IVX

—Lo llevas bien —asegura Tomoka sin ocultar su preocupación por lo bajo.

Estamos reunidas con el club de tenis, femenino y masculino, junto con algunos chicos de otros grupos. Entre ellos Kintaro. Momo está al lado de Ana quién no deja de hacerle gestos cariñosos al mayor. El nerviosismo del chico se refleja en sus mejillas sonrojadas. Somos simples  espectadores de un juego de seducción infantil. Ann a tardado poco en llamar la atención de Momo, me ha sorprendido. Hacen muy buena pareja, la verdad.

Aparto la mirada de la pareja y me centro en mi mejor amiga. Recuerdo lo que me acaba de decir y me aclaro la voz.

—Sí, es como relacionarme con cualquier otra persona, ¿no?.

Ella asiente.

—Es uno más —asegura, dándole un mordisco a su hamburguesa.

—Haces que parezca un delito tener una amistad con...

—¿¡Con alguien que da la casualidad de que os habéis acostado!? Sí, fíjate, es raro.

—Pero posible. No seas antigua y te cierres a nuevos horizontes.

Entrecierra los ojos, juzgándome mientras me alejo de la mesa antes de que siga con la conversación.

Han pasado solo unos días desde que decidí tomar este nuevo camino con el azabache, y de momento no me he sentido fuera de lugar hablando con él. Es cierto que antes de estar juntos fuimos amigos, buenos amigos. No es problema para ninguno seguir manteniendo la amistad. Incluso con todo lo que hemos pasado, no se me ha pasado por la cabeza besarlo, abrazarlo, o... bueno, lo que hacíamos.

Dejo la bandeja de la comida en su sitio antes de volver con los chicos. Sin darme cuenta de su llegada el protagonista de mis pensamientos aparece detrás mía, junto con Kintaro, quien no deja de hablar y pedirle un partido amistoso. Todo ahora tiene que ver con la amistad o qué.

El azabache me ve y me regala una pequeña sonrisa como saludo silencioso. Kintaro no se da cuenta y sigue hablando. El pobre no se da cuenta de que Ryoma lo está ignorando.

Vuelvo a la mesa recibiendo una regañina de Tomoka por haberme ido sin haberla dejado terminar.

—Qué os parece si hacemos una cosa —se alza desde el fondo Eiji—. Como las chicas están cada día más cerca, podemos ayudar con un entrenamiento especial de última hora.

—Tú lo que quieres es matarnos —suelta Ann, burlona.

Reprimo una risa.

—Estoy seguro de que a la entrenadora le parecerá bien que os ayudemos con esto. Después de todo, fue ella a la que se le ocurrió al principio.

Las miradas de las chicas se posan sobre mí. Soy yo la que debe avisar a las demás del equipo si queremos que ese entrenamiento especial se haga. Así que, después de relajar los hombros y sacar el móvil del bolso, mando un mensaje por el grupo con el lugar.

Los chicos saltan de la emoción, recogiendo el lugar para salir corriendo a por sus cosas e ir directos a las canchas del parque.

No puedo evitar reírme cuando salgo con las chicas, calmadas, como si el tema del entrenamientos especial fuera algo normal y sin mayor importancia.

—Se han emocionado de repente —dice Tomoka entre risas nerviosas.

—Que esperas de ellos. Si comen pensando en golpear una pelota, escriben pensando en correr al campo y mientras hablan solo saben sacar a relucir sus nuevas técnicas de juego.

—No seas mala Ann.

—Es la verdad, y no puedes decirme que no Saku, por que tú misma lo viviste.

Asiento en silencio antes de tomar el camino hacia la parada de bus. Por más emocionada que este por esta tarde, no puedo olvidarme de ese detalle. Entrenar con Ryoma no es la gran cosa, ya hemos estado en esta situación más de una vez y... Bueno, todo eso sucedió cuando éramos pareja. Ahora somos amigos. Nada más.

Al llegar a casa dejo la mochila a un lado de la entrada y me quito los zapatos. Aviso de mi llega a la abuela pero esta no contesta. Supongo que se habrá ido a comprar o algo. No llegará muy tarde, además de que ya está avisada de las aventuras del club.

Subo las escaleras y entro a mi habitación como si nada hasta que una figura masculina —que me saca varios metros de altura— se incorpora dejándome su espalda de frente.

—¿Quién es usted? —es lo primero que pregunto. No le golpeo ni grito ni salgo corriendo. Al contrario, me quedo ahí parada.

El sujeto se da la vuelta, a cámara lenta, para dejarme verlo de frente.

—¿Ryoga? ¿Cómo has entrado en mi casa?

El hermano mayor de Ryoma se ríe como si la situación fuera la más divertida del mundo.

—Tú querida abuela me a invitado a tomar el té. Pero se ha tenido que ir por una llamada.

—¿Y porqué no te has ido tú también?

—Cuirosidad.

—¿De qué?

—De ver si seguías teniendo algo que mi hermano te regaló —se vuelve a la cesta donde tengo los peluches y demás—. Me sorprende no haber encontrado ninguna carta curse que te haya escrito.

—Lo que me haya regalado tú hermano en su momento no es asunto tuyo. Fuera.

Siguió dando vueltas por el cuarto, revisando la mesita y las estanterías. ¿Qué busca? Todo lo que su hermano me dio en su momento está guardado y escondido lejos de mis pertenencias y mis tentaciones por recordar aquellos momentos mágicos.

—No vas a encontrar nada —le aseguro.

—Me ha dicho que volvéis a ser amigos —me mira—. Felicidades.

—Vete.

—El otro día no me pedías que me fuera —comienza a caminar hacia la puerta. Me aparto—. Deberías colocar esas chorradas de nuevo, estoy seguro de que a Chibizuke le hará ilusión ver que sigues teniéndolas.

No respondo cuando baja las escaleras y se marcha sin decir nada más.

¿Y a esté que le ha dado ahora para decirme todo esto? Y mi abuela invitándole a casa para después irse y dejarlo solo como si nada. Vale que tengamos una relación cercana con su familia, pero no es derecho suficiente para que el mayor de los hijos se la pase cotilleando la casa sin que  haya nadie.

Con el susto aún en el cuerpo arreglo la bolsa de deporte y me pongo mi conjunto de mallas y camiseta. Una de mas muchas camisetas que le tome presada a Ryoma cuando entrénabamos juntos, antes de que decidiera participar activamente en el club. Los recuerdos de aquellas tardes me hacen sonreír.

Acabo de guardar lo demás y bajo a la cocina a rellenar la botella de agua.

—Deberías cerrar mejor.

Salto del susto cuando escucho su vos y le veo recostado contra el umbral de la puerta de la sala. Tranquilo. Como si nada.

Antes el mayor de los hermanos y ahora el pequeño. Genial.

—Se puede saber qué os pasa a todos hoy que no dejáis de entrar en mi casa y asustarme —exclamo, hiperventilando.

—¿Has dejado entrar a alguien más? —Acaba de cercarse a mi sin que me dé cuenta.

—Es solo una forma de hablar.

—Ya, claro. Haré como que no he escuchado eso.

—¿Qué quieres? —Volví a preguntar, directa—. Sabes que entrar en las casa ajenas es delito.

—Somos amigos.

—No utilices eso como excusa —entrecerré los ojos, acusándole.

Me deja pasar para salir de su vista y poder ordenar un poco mi agitado corazón. Vale, una de las personas que tiene llaves de mi casa son Ryoma y... Nadie más. Por instinto frunzo el ceño jugando con el borde de mis uñas. El calor del cuerpo del azabache me llega desde la espalda, antes de sentir su mano apoyándose en mi cintura para obligarme a verlo.

—¿Qué pasa? —me agarra la mano, deteniendo el tik nervioso—. Hace meses que no hacías eso. ¿A pasado algo que te preocupa?

Me suelto de su mano.

Este tipo de gestos. Esa mirada. Ese tono de voz, hacen que mi corazón se agite como antes, recordando lo motivos por los que realmente me fije en él y me hizo enamorarme sin darme cuenta.

Es este lado de Ryoma que solo yo podía ver. No el jugador profesional serio que veían los demás.

—Estoy bien, solo me he asustado al verte.

—¿Tan feo soy?

—Que bromees es buena señal.

—No sabía que te había engañado a ti también con esa faceta de chico frío frente a la prensa.

Consigo separarme de él de nuevo tomando una distancia considerable. Su cercanía sigue poniéndome nerviosa.

Ryoma aprieta los labios en una sonrisa, ocultando de mala manera que esta situación le hace gracia. Verme nerviosa siempre le ha divertido. Siento su mirada seguirme todos los movimientos que hago mientras trato de buscar algo con lo que ocupar el silencio.

Acabo recogiendo lo vasos de la mesa y os llevo a la cocina. Ryoma me sigue parándose en la puerta.

—Quieres que me vaya.

Por favor, y gracias.

Aprieto los labios, asintiendo despacio. Sé que echarlo no es la mejor de las ideas ahora sabiendo que aún pude estar esa otra persona pero...

—¿Estas segura? Tus gestos no dicen lo mismo.

—¿Qué gestos? —porqué tiene que conocerme tanto!!

—Aprietas los labios, desvías la mirada y juegas con los dedos buscando algo con lo que distraerte. Siempre lo haces, y es cuando no estás segura de algo. Así que dime qué pasa.

Deshago el gesto alejándome de la mesa para no seguir golpeando la encimara ni para que pueda ver los dedos.

—Está bien —suspiro—. Antes de que llegarás había entrado alguien.

—¿¡Como!? Y esperas que me vaya sabiendo que no está tú abuela y que encima a entrado alguien mientras estabas sola.

—Exactamente no fue cuando yo estaba dentro, fue antes de que yo entrara.

—No es justificación —suspira, dejando la mochila de entrenamiento. ¿Desde cuándo la lleva?—. Me voy a quedar está noche.

Para qué habré abierto la boca. Ahora tendré que esperar a que llegue la abuela con Ryoma en casa.

Se supone que seguimos siendo amigos y los amigos se ayudan en situaciones como estás, así que... No tengo que ponerme nerviosa y pensar que va a pasar algo, ¿verdad?

Continuará...

estamos de vuelta, y con bastante falta de actualizaciones, sorry jeje

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