Romance pesquero

Cojo, con pata de palo;

mirando al mar estaba,

un pirata de parche y espada.


Su barco se había ido,

y el, dejado en tierra maldecía.

―Bribones que me habéis robado,

no esperéis que yo me ría.


―Porque el océano de grande que es,

caes en un sitio y apareces en otro,

y creedme, bribones; allí estaré,

persiguiéndoos cual potro.


Y mientras distraído gritaba,

un enmascarado se le acercó,

y atacando por la retaguardia

inconsciente lo dejó.


Así que recordad, lectores,

la moraleja que os voy a contar,

es que nunca vuestro barco a extraños dejéis,

ya que con él se va a escapar.

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