Capítulo 12

Intenté en vano dormir. Mi cuerpo estaba demasiado cansado, mis músculos relajados luego de una ducha caliente, mis ojos me rogaban un descanso, pero mi mente se resistía. Uno creería que luego de días sin dormir bien, finalmente lograría conciliar el sueño después de todo lo sucedido hoy, pero no fue suficiente. Por un momento consideré la idea de conseguir en el futuro una dosis de drogas para dejar inconsciente a alguien. No, idea estúpida. ¿Cuándo había empezado a pensar en drogas? Pero lo quisiera o no, la realidad era que llevaba demasiado tiempo sin dormir bien y me engañaba diciendo que era por trabajo. Debería hablar con Ethan, él quizás pudiera ayudarme con esto, pero el cambio de horario era un problema y mi hermano no había estado exactamente bien en las últimas horas por lo que no quería despertarlo si estaba durmiendo, o interrumpir lo que podría estar haciendo con Diana de estar con ella. Él respondería al instante si veía mi número, no quería ser la hermana menor pidiendo ayuda cuando ninguno estaba bien.

Me encogí bajo las múltiples mantas, había encendido la calefacción pero apenas era suficiente para no pasar frío en el clima invernal de las montañas. O quizás era yo que no estaba bien, la falta de sueño tarde o temprano terminaba por afectar al cuerpo. O el frío era más psicológico, un reflejo de lo que estaba sintiendo últimamente. Cualquier opción era probable, no confiaba en mi cuerpo. Debería dormir algo. Tenía trabajo que hacer aquí. Tenía que estar en todas mis facultades para poder cumplir rápido y eficazmente. ¡El tiempo estaba corriendo! Debería haber conseguido algunas píldoras para dormir, pero cuando había pensado aquello en Londres una imagen de Kevin y su siempre presente frasco de píldoras me había disuadido. No quería ser una adicta a los medicamentos como él.

¿Acaso era siempre así? ¿Esta vida tarde o temprano terminaba por joder la cabeza? Era una adolescente, apenas podía lidiar con mis problemas habituales como para agregar los de este tipo. ¿Por qué siempre la depresión atacaba al momento de intentar conciliar el sueño? Porque entonces éramos presas fáciles, débiles e inofensivas crías en la oscuridad donde era fácil que nuestros peores pensamientos nos acecharan. No había fuerzas para luchar contra nuestros demonios internos, el cansancio nos había vencido antes. Nosotros mismos éramos nuestros peores enemigos. Mamá siempre decía que los miedos no debían paralizar a una persona y que las inseguridad eran límites que uno mismo se ponía, desearía que fuera tan fácil creerle como antes de haber descubierto que lloraba a escondidas por su familia rota.

Giré para el otro lado en un vano intento por dormir, como si cambiar de posición fuera a ayudar. Las horas antes que finalmente el cansancio me venciera y me dejara K.O. eran siempre las peores. Cerré los ojos y en silencio comencé a repetir las palabras de Aricia, encontrando cierto confort en que al menos algo permaneciera estable en mi vida. El silencio era absoluto, algo demasiado extraño para una chica de ciudad. Podía escuchar el susurro del viento y la madera crujir, pero no había nada más que la orquesta nocturna de la naturaleza, y no sabía si eso ayudaba o tan solo empeoraba la situación. En momentos así, comprendía mejor que nunca porqué algunas veces me escabullía dentro de la habitación de Andy, aunque solo fuera para hablar toda la noche hasta quedarme dormida. Necesitaba el calor de su compañía, la normalidad que él representaba.

Cuando llegué a la misma parte que había recitado en el helicóptero mi mente me falló. Recordé la caída y el modo en que mi vida podría haber terminado si no hubiera logrado sujetarme de algo. Y entonces mi mente no pudo protegerme de lo innegable. Freud y su mecanismo de rechazo no funcionaban conmigo al parecer. Perfecto, si hasta el momento no había logrado dormir ahora menos lo conseguiría. Pensé en la expresión del hombre antes de caer, juré escuchar de nuevo su grito ser tragado por el viento. Había muerto intentando acabar conmigo, y no era la primera vez que veía a la muerte a los ojos, fuera en otro o en mí, pero una vida seguía siendo una vida.

Me levanté sin poder soportarlo un segundo más. Sí, era una cobarde. Pero la imagen del hombre estaba grabada en mi mente junto con el hecho que yo podría haber caído también. Nada más que la cruda realidad. Nunca había estado tan cerca de la muerte antes, al menos no estando tan consciente. Y ahora no podría dormir y con suerte no desarrollaría miedo a las alturas. Me dije a mí misma que se pasaría, tan solo eran los demonios de la noche acechándome. Si ya había logrado superar mis anteriores secuelas, podría con estas posibles nuevas sin ningún problema. Era fuerte como para hacerlo.

Cogí la gruesa colcha de la cama y me envolví con ella para conservar el calor. El suelo era frío y áspero bajo mis pies, pero lo ignoré. Fui cuidadosa al abrir la puerta y caminar por el pequeño corredor sabiendo que cualquier ruido podía despertar a Jack. Miré por un segundo la puerta a mis espaldas que llevaba al exterior, sería cuestión de simplemente salir y bajar las escaleras, y entonces estaría sola. Deseché la idea casi al instante. No había ninguna solución en perderse en la noche. Avancé con cuidado, temiendo que la madera del suelo me delatara, pero ya había previsto con anticipación los lugares donde crujía al momento de estudiar el piso.

Solo un bocado. Estaba segura de haber visto una barra de chocolate más temprano en la cocina y ahora parecía un excelente momento para cogerla. El chocolate liberaba endorfinas, me haría feliz y relajaría lo suficiente para dormir. Si no resultaba, podía buscar otro modo de conciliar el sueño en paz con lo poco que tenía a mano y sin recurrir a medicamentos. ¡No podía no haber chocolate en un lugar de nieve!

Comprobé que Jack estuviera dormido al pasar por la sala y me quedé quieta al verlo acurrucado en el sillón. El fuego ardía tenuemente bajo la chimenea, pero era evidente que él también padecía frío. Idiota. Me dije a mí misma que no debía darle importancia, que era mejor si lo ignoraba y seguía de largo. Pero a diferencia de él, yo recordaba y no era como si me pudiera deshacer de esas memorias. No lo pensé mucho al momento de quitarme la colcha y cubrirlo antes de dirigirme a la cocina. Sabía que había más mantas en el armario del dormitorio, al menos así no lo perdería por hipotermia. Estaba bastante segura que los hombres de traje no estarían nada contentos si no llevaba de regreso a Jack, aún querían interrogarlo demasiado y sacarle tanta información como fuera posible.

Me arrepentí al constatar que la cocina estaba mucho más fría de lo que había esperado y no haber considerado perder mi abrigo en el camino. Me abracé a mí misma mientras luchaba por no temblar. Solo unos segundos y estaría de regreso en mi cama, envuelta en tantas mantas como fuera posible, cálida y a salvo. Aunque el insomnio era otra cosa, ese era el tipo de enemigo sin forma física que no podía vencer. ¿Acertijos? ¿Misterios? ¿Silencio? No tenía problemas. ¿Pero insomnio personal?

—¿Qué haces despierta a estas horas?

Ni siquiera me sobresalté al escuchar la voz de Jack, sabía que habría sido demasiada suerte no haberlo despertado. No tenía la menor idea de qué clase de entrenamiento recibían los agentes normales para tener el sueño tan ligero, pero sabía que un simple suspiro era capaz de despertarlos. Me giré para encontrarlo de pie bajo el marco de la puerta, luciendo posiblemente tan somnoliento como yo y envuelto en la colcha que le había dejado. Había algo casi frágil en verlo de ese modo, con el cabello completamente despeinado y sus prendas arrugadas. Lo hacía parecer más normal en cierto modo, y siempre había apreciado más que nada aquellos pequeños momentos cuando lucía como el chico que en realidad era. Y lo hubiera hecho del mismo modo, de no saber la verdad que ocultaba.

—Robo de comida en medio de la noche, actividad cotidiana del adolescente promedio —respondí sin darle importancia y él sacudió su cabeza.

—Puedes ser buena actriz, Bright, pero no me engañas. No a mí. ¿No puedes dormir? —preguntó él y pensé en lo irónico que era que me conociera y a la vez no.

—¿Te desperté? —pregunté en cambio y Jack volvió a sacudir su cabeza.

—No. Ya estaba despierto. Has mejorado, no te hubiera notado de lo contrario. O quizás yo he olvidado la práctica. Si buscas el chocolate, está en la alacena.

—Sigues siendo un buen espía a pesar de lo que creas. Leí el informe de Dubai —dije buscando en la alacena y sintiendo el alivio al encontrar el chocolate—. ¿Pesadillas de nuevo?

—¿Qué es lo que te mantiene despierta? —preguntó y me giré para enfrentarlo.

—No respondiste mi pregunta.

—Tú tampoco.

—Yo pregunté primero.

—De hecho, yo lo hice. Necesitas dormir un poco, se nota a kilómetros que llevas días sin hacerlo del todo bien.

—Y tú llevas días durmiendo mal a causa de las pesadillas. En este preciso momento mi vida no es más fácil que la tuya. Tengo derecho a un poco de insomnio. Tengo una amenaza de muerte sobre mí, me preocupa mi familia, si haces algo que no les guste a los hombres de traje yo pagaré, y casi muero hoy. Creo que tengo suficiente para poder darme el privilegio de no poder dormir.

—¿Sigues asustada por lo de hoy?

—No estoy asustada.

—Sabes que es perfectamente normal que lo estés. ¿No? No tienes que pretender ser fuerte, Bright, no conmigo. No puedes lastimarte de este modo —dijo Jack y tocó apenas mi sien—. No puedes lastimarte allí. No lo reprimas, porque será peor entonces. Nuestros sentimientos primero envenenan nuestra mente, y luego nuestro cuerpo. El único modo que no te afecte es si lo sueltas.

—¿A quién? ¿A ti? Ni siquiera me conoces, no recuerdas conocerme lo cual es peor porque yo sí te recuerdo.

Él me abrazó en aquel momento y me congelé. Mis ojos escocieron ligeramente pero me negué a reconocer aquello como algo más que producto del sueño. Por ese instante mi cuerpo se sintió completamente frágil y vulnerable, y temí que caería si me soltaba. Me aferré a Jack sin poder evitarlo. Porque había dolido tanto creer haberlo perdido, había sufrido tanto su repentina ausencia y me había culpado tanto al respecto. Pero estaba vivo, y estaba aquí, y podía sentir los estables latidos de su corazón. Este había sido mi lugar favorito para huir del tormentoso mundo por un rato y sentirme a salvo. Y se sentía exactamente igual, cálido y seguro.

—¿Sabes qué fue lo primero que sentí al despertarme? —preguntó él y negué con la cabeza—. Miedo. Un miedo tan profundo y desesperado. Porque sabía que había algo importante que no había podido hacer, un lugar al que no había podido llegar. Y no sabía dónde estaba o quién era el desconocido en el espejo o qué demonios me había sucedido pero temía tanto haber fallado en algo que no sabía qué era. Recordé tu nombre antes de recordar que era mi propio padre quien me había disparado, y recordé que él me había dicho que te mataría antes de recordar que tú eras la única que sabía dónde encontrarme y la única que podría haberle dicho. Y al principio creí que estabas muerta, que yo había fallado y él te había matado, y no tenía modo de saber qué había sido de ti.

—Casi suena como si te siguiera importando —susurré.

—No temo recordar mal más de lo que temo haber olvidado algo importante. Y esas son básicamente mis pesadillas. Recuerdos, si es que lo son, junto al temor de a la vez no recordar. Desearía poder escoger qué partes de mi vida recordar, pero no puedo. Te llevaré de regreso a Londres, Bright. Sana y salva. Volverás a ver a tu hermano y llegarás a tiempo para actuar en esa obra. Si ese era el trato inicial, lo cumpliré. Te dije que no dejaría que nada malo te pasara hasta no descubrir exactamente qué eras para mí.

—Hacía tiempo que no temía tanto como hoy —susurré, rendida finalmente—. Ya no le temo a las armas, sé que tengo el control y puedo defenderme. Y cuando fui apuñalada estaba demasiado aturdida para comprender lo que estaba sucediendo. ¿Pero hoy? No tenía control alguno, Jack, y no hay nada que me aterre tanto como no tener el control.

—Es lo normal. No eres completamente insensible, no sería normal que algo así no te afectara. Lo quieras o no, sigues siendo una chica que no creció en este mundo. Eres humana, y como cualquiera sientes miedo. Pero ahora mismo estás bien, y necesitas descansar para lo que nos espera mañana.

—¿Cómo sabías que buscaba el chocolate?

—Porque eres tú —dijo Jack y reí tristemente sin poder evitarlo.

—Ya no sabes cómo soy.

—Sé que te gustan las cosas dulces —dijo él y callé al instante—, y que amas las novelas de espías, y que tu color favorito es el rosa.

—¿Cómo puedes recordar solo eso?

—Porque recuerdo algunas cosas de ti. No todo, y no en el orden correcto, pero no eres una completa desconocida para mí. Me gustaría poder recordar las mismas cosas de mí, pero temo que recordar quién era es más difícil que recordar a otros.

—Tu color favorito es el rojo porque tu madre siempre vestía una prenda roja, decía que era para la buena suerte —susurré y él se quedó quieto mientras me escuchaba—. Odias el teatro, pero de todos modos ibas a verme cada noche de estreno. Eres un adicto sin remedio al Nutella. No soportas hacer filas como tampoco soportas subir escaleras, lo dejaste muy en claro en el Arc du Triomphe. Y no me preguntes cómo, pero no sabes utilizar el transporte público. Te gustan las pastas con bechamel y la música de McFly y solías decirme brillante Bright cada vez que resolvía un problema. ¿Te suena familiar?

—Un poco —admitió él y apoyó su cabeza sobre la mía—. Eres más bajita de lo que imaginé.

Y ese simple gesto bastó para que mi corazón temblara, porque no era la primera vez que lo hacía. Cerré los ojos y me aferré a ese momento más que nada, lo necesitaba si tendría que pasar más días como este. Solo unos segundos más, con algo de suerte sentiría suficiente del calor de su compañía para sobrevivir a esta misión. Era tonto de mi parte, lo sabía perfectamente. ¿Podría ya considerarse masoquismo? Pero no me importaba, porque si al menos por unos segundos podía pretender que seguía siendo él, eso estaba bien. Sus palabras eran exactamente lo que necesitaba. Solo eso, que me dijera que era normal cómo me sentía y que no estaba sola.

Cuando Jack finalmente me soltó, me resigné a volver a la realidad. No le di una segunda mirada antes de partir con mi chocolate porque esa era yo, la chica que no miraba atrás a pesar del deseo o el dolor. Cogí otra colcha una vez de regreso en el dormitorio y me recosté en la cama sin perder el tiempo. Me puse los auriculares de mi Ipod para escuchar música mientras comía el chocolate. Y la parte tonta de mí ganó, sonriendo al saber que ese abrazo había valido todo lo vivido hasta el momento. No tardé mucho en conciliar finalmente el sueño luego de eso. Qué tontamente fácil podíamos ser complacidos por la persona correcta, aun si el otro no sentía nada al respecto.

Me gustaría creer que, teniendo en cuenta todo lo que hacía por el MI6, al menos podría disfrutar de dormir hasta tarde estando en misión... No era el caso. No se trataba de una misión suave, nada más que estar algunos días en un sitio y conseguir información. Esas eran mis favoritas, unas tranquilas vacaciones fuera de Londres, entonces podía dormir hasta tarde y quedarme unos días más para explorar la ciudad extranjera una vez que había enviado lo solicitado a los hombres de traje. Una simple espía en su más sencilla y pacífica definición. Pero con una potencial amenaza en la sala, no me podía dar el lujo de dormir demasiado o dejarlo sin vigilancia. Aun si sabía que no podía ir muy lejos sin que yo lo notara.

¿Cómo la situación se había dado vuelta de este modo? Un perfecto reflejo opuesto. Esto era ridículo. Alguna vez él había sido el agente serio y yo la amenaza a tener vigilada, pero ahora mismo estaba muy cerca de creer que el karma estaba jugando conmigo. Me resigné a salir de la calidez y comodidad de estar enterrada bajo mantas, y me apresuré en vestirme. Lo quisiera o no, tenía que empezar el día aunque prefería por mucho seguir durmiendo ahora que finalmente había conseguido unas buenas horas de sueño. Quizás luego. Cuanto antes terminase esta misión, mejor.

Encontré a Jack en la sala, ya despierto y cambiado, estudiando en silencio los mapas que tenía de la zona. Quise creer que no me había ganado al momento de despertarse porque no quería tener que dedicarme a chequear su rastreador u ocultar algún micrófono en el lugar. De todos modos, sabía que su teléfono estaba intervenido y los hombres de traje lo tenían completamente controlado. Mientras yo no le quitara el ojo de encima, no tendría ningún problema. Lo quisiera o no, no podía confiar en él. Debía tenerlo vigilado, y aunque odiara parecer una acosadora, eso incluiría mantenerme atenta a su rastreador.

Verlo intentar arreglárselas con solo unos mapas baratos de papel mientras luchaba con su defectuosa memoria me provocaba compasión sabiendo que era capaz de hacer cualquier cosa en cuestión de minutos teniendo una computadora. Por tan solo un segundo la idea de prestarle mi Ipod para que viera los mapas satelitales y más detallados que tenía cruzó por mi mente, pero supe enseguida que ese era un riesgo que no me podía permitir. Y aunque conocía perfectamente la frustración de tener que trabajar sin nada y sin mucha información, también comprendía que no había nada que pudiera hacer por él. Después de todo, no lo conocía más.

A juzgar por la fría mirada que me echó cuando me vio, o lo sucedido durante la noche había sido un sueño de mi parte o ahora que no estaba somnoliento y con su mente confundida recordaba perfectamente que para él yo era la persona que lo había vendido a Lionel. Le resté importancia, no era mi asunto y el mejor modo de lidiar con la situación era pretender que no me afectaba para nada. Cuando jugaba a ser la agente especial Emma Bright, tenía que dividir muy claramente mis sentimientos y mi razón. Había reglas que seguir en este mundo y siempre debía pensar en el modo de cumplir con la misión antes que con cualquier otra cosa. Podía jugar mi personaje sin problemas. Si volvíamos al comienzo, entonces podía lidiar de nuevo con la hostil desconfianza y las expresiones inescrutables.

—¿Acaso esta cosa sonará si me alejo más de diez metros de ti? —preguntó él sacudiendo su pie para mostrarme el rastreador.

—¿Sinceramente? No tengo idea. Eso lo manejan los hombres de traje, no yo —respondí y me encogí de hombros.

—¿Tienes idea de lo incómodo que resulta?

—Estoy bastante segura que estar en una celda sería mucho más incómodo —dije y crucé mis brazos sobre mi pecho al apoyarme contra la pared para mirarlo seriamente—. Estás acusado de traición a la corona, tu situación no es nada sencilla sino que bastante delicada. Si quieres tu puesto de regreso, temo que tendrás que jugar con las reglas de los hombres de traje cuando se trata de un sujeto peligroso.

—¿Cómo yo tengo que cargar con esto y tú no?

—Sé que mi teléfono debe seguir intervenido y me deben localizar por ahí. Un año de cumplir misiones y un poco de ayuda de mi familia al respecto, eso no cambia el hecho que los hombres de traje siguen considerándome una potencial amenaza. Te acostumbras luego de unos meses a que ellos te controlen.

—¿Tienes idea de lo difícil que es intentar, con el estado actual de mi memoria, localizar un contacto aquí que pueda ayudarnos y sin nada más que un mapa barato comprado en la carretera?

—Si necesitas algo tan solo tienes que pedirlo y yo veré si puedo conseguirlo.

—Una lista de todos los clubes nocturnos que hay en Bariloche, en lo posible bastante detallada con sus descripciones —dijo Jack y cerró los ojos un instante mientras se concentraba por recordar—. Hay algo más, algo con una espada pero no sé exactamente qué.

—He hecho más con menos, solo déjame encontrar algo de desayuno y...

Callé enseguida al escuchar mi teléfono. No había razón para que alguien me llamara, no ahora. Lo cogí y casi puse los ojos en blanco al reconocer el número de Ethan. Había conscientemente evitado mandar un reporte por la noche sabiendo que mi hermano estaba a cargo de esta misión en Londres y no teniendo energías para discutir con él respecto al secuestro aéreo. Ethan ya había dejado muy en claro su oposición a que yo tomara esta misión. Jamás pensé que diría esto, pero extrañaba que John fuera el controlador, con él no tenía que caer en detalles y sabía que se olvidaría del asunto para cuando volviera a verme. De todos modos, cedí y respondí.

—No llevo ni veinticuatro horas aquí así que si llamas para decirme que metí la pata en algo, no es mi culpa —dije y él rio apenas.

—¿No puedo chequear que sigas viva luego de haber oído tu descabellado plan? —preguntó Ethan y suspiré.

—¿Pero funcionó o no? —dije y entré en la cocina por algo de privacidad, o mejor, desayuno—. Crucé todo el país y si alguien estaba detrás de nosotros, nos ha perdido la pista.

—¿Cómo estás?

—¿Sinceramente? —pregunté y resoplé mientras revolvía una alacena vacía, ahora mismo comprendía por qué Kevin viajaba siempre con una caja de cereal. Un buen truco a aprender de parte de un agente de la CIA—. Sobreviviré. No es como si tener que lidiar con Jack creyendo que lo apuñalé en la espalda y no recordando nada de mí sea lo peor con lo que traté, claramente nunca has tenido una conversación a solas con la abuela.

—Siempre fuiste la más fuerte de los dos en ese sentido —dijo Ethan y su voz tembló apenas, logrando que me congelara al escucharlo—. Te necesito tanto ahora mismo, Em, y estás al otro lado del mundo.

Mi corazón se detuvo un instante al escuchar su voz. Frágil, inestable, débil. Él no estaba bien. Lo escuché contener un sollozo y fue peor que cualquier golpe que hubiera recibido en toda mi vida. Dejé enseguida lo que estaba haciendo mientras sentía mi sangre helada en mis venas. ¿Qué estaba haciendo lejos de él?

—¿Qué sucede? —pregunté apenas en un susurro.

—Nada grave, solo deseaba escuchar tu voz.

—Ethan, no suenas como si no fuera nada grave. O me dices ahora mismo, o te juro que haré las llamadas necesarias para encargarme del asunto.

—Nadie está herido ni sucede nada malo, Em. En serio. Tan solo... Me siento tan perdido —dijo él y su voz se quebró—. No sé qué hacer, Emma. No tiene sentido. Y sé que no debería estar metiéndote a ti en esto, pero John no quería responder mis llamadas. ¿Cómo haces?

—¿Qué cosa? —pregunté apenas pudiendo mantener mi propia voz estable mientras mi pecho dolía al escuchar a Ethan tan quebrado.

—No permitir que nada te afecte. Separas tan bien tus emociones del trabajo.

—No es cierto. Me has visto los últimos meses, hermano. Sabes que no es así. ¿Es por Diana?

—Cheschire no tiene nada que ver en esto.

—¿Entonces qué te pasa?

Esperé en silencio, intentando que mi propia desesperada preocupación no me ganase. Ethan no lloraba. Ethan era capaz de soportar cualquier cosa sin inmutarse, días de tortura sin soltar palabra, mis pequeñas agresiones a espaldas de los hombres de traje sin enfadarse conmigo. Sentía como cualquier otro, pero no se quebraba de este modo. Siempre tenía el control de la situación, siempre era capaz de hacer lo que otros no. Y sobre todo, mi hermano no lloraba, pero me estaría mintiendo a mí misma si creía no escuchar las lágrimas en su voz. Y los segundos hasta que respondió fueron una agonía absoluta.

—No sé si pueda, Emma. Creí que podía, alguien tiene que hacerlo si nadie está en condiciones. Pero no puedo. Y no es justo de mi parte arrastrarte en esto pero...

—Escucha un segundo. ¿Ok? Soy tu hermana, puedes arrastrarme en lo que sea y no me importará. Siempre que me necesites, estaré justo a tu lado —dije y respiré profundamente para mantener el control—. ¿Qué es lo que no puedes?

—Me gustaría poder decirte —dijo Ethan con dolor—, pero no. No quieren que te diga y es mejor si no lo sabes.

Resoplé con incredulidad, no era momento para que los hombres de traje insistieran con su protocolo, pero sabía que Ethan se metería en problemas si iba contra sus órdenes y si él no quería que supiera entonces respetaría su decisión. Apoyé la frente contra el muro delante de mí esperando que el frío me ayudara mientras intentaba encontrar un modo de solucionar esto. Mi hermano me necesitaba y yo no estaba allí. Y si había recurrido a mí, era porque realmente no tenía a nadie más. John no respondía y él claramente no involucraría a Diana en esto.

—Está bien, eso no importa —dije y suspiré mientras luchaba por una respuesta tranquila—. Sabes que en realidad tú eres el verdadero fuerte de los dos. ¿No? Yo soy solo una actriz. Sea lo que sea, estoy segura que puedes lidiar con ello, Ethan, porque ese eres tú, aquel chico que siempre puede con todo sin importar la situación. Mi misma sangre corre por tus venas y sé que puedes hacerlo, hermano.

—¿Cómo lo logras, Emma? En todo este año te ha pasado demasiado y sin embargo logras seguir adelante como si nada. Nunca te quiebras, sin importar lo que pase.

—¿Crees que no lo he hecho? Me he roto, Ethan, muchas veces. Solo que tú no estabas allí para verlo. Casi me rompo ayer —dije y me senté en el suelo, apoyando mi espalda contra el muro—. ¿Crees que la situación actual no me está matando por dentro? Lo hace, porque tú no sabes todo lo que pasó, no sabes que Lionel lo quiso matar por mí. Hay un montón de cosas que no sabes y es mejor así. ¿Quieres conocer la verdad? ¿Quieres que te diga cómo me siento en realidad? Porque jamás lo hubiera entregado, en todo este tiempo no lo entregué a los hombres de traje sabiendo el peligro que corría por callar y jamás hubiera sido capaz de entregarlo a Lionel porque la crueldad de ese hombre no tiene fin. Jack podía creer que no lo mataría, pero yo sabía que era capaz. Nunca estuviste frente a él, nunca lo viste a los ojos. ¿Y crees que no me mata que me acuse de haberlo traicionado? ¿Crees que no me duele que no me recuerde? Lo perdí, Ethan, y duele como el infierno porque al menos antes de esto no tenía un eterno recordatorio de lo que había sucedido, no tenía que sentirme más culpable de lo que ya lo hacía. Pero ahora mismo hay cosas más importantes de por medio. ¿Sabes cuál es la única diferencia entre tú y yo? Que yo vivo actuando, y mi personaje ahora mismo tiene una misión de la cual encargarse y no puede dejar que otra cosa le afecte.

—Entonces enséñame cómo lo haces, por favor —pidió él y suspiré.

—¿Quieres hablar sobre algo?

—No puedo.

—¿Quieres hablar con Diana? ¿Thomas?

—No puedo Em, con nadie, y John no responde mis llamadas.

—¿Es sobre papá? —pregunté y eché la cabeza hacia atrás sabiendo que había dado en el blanco—. No puedo hacer mucho en eso. Nunca lo conocí, no sé nada al respecto. Pero puedes estar seguro que él te amaba, y no es tu culpa que muriera. Eras solo un niño, hiciste lo correcto al esconderte. Él no hubiera querido que algo malo te pasara. El pasado debe ser recordado, pero no cargado como un ancla. Eso es lo que creo, y lo que me digo a mí misma cuando el pasado intenta echarme abajo. No puedes dejar que algo que ya sucedió afecte tu ahora, porque entonces también afectará tu futuro. ¿Pero lo que sigue? Bueno, eso depende de nosotros, tenemos el poder de decidir nuestro propio futuro, de escoger ser felices si estamos dispuestos a intentarlo. Es solo cuestión de saber seguir adelante. Tienes que ser más rápido que los demonios de tu pasado.

—¿Y si ya me alcanzaron? —preguntó él en un susurro.

—Entonces tienes que volver a sacarles ventaja. Haz esto, es lo que yo siempre hago cuando me siento así. Cierra los ojos y cuenta hasta tres, más si necesitas, pero por esos pocos segundos no luches contra lo que sientes. Deja que todo el dolor, la tristeza, la desesperación sean libres. Permítete sentir todo por ese instante porque no se callarán hasta no ser escuchados. Y cuando termines empuja todo lo que te atormenta a un lado y concéntrate en lo que tienes que hacer ahora.

Esperé en silencio, culpándome por no poder estar a su alcance cuando más me necesitaba. Debería estar allí. Debería estar a su lado ahora mismo. E hice lo mismo que le había dicho que hiciera, cerré los ojos y conté hasta tres porque ahora más que nunca necesitaba acabar rápido con esta misión para poder volver a Londres. La seguridad internacional no era ni de cerca tan importante como mi hermano. ¿Debería llamar a John? Por lo último que había escuchado de él tampoco se encontraba bien como Ethan, de hecho se había pedido vacaciones luego de ser removido del caso y forzado a mantenerse a un lado. No había atendido a Ethan. ¿Contestaría mi llamada?

—Gracias, hermana —susurro él.

—¿Estarás bien?

—Sobreviviré.

—Sabes que puedes llamarme cada vez que lo necesites, siempre responderé —dije y Ethan rio apenas.

—Estás en una misión, Em, ya bastante imprudente de mi parte fue llamarte ahora. No puedo interrumpirte.

—¿Tienes idea de todas las veces que John me ha llamado en medio de una misión? Me ha reprochado sobre chicos mientras estaba ocupada intentando que no me mataran en una pelea —dije y sonreí al escucharlo reír de nuevo—. Sabes que estoy aquí si me necesitas, para eso soy tu hermana. Intentaré terminar con esto rápido para poder volver contigo.

—Entonces será mejor que te deje en paz.

—No es como si buscar algo de desayuno mientras hablo contigo fuera a significar el fin del mundo, no estoy haciendo nada importante.

—Aun así. Tan solo... Una cosa más. Creí que te interesaría saber.

—¿Qué?

—Están los resultados de los análisis de Jack, los leí esta mañana —dijo Ethan y enseguida me enderecé con atención—. Intentaré enviártelos más tarde si consigo que los hombres de traje me dejen hacerlo, pero Emma...

—¿Qué cosa?

—Es amnesia post-traumática. Quien sea que le haya sacado esa bala de la cabeza, sabía muy bien lo que estaba haciendo. No tiene ningún daño y los recuerdos regresarán con el tiempo. No ha perdido su memoria de forma irreversible. Recordará primero los eventos traumáticos a causa del estrés post-traumático, pero eventualmente todo volverá a su sitio. Puede tener confusiones y el período de amnesia anterógrada ya debe haber pasado. Pero no es diencefálica lo cual es lo más importante.

—Significa que no es irreversible. No es una secuela permanente. No es una lesión irreparable.

—Es evidente que aún necesita tiempo para recordar, pero no está perdido del todo y lo que es más importante, no presenta ningún daño grave en el cerebro. Debería serle más fácil recordar ahora que está de nuevo tratando con lo que antes era su vida, las estimulaciones externas deberían ayudar.

Sentí el alivio casi al instante. No me di cuenta de cuánto había temido que las secuelas de Jack pudieran ser permanentes, hasta este momento. Él no estaba tan grave. Había tenido una bala en su cabeza y aún así no tenía ningún daño irreparable, el hombre que lo había operado había sido lo suficientemente experto como para hacer un trabajo impecable. Y le agradecí en silencio, porque a pesar de todo el mal que el mundo pudiera tener, aún había esperanza, aún existían buenas personas.

—Gracias por fijarte, no tenías por qué hacerlo.

—Soy tu hermano, para eso estoy. Intenta no meterte en muchos problemas y volver entera a casa. Adiós, Emma.

—Adiós, Ethan.

Sonreí sin poder evitarlo al terminar la llamada y guardar el teléfono de nuevo en mi abrigo. Lionel no había ganado esa batalla. Y si había podido ganarle al menos en esta ocasión, entonces todo estaba bien. Porque cada vez que él había creído romperme tan solo me había determinado más a detenerlo, y no me importaba si al final del camino me esperaba una bala porque al menos ahora sabía que ese hombre era capaz de fallar, era tan vencible como cualquier humano.

Me puse de pie enseguida, no tenía tiempo que perder. Cuanto antes terminara esta misión, antes estaría de regreso con Ethan. Una batalla perdida y otra ganada, no estaba nada mal comparado con cómo venía mi marcador últimamente. Me contenté con los restos de lo que habíamos comprado el día anterior, había un mercado al final de la calle que sabía no tardaría en visitar a menos que quisiera seguir viviendo de cosas así. Podía perfectamente con lo que seguía, fuera lo que fuera. ¿Qué tan difícil podía ser localizar una persona desconocida? Podía hacer esto.

Con un improvisado desayuno y mi pequeña mochila me instalé en la sala para trabajar. Tomé mi libreta y me puse los auriculares para poder escuchar música. Afortunadamente había una fuente de wi-fi en algún lugar cercano por lo que conseguí acceso a Internet. Fue cuestión de segundos para que mi Ipod pudiera conectarse sin darle importancia al hecho que la señal estuviera bloqueada con contraseña, no había un solo día que no agradeciera que John hubiera puesto algunas apps de espía en mi Ipod a pesar que supuestamente solo debía utilizarlas para uso profesional. Bueno, tal vez no las utilizara solo para las misiones. Pero, por favor, estaba perdiendo preciadas horas de clase a días de los exámenes finales, horas que tendría que recuperar leyendo notas por la noche cuando volviera. Un mínimo de beneficio debía sacar de trabajar para el MI6.

No supe exactamente cuánto tiempo pasó hasta encontrar una página con todos los clubes nocturnos de Bariloche y entonces fue cuestión de empezar a escribir y rastrear más información sobre cada lugar. 

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