Capítulo 10


Permanecimos en silencio mientras nos alejábamos de la zona del incidente, no pasaría mucho tiempo antes que alguien notara la columna de humo negro y avisara a las autoridades locales, y era mejor no ser atrapados allí. Nos encontrábamos, básicamente, en medio de la nada. La tierra desnuda nos rodeaba, no había más que piedras y maleza seca. Algunas montañas rompían la línea del horizonte a lo lejos, el terreno se elevaba y descendía a nuestro paso en un caleidoscopio de colores arenosos. El sol tenía una intensidad cegadora pero el viento era demasiado frío y llevaba tierra consigo. Tuve que ponerme mis lentes para poder avanzar sin problemas.

Tan solo nos detuvimos tras una interminable hora de caminata que pareció eterna, cuando encontramos un lugar a la sombra y resguardado del viento detrás de una formación rocosa. Mi cuerpo rogó por un largo descanso pero no existía tal opción. Me senté en el suelo y examiné mis heridas con cuidado. Ni siquiera era el mediodía y ya estaba así, tan solo esperaba llegar a la hora del té con vida. Tiré mi mochila hacia adelante y la abrí para coger una botella de agua. Bebí el merecido trago que me debía y suspiré, echando la cabeza hacia atrás y rindiéndome ante la situación. Le lancé la botella a Jack sin mirarlo y él la cogió pero no bebió.

—¿Cómo hiciste para pasar todo esto por la seguridad del aeropuerto sin llamar la atención? —preguntó él.

—El agua la compré luego de pasar el control de seguridad. El maletín era un cebo, pasó dentro de una valija diplomática a través de un señuelo y lo recogí en el punto debido. En cuanto al cuchillo, Brandon tiene un contacto en el aeropuerto que me hizo pasar el control de seguridad sin que fuera detectado. Se supone que no estoy autorizada a cargar armas por lo que el MI6 no sabe y no se hubiera tomado las molestias de facilitarme el asunto, pero me las arreglo bastante bien por mi cuenta —respondí y me encogí de hombros—. Nada mal para algo improvisado en unas pocas horas. ¿Verdad? Te dije que convenía tener a Brandon de amigo.

—¿Si tú tenías todo el tiempo el medallón entonces qué había en el maletín?

—Una réplica exacta. Ethan consiguió que me lo prestaran el primer día, siempre y cuando él me vigilara, y Diana hizo una copia. Siempre tuve el original conmigo, los hombres de traje no sospecharon nada —dije y lo miré—. Pero debía aferrarme a la cubierta, sin importar la situación siempre debo aferrarme a ella aún si los otros me descubrieron. ¿Recuerdas? Tú me enseñaste aquello.

—La próxima vez podrías al menos advertirme que tienes todo cubierto así no me preguntaré luego por qué no te dejé caer del helicóptero si ibas a tirar el maletín fuera de todos modos.

—¿Donde hubiera estado el espectáculo entonces si tú hubieras sabido del principio la verdad? —pregunté sonriendo apenas—. Soy una actriz, Jack, mi trabajo es sorprender y lograr que el público crea lo que yo quiera. Eso es lo que me ha mantenido con vida hasta ahora, aprovechar que los demás solo me ven como una chica que debe ser fácil de vencer. Y mi lado siempre será el de mi hermano, el de los chicos buenos, aun si tengo algunos amigos del otro lado de la línea. ¿Realmente pensaste que sería capaz de sabotear esto?

—Eres una Bright —dijo Jack evitando mi mirada.

—¿En serio creíste que sería capaz de estar jugando a dos puntas e inculparte de todo esto? Eso sería traicionar todas mis creencias. Tan solo tenías que tener un poco de fe en mí, confiar en que sabía lo que hacía. ¿Es eso mucho pedir?

—No lo sé, Bright, no sé qué pensar de ti, sinceramente no tengo la menor idea de cómo lidiar contigo. ¿Tú confiarías en mí si te pidiera que lo hicieras?

—Lo hago —admití y Jack me miró sin palabras—. ¿Tan extraño te parece?

—¿Por qué lo haces?

—Porque sé lo que vi allí atrás. Podrías haberme dejado caer, podrías haberme vendido a esos criminales sin más, podrías haberte deshecho de mí de muchas formas, pero no lo hiciste. Y sé que en el fondo sigues siendo el mismo Jack que yo conocí, tan solo lo ocultas más porque crees que fui yo quien te traicionó.

Él no respondió y simplemente me rendí. Saqué el Ipod de mi mochila y rápidamente busqué los mapas de la zona dentro de los archivos. A juzgar por la vegetación y el paisaje que nos rodeaba debíamos estar en la región central, más precisamente en alguna parte del desierto Patagónico. Perfecto, estábamos rodeados por extensos kilómetros de nada a la redonda. Toqué inconscientemente la cinta roja atada alrededor de mi muñeca, necesitaríamos suerte para llegar a algún lugar. Podría llamar a Byte y él me daría mi posición exacta, si siquiera había señal aquí. Podría llamar a Ethan también, a él le tomaría unos pocos segundos rastrear el teléfono y decirme a dónde ir.

Jack se acercó en silencio hasta estar a mi lado y señaló un punto en el mapa. Agrandó la imagen para poder ver mejor y buscó la carretera más cercana. Lo miré de soslayo, fijándome en su brazo manchado con sangre y el nuevo corte junto al nacimiento del cabello. Parecía que últimamente Jack no hacía nada más que juntar heridas y aun así seguía adelante sin quejarse. Había vuelto al campo apenas había podido luego de meses en coma, había sido reducido y capturado por el MI6 en Dubai, de nuevo aquí en Argentina y yo lo había atacado. Me arrepentí enseguida, sabiendo cuáles marcas eran mías.

—Estamos aquí —dijo él señalando un punto.

—¿Cómo lo sabes?

—Le presté atención a las coordenadas de vuelo —respondió Jack y sonrió ligeramente al mirarme—. Sigo siendo bueno en esto.

—Ya quisieras —contesté y observé el mapa—. Si nos estrellamos aquí, y estuvimos caminando todo este tiempo en esta dirección, entonces la carretera no debería estar muy lejos de nosotros. Debieron de volar cerca de esta, Argentina no tiene mucha infraestructura interna o buena comunicación por lo que en la zona central es mejor permanecer cerca de las carreteras.

—Sobre todo si tienes un helicóptero que no cumple con todas las normas de seguridad —agregó Jack y se alejó—. Si caminamos hacia el sur se supone que deberíamos encontrar la carretera para el mediodía.

—Suena lógico —dije suspiré—. Gracias por no dejarme caer allí atrás.

—Creí que lo habías hecho. Pero luego me dije esta chica debe estar obsesionada con volver a Londres por alguna tonta obra de teatro que debe estar preparando, y no me preguntes cómo, pero volverá por eso.

—Por supuesto, te olvidas de todo pero tu aversión al teatro sobrevive —murmuré y puse los ojos en blanco—. Malditas leyes de Murphy. Y Fedra no es una tonta obra de teatro, es una pieza de arte de la época de oro del teatro francés.

—¿Pieza de arte? ¿Estamos hablando de la loca enamorada de su ahijastro? Es una roba cunas. Todos terminan muertos al final.

—Por alguna razón se llama tragedia —dije y sacudí la cabeza, intentando ocultar una sonrisa—. No puedo creer que estés menospreciando una obra maestra de Racine. ¡Se trata del mejor teatro francés!

—Pues por alguna razón esa época ya terminó. Los franceses no son específicamente conocidos por su teatro —respondió él y reí sin poder evitarlo.—.¿Qué?

—Nada.

—¿Te estás riendo de mí?

—No. No es eso. Es tan solo que... Lo admito, realmente pensé que no podía caerme o Maurice encontraría un modo de revivirme para matarme de nuevo si me perdía como actriz.

—¿Podrías haber muerto y lo que más te preocupaba era el maldito teatro? —exclamó él e intenté en vano contener una sonrisa—. ¿Y se supone que yo soy el que necesita atención psicológica?

Reí de nuevo sin poder evitarlo, quizás porque finalmente todo lo sucedido y el asunto de casi haber muerto me estaban afectando y este era el modo de mi mente de liberar la tensión. Pero, fuera de eso, no podía creer que hubiera olvidado lo mucho que en realidad Jack odiaba el teatro. Para él los actores no eran nada más que idiotas repitiendo palabras memorizadas en escena y los dramaturgos locos de su época. Y aun así, cada vez que había actuado, él había ido a verme a pesar de los recuerdos que debía traerle pero nunca me había dicho, a pesar que su aversión al teatro era debida a un trauma infantil ya que la última vez que había visto a su madre ella lo había llevado al teatro y luego había desaparecido. Nada más que tontos en escena, fingiendo sentimientos que no conocían decía él.

Me paralicé completamente cuando mi muñeca me recordó que no me había desecho de las esposas del modo debido y tampoco había recibido la atención médica correspondiente. Gemí por lo bajo y contuve un improperio antes de levantar la manga de mi chaqueta para examinarla. La piel estaba cortada y ensangrentada, la zona ligeramente inflamada. Conscientemente no la había movido hasta que el dolor se había convertido en algo sordo fácil de ignorar pero ahora, cuando la moví, casi grité de nuevo por la agonía. Jack tomó mi mano con cuidado y la extendió para examinar mejor la parte herida. Hice una mueca sin poder evitarlo, intentando ignorar el dolor y no imaginar más de lo que era. ¿Pero se suponía que mi muñeca tuviera aquel extraño ángulo?

—Necesitas vendas para inmovilizar correctamente esto —dijo él y mordí el labio para no gritar cuando tanteó con sus dedos mi muñeca—. No está quebrada, pero sí dislocada. Hay que recolocarla de nuevo en su lugar. Dolerá como el infierno.

—Gracias por la advertencia.

—No puedes andar con una sola mano. Sabes que tengo que poner el hueso en su lugar de nuevo.

Evité su mirada, porque lo cierto era que estaba en lo correcto. Había sospechado que la muñeca estaría dislocada y necesitaba regresarla a su lugar cuanto antes, pero dolería como el infierno. Y estábamos en medio de la nada, sin siquiera una sola gota de alcohol. Una botella de Vodka me hubiera venido bien en aquel instante. Acerqué el cuello de mi propia chaqueta a mis labios y me aseguré de no mirar mi mano. Realmente odiaba lo que continuaba.

—Tan solo asegúrate de hacerlo rápido.

Mordí la gruesa tela y Jack entrelazó sus dedos con los míos. Me concentré en la calidez de su piel, en la familiaridad de su agarre, ya que de lo contrario retrocedería como una cobarde. Un intenso rayo de dolor me atravesó cuando él tiro de mi mano. El aire abandonó mis pulmones y grité fuertemente, el sonido ahogado contra la tela de mi chaqueta. Escuché un crujido y la horrible sensación de los huesos volver a su lugar correspondiente. Mis ojos escocieron por la agonía y creí que nada se había sentido tan mal en mi vida. Jack fue rápido en sostener la fría botella de agua contra mi muñeca y buscar dentro de mi mochila hasta dar con las vendas que siempre cargaba en caso de emergencia. Se apresuró en vendar mi muñeca apropiadamente, inmovilizándola por completo y convirtiendo el dolor en un sordo latido.

Tan pronto como terminó me puse de pie de un salto, sosteniendo mi muñeca y soltando tantas maldiciones como era posible en todos los idiomas que conocía. Increíblemente, sabía mas insultos de los que había imaginado e incluso sabía maldecir en lenguas que desconocía. Al parecer el intento de Ethan de evitar que oyera improperios de su parte insultando en idiomas que no hablaba tan solo había servido para expandir mi repertorio. Pero, vamos, eso había dolido más que cualquier otra cosa en mi vida. Y maldije el maletín y toda la puesta en escena, pero todo fuera por la misión. ¿Verdad? Un actor siempre debía mantener su papel sin importar la circunstancia.

—¿Quién hubiera creído que sabrías tantos insultos? —dijo Jack tranquilamente mirándome desde donde estaba sentado.

—¡Tú cállate si no quieres que te golpee por esto! La próxima vez me arriesgaré a terminar la misión con una sola mano.

—¿Qué sucede? ¿Demasiado mal acostumbrada a trabajar en campos suaves? Pues este es el tercer mundo, Bright, terminas en el medio de la nada y sin asistencia médica de ningún tipo en kilómetros a la distancia, y tienes que estar en todas tus facultades si pretendes sobrevivir. Espera a que recibas una bala y tengas que sacártela por tu cuenta con un cuchillo de cocina.

—Cuando armo mis planes, Jack, los hago de modo a evitar posiblemente salir herida. Un helicóptero no estaba en la ecuación.

—¿Entonces imaginaste que esto pasaría?

—Ethan me dijo que tan pronto como pusiera un pie aquí tendría problemas, tan solo tomé su advertencia más literal de lo que era y le resté importancia a su preocupación por mí. Mi hermano anda bastante protector desde que sabe que fui amenazada por tu padre el otoño pasado, es mejor que nunca sepa cómo continuó el asunto o que tengo los días contados. Pero todo resultó bien, ellos cogieron el señuelo.

—Y están muertos, y nosotros deberíamos estar muertos también, y si el otro sujeto siquiera sobrevivió debe pensar que estamos muertos también y tiene lo que quería. Mi trabajo.

—¿Sí? Porque casi nos matas.

—Estamos a salvo ahora. ¿No? Claro, excepto que otros vengan por nosotros y...

—No tendrían modo de saber a dónde nos dirigimos. ¿Por qué crees que nos atraparon en Buenos Aires en vez de en nuestro destino final? También falseé nuestra ruta de viaje. Cubrí todos los flancos. Mi trabajo.

—No tuviste en cuenta el secuestro aéreo.

—Lo siento. Hice lo mejor que pude con solo unas pocas horas para planear todo mientras lidiaba con mis asuntos en Londres y créeme que no son pocos.

—¿Sabes que hay un loco ahí afuera que sabe de nosotros y eso es un peligro porque puede decirles a otros, verdad?

—Posiblemente haya logrado coger el maletín. Tiene un rastreador. Es cuestión de un mensaje y los hombres de traje estarán llamando a su puerta, o activando la carga explosiva matándolo sin moverse de Londres —dije y sonreí al ver que él luchaba por esconder su sorpresa—. Tú mismo lo dijiste, soy un peligro. ¿Ahora podemos continuar o quieres seguir discutiendo en medio de la nada? Porque tengo mejores cosas que hacer que estar en un desierto contigo, si en doce horas los hombres de traje no reciben mi reporte temo que Ethan será capaz de seguir tu rastreador y venir hasta aquí.

—Esta cosa es bastante molesta, por cierto. ¿Sabías que tiene un micrófono?

—También sé que lo bloqueaste —contesté y le eché una severa mirada—. Estás en desventaja aquí, porque yo te conozco más de lo que puedes llegar a imaginar y por otra parte tú no recuerdas cuánto me conoces. Intenta algo que pueda meterme en problemas y juro que estaré sobre ti antes que puedas ir muy lejos.

—No es como si tuvieras una oportunidad contra mí.

—Te olvidas de algo, Jack. El MI6 me quiere de su lado por muchas cosas, pero principalmente por mi capacidad para leer personas —respondí y mostré mi mano vendada—. Gracias por recomponerla, y por el cumplido.

—¿Cuál cumplido?

—Tú sabes cuál —dije y sonreí apenas—. Es bueno saber que me consideras la chica más letal del mundo.

Él se paralizó completamente un instante como si hubiera creído que no le había prestado atención a aquel detalle. Fue rápido en ponerse de pie y alejarse en la dirección debida, murmurando algo en sueco muy similar a lo que Ethan decía cuando Diana lo provocaba. Cogí mi mochila de donde estaba y lo seguí en silencio, manteniendo la distancia e intentando no sonreír. Me había dicho a mí misma que no lo leería como hacía con cualquiera, que no buscaría por señales que delataran sus pensamientos o lo que en realidad creía, y yo sabía cuan buen actor Jack podía llegar a ser al pretender ser otro y ocultar sus sentimientos. Él me había pedido que lo dejara resolver todo por su cuenta, pero el mundo no se acabaría porque mi vanidad se alimentara un poco. No era la primera vez que escuchaba a alguien decir que las chicas Bright eran consideradas tan hermosas como letales, pero sí era la primera vez que lo escuchaba a él decir tal cosa. Y, por favor, venía de un ataque de pánico y el estrés me había llevado al borde, podía permitirme disfrutar un poco que a un joven demasiado apuesto se le hubiera escapado decir que me consideraba hermosa. Mi ego necesitaba un poco de cariño luego de haber sido drogada por una niña de diez años.

Encontrar la carretera no nos tomó tanto tiempo como imaginé, lo que sí tomó tiempo fue seguirla hacia el oeste hasta dar con una parada de gasolina. La intensidad del sol junto con el viento helado y el desierto de tierra alrededor no creaban un ambiente de lo mejor, pero había cubierto condiciones peores en mis entrenamientos. De hecho, al ver el estado del baño, me planteé seriamente salir y seguir caminando hasta encontrar otra parada pero mi estómago gruñó recordándome que no había siquiera desayunado y ya era el mediodía. Y, estando en el estado que estaba, no podía simplemente entrar a comprar comida así que me resigné a ese sucio agujero salido directo de una pesadilla.

Bloqueé la puerta y me desvestí para poder limpiar las heridas en mis piernas. Con algo de suerte nadie repararía en que los rasguños en mis pantalones eran más que una moda actual. Lavé mi rostro y apliqué el maquillaje necesario para ocultar los golpes. Miré mi mano vendada y tuve que obligarme a empujar los recuerdos lejos, lo quisiera o no, no podía bajar la guardia con Jack. Me incliné hacia adelante, examinando de cerca mi reflejo para comprobar que nadie pudiera ver algo más que una simple chica. Observé el ligero corte sobre mi ceja y suspiré, con algo de suerte luciría mejor para mañana.

Al menos no nos habíamos salido mucho de la ruta de viaje. Debería llamar a Ethan, saber que mi hermano era el agente que estaba supervisando la misión en Londres no era exactamente reconfortante. Estaba acostumbrada a que fuera John mi contacto allí, pero se había tomado una licencia, o el MI6 lo había obligado a aquello para mantenerlo fuera de la misión. Ni siquiera sabía cómo mi hermano se las había arreglado para que Midford lo incluyera de nuevo. Al menos él confiaba en mí, aunque tal vez debería decirle de nuestro pequeño contratiempos para que no viera como algo extraño el hecho que nos encontráramos en medio de la nada. No dudaba en que los hombres de traje debían tener a alguien controlando constantemente la posición del rastreador que Jack llevaba en el tobillo.

Tal vez debería llamar a Byte y decirle que su hermano estaba vivo... No. Por un instante casi me quebré, pero rápidamente me obligué a resistir. La culpa me mataría, pero yo había firmado un contrato de confidencialidad. Y Byte no podía saber, porque si de algún modo esa información llegaba a oídos de Lionel estaba segura que él sería rápido en arreglar su error. Y aquello no podía suceder, no de nuevo. Podía lidiar con yo siendo la única amenazada, pero ahora ya no era así. ¿Y cuánto tiempo podía llevarle a Lionel saber que Jack estaba con vida? Eventualmente sabría. Estábamos hablando de un ex-agente y si papá no había exagerado en sus diarios, lo cual sabía que no había hecho, entonces Lionel había sido uno de los mejores. Con los años tan solo habría mejorado.

Empujé aquellos pensamientos lejos, porque sinceramente solo podía lidiar con un problema a la vez. Y, actualmente, lo más importante era concentrarme en esta misión. Al menos Jack no había escapado para el momento en que nos volvimos a reunir, aunque nadie escaparía en medio de un terreno llano sin lugar para esconderse. No era como si simplemente pudiera correr. Lo encontré dentro del local, sentado en una mesa con un mapa de la región desplegado delante y habiendo comprado el almuerzo. Había dado vuelta su chaqueta y abrochado hasta el último botón para ocultar la sangre de su camiseta. Lucía mucho mejor a como lo había hecho antes, no como si hubiera sido secuestrado y hubiera saltado de un helicóptero, aunque los golpes aún seguían allí.

Ni siquiera se inmutó cuando me dejé caer frente a él. Si no lo conociera podría creer fácilmente que era un chico normal, y él también podría creer fácilmente que yo era una chica normal. ¿No se suponía que eso pretendíamos ser? Y mientras que yo era capaz de arreglar completamente mi aspecto es segundos luego de años como actriz y siendo una chica, él lo hacía luego de años pasando por situaciones similares. La mente humana era un completo misterio. No había olvidado su entrenamiento, tampoco su conocimiento en otros idiomas, y aun así eran sus memorias las que estaban defectuosas.

—Hay un pueblo a unas horas de aquí, si seguimos la carretera llegaremos y podremos conseguir un vehículo allí —dijo Jack siguiendo una fina línea roja del mapa con su dedo—. Tendremos que caminar bastante.

—O podemos pedir un aventón —dije y él me miró seriamente—. Las distancias en Argentina son por cientos de kilómetros. Estamos en medio de la nada. Tardaremos horas a pie y sinceramente no quiero pasar la noche en el desierto. Funcionó en Alemania.

—¿Cómo sigues viva? —preguntó él.

—Lo mismo me pregunto de ti —respondí y cogí un sandwich—. Llevo casi un año en esto y he mejorado mucho, puedo diferenciar un simple civil de alguien que no lo es. Llamaremos menos la atención si pedimos un aventón que si somos dos jóvenes en nuestros estados actuales cruzando el desierto a pie. Si nos están buscando, lo cual dudo, nos encontrarán más fácil de ese modo.

—Tus métodos son cuestionables.

—¿Y los tuyos? Tus métodos pueden mantenerte con vida en las situaciones más peligrosas, pero mis métodos me permiten lograr lo que un agente normal no lograría y me han funcionado bastante bien estos meses, he cumplido con misiones que ningún otro hubiera podido, yo soy la carta que los hombres de traje guardan bajo la manga y utilizan cuando no tienen una buena mano. Así que podemos volver al trato inicial si quieres, tú asegúrate de mantenerme con vida y llevarme de regreso a Londres, y yo me ocuparé de cumplir con la misión.

—¿Ese fue el trato inicial?

Apenas me atreví a sostenerle la mirada viendo de nuevo aquella expresión de desesperanza en su rostro sabiendo que había algo que no recordaba. El destino tenía un modo retorcido de actuar, yo mejor que nadie lo sabía luego de haber actuado tantas tragedias en escena. Pero eso era teatro, a pesar de toda la pasión con la cual las obras habían sido escritas por los grandes dramaturgos, jamás llegué a considerar que podrían ser reales, que existiría un amor como el de Romeo y Julieta, una lealtad fraternal como la de Antígona, un sacrificio como el de Hipólito. Pero si alguien lo había imaginado era porque era posible. ¿No? Había leído aquello en uno de los diarios de mi padre aunque, por supuesto, nunca comprendería exactamente lo que él había querido decir al escribirlo, del mismo modo que nunca comprendería exactamente lo que Josh quería decir a través sus cuadros por más que intentara entenderlos.

Resultaba cruelmente irónico pensar en cuánto había deseado tenerlo de regreso los últimos cinco meses, cuánto había sufrido su ausencia y llorado en sueños según Andy. Unos días atrás hubiera dado cualquier cosa por tenerlo de vuelta y el destino había cumplido mi deseo de un modo retorcido. Era una dulce tortura estar sentada frente a él, no solo porque no me recordase y me tratase con tanta desconfianza además de acusarme de haberlo traicionado, sino también por tenerlo que ver luchar consigo mismo para intentar recordar, sufrir cada vez que sabía que era algo que debería recordar pero no lo hacía.

—Sí, lo fue —respondí—. ¿Qué tanto recuerdas de París?

—No lo sé, es confuso —dijo Jack y cerró los ojos como si le fuera más fácil concentrarse así—. No confío en mi propia mente, no sé qué fue real y qué puedo estar imaginando para rellenar los espacios vacíos. Me enviaron contigo pero no eras así entonces, no trabajabas para ellos. ¿No? Una principiante.

—¿Recuerdas el programa Pandora?

Él me miró con el mismo dolor interno que intentaba no mostrar, la misma desesperación al saber que debería recordar pero no lo hacía. Y yo conté hasta tres internamente como estaba acostumbrada a hacer antes de empujar cualquier sentimiento de lado y evitar que me afectara. Sabía que mi dolor por eso no era ni de cerca parecido al suyo, pero era un infierno peor que cualquier otro que hubiera vivido, y había pasado por bastantes infiernos psicológicos últimamente. Cuando papá había muerto, Ethan se había aferrado a mí como si fuera todo lo que le quedase, mi parecido físico con nuestro padre era innegable y él no quería aceptar que lo había perdido. Decía que necesitaba recordarlo, porque los recuerdos eran la esencia de una persona. Quizás por eso pasaba tanto tiempo con John aun años después, quizás por eso a veces me miraba cuando creía que no lo notaba y no lo hacía como si fuera su hermana, quizás por eso evitaba pasar tiempo en casa donde no había recuerdo alguno de nuestro padre. A diferencia de él, quien se había aferrado a cualquier pedacito para conservarlo, mamá había preferido no sufrir su pérdida al pretender olvidarlo.

Nunca había comprendido realmente aquella necesidad de mi hermano por recordar a nuestro padre pero ahora creía hacerlo. Era una mezcla del dolor de Jack y el mío, el temor de haber olvidado y rellenar recuerdos con imaginaciones y el temor de haber perdido a alguien que jamás volvería porque Ethan podía aferrarse a John o a mí, pero ninguno era papá.

—Era un programa muy peligroso como para caer en manos equivocadas, contenía los nombres de cualquier infiltrado existente en cualquier organización, tanto secretas como criminales. Mi hermano había tenido la misión de robarlo, y había desaparecido en acción por eso. Los hombres de traje estaban desesperados por recuperarlo y concluir la misión, yo era la única que podía seguirle la pista a Ethan y saber qué había hecho con el programa. Por eso me mandaron a París, aun cuando difícilmente sabía lo que estaba haciendo, aun cuando no era nada más que una simple chica sin saber nada respecto a los hombres de traje o el verdadero trabajo de mi hermano o mi herencia familiar. Te enviaron a ti porque necesitaban a un agente para cuidar de mí, pero también para vigilarme porque tenía la fama de las chicas de mi familia. Yo era tu misión.

—Teníamos que hacernos pasar por una pareja, esa era la cubierta. No teníamos el parecido suficiente para hacernos pasar por familia y nadie sospecharía de esa historia, no en París —dijo Jack y suspiré al mirar mis manos, era una sensación agridulce estar teniendo esta conversación con él—. Eras un verdadero dolor de cabeza.

—Si esto te ayuda de algún modo, la situación no era muy diferente a esta. No confiabas para nada en mí, creías que solo te metería en problemas.

No lo dije con exactitud, no me atreví, y casi me estremecí de solo pensarlo. Él había dicho que seguro recibiría una bala por mi culpa y terminaría muerto. Desearía que sus palabras no hubieran sido tan certeras, desearía más que nada que jamás hubiera sufrido por mi culpa. No creía en el destino a pesar de haber actuado su voluntad demasiadas veces en escena y haber conocido a una chica que aseguraba poder ver el futuro, mentiría al decir que no había acertado con su supuesta predicción, pero también sabía que había sido lo suficientemente abierta como para que yo pudiera creer que era cierta. No existía tal cosa como la adivinación, solo existían las palabras correctas para engañar a la mente ingenua.

Incluso mi relación con Jack podía ser comprendida fría y racionalmente. Lionel había necesitado alguien dentro del Servicio Secreto para cubrir sus huellas, Jack había visto la oportunidad para encontrar a su madre y la había tomado. Eventualmente había conocido a Ethan allí, y este había pedido su ayuda en una misión. Mi hermano podía llegar a ser terriblemente insistente cuando lo deseaba, Jack no había podido negarse, y a causa de esa misión sintió que estaba en deuda con Ethan. Jack solía creer que estaba solo, que en la vida no se podía confiar en nadie, que cada uno estaba por su cuenta y era lo suficientemente egoísta como para no preocuparse por el otro. Ethan le había demostrado lo contrario, no conocía a otra persona tan leal como Ethan podía llegar a ser. Podría haber abandonado a Jack en una situación de vida o muerte a su suerte en aquella misión, salvarse sin problemas, pero había preferido arriesgarse y quedarse a dejar un compañero atrás. Y Jack había aceptado aquella misión conmigo en París porque había sentido estar en deuda con Ethan.

—Tenemos que centrarnos más en esta misión —dijo Jack volviendo a estudiar el mapa—. ¿Debería esperarme más sorpresas del estilo reciente o estaremos bien?

—Mientras mis cálculos en base a advertencias censuradas de mi hermano no se equivoquen entonces no, deberíamos estar bien. Nadie tiene modo de saber dónde estamos, o a dónde vamos exactamente. Tengo todo cubierto —dije y me permití sonreír apenas—. Me he vuelto buena en eso de ser discreta.

—¿Y tu hermano no sospecha del verdadero motivo detrás? —preguntó él sin levantar la vista y por un instante mi corazón falló un latido—. He visto tu expresión cuando piensas en ello y la he reconocido porque la he visto también en mí. Y en este momento puedo no tener la menor idea de si eres un aliado o un enemigo, pero sé que tu familia ya sufrió demasiado por culpa de mi padre, tú no te agregarás a la lista de tragedias que provocó.

—Tú no sabes nada de mi familia —dije casi en un susurro y él levantó la cabeza para encontrar mi mirada.

—¿No? Sé que mi padre asesinó al tuyo. Sé que creciste sola y creyendo que él nunca te quiso. Sé que tu tío se culpa por no haber podido salvar a su hermano. Sé que tu hermano sufre por no haber podido hacer nada al presenciar su muerte. Sé que tu madre sufre todavía por su pérdida. Sé exactamente cuánto sufrió tu familia por mi sangre, y sé que temes lo que pueda sucederles a ellos sin ti. Y te dije que no dejaría que te hiciera daño.

—¿Sabes siquiera por qué quiso matarte? —pregunté sin poder evitarlo—. Por esa misma promesa, Jack. Ya te he perdido una vez por eso, y prefiero vivir mi último mes soportando tu odio y acusación sabiendo que estás a salvo, a tener que pasar de nuevo por lo mismo y perderte definitivamente. Al menos, de ese modo, uno sobrevivirá, y sé que alguien cuidará de Ethan. Ahora vamos, tengo exámenes en tres semanas para los cuales debería estar de regreso así que no hay tiempo que perder.

No esperé por su respuesta, tiré el envoltorio vacío del sandwich sobre la mesa y guardé el resto de las provisiones en mi mochila. Salí del local sin darle una segunda mirada. No, me negaba a volver a cargar con la culpa, no sería de nuevo la responsable de su muerte. Tan solo tenía que sobrevivir a la misión en Argentina y entonces, tal vez, con algo de suerte, no lo volvería a ver. Sería doloroso, pero al menos sabría que Jack estaría a salvo, vivo. Si la misión salía bien, incluso él habría recuperado su puesto dentro del MI6, aunque nunca volvería a ser como antes, no cuando había sido acusado de doble-agente. Él había mentido con su nombre, hackeado el sistema para eliminar su archivo, y a pesar de nunca haber hecho ningún mal, era cierto que había cubierto las huellas de su familia. Los hombres de traje no se lo dejarían pasar sin más.

Me detuve al borde de la carretera observando nuestro alrededor. No había presente ni una triste señal que indicara en el lugar olvidado del mundo en donde nos encontrábamos. En cierto modo me recordó a Canadá, de nuevo en un país demasiado grande como para perderse fácilmente, solo que en Quebec había disfrutado de los árboles y la privacidad que conseguía subiendo a estos. El bosque había sido un discreto cómplice. ¿Pero aquí en medio del desierto? El sol reflejado sobre la tierra desnuda dañaba mis ojos, mirase donde mirase no había nada y me sentí como una niña mimada del MI6. Sabía que no era una agente completamente certificada, definitivamente había cosas que un agente sabía hacer y yo no, pero también sabía que al igual que con Ethan, mi familia siempre me había cuidado en secreto para no ser enviada a lugares demasiado peligrosos. ¿Pero esto? Era fácil desaparecer en lugares así.

Jack no vaciló ni un solo instante. Levantó la vista al cielo, entrecerrando los ojos por la intensidad del sol. Pude ver perfectamente la pálida cicatriz en su cuello que se perdía debajo de su ropa cuando echó la cabeza hacia atrás. ¿Recordaría siquiera cómo la había conseguido? El otoño pasado en Alemania cuando aún era un fugitivo del Servicio Secreto, la había conseguido rescatando a un hijo de una agente que había sido secuestrado por una banda neo-nazi por su heterocromía. Al igual que él, un niño pequeño que tan solo se sentía inseguro por ser diferente, que había sido discriminado por ello.

—Tenemos que ir en aquella dirección —dijo él fijándose en la carretera perdiéndose en la nada a nuestra derecha—. El oeste es hacia allí.

—¿Cómo puedes saberlo? El sol está en la mitad del cielo, no hay sombra alguna —dijo y él me miró casi sonriendo.

—Práctica, Bright, luego de años en lugares así aprendes un truco o dos. Además, tengo entendido que ya he estado en Argentina antes, y creo que así fue.

Era increíble cómo algunos recuerdos se encontraban en diferentes partes de nuestro cerebro. El hábito, las enseñanzas prácticas, los conocimientos académicos no se encontraban en el mismo lugar que nuestros recuerdos emocionales. Sabía todo sobre el subconsciente y la psicología humana, era mi trabajo saberlo, John me había enseñado bien y entregado cientos de libros para mejorar mi interrogación; pero jamás me imaginé tratando con un sujeto similar. Y me hubiera gustado una sonrisa de su parte en aquel momento, una de esas sonrisas de cuando presumía ser mejor que yo al tratarse de un agente bien entrenado, pero me resigné a que aquello era demasiado pedir.

Me negué rotundamente a sacar mi Ipod delante de él para fijarme en la brújula y comprobar si estaba en lo correcto, con o sin memoria no le daría tal placer. Tenía un orgullo que mantener. Y amnésico o no, dudaba que Jack hubiera cambiado en ese sentido porque sabía que no lo había olvidado todo y él tan solo estaba actuando desconfiado como solía hacer antes de aprender a confiar en mí, antes de mostrarme quien realmente era. Así que me quedé a un lado sabiendo que él podía haber ganado en cuanto a localización, pero yo había ganado respecto al viaje. Un aventón era lo mejor aunque claramente tendríamos que esperar por un vehículo que pasara por aquí y con suerte se detuviera por nosotros.

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