Texto 21: Yvaine. Capítulo 2 "Alivio efímero" Año: 2019

Iba a averiguarlo... haría lo que fuera por él... por calmar su estado.

—Ali... —juntó sus labios a los suyos, trayéndolo de vuelta con su beso.

—Mi diosa... —respondió con un suspiro.

—Voy a hacer algo que puede alterarlo, mi señor...

—¿Eh?...

—Quiero que te concentres en mí... y nada más... si esto funciona te sentirás mejor, amor... —El ex monarca asintió ante sus precauciones, aunque no comprendía, hasta que sintió la mano de su amada, colándose bajo la frazada, retrayendo su abdomen al sentir que lo tocó.

—Estás muy fría, mi diosa...

—¿En verdad?... —sacó la mano y la sopló con su aliento, para entonces frotarla con la otra mano. —¿Así está mejor?... —al sentir el acercamiento de la mano de su esposa sobre su piel, de inmediato intentó devolver, pero fue detenido por la otra mano de ella. —Te dije que te concentres solo en mí... quiero que nos regalemos esto...

—Mi diosa... —la miró sorprendido y profundo, al sentirla invadir su intimidad.

—Solo siéntelo... bríndame esa satisfacción... quiero ver tu rostro y oírte, mi señor... —su pedido no era más que un llamado de su corazón viajando a su mente, tratando de verter en palabras los deseos de tenerlo como lo sentía... suyo...

Escucharla con aquel tono de voz tan suave y palabras tan sugestivas y dulces lo llevaron a gruñir, soportando la delicia de la mano sobre él, que de manera tímida comenzaba a invadirlo. Sin dejar de mirarla, los iris de oro de su amada, relucían con especial brillo en esos momentos.

—¡Stacia! —se sintió enrojecer de golpe, cual la manipulación de su virilidad hubiera resuelto su despertar, no podía estar sino rígido y nervioso ante ella, que no despegaba sus ojos de él, en complicidad con el momento más íntimo que le había regalado en meses, donde la maternidad había relegado los acercamientos a ser solo besos y caricias, que en la mayoría de las veces compartían sin dobles intenciones.

No podía soportarlo, debía tocarla para sentirse aún más cercano a ella, solo mirarla no bastaba, el placer de dejarla dominar el momento no era suficiente para no sucumbir ante los intensos deseos que ella le despertaba, por lo que la sujetó del brazo desocupado con fuerza, haciéndola partícipe la tensión que había despertado en él.

La respiración de su amado se aceleró, junto al rubor que se pronunciaba cada vez más sobre sus pómulos, al punto que tuvo que apretar los labios y los párpados para soportarlo.

—Mi dio... sa... —su voz delataba el estado que las caricias de su esposa estaban provocando en él, haciendo de su entrega, la muestra que la confianza entre ellos gestó asentando el amor maduro, mas no por eso menos apasionado...

—Eso es mi señor.... Va muy bien...

—Por los dioses... —echó la cabeza hacia atrás, haciendo lucir los vasos sanguíneos de su cuello y su manzana, provocando el sonrojo y cierto mareo en la deidad. Estaba haciendo eso por él... pero al verlo reaccionar de esa manera, era imposible que no buscara complacerlo por completo y con él, ella misma; haciendo presión y con los movimientos de su mano acelerando, siendo acompañado por sus latidos al ritmo de las caricias brindadas; y era imposible para ella apartar la mirada de su amado...

—Ali... no me dejes sola... —lo llamó, obligándolo a abrir los ojos aún en aquella posición, y retraerse hacia adelante para cumplir con lo que había prometido hacer. Regalarse ese momento para ambos. —Me encanta ver tu rostro así... —sonrió en medio de su propia respiración acelerada.

—¿Lujurioso y a punto de morir?... —rio en medio de los pujidos de su garganta por no dejarse ir en gemidos más sonoros.

—Me refiero... a tu rostro dulce y sonrojado por el placer... —así era... aun con el mismo sonrojo en sus mejillas por la actividad que realizaba; descubría con él, el inmenso placer implícito en la entrega mutua, haciendo evidente que eran muchas las formas de hacerse el amor...

—¡Mi! Dio...sa... no me diga eso... —apretó con fuerza los párpados.

—Voy a provocar que te viertas ya... —anunció con normalidad, mientras para él, sirvió como gran incentivo, el sonido de sus palabras, sin importar lo natural con que habían abandonado la boca de su diosa, eran sin duda transmitidas a él con una sensualidad que lo hacía temblar.

—Usted no se da cuenta de cómo habla... —su reclamo fue acallado por los labios de su amada que lo saturaron al punto de perderlo dentro del amor incondicional que se profesaban, disfrutando de sus sonidos ahogados entre sus besos; y verificando con esto que las palabras del clero eran ciertas... aquel remedio servía para terminar con su estado de bestia. Observación que realizó al abrazarlo contra su pecho con su finalización, mientras los cuernos se redujeron y las alas desaparecieron, bajando incluso la fiebre, pero no la necesidad que había despertado en ambos por entregarse.

Tras romper de a poco el abrazo, las yemas de sus dedos rozaron con delicadeza la mejilla de la diosa, trazando un sendero por su boca, haciendo que cerrara sus ojos abandonándose a él, volviéndose esas caricias el sosiego que él necesitaba para acallar sus tormentos, siendo acogido por su abrazo, cual si ella fuese el sol que nace luego de la tempestad, bañando con su luz los rincones escondidos de su alma, borrando en cada beso, cada roce, cada suspiro su oscuridad...

En medio de la noche, en complicidad del silencio, poco a poco olvidaban el trago amargo del sueño, el contacto de sus manos encaminándose por el recorrido que conocía de memoria, mas, cual si fuera la primera vez, no podría jamás dejar de maravillarse ante la hermosa mujer que en cada exhalación le entregaba su vida, desnudando para él algo más que solo su cuerpo; la piel cremosa contrastando con sus ásperas manos, no eran impedimento para que ella sintiera ese roce como el más dulce, ahogando sus gemidos en la boca del hombre que en su corazón, aún con su corona arrebatada, seguía siendo su rey...

El paso de lo minutos en su ritual previo a la unión de sus cuerpos, aumentaba la temperatura acelerando sus latidos, respirando en jadeos silenciosos en busca del placer interminable de saberse uno, amándose de todas las formas posibles, en cuerpo y alma... Como si de una magia se tratara, el magnetismo de sus ojos los conectó en medio de la oscuridad, mirándose varios segundos casi sin respirar; estaba sobre ella, viéndola tan hermosa, grabando en su memoria cada momento, cada centímetro de ella, del mismo modo en que ella lo hacía aferrada a sus brazos...

—Te amo... —susurraron al unísono, cual promesa de amor pactada antes de fundirse como uno, tratando de controlar su ímpetu que lujurioso le pedía devorarla por completo y sin pausa; mas contra todo el deseo acumulado, el nexo, que cual puente los unió, sucedió lenta y apaciblemente, acoplándose a un ritmo intenso dentro del vaivén sereno, sin apartar los ojos del otro, de manera profunda hundiéndose en el inmenso mar entre sus piernas, que lo engullía e invitaba a sentirse vivo al mismo tiempo que moría en cada embestida...

Conociéndose como lo hacían, en cada encuentro se sentían nuevos, nunca había deseado a otra mujer con la fuerza con que la deseaba a ella, quien lo privaba de su voluntad cuando se entregaba del modo en que esa noche lo hacía, sin límites y buscando aliviar sus anhelos, el apetito insaciable de quererla suya, despertando con las emociones que lo llenaban de su diosa, las marcas de su maldición comenzaban a asomarse, en contra de la idea inicial de la diosa, quien había comenzado el acercamiento para reprimir el lado de la bestia, más en ese instante, las recibía con las caricias de las pequeñas manos que las acogían sin reproches, aceptándolo entre besos y gemidos silenciados contra su piel...

Con cada movimiento sentía perderse en la infinidad de emociones que solo su diosa podía crear en él, solo ella... sus labios buscaron los humedecidos y turgentes de la divinidad para tomarlos con rudeza al sentir la necesidad de llenarse de su elixir, siendo correspondido de inmediato con la misma urgencia que dictaba. La mano masculina acaricio con suavidad la mejilla enrojecida cual destello del crepúsculo al atardecer antes de tomarla del mentón y así profundizar más, de ser posible, esa caricia donde sus lenguas danzaban aquella melodía que los volvía locos.

Los estigmas de su maldición se encontraban destellando de una manera que no podía ocultar, no sentía dolor y menos incomodidad en tenerlas tan marcadas en su cuerpo, cual el contacto íntimo con su esposa se tratase de una fuente de vida que lo aliviaba y reconfortaba entre sus aguas.

—Ali... —susurró sobre sus labios, provocando que el ex monarca tomara unos segundos para verle, encontrándola jadeante en medio de la intensidad, pero con el temblor de la preocupación en la mirada, que trató de suavizar con sus palabras juguetonas. Habían pasado por tanto las últimas semanas que deseaba con todo su ser recompensarla.

—¿Algún pedido... que desee le cumpla, mi diosa? —ofreció al detener la coordinación de movimientos entre los dos, demostrándole la importancia que sus palabras tenían para él, aún en medio del vaivén de su desenfreno. Los ojos claros de su amado, relucían con aquel brillo que solo sus encuentros le daban, sin embargo, la faz febril no lo abandonaba.

—Está... ardiendo como una brasa, mi señor... —bajó lentamente las manos de la base de sus cuernos, para acariciar los lados de su rostro con ambas palmas.

Alistair dejó escapar una risita divertida antes de apoderarse de nuevo de la sensualidad en los labios de su mujer, que lo llamaban una y otra vez a encontrarla. La amaba tanto... que la oportunidad que se le había presentado para adorarla como lo añoraba no iba sucumbir por el infortunio de su malestar... por lo que decidió continuar cual nada de todo eso importara.

—Es por su causa... esto provoca en mí... mi diosa... es usted el fuego...—habló en un hilo de voz al sentir como un baldé de cansancio le atacaba después de esa declaración. No era fácil mantener la posición en la que se encontraba, solo para hablar... tal vez era verdad y se estaba exigiendo las fuerzas que no tenía... pero...

—No... no es eso... —insistió, el resto de sus palabras fueron ahogadas en gemidos que involuntariamente le atacaron cuando su esposo libero sus labios para apoderarse de su cuello y emprendió nuevamente el movimiento de sus caderas.

—La deseo tanto... eso es todo —susurró sobre su piel nívea, sumergiéndola en la ola de su necesidad mutua por encontrarse, empujándola con sus movimientos un tanto bruscos hasta el respaldo de la cama, mientras el vapor que exhalaba entre sus besos sobre el cuello de su amada, la colocó en el límite entre su deseo por continuar y la preocupación que la llevaría a detenerlo, pero se tornaba tan irresistible que por un momento... se dejó engullir por aquel calor que la perturbó en un inicio al punto de tomarlo por la cadera y abrazarlo en la espalda alta, para aferrarlo contra ella. La fina cintura de su amado y sus anchos hombros la enmudecían siempre que la tomaba en aquella posición, sintiéndolo enorme a su lado, la protección inexorable que le declaraba era recibida por su interior como la prueba de que sería suya para siempre.

Escucharlo gemir y jadear, acelerado sobre su oído, le brindaba seguridad... al saberlo disfrutar del momento tanto como ella, hasta que, entre sus sonidos, se colaron quejidos y la respiración dificultosa suplantó al dulce ritmo de sus exhalaciones sonoras.

—Ali... lo digo en verdad... tu piel, quema... no estoy jugando —no podía ocultar la verdad, estaban compartiendo el mismo calor, aún abrazados, por lo que el ex soberano, cerró los ojos.

La intuición de su diosa nunca fallaba, parecía que podía ver el futuro, ya que conforme ella habló, su cuerpo empezó a sentirse arder, como si en el mismo infierno estuvieran entregándose, sentía su respiración cortarse, algo que le asusto al principio y su fuerza se perdía de manera rápida... llevándolo al límite mucho antes de que lo deseara así.

—Es su divinidad curándome, no hay duda de ello —poniendo toda su fuerza de voluntad, luchó contra esas adversidades que le obligaban a detenerse... simplemente no podía terminar así esa entrega... que desde hace mucho no disfrutaban, quería satisfacerla... demostrarse a sí mismo que podía hacerlo.

—Ali... —una de las manos de la diosa se posó en su pecho —¿Estás... seguro? Creo que la fiebre te ha vuelto —insistió, no podía obligarlo a continuar estando en ese estado enfermizo. —¿Y si acabamos como lo hicimos recién...? Lo importante es sacarlo... —sugirió preocupada.

Se sentía morir, parecía que de verdad moriría de amor por ella, no podía detenerse, la amaba tanto que no deseaba arruinar el ambiente de entrega y pasión que habían formado.

—Stacia... mi diosa, usted es mi cura —le aseguró cuando sus miradas se conectaron. —Y no solo se trata de sacarlo... —sonrió apenado —No puedo negar... —tragó saliva, sabiendo que lo que estaba por revelar era bochornoso pero necesario de mencionar. —que... lo que usted hizo por mí... descontroló mi cordura... pero... más que ayudarme a verter... el pensar que la unión que tenemos es tan fuerte que puede llevarla a hacer ese tipo de cosas por mí... me hizo ver una vez más, cuanto me ama... Y su amor, mi diosa... es la mayor cura para cualquiera de mis males...

—Ali... no digas eso... —habló avergonzada.

—Siempre ha sido así... eres mi salvación Stacia, la única capaz de curar mis heridas y destruir mis culpas y miedos...

La sonrisa de su esposa se engrandeció y sus brazos le rodearon el cuello para atraerlo hacia ella y besarse al sentir el inicio de sus movimientos rítmicos nuevamente, sin detenerse a pesar de los quejidos y la emanación del calor entre los dos, hasta el estremecimiento en sus cuerpos, segundos antes de verterse dentro de su amada, llenándola de su ser y sintiendo como aun en sus adentros le recibía de la cálida manera que siempre lo hizo.

Se dejó acobijar entre sus brazos cuando se acomodó sobre su esposa, casi en la misma posición en la que se encontraba, al sentir perder hasta la última gota de su fuerza, postura en la que cerró los parpados, esos que le pesaban; sucumbiendo a aquello que lo atacaba... que desconocía.

—Ali —le llamó la divinidad al verlo caer de inmediato en un profundo sueño, dándole la impresión de desmayo.

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Sencillamente amo todo del AlisCia... me hacen falta.

Esta historia es compartida en autoría con Yosii_90 y AgustinK65

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