planeaba arrastrarme consigo, porque yo viví y él no. ¿Y crees que yo sería capaz de venderte a Lionel cuando yo, de nosotros dos, era quien temía que te matase mientras tú no lo creías?

—¿Qué harías tú si estuvieras en mi lugar? ¿Creerías en la palabra de una actriz profesional que además es una prodigio en descifrar a una persona a partir de una sola mirada y utiliza eso a su favor para manipular? —preguntó él y miré por la ventana.

—No —respondí al cabo de unos segundos—. Ciertamente no. Pero ese siempre es el problema, creemos que los demás pueden vernos como nosotros mismos nos vemos. ¿Qué debo hacer para demostrarte que no estoy jugando contigo?

—Dejar que lo averigüe por mi cuenta.

—No soy una chica paciente en ese sentido.

Cogí mi cuaderno cuando no respondió y lo abrí en la última página escrita para anotar todo lo que rondaba mi mente últimamente. Si lo escribía, entonces podría quitarlo de mi cabeza, ya no me atormentaría tanto, vería con más claridad incluso. Mi familia estaba en crisis a causa de un Zippo, tanto como para quebrar a Ethan. Mi padre posiblemente se había reunido con Damocles durante sus últimos días en busca del conde de Saint Germain. Habíamos utilizado el alias de Jack por lo que aquello podría llegar a oídos de Lionel lo cual era un gran riesgo. Y la situación con él seguía igual que al principio.

—¿Por qué tu hermano me llevó al teatro? —preguntó él repentinamente y levanté la mirada de mi trabajo.

—Era su forma de agradecerte. Lo ayudaste en una misión, él no sabía de tu aversión al teatro. Ethan tenía una entrada extra, yo siempre le daba una por si deseaba invitar a alguien con la esperanza que mi hermano me demostrara que no era un antisocial como temía a causa de su cubierta.

—¿Qué misión?

—Algún asunto en Berlin que requería bastante tiempo. Ethan me había prometido que intentaría estar la noche de estreno de Hamlet, era el primer papel importante que conseguía. Él sabía que no podía concluir la misión a tiempo solo. Tú estabas en la zona. Él pidió tu ayuda aún sabiendo que trabajabas solo, y no cedió hasta que aceptaste. O al menos eso es lo que tú me contaste.

—Supongo que tiene sentido.

—Se metieron en algunos problemas. Tú te quedaste sin municiones. Ethan podría haberte abandonado a tu suerte pero decidió quedarse y cubrirte la espalda, y tú le devolviste ese favor al hacer lo mismo por él en Paris.

—Él sale con una criminal. ¿No? —preguntó Jack y de nuevo tenía aquella expresión de dolor en sus ojos mientras se esforzaba por recordar, por darle sentido a sus palabras.

—Es complicado. Él te dirá que no, ella te dirá que es tan solo su juguete, pero por más que peleen como perro y gato y pretendan que no sucede nada entre ellos, se preocupan el uno por el otro. ¿Recuerdas a Diana?

—No realmente.

—Es mejor conocida como el Chat Noir —dije y él frunció el ceño por el esfuerzo.

—Una ladrona.

—Y falsificadora, y estafadora.

—Nos ayudó una vez. Y había otro chico también, tuve que coserle una herida en el brazo.

—Andy —dije y sonreí ligeramente—. Solías llamarlo Romeo, ha sido mi co-actor varias veces. Su padre es tal vez el futuro Primer Ministro así que es importante. Es mi mejor amigo.

—Y tienes una prima que es una kunoichi —dijo Jack y reí sin poder evitarlo.

—Prima lejana. La familia Bright es bastante extensa, conocí a todos en Noche Buena.

—Pero tú vives con tu madre.

—Sí. Ella trabaja mucho por lo que casi siempre está fuera de casa así que Ethan puede pasarse sin tener que pretender que está fuera de la ciudad por la universidad como parte de su cubierta. Aunque últimamente he estado pasando las noches en lo de Josh.

—Y Josh es...

—El hombre que compró la casa de mi padre, y que prácticamente ha sido mi niñero desde entonces. Es un artista, ni siquiera sé de dónde saca el dinero para sobrevivir, pero es cálido y atento y me deja mi espacio.

Le expliqué mi vida normal, mi vida fuera del MI6, lo mejor que pude. ¿Acaso no habían sido así nuestros primeros días juntos? Entonces Jack había preguntado sobre mi vida, y yo le había respondido del mismo modo. Le hablé sobre los exámenes finales que tenía en cuestión de días, sobre la obra para la cual tenía que regresar a tiempo para actuar a menos que quisiera que Maurice me matara, le conté lo sucedido con Andy y Kevin días antes de encontrarlo y sobre mi viaje con Ethan a Madrid durante el receso de primavera.

Y eso hizo el viaje más llevadero, porque por más que Jack solo se limitara a escuchar, lucía completamente relajado e incluso lo atrapé intentando no sonreír algunas veces y aquello tan solo me entusiasmaba más a seguir con mi relato. Se sentía bien, al menos por esos robados minutos, pretender que llevaba una vida normal y hablar sobre ello. Había un lujo en la normalidad del cotidiano que nosotros no teníamos y era tan exquisito como extraño. Y para el momento que llegamos a nuestro destino, estaba segura que el tiempo había encontrado algún modo de escurrirse más rápido como agua entre mis dedos.

La carretera de tierra era igual a cualquier otra que recorriera los bosques locales. El frío del exterior era húmedo por la cercanía al lago. Había tantos lagos en la zona que me era imposible reconocer de cual se trataba, pero tan pronto como salté fuera de la cabina quedé maravillada por la vista. Definitivamente era comprensible por qué muchos escogían este destino para huir y perderse, desaparecer de la faz de la tierra deseando nunca más ser encontrados. El fin del mundo era simplemente tan hermoso. El lago era un manto de seda plateada reflejando el cielo como un igual. El viento susurraba al correr juguetonamente entre los pinos trayendo el húmedo olor del bosque. El césped era de un verde que nunca antes había visto en ningún lugar. Y las montañas siempre estaban allí, un perfecto marco que separaba la tierra del cielo, más impresionante que cualquier horizonte.

—¿Cómo puede existir tanta paz? —pregunté sin aliento cuando Jack apareció a mi lado—. Es increíble.

—Hay demasiados lugares hermosos ocultos en este mundo y que muchos desconocen.

—Solías enviarme una postal de cada lugar que visitabas. ¿Cómo puede existir una vista así? Es tan tranquilo aquí.

—El silencio oculta tanto peligro, la naturaleza es tan bella como letal en estas partes del mundo —dijo Jack y sonreí cuando nuestras miradas se cruzaron—. Deberías ver el Tibet.

—¿Has estado en el Tibet? —pregunté sorprendida.

—Creo que sí, aunque no podría estar totalmente seguro —respondió Jack y me sonrió—. ¿Por qué me miras así?

—Porque quiero ver el Tibet. Hay tantos lugares que ver en este mundo. ¿Qué hacías en el Tibet?

—Una misión, un crim escondido allí que debía encontrar si no me equivoco —dijo él y se llevó un dedo a los labios en una señal de discreción—. Pero se supone que es información ultra secreta.

Sonreí sin poder evitarlo, porque en el fondo seguía siendo el mismo joven que había conocido. Permanecimos de pie, juntos, unos segundos más observando la vista antes de seguir el pequeño sendero que pertenecía a nuestra dirección. No tuvimos que caminar mucho para finalmente poder ver la colonial cabaña junto al lago. La imagen bien podría haber salido de un cuento de niños con el suave humo saliendo de su chimenea y la estructura siendo de madera y piedras. ¿Este tipo de lugares realmente existían? A un lado el hermoso bosque, al otro un claro que llevaba hasta el impresionante lago. Sí, si tuviera dinero huiría a un lugar así para desaparecer. ¿Quién no desearía una perfecta casa en el lago?

Dos niños estaban montados sobre un caballo en medio del claro, una mujer con un largo abrigo rojo se ocupaba de mantener al animal serenado y quieto. Una madre a juzgar por el modo en que los niños la miraban, o lo cariñosos que eran sus gestos con el caballo. ¿A dónde nos había enviado Damocles? Por tan solo un instante creí que él nos había estafado, o se había equivocado con la dirección, pero tan pronto como la mujer nos divisó supe que estábamos en el lugar correcto. Su actitud cambió por completo, su lenguaje corporal que antes no había sido más que cálido amor pasó a precaución y miedo, era la reacción de una mujer que sabía que era buscada.

¿Quién era yo para juzgar? Estábamos buscando a un historiador, un estudioso que pudiera saber lo que necesitábamos. Ella era alta y delgada como una bailarina, su apariencia teniendo aquella frágil belleza de la porcelana. Desde esta distancia tan solo podía ver su largo abrigo y su espeso cabello castaño que caía en casuales ondas hasta la mitad de su espalda. Ella le murmuró algo a su hijo mayor y este hizo que el caballo lo llevara lejos al instante junto a su pequeño hermano. Lucía como si simplemente quisiera desaparecer, después de todo para eso se suponía que vivía en un lugar inlocalizable.

A mi lado Jack contuvo la respiración. Cogió fuertemente mi mano cuando intenté dar un paso y lo miré sin saber lo que le sucedía. Había palidecido notablemente en cuestión de segundos, su agarre era demasiado tenso, su expresión estaba completamente en blanco como si acabara de ver un fantasma. Intenté pensar en cualquier otra ocasión que lo hubiera visto así, pero no encontré nada. Quise leer en él lo que le sucedía, pero era imposible teniendo en cuenta el estado actual de su mente.

—¿Qué sucede? —pregunté.

—Tan solo espera aquí, déjame hablarle a mí —dijo Jack y vacilé—. Bright, por favor.

Había una desesperada súplica en su voz, en su alarmada mirada. ¿Habría recordado algo importante? ¿Sabría algo sobre esa mujer? Había tenido un mal presentimiento antes de reunirnos con Damocles y entonces no lo había escuchado. Dudaba que ella tuviera algo de peligrosa, pero lo cierto era que nunca antes había visto a Jack tan desestabilizado. Consideré todas las opciones y las consecuencias de mis acciones, sabía que estaría rompiendo por completo mis órdenes y se suponía que no debía en ningún momento perderlo de vista o dejarlo solo, aún menos para comunicarse con otros que potencialmente podrían ayudarlo a escapar si lo deseaba; pero esos eran los hombres de traje desconfiando de él. Yo sabía que no escaparía.

—Está bien —dije al finalmente ceder—. Pero intenta no hacer que me arrepienta, se supone que no debería hacer esto.

Él tardó unos segundos más de lo debido en soltar mi mano. Impacientemente me mantuve atrás, sintiendo mi preocupación tan solo aumentar al ver lo inestable que era su paso. Jack nunca perdía el control sobre sí mismo. Se suponía que los espías estaban entrenados para no permitir que nada les afectara sin importar lo que fuera. ¿Acaso no habían sido preparados todas sus vidas, durante años para ser capaces de algo así? Lo había visto jugar a la ruleta rusa la noche anterior sin siquiera mover un músculo.

Logró alcanzar a la mujer antes que esta tuviera tiempo de desaparecer también. Ella lucía espantada, y fuera lo que fuese que él le dijo tan solo logró aterrarla más, pero Jack no estaba siendo amenazador ni nada por el estilo sino que todo lo contrario. Había tanta vulnerabilidad en su postura, en sus gestos por más que ella lo mantuviera ariscamente a raya. Ella no lo quería allí. Y él lucía desesperado por hacerse escuchar. Nada de esto tenía sentido. Estaban discutiendo. Escuché a la mujer elevar su voz hasta que era un grito. ¿Por qué él simplemente estaba de pie allí sin hacer nada, luciendo tan débil y vencido? Estaba herido, las palabras de ella siendo peores que golpes, y él se desesperaba en un intento en vano por hacerse escuchar. La mujer levantó una mano y lo abofeteó.

En medio del absoluto silencio de la naturaleza escuché el golpe más fuerte que cualquier otro sonido, y lo sentí como si yo lo hubiera recibido. Ahogué un grito al instante. ¿Cómo era posible? Y él no hizo nada. Se había dejado golpear. Incluso yo hubiera podido prever ese golpe y bloquearlo, y sabía que Jack era mejor que yo en ese sentido luego de años de experiencia por más que jamás se lo admitiría. Él no podía simplemente no haberlo visto. Y aun así lucía tan dolorosamente incrédulo, como si jamás hubiera imaginado que eso fuera posible. Y no hizo nada. No habló, no respondió, simplemente se quedó allí de pie como si nada de eso estuviera pasando.

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