CAPITULO 7

MEL

Se puso taciturno.

Más bien, reservado.

No entiendo mucho.

Pero sí, un cambio importante de Rodo después de nuestra vuelta del shopping y las compras.

En realidad.

No dejo de mirarlo una vez que llegamos a su departamento y dejamos las bolsas de compras, en la mesa como sofá.

Un jodido bipolar, mientras busca con desespero algo en un cajón removiendo todo y arruga su ceño al no encontrarlo.

O una cierta melancolía ceñuda y poco tratable vaya a sabe por qué y respondiendo a mis palabras con monosílabos.

Y hasta, como evitando mirarme.

Que duró todo el resto de la tarde.

Lo bueno fue, que en la cena se fue apaciguando mientras preparó una suculenta y abundante pasta que íbamos a disfrutar comiendo en el sillón.

Donde ese raro ambiente más relajado, ya no me intimidó sobre un miedo lleno de dudas colmándome.

Si tal vez y siendo responsable de mí, ahora Rodrigo.

Se estaba arrepintiendo.

Cosa que se disipó totalmente, cuando fui por una botella de agua y dos vasos, porque me llamaba con señas a que vaya a su lado.

Demandando que no pierda mi tiempo.

Y sonrío desde mi rincón, para solo mirarlo por unos segundos sin que se de cuenta.

En este silencio y burbuja de los dos.

Al él.

Sentado contra el sofá y suelo alfombrado de piernas cruzadas, haciéndolo bonito sin demasiado trabajo.

Y mientras utiliza la mesita baja, para apoyar los platos y sin dejar de comer del suyo, buscando algo en la televisión encendida.

Pero eleva sus ojos hasta a mí, de golpe y haciendo lugar en la alfombra para que tome mi lugar junto a él.

Y yo disimulo que me haya atrapado mirándolo, apurando mis pasos hasta donde está.

- Selecciona algo. - Me dice, ya sentada y por comer, ofreciéndome el comando del televisor a la gran pantalla frente nuestro, que es un canal de películas y series.

Miro ambas cosas.

La televisión como al control entre mis manos.

Para luego a él.

- Nunca tuve televisión... – Digo, intentando devolverlo. - ...no sé, que elegir... - Me lo rechaza.

Mastica sus fideos y niega, limpiándose con la servilleta.

- Por eso, Bob... - Me incentiva con un ademán. - ...busca algo que te guste, nena... - Al fin sonríe, después de no hacerlo toda la tarde.

Y por eso, esbozo una yo.

Porque la sonrisa a toda potencia de Rodrigo.

Aparece.

La que te desfragmenta en pedacitos si la ves, por lo linda que es.

Porque te colma en solo sentirla.

Y verla en tan poca distancia como ahora a mí.

Tan cerquita mío.

Alentándome.

Y por eso, asiento buscando que ver.

- Me gustan las de terror... - Digo, buscando la opciones que hay.

Y sus ojos voltean a mirarme.

- ¿Terror? - Pregunta a medio tragar su cena.

¿Desconfiado?

Lo miro feliz.

- Son lindas. - Sigo buscando.

- ¿Lindas? - Niega. - Lindo es una de acción o ver un maratónico de Star War...

Me muestra cuales son y arrugo mi ceño.

Naves espaciales y muchos bichos raros.

Niego, volviendo a la selección terror.

- Esta. - Elijo la peli. – Esta, quiero que veamos...

- ¿Masacre en Texas? - La lee y me mira espantado como si le hubiera mencionado que fuéramos a patear cachorros de perritos.

Afirmo.

- Parece buena. - Sonriente.

Pero la suya desaparece.

Solo, frota su nuca y me mira raro.

Lo miro fijo y al fin entiendo.

Y señalo con mi índice la gran pantalla frente nuestro y ahogando mi risa con mi otra mano.

- ¿Tienes miedo a las películas de terror? - No me la creo y por eso lo miro de arriba abajo.

Cuerpo entero.

Solo es un poco más bajo que su mejor amigo.

No tiene su mole de cuerpo.

Pero sí, uno trabajado que denota disciplina en algún tipo de gimnasio.

Supongo.

Y que en combinación con su aire alegre, piel aceitunada y rasgos marcados que exudan la palabra latino.

O descendiente de tal.

Todo él, te dice virilidad.

Hombre con mayúsculas.

No uno.

Tapo más mi boca, para no reír a carcajadas.

Que me mira con espanto como él y ante la idea, de poco más de una hora de película de horror.

- Yo, no tengo miedo...

- ¡Claro, que sí! - Ataco, riendo.

- ¡Claro, que no! – Contraataca, inflando su pecho e hincando su tenedor en la albóndiga de su plato con furia.

Me señala con él.

- Ya te dije, que no me gusta la sangre...

- ¡Pero es de mentirita! - Le interrumpo divertida.

- Por más que sea de mentirita... - Se cruza de brazos y piernas tipo indio, arrugando el ceño.

Y resoplo, provocando que uno de mis rulos esponjosos vuele de mi frente, mientras busco otra cosa y ante su mueca negativa, pero tan bonita.

Okey.

- ¿Esta? – Pregunto, señalando la pantalla cuando encuentro algo.

Y aplaude feliz y olvidando su tierno berrinche, acomodándose mejor sobre la alfombra tomando su plato sonriente.

Ruedo mis ojos, poniendo play a la película Frozen de Disney.

- Olaf, te gustará... - Me explica uno de los personajes y sin dejar masticar su carne concentrado en el comienzo de la película.

Y tenía razón.

Y aunque al final no pude ver la mía de terror.

Disfruté de esta que nunca vi.

Ambos lo hicimos.

Riendo a carcajadas hasta escupir nuestros pulmones y haciendo un maratónico seguido de Cars, para luego Lilo y Stich, así aprendí lo que me dijo esa vez en Hospital antes y que éramos a partir de ese momento con una gran bandeja de palomitas que preparó para los dos.

Ohana.

Y por eso, amé esa película.

Porque, Ohana significaba familia.

Y a la familia.

Emoción.

Nunca se la abandona...

RODO

Quería darme la cabeza contra el sillón, cuando llegamos a mi departamento.

O mejor dicho.

Que el sillón viniera y me diera de a cabezazos.

Por mi jodido cambio de ánimo.

Humor para ser exactos.

¿Pero, cómo explicarle a Mel lo que ella producía en mí?

¡Santo Dios, si es solo una niña!

Quería cerrar la puerta en mi rostro antes de verla y saber que babearía otra vez por lo linda que es o tal vez, arrancar mis ojos.

Pero eso no sería bueno para mi trabajo y creo que a Hero, tampoco le parecería agradable.

Por eso, busqué la mejor opción ante una brillante idea.

Dentro de un cajón, mis lentes de sol.

Unos oscuros.

Y con ellos como bajando algo la luz, capaz que la vea borrosa y no tan bonita.

Pero fracaso estrepitosamente al no encontrarlos y por más que revuelvo todo.

Maldición.

Le doy la espalda y con otro plan B, bajo mi manga.

Cocinar.

Sip.

Entretenerme mientras hago la cena para evitar mirarla mucho, mientras me golpeo mentalmente por mi conducta muy pendeja.

Y así, de esa confrontación mía contra yo por Bob.

O como mierda se diga.

Y entre cucharones, salsa y ollas.

Mi comportamiento huraño se fue desvaneciendo.

Y con la idea de comer sabroso y viendo una película con Mel, fue suficiente para que mi corazón y cerebro hicieran una tregua.

Hasta que Bob eligió.

Tenebroso.

La película.

Sip.

Repito.

La película.

Una de terror y yo odio esas películas.

Mi miedito no me lo permite.

Pero, muerto antes que sepa eso.

¿Soy el macho áspero de este especial, lo olvidan?

Y por eso, usé la mejor arma de destrucción masiva que tenemos y solo utilizamos en casos especiales en una mujer.

Respiro hondo por eso y para hacer.

El famoso pucherito dulce y de capricho.

Sí.

Ese.

El que las desintegra por lo tierna que es y hacemos, cuando queremos algo.

Con las altas posibilidades científicamente comprobado de 90 sobre 100, que cumpla su cometido.

Sonrío.

Como ahora.

Cuando Bob al verla y a pesar que rueda sus ojos, pero divertida.

Busca otra película para que veamos juntos y que no tenga sangre, aunque sea de mentirita como me dijo.

Y yo, feliz.

En realidad.

Felices los dos.

Pero más yo, porque se podría decir que esa noche.

Viendo con disimulo y rabillo del ojo a Mel, mientras nos atoramos con palomitas post-cena y más películas, mientras reíamos a carcajadas.

Que esa noche, fue la primera de muchas que hubo después.

Y cual, Bob de a poco y ese miedo constante por más que no me lo mencionaba, pero su mirada siempre me lo decía.

De ser abandonada o volver a su triste vida anterior.

Ese temor.

Se fue disipando.

Y sonrío, más todavía.

Cuando se cumplió mi segundo favor en los días siguientes.

Burocracia que demoraría meses tal vez, pero con Hero y Millers a la cabeza de su gabinete de abogados.

Se logró en pocas semanas.

Y con mi firma sellándolo abajo y al final de la hoja, cual una tarde trayendo a Mel conmigo al Holding, curiosa y sentada en la mesa del salón de debate del piso 30.

Se lo deslicé para que lo vea, ante la mirada expectante tanto de Herónimo como mía, sentados del otro lado.

Y un Millers y Collins de pie.

Todos observando a Bob y esperando su reacción al terminar de leerla.

Pero no habla.

Mel no reacciona.

Ni siquiera eleva sus ojos de la hoja que sigue sosteniendo entre sus manos.

Solo su labio inferior siendo algo mordido por un dientito como toda reacción, me indica que finalizó la lectura y entendió.

Pero, sigue sin decir nada.

Y miro desesperado a Hero y este, me eleva su mano a modo calma.

Pero, incitando a que hable.

Y por eso aclaro mi garganta intentando relajarme.

Miro a Bob.

- ¿Mel, entiendes lo que dice esa hoja? - Le pregunto con cuidado.

Sigue sin hablar, pero afirma.

Apenas mirándome y aún, sosteniendo ese papel entre sus dedos.

Carajo.

Mi estómago se retuerce por un pánico.

Su semblante.

Uno, ahora y después de semanas.

Como su cuerpo, donde ya ganó peso.

El que debía tener y se convirtió para la vista de todos.

En especial para la mía y mi corazón.

En la mujercita más linda que vi en mi vida.

Lejos ya de esa delgadez extrema y ahora con sus prendas algo vintage, porque ama eso, llenando y marcando, donde tienen que hacerlo.

Y por eso Mel, irradiaba hermosura con su juventud.

Con su pelo esponjoso y difícil de dominar, pero sostenido por algún adornito de pelo.

Y ahora con un rostro rozagante como lleno de un rubor propio y natural por vivir bien.

Como cualquier niño como ella, tiene derecho a tenerlo.

Y por eso ese papel.

Ese documento que no abandonan sus manos.

Y cuando estoy a 2.5 segundos de llorar como nena, pensando que no le agradó.

Sus ojos al fin mira a todos.

A cada uno.

Pero en especial y a lo último a mí.

Y enjugados por lágrimas que quieren escapar.

Pero de felicidad.

Porque la acusa la sonrisa que dibujan sus labios.

Una muy grande.

- Acá dice que somos... - Lagrimea. - ...familia, Rodo...

No lo puedo evitar.

Deslizo mi silla para correr hasta ella.

Y muevo apenas la suya para girarla frente a mí, mientras flexiono una pierna y así, nivelar nuestras alturas.

- Bob, en meses cumplirás tus 18...y ya serás mayor de edad... - Niego en solo imaginarlo. - ...pero, no me quiero arriesgar...no te quiero arriesgar. - Me corrijo. - En que te aparten de mí, porque somos familia... - Tomo el papel. - ...y ahora esto, lo avala. Soy tu tutor, nena... - Sonrío entre lágrimas como ella. - ...te gusta? ¿Te agrada? ¿Eres fel...

No puedo continuar.

Su abrazo fuerte y repentino, me sorprende.

- ¿Qué, si soy feliz? - Chilla de alegría. - ¡Ohana, Rodo! - Toma mis mejillas. - ¡Ohana! – Repite, abrazándome más.

Y yo respondo igual, festejando con Bob.

Tan feliz como ella, porque ya nunca nadie.

Nos va a separar.

Pero...

Y por eso, la llevo más contra mí.

Porque lo necesito.

Sacrifico de forma linda, pero dentro de mi tristeza al ser su tutor.

Lo que le niego a mi corazón.

El amor que siento y cada día más por esta niña.

No es correcto.

No es prudente.

No esta bien, porque soy mayor y la diferencia de edad es mucha.

Y por más año o tiempo que pase, Bob siempre me va ver como su hermano mayor.

La miro como al soltarse de mi abrazo, corre para agradecer al resto.

Y todos recibiendo también, el abrazo de Mel.

Collins y Millers.

Inclusive Herónimo.

Que muy tosco lo acepta, pero intentando apartarla con su siempre ceja elevada.

Hay ya, una gran amistad entre ellos y que se afianzó con estas semanas.

Compartiendo, no solo momentos con los dos por traerla casi siempre a la Metalúrgica.

Sino, también.

Noches de cena, películas y partidos, sea en mi departamento o el Pen de Hero.

Donde mi pequeña nena, le encontró la vuelta para conquistar el rudo y frío corazón que mi amigo dice tener.

- ¿Deja, que te siga abrazando! – L e chilla Mel.

- ¡Que, no! - Le responde Hero, huyendo.

Bob ríe.

Esta muy feliz y nos señala a los tres.

- Ahora somo familia, Herónimo. - Explica el motivo de más abrazos.

- ¡Qué, no! - Vuelve a repetir, poniendo una silla entre ambos y bajo las risas de todos.

Y Mel pone sus manos en las caderas.

- ¿Cómo puedes ser tan frío, Herónimo? - Le reprocha.

- Con práctica. - Se encoje de hombros Hero como si nada, haciendo que riamos más.

Pero un.

- Gracias... - De golpe, lo sorprende agradecida y muy emocionada por Mel.

Y fuera ya, de esa discusión y juego infantil de ambos.

Porque Bob, aprendió y sabe como yo, lo que realmente es nuestro amigo tras esa coraza.

- Gracias a todos... - Formula ahora, mirando a todos y enjugando sus lágrimas con su mano.

Llena de emoción al igual que todos sentimos.

Pero Hero interrumpe con una tos y recolocando mejor sus lentes, mientras con una seña pide algo que le de su mano derecha, intentando disimular el suyo.

Cual, Collins saca otra hoja de una carpeta que sostiene y se lo alcanza.

- Una beca. – Explica, dejando que Mel y yo lo leamos. - Para que termines los estudios que te faltan y si te agrada la idea, de una carrera universitaria...

MEL

- ...financiada totalmente por TINERCA... - Rodo continúa, leyendo como yo la hoja que nos dio Herónimo.

Y otro chillido de alegría brota de mí y festejado nuevamente por todos.

Intento y ahora con Rodrigo a la par abrazar a Herónimo, pero eleva sus brazos negándolo y reímos a carcajadas nuevamente por eso.

Inclusive, mi agreste y nuevo segundo mejor amigo.

- Estudia y en unos meses hablamos cuando cumplas los 18, Mel... - Me dice. - ...puedes arrancar como cadete de piso... - Me ofrece trabajo.

Y yo asiento y palmoteo feliz.

Miro esta enorme habitación.

En realidad, todo lo que es el Holding.

Porque sé, que puedo.

Me gusta.

Y yo quiero trabajar acá.

Suspiro de felicidad.

No sé, si mi vida se convirtió en un cuento de fantasía.

Y si es una.

Con la diferencia en los pocos libros que leí, donde la protagonista era ayudada por sus hadas madrinas.

En el mío en cambio.

Por padrinos mágicos.

Sip.

Uno, bajo el peso del poder de su apellido y removiendo cielo como tierra para que ocurra.

Y el otro.

También, convertido en mi príncipe.

Rodrigo.

Rodo para los amigos.

Porque me rescató de ese triste futuro que me deparaba, lleno de sentimientos de tristeza y siempre acompañado de temor.

A mi pánico constante por esa vida pasada que sufrí.

Pero, que todo lo fue borrando y convirtiendo en solo un dejo de recuerdo guardado en alguna parte de mi cerebro sin uso.

Con los meses transcurriendo y hasta convertirse en años.

Donde terminé mis estudios elementales y en tiempo récord de tiempo los universitarios.

Gracias a mi príncipe que le tiene miedo a la sangre.

Mi tutor.

Mi mejor amigo.

Y aunque él, jamás lo sospeche.

Ni nunca lo sepa.

El amor de mi vida.

Porque y pese a la gran diferencia de edad, siempre me vio y lo sigue haciendo por más que ya soy toda una adulta.

Una mujer a punto de cumplir mis 24 años.

En su hermanita menor.

Su protegida.

Responsabilidad.

Uno que, cumplió a raja tabla y me convirtió en lo que soy.

Una recibida sobresaliente y ahora trabajando en el piso 17 del Holding para las T8P.

La mejor en mi área y convirtiéndome en la líder de capacitación con los años.

Me desinflo.

Pero, la peor en lo que se refiere en el sector del amor, maldita sea.

No se confundan.

Salí y disfruté de muchas citas.

Unas y que bajo la mirada crítica de Rodo.

Serio, caviloso y mirando de arriba abajo al abrir la puerta por mí, a todo muchacho que me buscaba.

Preguntando sus intenciones como que se cumpla mi hora de regreso, antes de la medianoche.

Cual yo, solo le respondía como en cada cita que iba.

Riendo y besando su mejilla a modo despedida.

Al igual que él, cuando.

Fastidio...

Rodo iba a las suyas.

Mares de mujeres.

Por parrandero, mujeriego y baja bragas por esa sonrisitas a toda potencia tan él.

Pero, con la diferencia y pese a mi lucha interna, que lo mío era por puro celos.

En cambio él, de mejor amigo sobreprotector.

Amistad que nunca cambió.

Ni siquiera, cuando otro par de años después me pareció prudente y que ya era hora.

Y sobre sus ojos lagrimeados y con los míos reteniendo mi llanto, pero sabiendo que era la mejor decisión.

Y con mi maleta en mano, decidí que ya era hora de vivir sola.

Salir de su ala protectora.

Fue duro.

Pero nos iba hacer bien.

A Rodo retomar las riendas de su departamento y a placer su soltería y parrandas, siempre involucradas con mujeres y cual, fui muchas veces testigo.

Y yo, pese a dejar lo que fue mi hogar como al hombre que amaba en silencio.

Encontrar el mío propio.

Vivir independiente.

Extrañando a Rodo a mares por más que nos veíamos y compartíamos muchas horas del día, sea en la empresa o pasando momentos junto al jefe.

Pero escondiendo mis sentimientos en concentrarme en el trabajo y cacheteándome mentalmente, cuando empezaba a soñar despierta y si ese tal vez entre ambos podía pasar.

Obligándome a centrar mi cerebro y en mi desacuerdo corazón en la capacitación de nuevos internos que ganaban pasantías laborales.

Una codiciada por muchos estudiantes recibidos y cuales, solo unos contados de miles ganaban esa promoción a base de esfuerzo y un arduo examen, bajo el exigente control de nuestro amigo.

El jefe de los jefes.

Y que, en uno de ellos conocí.

A mi mejor amiga.

La nueva interna.

Gran persona.

Graciosa y algo torpe.

Dulce, pero para nada sumisa.

Vangelis Helena Coppola.

Y la que con el poco tiempo y circunstancias bastante particulares en su primer día de trabajo.

Conoció.

Derritió.

Mando a la mierda.

Conquistó.

¿Dije, que mandó a la mierda?

Pateó su trasero.

Pero, enamoró incondicionalmente.

El frío pero peluche corazón de nuestro querido amigo y huraño jefe.

El gran empresario Herónimo Mon...

RODO

- ¿Y el marica? - Pregunto a Marcello, bien entro al Pen.

Se sonríe ante mi dicho, sin dejar de remover lo que parece que va ser una una grandiosa cena.

Porque, el aroma llega.

Me envuelve.

Me enamora.

Pero sacudo mi cabeza negando.

No, Rodrigo.

Dieta.

Y por eso, robo una triste manzana de la frutera sobre mi lucha de robar una cucharada de esa tentadora salsa que cocina Marcello.

- El señor se encuentra en el gym entrenando, joven... - Me responde, mientras sazona y condimenta.

Le agradezco mordiendo mi fruta y bajando el par de escalones en dirección a su gimnasio.

Para encontrarme a mi amigo, bajo el entrenamiento y mirada intensiva del Polaco vigilando, mientras salta de la cuerda.

Todo sus cuerpo está sudado y acusa lo de siempre.

Que solo trabaja y entrena.

Y ahora más.

Desde que conoció y niega ese sentimiento por la nueva amiga y compañera de piso Vangelis.

- ¡Ay, por favor! - Largo una de mis burradas, mientras me acerco a ambos. - ¡Mi sobrinita salta más rápido y bonito que tú, y solo tiene 4 años! - Muerdo mi risa.

Una, que percata sin dejar de saltar.

Salta, salta, cruza la soga, salta, salta.

Me está midiendo y sé, que quiere darme con la soga.

Pero la distancia no se lo permite y por eso, río a carcajadas saludando con golpe de puño al Polaco y bajo, un.

- Cállate, puto... - Agitado por el arduo ejercicio de mi mejor amigo.

Tira la soga cuando finaliza la cuenta y viene hacia mí, secando su transpiración con una toalla que le alcanza su entrenador.

Toma asiento como yo y en la cual pedaleo, en otra bici fija tomando sorbos de su bebida energética.

Pero me mira raro al ver que como devoro mi fruta.

La señala.

- ¿Comiendo una manzana? - No se la cree. - ¿Y eso?

Suspiro.

- Fui al club con Mel. Me pidió que la acompañara, tenía un partido de tenis. – Algo que sabemos hacer con compañeros de trabajo los veranos. - Y después, hicimos pileta y sol...

- ¿Y con eso? - Curioso y sin entender.

Mis hombros caen.

Porque, me pongo tristón.

- Sentados y tomando sol... - Snif. - ...me dijo que tenía pancita... - Hago un morrito triste, pero sin dejar de pedalear.

Comer mi manzana.

Y levantando parte de mi camiseta corta deportiva, para mostrarle a mi amigo como el Polaco mi vientre.

Hero, me mira serio.

Muy serio.

Y golpeando con sus dedos sus labios pensativo.

Deliberando en mandarme a la mierda o reírse de mi triste desgracia abdominal.

- ¿Eres idiota, verdad? - Le ganó, la mandada a la mierda.

Y aunque su mirada es divertida, yo lo miro sin entender al contarle mi pena.

Me rueda los ojos.

- ¿No te das cuenta, que lo hace para fastidiarte y llamar tu atención? - Me ladea su cabeza y dándolo por entendido.

Rasco mi pelo.

¿Eh?

Resopla, porque no entiendo.

- Rodo no tienes panza, tienes un cuerpo perfecto. - Me mira y se mira, cuando se escucha.

Sacude su cabeza negando y yo, quiero reír.

Falta que me diga que soy hermoso y nos pintemos las uñas en el proceso, para que parezca la típica charla de amigas.

Bufa.

- ¿Cuándo, se lo dirás? - Dice al fin y volviendo a su cabales.

Alzo mis cejas.

- ¿Qué cosa? – Pregunto, sin seguir entendiendo y dando otra mordida a mi manzana.

Me odia.

- Si serás cabrón, hombre... - Exclama. - ...cuando le dirás a Mel, que la amas?

Y el pedazo de fruta queda a mitad de viaje en mi garganta al escuchar lo que dice y empiezo a toser violentamente.

¿Pero, cómo?

Logro escupirlo, seguido de tomar un gran trago de su bebida que me alcanza.

Golpeo mi pecho, mientras lo miro resignado.

Mierda.

Es mi secreto de tantos años y Hero se dio cuenta.

- ¿Tanto, se me nota? - Para que mentir.

Y menos a mi hermano.

Se sonríe.

- Mucho.

Guau.

Y curioso me cruzo de brazos y estrechándole los ojos.

- ¿Y desde cuándo mierda, lo sabes?

Se encoje de hombros natural.

- Desde que te enamoraste de ella hace años...

Otra vez, guau.

- ¿Y por qué, nunca me lo dijiste?

Ríe.

- ¿Acaso, no lo sabías? - Se burla.

Pero qué, pendejo.

Y mi cara lo hace reír más.

- Pero qué, gracioso estás. - Remato. - ¿Comiste a los tres chiflados en el desayuno? - Golpeo mi pecho. - ¡Por supuesto, que lo sabía!

Sale de su bicicleta y camina hasta mí.

Y palmea uno de mis hombros con cariño.

- No lo dije amigo...porque tú, no me lo contaste y respeté tu silencio. - Se encamina al ring.

Y yo lo sigo.

Suspiro otra vez.

- Es que...estaba confundido... - Creo.

- Lo sé. - Como si nada.

- Y ahora, no. - Continúo. – Mel es mi vida, Hero. Cuando la vi por primera vez, era tan solo una niña y lo juro, era el recuerdo de mi hermana menor fallecida... - Lo miro. - ...pero...

Me vuelve a sonreír.

- ...no tienes que justificarte, hermano... – Me murmura interrumpiendo. - ...lo hiciste por cariño Rodrigo y al corazón, no se lo manda. - Me eleva su ceja. - Y Mel se convirtió e hiciste de ella, toda una mujer...

Reniego.

Porque me cuesta creer.

Ya que y pese a mis sentimientos, somos mejores amigos.

Cómplices de años de mis aventuras y salidas con mujeres.

Conoce jodidamente cada detalle amoroso mío, como yo los de ella.

Y me tiro de los pelos al ver la realidad.

- ¡Dios! ¡Qué he hecho! - Gimo. - ¡Mel debe pensar que soy un puto mujeriego! - Niego. - Si le digo que la amo, pateará mi trasero... - Quiero llorar. - ...ella merece algo mejor...

Hero se acerca a mí, divertido.

- Créeme. Tú, eres lo mejor de su vida... - Concluye con mucha seguridad.

Certeza y confianza que yo no tengo en absoluto.

Y por eso, con calma y esa paciencia que nunca tiene, me explica que Mel me ama en silencio como yo a ella.

Y se transforma sobre su siempre entrenamiento arriba del ring.

En dos, en realidad.

Dos entrenamientos y ensayos para el corazón para los dos.

Y gracias al Polaco, interviniendo también esa tarde.

Discutiendo.

Deliberando.

Ya que ambos y de una vez por todas.

Debíamos reconocer el amor.

Y por eso.

Junto fuerza y afirmo decidido para alentarme, mientras me encamino sin titubear saliendo del Pen.

Al departamento de Bob.

Para decirle con muchos abrazos y aunque me cueste mis pelotas fuera de su lugar al confesarme.

Que la amo de siempre y es la mujer de mi vida...

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