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Las luces se encienden en aquel lugar, aun así, Jeongin no puede ver nada porque sus ojos están vendados, quiere gritar, pero está amordazado, alguna tela está ocupando el interior de su boca, y otra cubre sus labios, impidiendo que pueda liberarse.
Sus manos y piernas también están atados, con una soga bastante gruesa que le aprieta y lastima la piel cada vez que quiere forcejear, escucha pasos acercarse y su corazón se va acelerando.
—Hola, Jeongin... —aquella voz grave acaricia sus oídos, unas manos recorren sus muslos e intenta escapar de forma inútil, las manos no se detienen hasta que llega a sus glúteos y los aprieta con fuerza, haciéndolo gritar, más que nada por el pánico de lo que vendrá después—. Ey, ey, tranquilo, si te pones nervioso sólo te dolerá más después.
Sintiendo la presencia de aquel hombre cerca, la venda que cubre su boca es desatada, con ayuda de aquella persona la tela que tenía dentro de su boca es retirada, y respira agitado, casi al borde del llanto.
—Po-Por favor, déjame... d-déjame ir...
—Oh, no, no... no sería divertido, Jeongin, no tendría ninguna gracia haberte traído hasta aquí si te dejo ir —respondió, casi riendo—. Si te portas bien te dejaré ir... algún día.
—E-Enfermo de mierda... —susurró el pelinegro, queriendo llorar del miedo y del asco, escuchó un fuerte golpe, cuando sintió el ardor sobre su mejilla se dio cuenta que lo habían golpeado a él, balbuceó un lloriqueó.
—El único que puede insultar aquí soy yo —dijo, en un tono amenazante que lo hizo temblar—. Abre la boca, puta.
Apretó sus mejillas, tan fuerte hasta que abrió su boca, dos dedos entraron en su boca, presionando sobre la parte posterior de su lengua, haciendo que tuviera arcadas, mordió con fuerza haciendo a su captor gritar, recibió otro golpe en el rostro, el hombre se apartó insultando de todas las formas posibles, mientras Jeongin respiraba asustado por lo que acaba de hacer.
De pronto fue aprisionado contra las sábanas de aquella cama, algo frío y metálico entró en su boca, escuchó un chasquido y entendió que era un arma.
—Muerdes otra vez y te vuelo la cabeza, hijo de puta —el revólver fue aún más profundo que los dedos del otro, tocando el fondo de su garganta—. Si tienes arcadas con esto no vas a poder aguantar lo otro —comentó el hombre, con una risa—. ¿Te vas a portar bien, Innie? —el pelinegro asintió, queriendo llorar—. Bueno, niño bonito, más te vale, porque te volaré la cabeza sin pestañear.
El captor retiró el arma de su boca, Jeongin se sentía asqueado y con ganas de vomitar, pero su estómago estaba más que vacío, no recordaba la última vez que había comido algo, el revólver se presionó contra su sien, en una amenaza sin palabras, fue obligado a arrodillarse sobre la cama en la que se encontraba, poco a poco la venda en sus ojos se iba aflojando, su captor no lo había notado.
—Abre la boca, precioso.
—N-no... —apretó sus labios con fuerza, el hombre lo tomó de sus mejillas, el revólver se presionó aún más contra su sien, sollozó un poco, las lágrimas comenzaban a mojar la venda sobre sus ojos.
—Te dije que abras —exigió.
Jeongin obedeció, el hombre enredó sus dedos en el negro cabello del joven, manteniendo su cabeza en alto a la fuerza, y empujando su hombría dentro de la cavidad bucal del menor.
—Chupa —ordenó, con duda y miedo, Jeongin recorrió el glande con su lengua, humedeciendo el miembro semiduro del otro, sus labios apretaron sobre aquella hombría, su cabeza fue empujada hacia adelante, apretando el glande cada vez más adentro, contra sus mejillas, su lengua, hasta golpear bruscamente el fondo de su garganta, Jeongin se apartó con todas sus fuerzas, buscando aire, el captor volvió a hundir su boca contra su miembro, llegando más lejos está vez.
Qué tan grande tenía que ser aquella polla, porque seguía entrando cada vez más, dándole arcadas mientras ésta descendía por su garganta, impidiéndole respirar, mientras escuchaba los bajos gemidos del otro, follando su boca en penetraciones cada vez más duras y seguidas.
Cerrando sus ojos con fuerza, mientras su cabeza seguía siendo empujada hacia adelante y atrás, buscando aire desesperadamente entre cada estocada contra su garganta, no se dio cuenta cuando la venda en sus ojos terminó por caer.
El hombre presionó su rostro contra la base de su pelvis, con su miembro completamente dentro de la boca y garganta del pelinegro, mientras sus sollozos eran ahogados por la eyaculación que se esparcía por su interior con asco, dándole arcadas, la falta de aire hacía que intentara dar bocanadas inútiles que solo hacía que tragara la esencia de aquel desconocido.
Cuando abrió sus ojos y pudo ver algo más que sólo negrura fue cuando forcejeó aún más para separarse, el joven hombre lo soltó al terminar, y Jeongin cayó de espaldas sobre la cama, respirando de forma agitada mientras sollozaba.
—Oh, cariño, veo que se te desató la venda de los ojos, ¿por eso te asustaste? —aquella voz grave hablaba entre risas, Jeongin entreabrió los ojos con esfuerzo para verlo, antes de que volvieran a cegarlo, fue lo suficiente como para reconocerlo.
—C-Christopher... —murmuró, queriendo llorar, el rubio estaba muy cerca de su rostro, sentía su respiración sobre su mejilla, y escuchó su risa tan característica, tan baja que apenas podías notarla, pero a la vez era imposible de ignorar.
—Oh, te acuerdas de mí, Jeongin, debe de ser un honor.
Cómo podía olvidar a su primer amor de secundaria, aquel que creía que sería eterno, el mismo con el que había tenido su primera vez, la primera persona a la que le dijo "Te amo" y su primer corazón roto, cuando no pudo soportar lo que decían los demás, de la relación de dos hombres, y rompió con él por miedo al qué dirán.
Suponía que aún después de tantos años, Christopher le debía guardar algún rencor, más que nada por ser tan malo con él, ignorar sus promesas de amor eterno, e incluso burlarse de él frente a la escuela en cuanto las personas empezaron a hablar de ellos dos.
—C-Chris... no tienes que hacer esto. ¿Por qué haces esto? Por favor... por favor déjame ir y-y no diré nada, lo pro-... lo prometo —balbuceó entre lágrimas, el mayor retiró completamente la venda de sus ojos, para mirarlo con aquellos ojos lobunos que nunca podría olvidar.
—Shhh —el rubio posó un dedo sobre sus gruesos labios—. Deja de rogarme así, es demasiado lindo —la sonrisa ladina en su rostro lo hizo temblar de miedo—. Abre para mí —dijo, sonó más como una orden, Jeongin negó, presionando sus piernas juntas, forcejeando con el mayor.
Recibió otro golpe en el rostro que lo hizo gritar, pero su voz quedó a mitad de camino, las grandes manos de su mayor se cerraron sobre su cuello, impidiéndole respirar, con inútiles ruidos de asfixia mientras buscaba oxígeno a bocanadas, sus ojos llenos de lágrimas se encontraron con los gatunos del mayor.
—Mierda... —dijo en un bajo murmullo, sintiendo su miembro endurecerse otra vez, liberó una mano del cuello del menor para llevarla hacia su miembro, aflojando el agarre de la asfixia, como una rendija de aire pasando por su garganta, respiró con dificultad.
—Pa-pa-para... —murmuró con voz ahogada—. C-Chris- Ahg-... du-due- —el apretón sobre su cuello aflojaba en leves segundos, para luego volver a cerrar su garganta, mientras el mayor se masturbaba ante la vista, el lindo chico que siempre había amado, completamente a su merced—. N-no, no... ah-
La risa baja del mayor lo hizo llorar más, sintió una mano acariciando sus muslos y tomando su miembro, siendo rodeado con facilidad en la gran mano del mayor, apretando desde su base hasta la punta, pasando su pulgar sobre la cabeza del sensible pene del menor, que no le tomó mucho tiempo humedecerse.
—Tu boquita dice una cosa, pero tú cuerpo dice otra, Innie —dijo en tono burlón, el pelinegro se sentía mareado, el agarre sobre su cuello no aflojaba, abría y cerraba su boca en un intento nulo para respirar, por más que intentara forcejear no tenía más fuerzas y comenzaba a dejar de pelear.
El mayor notaba los ojos del menor yendo hacia atrás, quedando en blanco, abandonó el agarre de su cuello y sobre el sensible pene del pelinegro, quien comenzó a toser débilmente, Christopher lo acomodó de costado sobre las sábanas, como si fuera algo milagroso, Jeongin pudo respirar mejor, tosiendo con su garganta adolorida.
—¿Estás bien, precioso? —Chris acarició su suave cabello negro, Jeongin asintió levemente, recuperando el aire, con un parpadeó notó al rubio encima de él, con su rostro apenas a centímetros del suyo—. Casi te mato, mi amor, no puedo permitirme hacer eso aún —murmuró, su voz grave se sentía como una caricia sobre su piel, los finos labios del mayor fueron hacia los suyos, para inundar su boca y nublar los pocos sentidos que le quedaban.
Una mano en su nuca presionaba el beso para que sea más y más profundo, las respiraciones agitadas de ambos se mezclaban entre los chasquidos del beso, la lengua de Chris entró en su boca para dominar sobre él por completo, Jeongin murmuraba en un intento por que se apartara, pero de nada servía, mientras sus cuerpos seguían pegándose más y más, sus piernas se separaban y la cabeza del mayor se posicionaba sobre su entrada.
Mordió el labio de su captor con fuerza cuando esté entró en él, separando el beso, Chris llevó su mano hacia sus labios, un hilo de sangre corría por estos debido al corte, miró al pequeño que respiraba agitado, cerrando sus ojos con fuerza, quizás esperando otro golpe.
Christopher rio un poco, llevó su mano al rostro del menor para acariciar su mejilla, sorprendiendo al pelinegro lo suficiente para que abriera sus ojos.
—Te gusta jugar con sangre, ¿no? —preguntó, Jeongin no entendió del todo, con un movimiento de caderas soltó un grito, su espalda se curvó del dolor.
Christopher no se detuvo, continuó moviendo sus caderas, entrando en él a la fuerza, Jeongin sentía como iba entrando en él de a poco, e igual que al principio, parecía no terminar nunca mientras la gran polla del mayor penetraba con fuerza sobre sus paredes anales.
—Christopher... Chris- pa-para... para... po-por favor...
—Amo que digas mi nombre así, amor —el rubio fue a besar su cuello, succionando su piel, marcando lo suficiente para dejar chupetones.
Jeongin sentía la presión en su bajo abdomen, de un orgasmo que quería retener, pero el calor de su piel contra la del mayor, y el miembro que entraba en él a cada movimiento hacía que el cuerpo lo traicionara
—Vo-voy a morir... —murmuró, como un llanto para sí mismo.
—No hasta que yo lo permita, Innie —respondió el rubio, antes de mover sus caderas con fuerza hacia el interior del pelinegro.
El glande del mayor comenzó a golpear sobre su próstata, y un gemido doloroso ocupó el lugar de sus gritos, pero Chris podía notar la diferencia a la legua de distancia, el rubio sonrió.
—Relájate, pequeño... prometo que te va a gustar —Christopher volvió a hacer lo mismo, era menos doloroso que al principio, rozando y golpeando su punto más dulce, Jeongin se deshacía en gemidos cada vez más, llamando a su mayor, pidiendo que pare, aunque no quería que se detenga nunca.
Sintiendo la calidez del menor rodeando su miembro, escuchando aquellos hermosos sonidos que venían desde el fondo de la garganta del menor, el golpe de sus caderas contra las firmes nalgas del pelinegro, con unas últimas y fuertes embestidas volvió a venirse, acabando dentro de Jeongin, la cálida esencia del rubio lo llenó por completo, suspirando sus últimos gemidos con la poca fuerza que le quedaba.
—Oh, mi amor... me vine dos veces y tú ni una, ¿qué te ocurre? —comentó Chris en tono burlón, mientras aún estaba dentro de él.
—D-déjame ir... —pidió el pelinegro con un hilo de voz—. Déjame ir... ¿Qué quieres? No... no tengo nada... pero déjame ir... no le diré a nadie, lo prometo, en serio —intentó convencerlo, mientras el pelinegro reía de sus súplicas.
—Ahora, quiero que te vengas conmigo, Jeongin —dijo, con una voz demasiado tranquila que solo le daban ganas de llorar, se retiró del interior del menor, haciéndolo temblar y sollozar, su mano volvió a rodear el miembro duro del menor, duro después de tanto, pero sin poder terminar—. ¿O te lo estás aguantando, Jeongin?
—D-déjame... —rogó, con las lágrimas cayendo sobre sus mejillas, Christopher lo miró a los ojos y negó con simpleza, mientras masturbaba al menor debajo de él—. C-Chris... no... n-no... mgh —sus palabras fueron interrumpidas por los labios del otro, en un beso más suave, pero igual de demandante que el anterior, se dejó besar, mientras el cosquilleo de su bajo abdomen iba en aumento, con sus acelerados latidos acompañando, y un último suspiro contra los labios de su captor, acabó en chorros fuertes de semen que mancharon sus piernas, su estómago y la mano del rubio.
Christopher separó el beso mientras dejaba el semen del menor correr, sin dejar de tocarlo, viendo las respiraciones de alivio del menor ir calmando.
—No era tan difícil, ¿no, Jeongin? —preguntó en cuanto dejó de eyacular, se apartó de él, de pronto el frío recorrió su espalda, lo vio alejarse y limpiar su mano con una tela.
—¿Qué vas a hacer-me? —preguntó Jeongin, temblando.
—Ya eres libre, Jeongin —dijo el rubio—. No era tan difícil, ¿ves? —repitió, por un segundo Jeongin se lo creyó, pero luego lo vio acercarse a él de nuevo, con el arma de antes en su mano—. Pero has visto mi cara y me conoces —añadió, de inmediato Jeongin comenzó a negar.
—No, no, no... no diré nada, en serio nada, lo prometo en serio yo... —Chris tomó su rostro, haciéndolo callar.
—No tienes que prometerme nada, mi cielo —dijo, escuchó el seguro del arma sonar—. Sabes por qué te traje, ¿no? —Jeongin negó—. Nunca te pude sacar de mi corazón, Jeongin, ni de mi mente... en todos estos años, siempre volví a ti, como lo que más quería, lo que me pertenecía... quería tenerte completamente para mí, Jeongin, aunque sea una sola noche.
—Pu-puedo quedarme... en serio, no tienes que-
—Shhh... Esta es mi última noche, y creo que entiendes que morir solo puede ser muy abrumador, por eso te traje aquí conmigo, Jeongin, y la pasé muy contigo. ¿Y sabes qué? Fue tan genial como siempre imaginé... no podría pedir nada más, la mejor noche de mi vida, con el mayor amor de mi vida —dijo, con una sonrisa amplia, Jeongin quiso negar—. Gracias por todo, Jeongin.
—No... no... —Jeongin negaba, con las lágrimas en sus ojos, viendo el arma acercarse a él.
—Te amo, mucho, Jeongin —dijo, apuntando el arma contra la sien del pelinegro, para luego tirar del gatillo.
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