CAPITULO 3
MEL
Medianos platos.
Un tras otro es depositado por la mesera de la cantina del Hospital.
Siendo el único sonido ellos puestos en la mesa, cual que me encuentro y con el bajo murmullo de muchas ocupadas por algunos pacientes con familiares o amigos.
Como también, de parte del cuerpo médico del lugar almorzando o merendando.
No lo sé.
Porque, aún sigo algo confusa en el tiempo por mi accidente, como turbada por la medicación que me suministraron y siguen dando, desde la intravenosa de uno de mis brazos y cuelga su suero del pie que tengo junto a mí.
No hablo.
Porque sigo teniendo miedo.
Pese a que me dijo que no lo tuviera y me invitó a bajar a la cantina, interrumpiendo mi huida de este nosocomio.
Porque, me va ayudar.
Pero ese pánico constante está vigente, ya que en cualquier momento y por eso mis ojos no dejan mirar la gran puerta.
Vengan por mí, ante la denuncia de mi desaparición por parte de mis tutores transitorios.
Platillos con diferentes verduras asadas.
Arroz guisado.
Carne sazonada.
Mucha carne sazonada.
Y hasta pequeños potes con gelatina roja, junto a una gran jarra de jugo recién hecho de naranja, tengo frente mío.
Y el delicioso aroma a comida casera como el dulce de las frutas, colman mis fosas nasales.
Nunca vi tanta comida en toda mi vida.
Ni siquiera en el orfanato donde me crie para alguna festividad.
Si se festejaba.
El chico de mirada chocolate, tampoco habla.
Pero siempre sonriendo agradece a la mujer por todo, cuando deposita el último plato con mas carne y se retira.
Para luego y tomando los cubiertos, mirar feliz a todos los deliciosos platillos, seguido de mí.
- Debes tener hambre... - Me dice mientras corta una gran porción de carne con salsa y la pone en mi plato. - ...el médico dijo que puedes comer de todo, pero que lo hagas despacio... - Junto a mi pedazo de carne, me sirve una suculenta cucharada de verduras seguido de arroz amarillo. - ...yo siempre tengo hambre... - Me aclara sonriente y sirviéndose ahora él, también un poco de todo.
Pero mira la porción de carne de su plato para luego la mía, seguido de una mueca poco conforme.
Y aunque la mía, es mas grande.
Mucho más grande.
Corta de la suya y llena más mi plato de este.
Y con eso su sonrisa vuelve, borrando ese gesto.
- ¿Es navidad? - Murmuro bajito y sobre un leve ronroneo de mi vientre por hambre.
Pero sin tocar el plato.
Mis manos siguen sobre mi regazo.
Con ese siempre miedo pero ahora, mirando el festín que tengo frente en frente como al chico desconocido que me salvó y me cuidó.
- ¿Navidad? – Me dice a medio masticar un gran bocado de carne.
Y afirmo, algo tímida y me animo con mi barbilla a señalar mi plato de comida colmado.
- Solo para las navidades, teníamos carne asada. - Respondo.
Y deja sus cubiertos.
- ¿Teníamos? – Repite parte de mis palabras con la boca llena.
Porque dejó de comer y hasta puedo llegar a ver la porción de carne por su boca media abierta como a medio masticar, quedó suspendida por mi dicho.
Se podría decir que semejante vista no es para nada bonito.
Más, si estás a punto de comer.
Pero viniendo de él, me parece gracioso por quedar tipo coma congelado sobre su silla, mirándome.
Y creo, que por asombro.
No lo sé.
He intento sonreír, porque dentro de la tristeza, es uno de los pocos recuerdos lindos que tengo.
- Si... - Me atrevo a tomar el tenedor y acariciar la carne con él, mirando su dorada y sabrosa cocción.
Ya que con tan grande porción que me sirvió, podría comer yo con dos niños más del orfelinato.
- ...en el orfanato era la fecha que esperábamos todos... - Prosigo, mirando mi plato. - ...no solo por la fecha tan ansiada, donde decorábamos todos el hogar con cosas hechas por nosotros mismos y esperar a medianoche los siempre calcetines y suéter de abrigo del estado como regalo de navidad... - Murmuro. - ...sino, porque sabíamos que esa noche comeríamos carne asada...
Su mirada están en mí, escuchándome.
Pero cuando finalizo, dirige sus ojos a todo los platos de nuestra mesa.
Son duros.
Pero tristes e inyectados de humedad y ya, sin esa sonrisa suya.
Y sus labios apenas cerrados por aún sin masticar esa media vaca que engulló, quedando estático y delatando la gran porción por su mejilla abultada.
Intenta comerlo.
Pensativo.
Mientras toma la jarra con jugo y se sirve en su vaso, seguido de beber un gran sorbo para que ayude a tragar su comida.
- ¿Eres huérfana? - Me pregunta.
Y asiento, mirando otra vez la puerta de salida.
Cosa que no le pasa desapercibido y voltea, también curioso.
- Entonces no esperas a tus padres, porque escapaste... - Me dice.
Niego.
- Al juzgado... - Respondo sincera. - ...no quiero volver a un hogar transitorio... - Y mi pánico vuelve, causando un temblor a mi mano y que el tenedor que sostengo caiga al suelo.
Me inclino para recogerlo, pero el chico se pone de pie y se adelanta en tomarlo.
No lo acepto, cuando me lo ofrece.
Pero sí, sus manos con las mías.
Temblorosas.
Yo sentada.
Y él, aún inclinado a mi lado y con nuestras manos entrelazadas.
- Por favor, no me denuncie... - Ruego con un sollozo. - ...no quiero volver... - Niego asustada. - ...saldré por esa puerta y nunca sabrá de mí, señor... - Prometo con las primeras lágrimas, brotando de mi interior. - ...no quiero volver... - Hipo. - ...no quiero volver... – Repito.
Y algo cálido me envuelve.
Su abrazo repentino y siempre en esa posición.
Siendo suficiente, para que esa demostración de cariño desconocida y como si fuera un interruptor.
De rienda suelta a un llanto y pedir para mi sorpresa.
Mis manos, sin mi permiso.
Más abrazo cuando me arrullo y acurruco sobre él, sin importarme que llevo suero, por ese gesto de amor y que casi nunca, tuve el placer de recibir.
Aunque sí, di a modo consuelo años atrás a algún niñito del orfanato que lloraba por una caída o sentía solo.
Pero.
Este abrazo de una persona a mí.
Mi primera vez...
- ¿Me ayudarás? - Murmuro sin poder creer.
Y su mano se extiende frente mío y sobre la mesa.
- Soy Rodrigo Montero. - Se presenta mi salvador que tiene miedo a la sangre. - Pero mis amigos me dicen Rodo... – Y esa sonrisa a toda potencia vuelve. - ...y ya, te considero mi amiga...
Estamos en la mesa nuevamente y ahora, ambos estrechando nuestras manos.
Con una seña de la otra, me alienta a que empiece a comer.
Tomo mi cubierto y sonríe más por eso.
- ...y los amigos no se abandonan... – Prosigue, tomando su celular de un bolsillo de su pantalón mientras reanuda su comida dejada. - ...porque son familia... - Mastica tecleando a quien sea rápidamente.
Aprieta enviar, bebiendo más de su jugo.
- ...porque, según Stitch... - ¿Quién? - ...eso es ohana y a la familia, nunca se abandona. - Finaliza dulce y con su pecho inflado de orgullo.
No entendí.
Ya que, si es un famoso.
Yo no sé, porque en el orfanato no había televisión y en los hogares transitorio no me dejaban disfrutar de él.
Pero asiento y hasta me encuentro sonriendo, mientras al fin pincho por primera vez mi comida.
Sonriendo confusa, pero haciéndolo al fin.
Porque este chico.
Rodo para los amigos y que me dice, que soy su amiga.
Y sonrío, un poquito más.
Porque, tengo un amigo.
Y se siente bien.
Calorcito.
Tengo un amigo, me repito feliz.
Ya que, siempre anhelé uno.
Ahora sonrío mucho, probando mi comida y un gemido de placer con alegría, brota de mi interior por la rica comida que saboreo.
Y por ello al verme que lo hago con ganas, mientras bebo mi jugo.
Como también, más confiada.
Sobre otra y otra cucharada a mi plato de comida.
Su sonrisa mientras también él, come su comida con tantas hambre como yo y sin dejar de mirarme feliz.
Descubro.
Que tras esa sonrisa a toda potencia y tan él.
Dulce.
Simpática.
¿Dije, muy dulce?
Hay otra.
Una que esboza.
¿Cómo lo explico?
A todo pulmón.
Como si fuera la hermana mayor de la otra sonrisa.
Misma genética dulce y extrovertida.
Compradora.
Pero, más encantadora y atrayente.
Algo así...
Como una sonrisa de un millón de voltios hacia mí, por satisfacción.
Que hechiza.
Me hechiza.
Y algo tibio me colma, apretando mi pecho como mi garganta al verla.
Miro mi plato que momentos antes, desbordaba de comida y ahora, casi vacío.
¿Será este retorcijón, porque comí mucho?
No tengo idea.
Pero maldita sea, si esa sonrisa nueva que descubro no era jodidamente hermosa por ser sincera y de pura felicidad.
Dándote ganas de sumergirme en ella y pedir un frasquito con tapa a la camarera del Hospital que me regale, para guardar algo de esa sonrisa de mil voltios para mas tarde o abrirla, cuando me siento triste.
Me felicita por comer casi todo en el momento que se siente un murmullo proveniente de la entrada de la cantina.
Uno que aumenta y revoluciona, cuando un grupo de doctores abren las dobles puertas de esta.
Rodo mira.
- Ya era hora pendejo, que aparecieras... - Solo dice, sonriente y pese a ser un reproche.
¿De quién, habla?
Me pregunto al ver que entre los médicos hay un hombre en sus pasados cuarenta.
De traje sastre impecable en negro y que al entrar, su mirada plata registra el precinto con prudencia y discreción silenciosa.
Escaneando a toda cosa como ser vivo que componemos la cafetería.
Y al notarnos a un extremo sentados en una mesa y ver como mi nuevo amigo Rodo levanta su mano para saludar alegremente por más seriedad de este, solo se limita a asentir.
- ¿Él nos va ayudar? – Pregunto asombrada y llena de temor, porque su presencia intimida.
Por ser otro desconocido que me va a proteger.
Pero, tal bullicio y movida de tales médicos acompañando.
Algunas enfermeras, curiosas asomadas tras la puerta y hasta la de pacientes con familiares o amigos en las otras mesas, observando fisgones.
No es por él.
- No precisamente... - Me dice Rodo respondiendo a mi duda, divertido y relajado con su puño en su barbilla, mientras toma con su mano libre y tenedor entre sus dedos para pinchar la carne que dejé.
- ...Sino, mi amigo... - Mastica y señala con el cubierto, al chico que aparece detrás del hombre de traje negro y se detiene para hablar ante el escuadrón de doctores que están a su par. - ...el que parece un poste telefónico por su altura con chaqueta y anabólico... - Ríe.
Y como toda explicación, donde retengo una risita por su amigo muy alto y cuerpo de mole, vestido casual con jeans y con chaqueta oscura a modo presentación.
Cual puedo puedo advertir, aunque la distancia de nuestra mesa y el chico tras hablar con esos médicos, que con cierta reverencia se despide ellos y da como finalizada todo tipo de charla, reanuda su caminata a nosotros, seguido por el otro hombre de negro indicándole nuestra mesa.
Que todo él, es una fascinante mezcla de polos opuestos en lo que irradia una vez que llega a nosotros y toma asiento mientras el otro hombre lo hace en la mesa próxima.
Por un lado.
Con esas simples prendas, pero intimidante chaqueta gruesa en cuero negro algo gastada por su uso, haciéndolo ver como un exconvicto y su deporte favorito sería, patear bebés cachorros por pura diversión, bajo su semblante reservado.
Duro.
Y sin dejo de emoción, diría yo.
Imperturbable, pese a solo ser unos años mayor y mirada medianoche, tras sus lentes de armazón negro.
Porque es oscura, aunque sus ojos siendo de un color único, dicen lo contrario.
Como mirar un pozo sin fondo.
Ni tampoco, brillo en ellos.
Descubriendo y preguntándome.
¿Por qué, tanta tristeza?
Y después y por otro lado.
El opuesto polo.
La de esa coraza glacial y lejos de sonreír.
Construido.
Al ver que niega a la mesera cualquier servicio, pero con su grave voz pide que le sirva algo de café y de comer al hombre de negro en la mesa de al lado.
Seguido de mirar silencioso a su amigo Rodo, para luego a mí y sobre su semblante serio.
Guau.
Me mira agradable.
Facción milimétrica y que delata.
Bondad.
Mucha de ella.
- Soy Herónimo. - Se presenta cruzando sus fuertes y trabajados brazos, pero señalando con un dedo a su amigo. - Y el idiota que te salvó, es mi mejor amigo... - ¿Eh? - ...tú, eres..? - Mira a su mejor amigo ante mi silencio y que me cuesta responder.
Rodo se encoje de hombros, provocando que este chico Herónimo lo mire asombrado y hasta se remueva sobre su asiento para mirarlo mejor.
- ¿No sabes el nombre de la muchacha que salvaste? - No se lo cree por la expresión de su rostro.
Rodo niega natural y me mira inclinado hacia mí, ahora curioso.
- ¿Cómo te llamas, nena? - Me pregunta sincero y sonriente, sobre un Herónimo pasando su mano de forma pesada por su cara anonadado.
Estrecho mis ojos dudosa.
¿O es para ocultar una risa?
Una que este chico de mirada oscura niega, pero sí, se siente y proviene una risita de la mesa de al lado.
La del hombre de negro al escuchar nuestra charla, bebiendo su café y comiendo el sándwich que se pidió.
- Mel. - Murmuro. - Melissa Greidy... - Completo mi nombre.
- Muy bonito nombre. - Exclama Rodo, bajo el asentimiento de Herónimo.
Y me animo a sonreír agradecida.
- Dime Melissa...
- Mel... - Interrumpo y le pido a Herónimo.
A ambos.
Lo cual, se miran y se sonríen.
- Hero, Mel no tiene familia alguna... - Habla Rodo. - ...es huérfana...
Y su rostro se contrae al escuchar a su amigo mi situación y yo, asiento algo asustada.
No, por su siempre semblante rígido.
Sino, porque ese temor vuelve.
Mi pánico a que las autoridades vengan por mí.
Y ellos lo notan.
- ¿Vives en la calle? - Solo pregunta.
Vuelvo a afirmar.
- ...dos semanas que escapé de mi hogar transitorio... -Le respondo sincera y quebrada ante los recuerdos tristes.
Tantos y no, por solo nacer sin papá ni mamá.
Por los maltratos.
- Hermano... - Rodo habla.
Y lo hace sin sonrisa a toda potencia.
- ...las contusiones y desnutrición... - Acota. - ..no fueron por el accidente...sino, por...
Herónimo eleva su mano, negando a que siga hablando Rodrigo.
Ya que entendió y mis mejillas arden y me abrazo a mi misma, bajo sus miradas y la mía, procurando no llorar.
Por recuerdo al dolor y cierta vergüenza que siento, que sepan mi vida dos desconocidos.
- ¿Eres menor, verdad? - Pregunta este hombre duro, pero con la voz algo entrecortada.
Por la emoción.
Y eso hace que lo mire sin temor.
- Voy a cumplir 18, pronto... - Argumento para que noten que en breve voy a ser mayor de edad y que no sea motivo que me denuncien al juzgado.
Silencio.
Uno caviloso por ambos.
Inclusive por el hombre de negro que ya tras haber comido y con toda su espalda en el respaldo de su silla, está atento como reflexionando mi situación y nuestra conversación.
Pero ese silencio es interrumpido por Rodo, poniéndose de pie de golpe y apoyando ambos brazos como sus manos como puño con fuerza en nuestra mesa.
Para mirarlo fijo.
Profundo.
Y decidido a su mejor amigo, que no se inmuta ante su brusco movimiento.
- Hero, no voy a entregar a Mel... - Le dice. - ...es mi amiga y prometí ayudarla. - Es firme.
Firmeza decidida que Herónimo al escuchar a su amigo, solo lo mira frotando sus labios pensativos.
Creo.
Para luego y sorpresa de Rodrigo y mía.
Solo se limita.
Le nace y vaya a saber, por qué.
Una media sonrisa de lado.
¿Una de inteligencia?
Y con Rodo, nos miramos sin entender.
- La gente con poder y dinero... - Al fin nos habla. - ...siempre cree que el mundo gira a sus pies y que tiene el sartén por su mango, creyendo que puede manejar como manipular a los demás, sin consecuencia y a su antojo... - Suspira, acomodando mejor sus lentes. - ...no lo apruebo, ni estoy de acuerdo con esa mierda... – Nos dice, haciendo a un lado su ondulado cabello que cae caprichosamente sobre su frente. - ...pero... - Nos mira decidido, también. - ...si es para una buena causa, voy a utilizar todo de ella y hasta las últimas consecuencias... - Su mirada ahora, está en mí. - ...para ayudarte Mel. - Dictamina.
Sentencia de felicidad sobre el abrazo de Rodo, porque viene hacia mí, riendo conmigo y tan emocionado como yo, con lágrimas en los ojos.
Y calorcito como tibieza, vuelvo a sentir en sus brazos.
Hasta Herónimo sonríe emocionado, mientras se pone de pie.
Incluyendo al hombre de negro que imita a su jefe para ponerse tras él.
Estoy tan atrapada en el momento y conversación entre estos hombres.
Donde uno, da órdenes sin parar al de traje negro por mi caso y que se comunique con un tal Millers y tras escucharlo, se despide de nosotros y sin dudar como celular en mano, sin perdida de tiempo habla, caminando en dirección a la salida.
Y el otro, sin dejar de abrazarme.
El chico de mirada chocolate y la sonrisa más linda del mundo y a toda potencia.
Miro a ambos y no puedo evitar que mas lágrimas broten de mí.
Pero, lejos por dolor a un golpe y maltrato.
Ahora.
Son de pura felicidad por estos dos desconocidos.
Rodo y Herónimo.
Amigos y casi hermanos.
Y que a una extraña chica de la calle como yo.
Una huérfana que ya no existe.
Porque, ellos con su bienvenida.
Me dieron de corazón.
Lo que siempre anhelé.
Una familia...
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top