Capítulo 21: Tensión


Pienso que meternos en problemas es un recordatorio de que estamos hechos para pelear ante las adversidades o las personas que causan esas adversidades. Ni bien terminamos de obtener todo lo de la lista que nos dieron en el refugio, el día pareció oscurecerse por completo.

Un par de autos nos cerró el paso hace unos momentos. Bajaron seis sujetos, entre ellos una mujer, quien habló con Seven, nos obligó con amenazas a bajar de nuestro vehículo, y nos trajo a un terreno plano en medio de la nada.

Hasta donde Emy y el mismo Seven han murmurado, estos sujetos son parte del refugio al otro lado de la ciudad. Drei me habló también de ellos, es el refugio que corresponde al área en la que vivo. Sé en qué dirección van a ir y cuál es la causa del evidente problema que está por empezar.

—Sabes cuales son nuestras reglas, Siete. —La mujer habla después de un rato de silencio, afirmando lo que había pensado—. Deben respetarlas. Son vitales para nuestra supervivencia.

—La falta de modales abunda por aquí, ¿eh? Soy Seven para los de mi refugio, lo mismo aplica para los de afuera —El rubio se acomoda el cabello con actitud relajada—. Escarlet, no sé por qué la obsesión. Puedo presentártela si quieres, no llegarás más lejos que eso.

La mujer le dirige una mirada asesina, a la que él responde con una sonrisa encantadora como quien está hablando con su persona favorita.

—¡Estoy hablando en serio! —Su voz es la misma que la de un coronel dando órdenes.

—Cariño, relájate, te saldrán arrugas... más arrugas —dice el rubio mientras acomoda el cuello de su gabardina—. Háblalo con tus amigos, lleguemos a un arreglo satisfactorio para ambas partes. Uno en el que no te voy a dar a uno de los míos.

La falta de interés del rubio sólo aumenta el grado de molestia en el grupo contrincante.

La mujer se da media vuelta hacia los sujetos con los que ha llegado para intercambiar palabras con ellos. Cosa que aprovecha Seven para tomarnos a Emy y a mí, y alejarnos unos pasos del centro de atención.

—Esto es malo —murmura Emy—. Nos superan en número.

—Vaya, ¿en serio? Lo que pasa es que no sé contar, niña mostaza —Seven imita el tono de Emy aunque irritado—. Ella sabe que no puedo participar en peleas territoriales, se está aprovechando de eso.

—¿Por qué no puedes participar? —me uno a las murmuraciones.

—Por una vez en la-... —El rubio niega con la cabeza—. ¡No importa! Tenemos que salir de esto sin pelear. Son seis y ustedes dos.

—¿¡Vas a dejarnos pelear solas!? —chilla Emy.

—No tengo opción. Si rompo otra de sus estúpidas reglas esto va a ser peor para nosotros —Seven se lleva las manos a la cabeza—. ¿Quieres que los soborne? Ellos no parecen querer dinero y yo me quedé sin piedritas —dice lo último en un tono molesto que no concuerda con la cara sonriente que nos muestra.

—¿No puedes convencerlos de otra manera? —cuestiono.

—No parecen querer algo que no seas tú o pelear —aclara el rubio mirándome con severidad—. Honestamente, lo veo difícil.

Suelto un suspiro de fastidio, dando un paso fuera del círculo de murmuraciones. No me gusta no poder ayudarlos. El control sobre mi habilidad está lejos de estar en mis manos. Lo que me deja dependiendo de mi capacidad física y agilidad mental para responder ante una pelea como mis dos únicas armas.

<<Quiero arrancarme el cabello>>, pienso con serias ganas de hacerlo, aunque eso no ayude.

—Creí que habían vuelto al refugio. —Se alza una voz familiar—. Vi la camioneta allá atrás, así que vine a ver en qué demonios andaban.

Los tres nos giramos al mismo tiempo, encontrándonos con la mirada gris y extrañada de Nueve. Él mantiene su rostro semi oculto con las sombras proyectadas por su capucha. Su ropa es de un gris oscuro, pero está manchada con polvo y algo que parece un tipo de aceite.

Nueve ladea la cabeza como para ver más allá de nosotros.

—¡Mi muchacho! —Seven se abalanza sobre él, Nueve intenta quejarse, pero el rubio ya lo ha rodeado con los brazos—. Sé que dije que no te queda lo de ser héroe, no lo retiro pero... ¡llegas en buen momento!

Sin dejar que Nueve se niegue, lo empuja al frente, casi causándole un tropiezo. Justo en el momento en el que Nueve se pone a la cabeza, la llamada Escarlet regresa su atención a nosotros.

—¿Cuántos amigos necesitan para esto? —pregunta en tono burlón.

—No vengo con ellos. —Nueve se encoge de hombros—. ¿Me veo como la clase de chico que se rodea de este tipo de personas? —Nos apunta de forma despectiva.

Seven abre la boca con indignación. Niego con la cabeza, reprobando la actitud de ambos.

—Pareces de la clase de persona que no se rodea de nadie —Seven suena resentido.

El de ojos grises se deshace de mala gana de las manos que lo mantenían en su lugar y hace el amague de continuar su camino. Se atreve de susurrar un adiós mientras siento que un agujero se abre en mi pecho. El rubio lo llama en voz baja. Emy se aferra a mi brazo, soltando una especie de quejido ahogado. Y mis nervios susurran cosas malas.

Seven no puede pelear, Emy parece cerca de un ataque de nervios que la tiene enterrando sus uñas en mi carne. El peso de la pelea recae sobre mis hombros, sobre mis inseguros e ineficientes hombros.

—No tenemos que hacer esto por la fuerza —propone la mujer.

—La chica castaña debe venir con nosotros, nos pertenece —declara un sujeto al fondo del grupo oponente.

La forma en la que el sujeto pronuncia aquello me hace sentir una sensación de fuerte desagrado que reverbera en mi cuerpo entero. Cierro las manos en puños, pego mis codos a mis costados y trato de enumerar los puntos de dolor que conozco, pero eso no me ayuda. La sensación no desaparece.

Los ojos de Nueve y los míos se cruzan un segundo cuando él detiene su caminar. Soy sometida a un escrutinio por parte de sus orbes cristalinos, antes de que él se dedique a inspeccionar al resto de personas que me acompañan. Luego, mira a nuestros oponentes. Puedo apostar que está analizando la situación.

El gris choca por segunda vez contra el café, nos quedamos así un momento. Comunicándonos con los ojos, o al menos intentándolo. Mis brazos se aprietan a mis costados, mis piernas están tensas y trato de disimular mi incomodidad.

—¿Eres idiota, Seven? —dice con un resoplido, cerrando los ojos—. He estado a su lado por días, y... ¿tú te dejaste atrapar en tu primera misión con ella?

—Me acorralaron, ¿okay? —Seven se voltea hacia mí con actitud indignada—. ¿Sabes pelear?

—U-un poco, pero no sé si mi habili-...

—¡Ella puede defenderse sola, está resuelto! —Levanta las manos al aire, interrumpiendo lo que estaba por decir—. Y si pierdes, puedo ayudarte a empacar —suelta tras una risa sínica.

—¿¡Me dejarás sola contra ellos!?

Seven se encoge de hombros sin tener el descaro de al menos mostrar una fingida lástima por mi situación.

Nueve se queja inclinando la cabeza hacia atrás, su capucha cae dejando en libertad la maraña negra que es su cabello revuelto. Su postura relajada cambia por una tensa y regresa sobre los pocos pasos que ha dado. Vuelve a situarse al frente del grupo.

—¿Tú vas a pelear? —La mujer esboza una sonrisa con sátira.

Ella parece segura de que ganará, eso me hace sospechar que deben tener habilidades que les permitan desenvolverse bien en pelea. Y no he tenido la oportunidad de ver a Nueve en acción, pero él también parece seguro de que saldrá como el vencedor.

—Seven, si estoy cerca de romper las reglas, haz que la recuerde —Doy un paso a un lado para poder confirmar que sus ojos han cambiado de color, un cosquilleo en la base de mi nuca aparece en ese momento—, así puedo concentrarme mejor en los golpes que doy.

Sus oponentes intercambian miradas. La mujer suelta un ligero gruñido y su cara expresa la molestia que siente. Imagino que querían resolver esto sin tener que hacer nada.

—¿Vamos a hacer esto o-...? —Nueve es interrumpido

Con un gesto de mano que hace la mujer, lo que causa de dos de los hombres del fondo den una serie de pasos hacia el frente de forma amenazadora y coordinada. El de ojos grises suelta una risa airada y les da alcance en unos cuantos pasos largos.

—¿Alguien te apoyará? —Escarlet sonríe.

Su expresión flaquea cuando Nueve no se inmuta.

—No, me estorbarían —declara el de ojos grises.

—Espero que no te arrepientas. —Ella chasquea los dedos.

Uno de los dos hombres al frente se abalanza contra Nueve, él se ve obligado a dar una serie de pasos hacia tras para no ser alcanzado por ninguno de los dos primeros golpes que intenta acertar su oponente.

—Ey, es Yam —comenta Seven a mi lado—. No lo había reconocido hasta que comenzó a lanzar golpes sin sentido.

—¿Lo conoces? —susurro en respuesta.

El sujeto que señaló Seven parece arrancarse algo del cuello. Sus ojos me dan una pista de que veremos su habilidad. Y no en hacerse notar. La delicada cadena que colgaba de su cuello se vuelve del tamaño de una que usaría para encadenar una reja, esto en un abrir y cerrar de ojos.

—No en realidad. Y tiene un ligero complejo —se burla el rubio a mi lado—, que, para su mala fortuna, no funciona con seres vivos.

La pesada cadena se dirige contra Nueve como una serpiente de metal con una punta que dirige la dirección, se enreda en su mano. Y sin perder tiempo, Yam tira con fuerza de la cadena obligando a Nueve a moverse en dirección al siguiente puñetazo con el que ataca el contrincante sin nombre.

Nueve se lanza entre las piernas del golpeador, asegurándose de enredar la cadena con la pierna del sujeto, hace una maniobra con la cadena enredada y causa un tropiezo al golpeador.

—Dos contra mí, ¿no les parece eso injusto? —resopla el chico de ojos grises quitándose la cadena de encima—. Si quieren pueden traer refuerzos.

Nueve se desliza por el suelo en un rápido movimiento sobre su rodilla derecha, con sus piernas atrapa a las del sujeto en el suelo, con un movimiento brusco y la palanca de sus piernas contra las de su oponente, logra poner al golpeador con el pecho contra el suelo, quedando el con una posición de dominio presionando el cuello de su oponente.

La forma en la que las piernas de Nueve aprisionan los costados de su víctima y la separación de su cadera con la espalda del oponente me hacen sospechar que Nueve no es experto sometiendo al oponente en horcajadas.

Un círculo rojo rodea la mano con la que sostiene el cuello de su víctima. La desesperación en el rostro del hombre hace que mi corazón se estruje. Los jadeos desesperados que suelta después me hacen caer en cuenta que sea lo que sea que Nueve le está haciendo con el escudo, no lo deja respirar.

La cadena ondea en el aire y amenaza con caer de nuevo sobre Nueve con fuerza, pero es detenida por una pared roja. Sé por experiencia propia, lo frustrante que es chocar con uno de esos escudos.

—¡Si lo matas nos meterás en problemas! —reprende Seven—. ¡Das lo que quitas, son las reglas!

Un par de ojos grises lo miran con reproche.

—¡Dijiste que te lo recordara! —gruñe Seven.

Nueve suelta el cuello del golpeador, pero le propina un fuerte puñetazo que hace rebotar la cabeza del sujeto contra el polvoriento suelo. Ya estaba débil por la falta de oxígeno, era obvio que se dormiría con el mínimo esfuerzo.

Nueve se pone de pie, y eso es como una señal para que Yam tomé distancia para preparar un ataque, pero el primero no se lo permite, acercándose rápidamente y atrapando la cadena a mitad de un latigazo. Nueve jala de la cadena con fuerza, no mueve mucho a Yam con la fuerza del tirón, aunque se nota que sólo lo está provocando.

Yam tira de su cadena, tratando de que el chico de ojos grises la suelte, pero un escudo aparece en el cuerpo de esta y la rompe.

—Intenta hacer grande tu cerebro —Seven continúa con las burlas, pero es ignorado incluso por mí.

Yam se ve envuelto en furia, incluso suelta un grito al momento que arroja el pedazo diminuto de metal que antes fue su arma. Esta vez intenta con una navaja que saca de su cinturón. Usa su habilidad en lo que parece ser su plan B, haciendo que el pequeño filo se convierta en la hoja de una espada.

Nueve crea un escudo justo a tiempo para evitar que la espada lo corte, aunque una pequeña parte del filo se incrusta en la pared roja, al mismo tiempo la mano derecha del dueño del escudo se sacude de forma extraña.

—Logró cortarlo —la voz preocupada de Emy me desconcentra.

—No, el escudo lo detuvo —contradigo.

—Mira su mano derecha —dice apuntando en esa dirección.

Al mirar hacia donde ha mencionado, noto los dedos de Nueve bañados en sangre y un corte en el dorso de esa misma mano.

—¿En qué momento? —mi voz comparte ahora la misma preocupación.

—El escudo no estaba terminado, así que recibió daño y todo daño rebota en él —explica Seven—. Algo le ocurre, no está peleando como siempre. Está lento y torpe.

Nueve parece cambiar de estrategia, levanta las manos al mismo tiempo que la espada queda envuelta por el escudo. Los dedos del pelinegro se aferran a una de las manos de Yam, un rodillazo certero da contra el estómago del sujeto de la espada y con una palanca de hombro, Nueve manda al suelo a Yam.

El sonido que sale de Yam es suficiente para saber que el aire de sus pulmones se ha ido.

Un tipo de la reserva salta al frente en el mismo instante en el que un pico de hielo aparece desde el suelo y apunta peligrosamente al cuello de Nueve. El de ojos grises solo voltea en la dirección en la que aparece el hielo, esta vez, el ataque atraviesa por poco el escudo.

Las manos de mi guardaespaldas tocan su costado izquierdo por un segundo. Su camiseta se mancha con su sangre, formando un círculo en esa área.

—Crioquinesis. Es peligrosa si puede tocarte —murmura Seven a mi lado—. Tendrá que pelear a distancia. Y por como lo veo, no está concentrado lo suficiente.

Nueve se acomoda en dirección al sujeto que hizo aparecer aquel pico de hielo, escupe en el suelo lo que me parece sangre y su expresión se vuelve sombría. La postura del chico grita violencia cruda. La piel se me eriza al imaginarlo como mi oponente.

—Está molesto —manifiesto tras reconocer la expresión en el rostro del chico de ojos grises.

—Parece cansado también —comenta Seven—. ¿Qué le pasa últimamente? No suele ser tan pasivo cuando pelea. Es extraño que se contenga.

Nueve da dos pasos hacia su nuevo oponente, y este le lanza más ataques de hielo detenidos por sus escudos.

—Interesante habilidad —concede Nueve—. Por la forma en la que estás manifestándola dependes de la humedad del aire para usarla, ¿estoy en lo cierto?

—Sí, ¿y qué con eso? —gruñe su oponente.

La sonrisa en el rostro de Nueve se torna sádica, y se ve también reflejada en el rostro de Seven.

—Una regla al pelear es jamás revelar las debilidades de tu habilidad. Un Ascendido en pelea no tiene debilidades —murmura Seven—. Recuerden eso chicas.

El pelinegro levanta la mano y chasquea los dedos. Una ola expansiva roja que nace desde sus dedos envolviendo a ambos contrincantes. Una burbuja rojiza aparece, creando un espacio de pelea aislado.

El hombre que controla el hielo levanta las manos en una obvia señal de que comenzará otra vez con una ola de ataques... esta nunca llega. Se mira las manos temblorosas, incrédulo.

La respiración de las dos personas dentro de la bóveda roja se condensa en el aire con cada exhalación que dejan salir.

—¿¡Qué hiciste!? —grita la mujer al borde de la histeria.

Está igual o más confundida que yo.

—Creé una habitación hermética, no soy muy bueno con el control de la atmósfera dentro de mis escudos, pero he bajado la temperatura tanto como he podido —Nueve se planta con una postura de peleador experimentado—. Aquí ya no hay humedad que puedas usar —suelta hacia su oponente.

Su sonrisa y el brillo de su mirada son lo más aterrador que he visto en la vida. Y la desesperación comienza a hacer estragos en el rostro de la mujer que antes parecía tan segura.

—Perdieron en el momento en el que llegó el monstruo de ojos grises —declara Seven—. Nueve círculos del infierno, en una persona. 




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La cantidad de Nerfeo que tuve que meterle en este parche a Nueve fue impresionante -suspira-

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