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Los pasillos del supermercado estaban desiertos y Yoongi caminaba con vagancia por ellos. Buscaba algo de comer, algo que fuera barato porque sólo tenía menos de tres mil wones en su bolsillo. Pero sin poder hallar nada que pudiera ser lo mínimo de alimenticio para pasar como un almuerzo, decidió ir hasta donde se encontraban los refrigerados.
Lo primero que cruzó a su vista fue el único samgak kimbap que había en el estante, Yoongi arrugó la cara. Estaba asqueado de comer lo mismo pero par su desgracia siempre terminaba siendo la única opción en su dieta.
Sin embargo, cuando se aproximó a tomar el paquete triangular una mano ajena lo agarró.
—Mío.
Un chico que no había visto y que acababa de entrar al pasillo lo miró con una media sonrisa y se dio la vuelta. A Yoongi le tomó dos segundos reaccionar.
—Hey, hey. ¡Oye! —fue de tras de él y golpeó su hombro—. Dame eso.
—¿Qué? No. Yo lo vi primero. —intentó darse la vuelta otra vez pero Yoongi lo tomó por el brazo que llevaba el paquete.
—Mira niño, vas a devolverme ese Kimbap en este momento o sino-
El chico lo miraba con la cara fruncida ante su tono demandante. La situación podía ser estúpida hasta cierto punto, es decir, estaba discutiendo por un paquete con arroz frío cuando simplemente podía ir a otra tienda. Yoongi reaccionó y soltó el brazo del chico.
—Olvídalo. —suspiró y pasó a su lado, golpeando su hombro con el del chico.
Después de una larga caminata terminó comprando un Kimbap en un seven elven y sus tres mil won se esfumaron. Su malhumor se elevó cuando salió de la tienda y no traía ni una sola moneda para pagar los pases del metro.
Caminó por las calles infestadas de Seúl, esquivando personas, motocicletas y vendedores ambulantes, deseando desaparecer de la faz del Tierra aunque sea por unos minutos.
La realidad de su vida lo estaba golpeando mientras terminaba de tragar el arroz y las algas sin nada líquido para bajarlo. Su vida no estaba bien y lo sabía pero no podía arreglarla, se sentía vacío, no tenía ningún propósito, nada que lo impulsara a salir de ese hueco en que se había metido.
No tenía dinero. A veces le salían trabajos temporales pero la mayor parte de lo que ganaba era para pagar la deuda a su madre.
Habían cosas buenas, no iba a mentir. Estaba muy agradecido por no tener que dormir en la calle, por tener amigos como Seokjin que se apiadaban de un pobre bastardo sin dinero. Sin embargo, desde hace años su vida había estado oscureciéndose, con cada día que pasaba, con cada lucha por salir adelante, llegando a un punto donde ya no lograba ver el camino correcto.
En su cabeza siempre resonaban las palabras de advertencia de Namjoon. Cuando este le decía que no se metiera en cosas sucias, que no tratara con gente incorrecta y que no tocara dinero manchado. Y había desistido demasiadas veces de las ofertas de mafiosos cuando le prometían una cantidad grande de dinero por hacer ciertos trabajos, por vender o traficar droga. Su boca se hacía agua en tan solo pensar en ese puñado de billetes y en todo el peso de menos que le quitaría. Pero no lo hacía, no podía hacerlo porque su padre había pasado por lo mismo y había terminado muerto.
Y sin darse cuenta, llegó al distrito 588 de Seúl, red light.
Un lugar que durante el día parecía un simple barrio pobre de Seúl pero que con forme la noche caía y las luces led de los escaparates se iluminan y los carteles ofreciendo sexo eran más visibles. Todo cambiaba. Yoongi caminó por los callejones sucios, con las manos metidas en los bolsillos de su sudadera y la capucha sobre cabeza. Iban a ser las cinco de la tarde pero algunos protibulos ya estaban abriendo.
Yoongi avanzaba dando miradas cortas a las chicas que se encontraban en la entrada y en las vitrinas, ellas lo miraban divertidas y le invitaban a entrar con una voz seductora.
Cuando por fin divisó una puerta tapizada con tela terciopelo rojiza y un cartel con luces rosadas que ponía girls, se detuvo y tocó un pequeño timbre. La cosa sonó y no pasaron mucho segundos cuando una cara conocida abrió la puerta.
—Hola, Yoongi.
—Chungha — saludó por bajo viendo a la chica que llevaba un top corto y unos shorts —. ¿Está Sunmi?
—Sí, cariño. Pasa. Ya sabes donde está.
El pelinegro se adentró al lugar. Ya había estado ahí varias veces, todas por el mismo motivo por el que estaba ese día; pedirle dinero a su hermana.
Cruzó por un pasillo de puertas tapizadas, Yoongi suponían que eran los cuartos donde se hacía los servicios, y después entró en una semi oficina donde los clientes pagaban. Vio a su hermana hablando por teléfono, esta al sentir su presencia, levantó la vista y le sonrió grande, alzando un dedo para que le diera un momento. Yoongi asintió leve.
Mientras esperaba, miró el lugar por encima. Nunca iba a poder acostumbrarse a estar ahí dentro. Las paredes rosadas y luces de colores lo agobiaban y ese olor a perfume barato le molestaba mucho a su nariz.
—Yoongi.
El pelinegro giró su cabeza rápidamente a su hermana y se aproximó al escritorio.
—Nonna —susurró bajando el rostro.
—¿Cómo has estado, Yoonie? —la voz de Sunmi siempre sonaba más cálida cuando lo llama de esa forma.
—Yo... estoy bien—aclaró su garganta apenado, manteniéndose cabizbajo— Oye, necesito...
—¿Qué te presté dinero?
Yoongi elevó la mirada. Su hermana lo observaba con una sonrisa pequeña en sus labios rojos. Como odiaba pedirle dinero. Algo dentro de él siempre se rehusaba pero en ese momento necesita los pases del tren.
—No tengas vergüenza de pedirme algo, niño tonto. —regañó con una voz cansina. Se acercó donde estaba su bolso y de ahí saco su cartera.
—Te lo pago pronto. —Yoongi tomó los billetes que le tendió la mujer y se inclinó formalmente, agradecido.
—¡Yoongi, basta! ¡Soy tu hermana! — chilló golpeándole el hombro, pero el chico sólo asintió apenado.
Sunmi miró detenidamente a su hermano en ese instante, mientras este guardaba los billetes en un bolsillo del pantalón, viéndose tan pequeño y debilucho en esa vieja sudadera. Su cara lucían limpia pero con manchas oscuras bajo sus ojos. Pudo ver que en sus dedos habían unos cortes y la uña de su pulgar estaba mordida, un mal hábito que siempre había tendido cuando estaba bajo mucho estrés. —¿Qué te paso en las manos? —preguntó exaltada, dándole la vuelta al escritorio y llegando a su lado. Tomó las manos del chico examinándolas.
—La semana pasada trabajé en un mercado destazando pescado. —explicó simple. Yoongi compró el tamaño de sus manos con las de su hermana, eran muy pequeñas.
Sunmi suspiró resignada.
—¿Sigues viviendo en el mismo lugar? Quisiera ir a visitarte un día de estos, puedo esperar afuera si es que a tu amigo Jin le molesta.
Yoongi arrugó la cara ante el tono rencoroso de la mujer.
—A Jin no le molesta que vayas. No, si no llegas ebria y con eso atuendos que usas aquí.
Sunmi gruñó arrugando la boca. —Sólo fue una vez, además iba con un abrigo.
—Eran las nueve de la mañana y entraste borracha a la tienda de Jin. —acusó mirándola sin expresión.
—Cómo sea. —rodó los ojos — ¿Sabes algo de ChoHee?
El pelinegro la miro fijamente y negó exhalando.
—Yoongi, escúchame. —tomó su cara entre las manos— No sigas con esto. Deja de pagar una deuda que no es tuya. No gastes tu dinero en ella. No lo merece. No te merece.
Yoongi vio los ojos de Sunmi que empezaron a ahogarse en lágrimas de rabia. Sabía que tenía razón. Estaba matándose por pagar una deuda que no le pertenecía, pero no podía, no podía soltar el último hilo que lo amarraba a este mundo.
—Sunmi, yo no puedo hacerle eso a mamá. — ambos se vieron a los ojos fijamente. Unos redondos y llenos de maquillaje con purpurina y los otros rasgados y cansados.
—¡Esto es increíble! No seas tan hipócrita. Esto no lo haces por ella —espetó amarga. Empujándolo por los hombros.
Yoongi bufó irritado, dándose la vuelta y caminando por donde vino.
—Saldar esa maldita cuenta es lo que me tienen vivo.
Sunmi lo vio yéndose con enojo y incredulidad.
—¿Y que harás después de que termines de pagarla? ¿Intentar suicidarte otra vez? —cuestionó enojada y herida con voz grave.
Antes de que Yoongi llegara al pasillo de las habitaciones se volvió hacia ella, su rostro no mostraba nada más que cansancio, no físico, sólo un cansancio de vivir.
—No sirvo ni para eso. Nos vemos, Sunmi.
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Yoongi bajaba por las escaleras que conectaban su apartamento con la tienda de Jin. Ese era el lugar donde llevaba viviendo los últimos cuatro años de su vida. Lo que antes había sido un nivel del edificio sin uso, más que para guardar cosas viejas, se había convertido su pequeño apartamento. Y no se quejaba para nada, el poder vivir allí era demasiado bueno para lo poco que tenía y todo se lo debía a Seokjin.
Continúo bajando los escalones hasta llegar al primer piso donde se ubicaba la librería/tienda de papelería de Jin. Se apoyó en el mueble donde estaba la caja registradora y vio a su amigo acomodar objetos en un estante.
—¿Taehyung dejó las llaves de la cafetería? — su voz sonó ronca por el sueño.
Jin quien se encontraba de espaldas se volvió con una caja de cartón entre las manos.
—Buenos días para ti también, Yoongi . —saludó sarcástico. Yoongi gruñó bajo. — No. Agarras las que están escondidas y hazme un té, aún no he desayunado.
Yoongi bostezó y asintió sin ganas. Salió a la calle sintiendo el frío gélido de la mañana. No caminó ni dos pasos hasta la cafetería que se encontraba justo al lado de la tienda. Las llaves de repuesto se encontraban escondidas en un pequeño pollito de cerámica que adornaba una meseta de flores en la entrada. Sacó las llaves y entró.
Con paciencia hizo una taza de café negro y otra de té con leche, también tomó un par de panes de repostería y caminó con una bandeja que usaban para entregar la comida a los clientes, hasta una de las mesas cerca del ventanal. Era costumbre comer de vez en cuando en la cafetería de Taehyung, el chico normalmente abría a las siete, por lo que Jin y él podía usar las instalación con tranquilidad en las mañanas.
—¿Yoongi crees que puedas encargarte de cerrar la tienda mañana? Tengo una cita. —Jin entró haciendo timbrar la campanilla de la entrada.
Yoongi vio de reojo a su amigo. Su vestimenta estaba impecable como siempre, pantalones de punto color azul marino, zapatillas de charol, una camisa de botones blanca.
—¿Una cita? —cuestionó extrañado mientras le daba un mordisco al panecillo.
Jin asintió.
—¿Con quién?
—¿Es de tu incumbencia? — Jin alzó una ceja y sentándose del otro lado de la mesa.
—En absoluto, pero ¿y Namjoon? — Yoongi preguntó por pura curiosidad sin el son de molestar e incomodar a Seokjin. Pero este al parecer le irritó la mención del hombre que había sido su novio hasta hace unas semanas.
—Namjoon. —jadeó soltando una risilla amarga— ¿Qué con él?
Yoongi encogió sus hombros.
—Sólo pensé que estaban intentando arreglar lo suyo.
—No. Eso no va a pasar— bebió enfurecido del té quemándose un poco los labios de paso —. No pretendo dar más tiempo y esfuerzo en una relación que no sé para donde va. Namjoon es un idiota.
El pelinegro lo miró con desinterés, aburrido de los mismos reclamos de Jin. Pero a pesar de que le importaba muy poco si esos dos están juntos o no, igualmente siguió la conversación. —Ustedes han sido la pareja más formal que he visto en mi vida, la verdad aburrían.
Jin miró por el ventanal y exhaló dramático.
—Quería casarme.
Yoongi rodó los ojos hastiado.
—Y solo en tus sueños eso iba a pasar. Son gays— recalcó—, no podrían casarse, al menos no aquí. Le estás pidiendo demasiado.
Jin resopló sabiendo que tenía razón, le dió un mordisco grande a su pan.
—Deberías hablar con Namjoon. Arreglen sus mierdas y sigan siendo la pareja ancianos casados que eran.
Después de eso los dos se dedicaron a desayunar como lo hacían casi todos los días, Yoongi tomando y disfrutando plenamente de su café negro y Jin hablando sin parar sobre temas que al pelinegro no le importaba pero que aún así ponía atención.
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Para cuando dieron pasadas las doce del medio día Yoongi se encontraban manejado la vespa celeste por las calles estrechas de los barrios de Seúl. Ese día trabajaba de repartidor para el restaurante del señor Choi. Era un trabajo de media jornada, como la mayoría de sus trabajos. Pero esta vez sólo estaba cubriendo el puesto de un repartidor que se había incapacitado.
Le tocaba dejar tres comidas en la misma zona así que no sé apuraba demasiado. Yoongi miró al cielo. A pesar de la hora el clima estaba oscuro y parecía que iba a llover. Entregó los tres pedidos y de inmediato marcó su rumbo de regreso al restaurante. Sin embargo cuando iba saliendo de los suburbios vio algo que captó su atención.
Mientras que esperaba detenido en un semáforo, Yoongi vio pasar frente de su motocicleta al chico que le había quitado su kimpap en el supermercado hace unos días atrás. Y lo reconoció, sabía que era él, lo sabía porque, bueno, era el chico más lindo que había visto desde hace mucho tiempo.
Y algo que llamó su atención fue verlo cargar una guitarra en su espada, también llevaba una mochila colgando en el otro hombro y a su vez jalaba una pequeña maleta. Parecía perdido ya que mientras cruzaba la calle miraba a todas partes desorientado y se llevaba la mano a su cabello.
No pudo evitar no seguirlo con la mirada como un tonto y sólo reaccionó cuando el coche de atrás se le adelantó tocándole la bocina. Ladeando la cabeza y chasqueando la boca confundido, aceleró la moto. La imagen de la figura de aquel chico quedó grabada durante el resto del camino.
—Niño, qué bueno que llegaste. Ven entra.
El señor Choi lo esperaba en la entraña del local de comidas. Estacionó la vespa en su lugar y entró quitándose el casco y dejándolo en un estante junto al bolso para llevar las comidas y el cobro de las comidas.
—Ten aquí está tu paga. —el anciano le tendió un poco de billetes, no de gran denominación, tal vez sumarían unos treinta mil won.
Yoongi los tomó dubitativo. Se suponía que su horario terminaba hasta las cuatro de la tarde.
— ¿Ocurre algo? — vio al señor entrar a la cocina, así que fue detrás de él.
—Voy a cerrar, hijo. No me siento bien hoy. — le comunicó el señor Choi mientras limpiaba la estufa con un limpión.
Yoongi guardó el dinero en un bolsillo de su pantalón cargo y se aproximó preocupado hasta el viejo hombre.
—¿Qué tiene? ¿Ocupa una alguna medicina?
La forma genuina y preocupada con la que hizo las preguntas provocó una sonrisa cálida en el señor Choi.
—No, no te preocupes. Estoy bien, sólo es cansancio. Llevar un restaurante solo ya no está tan fácil, estoy muy desgastado. — carcajeó suave.
Era verdad. Recuerda haber visto el restaurante del señor Choi desde que era un niño. Hace unos años el lugar era manejado por él y su esposa, pero desde que esta murió, el hombre se las arregló para tomar el restaurante por si solo. Yoongi le tenía un gran aprecio al viejo hombre y su difunta esposa. Ellos le ayudaron en muchas ocasiones cuando iba de camino a la escuela sin haber desayunado.
Yoongi recuerda a la señora Choi, una viejita pequeña y con algunos cabellos blancos, que siempre lo esperaba puntual a las afueras del restaurante con una bolsa con su desayuno. Y en los fines de semana cuando Yoongi se acercaba tímido a medio día en busca de comida, el señor Choi no lo pensaba dos veces para darle un buen almuerzo. Siempre se los agradecería por tener ese acto de compasión por un simple niño de la calle.
—Déjeme que le ayude, entonces. Así se puede ir a casa más rápido.
Yoongi no espero la aprobación del señor y comenzó a lavar los trastes sucios, pensado en porque nunca había visto alguno de sus hijos ayudándole en el negocio.
—Señor Choi —preguntó sereno luego de unos minutos— ¿Usted tiene hijos?
Lo que sea que estuviera haciendo el anciano a sus espaldas se detuvo, haciendo que Yoongi volviera su cabeza de lado. Pudo ver al señor Choi mirarlo con algo de sorpresa, tal vez fuera porque Yoongi nunca había tenido la iniciativa de hacer preguntas, o a lo mejor era un tema delicado para él. Pero aun así la voz del hombre sonó tranquila.
—Nunca tuvimos la oportunidad. HeeSook nunca pudo concebir un bebé.
—Oh... yo lo lamento —murmuró incómodo, volviéndose hacia el fregadero.
—No importa— hizo un ademán con las manos restándole importancia—. Lo que sí deberías lamentarte es de no haber pasado más tiempo con nosotros, Yoongi.
El nombrado dejó de enjugar los platos y se dio la vuelta completamente.
—¿Por qué lo dice?
Yoongi vio al viejo hombre sonreír hasta que sus ojos desaparecieron.
—HeeSook todo el tiempo me decía que cuidarte era como cuidar del niño que nunca tuvimos —el pelinegro lo miraba con el rostro templado —. Pero por desgracia, siempre fuiste muy cerrado, eras un niño huraño y desconfiado... aún lo eres— suspiró —. Nos hubiera gustado tenerte más cerca y que no desaparecieras en cuando creciste.
Yoongi no se esperó esas palabras. Algo en su pecho se apretó y de repente le dieron ganas de salir de ahí e irse a donde nadie lo viera. En todos aquellos años cuando todo estaba hecho un lío y él sólo era un niño, se obligó a crecer para poder salir huyendo y poder sobrevivir, olvidando por completo aquellas manos que le tendieron ayuda.
—Lo lamento. —su voz sonó pesada. A lo mejor todo hubiera sido diferente si los señores Choi hubiesen intervenido más en su vida.
—Chico — caminó hasta su lado y puso un brazo sobre los hombros y lo meneó cariñosamente —. Nunca te lo he dicho pero estoy orgulloso de ti. Mi esposa y yo te vimos crecer en un ambiente tóxico, tus padres fueron un fracaso y sé que has visto cosas terribles, pero aún así, mira el hombre que eres hoy. No caíste en los mismos pasos de tus padres y luchas cada día por salir adelante.
Un nudo se formó en la garganta de Yoongi. Inmediatamente bajó su cara, sintió la mano del señor Choi apretar su hombro y luego atraerlo en un abrazo suave.
Luego de un rato, Yoongi se apartó sin saber que hacer pero de inmediato fue recibido por una cálida sonrisa del señor Choi. En silencio ambos terminaron de limpiar y acomodar el local. Cuando salieron, el cielo están muy oscuro, era un hecho que iba a llover.
—Bueno chico, es mejor que nos vayamos, en cualquier momento llueve. — el anciano se puso un pequeño bolso en su espalda y miró hacia el cielo oscuro.
Yoongi se puso una chaqueta vieja verde militar que estaba llena de dibujos hechos por Jungkook y también se colocó su mochila.
—¿Seguro que no quiere que lo acompañe hasta su casa? —cuestionó todavía preocupado.
—No, no. No te preocupes, a ti te queda un camino largo hasta la estación
Yoongi frunció la boca, no sintiéndose a gusto en dejar al señor Choi a pesar de que su casa estuviera cerca de ahí.
—Bien. Nos vemos, señor Choi. —comenzó a caminar para cursar la calle.
—Ve con cuidado, chico.
Yoongi asintió, volviéndose y viendo al hombre aún de pie en el mismo lugar.
—Gracias por todo señor Choi. — sonrió y agitó su mano antes de cruzar.
Caminó a paso rápido. No quería que la llovía lo agarrara en plena calle porque aún le faltaban varias calles para llegar al subterráneo. La gente caminaba y corría de un lado a otro como hormigas, huyendo de una posible empapada.
Odiaba que el clima se pusiera así cuando se encontraba fuera porque siempre le daba flojera cargar con un paraguas.
Pero justo en ese momento, a metros de la entrada del metro, la lluvia empezó azotar y deseo haberle hecho caso a Taehyung cuando le dijo que llevara una sombrilla. Karma, pensó tapándose con la mochila.
Empezó a correr, mirando a sus tenis desgastadas pisar charcos, lo que fue mala idea porque no podía ver por donde iba y eso ocasionó que chocara abruptamente con otra persona. Para su suerte no cayó y por reflejo vio que la persona tampoco lo hizo, sólo se escuchó un sonido hueco impactando al suelo.
—¡Lo siento mucho!— se disculpó rápidamente, mirando al suelo y encontrándose con el objeto caído. Una guitarra. La tomó por el mango y se la dio al dueño. Pero para su sorpresa, el chico del Kimbap. Otra vez, en el mismo día.
Su cara estaba empapada y sus cabellos húmedos caían hasta sus ojos, los cuales lo miraban con desconcierto. ¿Acaso también lo recordaba?
—Lo siento —murmuró esta vez el chico, no apartó la mirada, ninguno de los dos lo hizo por largos segundos, fue hasta que un trueno retumbó en sus oídos, exaltándolos y regresándolos a la realidad.
— Lo siento. —Yoongi se disculpó nuevamente, hizo una reverencia leve y empezó a correr hacia la entrada de la estación.
Tres veces. Había visto a ese chico tres veces y cada vez el retrato de su rostro se hacía más visible en su mente.
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Era día de san Valentín y Yoongi se encontraban tras la caja registradora en la tienda.
Ese día en particular había más clientela de lo usual. Jin no pudo trabajar desde mañana por temas relacionados con Namjoon (Yoongi no quería saber más del tema), pero aun así se ofreció en ayudar durante lo que restaba de la tarde.
Chicos y chicas entraban a comprar cartas, adornos de regalo, papelería cursi y entre más cosas.
Pero lo que menos le gustaba de trabajar en la tienda era tener que forzar una sonrisa cada vez que atendía un cliente. Prefería estar en la cafetería de Taehyung, olía bien y a veces Jungkook llegaba a pasar sus raros libres hablando sin parar.
Yoongi se despidió amablemente de un grupo de chicas de instituto, las cuales se reían cómplices mientras se susurraban "es tan lindo". Yoongi tan solo bufó sentándose de nuevo en la silla detrás del mostrador. A los pocos minutos, mientras estaba concentrado con crucigrama, un mensaje saltó en su celular, era de Jin.
"Yoongiiiiii"
"Yoongi yah"
"Yoongo bongo"
El pelinegro suspiró al ver sólo mensajes con su nombre entrar al buzón.
"¿Qué?"
"Necesito que vayas a la floristería Smeraldo, tengo un encargo. Dile a Jk o Tae que te cubran. Yo llegaré más tarde. Adiós."
"No me pagas lo suficiente."
Lo decía solo molestar. La verdad era que Jin no le pagaba en lo absoluto, Yoongi solía ayudarle en la tienda cada vez que lo necesitaba, su amigo ya hacía demasiado dándole un lugar donde vivir y esa era su manera de devolver el favor, la única que Jin aceptaba.
Resopló con exageración mientras salía de la tienda y la cerraba provisional. Entró a la cafetería. Taehyung se encontraba atendiendo a un cliente mientras tanto Jungkook preparaba un café. Caminó hasta el mostrador de repostería y espero a que alguno de los dos se desocupara, por mientras jugaba con las llaves de la tienda entre sus dedos.
Le gustaba la cafetería porque siempre olía bien, el aroma suave a café y un cierto dulzor se colaba por su nariz cada vez que estaba ahí, tal vez su gusto nacía obsesión al café.
—Yoongi hyung. — Taehyung llamó su atención, mirándole con una sonrisa.
—Ah, Tae. Necesito un favor.
—¿Qué pasa?
—Jin me encargo unas cosas, ¿crees que puedas quedarte en la tienda por un rato? — Taehyung le dio una mirada rápida a Jungkook preguntándole sin palabras si podía arreglárselas solo, este sólo asintió mientras le daba la orden al cliente.
—Claro, hyung. —se quitó el delantal y lo dejó colgando en un perchero.
Ambos caminaron de nuevo al local de al lado. Taehyung ya había atendido la tienda en previas ocasiones, así que el chico ya sabía cómo funcionaba los precios.
—Lamento molestarte en el trabajo, Taehyung.
—Nah, hyung. Para eso estamos. —el chico castaño le sonrió cálido.
Yoongi asintió torpemente, sin saber que responder. Venía escuchando esas palabras de la boca sus amigos desde hace años y siempre lo hacían sentir tanto vulnerable como querido.
Salió del lugar despidiéndose del menor, prometiendo regresar rápido.
La floristería estaba a unos veinte minutos de su barrio. El lugar no era muy conocido, ya que no era una floristería como las normales, está solo se centraba en una flor llamada Smeraldo. Tenía un grupo selecto de clientes entre estos Seokjin. La dicha flor no era muy reconocida y no a todos les gustaba en ramos para regalos. Era cara y sin embargo, Jin encargaba varios ramos cada San Valentín por alguna razón.
Una vez en la floristería, la chica dependienta se encargó de buscar el pedido y de empacar con cuidado los ramos, eran dos. Cuando salió del lugar iba con sus brazos abarrotados, podía caminar de regreso pero al final decidió tomar un bus de nuevo.
Se sintió como un tonto con dos ramos de flores mientras caminaba hacia la parada. La gente de seguro iba a pensar que al ser San Valentín esos ramos serían el regalo para su enamorada, sin embargo la realidad era otra. Yoongi estaba solo como un hongo y de todas formas no le regalaría una flor a una chica principalmente porque no le atraían, nunca lo hicieron.
Visibilizó la parada de bus. Nadie esperaba el transporte, excepto por una persona sentada en las bancas tocando la guitarra. Era él. ¡Otra vez!
Era el chico del Samgak.
Había pasado casi dos semanas desde que lo vio. Sabía que era él porque su imagen se había quedado grabada en algún lugar de su memoria. Sin embargo lucía diferente a la última vez. Estaba más delgado, eso era seguro, su cabello se veía enmarañado y su franela estaba rota en la manga. Yoongi se posicionó a la orilla de la carretera, no queriendo sentarse a lado del chico.
Miró los carros pasar a velocidad y a la gente caminar al otro lado de la calle, y de pronto empezó a escuchar los acordes formar melodías y un suave murmullo sin palabras. No quería voltear a ver, a pesar de que tenía la necesidad de hacerlo, solo se quedó escuchando silenciosamente. Por momentos el murmullo de su voz paraba, parecía como si tuviese una canción en su cabeza y trataba de formarla en voz alta. El tono de su voz era suave, tal y como lo recordaba.
Y entonces sin darse cuenta, el bus que lo iba a llevar de regreso a la tienda se estaba yendo, trato de ir detrás pero fue el caso. Ahora tendría que esperar hasta otro dentro de diez minutos más. Mierda. Eso le pasó por sumirse en la voz de aquel chico. Estaba tan ido en su voz que ni siquiera se dio cuenta cuando el bus paró.
Decidió sentarse, porque no pensaba esperar el siguiente bus de pie solamente porque le ponía nervioso sentarse junto al chico de la guitarra. Tomó asiento en la banca dejando un espacio de por medio y acomodó los ramos de Smeraldo en sus regazos porque sus brazos empezaron a doler. Los acordes dejaron de sonar de pronto y sintió la miraba curiosa del chico en su perfil.
—Te dejó el bus. — comentó el chico y Yoongi volvió la cabeza de golpe, algo extrañado. Asintió, viéndolo sonreír leve.
—Lindas flores. ¿Son para tu novia? —señalando a los ramos en su piernas.
—No. —su voz le salió más seria de lo usual, pero es que se sentía incómodo.
—Mmh... — tomó a su guitarra de nuevo. Pero por alguna razón, Yoongi deseó que no parara de hablar.
—Son de un amigo. Sólo le hice el favor de traerlas de la floristería. —explicó de más. El chico castaño sólo asintió mientras raspaba las cuerdas y Yoongi se maldijo por sentirse tan estúpido tratando de sacar conversaciones.
Pasaron unos minutos de incomodo silencio. No tenía nada con que entretenerse, había dejado el celular en la tienda y ni siquiera podía mandarle un mensaje a Taehyung para decirle que iba a llegar un poco tarde. Delineó los pétalos de las flores azuladas con delicadeza, tratando de distraerse para que el tiempo se le pasara rápido, pero entonces escuchó esa pregunta que le hizo quedarse estático por un segundo.
—¿Te acuerdas de mí?
Yoongi giró su cabeza, sorprendido. El chico no lo miraba, estaba concentrado rasgando las cuerdas m de la guitarra, levemente inclinado.
—Tú... Me robaste mi Kimbap. — Yoongi murmuró algo rencoroso.
Entonces el castaño rió, enderezándose y dejando la guitarra a un lado. Yoongi lo observó algo perdido, su sonrisa era brillante.
—Ah sí, lamento eso—le dijo sin pena, encogiéndose los hombros —. En mi defensa, yo lo vi primero.
Entonces Yoongi arrugó el ceño.
—¡Claro que no! Yo estaba en el pasillo primero.
—No. Yo estaba en el supermercado antes, lo que pasó fue-
—Me debes un Kimbap. —Sentenció Yoongi interrumpiéndole y dándole una miraba entrecerrada.
El castaño alzó las cejas.
—No de debo nada. Tú botaste mi guitarra. Mira —señaló un raspón en la parte trasera—. Tú culpa.
—Pff, eso fue un accidente.
El chico rió divertido. Parecía ser un tipo de persona que desprendía buen humor, porque el mismo Yoongi tenía que admitir que empezó a sentir más confianza para hablar, algo extraño en él, ya que nunca solía entablar conversación con nadie en la calle, más que sólo sus amigos. Sin embargo, ahí estaba, hablando superfluo con el chico desconocido que le robó un paquete de arroz frío.
—Un accidente que tendrás que pagar, ¿sabes lo que esta guitarra significa para mí? —reprochó abrazando el pedazo de madera y después de haberlo hecho, sonrió avergonzado. Yoongi no dijo nada por un momento, sólo se quedó callado, con ganas de sonreírle de vuelta. Bajó los ojos a las flores Smeraldo y después vio por el rabillo del ojo al chico, quien se encontraba en ese instante contorneando del raspón con su dedo.
—Bueno... ya que no tengo dinero para pagarte en este momento —habló tirando del tallo de una flor fuera del ramo—, ¿aceptas una flor?— cuando esa frase fue dicha se mordió la mejilla por lo soso que había sonado.
Le tendió la flor azulada, haciéndola girar un poco. Jimin alzó las cejas impresionado y alargó su brazo para tomarla. Era muy linda, sus colores eran suaves, lucía como recién cortada y en el tallo tenía tres hojas. La olió, nada especial a otra flor pero no importaba porque era hermosa y peculiar.
—¿Cómo se llama? —preguntó con los labios sobre los pétalos.
—Smeraldo.
—¿Y tú?
Yoongi parpadeó dos veces antes de contestar y apretó los ramos nervioso.
—Yoongi.
El chico asintió levemente, quitando la flor de la boca, dejando ver un atisbo de sonrisa y Yoongi lo vio casi susurrar su nombre.
—Yo soy Jimin y por ahora esta flor será suficiente. —aplanó los labios conteniéndose a sonreír— Creo ahí viene tu bus, Yoongi.
Decir que Yoongi había entrado en una ensoñacion era estúpido, pero fue exactamente lo que le pasó. El nombre de ese chico, con el cual se había topado demasiadas veces para sólo una persona entre todas en Seúl, lo dejó absorto.
Había algo en ese chico que lo cautivó y ahora no podia dejar de pensar en él. Jimin. Tal vez era su cara hermosa o su voz suave, pero Yoongi no logró sacarlo de su cabeza.
Tomó el bus de regreso a Mapo, despidiéndose de Jimin con la mano y un asentimiento. Lo vio desde la ventana del bus, quedándose sentado en la parada. Yoongi se fue sin saber si estaba esperando un bus o si tan siquiera tendría la oportunidad de volverlo a ver otra vez.
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Jin llegó al rededor de las seis, justamente para cerrar la tienda y ver el dinero de las ventas del día.
Y al parecer, por fin había arreglado sus problemas "maritales" con Namjoon, porque este apareció con una sonriente estúpida y siguiendo a Jin como un perrito.
Yoongi ya no trataba de comprender cómo funcionaba la relación de esos dos, y aunque quedaba claro que ambos eran el uno para el otro, al mismo tiempo a veces sus peleas arrastraban todo a su paso, la mayoría de las ocasiones solía ser por culpa del dramatismo de Jin y de la terquedad de Namjoon.
Pero lo que era aún peor eran sus reconciliaciones con excesivas demostraciones de amor en público. Y por público se refería a él mismo, quién estaba viendo justo en ese momento cómo se daban besos con sonidos mientras miraban las flores Smeraldo que Jin había encargado.
—Ya nos vamos, Yoongi. Vamos a tener una cena por san Valentín. —canturreó Jin a un Yoongi con cara de asco.
—Sí, sí. Vivan los novios. —respondió si ánimos, empezando a subir las escaleras que lo llevaban al piso de arriba de la tienda, su habitación.
—Gruñón. —lo regañó y le preguntó alzando la voz para que lo escuchara— ¿Ya cenaste? ¿Quieres que te traiga algo antes de irnos?
El pelinegro se detuvo a mitad de los escalones, volviéndose al frente y viendo a los dos hombres esperando su respuesta en la entrada de la tienda. Le molesta que Jin se preocupara tanto por él, le hacía sentir malditamente vulnerable y dependiente. Pero en el fondo de sí mismo lo agradecía.
—No, hyung— uso el honorífico para soñar más cálido—. Vete tranquilo, seguramente luego voy al supermercado por ramen.
El mayor hizo un gesto con su boca, no gustándole lo que pretendía comer.
—No es sano comer tanto ramen, pero bueno, no te voy a hacer cambiar de idea ¿verdad? —Yoongi negó —. Bien, entonces nos vamos, cuídate, nos vemos luego.
—Adiós, hyung. —se despidió Namjoon agitando su mano con la misma sonrisa tonta, mientras tomaba de la cintura a su novio.
—Adiós. —susurró viéndolos partir. Suspiró y retomó el camino hacia su cuarto.
Una cama, un escritorio viejo, un guardarropa pequeño, varios ganchos con chaquetas de invierno, una mesa de noche y un baño pequeño. Eso era todo lo que tenía, lo necesario para llevar su vida solo.
Caminó con sueño hasta la cama, cayendo de panza con sus extremidades como una estrella. Estaba cansado, siempre estaba cansado. Si por él fuera pasaría todo el día en cama, durmiendo o simplemente no haciendo nada.
A veces se ponía a pesar en que si su vida fuera distinta, si fuera la de un chico normal universitario, a lo mejor sería un vago, uno que con costos pasaba las materias nada más para complacer a sus padres. Tal vez tuviera un trabajo de medio tiempo en una cafetería, así como Jungkook. Y tal vez odiaría ese trabajo pero aún así seguiría yendo porque ganaría dinero para gastárselo en caprichos.
Tal vez hubiese sido un chico normal universitario, uno que pasaba más tiempo con sus amigos, que iba a fiestas y se besaba con desconocidos. Pero no era ese chico, nunca lo sería.
La vida que le tocó no fue buena, pasó por mucha mierda de pequeño y los estragos de todo se reflejaban en el hombre que era hoy.
Había tiempos buenos, donde sentía que podía sobrellevar las cosas como cualquier otra persona. Sabía que tenía a sus amigos ahí para él, esos cinco chicos que lo habían visto caer muchas veces y que siempre le tendían una mano. Y a su hermana mayor, una mujer que aunque estuviera metida en la misma mierda que él, estaba ahí para ayudarlo con lo que pudiera. Pero también tenía tiempos malos, esos donde se cuestionaba realmente sobre si estaba entrando en depresión otra vez, donde su ansiedad lo carcomía por dentro y hacía que cada día se viera interminable.
En esos tiempos oscuros, le dolió en el alma ver a Seokjin con la mirada caída y los ojos llenos de miedo, siempre preocupado de dejarlo solo en su cuarto por la noche, como si tuviese miedo de que volviera a intentar acabar con su vida. Sin embargo, era algo que no podía detener, los tiempos malos siempre regresaban. Los podía sentir venir.
Rodó por la cama, está vez quedó boca arriba, giró su cabeza mirando fuera de la ventana, era de noche y no habían estrellas en el cielo. Se debatió entre ir a comer ramen o lavarse los dientes e irse a dormir.
Soltó un quejido al recordar que mañana tenía que ir a trabajar al mercado de Mapo y tenía que levantarse a las cuatro de la madrugada. Al ser domingo, el mercado del barrio realizaba una feria de verduras, frutas y carnes, iniciando desde buena mañana y su trabajo consistía en ayudar algunos comerciantes a vender y llevar cajas de un lado a otro. Le pagaban poco pero no pudo conseguir un empleo mejor para ese mes y el día de cobro de la deuda de su madre ya casi se acercaba.
Al final terminó saltándose la cena y durmiéndose antes de que cayeran las ocho.
• ────── ✾ ────── •
Jimin estaba mal, lo sabía pero no lo había comprendido del todo hasta justo ese momento.
Había olvidado cual iba a ser su plan al llegar a Seúl. ¿Por qué tan siquiera huyó de casa? ¿Qué pretendía?
Empezó a tocar un cover acústico de IU, cantando suave la letra esperando que alguna de esas personas que caminaba por la estación le prestara atención o que por lo menos le gustara la melodía y le diera algo de dinero. La estación de tren estaba fría por la noche y la gente caminaba de prisa, tal vez queriendo llegar pronto a sus casas, pero él seguía sentado a la orilla de las gradas, no teniendo donde ir.
Antes de huir de su casa, tenía ahorrado dinero exclusivamente para su plan de salir de Busan. En aquel entonces pensó que iba a ser suficiente dinero para mantenerse por unos meses hasta que por fin pudiera lograr sus sueños y después vivir de ello.
Su plan parecía perfecto. Huir de casa y de las órdenes de sus insatisfechos padres, llegar a Seúl, convocar a audiciones para empresas de entretenimiento y ser escogido por una de ella y cumplir sus sueños. Todo sonaba maravilloso, pero la realidad fue otra muy diferente y cruda.
La utopía que creo en su cabeza se quebró en mil pedazos al enfrentarse aquella ciudad gigante, donde a nadie le importaba lo que él pasaba y donde la vida corría muy rápido.
La mitad de sus ahorros se hicieron casi evaporados por todos los gastos que tuvo sólo en la primera semana en Seúl. El hostal donde se estaba quedando le terminó costando más caro que lo que pensó, los pagos para la audición en las dos empresas a las se inscribió también fueron extremadamente caros, además de los gastos para la alimentación y trasporte. Quedando al final de tres semanas con sólo 30 mil wons. Tuvo que abandonar el hostal porque ya no le alcanzaba para pagar una noche más y sin saber que hacer, alquiló un locker público en una estación para guardar sus pertenencias, sólo quedándose consigo una pequeña maleta deportiva, su mochila y su guitarra.
A partir de ese momento, comenzó a vagar por las calles de Seúl. Tocó canciones en calles concurridas y fuera de locales (donde de hecho fue echado varías veces). Y sin quererlo, comenzó a dormir en bancos de parques, usó baños públicos para asearse lo mayor posible y en los días donde la gente le daba billetes por sus canciones lograba comprarse un combo barato en un restaurante callejero.
Fue un idiota, lo sabe. Desde el primer instante cuando se dio cuenta de que ya no le quedan dinero, debió tomar el primer tren a Busan e irse a su casa, pero no lo hizo, se quedó. Y la verdad era que no podía volver a casa de sus padres, no después de todo lo que les gritó. No quería volver porque estaba dolido por las palabras duras que su padre le había dicho.
No quería volver, no quería enfrentarse al fracaso y a sumisión a sus padres después de semejante rebeldía.
Pero tocó fondo. Era un lunes e iba caminando por una calle Gangnam en la noche, acababa de comer un sándwich con lo que había ganado ese día en el metro y ahora buscaba un parque para pasar la noche. Había uno en particular que le gustaba porque tenía un pequeño lago con patos.
Pero entonces pasó lo inesperado, todo fue rápido. Tres hombre lo asaltaron, llevándose el poco dinero que tenía y su bolsa deportiva con pertenencias. Logró salvar su guitarra y la mochila que cargaba en la espalda pero a cambio de unos puñetazos. Quedó tirado en el suelo, abrazando con fuerza el estuche de su instrumento, con la respiración agitada mientras miraba a esos hombres correr. Nadie estaba cerca para socorrerlo. Estaba solo.
Esa noche lloró hasta el cansancio, sentado en una banca del parque mirando a los patos acurrucados en la orilla del lago.
✾
—Te la regalo. — una vocecita dulce lo sacó de sus recuerdos. Era una niña. Ella traía una flor amarilla de maleza y la dejó con cuidado cerca de aquella flor azulada que estaba dentro del estuche de la guitarra.
Jimin le sonrió muy feliz y le dio las gracias inclinando un poco la cabeza.
—Cantas muy bonito... yo... yo también puedo cantar, ¿sabes? —Jimin se derritió al verla hablar mientras jugaba tímida con sus deditos.
—Apuesto que cantas hermoso.
—¿Cómo te llamas? — la niña le preguntó con más confianza, agachándose de cuclillas con las manos en sus cachetes.
—Soy Jimin.
—Yo soy-
Pero entonces la voz de su madre la llamó "Hana" y la niña abrió sus ojos y se puso de pie rápido.
—Adiós, Jimin oppa— salió corriendo hasta su madre la cual la reprendió por irse de su lado.
Jimin rió, moviendo la mano en forma de despedida. Se acercó al estuche para ver la florecita, la tomó cuidado para detallarla mejor, sin duda la cuidaría hasta que se marchitara. La puso dentro del estuche al lado de la flor azul. Smeraldo.
Hacía casi una semana desde que había visto aquel chico, Yoongi. Y es que, podría ser la experiencia más inusual que alguna vez haya tenido con un desconocido. La primera vez que vio a Yoongi fue cuando tuvieron ese enfrentamiento en el pasillo del supermercado, poco después volvieron a coincidir cuando Yoongi tropezó con él haciendo que botara su guitarra en plena lluvia y luego el día de San Valentín le regaló un flor.
Tomando la flor con gentileza para evitar que se le callaran sus pétalos ya marchitos, pensó en si volvería a encontrarse de nuevo.
Las facciones de su cara quedaron grabadas su mente. Su cabello negro caía por encima de sus ojos, desordenado, como si no le importara peinarse pero de igual de forma viéndose bien. Sus ojos eran bonitos, eran pequeños y lo hacían ver cómo si estuviera adormilado, pero también le daba un aspecto tierno.
—Yoongi —repitió su nombre con un atisbo de sonrisa. Su nombre era lindo también.
Después de ver la flor por algunos segundos más, decidió que era hora de marcharse. Metió ambas flores entre las cuerdas de la guitarra y después guardó esta en su funda. Con mochila y guitarra en su espalda, salió de la estación ya vacía para ese momento.
La noche estaba muy fría y sólo una sudadera lo ayudaba a mantenerse caliente. Caminó sin ningún destino, vago por las calles centrales de Seúl, mirando las enormes pantallas de publicidad en los edificios y ojeando curioso algunos bares abiertos a esas horas. Paró en un carrito de comida y con lo que había ganado esa tarde se compró un combo barato y se lo comió a un lado del puesto.
• ────── ✾ ────── •
Maldito barrio, pensó Yoongi mientras caminaba por uno de los sectores más conflictivos de Seúl, la cuenca del narcotráfico y otros tipos de delincuencia. El barrio que lo vio crecer y donde experimentó cosas que ningún infante debería.
Estaba caminando por esas calles sucias por un motivo, el mismo de todos los meses. Pagar la deuda de su madre.
Entró al bar apestoso, con la capucha de su hoodie tapándole la cara. Ya lo conocían por ahí y sabía las normas, pero aún así le importaba una mierda si estaba prohibido entrar con el rostro cubierto. Tomó asiento en la silla vacía de la mesa del fondo y miró firme al hombre de cara quemada frente a él. La cicatriz iba desde la comisura de los labios hasta el final de su frente, haciéndolo parecer aterrador, pero a Yoongi ya no le causaba nada en concreto, llevaba viendo ese hombre desde que era un adolescente.
—Sook.
—Min Yoongi. —habló alegre. Su sonrisa era fea y su voz tosca.
—Tu dinero. —el pelinegro extendió un sobre. Vio al hombre abrirlo con desinterés, como si aquellos billetes no valiera nada, como si no valiera cada minutos de trabajo que tuvo durante todo el mes.
—Tan puntual cómo siempre. —elogió.
—Si, bueno, ya me voy. —hizo el intento de levantarse.
—Alto. Quiero hablar contigo.
Yoongi rodó los ojos y bufó sentándose de nuevo.
—¿Has pensado en mi propuesta? Espero que sí. — sacó un cigarrillo, lo prendió y le dio una calada, tirándole el humo en la cara Yoongi.
—Sí. Mi respuesta sigue siendo negativa. —espantó el humo, abanicando su mano — No voy a meterme en tus negocios. Pagaré cada won que mi madre te debe y cuando termine no me volverás a ver. —declaró seguro.
El hombre asintió pensativo, calando del cigarrillo pero esta vez lanzando el humo a otro lado.
—Chico, ¿por qué lo haces? —lo miró con intriga —. ¿Sabes cuantos hubieran deseado una propuesta como la que te hice? Pero aun así prefieres pagar lentamente la cuenta de una mujer que le importa una mierda tu existencia.
Yoongi no apartó la mirada mientras se ponía otra vez de pie.
—Estoy dándome tiempo —dijo y se dio la vuelta para irse —. Nos vemos dentro de un mes, Sook.
—Buena suerte, Min.
Escuchó la voz del hombre a su espalda y a lo mejor este si comprendió el significado de sus palabras, porque la manera con la que le deseo buena suerte sonó realmente genuina, como si de verdad esperara verlo el mes siguiente. Y eso le enfermó.
Salió del horrendo bar con un nudo en la garganta. ¿Cuanto más aguantaría?, ¿cuantos más pagos haría?, ¿que pasaría cuando el saldo estuviera resuelto?, ¿el tiempo se agotaba o sólo se acercaba a un nuevo comienzo?
Marcaban las tres y media. Tenía que ir a la tienda para ayudarle a Jin a bajar cajas y acomodar mercancía. Había trabajado durante dos semanas continuas en distintas ocupaciones. Trabajó un par de días en el restaurante del señor Choi y también en la verdulería del barrio Mapo, además de ir a la feria a desatar pescado por las noches. Al menos esta vez no podía quejarse de no haber tendido trabajo durante el mes. Estaba cansado y sólo quería ir a dormir.
Pero entonces, lo vio.
De todas las veces que había visto a Jimin, jamás pensó en encontrárselo de esa forma. Lo están asaltando, le estaban quitando su guitarra y lo estaban golpeando.
Lo están asaltado... lo están golpeando.... ¡Mierda, Yoongi! ¡¡Lo están asaltando!!
Yoongi salió de su estado de shock y corrió lo más rápido que pudo. Eran dos tipos, tomó a uno por el cuello de la camisa quitándoselo a Jimin de encima y le dio un puñetazo al otro. Jimin se recuperó y también golpeó y forcejeó con uno. Pero no sirvió de mucho porque ambos terminaron siendo apaleados y derrotados. Yoongi solo vio cómo se llevaban la guitarra del chico.
—Ahg... mierda —Yoongi gruñó cuando se llevó la mano al mejilla —... duele.
Llevó la mirada hasta Jimin, quien había terminado en el suelo. El chico se encontraba inmóvil, mirando a la dirección por donde se fueron los ladrones, su labio estaba roto pero también notó un moretón en su pómulo que no parecía ser reciente.
—Oye, ¿estás bien? —le preguntó sigiloso, inclinándose un poco— ¿Qué haces acá? Este barrio no es seguro.
Jimin salió de su conmoción y lo miró a los ojos por primera vez. Lo que pasó segundos después fue algo que Yoongi no se esperaba, ni estaba preparado. Los ojos del castaño se aguaron hasta dejar caer pesadamente lágrimas y los sollozos no tardaron en llagar. Yoongi expandió sus ojos sorprendido por la repentina reacción del chico.
—Vamos, levántate. — le dijo suave, nunca le había gustado ver a personas llorar, lo ponían incomodo. Lo ayudó a ponerse de pie y le recorrió el cuerpo con la mirada en busca de algún golpe o herida que provocara el llanto, pero no había nada, excepto su labio sangrante.
—Mi... mi... —hipó las palabras sin parar de llorar.
YoonGi frunció el ceño.
—¿Tu labio? Hay una farmacia cerca, tal vez...
El castaño negó repetidamente.
—Mi guitarra... se llevaron mi guitarra...
• ────── ✾ ────── •
Yoongi no sabe como fue que ocurrió, pero terminó en una situación que nunca se hubiera imaginado.
Jimin, aquel chico desconocido con el cual había coincidido varías veces, estaba en medio de una crisis emocional. Y después de diez minutos llorando, Yoongi se dio cuenta de que no quería escucharlo más. No porque le molestara, bueno, tal vez un poco, pero porque le provocaba una sensación en el pecho al ver el cuerpo del chico encogerse y sollozar fuerte, con sus manos tapando su boca tratando de detener el llanto.
Como ya era esperarse, Yoongi nunca ha podido sobrellevar a las personas llorando. Lo hace sentir incomodo no saber como reconfortar a alguien en una momento así. Por eso solamente pudo dejar que Jimin recostara la cabeza sobre su hombro, mientras le pasaba la mano por la espalda incómodamente.
Luego de unos pocos minutos el llanto fue cesando y lentamente Jimin levantó su cabeza del hombro del pelinegro, revelándole su mejillas rojas con trazos de lágrimas, los ojos un tanto hinchados y sus labios lastimados por el golpe.
—Luces del asco. —no supo que decir, a lo mejor no debió decir eso, porque Jimin frunció y quitó la mirada.
—Agh... ya lo sé.—refunfuñó con voz nasal por llorar.
—¿Quieres tomar agua? — Jimin negó — ¿Quieres ir a la farmacia para que vean tus heridas?
Jimin volvió a negar, pero levantó la mirada a la cara de Yoongi.
—Tú... ¿Dónde te golpearon? ¿Te duele? —la preocupación fue inesperada. Yoongi fue el que negó esta vez y murmuró que estaba bien.
Ambos se quedaron de pie, sin decir nada. Jimin limpiaba los restos de lágrimas con la manga de su camisa y cuidadosamente palpó su labio y siseó con dolor. Yoongi suspiró. Tomó su otra mano, arrastrándolo para que caminara, y de paso, agarró la mochila que había quedado en el suelo.
Jimin no dijo nada cuando el chico pelinegro salió de la farmacia con una bolsa. Tomaron asiento en una banca y Yoongi procedió a limpiar sus heridas.
—Ah. Auch.
—¿Puedes dejar de moverte? Estás haciendo esto mas difícil.
—¡Pero me duele!
—No me importa. Quieto.
—¡Auch!
—¡Jimin!
—Oh. ¡Es la primera vez que dices mi nombre! —Jimin sonrió mientras Yoongi aún sostenía algodón sobre su labio. El pelinegro solamente resopló y siguió limpiando los restos de sangre.
Yoongi no ocupo todas las cosas que compró en la farmacia y puede ser que se haya esforzado demasiado, durando más de necesario, pero el chico no se inmutaba, solo jugaba con sus dedos y se removía incómodo de vez en cuando.
Cuando por fin terminó, Yoongi guardo todo y de la misma bolsa sacó un dulce de miel.
—Toma.
Jimin miró el confite y soltó una risita. —¿Soy un buen paciente, doc?
Yoongi se le quedó viendo serio.
—La verdad no, pésimo. No mereces nada.
Intentó guardar el dulce de nuevo pero Jimin chilló un 'no', abalanzándose para agarrarlo.
—Gracias. —dijo abriendo el paquetillo. Yoongi se puso de pie y Jimin lo imitó, introduciendo el dulce en su boca— En serio, gracias... por todo lo que hiciste por mí.
Se miraron a los ojos fijamente. Yoongi pensó en lo afortunado que había sido de haberse encontrado con Jimin por cuarta vez. No le gustó imaginárselo llorando solo en la calle. Sin tener a nadie curándole las heridas. Justo como le sucedió a él hace mucho tiempo.
—Yoongi. —la voz del castaño diciendo su nombre, tan debil, hizo que su respiración se cortara por un momento— ¿Puedo quedarme contigo? ¡Me iré luego, lo prometo! Es... es que no quiero estar solo.
✾
Las noche estaba cayendo lentamente en Seúl. Yoongi le puso un mensaje a Jin, mintiéndole sobre que le surgió un trabajo y que no podia llegar ayudarle con la tienda. No le gustaba mentirle a Jin pero tampoco quería dejar a Jimin solo, no después de lo que pasó. El chico parecía nervioso, desorientado.
Caminaban por un bulevar, la gente caminaba en diferentes direcciones. Había mucho bullicio y aglomeración. Yoongi se sentía sofocado pero quería ir al puesto de comida de la abuela de Hoseok que se ubicaba allí.
Jimin por su parte solo caminaba detrás suyo. Manos escondidas en su suéter y sujetando las tiras de su mochila. Miraba curioso cada tienda o puesto de comida, y sonreía tenue cuando pasaban al lado de algún cantante o bailarín que se estaba presentando en ese momento.
No habían hablado mucho, Yoongi solamente le indicó que lo sugiera. Y a pesar de su poca habilidad para socializar y su nerviosismo al conocer gente nueva, Yoongi no se sentía incómodo con la presencias de Jimin.
—Por acá.
Ambos entraron a un toldo de comida. Habían solo una mesa disponible. Yoongi le dijo al castaño que esperara sentado ahí.
Fue hasta el mostrador y con la mirada buscó a su amigo. Hoseok se encontraba empacando comida para llevar, al parecer estaba atendiendo solo el local. Yoongi silbó, llamando la atención del rubio, cuando este lo vio, una sonrisa gigante apareció en su cara y se apresuró a terminar para llegar él y saludarlo exageradamente.
—Agh, hoba. Ya para. —Yoongi trataba de librarse de los intentos de Hoseok de abrasarlo encima del mostrador.
—Yah, Yoongi hyung, ¡hace tiempos que no nos vemos!
—Nos vimos el fin de semana.
—Pero no he sabido de ti desde ese entonces. ¿Que haces acá? ¿Quieres comer el kimchi que hizo abuela? Aun me duele que no hayas probado el mío. — Hoseok se quejó abultando los labios.
—Tu abuela me advirtió que por mi salud no lo probara. Así que haré caso.
Hoseok abrió los ojos, ofendiendo, haciendo que Yoongi se riera por lo bajo.
—Puedes darme un bibimpap y un hotteok, para llevar, por favor.
—¡Claro! ¿Hotteok, hyung? Es un milagro que comas algo dulce. — Hoseok se dio la vuelta y empezó alistar la comida. Yoongi por su parte, volteó su cabeza hacia donde Jimin estaba sentado. El chico se veía débil debajo de ese suéter. Su cara era linda pero lucía cansada y pálida. La primera vez que lo vio no se veía así. Yoongi mordió su mejilla y contestó.
—No es para mí.
—¿Uh? ¿Jungkookie?
—No. Traje a un chico conmigo.
—¡¿Uh?! — la espátula que llevaba se le resbaló de las manos. —¿Dónde? ¿Dónde? — Hoseok buscó con la mirada eufórico por todas las mesas. Yoongi lo detuvo porque estaba llamando mucho la atención y la gente, inclusive Jimin, voltearon a ver hacia la ventana de la cocina.
—Shh. No es lo que piensas. —susurró y empujó a su amigo devuelta detrás del mostrador. Yoongi le explicó brevemente lo sucedido, de las veces donde se encontró con Jimin y del asalto. La cara de su amigo era una mezcla de incredulidad y confusión. Hoseok no se podía imaginar a Yoongi en una pelea, ni ayudando tan devotamente a un desconocido. No era propio de él. —Yah, no soy una mala persona, Hoba. — Yoongi frunció el ceño, ofendido.
Este negó repetidamente. —¡Claro que no! Sé que no lo eres. Lo que digo es que tú generalmente sólo quieres pasar desprevenido y no te gusta mortificarte la vida con situaciones difíciles, ya has tenido suficiente de eso, lo entiendo. Me parece extraño que hayas hecho todo eso por ese chico.
Yoongi se mantuvo en silencio, mientras Hoseok terminaba de empacar la comida.
Él solamente quería ayudar a Jimin porque el chico estaba solo y estaba seguro que su vida no iba bien desde hace tiempo. Quería ayudarle porque Yoongi sabía lo bien que se siente no estar solo.
—Hay comida extra para ti y sodas también. Y lo digo desde ya: No quiero que me pagues.
—Hoseok—Yoongi lo miró serio y sacó su billetera.
—No, hyung.
—Déjame pagarte lo de Jimin por lo menos.
El rubio negó— Yo también quiero ayudarlo, va por mi cuenta.
Yoongi sólo suspiró y se despidió de su amigo, quien aprovechó para agarrarlo del cuello y besar su cabeza. Yoongi se escurrió, quejándose con disgusto en su cara. Hoseok solo reía.
Cuando llegó a la mesa, se encontró con Jimin entretenido con un pequeño gato negro que jugaba con los cordones de sus zapatillas. Yoongi se detuvo a su lado y el sonido de sus pasos asustó al gatito.
—Vamos.
—Nooo—Jimin alargó, levantando la cabeza —. Lo espantaste.
Yoongi lo miró por un segundo y se dio la media vuelta, saliendo del local.
—¿A dónde vamos? —preguntó el castaño tímidamente cuando alcanzó a Yoongi.
—Hay un parque para niños cerca de acá. Ven.
—Ok. —murmuró.
Cuando habían dejado la multitud del bulevar atrás, Yoongi respiró tranquilo. Volteó su cabeza para ver al castaño caminar unos pasos detrás de él, justo como lo había estado haciendo durante todo este rato.
—No tiene que caminar detrás mío, ¿sabes? —detuvo su caminar hasta que Jimin quedó a su lado. Él sólo lo miró con sus ojos redondos. ¿Por qué parecía como un animalito perdido? Yoongi no lo entendía.
El pequeño parque estaba claramente vacío. Había luces adornando algunos arboles y las farolas de la calle daban una luz tenue. Yoongi había comido aquí un par de veces con Hoseok, así que se sentó en la misma banca. Jimin también lo hizo, abrazando su mochila, mientras miraba a Yoongi sacar las cajas de comida y ubicarlas en el medio de ambos.
—Esto es tuyo. Es bibimpap. Mmm... también pedí un hotteok. Aquí esta la soda. Pallillos y servilletas. Tengo más dulces de miel, si quieres...
Jimin dejó salir una risita y cubrió su boca. Le parecía lindo ver al pelinegro sacando todo como si estuvieran en un pícnic.
—Gracias, Yoongi. — dijo suave, inclinándose en reverencia. Jimin no pensaba que el chico pelinegro lo iba a invitar a comer, le avergonzaba ponerlo en compromiso y causarle problemas, sin embargo, Jimin buscaba desesperadamente compañía.
Empezaron a comer en silencio. Los grillos sonaban entre los arbustos y de vez en cuando pasaban carros cerca del parque. Jimin cerraba los ojos al saborear la comida. Tenía mucha hambre, ese día no le alcanzó el dinero para comprarse desayuno. Y al probar la carne, Jimin no pudo evitar mover su cuerpo de lado a lado, contento de lo rico que sabía. Cuando abrió los ojos se encontró con que Yoongi lo observaba, Jimin se sonrojó un poco pero le sonrió igualmente.
Yoongi carraspeó.
—¿Puedo hacer una pregunta? —Jimin asintió —¿Que fue lo que te pasó?
—Pues, me asaltaron y se robaron mi guitarra. —respondió con obviedad.
—No, en general. No eres de Seúl, tienes acento y desde que te vi por primera vez, parecía que sólo andabas rondando por la cuidad. ¿Qué haces acá? —Yoongi miró su cara oscurecerse. Jimin dejó de comer y miró a las luces de colores un árbol.
Tal vez no era correcto investigar la vida del castaño. Aunque Yoongi lo haya socorrido y ayudado, seguían siendo desconocidos.
Jimin suspiró. —Yo me fui de casa.
Yoongi lo miró con interés, no sorprendido, pero curioso. Espero a que continuara.
—Desde que era niño, quería ser bailarín de ballet, pero mi papá se negó y me hizo ir a clases de Taekwondo. Luego en secundaria aprendí a tocar piano y guitarra, entre a clases de canto y mi sueño de ser artista nació, pero a mi padre no le gustó que desperdiciara mi tiempo en eso, así que me obligó a dejarlo. Cuando llegó el momento ir a la universidad, sabía lo que quería, quería estudiar danza y canto, pero mis padres me dieron que debía estudiar algo que me dejara dinero. Dure cinco meses en la universidad— se rió con amargura—Entonces tomé todos mis ahorros de años y me fui de mi casa.
—¿Y qué pasó?
—Pues extrañamente el dinero se gasta muy rápido. —soltó una risilla. Yoongi solo negó con su cabeza mientras masticaba la comida — Mi plan era aplicar para empresas de entretenimiento, ser elegido por una y continuar mi sueño de ser artista para luego demostrarles a mis padres que si pude hacerlo.
—Jimin eso es...
—Una estupidez. Lo sé, soy un estúpido. —hizo una mueca con sus labios, revolviendo su comida sin ganas.
—No —murmuró—. No es una estupidez. Tú puedes lograrlo, pero dudo que sea así de fácil. No creo que haberte ido de tu casa haya sido la mejor idea, no sin un plan elaborado.
—¡Pero tenia un plan!— se defendió abultando los labios.
—Pues no veo que te haya funcionado. Mira. Hay momentos donde tienes que tomar grandes decisiones y estas transformarán tu vida en algún punto. Cumplir tu sueño es una de esa decisiones. Ha veces tienes que dejarlo todo por ello, pero debes preparar bien tu huida. Sin embargo, aún si no funcionó como lo esperabas, tuviste las agallas de hacer algo desafiante como el de dejar todo por lo que realmente quieres. Ese tipo de coraje te llevará a lugares.
Jimin observó al pelinegro. Sus ojos empezaron arder, a punto de botar lágrimas otra vez.
—Ah... No llores más— su voz grave fue gentil—. Suficiente por día, ¿no crees? Te ves feo así.
—Yah. —Jimin se quejó, golpeándole la rodilla suavemente. Yoongi solo le sonrió y luego preguntó.
—¿Que vas hacer ahora?
La pregunta le cayó como agua fría al cuerpo. Jimin estaba evitando pensarlo. Por algún motivo loco de su cabeza, a pesar de todo lo que le había pasado, no quería volver. Quería quedarse en Seúl y seguir luchando por su sueño. No quería ver la cara de su padre, ni escuchar sus 'te lo dije'.
—No quiero volver. —fue sincero. Eso era lo que su corazón le decía.
Yoongi solo masculló un sonido y no dijo nada más. Los dos terminaron de comer y cuando salieron del parque el reloj de su celular marcaban las ocho de la noche. Tenía sueño, sabía que debía volver a la tienda, había acordonado con Jin en atenderla mañana en la mañana. Pero...
Jimin. ¿Donde dormiría?
—Bueno, gracias por todo de nuevo, Yoongi. No sabes lo mucho que ha significado tu ayuda y compañía para mí.
Antes de que Yoongi pudiera decir algo, Jimin ya se estaba despidiendo. ¿Lo volvería a ver? ¿Se encontrarían otra vez? Tal vez esta iba a ser la última vez. Fueron demasiadas las casualidades de volver a encontrarse para simples desconocidos.
—Ten buena noche. Adiós. —Jimin sonrió radiante y agitó su mano. Yoongi sólo pudo asentir y levantar su mano un poco.
Jimin caminó de vuelta al bulevar, pero ahora sabía que el castaño no tenía distinto a ningún lado. Solo. Él estaba solo en Seúl. Sin su guitarra para poder seguir aferrado a su sueño. Sin dinero y ni comida asegurada. Sin un lugar donde dormir. Jimin estaba viviendo justo como Yoongi lo había hecho.
Por mucho tiempo, nadie estuvo para él. Yoongi vivía en un infierno pero no pedía ayuda, porque sabía que nadie iría a socorrerlo. O así lo pensó durante varios años, hasta que conoció lo que era tener un amigo real, Seokjin. Él se preocupó por Yoongi como nadie lo había hecho. Se sintió bien saber que no caminaba solo, que tenía un apoyo incondicional y sin espera de nada.
Yoongi no iba a dejar a Jimin solo.
—¡Hey, Jimin!
• ────── ✾ ────── •
Hola a todos los que lean esto.
Si alguien se acuerda de mí, lamento mucho mi desaparición. La última vez que publiqué algo en Wattpad fue hace casi ¡3 años! Wtf. ¡¡Qué regreso con casi 22 años!!
La vida de muchas vueltas, pero que se le va hacer.
Estoy escribiendo esto en el año más ajetreado de mi vida. Lo peor es que tuve todo un año de cuarentena para hacerlo. Soy un desastre.
En fin. En cuanto termine este fic, continuaré con Sinner (no lo he olvidado)
Gracias a todas las personas bellas que han leído mis historias y me han mandado mensajes bonitos. 💜
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