━ capítulo once: ¿fuiste tú?

CAPÍTULO ONCE

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«• ¿FUISTE TÚ? •»


Hera le había dicho a Draco que quería regresar a su sala común por el momento y que debían retrasar su sesión de música de piano. Resignado, había regresado a su propia sala común. Había entendido que la pelirroja no estuviese de humor para la música en ese momento. Primero, debido al altercado con la persona que le había roto el labio y segundo, debido a la escena que había presenciado entre Parkinson y él.

Honestamente, le hubiese gustado estar a solas con la pelirroja en aquella aula. Le hubiese gustado deleitarse con la música que ella era capaz de crear. Le hubiese gustado decirle lo guapa que se veía con aquel conjunto que, pese ser sencillo, se le adaptaba como un guante. Le hubiese gustado molestarla quitándole la diadema. Le hubiese gustado hacer muchas cosas con ella, pero su compañera de casa lo había arruinado.

—¿¡Os podéis creer lo que me dijo esa estúpida Ravenclaw!? —decía la voz de la susodicha. Parecía que le estaba contando a los chicos algún problema que había tenido con alguien.

—Bueno, creo que tenía derecho a hacerlo, tú la abofeteaste —comentó Blaise. Y así Draco descubrió quien había golpeado a Hera.

—¿La estás defendiendo, Blaise? —inquirió la chica, alterada.

—No, no es eso, solo opinaba.

Draco chasqueó la lengua. Se había quedado casi a la entrada de la sala común, así que sus compañeros no se habían dado cuenta de que los escuchaba. Giró sobre sus talones y volvió a salir. Su ceño estaba fruncido y su mandíbula tensionada. Maldita Parkinson, quería golpearla por haberse atrevido a dañar a la preciosa Simmons. No iba a perdonarla fácilmente y eso si la perdonaba. Entre que lo había asaltado a él, destrozando así sus planes con Hera, y que había hecho daño a la mencionada, lo había hecho cabrear bastante en un solo día.

Sin embargo, ¿por qué la pelirroja no la había acusado? Es decir, ¿por qué la había protegido? No tenía ningún sentido. Se lo debería haber dicho para que él se lo hiciese pagar. Aunque quizás eso era lo que quería evitar, pero tampoco entendía el porqué. De todas formas, ya que no se había enterado por boca de la pelirroja por el momento no le iba a hacer nada a la Slytherin.

Llegó hasta la Torre de Astronomía y se coló en el aula en el que se impartía la asignatura; era una de las pocas que él estaba cursando ese año. Se subió a una de las mesas y echó la cabeza hacia atrás, observando el cielo que ya empezaba a oscurecer ante él; la abertura en el techo de la torre le permitía poder hacerlo.

Con el paso de los minutos, consiguió vaciar su mente y relajarse. Sin duda, aquel era uno de sus lugares favoritos del castillo. Debía llevar a Hera la próxima vez, pero cuando ya hubiese anochecido para poder observar las estrellas juntos. Podría hablarle sobre las estrellas y las constelaciones, era un tema que se le daba bien. Aunque estaba seguro de que ella también sabría bastante debido a las clases de Astronomía de los cursos anteriores. Lástima que ese año no la estuviese cursando, así tendrían otra clase más en común donde poder verse.

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Se saltó la hora de la cena esa noche. No porque no tuviese hambre, sino porque estaba lo suficientemente a gusto allí como para querer irse. Una hora más tarde, por fin salió del aula y bajó las escaleras de la torre. Un profesor o Prefecto podía llegar en cualquier momento y no le convenía que descubriesen que se había colado en un aula sin permiso.

Iba a regresar a su sala común, pero sus pasos lo llevaron en otra dirección y cuando se dio cuenta de ello, ya se encontraba frente a la entrada de la Torre de Ravenclaw. Su subconsciente lo había llevado, probablemente, porque quería encontrarse con Simmons. Era más o menos tarde y quizás la pelirroja ya había regresado de la cena y se encontraba en su habitación, pero no perdía nada por esperar un rato y esperar a ver si se cruzaba con ella. Y si alguien se atrevía a preguntar que hacía allí, siempre podía decir que estaba haciendo su ronda como Prefecto.

Se adentró en el interior, pero no le dio tiempo ni a subir un escalón cuando reconoció una figura de espaldas a él, quien sí estaba subiendo las escaleras. Entró en tensión y sus manos se volvieron dos puños. ¿Qué cojones hacia ese tipo allí?

—¿Qué haces aquí? —el pensamiento salió de sus labios.

La figura masculina que tenía en frente, frenó su subida y giró el rostro para ver quien le había hablado. Tragó en seco nada más cruzarse con aquellos ojos grises. El tejón —sí, era de Hufflepuff— se amedrentó ante ellos. Malfoy le daba cierto pavor a pesar de ser un año menor.

—¿Qué haces tú aquí? —devolvió el otro.

—Yo he preguntado primero —subió un par de escalones para acortar la distancia entre ellos—. ¿Estás aquí por Simmons? —El contrario no dijo nada, así que Draco continuó—: ¿Te has olvidado de lo que te dije la última vez? Puedo enviarte a la enfermería ahora mismo si quieres.

Sí, en efecto. La persona que se encontraba allí, el tejón, no era nada más ni nada menos que el chico que había acosado a Hera en Hogsmeade.

Los ojos del rubio lo enfocaron y casi lo fulminaron con ellos. Todavía sentía el deseo de que se tipo desapareciese de la faz de la tierra. No podía perdonarlo. Ni por lo que le había hecho a la pelirroja en Hogsmeade ni por lo que le había hecho dos años antes.

—¿Por qué la proteges? —se atrevió a preguntar el Hufflepuff—. ¿Por qué el príncipe de Slytherin protege a una simple Ravenclaw? No le encuentro lógica. ¿Por qué la protegiste en Hogsmeade o aquella vez hace dos años?

—Eso... no te incumbe.


FLASHBACK.

25 de diciembre de 1994.

El baile de Navidad ofrecido por Hogwarts debido al Torneo de los Tres Magos, en ese caso, cuatro, se estaba celebrando en aquel mismo instante. Aunque ya estaba cerca de su finalización. Sólo unas cuantas parejas quedaban bailando en la pista de baile, los demás ya habían partido rumbo a sus habitaciones y algunos otros se habían ido a continuar la fiesta a otra parte. Draco había sido invitado a ello por su primo Viktor Krum y aunque no le importaba pasar tiempo con él, estaba harto de estar rodeado de los demás. ¡Y mira que se había divertido y todo ese día! Pero Granger era la pareja de Krum y pasaba un poco —bastante— de estar con ella. Además, quería estar solo por un rato.

La noche era fría, como era de esperarse del día de navidad, e incluso dentro del castillo se notaba, sobre todo por la zona que de los arcos que daban a los jardines internos. Draco estaba pasando por esa zona justo en ese instante. Se apoyó en uno de ellos y observó el cielo nocturno desde allí, pero unos extraños ruidos le rompieron la momentánea concentración.

Sus ojos vagaron por la oscuridad del jardín, agudizándolos todo lo que pudo, hasta que encontró a la que sería una pareja junto a una pared de las más alejadas a él. No podía verlos con claridad, pero gracias a que los reflejos de la luna se posaron en cierta rojiza melena, pudo averiguar de quien se trataba uno de los presentes: Hera Simmons.

No recordaba haberla visto en el baile. Era probable que la chica hubiese escogido no ir, porque aquel no era el tipo de eventos con los que se sentía cómoda, como había hecho su compañero y amigo Theodore Nott. Entonces, si la Ravenclaw no había asistido al baile, ¿qué hacía a esas altas horas de la noche fuera de su sala común? ¿Se había escapado para ver al tipo que estaba con ella? Pero no recordaba que la pelirroja en cuestión tuviese novio, salvo con Theo, el Prefecto Gray y otros dos de Ravenclaw, nunca la veía con otros chicos, aunque realmente él no tenía por qué conocer si lo tenía o no.

—¡No! ¡Para, suéltame! —escuchó que suplicaba una voz femenina que obviamente pertenecía a la pelirroja.

De nuevo, agudizó la vista, extrañado por aquellas tres palabras. Entonces, se percató de aquella no era la escena normal que debía compartir una pareja. Fuera quien fuera, el chico que la acompañaba, la estaba forzando, aprisionándola contra la pared y su cuerpo. Simmons estaba siendo forzada y por alguna razón, eso le cabreó.

—Oh, vamos, deja de resistirte, si lo vamos a pasar muy bien —le decía en un intento de calmarla.

Gracias a que sus ojos ya se estaban adaptando a la oscuridad, pudo vislumbrar como las manos de aquel chico se deslizaban por el interior de la ropa de la muchacha y como sus labios se dedicaban a besar el cuello y el hombro al descubierto de ella. Le dio asco la escena y si a él le daba asco, a saber qué era lo que sentía Simmons.

—En serio, te estás volviendo más una belleza cada año, eres como un diamante en bruto —decía entre besos.

—¡Déjame! ¡No... No me toques! —exigió ella, tratando de librarse de su asaltador—. ¡Me haces daño! —añadió al cabo de medio minuto.

El chico en cuestión la había sujetado con extremada fuerza por una de sus muñecas en un intento de controlar los golpes que la chica le propinaba con aquella mano.

—No tendría que hacerte daño si te comportaras —le reprochó—. Yo no quiero hacerte daño, eres muy preciada para mí. —Draco notaba el cinismo o más bien, la obsesividad en sus palabras—. Siempre pasas desapercibida ante los ojos de todos, pero a mí encatusaste desde la primera vez que te vi. He querido hacerte mía desde entonces y he estado siguiéndote, esperando el momento adecuado... Ese momento es hoy, preciosa.

«Asqueroso. A parte de violador, acosador», pensó el rubio. Definitivamente, tenía razón y aquello se podría considerar un intento de violación.

—Estate quieta y seré gentil, ¿sí? —No pudo verlo, pero imaginó que él estaba sonriendo.

Iba a irse de allí. Después de todo, no tenía por qué intervenir, incluso si le resultaba la situación más repugnante del mundo. Él no tenía nada que ver con ella, aparte de ser compañeros de clase. Además, él era Draco Malfoy y a Draco Malfoy le importaban más bien poco los demás. ¿Por qué iba a ayudarla? Era en parte culpa suya. Que no hubiese sido tan estúpida para dejarse atrapar por aquel tipejo.

Un pequeño grito de la pelirroja detuvo el primer paso que iba a dar para alejarse. Sintió su garganta secarse y su corazón pesar. De nuevo, se sentía cabreado por alguna razón.

—¡Espera! No... ¡No quiero! Por favor, dé-déjame ir... —lloriqueó la águila. Su voz temblaba. Y ese temblor, sólo empeoró el cabreo del rubio.

Inspiró y volvió a inspirar, pero no le sirvió para calmarse. Pasaban los segundos y él no sabía qué hacer, todavía oía los intentos de resistirse de la chica y los sonidos obscenos que producía el otro. Asqueroso. Repugnante.

¿Por qué empezaba a sentir la necesidad de salvarla? ¿Por qué sentía que su corazón estaba sufriendo ante lo que sucedía? No lo entendía. Pero si entendió que aquellos extraños sentimientos que lo estaban invadiendo no desaparecerían hasta que la pelirroja estuviese a salvo.

Chasqueó la lengua y medio oculto en una de las columnas del arco, comenzó a dar fuertes pisadas en el suelo sin moverse de su posición, para hacer creer al chico que acosaba a la Ravenclaw que alguien se acercaba. Esperaba que surgiera efecto. Quería salvarla sin que lo supiese. No quería interferir directamente con ella delante. ¿El por qué? A saber.

—¡Mierda, alguien viene! —escuchó maldecir al chico. Parecía que su plan marchaba bien—. ¡Auch! Espera, ¿a dónde vas? ¡Maldita sea! —le escuchó decir después.

Draco se asomó por la columna para ver qué había pasado y se encontró como Simmons corría en dirección contraria a la que él se encontraba y saltaba por uno de los arcos para llegar al pasillo del castillo, hasta desaparecer por completo de su campo de visión. Se sintió aliviado al ver que había escapado.

La pelirroja había aprovechado la distracción causada por el rubio para propinarle una patada en todo el estómago a su acosador y en cuanto éste había soltado el agarre de su muñeca, había echado a correr lejos de allí.

Unos minutos más tarde, cuando el tejón se sentó en un banco y siguió maldiciendo el hecho de que Hera se le hubiera escapado, Draco se adentró en el jardín tratando de hacer el menor ruido posible.

—Intentar violar a una chica... Qué bajo has caído —le recriminó al llegar.

El chico se levantó de golpe del asiento, alterado ante aquella repentina acusación, para encontrarse con el miembro más famoso de la casa Slytherin con una sonrisa sombría en los labios. ¿Lo había visto todo? ¿Habían sido suyas las pisadas?

—No es así como se debe tratar a una chica —continuó el rubio.

—¿Y a ti qué te importa lo que yo haga, Malfoy? —cuestionó el mayor, molesto.

—Nada en absoluto, pero por alguna razón me sentía irritado por lo que le estabas haciendo a Simmons. Sería mejor que no te volvieses a acercar a ella.

—¿Ah? ¡No puedes prohibírmelo! —bramó.

Draco no añadió nada, tronó sus dedos sin que aquella sonrisa desapareciera de su rostro y sin que en sus ojos grises dejase de brillar aquella ira. Segundos después, uno de sus puños se estampó en la nariz del tejón, derribándolo contra el suelo y rompiéndole ésta. Oyó los quejidos de dolor del otro mientras se retorcía en el suelo, la sangre corría sin parar por su cara y el rubio no pudo estar más que satisfecho pues su sonrisa se mantuvo. 

—La próxima vez escoge a otra chica —le sugirió. Aunque no sabía porqué no quería que tocase a Simmons de nuevo ni porqué la había ayudado—. Si quieres tener sexo, búscate a una que te deje hacerlo y no a alguien a quien tengas que forzar, pero... —Hizo una pausa, sólo por diversión—, no creo que ninguna mujer en su sano juicio quiera algo contigo, no eres nada más que escoria. Ba-su-ra.

Se giró por fin, ahora sí que sí, para marcharse de allí.

—Una última cosa, si le dices a alguien sobre esto, no será únicamente una nariz lo que te rompa —y con un suspiro de suficiencia, se fue.

FIN FLASHBACK.


—Pero... recuerdo que te advertí que no te acercases a Simmons ya por aquel entonces y al parecer no me hiciste caso —Subió otro escalón, quedando a la misma altura que el tejón, pues aun estando el otro un escalón por encima, Draco era más alto—. Quizás debería romperte algo diferente a la nariz para que captes el mensaje.

—Tú...

—Quizás debería asegurarme de destruir tus ganas de tener sexo, ya sabes —dejó caer, haciendo un movimiento de cejas. El Hufflepuff pareció captar el mensaje porque se estremeció.

—No te atreverías —farfulló no con demasiada seguridad.

—¿Tú crees? —Aquella sonrisa sombría que el contrario había presenciado hacia años, apareció en sus labios—. ¿Crees que tengo miedo de hacerle algo a un estúpido tejón como tú? Por favor, yo soy Draco Malfoy y tú... ¿cómo decías que te llamabas? —se burló.

Draco podía notar el miedo en la mirada del tejón por mucho que éste se atreviese a desafiarlo. Notaba su cuerpo tenso y a la vez nervioso. Ya debería saber que el Slytherin no se andaba con rodeos cuando algo le hacía cabrear y aun así, se atrevía a cruzarse en su camino.

—Vamos a hacerlo sencillo —comentó después—. No quiero que Simmons se tope contigo, así que tú te largas de aquí ahora mismo y yo no te doy una paliza.

No tuvieron ni que trascurrir diez segundos para que el tejón rodease a la serpiente y empezase a descender. Draco lo siguió con la mirada hasta que lo vio salir por la entrada de la torre. Más le valía que esa vez hubiese aprendido la lección. A la próxima ya no se lo dejaría pasar. A la próxima lo mandaría derechito a San Mungo.

—¿Fuiste tú?

Sus labios se abrieron de la sorpresa ante la repentina voz. Lentamente, regresó la vista hacia las escaleras y en mitad de la escalinata se encontró a la chica a la que había estado defendiendo. Hera estaba allí y casi había escuchado toda la conversación entre el Slytherin y el Hufflepuff.

¿Por qué siempre se encontraban de esa manera? ¿Por qué siempre alguno acababa presenciando una escena «incomoda» entre uno de ellos y otra persona? Por ejemplo, cuando él la vio con Parker o Nott, o cuando ella lo vio con Parkinson y ahora con el tejón. ¿Eran casualidades o el destino?

—¿Fuiste tú? —repitió la pelirroja—. ¿Fuiste tú quién me salvó aquella vez de Jefferson? —«Ah, así que ese es el apellido del tejón», pensó Draco—. ¿Fuiste tú quién le partió la nariz? Recuerdo que la tenía rota al día siguiente.

Draco bajó la mirada. No tenía ningún sentido ocultarlo cuando ella ya lo había descubierto. Al igual que él había descubierto porque la había salvado aquella vez; porque ya había empezado a tener sentimientos por ella. Probablemente, desde que aquella rojiza melena había pasado por delante de él por primera vez había empezado a interesarse en ella, pero debido a como era y a la distancia que había creado, no se había dado cuenta hasta hacia poco..

—Fui yo —reconoció, regresando la mirada a ella y deteniéndose en esos preciosos ojos caramelo; estos se habían iluminado—. ¿Es una molestia que fuese yo quién te salvo?

No recibió respuesta. Un par de lágrimas habían comenzado a deslizarse por aquellas mejillas pecosas, lo cual le hizo preocupar. Sin embargo, antes de que pudiera preguntar qué le pasaba, Hera había comenzado a descender las escaleras rápidamente. Le preocupó que tropezase y cayese, pero no lo hizo. Llegó hasta él sin problemas y prácticamente se le abalanzó, rodeando su cuello con los brazos, siendo él quien estuvo a punto de perder el equilibrio.

No entendía nada, pero no le importó. Rodeó la pequeña cintura ajena con cuidado y la pegó aún más a él, siendo embriagado por su calor y su aroma. Y por Merlín, lo que deseaba tenerla así para siempre.

—¿Estás llorando? —cuestionó pues escuchaba sus sollozos.

—Es de felicidad. Realmente estoy muy feliz ahora mismo —susurró, sin darse cuenta de que lo había hecho en su oído. Draco tragó saliva, eso le había puesto nervioso—. Se siente como si fueses mi guardián.

Una pequeña carcajada brotó de la garganta del rubio. ¿Su guardián, eh? No sonaba nada mal y en cierto sentido, se podría decir que era así, ya que él quería protegerla de todo a como diera lugar.

Apretó el abrazo y dejó caer la cabeza sobre su hombro; justamente aquel hombro que permanecía al descubierto por el suéter. Ella ya parecía que había dejado de llorar y se había acomodado entre sus brazos. Se sentía bien. Se sentía demasiado bien para ambos.

Hera se olvidó de todo lo sucedido anteriormente, se olvidó de Parkinson y se olvidó de Jefferson. Dejó de importarle. No importaba si Parkinson y Draco se habían besado o si Jefferson la había acosado en dos ocasiones y pareciese que todavía estaba al acecho. No importaba. Lo único que importaba era el ojigris que la rodeaba con tanta delicadeza como si temiera romperla, pues se había dado cuenta ese día de que a él realmente le importaba. ¿Si no por qué la habría protegido en dos ocasiones? ¿Si no por qué amenazaba al Hufflepuff con que se mantuviese alejado de ella? ¿Si no porqué se había alterado al verla herida por la tarde? ¿Si no por qué la trataba con tanta ternura? ¿Si no por qué, simplemente, estaba ahí con ella? Después de todo, era Draco Malfoy y si no le importase o no le tuviese algún interés, no seguiría acercándose a ella.

Unos «oh» al unísono se escucharon al cabo de un rato, rompiendo la burbuja en la que se habían metido. Nada más separarse y llevar la mirada hacia donde provenían las voces, Hera no tardó en ponerse notablemente nerviosa y el rubor se esparció por sus mejillas. Un grupo de alumnos de Ravenclaw se encontraban en la entrada de la torre, mirándolos; Luna se encontraba entre ellos y una pequeña sonrisa asomaba en sus labios, Gray también estaba y parecía que estaba a punto de decir algo.

Mientras que la pelirroja quería que la tierra se la tragase, el rubio tomó su mano sin previo aviso y tiró de ella para sacarla corriendo de allí. Hera pudo escuchar la risueña risa de su amiga mientras se alejaban, pero sus sentidos se concentraron inmediatamente en Draco.

—¡Espera! ¿Dónde vamos?

—Sólo sígueme —Le dio como toda respuesta y ella obedeció.

Entraron de vuelta al castillo, donde ya dejaron de correr y comenzaron a caminar, pero sus manos no se soltaron en ningún momento. Se dejó guiar por él, no sabía a donde iban, pero no le importaba si podía estar con él. En ningún momento, sus ojos se apartaron de las manos entrelazadas, salvo en alguna ocasión para mirar por donde pisaba. No podía evitar sentirse estúpidamente feliz por ello, por mantener aquel contacto tan prolongado con el rubio, por darse cuenta de que sus manos encajaban a la perfección.

La marcha se detuvo de pronto y a ella no le quedó más remedio que alzar la mirada para ver qué pasaba. Lo vio sacar la varita y apuntar al pomo de una puerta; con un «alohomora» y su respectivo movimiento de varita la puerta se abrió para ellos. Fue entonces que se dio cuenta de que estaban en frente del aula de Música.

Un nuevo y delicado tirón en su mano la empujaron al interior y la puerta se cerró tras ella, dejándola entre ésta y el rubio. Draco se había girado para mirarla, pero antes de centrarse en sus ojos había mirado sus manos. Sonrió, ella también lo hizo. Hera no era la única que se sentía estúpidamente feliz por aquel contacto. Incluso si no lo había pensado cuando le había tomado la mano, ahora se alegraba de haberlo hecho.

—¿Qué hacemos aquí? —le preguntó con aquel tono meloso tan característico suyo.

—Pensé que podríamos tener la sesión de música que no tuvimos esta tarde.

—Me parece una buena idea. —Su sonrisa se amplió, igual que su rubor.

Sin que ninguno de los dos lo desease de verdad, sus manos se separaron y comenzaron a caminar por el aula. Hera se dirigió sin demora hasta el piano y Draco se acercó a uno de los candelabros para encenderlo con la varita y así iluminar un poco la sala. Cuando lo hizo, se quedó un poco ensimismado al ver como la luz del fuego se reflejaba en la pelirroja. ¿Por qué se veía tan preciosa fuera como fuera?

—Ven aquí —le indicó ella.

Había dejado espacio suficiente en el banco para que él tomase asiento. Se sentó allí y por enésima vez, recorrió a la chica, quién ya tenía las manos puestas en las teclas del piano. La música empezó a llegar a sus oídos justo después. Los dedos de Hera se deslizaban con cariño y suavidad por el piano, reproduciendo de aquella manera la misma melodía que ya había tocado una vez para él. La melodía que tanto lo había embriagado y que se había grabado en su cabeza hasta el punto que creía que podía tocarla a la perfección.

Posó su mano sobre una de las ajenas cuando tan solo quedaban las últimas notas, tocándolas de esa manera con ella. Pero incluso cuando la melodía se detuvo, sus manos quedaron juntas durante unos segundos más.

—Creo que voy a tener que tocar muchas más melodías para ti —mencionó la Ravenclaw de pronto—. Dije que tocaría para ti porque me habías salvado en Hogsmeade, pero también me salvaste hace dos años, así que tengo que tocar mucho más para agradecértelo —le aclaró, pues él había parecido un poco confuso.

—¿Y cuantas veces tengo que salvarte para que toques para mí por siempre? —había formulado la pregunta antes de haberla pensado, pero ese era uno de los deseos de su corazón.

—Hm... —Sus pulsaciones comenzaron a elevarse, pues de alguna forma, le había parecido a entender que Draco quería estar con ella por siempre. Buscó el borde de su falda con la mano libre, pero se acordó de que no llevaba el uniforme—. No es necesario que me salves más vece. —Dirigió, titubeante, la mirada a aquellos atrayentes ojos grises—. Siempre que quieras, tocaré para ti.

Escuchar eso fue suficiente para hacerlo feliz.

Retiró la mano al fin y ella regresó la suya a su regazo. Una nueva melodía comenzó a sonar segundos después, esta vez a manos del rubio. La pelirroja se sorprendió, pero a la vez sintió que se moría de felicidad. Su deseo se había cumplido, el deseo de querer que él tocase para ella, de querer verle tocar el piano. Él no tenía tanta maestría como ella, pues no practicaba tanto, pero aun así tenía bastante habilidad para tocar el instrumento.

Su interpretación fue incluso más tranquila que la de ella. Era una de esas melodías que te encatusan y te hacen llevarte a los brazos de Morfeo. Hera cerró sus parpados y recargó su cabeza sobre el hombro de Draco, dejándose guiar por aquella armonía. Juraría que podía quedarse dormida en cualquier momento por lo relajada y segura que se sentía. Era agradable. Ese momento era agradable. Él era agradable.

Draco terminó la pieza sin problemas, pese haberse desconcentrado un momento cuando ella se había recargado sobre él. Sus ojos vagaron hasta el rostro ajeno y recorrieron sus facciones, sonriendo a medida que lo hacía. Se veía tan adorable estando así, al borde del sueño.

Deseaba que ese momento durara para siempre. Deseaba que el mañana no existiese, pues mañana todo podía estropearse, pero en ese instante, en el presente, todo era perfecto. Eran ella y él, solos y juntos. Y así todo era perfecto. No hacía falta más. Solo ellos dos.


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Os dije que algún día sabríais que le había hecho con anterioridad el tipejo a Hera y aquí lo tenéis. Draco es todo un salvador. 

La canción en multimedia es la que toca Draco y sí, nuevamente es de Yiruma bc Yiruma es perfección como pianista y compositor. >w<

Marie Weasley.

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