━ capítulo tres: ¿te gusta?
CAPÍTULO TRES
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«• ¿TE GUSTA? •»
Draco se dirigía con pasos firmes a la biblioteca, cargando con una serie de material escolar, entre ellos pergaminos y plumas para escribir. Tenía que hacer el dichoso trabajo de recopilar información para Encantamientos. Era cierto que a él tampoco le había hecho gracia la sugerencia de Simmons, pero se lo había callado. Cosa que no habían hecho sus compañeros, ya que cada vez que tenían la oportunidad se dedicaban a molestar a la pelirroja.
Ignoró a toda persona que se le cruzó por el camino y una vez atravesó las puertas, se dirigió hacia las últimas mesas y estanterías del lugar; antes de llegar a la sección prohibida, claro. No quería estar cerca de los demás alumnos, por eso había quedado allí con sus compañeros.
Su marcha se detuvo en seco al vislumbrar de reojo cierta melena. Giró el rostro hacia su dirección y efectivamente allí estaba la Ravenclaw que últimamente rondaba más de lo que quisiera en sus pensamientos, sentada en una mesa mientras pasaba las páginas de un libro.
No supo la razón por la que se le quedó observando, apoyado de costado en una de las estanterías. Simplemente lo hizo. Sonrió ligeramente, viendo como ella arrugaba su pequeña naricilla cuando leía alguna frase del libro, para después correr a anotarla en un pergamino. Supuso que ella estaba haciendo el trabajo que él mismo había ido a hacer.
Estuvo a nada de acercarse más y —quizás— de tomar asiento junto a ella. Pero contuvo ese estúpido impulso justo cuando ya había dado un paso. ¿Qué le pasaba? No se entendía ni él mismo. No comprendía porque su mente no dejaba de traicionarlo cuando ella estaba cerca.
Un golpecito en su hombro lo distrajo de sus pensamientos. Cuando se giró para ver quien había sido, se encontró a Blaise con una ceja enarcada, como preguntándole que era lo que hacía. Detrás de él, se encontraban el resto de sus compañeros, todos menos Theodore. Hizo un ademan con la mano y sin cruzar palabra, los Slytherin se dirigieron a una mesa que estaba a tan solo unos metros de distancia de donde se encontraba la de Hera. Desde allí, Draco podía observarla mucho mejor que antes, pero no supo si eso era bueno o malo.
Comenzaron el trabajo, hablando en murmullos para evitar que la bibliotecaria los acabase echando. De vez en cuando, Blaise se levantaba para tomar un libro que pudiese ayudarlos. Lástima que Theo no estuviese allí, estaba seguro que con él terminarían el trabajo mucho antes. Y hablando del rey de Roma, el moreno acababa de entrar en su campo de visión. Pensaba que le había dicho que tenía otros planes y por eso, no podía ir con ellos.
El moreno les dedicó una sonrisa e hizo un movimiento de cabeza en forma de saludo. Pero para sorpresa de sus compañeros, no fue a sentarse con ellos. En cambio, el joven se aproximó a la mesa donde la pelirroja tenía la cabeza enterrada en un libro. Se sentó en la silla de en frente a la de ella y dejó su material sobre la mesa.
No fue hasta que el moreno le propinó un golpe a la pelirroja en la cabeza con un libro que ella se dio cuenta de su presencia.
—Llegaste —susurró cuando elevó la cabeza.
—Llegué —dijo él.
—El golpe no era necesario —refunfuñó mientras se sobaba el lugar donde le había dado.
—Lo era, sino no te habrías dado cuenta de que había llegado —argumentó el contrario.
—¡Jum! —De manera infantil, la pelirroja infló los mofletes.
—Adorable —se rio el moreno.
Ella rodó los ojos, pero un ligero rubor ya había surcado sus mejillas. No dijo nada sobre ello, simplemente comenzó a explicarle todo lo que llevaba redactado del trabajo. Inmediatamente después ambos se sumergieron entre libros y pergaminos. Los Slytherin en la otra mesa se había quedado extraños ante aquella escena, pero al final habían vuelto también a hacer el trabajo. El único que no les quitaba el ojo de encima era Draco.
A cada minuto que pasaba, el rubio elevaba la vista de su pergamino para centrarla en el dúo de la otra mesa. Igual que hacía unos días en el Gran Comedor, los vio intercambiado sonrisas. Le irritaba verlos actuando tan cercanos, tan íntimos. Ella nunca le había sonreído así. «¿Cómo va a hacerlo si tú siempre has mantenido las distancias con ella?», le reprochó una voz en su cabeza. Tenía razón. Más importante... ¿por qué le importaba que ella no le hubiese sonreído? Por un segundo, recordó el aroma a jazmín de ella y de la Amortentia. «Solo es una coincidencia», se recordó a sí mismo por enésima vez.
De reojo pudo ver como ellos intercambiaban un pergamino a cada rato. Imaginó que se estaban comunicando a través de él, como intercambiado notitas, para que nadie pudiese saber de qué hablaban ni tampoco los riñesen por hacer ruido.
No fue capaz de concentrarse en lo más mínimo. Sobre todo cuando vio como Theo había revuelto aquella rojiza melena o como había sujetado la mano de ella en alguna ocasión. Podía notar la sangre hervir dentro de su cuerpo y como éste estaba tenso. Quería levantarse y darle un puñetazo a su amigo para que dejase de tocar a Simmons con tanta confianza. Pero claro que entre ellos había confianza, ¡eran amigos desde hacía años! Y aunque lo sabía, él no podía dejar de estar irritado ante aquella situación. Lo peor era no comprender porque estaba así.
De un momento a otro, Theo y Hera se levantaron mientras recogían sus respectivas pertenencias. La pelirroja se alejó un minuto para devolver los libros que había tomado prestado a las estanterías. En ese momento, el moreno aprovechó para acercarse a sus compañeros.
—¿Cómo vais con ese trabajo?
Recibió muchos bufidos y suspiros como respuesta.
—No es tan complicado, sólo tenéis que echarle un rato más —trató de animarlos.
—¿Ya lo has terminado? —preguntó Draco, alzando una ceja.
—Sí, Hera y yo acabamos de terminarlo.
Draco iba a decir algo más, pero cuando sus ojos se encontraron con los marrones de ella, se olvidó por completo. Hera lo estaba observando a cierta distancia, mientras abrazaba los libros y pergaminos contra su pecho.
Ante el repentino silencio, Theo siguió la mirada de su amigo para encontrarse que estaba centrado en su amiga pelirroja. Una fugaz sonrisa apareció en sus labios, antes de encaminarse a donde estaba ella. Pasó un brazo por los hombros de Hera con suma tranquilidad, indicándole que ya podían irse, y Draco otra vez sintió ganas de abalanzarse sobre el moreno.
«¡No la toques!», gritó en su mente.
La Ravenclaw echó un último vistazo al rubio, extrañándose al ver su semblante tan tenso, antes de centrarse en el moreno y caminar junto a él. Hera estaba acostumbrada a aquellos gestos por parte de él. A lo largo de los años se habían hecho muy cercanos y darse muestras de afecto se había vuelto algo común. Principalmente cuando justo acababa de empezar el curso o justo cuando iba a terminar, pues ellos no solían verse en verano, salvo en algunas ocasiones puntuales. Para Hera, Theo era una persona irremplazable en su vida. Él sabía información sobre ella que aparte de Luna y un par de personas más, nadie conocía. Si tuviese que definirlo de alguna manera, «mejor amigo» sería la forma más adecuada de hacerlo. Y esperaba que él también la definiese de aquella forma.
Cuando salieron fuera de la biblioteca, Theo retiró por fin su brazo, pues no quería que la gente que los viese malinterpretase su relación; hecho que ya había sucedido antes. Ambos continuaron a lo largo del pasillo, discutiendo sobre a qué lugar deberían ir ahora.
Entonces, una chica rubia apareció desde la otra punta, acercándose a ellos mientras daba pequeños y graciosos saltitos.
—¡Luna! —saludó alegremente la pelirroja.
—¡Hera! —le devolvió el saludo la rubia.
Theodore y ella detuvieron la marcha, y en cuanto Luna estuvo en frente de ellos, Hera notó como su amigo se ponía repentinamente tenso. Eso era extraño.
—¡Oh! Hola también... —empezó a saludar la rubia al moreno. Pero nuevamente se había olvidado de su nombre. Por alguna razón, Luna nunca era capaz de recordarlo.
—Theodore Nott —dijo él. Había perdido la cuenta de cuantas veces había tenido que recordárselo.
—¡Cierto, cierto! ¡Theodore Nott! —exclamó la rubia sonriente.
Hera los miraba a ambos de reojo, alternando la mirada del uno al otro. Parecía que ambos se habían olvidado momentáneamente de que ella estaba allí, pues estaban fijamente mirándose a los ojos. Carraspeó, para hacerse notar y ambos centraron la mirada en ella.
—¿Qué haces por aquí, Luna? —preguntó a su amiga.
—Venía a buscarte —contestó ella, después de volver a mirar a Theo—. ¿Ya habéis terminado el trabajo? —la pelirroja asintió—. Entonces, vayámonos juntas, quiero hablar contigo.
Por un momento, Hera iba a negarse a la petición de la rubia, pues ya había decidido que iba a pasar un rato más con Theo. Desde que habían vuelto a Hogwarts, no habían tenido demasiado tiempo para charlar y ella lo había extrañado.
—En ese caso, me retiro —anunció el moreno. Hera lo miró confundida—. Ya hablaremos otro día, así que vete con Lovegood.
—De acuerdo, gracias —le dedicó una sonrisa que él no tardó en devolver.
Luna se despidió de él con la mano antes de coger del brazo a su amiga y comenzar a arrastrarla con ella. Theo se quedó viendo desde atrás como ellas se alejaban, pero sus ojos estaban ligeramente más centrados en la cabellera rubia. Sacudió la cabeza y emprendió su camino a las mazmorras.
«•❀•»
Horas más tarde, Draco entró en la Sala Común de Slytherin, encontrándose a Nott acomodado en uno de los sillones mientras leía un libro. El alivio lo invadió cuando supo que él no seguía por ahí, dando vueltas, con Simmons. Se dejó caer en uno de los sillones de enfrente, dejando a su vez los libros y pergaminos sobre la mesa baja que había al lado. Su amigo lo miró por encima del libro.
—¿Ya has terminado el trabajo?
—Aún no —siseó el rubio.
Había estado tan distraído que no había sido capaz de terminarlo. O al menos no terminar la parte que era para el día siguiente. Si ya le había costado concentrarse cuando su amigo y la pelirroja estaban en la biblioteca, cuando se marcharon fue aun peor. No podía dejar de preguntarse que estarían haciendo por ahí los dos solos y su imaginación no lo había ayudado en nada; entre otras cosas, se había imaginado a Nott besando a Simmons. Y eso le había hecho recordar el sueño que había tenido hacia unos días, donde ella lo besaba a él.
¿Y si estaban saliendo juntos?, se había preguntado varias veces. No, eso no podía ser. Si su amigo hubiese comenzado a salir con alguien, se lo habría dicho.
Al final entre todos aquellos confusos e irritantes pensamientos, no había sido capaz de continuar escribiendo y el tiempo se había pasado volando.
—Puedo prestártelo si quieres —propuso su amigo—. Ya no te va a dar tiempo a hacerlo por ti mismo y es necesario para la clase de mañana —añadió.
Sinceramente, la intención de Draco era pedirle el trabajo a Pansy o Blaise. Pero nunca a Theo. El moreno era el único de sus compañeros al que no mangoneaba. Quizás porque la amistad que había entre ellos era más profunda que con el resto. Además, él no pertenecía a su séquito, a su pandilla. Sí, se juntaba con ellos, pero el moreno siempre iba a su propio aire y no tenía una relación demasiada cercana con ninguno, más allá del rubio —y quizás Blaise—.
—Está bien —dijo tras pensarlo y masculló un «gracias» casi inaudible.
—Luego te lo doy.
Después de eso, el silencio gobernó el ambiente durante unos largos minutos en los que únicamente se estuvieron mirando mutuamente. Nott al creer que su amigo ya no iba a volver a hablar, centró su vista en el libro para continuar con la lectura. Pero la voz del rubio lo interrumpió antes de que pudiese leer una sola frase.
—¿Te gusta esa Ravenclaw?
El moreno no pudo hacer otra cosa que atragantarse con su propia saliva, notando como la tensión empezaba a dominar su cuerpo, inquieto. Draco ante esa visión empezó a creer que sus suposiciones eran ciertas y eso le molestó.
—¿A quién te refieres? —cuestionó el otro.
—A Simmons —aclaró el rubio. ¿A quién iba a referirse si no?
Entonces, igual que cuando se percató en la biblioteca de la forma de mirar el rubio a Hera, una fugaz sonrisa apareció en sus labios. Theodore ya se había dado cuenta de que en los últimos días, desde que había empezado el curso, su amigo miraba más de lo habitual a la pelirroja. Y con más de lo habitual se refería, a más que otros años. Porque sí, el moreno ya lo había pillado los años anteriores mirándola inconscientemente. Pero últimamente había empezado a notar que también lo hacía de manera consciente, que él la buscaba aposta. Y eso era bastante divertido para el moreno. Quizás podía jugar un poco con ello...
—¿Y si fuera así, sucedería algo? —preguntó, tratando de ocultar su diversión.
No tardó en percibir el brillo de rabia —y celos— en la mirada de su amigo. Sentía como si le estuviera amenazando con ella, como si se fuese a levantar en cualquier momento para ir a darle un puñetazo. «Interesante», pensó.
—Nada —siseó el ojigrís, ocultando de la mejor manera posible que aquello le había perturbado—. Sólo creo que te mereces a alguien mucho mejor.
—¿Alguien mucho mejor? —recalcó las palabras ajenas, alzando una ceja—. Creo que Hera es suficientemente buena.
No es que le gustase la pelirroja de verdad, pero él conocía bastante bien los encantos de la chica. Sabía que cualquier hombre sería afortunado de tenerla a su lado, más ahora que su cuerpo había empezado a madurar y se estaba volviendo una belleza. Pero, que quedase claro, Theodore no la veía de esa manera en lo más mínimo. Ella era como su hermana, su mejor amiga. Nada más que eso. La quería, pero no como mujer, sino como amiga.
—¿Entonces, te gusta? —quiso saber el rubio.
La ira se había hecho cada vez más visible en su rostro y eso sin contar que tenía los puños apretados con fuerza en un intento de contenerse para no pegar a su amigo. Sólo de imaginársela en los brazos de él, podía notar como algo lo devoraba por dentro.
Theo se estaba divirtiendo viendo las reacciones del rubio. Pues le estaba dejando más que claro lo que pensaba sobre la pelirroja. Era tan fácil de leer para él. Podría seguir jugando, picándolo un poco más, pero intuía que eso sería pasarse y que las cosas podrían salir mal.
—No es ella quien me gusta —contestó finalmente, aliviando a su amigo.
Un fuerte suspiro había escapado de los labios de Draco nada más oírle. Sentía que el peso y la tensión desaparecían inmediatamente de su cuerpo; la ira también. Una parte de él se había llenado de regocijo al saber que el moreno no tenía esas intenciones con la pelirroja. Ya no tenía de que preocuparse... Espera, ¿preocuparse por qué? ¡No es como si temiese que Nott le quitase a Simmons! ¡Él no tenía ningún interés en ella! ¡No, claro que no! Ella... ella... solo era una chica cualquiera. Hasta él mismo dudaba sobre como clasificarla, así que trató de dejar de pensar en eso porque acabaría volviéndose loco.
Además, por un momento, había pasado por alto lo que su amigo había querido decir. Era una chica diferente a Simmons quien le gustaba, pero eso era extraño. Draco no recordaba haberlo visto con ninguna otra chica que no fuera ella. ¿Le estaría mintiendo entonces? Pero no. Sabía que él no le mentiría.
El silencio había vuelto y Theo no dejaba de mirar a Draco. Por las gesticulaciones que hacía supuso que estaba luchando contra sus propios pensamientos y eso se le hacía gracioso.
—Iré a por el trabajo —comunicó Nott. Draco no atinó a decir nada.
Mientras se marchaba, el moreno se preguntó cuánto tiempo tardaría su amigo en darse cuenta de la atracción que sentía por Hera, de que ella no era una simple chica más para su corazón. Él se había dado cuenta desde el principio y de eso ya habían pasado algunos años, pero el rubio no y si lo había hecho, lo estaba negando con todas sus fuerzas. Sin embargo, cada vez era más evidente para los ojos del moreno.
Regresó al cabo de unos minutos, cargando los pergaminos y se los tendió al rubio. Éste los tomó y tras cargar también con su material, sin despedirse si quiera, se apresuró a ir hasta su habitación para terminar el dichoso trabajo. Una vez allí, se sentó en el escritorio que había, dejando todo sobre éste.
Comenzó a leer por encima los pergaminos de Theodore para averiguar dónde estaba la información para el encantamiento de la clase de mañana. Mientras lo hacía se encontró, en el borde del papel, un dibujo de un gatito que señalaba con una de sus patas la parte más importante. Intuyó que no había sido obra de su amigo y sino había sido él, solo quedaba pensar que había sido Simmons. No se le daba nada mal el dibujo, por cierto.
Un pergamino cortado a la mitad se escurrió de entre los otros y cayó al suelo. Rápidamente se agachó para recogerlo y comenzó a leerlo casi por inercia. Lo que contenía no era parte del trabajo. Era aquel pergamino que Hera y Theo habían estado pasándose en la biblioteca.
—Hacía tiempo que no estábamos solos en la biblioteca.
—Más bien, hacía tiempo que no estábamos solos.
—Cierto... Siento no haber cumplido mi promesa de que nos veríamos este verano.
—No pasa nada, supuse que tenías cosas más importantes que hacer.
—No lo digas como si tú no fueras importante... Lo eres.
—Lo sé. Tú también.
—Sinceramente, te he echado en falta.
—Igual yo, como cada verano.
—¿Deberíamos ir juntos a Hogsmeade en la próxima visita? Podríamos charlar tranquilamente y disfrutar de un tiempo divertido a solas.
—¡Me encantaría!
El resto de la conversación no estaba pues el pergamino estaba roto. Draco supo que la letra más gruesa era la de su amigo, por lo tanto, la letra más elegante y ligeramente cursiva tenía que ser la de la pelirroja. Tenía una hermosa caligrafía. ¿Había algo que esa chica hiciese mal?
Los labios de Draco se habían ido frunciendo a medida que leía, al igual que su ceño. Puede que Theo ya le hubiese dejado claro que Simmons no le gustaba, pero no parecía lo mismo en aquel pergamino. ¿O era normal que dos buenos amigos se dijesen aquellas palabras? Él nunca le había dicho nada parecido a sus amigos, aunque, bueno, también era cierto que él no dejaba que nadie entreviese lo que había en su corazón.
Dejando eso de lado, se sentía molesto por aquella conversación. Tanta intimidad le sacaba de sus casillas. ¿Desde cuándo su amigo era tan dulce con alguien? ¡Él era un chico serio y solitario! Y encima, por si fuera poco, iban a ir juntos a Hogsmeade. Casi sonaba a cita.
Estuvo a punto de arrugar el papel y tirarlo a la basura. Pero se contuvo, pues si Nott notaba su ausencia, probablemente se lo recriminaría a él. Así que, muy a su pesar, volvió a colocarlo entre los pergaminos, después de leerlo una última vez.
«Ojala pudiese ocupar su lugar...», pensó.
Y ese pensamiento lo desconcertó por completo. Ya se sentía sumamente confundido por haberse aliviado al saber que a Theo no le gustaba Simmons y ahora eso. ¿Cómo podría haber deseado ocupar el lugar de su amigo? ¿Es que quería intercambiarse notas con la pelirroja o ir a Hogsmeade con ella? ¡Ni hablar! Eso era una locura. Era estúpido.
Por enésima vez, se obligó a sacarla de su cabeza. Pero por mucho que él tratase de negarlo y no quisiese admitirlo, la pelirroja ya se había colado en cada uno de sus pensamientos.
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¡JÁ! ¿Creíais que había algo entre Theo y Hera? Pues no. El Thera no existe, sólo es una bonita y maravillosa amistad. Lo que si existe es el Thuna (Theo x Luna), ¿habéis notado la situleza con la que lo he metido? (??) Por supuesto, también existe el Drera. ewe
PD: Draco es un celosín.
Marie Weasley.
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