━ capítulo diez: estúpida parkinson.
CAPÍTULO DIEZ
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«• ESTÚPIDA PARKINSON •»
El tan esperado día había llegado. El día en que Draco y Hera habían concertado una «cita», aunque realmente no se le podía llamar así, hacia un par de semanas. Era el día en que ambos se verían en un lugar diferente de la biblioteca, el aula de Música; allí podrían disfrutar de su mutua compañía y del hermoso sonido del piano. Ella tocaría para él, como habían acordado, y quizás él también tocaría para ella. O eso era lo que deseaba Hera.
Pasó la mañana con Luna, salvo un rato en el que estuvo con la novia de su primo, Bianca, quién había ido a buscarla para pedirle consejo. Por un momento, a Hera le había parecido extraño. «¿Consejo sobre qué?», había pensado. Hera podía ser muy inteligente y también muy buena escuchando a los demás, pero si le pedían consejo sobre temas amorosos se quedaría en blanco. ¡Por Rowena! Era imposible que ella pudiese dar consejos sobre ese tema cuando llevaba años en un amor no correspondido que apenas había conseguido avanzar a una amistad recientemente.
Sin embargo, su conclusión había sido equivocada. Bianca, la tejona, no había ido a pedirle un consejo amoroso, sino simplemente consejo para saber que le podía comprar a Gray por Navidad. Pese a que la pareja había iniciado su relación por esas fechas el pasado año, no se habían hecho ningún regalo y era por eso que Bianca estaba tan nerviosa y preocupada por si acaso no acertaba con la elección del presente.
No importó cuantas veces la pelirroja le dijese que su primo sería feliz con cualquier cosa que ella escogiese, la tejona se negó a hacerle caso. Seguía diciendo que no podía escoger simplemente algo al azar o que sólo le gustase a ella. Tenía que ser algo increíble, algo que emocionase a Gray desde lo más profundo de su corazón, algo que le encantase y que a la vez le hiciese recordar a ella cuando lo viese.
«Cosas de pareja», había dicho Hera en su mente.
Finalmente, tras mucho divagar y discutir, Bianca quedó conforme con una de las propuestas de la Ravenclaw y se retiró para planear una salida a Hogsmeade con la amiga de ambas, Amanda, y así poder comprar el regalo. Fue entonces cuando Hera cayó en la cuenta de que ella misma también tenía que empezar a pensar que le iba a regalar a sus seres queridos. Para Luna ya tenía algo pensado, pero para Theo, su primo y los amigos de éste —que también eran suyos—, todavía no tenía nada en claro. Tendría que ir pensándolo. Aún quedaba para Navidad, pero siempre era bueno tener pensada las cosas de antemano.
—Podría comprarle algo a Draco...
Quería hacerlo. Quería elegir algo especialmente para él y dárselo. Cierto era que su amistad apenas había comenzado y quizás no era propio darle un regalo tan pronto. También cabía la posibilidad que aunque lo comprase, él no quisiese aceptarlo por el motivo anteriormente mencionado o porque no fuese lo suficiente bueno. «Ah, por eso Bianca estaba tan preocupada», había comprendido por fin a la tejona. Era normal que estuviese ansiosa sobre la elección, a nadie le gustaría escoger algo para la persona de la que se está enamorada y que a ésta no le gustase. Tenía que pensarlo bien. Bueno, más bien, tenía que pensar primero si era conveniente hacerle un regalo al rubio o no.
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Cuando la tarde llegó, se pasó cerca de una hora escogiendo que ponerse. Sabía que no era una cita, pero aun así todavía quería verse bien para el Slytherin. Era la primera vez que ellos estarían juntos en un día libre, a parte del horrible día de Hogsmeade, y le hacía bastante ilusión que la viese con otra ropa diferente al uniforme.
Suspiró. ¿Qué estilo le gustaría a Draco? No lo sabía. ¿Y si se disgustaba con ella por llevar ropa muggle? Pero es que se sentía más cómoda con ella. No había remedio.
Su amiga Luna, quien se encontraba sentada con las piernas cruzadas en su cama, no dejaba de reírse al verla tan preocupada por la ropa. Era una escena extraña para ella, pues la pelirroja siempre había sido muy despreocupada con su estilo y nunca se había preocupado por lucir bien, pero al parecer eso había cambiado. Quizás, porque tenía a alguien para quien quería lucir hermosa o quizás, porque había madurado durante el último verano. Quizás, era un poco de cada.
Finalmente, se decidió. Se puso un suéter de lana marrón clarito que al quedarle grande le caía por un hombro, dejando este al desnudo, y unos vaqueros oscuros y ajustados que realzaban sus piernas. Escogió unas botas bajas de un color similar al suéter como zapatos y un par de pendientes y un collar de una estrella completaron el conjunto. Era un conjunto sencillo, pero se veía bastante bien ella. Después de todo, no era una cita, así que tampoco quería ponerse algo demasiado llamativo.
Su cabello quedó, como de costumbre, suelto y rizado, dejando que sus graciosas y adorables ondulaciones cayesen libres por su espalda. Dudó, pero terminó por añadir una fina y trenzada diadema marrón, aunque casi no sujetaba nada de su cabello.
—¿Cómo me veo? —le preguntó a su amiga tras haber terminado y haberse dado la vuelta para que la contemplase bien.
—Muy guapa —respondió con total sinceridad.
—¿De verdad? —quiso asegurarse y el asentimiento inmediato de la rubia, le hizo sonreír ampliamente—. Perfecto, entonces.
—Seguro que él también lo piensa —comentó, risueña.
El rubor no tardó en hacerse presente en las mejillas de Hera, a lo que Luna no pudo hacer otra cosa que sonreír. Su amiga era adorable.
—H-hm, me pregunto.
Obviamente, Luna sabía que Hera había quedado con Malfoy, ésta se lo había dicho hacia unos días, aunque la cita llevaba planeada desde hacía semanas. No le había importado que hubiese tardado tanto en decírselo, sabía que su amiga tendría sus motivos. De todas maneras, ella ya había notado la repentina amistad que había surgido entre aquellos dos. Los había visto juntos en varias ocasiones, como cuando había ido a buscarla a la biblioteca o en los pasillos tras finalizar las clases. Igualmente, no tenía problemas con que la pelirroja se llevase bien con Malfoy. Es decir, había escuchado las cosas malas que se decían de él y de su padre, pero ya que ella no lo conocía, nunca se había atrevido a juzgarlo de esa manera y no le había dado importancia a los rumores. Y si su amiga parecía confiar en él, no debía ser tan malo.
—¿Qué vas a hacer tú esta tarde? —preguntó la pelirroja mientras se sentaba a su lado a la cama.
—¡Iré a darle de comer a los thestral! Hace días que no voy a verlos. —Hera dejó escapar una pequeña risa, su amiga parecía bastante entusiasmada.
—Salúdalos de mi parte. —Luna asintió.
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Se apresuró a recorrer los pasillos del castillo cuando quedaban menos de diez minutos para las seis, la hora acordada. No quería ser impuntual ni mucho menos quería hacer esperar a Draco. Gracias a Merlín, la velocidad de su caminar la hizo llegar justo a tiempo.
Colocó una mano en el pomo del aula de Música para abrirla y empezó a escuchar unas voces provenientes del interior. ¿Había alguien más? No podía ser. ¿Entonces, qué iba a pasar con su cita con Draco? Quizás podía entrar y preguntar cuanto tiempo estarían usando el aula las personas que estaban dentro. Sí, esa era una buena opción.
No pudo arrepentirse más de haberlo hecho.
—¿Qué tal si continuamos por donde lo dejamos el otro día? —preguntó una voz femenina de forma coqueta.
—No recuerdo que haya nada que continuar —siseó una voz varonil. Una voz que Hera conocía demasiado bien.
Sólo había alcanzado a dar un paso cuando reconoció aquella voz y vislumbró a las dos personas que se hallaban en el interior. Draco Malfoy y Pansy Parkinson. El rubio se encontraba sentado en una de las esquinas del banco del piano con la cabeza girada hacia su acompañante y la morena, prácticamente, estaba a cuatro patas sobre éste mientras se iba a acercando lentamente a su compañero de casa.
Hera quiso que la tierra se la tragase.
—¿No te acuerdas? Me diste un maravilloso e increíble beso —continuó Pansy, llevándose un dedo a los labios de forma inocente, pero tratándose de ella, no tenía nada de inocente. Draco rodó los ojos.
—¿Maravilloso? ¿Increíble? Fue horrible —corrigió el otro.
Por Salazar, como lamentaba aquel maldito beso sin sabor.
—Oh, vamos, Draquito, no seas tímido, yo sé que te gustó. —La cercanía entre ellos se hizo más notable y Pansy ya había colocado una mano sobre una pierna de Draco—. ¿Por qué no lo repetimos?
Los dos Slytherin parecían no haberse dado cuenta de la presencia de la Ravenclaw, así que aprovechándose de ello, retrocedió y salió del aula en completo silencio. Se quedó pasmada delante de la puerta durante un minuto antes de comenzar a alejarse. No quería seguir más allí después de lo que había contemplado y oído.
¿Por qué Draco estaba con Parkinson? ¿Por qué? ¿No se suponía que ellos habían quedado esa tarde? Era imposible que el rubio se hubiese olvidado ya que ambos lo habían vuelto a confirmar el día anterior. ¿Podría ser que la chica lo había seguido hasta allí? Era probable. Pero eso no eliminaba el hecho de que ella se le estuviese insinuando a Draco con tanto descaro. Y... ¿qué era eso de que se habían besado? ¿Era mentira, no? Sin embargo, Draco no lo había negado en ningún momento, al contrario, había dicho que había sido horrible. Horrible o no, se habían besado y eso era lo único que le importaba a Hera en ese momento.
No, espera. Debía calmarse y no comenzar a sacar conclusiones precipitadas. No quería cometer el mismo error que Draco con Gray y acabar lastimando al muchacho por ello. Debía hablarlo con él antes. Pero, ¿qué le iba a decir? Si le preguntaba sobre si se había besado con Parkinson resultaría extraño. Ella no tenía derecho a meterse en su vida privada.
«•❀•»
Las horas habían pasado mientras Hera daba vueltas sin fin por el castillo. No sabía qué hacer. No sabía si ir a hablar con alguien de lo que había visto. Quizás con Theo, para preguntarle si Draco y Parkinson estaban saliendo, pero dudaba que esto fuera así. Había observado al rubio durante años y nunca le había visto mostrar un especial interés por la morena. En realidad hasta parecía sentirse incomodo muchas veces con su presencia. Entonces, ¿qué pasaba?
Una Pansy Parkinson notablemente irritada se cruzó de repente en su camino y por unos segundos, se le abrieron los ojos de la sorpresa. Aunque también se sentía aliviada al saber que ya no estaba con Draco. Sin cruzar palabra, la rodeó y se dispuso a continuar su camino.
—Espera, Simmons —escuchó que decía.
Se detuvo en el acto y se giró para enfrentar la mirada de la morena, casi parecieron saltar chispas entre ellas.
—¿Qué quieres? —preguntó, secamente. No quería hablar con ella.
—¿Qué, qué quiero? Para empezar, deberías hablarme con un poco más de respeto. —Hera puso los ojos en blanco, no podía creerse el ego que tenía la chica.
—Tú no lo haces conmigo, así que no veo motivos para hacerlo yo —argumentó la pelirroja, consiguiendo como consecuencia irritar más a la morena.
—Por favor, es que tú y yo somos de clases diferentes. —Removió su cabello en un gesto de superioridad, Hera arrugó la nariz.
—Ajá, si eso es todo lo que tenías que decirme, mejor me voy.
Hera podía ser muy buena y todo lo que se quisiese, pero cuando se encontraba enfadada o la existencia de una persona la irritaba, solía salir su carácter. No temía perder una batalla de ataques verbales y menos contra la morena, pues ella era el doble de inteligente. Por no decir, el triple.
—No es todo —siseó. Hera suspiró, pero esperó a que volviese a hablar—. ¿Qué es lo que te traes con Draquito?
—¿Draquito? —la pregunta le sorprendió tanto como la forma de referirse al rubio que tenía la morena. Era aún más sorprendente que Draco no la hubiese matado por ello—. No sé de qué hablas.
—No te hagas la tonta conmigo —casi pareció que la amenazaba—. Os he visto varias veces juntos y no puedo llegar a entender porque él se acerca a alguien como tú.
¿Le dolió? Un poco, sobretodo porque ella también lo había llegado a pensar en alguna ocasión. Era por eso mismo que no se había acercado a él los años anteriores.
—Lo mismo podría decir sobre ti —contraatacó con calma.
—¡Por favor, él me adora! —Su risa cínica retumbó en los oídos de la Ravenclaw—. Pero jamás llegará a adorar a una estúpida águila.
—¿Estúpida águila? Si no me equivoco, los Ravenclaw tendemos a ser los más inteligentes de las cuatro casas. —«Salvo algunas excepciones», pensó, pero se ahorró decirlo.
—Eso es lo que tú te crees, nunca podrías superar a una serpiente como yo. —Dio un paso hacia delante y cruzó los brazos sobre su estómago—. Es por eso que nunca conseguirás nada con Draco.
—¿Es que necesito ser una Slytherin para estar cerca de él? ¡Qué bobada!
—No es sólo eso, tú directamente no estás a su nivel. —La crispación se hizo visible en las pupilas de la pelirroja—. Es decir, ¿cómo alguien sin clase y estilo, nada bonita, con un pelo que la hace parecer una calabaza y que, además, es prácticamente invisible, podría estar al lado del gran Draco Malfoy, el príncipe de Slytherin?
«Estúpida Parkinson, debería lanzarle un encantamiento aturdidor y luego arruinar esa belleza de la que se siente tan orgullosa», pensó. Su mente no dejaba de hacer planes para vengarse de la morena. Quería humillarla un poco para ver si su ego bajaba.
—¿Entonces, me estás diciendo que hay que ser como tú para estar con él? —cuestionó con una ceja alzada. Pansy asintió—. Es decir, que hay que ser una persona cínica y superficial. —Pudo ver como los ojos ajenos se llenaban de ira—. Prefiero pasar si es así.
—¿¡Cómo te atreves!?
La mano de la Slytherin se elevó rápidamente y golpeó la mejilla de la Ravenclaw con un sonido estruendoso. Ésta quedó atónita por lo sucedido. Pero, ¿qué? Más bien, ¿cómo se atrevía a golpearla? Le daban ganas de matarla. Notó la picazón sobre su mejilla y también un dolor punzante en el labio. Su lengua recorrió la zona y percibió el sabor metálico de la sangre. Le había abierto el labio inferior. ¡Esa maldita...!
—Tú...
—Te lo tienes bien merecido por no saber cerrar esa boquita —siseó la morena con una sonrisita torcida—. ¿Quieres qué te cuente un secreto? —Antes de que pudiese contestar, continuó hablando—: Draquito y yo nos besamos hace poco, cerca del Lago Negro. Fue maravilloso, fue... —Hera dejó de escuchar mientras la otra narraba lo bien que se había sentido.
—¿Has terminado? —inquirió al cabo de unos minutos. Por suerte, el haberla dejado de escuchar la había ayudado a mantener la calma—. ¿Te sientes muy feliz por ello? Puedo entenderlo, pero te diré una cosa. Un beso es solo un beso, sólo tiene la importancia que tú quieras darle. Puede no significar nada... o puede cambiarlo todo. —Centró su mirada marrón en la morena, parecía confusa—. En este caso, para Malfoy, no creo que haya significado nada.
Y dicho eso se dio la vuelta, dejando a Parkinson con la palabra en la boca. La satisfacción que la invadió al ver la cara que había puesto fue de lo mejor. Se lo tenía merecido por haberse atrevido a golpearla o a meterse con ella. O a insinuar que no tenía oportunidad con Draco.
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—¡Simmons! —escuchó que una voz la llamaba.
Sus ojos no se apartaron del suelo, pero su caminar se detuvo. Había sido interrumpida justo cuando iba a sacar su varita para detener el sangrado del labio. Esperó hasta que la persona en cuestión se acercó hasta ella y sí, se trataba de Draco, nada más ni nada menos. Primero se encontraba con Parkinson y ahora con él, ya era mala suerte. No estaba segura de cómo debía comportarse después de lo que había visto en el aula y de su rencilla con la Slytherin.
—Te estaba buscando —mencionó él—. ¿Dónde estabas? Pensaba... —La frase se quedó en el aire cuando vio aquel hilo rojo saliendo del labio inferior de la contraria—. Tu labio... ¿qué te ha pasado?
—Nada...
—¿Cómo que nada? Estás sangrando —replicó. Ella seguía sin mirarlo—. ¿Quién te lo ha hecho? No habrá sido aquel tipo, ¿verdad?
—¿Aquel tipo? —Por un momento, no supo a quien se estaba refiriendo hasta que cayó en la cuenta de que debía tratarse del chico del que la había protegido en Hogsmeade—. No, no ha sido él.
—¿Entonces, quién?
—Ha sido... no, no importa.
Prefería no comentarle que había sido Parkinson. Primero, porque ella no era ninguna acusica. Y segundo, porque existía la posibilidad de que el rubio se enfadase con su compañera de casa si se enteraba y aunque esa idea no le disgustaba, prefería no decirlo. Nunca había sido de la clase de personas que le gustaba meterse en problemas. Al contrario, le gustaba pasar desapercibida. Aunque al parecer ese año no lo estaba consiguiendo tan bien como los años anteriores.
—¿Cómo que no importa? —cuestionó Draco, confundido.
—Da igual, sólo es un pequeño corte, sanará pronto —trató de tranquilizarlo con aquello.
Oyó el suspiro del contrario y por obligación, no le quedó más remedio que mirarlo. Draco la había sujetado del mentón y había elevado su rostro para poder observarla a los ojos y también para ver mejor la herida. No comentó nada más, se limitó a sacar su varita y a apuntar al labio con ella.
—Episkey —pronunció y la sangre se detuvo—. Así mejor.
Una pequeña sonrisa se formó en los labios de Hera. Incluso si sintió cierto tirón por parte de la herida, no le importó.
—Gracias.
Draco masculló una especie de «de nada» y guardó la varita. No estaba conforme con que Simmons se le negase a decir quien le había hecho aquello, pero tampoco iba a forzarla a hacerlo. Prefería esperar a que ella se lo contase algún día.
—Has dicho que me estabas buscando, ¿qué querías? —inquirió, aunque se imaginaba de que se trataba.
—Habíamos quedado, ¿no? En el aula de música —le recordó, pese a que ella no lo había olvidado—. Te he estado esperando, pero no has venido. ¿Por qué?
El Slytherin se había librado de su compañera de casa alrededor de cinco minutos después de que la Ravenclaw se fuese. No sin costarle lo suyo, pues la chica no se rendía fácilmente. Al final, había tenido que apartarla de malas maneras, es decir, bruscamente, para conseguirlo. Era por eso que Parkinson ya se encontraba irritada cuando se encontró con Simmons.
—Te vi con Parkinson —contestó al cabo de un minuto. El rostro del rubio palideció—. Preferí no interrumpir.
Un nuevo minuto pasó, siendo ahora Draco quien dejó que el silencio reinase. Había apretado los dientes con fuerza y debido a ello, Hera pudo ver como su mandíbula se tensaba. Estaba claro que no le hacía ninguna gracia que le hubiese visto con Pansy. Ni mucho menos teniendo en cuenta la situación que había vivido con ella.
—Ella me siguió —murmuró, explicando de esa manera la presencia de la morena en el aula—. ¿Cuánto... cuánto escuchaste?
—No mucho. Sólo algo de... —dudó. Sus ojos se desviaron de los grises de él y se dedicaron a mirar la punta de sus pies— que la habías besado.
«¡Mierda!», maldijo el ojigris. Eso era justamente una de las cosas que hubiera preferido que jamás escuchase. No quería que ella lo supiese.
—¿Es cierto? —continuó, regresando su vista a él.
Según lo que había escuchado en el aula y lo que Parkinson le había dicho, la respuesta debía ser afirmativa, pero todavía quería escucharlo de sus labios.
Draco apretó un puño. ¿Cómo podría mentirle si quiera, cuando ella lo miraba con aquellos ojos tan profundos y sinceros? Incluso si lo lamentaba, no quería hacerlo.
—Desgraciadamente, lo es —fue ahora él quien apartó la mirada.
El silencio se hizo pesado. Draco no dejaba de maldecir en su interior y Hera parecía hacer lo mismo. «Estúpida y maldita Parkinson».
—¿Desgraciadamente? —Una risa un tanto amarga se le escapó.
—Sí, fue un maldito error —siseó. ¡Y tanto que lo había sido!—. Ahora ella anda ilusionada por ahí, pero yo solo lo hice... —Hizo una pausa, meditando sus palabras—, para sacarme otra cosa de la cabeza —No había mentido, pero tampoco había dicho toda la verdad.
—Está bien, no tienes por qué darme explicaciones —se apresuró a decir al ver al rubio un tanto agobiado.
—Aun así, quería hacerlo. —Por ningún motivo quería que ella malinterpretase su relación con la Slytherin. Él no tenía ningún interés en ella. La única persona que le interesaba estaba en frente suya—. De todas formas, no significó nada para mí.
Hera se sintió aliviada ante aquello. Había acertado cuando se lo había insinuado un rato antes a Parkinson y eso le daba una sensación de regocijo. ¿Quién decía que había que ser como ella para atraerle a Draco? Já. Ahí lo tenía, él no sentía ni lo más mínimo por ella.
—Está bien —susurró ella, indicándole así que le creía.
Draco se relajó en ese instante, soltando un suspiro y destensando sus músculos. Le era suficiente con saber que ella le creía, que al menos sabía que no tenía esa clase de intenciones con Parkinson, que él no sentía nada por esa chica ni nunca lo sentiría.
—Deberías procurar no volver a cometer ese error —sugirió la pelirroja—. Sólo deberías besar a la persona que quieras con todo tu corazón... Ah, eso sonó muy cursi y anticuado, ¿verdad? —rio, nerviosa y se ruborizó. Qué estupidez había dicho.
«Por Salazar, ¿por qué tiene ser tan adorable?». No sabía si reír por su comentario o besarla para hacerle saber así, que ella era la única con quien quería hacerlo.
—Bueno, un poco, pero supongo que tienes razón. —Ella lo miró, sorprendida y él se rascó la nuca, restándole importancia. Pero ambos acabaron sonriéndose.
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Como dice el título, estúpida Parkinson, que poco la soporto.
En este capítulo he añadido una frase de los libros de Memorias de Idhún por Laura Gallego (ashdadh, me encantan). ♥
Marie Weasley.
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