Texto 17: Mythical Butterfly. Capítulo XIX año 2018

Hacía lo que quería... como quería... y cuando quería con ellas... Y si había algo que odiaba, era que me rodearan por la cintura. No tenían derecho a atarme.

Si alguien era dueño de su propio hacer, ese era yo, el príncipe, nadie iba a obligarme a nada, por mucho que se proclamara como mandato. Las piernas que se enredaran sobre mi cadera iban a perder la oportunidad de la satisfacción de mis necesidades. Porque no me permitía moverme con libertad y nadie más que yo, tenía el derecho de decidir en qué momento retirarme.

Nunca me vertía dentro, jamás.

Y lo creía... firmemente.

Hasta que ella me enseñó todo lo contrario... Stacia, podía alejar los pensamientos y la cordura de mi cabeza. Hundiéndome en el pozo infinito de dulzura y obsesión, en una mezcla que impactaba contra todas las partes de mi cuerpo. Como si me atrajera y despojara al mismo tiempo, se tragaba a trozos mi alma con cada pequeña inspiración.

Y ahí me tenía... prisionero y mendigo. Haciendo todo lo que deseara y rogando almacenar en mi boca cada una de sus pequeñas exclamaciones. ¿Qué me había hecho?... Me había enganchado al destierro de lo razonable por aquel túnel entre sus piernas.

A pesar de haber estado juntos varias veces hasta ese día... Nada fue nunca más igual... Me sentía fundido a ella... sin saber cuantas veces me vertí. Perdí la cuenta.

Desde el momento en que inició el recorrido sobre mi cuerpo, que bien conocía, algo me decía que mi diosa, no se detendría ante ningún obstáculo y obtendría lo que deseaba.

El contenido de aquella diminuta botella la había liberado y no importaba donde nos encontráramos... nada más importaba que nosotros dos.

Realmente involucrada en su cometido, estaba dispuesta a hacer fluir en mí cada gota y hervir las células en mi sangre.

Siempre recatada y tímida... mi dulce Stacia... Había despertado... a su propio instinto de lujuria y estaba involucrándome. No me permitió argumentar, sellando la entrada en mis labios con sus tibios dedos mientras los toques de sus manos y besos se confundían entre sí por el camino declive sobre mi pecho que desnudó a su antojo, no podía dejar de mirarla... su mirada chocaba contra mis ojos de vez en cuando, hasta llegar a los límites inferiores de mi abdomen, en donde desapareció... haciéndose sentir al instante en mi hombría, tomando los colgantes entre sus manos para lamerlos y besarlos en el interés de la provocación absoluta.

Me tenía dispuesto y esclavo de sus deseos... una cacería que había terminado por apresarme en lo que deseara, solo quería ver hasta donde sería capaz de ir.

Iba a acabar conmigo... me doblegó al punto que tuve que recostarme sobre la cama, me sentía moviendo entre sus labios en un vaivén impulsado por su cabeza, que me provocaba abarcar por completo su boca, al punto de moverme para conseguirlo.

Había sucumbido ante ella en todo sentido, aunque fuera mi delicada y preciosa diosa... de continuar por aquel rumbo. No estaba seguro de poder contenerme, mis brazos, piernas, espalda y glúteos se contraían a sus toques, mientras los cuernos, se tornaron tan sensibles que parecían directamente conectados a mi cadera.

Lo noté al tenerla encima de mí... Se agachó despacio sobre mi rostro, lo que me obligó a cerrar los ojos, en espera de su contacto, pero no obtuve más que el impulso que guiaba mi cadera hacia adelante, al sentirla deslizándose entre mis cuernos. ¿Qué era eso? ¡¿Qué era eso?! No podía abrir los ojos por la corriente que emanó hacia todas partes al sentir su lengua recorriendo su silueta.

¿Acaso ella no entendía?... ¿Qué los cuernos tenían esa alta sensibilidad?...

Ya no podía más...

Tenía que tocarla... sentirla, apoderarme de ella y hacerla mía.

Tomándola de una pierna, la derribó bajo suyo, envistiéndola en un instante de manera frenética, pensando solamente en el momento de verterse completamente dentro de ella, sin darle espacio para moverse o intentar acariciarlo, incluso tapándole la boca con la mano, a la diosa, para evitar que gritara por la fuerza con que la estaba tratando. Para de un momento a otro, estallar dentro de ella y tranquilizarse un poco.

¿Qué había hecho?...

Los iris plata, lucían oscuros y perdidos, pero más allá de lo culpable que pudiera sentirse, al notar que ella no dijo nada, bajó la mirada hacia su rostro, encontrándola jadeante.

—¿Estás bien?... —preguntó tomando aire, para colocarle la mano en la mejilla.

Y cuando intentó responder, se dio cuenta que no podía juntar los labios entre sí... los colmillos le habían aflorado, por lo que trató de evadirla, pero al moverse notó que aún se encontraban unidos y más que dispuesto.

—No... qui...ero... que me vea...s así... —jadeó y con eso, la sangre que se mezcló con su saliva, con el emerger de sus colmillos, goteó sobre el pecho de la diosa, lo que lo hizo sentir repugnante. Pero su amada lo obligó a dejar aquella actitud de ceño fruncido, al acercarlo a ella, que lamió la línea de sangre que se deslizó por su comisura labial derecha.

—Stacia...

La diosa lo rodeó con los brazos por la espalda, sintiendo la tensión en los músculos del rey, al mantener aquella posición sobre ella, sus omóplatos se acomodaron entre sus manos al descender un poco sobre ella, apoyando los codos sobre la cama, para continuar besándose, mientras sutilmente se acomodaron para empezar un movimiento lento, en el que ella envolvió la cintura del soberano entre sus piernas y este no hizo más que dejarse llevar al sentirse atado a ella.

Recuperándose poco a poco en fuerza y contundencia, las miradas de complacencia entre ambos, no desaparecían, ocultadas solamente en el cierre de párpados, al culmen de la unión, que por la alta estimulación acabaría mucho antes de lo esperado, sentirlo erguirse sobre ella, mientras los fluidos la desbordaban era la naturaleza de la felicidad.

Sin embargo no acababa... el reclamo de su presencia conjunta era demasiado insistente en el interior de la diosa, por lo que aprovechando el flaqueo de fuerza inmediato, lo empujó a rodar bajo ella.

—Stacia... —repitió su nombre una vez más, al sentir como esa vez, la mano suave y clara de su amada, se posaba sobre sus ojos, obligándolo a cerrarlos. —Quiero verte... —separó los labios en un ronco gemido, al sentirla sentarse a horcajadas sobre él, haciendo contacto con la humedad de su piel. Estaba completamente dentro.

—Lo harás... —lo soltó, ofreciendo la completa vista de sus atributos de frente a él.

—Por favor muévete... —urgió al verla delatada, los cabellos de atardecer caían sobre sus hombros, cubriendo de a poco sus pechos, dándole una apariencia un tanto salvaje, al mezclarse con el sudor que la recorría entera y la mirada deseosa.

Era como si... cada movimiento de la hermosa cadera que sostenía entre sus manos, lo succionara, la mejor sensación que podía experimentar, despertando el deseo de acabarla con todas sus fuerzas al punto de dejarla impregnada. ¿Qué era eso?... Jamás había sentido tal pulsación naciente desde la profundidad de su pecho y deslizándose cual lava por su abdomen, hacia su entrepierna. Todo había cambiado, incluso el olor de su amada, parecía atraerlo aún más.

—Voy a ir más adentro Stacia... —le informó, a lo que ella lo miró, esperando a qué se referiría. —Date la vuelta.

—¿Eh?... —no tenía idea a que venía eso, pero sin dudarlo acató. Se sentó sobre él, dándole la espalda y la sorpresa la atacó por completó, fue halada a acostarse hacia atrás, quedando su espalda sobre el pecho de su amado, que la sostuvo tomándola por uno de sus pechos y pasando su otro brazo rodeándola por la cintura para empezar a moverse con fuerza.

Era inmenso, él y su amor la abarcaban por completo, al punto de no diferenciar que le pertenecía a él y qué a ella, sin saber si ella lo custodiaba o él la envolvía.

Para esos momentos ya no existía las diferencias... no había un Stacia o yo... éramos uno, verdaderamente. Los minutos más intensos y hermosos de esa noche.

Me había desquiciado por completo, al punto de no pensar que afuera, mis guardias nos esperaban para escoltarnos a la reunión de bienvenida oficial en The World...

¿Qué hora?...

Los jadeos eran interminables y la manta que envolvía el colchón donde estaban acostados, estaba empapada, el vapor se había concentrado dentro de la habitación. Y sus cuerpos aferrados entre sí, en un abrazo, no querían soltarse.

.

xD uff

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