1. La primera fiesta (Parte 2)

Todos sus sentidos estaban nublados y no sabía cómo reaccionar. No sabía si estaba en ese estado por los efectos del alcohol o por culpa de este chico.
¿Qué me estás haciendo? Pensó Krystal. Por otro lado, su mente decía simplemente se dejé llevar.
Miró al joven a los ojos y aunque la luz escaseaba, sus ojos brillaban con matices rojos debido a las luces de colores que tenía la pista de baile.
Sus labios se rozaron y Krystal comenzó a moverlos lentamente, pero el muchacho tomo el control y el ritmo cambió a uno más abrupto.
El jóven en un movimiento ágil la acercó y posó sus manos en su cadera.
Se separó de ella y ambas respiraciones jadeantes pedían más.
—¿Quieres salir de aquí? -Preguntó el muchacho en su oído.
Krystal se mordió el labio dudosa. Recordó de nuevo lo que pasó esa mañana, al regresar a casa Jessica no se disculpó. Ambas comenzaron a pelear y recordó las palabras que su hermana mayor le había gritado:
Sólo estas celosa, perra.
—Salgamos de aquí. -Le respondió Krystal.
El rubio le dió una sonrisa seductora y la tomó de la mano guiándola hacia las escaleras blancas que llevaban a la primera planta que tenía más iluminación que la planta baja.
Allí se encontraba gente también y al igual que la sala donde se encuentra el sofá, había gente charlando con bebidas y parejas disfrutando de la noche.
El rubio y Krystal siguieron un largo pasillo. Aún mareada por el alcohol, la pelirroja admiró las distintas pinturas que se encontraban en la pared y siguiendo al rubio, doblaron hacia a la izquierda por otro pasillo y al final de este, se encontraron con una puerta de madera. Por un momento Krystal tuvo miedo y quería irse. Miedo de que el jóven sea peligroso y de que detrás de esa puerta hubiera una habitación y la encerrara para hacer quien sabe qué en contra de su voluntad.
El jóven puso una contraseña en la cerradura electrónica y abrió la puerta para que ella entrara. Krystal dudó de entrar ya que el lugar era oscuro y no se veía mucho.
Se decidió a entrar y el muchacho entró detrás cerrando la puerta. Por un instante no pudo ver nada y su corazón se aceleró pero cuando las cortinas automáticas del ventanal se abrieron y entro luz exterior, sus ojos se abrieron dejándola atónita.
Se encontraba en una sala de estar con un enorme sofá de cuero negro, una televisión gigante (la más grande que había visto en su vida), una heladera y al moverse pudo sentir una alfombra aterciopelada bajo sus pies.
El ventanal daba a la terraza y el cielo se encontraba adornado por pequeñas estrellas y una brillante luna llena, que iluminaba tenue la sala de estar.
—Hey, —la llamó él— Aún no me has dicho tu nombre.
Krystal pudo inspeccionar mejor al muchacho y podía jurar que por unos instantes su corazón estaba en su boca y su respiración se había cortado. Conoce a ese chico perfectamente ya que asiste a su instituto y su hermana está enamorada de él.
Quiso correr, había cometido un error y quería que la tierra se la tragara. Se sentía como una estúpida al ponerse esa peluca y maquillaje y fingir que era otra persona.
—Soy Jimin —Dijo él buscando su mirada pero ella sólo miraba al suelo— ¿No vas a decirme tu nombre?
Había llegado muy lejos, no podía arrepentirse ahora y parecía que Jimin no la había reconocido. Se armó de valor y decidió continuar con ese papel que había estado actuando toda la noche.
—¿Para qué quieres saber mi nombre si mañana no vas recordarme? —Respondió Krystal mirándolo desafiante esta vez a los ojos.
—Buen punto, tal vez no te recuerde. —Respondió él con sinceridad— Es que tienes esta extraña vibra de chica misteriosa.
—Mirá, —Se cruzó de brazos con una sonrisa ladina en su rostro— no puedo decirte mi nombre, si no dejaría de ser la chica misteriosa.
Deseó con todas sus fuerzas que Jimin no hiciera más preguntas y mordiera el anzuelo creyendose todo ese rol suyo de chica sexy y misteriosa.
Jimin soltó una risita y levantó sus brazos dando a entender que Krystal gana. No era la primera vez que se acostaba con una chica sin saber su nombre.
La pelirroja dejó de lado el tema y se sentó en el sofá admirando todo a su alrededor. Mientras tanto el rubio sacó de una vitrina dos copas y una botella.
—Ten —Le tendió una bebida a Krystal.
—¿Qué es? —Miró con desconfianza.
—Pruébalo —Le dió una sonrisa el rubio que hizo que sus ojos se achicaran y aunque ella no lo demostrase, le pareció tierno.
Le dió un sorbo a la bebida y su sabor contundente abrumó sus sentidos. Una vez más, está era otra bebida que jamás había probado antes.
Jimin se sentó junto a ella esperando su reacción.
—Jimin, esto es genial, ¿Qué es? —Admitió, dejando escapar una sonrisa.
—Un Martini seco —Respondió con obviedad pasando su brazo por detrás de los hombros de Krystal.
A pesar de la tenue luz, el rubio la miro inspeccionandola de arriba abajo. Le gustaba lo que veía pero le resultaba extraño que ella no se comportara como normalmente hacen las chicas con las que había estado. Por lo general a los primeros cinco segundos de entrar en una habitación con sofá o cama, ya estarían besándolo para acostarse con él y no les interesaba charlar.
—¿Sabes? No pareces del tipo de chica que se va con extraños. —Jimin peinó su cabello para atrás y le sonrió.
—La verdad es que no suelo irme con el primer extraño que pasa, —se sinceró ella— pero he tenido un día de mierda y quería distraerme.
—Pues has venido con la persona correcta cariño, yo también necesitaba distraerme un poco. —Rió a la vez que dejaba la copa vacía en la pequeña mesa que tenían enfrente— Ven, creo que tengo la solución perfecta para ambos.
Acompañado por Krystal, se dirigió hacia la puerta del ventanal que daba a la terraza.
Allí la luz escaseaba aún más y lo único que brillaba era el resplandor de la luna.
Jimin encendió el jacuzzi y en unos segundos se llenó de agua.
—¿Estás de humor para un chapuzón? —Preguntó él con esa sonrisa tierna que dejaba ver todos sus blancos dientes pero que no dejaba ver sus ojos.
—Pero no tengo bikini.
—¿Tienes ropa interior puesta? Digo, no es que me moleste que te metas sin ropa, pero ya sabes. —Le guiñó un ojo. Krystal asintió a su pregunta ignorando lo último— ¿Entonces a quién le importa si no traes bikini?
Jimin se quitó la chaqueta y la camiseta dejando ver unos abdominales marcados y dos tatuajes. Krystal no pudo evitar mirarlo, pensó que Jimin era un Adonis y ahora pudo entender porque tantas chicas (entre ellas, su hermana) estaban muertas por él.
Y allí se encontraba ella, la ordinaria Krystal, apunto de casi desnudarse frente a él.
Mientras Jimin estaba distraido quitándose el cinturón y el pantalón, ella intentó quitarse el vestido pero tenía la cremallera en la espalda y se le dificultaba bajarlo.
—Ven, te ayudo.
Se acercó por detrás para ayudarla y aunque no pasaba muy seguido, las mejillas de Krystal estaban sonrojadas.
Jimin bajó con cuidado el cierre del vestido. Apoyó una de sus manos en la cintura de Krystal y con la otra mano movió una de las tiras del vestido para depositar un suave beso en su hombro.
Se alejó de ella, su cuerpo no podía moverse e iba a preguntar por qué había hecho eso pero cuando se dió vuelta él ya estaba dentro del jacuzzi.
Tímidamente, se sacó el vestido. Jimin no había desviado la mirada sobre ella ni por un segundo y a pesar de que Krystal se tapara con sus brazos, él pudo notar sus abdominales marcados.
Se sentó dentro y aunque estaba tensa al principio, terminó relajándose y dejándose llevar por el calor relajante jacuzzi.
—Entonces, ¿Por qué tuviste un día de mierda? —Preguntó ella curiosa de que clase de problemas tendría Park Jimin en su perfecta vida de chico estrella millonario.
—Mira, son muchas cosas —suspiró cansado,— Pero lo que más me estresa es jugar basquetbol.
—¿Por qué?
—No le digas a nadie pero...odio el basquetbol —se rascó la cabeza incómodo y cabizbajo y ella abrió los ojos como platos ya que él es considerado una de los mejores del equipo— Y juego porque mis mejores amigos lo hacen y si dejara el equipo, se desepcionarían de mi. Además el basquetbol suma puntos en mi carta de presentación para la universidad.
Ella lo miró a los ojos.
—¿Sabés? No siempre tienes que hacer lo que quieren que hagas—él le devolvió la mirada— Además debe haber alguna otra actividad extra que sume en tu carta de presentación.
—Aún así me siento como un cobarde. No quiero perder a mis amigos.
—Escucha, si tus amigos de verdad te quieren por lo que eres comprenderán que el basquetbol no es lo que te hace feliz. Ellos siempre querrán que seas feliz y te apoyaran en lo que sea.
Jimin estaba sorprendido ante las palabras de esta misteriosa chica ya que jamás una chica le había dado consejos. Únicamente había tenido charlas de este tipo con sus mejores amigos, pero no de este tema por supuesto.
Ambos se quedaron en silencio mirando las estrellas.
—Gracias... —Respondió él casi en un susurro.
Jimin, luego de ir a buscar adentro, le pasó a Krystal esta vez una vaso de cristal qué contenía un cóctel.
Ambos miraron el cielo, disfrutando el estallido de sabores del alcohol en sus bocas. Ambos sumidos en sus pensamientos.
Jung Krystal se preguntaba por qué siempre hacía lo que es considerado correcto, hasta ahora no había nada de malo en dejarse llevar por la tentación de vivir el momento sin preocuparse por el mañana. Jimin estaba haciendo que dejara de pensar en el futuro y disfrutara del presente. Si lo pensaba demasiado, sabía que no debía estar allí pero sin embargo, no sentía que lo que hacía estaba mal. El hecho de estar allí, con él, no se sentía mal para ella, le gustaba y eso estaba comenzando a asustarla.
Carpe Diem.
Park Jimin no conoce lo que es vivir el momento tampoco. Siempre finge que es despreocupado y que no le interesa lo que piensen de él, pero al contrario; se había preocupado tanto por tener una vida perfecta y que todo le salga bien por mucho tiempo, que se había olvidado de sentir cada momento. Esta chica, la cual no sabia su nombre, estaba haciendo que se replanteara muchas cosas y también provocaba que sintiera cosas que no podía comprender o controlar.
Krystal y Jimin, es hora de soltar el volante y ver a dónde los lleva la vida. El reloj en la vida de ambos marca las 12. Hora de dejar los roles de chica correcta y de chico despreocupado, porque mañana es un nuevo día y cada día podemos empezar de nuevo pero sin olvidar el pasado. Cada día es una oportunidad de hacer las cosas mejor y aprender del ayer.
Sus miradas se conectaron y sin saber por qué, ambos sentían lo que quería el otro y en ese preciso instante sólo querían una cosa.
Krystal se acercó a él y se posicionó a su lado. Él pasó su brazo por su cintura y la posicionó a horcajadas sobre él.
—Intentaré liberarte de todo ese estrés, linda. -Susurró en su oído.
—Bien, no hagas que me arrepienta de estar aquí, Park Jimin.
El rubio depositó un beso en los labios de Krystal y mordió su labio inferior tirando levemente de él.
Ella movió sus manos de los hombros de él a sus mejillas y se miraron por última vez antes de besarse frenéticamente.
Las manos de Jimin recorrieron su cintura y fueron bajando lentamente hasta sus caderas. El tacto de sus manos frias hicieron que se le erizara la piel a Krystal.
—Vamos a otra parte.
Salieron del jacuzzi y con Krystal detrás, aún unidos por sus manos entrelazadas, Jimin la llevó hacía su habitación que tenía una entrada en la terraza en la que se encontraban.
Él la invitó a acostarse en su cama y se posicionó entre las piernas de Krystal. La joven podía sentir la presión de Jimin entre sus piernas. Comenzó a besar su cuello, ella bajo su mano y la introdujo dentro de su boxer. El soltó un gemido ronco entre dientes y siguió besando su cuello.
—Hey —La detuvó y puso ambas manos alrededor de su rostro- Prometeme que mañana estaras aquí cuando despierte, por favor.
—Pero si no no sería la chica misteriosa —Respondió nerviosa intentando bromear con esa excusa de nuevo.
-Hablo en serio, por favor promete que no te irás.
Ella se mordió el labio nerviosa frente a la mirada suplicante de Jimin.
—Lo prometo. —mintió.

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