━ capítulo cinco: hogsmeade.

CAPÍTULO CINCO

────────«•❀•»────────

«• HOGSMEADE •»


El tiempo corrió y la primera visita a Hogsmeade llegó. Como todavía estaban a mediados de octubre el tiempo aún era cálido, así que se podía visitar el poblado sin que te helaras hasta los huesos como pasaba muchas veces en invierno. Los alumnos de tercer año estaban verdaderamente emocionados, pues era la primera vez que irían. Los de cursos menores se morían de envidia y los mayores, bueno, ellos ya estaban acostumbrados a ir.

La joven Ravenclaw se encontraba en su habitación terminando de prepararse antes de salir en busca del acompañante con el que iría a Hogsmeade, su amigo Theo. Luna había querido ir con ella, pero Hera le había dicho que quería pasar un rato a solas con el moreno y sabiendo lo importante que era el chico para su amiga, la rubia no había insistido. Poco después le había comunicado que ella iría con sus amigos de Gryffindor y que la próxima vez irían juntas.

Se había vestido con unos vaqueros azules realmente ajustados, lo que le hizo pensar que había engordado porque antes no se le pegaban tanto al cuerpo; a su vez llevaba una camisa negra cubierta con una rebeca del mismo color, de la que dejó los primeros botones sin enganchar, dejando así ver más de su piel blanca y mostrando también la cadena de plata que llevaba puesta. Para finalizar, llevaba unas botas negras bajas y planas; eso de ir con tacones no era lo suyo a decir verdad. Además, solo era una salida con un amigo, tampoco tenía que arreglarse tanto. Por lo tanto, apenas se maquilló, únicamente se puso una ligera sombra marrón en los ojos y un claro brillo de labios que no destacaba demasiado. Su cabello lo dejó como siempre, suelto y rizado, sin ningún tipo de retoque o accesorio.

Cogió una pequeña mochila de tela que había dejado sobre su baúl y se la echó al hombro antes de salir finalmente de la habitación. Se apresuró a salir de la sala común y después a bajar hasta el hall de entrada del castillo. No quería ser impuntual con Theo. 

Para cuando llegó, el moreno ya se encontraba en la puerta, cruzado de brazos. Llevaba ropa informal. Igual que ella, unos vaqueros y una camisa azul oscuro que tenía remangada hasta los codos, dejando entrever la piel pálida y ligeramente musculosa que cubría sus brazos. En aquellos años, Theodore se había ido convirtiendo en un chico bastante atractivo. De ser casi tan delgado como un palillo había pasado a tener una masa muscular que era difícil de no apreciar. De un rostro infantil había pasado a un rostro maduro y varonil. Debido a ello, Hera había visto como muchas chicas le habían hecho ojitos en el último mes, pero el moreno siempre las ignoraba, no estaba interesado.

—Perdón por el retraso —se excusó nada más llegar a su lado.

—¿Retraso? —comenzó a reír—. Todavía quedan diez minutos para la hora que habíamos acordado.

—¿Eh? ¿Entonces, por qué estás ya aquí? —preguntó, confusa.

—Por el mismo motivo por el cual tú te has apresurado a venir, porque no quería hacerte esperar. —Le dedicó una sonrisa ladeada que ella no tardó en responder—. Vayámonos.

Ella asintió y los dos salieron por la puerta, esquivando a unos niños de tercer año que corrían como locos. Hera no pudo evitar preguntarse si ellos habían actuado así la primera vez que fueron a Hogsmeade. Probablemente no. Los dos eran demasiado tranquilos y no les gustaba destacar en lo más mínimo; preferían mantenerse al margen de todo.

Se mantuvieron en silencio por el camino, mientras veían a personas ir y venir por su lado. No era que no tuvieran temas de los que hablar, pero en ese momento, ambos preferían disfrutar del silencio y de la libertad de salir del castillo; por supuesto, ninguno pensaba que Hogwarts era como una prisión, todo lo contrario, para ellos era un hogar.

En cuanto llegaron al poblado, empezaron a recorrerlo como si fuese la primera vez que estaban allí y al pasar frente a Honeydukes, la pelirroja tiró del brazo del moreno para arrastrarlo al interior de la tienda; algo que se dejó hacer divertido. Le encantaba el brillo infantil que tenía su amiga en los ojos cuando veía la tienda de dulces. Pese a que no era una chica extremadamente golosa, le gustaba disfrutar de algún dulce de vez en cuando. Y después de lo que pasó el primer día de clases cuando no fue capaz de ir a desayunar, había pensado que la idea de llevar chocolatinas encima, como su compañero de casa, no era mala idea.

—¿Qué quieres que te compre, pelirroja? —preguntó el chico cuando ya estuvieron dentro.

—¿Comprarme? ¡Yo puedo pagar! —replicó ella.

—Oh, vamos, déjame compensarte por no habernos visto este verano —se quejó él. Hera estaba dispuesta a replicar de nuevo, pero ante el intento de hacer ojitos de cachorrito de su amigo, no fue capaz—. Así me gusta, elige lo que quieras.

Con cierto mohín, la pelirroja cogió una cesta y empezó a llenarla con todo lo que le apetecía, pero trataba de controlarse porque no quería que su amigo gastase demasiado dinero. Cuando ya hubo terminado, se dirigió al mostrador junto con Nott, donde el encargado de la tienda les dedicó una amplia sonrisa. Mientras que el hombre revisaba lo que había en la cesta y lo iba metiendo en una bolsa, Hera se percató de que la mujer del encargado no se hallaba en ningún lugar del establecimiento, lo cual le extrañó, pero no preguntó por ella. Quizás se encontraba descansado en el apartamento de arriba.

Una vez el hombre les dijo cuanto debían, Theo se apresuró a pagar, ante la atenta mirada de Hera que todavía no estaba muy conforme con que él pagase todo.

—Deja de mirarme así —siseó mientras le entregaba la bolsa con los dulces.

—Idiota —murmuró ella por lo bajo.

Nada más salir del lugar, la pelirroja ya había comenzado a rebuscar en la bolsa para comenzar a picar alguno de los dulces. Cogió dos calderos de chocolate y le tendió uno a su amigo. Mientras se los comían se dirigieron a las Tres Escobas, se beberían unas ricas cervezas de mantequilla y hablarían tranquilamente de sus cosas.

El moreno abrió la puerta para ella, la cual se introdujo dentro seguida de él. Rápidamente visualizó a varios alumnos de su curso de diferentes casas, pero ninguno de los dos parecía tener relación con ellos, así que no se molestaron en saludarlos. En cambio, se dedicaron a buscar una mesa libre y apartada del resto. Hera la localizó en seguida y mientras ella ocupaba un asiento, Theo fue a pedir las dos bebidas.

Regresó unos minutos más tarde, cargando con ambas jarras y se sentó en frente de la chica. Ambos dieron un largo sorbo a la cerveza antes de comenzar su conversación.

—Deliciosa —susurró él a lo que la pelirroja asintió.

—¿Cómo estás? —preguntó Hera de improviso. 

Theo frunció el ceño, confundido. Los ojos marrones de su amiga lo miraban con inquisición, clavándose en los suyos.

—¿Cómo estoy? —repitió la pregunta—. Pues bien, ya lo sabes.

Hera arrugó la nariz. El moreno no había entendido del todo la pregunta o había fingido no entenderla.

—No me refiero a eso —suspiró, centrando sus ojos por un momento en la jarra antes de volver a los de él—. Me refiero a lo de tu padre.

Y un balde imaginario de agua fría cayó en la cabeza de Theodore. No esperaba que la pelirroja fuese a sacar ese tema en cuestión. Se hubiera esperado cualquier otra cosa antes que eso. Tampoco quería hablar demasiado sobre el asunto con ella. ¿Cómo hablarle de su padre mortífago a su amiga para nada purista y con familiares muggles? No era fácil. Al contrario, podía llegar a ser incómodo y más después de que el hombre que era su progenitor estuviese en Azkaban.

—No lo sé —contestó al rato, serio. Y era la verdad, no sabía cómo sentirse ante aquello. No sabía si debía sentir pena o rabia. No sabía nada—. Bueno, él es toda la familia que me queda, así que obviamente no me gusta que esté encerrado, pero... —miró los ojos de su amiga que escuchaba atentamente—, no lo sé, sinceramente no sé cómo sentirme o como debo llevarlo.

—Luna me contó lo que sucedió en el Ministerio de Magia —comentó ella al cabo de un minuto y un nuevo balde de agua fría cayó sobre el muchacho. Solo de pensar que la rubia había estado involucrada en ello, le revolvía las entrañas—. Me alegra que no le haya pasado nada, solo de imaginar que tu padre u otro mortífago le podrían haber hecho algo, me duele el corazón.

El tono de Hera había mostrado cierta inseguridad al hablar, pues temía que los sentimientos del contrario pudieran salir lastimados, ya que su padre estaba involucrado.

—Me siento igual —confesó—. Y no tienes que preocuparte por mi padre, si él le hubiera hecho algo a Luna, yo sería el primero en no ser capaz de perdonarlo. —Si algo le hubiera pasado a la rubia, no solo su corazón, sino el de la pelirroja se habría partido y jamás podría perdonar en lo más mínimo al causante de ello.

Hubo un incómodo silencio en el que ambos se limitaron a dar sorbos a la cerveza. Hera lo rompió para realizar una pregunta que podría poner en un aprieto a su amigo, pero necesitaba saber su respuesta a toda costa, incluso si la temía. 

—¿Te unirías a ellos?

—No por propia voluntad. —Theo no dudó al decir aquello.

Sabía que los seguidores del Señor Tenebroso tendrían que obligarlo o amenazarlo para que se uniese a sus filas. Y si eso llegaba a suceder, estaba seguro de que perdería a su mejor amiga. ¿Por qué como ella iba a querer seguir siendo amiga de un mortífago? Por supuesto que no iba a querer, ella se alejaría de él para siempre si sucedía. Por eso rezaba cada noche porque no sucediera. Porque no quería perderla. Ni a ella. Ni a la rubia que ocupaba sus sueños.

Hera no añadió nada más. Le bastaba con saber que al menos no sería bajo su propia voluntad. Eso de alguna manera llegaba a aliviarla. No quería perderlo porque él se uniese al lado oscuro y en realidad incluso si se unía, ella jamás lo abandonaría porque era su mejor amigo y una de sus personas más preciadas en el mundo. Igualmente tampoco quería perder a cierto rubio por ello, aunque a diferencia de con el moreno, no hubiese relación alguna entre los dos.

—¿Qué hay de Draco? —preguntó en un mero susurro.

Su amigo enarcó una ceja, la había escuchado a pesar del jaleo que había en el establecimiento. El moreno conocía los sentimientos de la pelirroja, por lo que no le sorprendía que ella estuviese preocupada por su amigo. Había visto en cientos de ocasiones como quería acercarse al rubio, pero no se atrevía por miedo a un rechazo. Como lo miraba cada vez que él no se daba cuenta. Con ese mismo sentimiento con el que él miraba a la amiga rubia de Hera. Curiosa e irónicamente, ambos tenían sentimientos por el amigo rubio del contrario.

¿Qué debía contestarle? Por las insinuaciones que Draco había hecho en el expreso o por como lo veía más preocupado y frío de lo normal en el último mes, intuía que su amigo quizás ya había cruzado la línea. Pero aún no se había atrevido a sacar el tema con él.

—No tengo ni idea —mintió. Y quizás su amiga sospechó que mentía, pero no dijo nada.

No volvieron a tocar ese tema en las horas siguientes. Trataron de apartar todo lo que pudieron aquellos pensamientos y hablar de cosas más animadas y divertidas. Como cuando Seamus Finnigan había rociado de agua al profesor Flitwick en clase de Encantamientos.

«•❀•»

Mientras tanto en el castillo, Draco acababa de salir de la Sala de los Menesteres, después del primer intento fallido de reparar el Armario Evanescente. Empezó a caminar por los pasillos tras comprobar que no había nadie rondando cerca, pero todo estaba desértico. La mayoría de los alumnos habían salido a Hogsmeade, para su suerte.

Estaba un poco molesto porque las cosas no hubiesen salido como quería. Y se molestó aún más cuando recordó que ese era el día cuando Nott saldría con Simmons. Ahora mismo ellos dos debían de estar divirtiéndose en alguno de los locales de Hogsmeade. Por mucho que se repitiese que su amigo no tenía interés en ella y que él mismo tampoco lo tenía, le seguía irritando el hecho de pensar que ellos estaban a solas.

Cambió de dirección automáticamente y en vez de bajar a las mazmorras, se puso rumbo al hall de entrada. Iría a Hogsmeade. «No voy a espiarles ni nada, solo voy a pasar un rato a Hogsmeade», se dijo a sí mismo. Pero hasta sus pensamientos eran poco creíbles.

«•❀•»

En algún momento, Hera se había quedado sola ante la repentina aparición de Blaise. El chico le había pedido a Theo que regresase con él al castillo porque tenían algo que discutir. Normalmente Blaise no recurría a él para nada, así que cuando lo hacía, solía tratar de un tema importante. Por lo tanto, aunque de mala gana, Theo se disculpó con su amiga pelirroja y se marchó, dejándola sola. Ella no se había quejado, había comprendido la situación y aunque Blaise no era fruto de su devoción, seguía siendo amigo de Theo, así que si él lo necesitaba, no iba a impedir que el moreno se marchase para ayudar a un amigo.

Recorría las estrechas calles, sin saber qué hacer. Quizás debía regresar al castillo o quizás podía ir a buscar a Luna. Ah, pero ella estaba con los Gryffindor, aunque ese tampoco era un problema porque seguramente Hermione estaría incluida entre esos Gryffindor. Con ese pensamiento en mente, comenzó a mirar por todos lados para ver si encontraba alguna señal de ellos.

Entonces, de la nada, un chico se acercó directamente a ella y se estremeció al reconocerlo. Quiso darse la vuelta y correr lejos de él, pero ya la había alcanzado y sujetado de un brazo para que no pudiese huir. No. No. No. «Por favor, no», suplicó ella en su mente. Trató de zafarse, pero obviamente él la superaba en fuerza. El chico no dejaba de sonreírle y a ella no dejaba de asquearle su sonrisa, su mirada... todo.

—Te has vuelto aún más preciosa en este último verano —mencionó él—. Quizás deberíamos retomar lo que dejamos a media hace dos años.

Iba a gritar en busca de ayuda tras escuchar su sugerencia, pero él le había tapado la boca, previniendo aquello y había comenzado a arrastrarla a uno de los callejones más cercanos. Hera no dejó de forcejear en ningún momento, mientras notaba como su espalda entraba en contacto con la fría pared del callejón y como el chico empezaba a tratar de manosear su cuerpo. Sintió ganas de vomitar. Ya había estado en una situación similar en su cuarto curso y justamente había sido con aquel chico. «Otra vez no...», la última vez había escapado por los pelos, pero, ¿y si ahora no era capaz? Ni siquiera podía alcanzar su varita porque él le tenía las manos sujetas.

«¡Por Rowena, qué alguien me salve!», suplicó en su mente.

La suerte debió de estar de su lado aquel día, porque Draco, quien había llegado hacia tan solo unos minutos a Hogsmeade, había observado la escena. La ira no había tardado en invadirle y su sangre había empezado a hervir como la lava. Ni siquiera dudó, ni siquiera pensó, corrió hasta el callejón donde había visto desaparecer a la pelirroja junto aquel chico, mientras maldecía para sus adentros a Nott por no estar al lado de Simmons para protegerla.

La escena ante sus ojos lo mató de puro odio —y celos—. Ver como ese tipejo se atrevía a tocar el precioso y pequeño cuerpo de la pelirroja le asqueaba y repelía; sus entrañas hasta se revolvieron. Le entraron ganas de matarlo, de golpearlo hasta que romperle todos sus huesos. Simplemente quiso verlo desaparecer. Quiso que dejase de existir en ese mismo momento.

Colocó una mano en el hombro del contrario, con suficiente fuerza para dañarlo y después empujarlo hacia atrás. En cuanto consiguió eso, se posicionó entre él y la pelirroja para que no pudiese volver a acercarse. La mirada cargada de ira que le dedicó y el gruñido que se le escapó hizo estremecer al chico. Éste había maldecido para sus adentros porque fuese justamente Draco quien lo hubiese interrumpido, aunque eso era lo de menos.

—Lárgate o juro que no querrás seguir vivo mañana por como te voy a dejar —siseó el rubio con voz ronca. Fue una amenaza totalmente directa y en sus ojos se podía notar perfectamente que la cumpliría sin ningún tipo de duda.

El chico no tardó en salir por patas de allí, dejando al rubio y a la pelirroja, solos. Se giró para ver cómo estaba ella y se encontró a una Hera asustada con algunas lágrimas surcando sus pecosas y adorables mejillas. Tuvo que contenerse para no salir a buscar al tipo que le había hecho eso y matarlo a golpes en mitad de la calle. O directamente lanzarle una maldición imperdonable.

La pelirroja lo miraba entre confusa y asustada. ¿Por qué Draco estaba allí? ¿Por qué la había ayudado? Él no tenía motivos para hacerlo, ellos no eran nada. Solo compañeros de clase. Por supuesto que le hacía feliz que él la hubiese salvado, pero no se lo había esperado. Porque al Draco que todos conocían no parecía importarle lo que les pasaba a los demás. Y aun así, por su rostro contrariado, pudo notar que no solo estaba enfurecido, sino también preocupado.

Con parsimonia y delicadeza, el rubio quitó, con la yema de su dedo pulgar, las lágrimas que la chica derramaba. Una parte de él se estaba destrozando al verla de aquella manera. Tan frágil, tan vulnerable, tan rota, tan asustada. No quería verla así nunca más. Era demasiado horrible.

—Todo está bien ahora, Simmons, puedes dejar de llorar —murmuró, tratando de calmarla—. Ese idiota no volverá a acercarse a ti, te lo aseguro.

Hera sólo atinó a asentir. No era capaz de hablar por el momento. Se sentía demasiado perdida todavía. Por suerte, la presencia de Draco ayudaba a tranquilizarla. Su presencia y el suave y cálido toque que estaba dejando en sus mejillas con la yema de los dedos.

Sin previo aviso, tomó a la chica por los hombros antes de atraerla a su cuerpo y cuando sintió como sus cuerpos entraban en contacto, deslizó las manos hacia su espalda, acariciándola con suavidad a la vez que la pegaba más a él. Hera tardó cerca de medio minuto en reaccionar, en darse cuenta de que estaba en los brazos del chico del que estaba enamorada. Acomodó la cabeza en el pecho de él, ocultando allí las lágrimas que aun salían, a la misma vez que arrugaba la camisa del rubio entre sus puños.

Toda la preocupación y el miedo empezaron a desaparecer. En sus brazos se sentía tranquila y segura. Se sentía protegida de todo mal. La calidez no había tardado en recorrer el cuerpo de ambos, sacudiéndolos y embriagándolos. Draco terminó por apoyar su barbilla en aquella melena pelirroja, hundiendo su nariz entre aquellos cabellos y aspirando su aroma a jazmín. Continuó con las caricias suaves sobre su espalda y depositó algún que otro beso en su cabeza. No pensó en ningún momento en lo que estaba haciendo, simplemente se dejó llevar. De nuevo, como el día que ella tocó para él, eran únicamente ellos dos en el mundo.

Draco se negaba a soltarla y Hera no quería que lo hiciese por nada del mundo.

No supieron cuánto tiempo estuvieron así, abrazados y compartiendo su calor, pero llegó el momento en que tuvieron que separarse. Y la calidez fue remplazada por el frío. Ninguno dijo nada, Hera ya no lloraba y Draco se sintió aliviado por ello.

Poco después empezaron a caminar en dirección al castillo, en completo silencio, ni una sola palabra salió de sus labios. Sólo cuando el rubio la dejó ante la estatua de águila que daba acceso a su sala común, la pelirroja habló:

—Muchas gracias por lo de hoy... —susurró. Su voz todavía era débil—. No sé cómo podría agradecértelo.

—Olvídalo, no ha sido nada —siseó él. No quería que olvidase que la había salvado, pero si quería que olvidase ese mal rato que había pasado por culpa de ese tipejo.

Hera asintió, dedicándole una suave sonrisa. Draco esperó hasta que ella resolviese el enigma preguntado por la estatua y entrase en el interior de la sala común, para retirarse.

En cuanto pillase a Nott le iba a lanzar toda su ira por haber dejado sola a Hera. Si él no hubiese aparecido, a saber lo que le habría pasado a la pelirroja. Si él no hubiese aparecido, ese tipejo... Ni siquiera quiso continuar con el pensamiento, solo de imaginárselo le daban ganas de vomitar por lo horrible que era la escena. No dejaría que ese chico volviese a acercarse a ella ni en sus sueños, lo mataría antes de que pudiese hacerlo. Tocar a la pelirroja era un acto que no iba a perdonarle nunca. 


────────«•❀•»────────


Bueno, bueno, aquí el quinto capítulo. 

Espero que odiéis al tipejo que le ha hecho eso a Hera. (?) Más adelante sabréis más de él y de lo que sucedido entre Hera y él hace dos años. 

Marie Weasley.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top