Mafia 3
La poco distancia que tenían fue aún más acordada por el menor, quien lo acerco más a su cuerpo aprovechando de donde residía su otra mano. Se dio cuenta por los pequeños pasos que dio, pero no le importaba, se sentía tan bien recibir esas caricias. Pese a su error cometido todavía podía ser un buen chico, recibiendo con gusto temeroso esos gestos que solo podían hacer feliz a un animal. No le molestaba que le tratarán como tal, su apariencia decidió aquello por él. Condenandole a ser tratado como un inferior, alguien que obedece a los demás, con el único fin de hacer bien su trabajo y escuchar algunas palabras de reconocimiento. No sólo era inferior en el culto, pues fuera de este era solo un simple becario, aspirando a ser algo más, pero que no tenía suerte en ello, pese a ser el mejor y más obediente. Nunca lo ascendían de puesto, seguía en el mismo cobrando una miseria que apenas le alcanzaban para el desplazamiento. Con un trabajo tan malo, no era de esperar que tuviera otros tantos. Pues al vivir solo los gastos de todo corren por su cuenta, sin ayuda de nadie es como consigue pagar su pequeño piso. Esa fue la vida que le tocó y no se quejaba por ello, se esforzaba por seguir adelante y poder compenetrar su vida laboral con la del culto, intentando disminuir al máximo los fallos que podría tener. Su mérito no era bien reconocido, por eso, que alguien tan superior a él le diga esas palabras. Eran una gran motivación para ser mejor, era un buen chico. Por fin alguien que pensaba así, que le reconocía su esfuerzo y no lo hacía pasar por nada.
—S-si quiero. —su voz todavía era temblorosa, pese a que la situación bajo del ambiente asesino que percibía, seguía inquieto. Estaba en frente de uno de los caníbales más temibles que conocía, relajarse no parecía ser la opinión más sensata. Su instinto le decía que debía mantenerse alerta, puede que no tanto por el menor, quien parecía no guardar tanta malicia en sus palabras o gestos de los que gustaba. Algo peligroso se acercaba, pero no lograba distinguir lo que era.
Todavía se preguntaba qué es lo que haría el segundo al mando en un lugar así. Solo único que podía esperar es que no fuera lo que este pensando, varias veces ya le pillo coqueteando con algunos de los miembros. Por suerte, estos eran de un rango mayor, lo que no provocaba tantos problemas. Pero de igual forma no le gustaba que actuará así, podrían llegar verlo como una presa fácil si tan solo obedecían a sus peticiones. Temiendo como resultado una posible revuelta, o cambio de poderes. Le había regañado con anterioridad por esa conducta tan lujuriosa que llegaba a tener. Pero al ser más suave no surgía un efecto duradero en el menor, tampoco quería ser muy brusco con él. Sabía como conservar su puesto bien, manejando a los de menor rango a su antojo, provocando que no siquiera se atrevan a mirarle. Esa conducta pasiva suya era el mejor método que había visto, no necesitaba ser necesariamente violento para infundir temor. Ni si quiera poseer una apariencia aterradora, le bastaba con su carácter. Era grato tener al alguien así como su confidente, que sepa que si algo le llegaba a pasar el culto se quedaría en buenas manos. Pero todavía no estaba previsto que eso ocurriera, además que todavía debía moldear ese carácter. Que controle sus impulsos, no le gustaría saber que coqueteba con inferiores. Pero al parecer ya era muy tarde, al abrir la puerta se encontró con lo que tenía en mente. Solo que no tan parecido a eso, pues ajeno era un simple limpiador. Uno de los rangos más bajos que podían existir.
—Toth. ¿Qué crees que haces? —cerró la puerta tras de sí, nadie debía enterarse de lo que sus ojos vieron. Sería la excusa perfecta para que dejarán de temer su poder, ese tonto estaba poniendo demasiado en juego por un capricho en forma canina.
Que hermosa vista era la que tenía. Alguien de tan bella apariencia humillado así delante suya, siendo tan sumiso que admiraba aquello, no cualquiera encantaba así a el segundo al mando en ese culto de caníbales, lo presentía, su inferior tenía algo interesante que quería describir, aunque sea dando pequeños pasos para darle confianza. Quería que aquello funcionará, no era solo el deseo libidinoso lo que le motivaban, había algo más, había una ansia de control sobre el otro que si contrario le daba, curiosidad le daba saber que tipo de monstruo podía ser Tier fuera del culto, era de esperarse que aquello de mantuviera en secreto incluso para los más inferiores, ocultar sus otras vidas era un secreto que les mantenía a salvo, podría romper las reglas con tal de conocer más de ese chico. El leve silencio que quedó entre ellos le estaba encendiendo, había una chispa en su alma que se prendió fuego, iba a quemar a ese pobre perro solo por su capricho de verlo sumiso y siendo solo suyo y de nadie más, no iba a permitir que alguien le quite a tal espécimen, hasta podría atarlo a él de por vida, tan solo hacia falta consentimiento que conseguiría de la forma más limpia posible, no todo es intimidación para conseguir lo que desea, puede jugar limpio con tal de recibir resultados naturales.
Corto la poca distancia que podría haber existido entre ellos, uniendo sus bocas en un pequeño gesto dulce, tan dulce, la azúcar de su sangre se mezclaba con el gusto de ese beso, manchando a su ajeno con aquel líquido rojizo que llegaba a ser casi rosa por si concentración en azúcar, teniendo ese toque de metal que no podía faltar. Podía escuchar paso acercarse hasta donde estaban, pero no pudo importarle menos, podía presentir quién era, ese andar era propio de alguien superior, no cualquiera se acercaba a la sala de reuniones sin recibir un aviso antes, eran reglas que todos aquellos de bajo rango seguían al pie de la letra escrita en cursiva. Suaves caricias se sumaron, en la cadera ajena y en su lindo rostro, quería hacerle sentir especial por de día, antes de rebajarle nuevamente al simple puesto de un limpiador con la posibilidad de ser ascendido, podía elevar los ánimos de cualquiera hasta el cielo, y luego destrozarlos con una dura caída contra la tierra, dónde con sus preciadas botas de cuero pisaba sus dueños y hasta podía humillarle más, pidiendo lama sus botas, como un perro ansioso por un premio, por una caricia, quizá por un castigo si disfrutaba de ellos, simplemente era si gran diversión, tanto fuera como dentro del culto, humillando de forma dulce a sus compañeros de trabajo, siendo el chico bueno delante de sus jefes, pero siempre estando sobre otros, siempre teniendo más poder pese a su bajo puestos. La puerta se abrió, ya para ese punto tenía sus cuencas cerradas, no pudo ver de quién se trataba, no hizo falta, la voz que escuchó fue suficiente para helarle los sentidos, fue frío, demandante, lo que se esperaría de un líder al que no puedes desafiar pese a estar casi al mismo nivel. Lentamente se fue separando de su mayor, dejándole un pequeño rastro de su sangre sobre su boca, hasta su mentón, al bajar su beso de forma lasciva hasta su cuello dónde escondió su rostro. También podía sentir como la presa de alguien más, también podía ser la cena de otro, no estaba libre de cometer errores frente a su líder, Caos. Oh, despiadado líder, ¿Que tal si tenía un poco de piedad con el joven de azúcar? El libido es fuerte cuando se vive solo y obligado a trabajar por alcanzar sus metas, sin la posibilidad de tener runa pareja sexual o sentimental.
—C-Caos. —Mascullo como pudo, se sintió temblar en ese momento, como si el mismo terror que infundada se le devolviera, siendo más una pesadilla hecha realidad que una simple amenaza falsa, estar cerca de ese perro le hacía sentir seguro, aunque se aún poco seguro de las garras de su superior, no quería ser su comida, no quería recibir alguna tortura despiadada, sabía mejor que nadie de lo que podría ser capaz su líder si no se hayaba de buenas ese día, esperaba los cocineros hayan sido competentes en esa ocasión, de lo contrario, estaría hecho trizas dentro de poco.
Desconocía la forma en la que le haría probar su tan anhelado néctar, pues todavía sentía las manos del menor sobre cuerpo. Esas caricias dadas con ternura que alimentaban su joven alma, tan necesitada de amor que se podría arrastrar para conseguirlo. Su carencia afectiva era grande, quizá demasiado, pues ya le había causado otros problemas con anterioridad. No lograba conservar una pareja por mucho tiempo, estas salían asustadas por la dependencia que llegaba a desarrollar. Su máximo logro fue aguantar más de un par de meses, con un esqueleto colorido que llegaba a entenderle demasiado bien. Una relación que lamentablemente no terminó con un "felices para siempre". Como de costumbre, cortaron con él, pero, fue de la forma más amable que pudo experimentar. No era solo un triste adiós, sino un esperanzador hasta luego lo que recibió del mayor. Desde ese día, no perdieron el contacto como se podía imaginar, es más, hasta llegaron a enterar las cenizas de lo que alguna vez fue su amor, plantando encima de ellas las hermosas flores de la amistad. Una que en verdad duraría, hasta que el mundo llegue a su fin, se conocían bien y sabía que jamás sería juzgado por su amigo. De la misma forma en la que él no le juzgaria por sus actos atroces. Ziel le llegó a hacer sentir tan especial en un pasado, como le daba su amor de forma tan incondicional que derretia su ingenua alma. De una forma similar a lo que hacía su menor. No esperaba que la forma de su adelanto venga disfrazada de un dulce beso, literalmente, pues podía notar algo más es ese gesto que se le fue robado. Era en poca cantidad, pero destacaba muy bien, un dulce sabor que se quedaba en sus "labios". Teniendolo tan cerca y a la vez tan lejos, le gustaría poder saborear más ese dulce elixir. Pero había algo que lo detenía, y ese era el beso del cual se encontraba prisionero. Su mente se dispersaba, no sabía si centrarse en su adelanto o en el de mayor rango. Todavía obteniendo esas caricias de las que disfrutaba tanto, sin llegar a ser más lujuriosas de lo que podría aparentar. Las manos del menor se movían con delicadeza, no con deseo de algo más, una ternura que podía percibir. Y de que se atrevería a participar de no ser por imponente voz. Bromearia con aquello si no fuera a ser verdad que lo sintió de tal forma. Como su alma se alejaba de su cuerpo, bajando por todos lo pecados que cometido en vida. Llegó a disfrutar de lo que estaba pasando, moviendo su cola con libertad y ganas de más, pero esas agradable sensación se fue. Mostrándole otra vez como un perro indefenso, pero con mayor temor que el de antes. El que entró a interrumpir la situación, era el primero al mando, el esqueleto de los que más rumores habían. Bien conocidas las teorías de lo que llegó hacer para ganarse su puesto, como desafío al antiguo jefe ganando su cargo como el manda más. Nadie sabe fue que de él antiguo jefe, o si quiera llegó a existir de verdad. Sólo eran historias aterradoras que circulaban en los bajos rangos.
Su paso elegante no se hizo de sorprender, dirigiéndose al segundo de mayor rango en el cuarto. Ignorando por el momento al más inferior de los presentes. Con una sonrisa en su rostro miró detalladamente el rostro del menor. Oh, hasta él tenía su poder, que buena respuesta ante su aparición. Por lo menos podía observar el verdadero temor en sus orbes, sabía que esa conducta recibiera un gran castigo. El más duro y letal de los que pudo experimentar con anterioridad. Le dejó pasar muchas cosas, pero ¿un rango tan bajo? Eso era demasiado hasta para el libido descontrolado del menor. Que suerte tenía, ni él mismo podría creérsela, como un simple platillo le salvo de un castigo que no olvidaría con facilidad.
—Que decepcionado estoy de ti Toth. Pensaba que eras mejor que esto. —su sonrisa se borro de golpe, mostrando solo una expresión vacía, sin brillo en su mirada. Solo sus orbes mirando fijamente a los del menor, a la espera de las palabras que seguramente pensaba que eran su ruina.
—¿Un perro? Ni que fueras tal sucio animal para no controlar tu libido. —agarró con brusquedad el rostro del segundo al mando. Clavando con fuerza sus falanges, con la única intención de hacer sangrías esa zona que sufría de tal fuerte presión.
—Sabes que mereces un castigo ¿no? Me pregunto cual te enseñará a no volver a desobedecerme. Quizá podría comerme uno de esos orbes tuyos, tienen un lindo color. O también podría cortarte las falanges, así aprenderias a no volver a tocar lo que no te pertenece. —su agarre tomó más fuerza, provocando que por fin salieran esas gotas de color carmesí. Un líquido que era bien parecido en el culto, y ahora se desperdiciaba de una forma tan miserable. Siendo el suelo su nuevo lugar para residir y secarse hast perder su gran valor.
—¿De verdad crees que merece tanto la pena un beso como para poner la vida de otros en peligro? Ese jugetito tuyo no quedará impune de tus actos. Podría matarlo aquí tan fácilmente, y nadie jamás se enteraría, solo por un capricho tuyo. —su rostro seguía sin ninguna expresión o emoción. Pareciendo que hablaba en serio con todo lo que decía, pero la realidad era tan diferente. No planeaba nada, ocuparse del trabajo de esconder un cuerpo no era lo que necesitaba después de cenar. Pero ese miedo infundido sería suficiente para que el menor se calme y aprenda que había cosas que no debía de hacer.
El aliento se escapo de su boca en forma de un jadeo de miedo. Los rumores muchas veces son solo eso, palabrería sin fundamentos que difaman o engrandecen la imagen de alguien, los rumores alrededor de Caos no son más que verdades a medias, verdades que eran disminuidas para no ser tan atroces para el culto, pero siendo su mano derecha, vio ese antemano lo que era capaz de hacer su líder, ese que admiraba y temia tanto, al que odiaba con fervor y no podía evitar desear decapitar alguna vez. El tengo a ser devorado vivo por el era siempre constantes, sentirse como una pobre presa atrapada no era lo que las le gustaba, era un un pequeño conejo de azúcar que se quedaba quieto y esperaba ser tragado por el lobo que tenía delante, sus filosos y fríos ojos eran tan hermosos, como letales, tanto como el cianuro o quizá otro veneno el cual no llegaba a su cabeza por el momento, quizá hasta peor que aquellas palabras venenosa, Caos era la representación de lo admira le y temible de ese culto, nadie sabía que hizo exactamente para llegar a ese puesto o si antes de él hubieron otros líderes, todo se quedaba en una misteriosa aura que rodeaba a ese esqueleto. Al fin día iba a comerle, vivo, arrancando trozos de hueso y cortando su ecto-cuerpo como si fueran rebanadas de algún postre delicioso. Quizá debió de comportarse mejor antes de ceder a su libido, tal vez obedecer y ser el buen y obediente segundo al al mando que debía, no quería ser la presa, ser el conejo temeroso, ser una vez más atrapado contra las garras de algún maníaco que iba a comerle.
—C-Caos puedo explicarte esto. —Sin importar que tan estúpido pueda sonar, en verdad creía poder darle una excusa valida a su superior, humillandose quizá frente al inferior, pero eso sería lo de menos, el castigo que les esperaba sería tan doloroso, una tortura, quizá sin asesinato, alguno de los dos no saldría vivo de ahí si su superior no se hayaba de buenas. Se arrastraria como perro con tal de ser perdonado. La muerte no estaba en sus planes. Se dejó tomar por a mayor, se dejaría herir una y otra vez, era un privilegio que aquel ser que tanto detestaba le mirase como un casi igual, y sus castigos eran una especie de preparación para cuando sea el nuevo líder del culto.
—P-perdón jefe, perdón. —Suplicaba, podía sentir como esas falanges se iban aferrando a su hueso, con la vista intensión se romperlo, acción que no tardó en venir a él junto a un regaño, ahogó un quejido del dolor, no quería interrumpir a su mayor y ser degradado más de lo que normalmente es, destinado a estar siempre bajo otros, humillado y golpeado, castigado, se lo merecía, por desobedecerle. Su preciada sangre se desperdiciaba gota tras gota ensuciando el suelo, tan desechable. Desafiarle sería su condena y haber tocando algo que no es suyo le iba a matar, tan solo es una pertenecía más de Caos, y se atrevió a tocar lo que a este le pertenecía fingiendo que ese preciado esqueleto era suyo al menos por unos miserables y cortos segundos. Se removió en su lugar internado safarse del agarre, escuchado el leve sonido de sus huesos por el temblor que le recorria, Tier no tenía la culpa de volverse su nuevo capricho, no quería perder esa posible oportunidad de dejar la soltería, pero tampoco podía humillarse más como para pedir recibir el castigo ambos.
—U-ugh, no, por favor, Caos. No d-desobecere otra vez, so-solo déjame ir. —Parecia que sin importar cuando pidiera por ello jamás lo podría conseguir y solo se estaba rebajando al nivel de un pequeño roedor al pedir a su cazador algo de piedad. Solo pudo mantener el silencio, esa mirada le exigía eso, que no hiciera nada y se dejará matar lentamente por su líder, un destino poco pacífico le esperaba, su mayor se veía ya arto de sus jugueteos, jamás le noto así, tan dispuesto a volver su vida un desastre, a cualquiera coste con tal de divertirse, sus juegos no tenían límites, podría acabar con la integridad de cualquiera con tal de eso, ¿Que castigó le daría ahora? ¿Le iba a quitar su juguete? ¿Le iba a dar una paliza? O quizás algo más cruel. Elevaría sus esperanzas hasta el cielo y le dejaría caer hasta destrozarle por completo, su pobre cordura estaba en riesgo, su estabilidad emocional y mental en juego, y su cuerpo solo sería el recipiente que contendría tantas emociones, un torbellino de ellas.
¿Que tan lejos podría llevar caos con tal de arruinar su vida?
Tan asustado, tan indefenso, rogando por un poco de misericordia de su cruel rey, ohh~ como disfrutaba eso. Sentirse poderoso era sencillamente fantástico, hasta el segundo al mando temia su gran poder. ¿A quien no le subiría el ego? Todos pueden caer con gran facilidad ante el poder, ansiosos de más, cometiendo actos atroces con tal de sentirse superiores a los demás. Lo entendía tan bien~ el tener control total de la vida de alguien es bastante satisfactorio. Que pierda su autonomía, hasta convertirse en una marioneta de felpa más. ¿No era fantástico? Destrozar tan profundamente a tu presa sin tener que acabar con su vida, el ver el resultado de tus acciones era una fantasía macabra echa realidad. Esa sensación era la mejor que se pudiera tener, lo sabía de primera mano. Disfrutaba bien de su posición como líder, en un culto pensado únicamente para monstruos que compartieran ese curioso gusto visto tan mal por la sociedad. Pero no sólo era líder en ese lugar, también era el jefe de una importante compañía alimentaria. ¿No era gracioso aquello? Gracias ese trabajo que guardaba en secreto a los demás, desarrolló su gusto hacia la carne de sus misma especie. Si tan solo no hubiera probado tal gota de ese dulce néctar ni siquiera se hubiera interesado por el canibalismo en primer lugar. Pero no fue así, todo por un "trágico" incidente ocurrido en uno de sus múltiples mataderos. El día que desencadenó todo, que buenos recuerdos~.
—Que... Patético. —soltó el rostro del menor sin delicadeza alguna. No se imaginaba que podía llegar a arrastrarse a tal punto, pero era tan gratificante que lo dejaría pasar. Su sonrisa volvió a parecer, acompañado de unas sonoras carcajadas que resonaba en aquel curioso lugar. Fue tan divertido ver el miedo impregnado en su rostro, como los orbes ajenos se movían levemente al verse tan expuesto ante un posible depredador. Se lo había pasado bien, desde luego ese día fue uno bueno, podría permitirse ser más blando y compasivo con el menor. Pero sus actos no quedarían impunes, y seguro que ya sabía eso.
—Mi dulce Toth~ te has librado. ¿Qué suerte verdad? —de alejo del menor para acercarse el de más bajo rango. Ese esqueleto, tan parecido a un perro, ¿en serio se había arriesgado tanto por él? Pobre Tier, ya se había vuelto el capricho del menor. Aquello no acabaría bien, al menos no lo permitiría. Dio unos pasos más, posicionándose detrás de aquel miembro tan inferior. No sólo por su rango, también por su estatura. Puede que para Toth ese esqueleto fuera alto, algo normal teniendo en cuenta la estatura del menor. Pero a diferencia de él, todos eran unas simples cucharas que podía aplastar con facilidad.
—Podrás disfrutar un día más de todos tus órganos, pero ¿que pasa con este pequeño? —sus falanges están algo manchadas por culpa de la sangre del menor, y aunque no le podía importar lo más mínimo lo utilizo a su favor. Acariciando suavemente el rostro de aquel animal manchando este levemente.
—No es de tu propiedad ¿lo sabes verdad~? —no podía estar más orgulloso de lo que hacía. Con solo ver el rostro del menor le bastaba para tocar a un rango atan bajo, pasando descaradamente su mano libre por los mismos lugares que ya fueron tocados con anterioridad. Ya estaba anhelando ver la expresión del menor cuando marque a ese perro como suyo, sería realmente divertido~.
Toda la escena que pasaba antes sus ojos era simplemente aterradora. Ver de tal forma como podían interactuar los de más alto rango, helaba la sangre de cualquiera. No sólo eran rumores aterradores los que se difundian, podía verlo en primera persona. Como el despiadado depredador que pudo ver en el segundo, se convertía lentamente en una presa más. Como todos los miembros que estaban bajo las órdenes de esos dos. Era algo de admirar y temer no iba negarlo, pero esa misma admiración venía por hecho de como pudo doblegar el carácter del menor con tanta facilidad. Es admiración nacida del más profundo y grande temor que le cogía a una entidad benevolente . La misma que podía ser buena y piadosa como ser convertirse en un infierno personal. Llegando a competir en maldad con el mismo demonio. Toda esa situación iba tan rápida ante sus ojos, no podía hacer nada. El miedo lo había paralizado por completo, dejando hasta su cola quieta en sus piernas. Podía escuchar la conversación que estos tenían, son llegar a ser consciente del todo, el temblor en su cuerpo y la mirada perdida que tenía, no le dejaba ver más haya de la barrera del miedo que le cegaba. Sintiéndose tan aterrado que sus sentimientos llegaban a escaparse de su cuerpo, dejándole como un muerto en vida. Cosa que estos aumentaron al percibir como Caos venía hacia su dirección, con un paso tranquilo y tan calmado que casi parecía imposible que le hiciera algo. Lástima que no fuese eso, pues el sentir otra vez esas caricias indeseadas sobre cuerpo le hicieron reaccionar. Llegandole faltar el aire, sabía que podría morir en ese mismo lugar y la sensación de no poder ver lo que el depredador hacía lo convertía en un infierno. Con cada leve roces su cuerpo se estremecía por la sensación, le estaba faltando el aire, comenzado a hiperventilar de poco en poco. Lo único que le faltaba era verse todavía más indefenso.
Cerraba sus ojos con fuerza dejando que las lágrimas bajarán por su dañado rostro, herida que el mismo se causaba se iban extendiendo por gran parte de su figura osea, además de las propias heridas que si jefe ocasionó y dejaba adornando de forma humillante su rostro, como una marca de desobediencia un castigo que no se podría desvanecer aunque la herida sanase, ese era su castigo, o al menos por ese momento lo era. Sintió como si rastro era soltado, y esos denigrantes comentarios llegan a sus "oídos", tan menospreciado hasta en es puesto de poder tan alto. Ni siquiera dentro de su propia familia era querido, ¿Por qué pensó que sería distinto fuera de esta? Caos le veía con asco y decepción, como si su mera existencia fuera desastrozo para su culto. Sus piernas le pedían huir, pero la única acción que realizaban era temblar, lentamente abrió sus logros ojos, viendo hacia donde caminaba su líder, no, para el nada quedaba impune, hasta el simple error de obedecer las reglas del segundo al mando parecía ser el peor pecado, ¿Que de malo tenía querer tener solo para él? No mataría a Caos compartir un poco.
Seco sus lágrimas con el borde de su camiseta, miro a su jefe avanzar, tan elegante como siempre, hacia Tier, viéndole, parecía querer comerle ahí mismo con la mirada, o de forma más física, conocía esa mirada de depredador que el amigo le dedicaba a su perro. No podía hacer más que solo observar con temor lo que podría pasar. Ese día deseaba que estuviera de buenas, al menos lo suficiente para dejar a Tier ir con solo un rasguño, fue capricho suyo besarle, aquel esqueleto no podría considerarse culpable además de ser condenadamente lindo y tierno cuando se aterraba o cuando recibía caricias y hacia ese gesto como cachorro pequeño, era tan adorable. Lamentablemente ahora solo podía apretar los puños con indigna necesidad de golpear a Caos. Tocando a si a quien ya marco como suyo con ese beso anterior.
—¿Que vas a hacerle, Caos? —cuestiono con cierta demanda, avanzando un par de pasos antes de quedarse helado esperando una respuesta que satisfaciera su necesidad, esperaba no fuera lo que pensaba, que lo que pasará por su cabeza no fuera más que una pequeña desgracia que no ocurriría.
La mano que acariciaba el rostro del menor fue bajando lentamente, hasta llegar al cuello de aquel indefenso perro. Pasando libremente sus falanges por ese sitio tan vulnerable, alejado en el proceso la ropa que llegaba a estar demasiado cerca del lugar que escogió para marcarlo como suyo. Escuchar esos quejidos de dolor cuando la sangre comience a bajar por sus huesos, el rostro que menor al momento de verlo. Estaba tan impaciente, quizá si pueda disfrutar más de ese momento~.
—Nada que tú no hayas hecho antes. —no de una forma tan literal, pues el menor quiso quedarse con el perro a partir de un gesto tierno, que le resultaba realmente asqueroso. Si que podía ser blando, si en verdad quería marcar a ese animal como suyo, solo le servirá la sangre para que se aleje de la indefensa presa. Pero al no haber esta, podía divertirse con el dolor y frustración provocados. Acercó lentamente su rostro al lugar escogido, clavando sus filosos dientes de golpe. Pudo escuchar los quejidos de dolor del de menor rango, como su cuerpo tembloroso de movía intentando huir de tal peligro. Algo que por obvias razones no se le fue permitido, resultando la acción en todo lo contrario. Un acercamiento de cuerpos indebidos, con la única intención de provocar más molestia al menor, con lo que a tamaños respecta. De alejó de la dañada zona, relamiendo con gusto ese sabor metálico que se le había quedado en la boca. Un sabor bastante agradable, quizá más metálico de lo normal, pero así le gustaba. Con cierto gusto dulce opacado por el alto contenido en hierro de esta, quien diría que podría disfrutar tanto del sabor de alguien tan inferior como el perro al que mordió.
—Esto durará más que un simple beso~. —y más que durará, ese gusto de sangre ajena en su boca le satisfacía de alguna forma. Quizá pueda morder lo un poco más, a modo de castigo por atreverse a besar alguien de tan alto rango. Que mal perro era.
No le gustaba nada estar de esa forma, su corazón podría a salirse en cualquier momento por el terror que sentía. Era tan horrible, como encontrarse dentro de la boca del lobo a punto de ser devorado, y lo peor. Sintiendo que el mismo se metió en tal destrozo lío, llegando a ser responsable de todo lo que le llegó a suceder, y no sólo a él. También al segundo al mando, pudo observar como limpiaba sus lágrimas con la manga de su camiseta. Le llenaba de pena verlo de tal forma, era un experiencia horrible sentirse tan inferior a alguien, creyendo que tú vida se encuentra en sus manos. Pudiendo ser desechada con facilidad, solo por un superior ambicioso y sin corazón. Así se sentía todos los días, puede que no tan directo, pero su pan de cada día tener que soportar a sus jefes malhumorados, buscando cualquier excusa para hecharlo. Pero no todos eran así, otros sólo actuaban de una forma tan pasiva que no le dejaban avanzar, dejar de ser un becario no entraba en sus opciones. Por no mencionar que otros actuaban como si fueran suyos, solo por pagarle una miseria en un trabajo estresante. Ensuciando lo que va limpiando al parecer un perro que debe obedecer sin rechistar. No sabía cual era la vida que tenía Toth fuera del culto, quizá una maravillosa y llena de alegrías, quizá todo lo contrario. Pero por fin se sentía al mismo nivel que él, comprendiendo el dolor del abuso y humillación. Una presión tan fuerte como desgarradora fue la que le distrajo de mirar al menor, era tan horrible. Podía sentir como esos dientes se aferraban con fuerza a las pobres vértebras de su cuello. Provocando que un líquido carmín se asomara, recorriendo sus huesos. Desde la parte de la herida gata el final de estos, varias lágrimas de dolor fueron las que les acompañaron a las gotas rojas. No era de esperar que ante el dolor, soltara un débil quejido e intentara huir. Lo que provocó quedar más cerca de su depredador, a la espera de un mordisco más, los suficientes que satisfacieran a su jefe y le dejará marchar. Mucho no se hizo esperar hasta que recibió otro, ya no en cuello, sino en el hombro del mismo lado. El mismo dolor mezclado con el propio que se daba al su cola enroscarse de forma tan fuerte a su pierna. Sentía que se lo iban a comer ahí mismo, y no como una metáfora, era totalmente de forma literal.
—Maldito bastardo... —un gruñido se escapo de su boca, amenazante como adorable, su algo agudo tono de voz no ayudaba a hacerle ver amenazante, su baja estatura era más un pequeño "más" a su gran encanto como desventajas. Llevo a clavar sus falanges sobre sus muslos, solo pudiendo ver lo que ese rey sin corona hacia con lo que ya marco como suyo, dos jodidas marcas había quedado en el cuerpo de Tier. Pero no se quedaría calmado solo siendo un mero espectador.
—Te estás arriesgando mucho Caos. —Su amenaza iba directa, sabía cómo difamar con malas palabras y falsas ideas la imagen de alguien más, no tuvo la suerte de saltarse esa etapa de su vida en la que necesito crear un orgullo basado en el sufrimiento de otros. Dió un paso adelante, sus falanges se clavaban sobre su pierna, aún sobre la ropa llegaba a sentir esa satisfactoria motivación que provocaba adrenalina cuando era autoinflingida. Podía retomar su valor tan rápido como salía de la sombra de su superior, era su pequeño y único error, confiarse demasiado, confiar en que pese a haber distancia entre ellos Caos nos era capaz de dañarle, oh sabía que estaba equivocado, pero esa falsa confianza y ególatria cubrian sus debilidades, su carácter indefenso pero ansioso de poder. Se sentían como un inútil, quien diría que pese a ser mayor ya aún se sentía como un crío débil e indefenso que se ocultaba en el baño para huir de ese problema que le devoraba desde fuera hacia adentro, acabando con su vida, acabando con si estima, y que cubría con ego. Las heridas que quedan de la niñez forman el actual carácter, Toth no es la excepción a esa gran regla, siendo débil frente al peligro, no pudiendo mover sus piernas para huir tal asustado conejito o atacar con los dientes que tenía y como predador podía poner a relucir fácilmente.
Se estaba arriesgando al estar así a su líder pero podía evitarlo, no solo era porque le estaba quitando su capricho, era una especie de venganza justificada contra su propia debilidad, intentando demostrar algo y a la vez cuidar su propio orgullo, verse tan débil frente al inferior no fue lo más divertido que pudo haber experimentado. Podría utilizar su magia pero el anterior horror que vivió le dejo bloqueado totalmente, no es el más fuerte físicamente, logro escalar hasta su actual puesto gracias a su valentía y habilidad de intimidación, tan curiosa como sencilla.
—¿A-acaso ese es el mejor castigo que se te ocurrió? Te creía más creativo con esas mierdas Caos, venga, ¡Seguro puedes hacer más que eso! ¿Que tal si rompes un par de huesos? Eso sí callaría la boca de ese perro, o ¿Que tal si me rompes algo a mi? Sabes, puedo contar lo que pasó aquí. Oh, ¿Que dirían todos, el gran superior marcando a una burda perra como esa? Tu eres patético. —Un paso más cerca, y se podía notar que su temor incrementaba—No estás siendo divertido, ¿No te enseñaron a compartir las presas? Quizás así pues mantener mi boca cerrada, querido Caos. —Estaba casa vez más cerca, con un paso tembloroso, como si toda la energía que tenía dentro estuviera por explorar, no era un secreto bien guardado su hiperactividad, que decir, no es el más cuerdo dentro de ese cuarto, quizás Caos podría superarle, ambos son ajenos totalmente de la vida del otro, pero ando le daba a intuir que su mayor era un enfermo de esos que la cabeza la tenían demasiado jodida y su ego no se separaba de su cotidiana vida, ¿Quizá aún psicópata? No, pensaba más en un narcisista con complejo de dios, algo que le dejara sobre la media hasta los mas superiores pero hasta ellos morían. Algún día, podrá tener el cuerpo de Caos sobre su mesa de autopsias. Cortará cada parte suya y comerá sus ojos como el dulce de caramelo que son, quizá pueda llevafse algunas falanges como premio, las mismas que atravesaron su hueso y causaron heridas.
Alejó su boca del cuerpo del menor, ¿quién diría que se le enfrentaría de esa forma? Un pobre segundón intentando sobre pasar al líder, al parecer no le había quedado claro antes. ¿O quizá si? Podía ver ese paso tembloroso del menor, como se acercaba lentamente hacia él, escupiendo palabras que creyera que le heriría de alguna forma.
—Sabes, no soy yo el que beso a un sucio perro. Y mucho menos el que va insinuandose a otros miembros sin poder controlar su jodido libido. —palabras tan ciertas que era imposible negarlas, o sino bien se podría preguntar a los cocineros, o quizá prefiera que cuente la verdad un cazador. Hasta podía provocar que ese simple limpiador delatara al menor, tantos testimonios en su contra que sería una estupidez negarlo.
—Y ya que lo dices, pensaba que querías en el mejor estado a tu jugetito. Pero como al parecer me equivoque, no habrá problema que lo castigue de forma apropiada~. —sus manos fueron metiéndose dentro de la camiseta del rango inferior, tocando sin pudor alguno cada una de sus vértebras, hasta llegar a lo que serían sus costillas, una hermosa estructura que protegía con creces el alma de aquel monstruo. Incluso podía admitirlo, el perro tenía una buena estructura ósea. Parecían huesos fuertes, con el grosor perfecto para cumplir su función. Era un verdadera lastima que Toth sacase valentía en el peor de los momentos. Provocando que el inferior tuviera que pagar las consecuencias de sus sucias palabras.
—¿No es una pena Tier? Al parecer no le importas a Toth, solo eres un tonto capricho suyo, destinado a entretenerle potñr un rato, antes de que te tire como una manzana podrida. —sus manos agarraron con fuerza el par de costillas flotantes que tenía a ambos lados, una increíble estructura ósea a la que le faltarán piezas, siendo un juguete incompleto. Tiró hacia abajo con fuerza, separando las inútiles pieza de su lugar de origen, dejando tras de sí un rastro de sangre y un audible grito de dolor del rango inferior. Eso era lo que quería ¿no? Porque ya era muy tarde para arrepentirse de sus palabras.
—¿Estas contento? Mira lo que me obligaste hacer por no mantener tu boca cerrada. —reía con fuerza por sus actos, y seguirá con más de ellos. Dijo que le rompa algo, pero no cuando podía detenerse. El pequeño cachorro herido parecía que iba a caerse en cualquier momento, tan indefenso, como sus brazos y manos apretaban fuertemente su estómago. Sería una pena que alguien le empujará, seguro caería de cara. Upss, esa desgracia ocurrió. Aprovechando el estado del menor, le dio un fuerte golpe que lo tiro al suelo, cayendo de cara, justo como pensó.
—Ni si te ocurra a desafiarme otra vez Toth, ya veo que no te importa este sucio animal. Pero piensa que el próximo podrías ser tú. —levantó una de sus piernas, solo para pisar a quien se encontraba en el suelo retorciendose de dolor. Provocando que este se quedara una vez más estático, se pudo escuchar un leve crack cuando lo hizo. Un sonido que desencadenó una sonrisa macabra, que poderoso se sentía, humillando de tal forma a un simple esqueleto que no lo merecía. Pagando este las consecuencias del de mayor rango. Una última patada fue dada por el líder, directa al lugar donde le había quitado unas piezas que de poco servían. Pobre cachorro ingenuo.
Que ingenuo era, ¿como puedo sentirse por un momento a la misma altura de un rango tan alto? Era claro que no lo era, Toth jugaba en otra liga. Llegando a ser mucho más poderoso que él, solo era un mero entretenimiento ¿no? Tenía la esperanza de lograr salir intento del lugar, puede que con unas mordidas, pero al fin de al cabo con todos sus órganos e su sitio, pero ese no era el plan del menor. Quien le desafío a Caos a ponerle un castigo peor, degradandolo tanto en un período corto de tiempo. Toth era otro de sus jefes, que creían tener el derecho de su vida sólo por ser superiores a él. Tan dependiente estaba de amor que no se daba cuenta de ello, creyendo que unas caritas podían demostrar el amor que tanto esperaba. Ahora veía su destino claro, no saldría bien parado de esa, pues Caos estaba agarrando sus últimas costillas, aquellas denominadas flotantes por su función inútil que el cuerpo se puso. El dolor al perderlas fue espantoso, podía sentir la sangre correr por esa zona, bajando lentamente por sus vértebras hasta manchar su ropa. Un dolor tan grande vendría acompañado de un buen grito ¿verdad? Así era, pues este no se hizo esperar tan desgarrador como lo sentía en ese momento. Se cubrió rápidamente ese lugar, tambaleándose lentamente por la perdida de sangre. Oh mierda, tendría que darle michas explicaciones a Zuri. Un golpe más, uno que lo mando directamente al suelo, cayendo contra el suelo con su frente. Fue un golpe fuerte, pero creía no haberse hecho nada, no sentía agrietada o rota ninguna parte más, o eso fue hasta que se intentó levantar. Chocando aún más fuerte que antes contra el suelo, estaba oyendo un "crack" en la caída. Estaba aterrado no sabía que había siro ese sonido y se temia lo peor, guardaba esperanzas en que solo fueran cosas suyas. Pero un rastro líquido que salía de la zona dañada le hizo alerta, sin mucho tiempo de respuesta. Pues una patada le fue dada en el estómago, dejandolo tirado en el suelo. Pero con las fuerzas suficientes como para poder palpar con cuidado la zona de su cabeza. Sangre, se había agrietado esa parte. ¿Que pasaba si llegaba a romperse? Sus lágrimas bajaban con más intensidad que antes, dejandole aterrado por lo sucedido. Le dolía todo el cuerpo, casi ni se podía mover, y sus dos líderes seguían en ese lugar. Quería huir, muy lejos de ahí, ir a un lugar seguro donde esconderse y lamer sus heridas. Sus jefes eran letales, como podían aprovechar tan fácilmente para causar tanto dolor solo por un simple robo de carne. Ya no volvería a desobedecer las normas, no quería terminar dañado nuevamente. Sólo necesitaba tranquilidad, sentirse de alguna forma seguro, y que no se aprovecharían de su estado. Sólo quería que Zuri estuviera con él, sabía que podía confiar en él mayor, desahogarse por lo sucedido, que este le entendería y le hablaría dulcemente mientras sanaba sus heridas. No le regañaria por desobedecer las normas, ni le castigaria. Era la paz que tanto anhelaba sentir, no 3l temor que le provocaba seguir consciente.
Estaba consiente del daño que ocasionaría a Tier, pero ¿Que más debía hacer? No podía dejar que cualquiera le vea débil, si nombre no está en el direccionario cuando se busca esa palabra, más bien estaba en la palaba “mentira”, porque todo en él era una burda mentira, no podía confiar en nadie sin antes haberles lastimado de tantas formas posibles, porque es mejor causar un abandonó que sufrir de este cuando menos se lo esperas, apenas conocé de Tier, por ello no pudo ser menor la importancia que tenía cuando Caos le atacaba, era más el capricho de que tocará algo que ya marco como suyo. Frunció suavemente su ceño, ¿En qué punto su vida dependía de los frágiles hilos de una mentira bien envuelta en papel de regalo? En un punto gustaba de la tortura de otros pero, solo en el ámbito psicológico, el físico no era lo suyo, desafiaba los límites de Caos para demostrarse que su empatía estaba muerta, que pese a haberse encariñado a perro podía lastimarle, llamarle de formas humilalntes, y el aún seguiría a su lado, porque esa es la fidelidad que cree que se merece y podría hacer a su contrario de fiar para mostrarse débil, como en su alma en verdad, es solo un niño asustado jugando a ser adulto, maduro demasiado pronto, juega a ser poderoso porque es lo único que le hace sentir bien, la idea de tener a alguien a su lado lentamente se iba marchitando con el pasar de los años. Apretó su mandíbula, como perro listo para atacar, morder al otro dando inició a una pelea.
—Soy joven, algo de malo debo tener ¿No lo crees? —Burlon era su tono, estaba por los veinte, en poco tiempo escaló rápido por la jerarquía se su culto, jamás tuvo parejas durante ese periodo, su único objetivo era avanzar lo más rápido posible y destacar, creyendo ilusamente que su talento sería reconocido, lamentablemente era humillado como todo el resto, solo que con el grado de ser una especie de secretario y organizador de las hermosas celebraciones que se llevaban a cabo en ese amplio salón. Una pequeña sonrisa creciente se dibujo en su rostro, ocultando las ganas de llorar que el miedo le provocaban.
—Los juguetes están para divertirse, los perros son más fieles y duraderos que eso. —Animo, sintiéndose helar la sangre cuando ese desgarrador grito resonó por todo el salón. Hacia pequeños gestos de dolor, como si la tortura la estuviera recibiendo él, lo lamentaba por Tier pero debía mantener su ego intacto a costa de otros, ojalá le perdonará después, porque no sería la última vez que se vieran, quería sentirse débil y seguro junto a alguien, y esperaba se fuera el inferior, le había estado observando durante un tiempo y quería eso, a su forma retorcida diría que una relación estable y sincera podría ocurrir, hasta podría regalarle un hermoso collar para conmemorar el inicio de algo hermoso. Pensar en positivo y en el futuro le alejaba de la horrible escena que precenciaban sus orbes, su sonrisa flaqueaba un par de veces.
Era violento, pero quizá no peor a lo que ya a visto con anterioridad. El dolor venía de ver la decepción con la que Tier le miro durante un momento, como si hubiera traicionado su confianza y cariño, ¡Prometía enmendarlo! Lo haría cuanto antes. Luego de la paliza que se llevó el inferior y las últimas palabras de Caos, se mantuvo en silencio mirando el suelo esperando a que esté se marchara de la escena, un lado lento pero elegante se escuchó y seguido el fuerte sonido de la puerta cerrandose y pasos lejanos le dieron via libre de correr hacia el pobre herido. Con gesto asustado observó las heridas en su cráneo y las costillas en el suelo, si es rápido aún podía recuperar y sanar ese hueso, no por nada estudio tantos años medicina como para no aplicarla.
—¡O-oh mi dios! Tier, ¡Perdón, perdón perdón! Joder. —maldecia en pequeños murmullos a su maldito orgullo. Estaba entrando en pánico, busco con desesperación enteré los bolsillos de su pantalón un teléfono, encontrando lo puedo de pasar dos veces sobre el mismo, lugar, busco entre sus contactos frecuentes y marco. El tono de marcando le estaba desesperando, solo podía esperar mientras veía como su inferior se rectocia moribundo en el suelo.
—Sala de reuniones, ahora. —simple y directo, corto la llamada a los pocos segundos de empezarla. Siendo recibiendo con un "si" corto y perezoso. Soltó un suspiro, eso le tranquilizaba, saber que aún tenía a alguien en quien confiar. Se puso de conciliadas frente al mayor, poso sus manos sobre su cabeza dejando pequeñas caricias. Era curioso como aún siendo esqueletos sus cuerpos provocaban calor como medio de protección ante posibles invasores al abrirse una herida, podía sentir como la cabeza de su ajeno tenía una leve temperatura elevada, podría adivinar que era el mismo caso de la zona del dolor, lamentablemente si magia no era de sanación pese a ser un médico, era únicamente de dulce, quizás por eso su padre intento comérselo más de una vez, ja, curiosa anécdota que recordaba con humor. Quizás unos cuantos minutos se tardaría su conocido de las confianza en llegar, tan solo esperaba no se topara con Caos en el camino, no necesitas que ese desgraciado hiciera más daño a sus queridos inferiores.
—Vas a estar bien, ¿Está bien? S-soy doctor —Se estaba arriesgando al revelar aquello, ejercía como medico y forense sentir se un hospital, más haya de eso la información es secreta— duele por ahora pero ya estarás mejor, solo necesito que me permitas ayudarme. —ese modo de hablar era tan dulce, como el de un médico hacia un niño asustado que sufrió de un gran accidentes, era ese mismo tono que utilizaba al trabajar con tanta tranquilidad, solo que ahora la tensa situación le obligaba a mantener la calma para no entrar en pánico y empeorar todo, odiaba que Caos siempre encontrara la forma de arruinar no lo que hacía o decía, pero ya llegaría el día donde sea él quien arruine su vida, y esperaba que Tier esté ahí junto a él para apoyarle, fantasear le ayuda a mantener la cabeza fría, por más estúpido que podría hacer, era mucho las sano que comer cosas como cristal o esa hermosas bolitas de colores que eran el veneno para ratas.
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