━ capítulo quince: te quiero.
CAPÍTULO QUINCE
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«• TE QUIERO •»
—Vamos —habló Draco entonces.
El rubio se había levantado del banco, después de haber terminado de comerse el trozo de pastel de manzana que estaba desayunando, y miraba a la pelirroja con una mano tendida hacia ella, para ayudarla a levantarse también y que así pudieran irse de allí.
—¿A dónde? —preguntó ella tras girarse hacia él.
—Por ahí. —Encogió los hombros despreocupadamente, sin dar demasiados detalles—. ¿No prefieres que estemos los dos solos?
Incluso si ambos estaban tratando de ignorarlo, todavía había decenas de pares de ojos observándolos, como si les pareciese que el hecho de que ellos dos estaban saliendo fuera la noticia más rara del mundo. Los únicos que parecían estar actuando con normalidad eran Theo y Luna, seguidos del resto de amigos de la pelirroja, quienes tras felicitarlos habían vuelto a lo suyo. Blaise también estaba tratando de actuar con normalidad; sin embargo, la noticia le había sorprendido tanto que no era capaz. Nunca habría imaginado que al rubio podía llegar a gustarle Simmons y no era que ella tuviese nada de malo, era solo que pensaba que ellos eran demasiado diferentes como para ser compatibles.
—Sí —murmuró Hera por lo bajo, un poco avergonzada.
Draco sonrió y lo hizo aún más cuando ella tomó su mano y se levantó. No tardó ni medio minuto en entrelazar los dedos de ambos y tirar de ella para acercarla a él.
—¡Pasadlo bien, parejita! —exclamó Theo.
—¡Divertíos! —añadió Luna sonriente.
La pareja se limitó a asentir antes de emprender la marcha hacia la salida del Gran Comedor, pero antes de alejarse demasiado consiguieron escuchar algo más de los labios de Theo:
—¿Deberíamos hacer nosotros algo también?
Tanto Hera como Draco sonrieron ante aquello, ante la sugerencia e intento de Theo de poder pasar más tiempo con Luna. Ambos eran plenamente conscientes de los sentimientos del moreno hacia la rubia. Draco se había enterado por los propios labios de él meses atrás, y Hera simplemente lo había deducido tras haber observado el comportamiento de su mejor amigo durante algunos años. Aunque le molestaba un poco que no se lo hubiese dicho él mismo, pero tampoco podía quejarse, ya que ella tampoco le había dicho lo que sentía por Draco directamente. Pero, claro, esto era algo que se veía a la legua. Y además, el moreno la conocía mejor que nadie, así que siempre había sabido que no había necesidad de decírselo para que él lo supiese. Quizás Theo había pensado exactamente lo mismo, que no había necesidad de que le contase sobre sus sentimientos hacia Luna porque ella ya lo sabría.
Rápidamente cruzaron el comedor y el hall de entrada, y se adentraron en los exteriores del castillo. Lo primero que hizo Draco al salir, fue observar el cielo. Estaba cubierto de nubes y de apagado gris. Probablemente llovería, algo que no sería extraño teniendo que en primavera siempre llovía mucho, pero si tenían suerte no les caería la lluvia encima. Bueno, incluso si les caía, a él no le importaría mientras que pudiese seguir estando con Hera; aunque sí le preocupaba que por ello la pelirroja pudiera enfermarse.
Hera caminaba con una pequeña sonrisa mientras observaba como las flores ya estaban en su máximo esplendor y como las copas de los árboles estaban más frondosas y verdes que nunca. El olor a hierba fresca inundaba sus fases nasales, era un olor que le encantaba —pero no tanto como el olor de la menta verde—. Definitivamente, su estación favorita era la primavera.
—Está todo muy bonito, aunque falla el tiempo —murmuró Hera mientras arrugaba su nariz—. Espero que para mi cumpleaños esté mejor, ya que me gustaría celebrarlo en los terrenos.
Los ojos de Draco se abrieron de par en par y la confusión se reflejó en ellos. Espera, si ella estaba diciendo aquello, ¿no significaba que su cumpleaños se aproximaba? Él no había escuchado nada sobre ello antes, aunque tampoco es que le hubiese preguntado cuando era.
—¿Es pronto? —inquirió confundido.
—El veintiséis de abril —informó ella y le dedicó una sonrisa.
«¡Por Salazar, solo quedan un par de semanas!», pensó totalmente alterado. No tenía nada preparado... Tenía que hablar con Theo y Luna para ver si le organizaban una pequeña fiesta sorpresa y tenía que ir a comprarle un regalo; lo peor era que se veía que iba a tardar horas en escogerlo, como le había pasado con el regalo de Navidad.
—¿Hay algo en particular que quieras?
—Ah, no hace falta que me compres nada —se apresuró a contestar.
—¿Le estás diciendo a tu novio que no te compre algo por tu diecisiete cumpleaños? —cuestionó el ojigris con una ceja enarcada.
La pelirroja se ruborizó levemente y tuvo que desviar la mirada. Todavía se le hacía extraño pensar que ellos eran pareja y que él dijese que era su novio con tanta facilidad y tranquilidad, no le ayudaba a acostumbrase. Al contrario, sólo le hacía sentir más avergonzada.
—P-Pero es que no necesito nada —murmuró ella.
—Me da igual, no puedo no comprarte nada —replicó y bufó—. Ya pensaré en algo.
Quedaron en silencio durante unos minutos después de eso y de que ella asintiese. Hera volvió a centrarse en la naturaleza y Draco barajaba y descartaba opciones sobre el regalo que podría comprarle en su mente.
—Espera —masculló el rubio y frenó la marcha de pronto, obligando a que ella también frenase—. Si cumples años el veintiséis de este mes —frunció el ceño—, significa que eres mayor que yo.
Una sonora risa sorprendió a sus oídos y cuando llevó la mirada hacia la pelirroja, ella estaba cubriéndose la boca con su mano libre por lo fuerte que le había salido.
—Te ha costado darte cuenta —comentó ella aguantando la risa que amenazaba con seguir saliendo—. ¿Es un problema que sea así?
—No —parpadeó varias veces seguidas, aun sorprendido—, sólo no me lo esperaba.
Jamás de los jamases se habría imaginado que Hera sería mayor que él, incluso si solo era por un mes y pico. Siempre había creído que ella cumplía años después que él, pero al parecer se había equivocado.
—¿Tú lo sabías? —añadió después.
━Sí, desde hace mucho sé que tu cumpleaños es el cinco de junio... Básicamente desde que ingresamos en Hogwarts —contestó y no pudo evitar sentirse avergonzada, porque estaba indicando que ella ya le prestaba atención desde entonces, incluso cuando no tenían relación.
«¿Desde primer año sabe cuándo es mi cumpleaños?», pensó el Slytherin. Eso era extraño, pues en aquel entonces ni siquiera recordaba que hubieran intercambiado un par de palabras. Quizás Theo se lo había dicho. Pero, ¿por qué el moreno iba a informarle de su cumpleaños a alguien que no tenía relación alguna con él? Entonces, recordó las palabras de éste en el desayuno: «Debes estar contenta, Hera, por fin has salido de ese amor no correspondido». Por Merlín, ¿cuánto tiempo llevaba la Ravenclaw teniendo sentimientos por él? ¿Había comenzado en primer año y por eso sabía desde entonces sobre su cumpleaños? ¿Era eso?
Los labios de Draco se entreabrieron y luego se transformaron en una sonrisa. Hera no dejaba de desviar la mirada de él y el color de sus mejillas solo había aumentado.
«Maldición, se ha dado cuenta», había pensado ella.
—Hera —la llamó en un susurro y ella sólo se puso más nerviosa—, ¿desde cuándo estás enamorada de mí? —preguntó sin rodeos. Necesitaba saberlo.
Ella no dijo nada y estuvo a punto de soltar el agarre de sus manos, con la intención de huir de allí para que la vergüenza no la matase. Sin embargo, Draco fue más rápido y tiró de su mano con fuerza para hacerla girar y quedar en frente de él; segundos después, sus manos aprisionaban la cintura ajena y tiraban de ella para pegarla a su cuerpo. Hera soltó un ruidito nervioso que a él se le hizo lo más tierno del mundo y vio como aquellas mejillas se ruborizaban aún más, si era que se podía porque parecían dos tomates a punto de explotar. No pudo reprimirse y depositó un pequeño beso en la punta de aquella nariz llena de pecas. Ella la arrugó justo después y a la vez, se mordisqueó el labio inferior; los nervios solo habían aumentado en su interior.
«¡Por Salazar, es tan adorable!», había pensado él.
Draco intuía que Hera tardaría más tiempo de lo que esperaba en acostumbrarse a estar cerca suya, a que él la tocase y le diese muestras de su cariño a cada dos por tres. Pero no le importó. En realidad, era mejor si no se acostumbraba nunca, es decir, si seguía actuando como en esos momentos, porque se le hacía de lo más adorable y no quería por nada del mundo que dejase de ser así. No quería que ella se acostumbrase y por ello, dejase de tener ese gran efecto que parecía tener en ella. Quería seguir viéndola sonrojar hasta que sus mejillas pareciesen dos manzanas rojas o tomates. Quería seguir viendo como su nariz se arrugaba y como sus manos trataban de buscar el borde de su falda para tirar de él y calmar sus nervios. Quería que siguiese tratando de desviar la mirada de él, pero que no pudiese y acabase perdiéndose en sus grisáceos ojos, como estaba pasando en ese instante. Quería que su corazón siguiese latiendo como loco cuando se le acercaba, como le pasaba a él. Simplemente, quería que siguiese siendo aquella pelirroja tierna e inocente de la que estaba locamente enamorado y que lo encatusaba con cada una de sus reacciones.
—¿Y bien?
—N-No voy a decírtelo aun, es un secreto —farfulló.
—Eh, qué cruel, ¿vas a dejarme con la intriga? —Ella asintió sin dudar y él solo pudo reír. Estaba bien, podía esperar.
«No te lo diré hasta que recuerdes», pensó ella.
—Pero te diré una cosa —titubeó un segundo—, llevo más años en esta relación que tú.
La forma llena de sinceridad y amor con la que lo miró, provocó que el corazón del rubio se olvidase de cómo latir durante unos largos segundos. Se sintió feliz, pero también un poco mal por no haber notado durante aquellos años los sentimientos de la pelirroja.
—Lo siento entonces, pero no te preocupes, porque voy a recompensarte por ello con creces. Una sonrisa ladeada comenzó a asomar—, porque no pienso dejarte escapar jamás.
Draco la tomó entonces de la barbilla con delicadeza y los ojos de ambos empezaron a cerrarse a medida que él fue acortando la distancia entre ellos. Pero cuando se dispuso a juntar sus labios, una gota cayó en su parpado y lo obligó a parpadear. Una segunda gota cayó justo en la nariz de Hera y cuando quisieron darse cuenta, una lluvia torrencial los estaba empapando. Ella pegó un pequeño grito y él maldijo por lo bajo, antes de coger la mano ajena de nuevo y comenzar a correr para refugiarse en algún lado.
—¿¡Por qué tenía que ponerse a llover justo ahora!? —replicó el rubio y la pelirroja rio.
No tardaron en refugiarse debajo de la copa de un gran árbol y sacudirse sus cabellos mojados cuando hubieron soltado sus manos. Habrían corrido hacia el interior del castillo si no fuera porque se habían alejado bastante mientras paseaban y para cuando quisiesen llegar allí, estarían más empapados de lo que ya estaban.
Las gotas de lluvia aún se deslizaban por sus cuerpos y la ropa se les había pegado a la piel ante la humedad. Hera agradecía que la blusa que llevaba fuera de un color oscuro, pues sino se habría transparentado y habría dejado a la vista a su sujetador azul claro. Draco también estaba agradecido de haber escogido esa mañana una camisa de un tono más oscuro, pues si la hubiese llevado blanca, como la del uniforme, la Marca Tenebrosa en su antebrazo se habría dejado ver y que Hera viese esa marca era lo que menos deseaba.
La Ravenclaw centró su vista en el Slytherin. Debido a la lluvia, su cabello perfectamente peinado, se había desordenado y varios mechones del flequillo caían sobre la frente del rubio. No pudo evitar reír ante aquello. Era la primera vez viéndolo así y estaba contenta por ello. Se había preguntado muchas veces como se vería él con el cabello desordenado y definitivamente se veía guapísimo. Quizás incluso más que habitualmente.
Elevó una de sus manos y la llevó hasta allí, enterrando y enredando los dedos en aquellos finos y suaves cabellos. Fue entonces cuando Draco centró su mirada en ella, pero Hera no se dio cuenta al estar tan centrada en su cabello y por lo tanto, tampoco lo vio sonreír. Entrecerró los ojos y disfrutó de las caricias que le proporcionaba.
—Te ves muy bien así —mencionó Hera en un susurro.
—Tú también.
Tomó uno de aquellos mechones rojizos y lo enroscó en uno de sus dedos. Las ondulaciones habían perdido volumen, pero el color rojo oscuro que habían tomado por la humedad que había en ellas, era realmente bonito. Jugueteó con aquel mechón durante un rato y cuando se cansó, depositó la mano sobre el tronco del árbol, dando un paso hacia adelante y obligando a Hera a dar un paso hacia atrás hasta lograr que su espalda chocase con el tronco. La mano de ella cayó de los cabellos del rubio hasta su hombro, a la misma vez que él posaba su otra mano sobre la pequeña cintura de ella. Y sin decir palabra, cerraron los ojos y se besaron.
Dulce, suave y lento, así fue el beso. Incluso si Draco quería hacerlo un tanto más pasional, se contuvo, pues sabía que su novia no estaba acostumbrada a aquellas cosas y lo que menos quería era hacerla sentir incomoda. Así que hasta que notase que ella podía seguirle bien el ritmo, se contendría y se conformaría con aquella clase de besos. Aunque decir que «se conformaría» podría indicar que no le gustasen, pero no era así. Le encantaban, lo volvían loco y era por eso que tenía que controlarse. Porque solo con uno de esos besos, la pelirroja era capaz de transmitirle todo su amor y embriagarlo por completo. Y, de alguna manera, debido a ello, se sentía torpe cada vez que la besaba, como si él tampoco estuviese acostumbrado.
Sus labios solo se separaron para buscar aire, pero permanecieron increíblemente juntos aun así, y sus ojos se encontraron cuando ambos los abrieron, después de tomar la primera bocanada. Draco se perdió en el profundo mirar de aquellos orbes marrones y ni siquiera pensó en las dos palabras que dijo justo después, esas dos palabras que gritaba su alma desde hacía ya tiempo, pero que él no había permitido salir hasta ese momento.
—Te quiero.
Hera abrió los ojos de par en par y una lágrima, que se camufló con las gotas de lluvia, se deslizó por una de sus mejillas. Draco sintió el miedo recorrer su ser al ver aquella reacción. Quizás se había precipitado, quizás no debería haberlo dicho aun. Sin embargo, el miedo se esfumó cuando vio a sus mejillas colorearse de un fuerte tono rojizo y a sus labios formar una torpe y tímida, pero coqueta, sonrisa.
—Yo también te quiero, Draco —respondió sencilla y honestamente.
Y él mencionado no pudo hacer otra cosa más que sonreír, llegando a sentir las lágrimas se aglomeraban en sus ojos por la pura felicidad que sentía. Fue a decir algo, pero sus labios fueron sellados sorpresivamente cuando Hera tomó la iniciativa y lo besó, a la misma vez que rodeaba su cuello con los brazos.
Por unos segundos, quedó paralizado, sobrecargado por todas las emociones que estaba sintiendo. Pero rápidamente volvió en sí y apartó la mano que tenía apoyada en el tronco, para colocarla sobre la chica y después rodear su cintura con ambas, estrechándola entre sus brazos y terminando lo que ella al parecer había comenzado: juntar sus cuerpos.
Sus labios se movieron acompasados y él pudo sentir como ella jugaba y tiraba de vez en cuando con los cabellos de su nuca. Quizás fue por eso que no pudo controlarse tanto como antes e hizo que el beso se tornase más pasional, más agresivo, más lujurioso. Pero en vez de hacerla sentir incomoda, la escuchó reír sobre sus labios después de que le mordiese momentánea y suavemente el labio inferior, y se sintió morir de felicidad.
¿Por qué ella tenía que ser tan jodidamente perfecta y adorable? Por Merlín, lo estaba hechizando y embriagando entre su risa, sus labios, su calor, su toque y sobre todo, su olor a jazmín. Él decía lo mucho que le gustaba el efecto que tenía sobre ella, pero, sin duda, el efecto que ella tenía sobre él era muchísimo mayor.
Deseó que el tiempo se parase justo allí y todo permaneciese como en ese momento por siempre. Porque todo era maravilloso y perfecto. Porque él nunca había sido tan feliz antes. Porque ella también quería que todo permaneciese así. Porque a ambos —sobre todo a él— les daba pavor lo que pudiera pasar en el futuro, ya que este siempre trae consigo trabas y complicaciones, y ellos simplemente querían estar juntos sin tener que preocuparse por eso.
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