CAPITULO 2
RODO
- Contusión cerebral externa con daño en el tejido por una hemorragia múltiple de pequeños vasos sanguíneos y a causa del accidente... - Escucho al médico de guardia. - ...lo importante, no hernia cerebral por este traumatismo de cráneo... - Sigue, mientras intento entender frente a él, lo que me recita muy prolijo. - ...Incisura grado uno con desplazamiento de radio, provocando impotencia funcional...desnutrición severa y bajo peso...
Sus ojos no se elevan de la planilla que lee y voltea otra hoja para continuar, rascando su mandíbula concentrado.
- ....el análisis que se le adjudicó, nos indica que su hemoglobina es baja como su...
Y ya, no escuchó más.
En realidad, me perdí por más que puse mi mayor esfuerzo en entender.
Y por eso, estoy a 2.0 segundos de llorar como marica por no comprender nada de lo que este médico me dice.
Sip.
Chino básico para mí.
El chasqueo de unos dedos por poca paciencia colmada interrumpiendo, hace callar al médico y conmigo, voltear hacia ese sonido.
Para encontrarnos a Hero.
A quien llamé mientras conducía camino a este Hospital por su ayuda y ante el cuerpo medio desvanecido de la nenita famélica del dolor.
A poca distancia, cual estamos, está de pie.
Cruzado de brazos como piernas en una de las típicas sillas plásticas que como hilera una al lado de la otra y contra una pared de este extenso pasillo hospitalario, solo él está sentado junto a un Collins de pie silencioso y expectante pese a la hora tardía.
Una, casi amaneciendo y sus primeras luces diurnas, saludan y traspasan los grandes ventanales del lugar.
Bosteza aburrido.
- Viejo... - Lo mira desde su postura sin moverse.
Para luego, solo con un dedo elevar más sus lentes en el puente de su nariz.
- ...apurando el trámite y en castellano, por favor. - Finaliza mi amigo.
Porque a Herónimo no le gusta perder tiempo.
Porque, él en su vida.
Cosas.
Mujeres.
Empresa.
Madre.
Amigos.
Y forma de manejarse en los negocios, ejerce el control.
Se rige, bajo ese mandamiento.
Parece frío.
Calculador.
Y lo observo desde su posición inmutable sentado.
Donde solo sus ojos no se pueden decidir, si quieren mirar al doctor, el biombo a medio cerrar y casi frente nuestro de la sala de emergencia y está la niña o a mí.
Ya que.
Y solo yo lo noto.
Sabemos y sentimos.
Como Collins y sus cercanos, pese a esa seriedad de mierda y frívola que todo él emana.
Que esa coraza, es solo protección a su persona para que nadie traspase esa pared emocional derribando sus muros.
Mucha de esta.
A lo que ama.
Incondicional, por más que no lo demuestra en su mayor esplendor.
Nosotros.
Su gente.
- ¿Entonces? - Se pone de pie y camina hacia nosotros.
Con su altura y pelo que lejos de ese riguroso peinado que profesa en su empresa por despertarlo y sacarlo de su cama.
Lleva sus importantes rulos tipo corona cayendo sobre su cabeza.
Y su monumental cuerpo que con pasos lentos, indica total atención y por más que solo llevar puesto en su apuro y a mi auxilio, unos sencillos jeans y camiseta.
Haciendo tragar saliva al médico ante su demanda.
Porque el reconocido y joven empresario Herónimo Mon.
Y mi amigo.
Trasmite arrogancia y poder.
Y respeto.
En toda su persona y como si, en sus anchos hombros llevara una capa como un jodido príncipe Disney, versión porno dirían las mujeres o un jodido héroe, mitad testosterona con buena persona y hermano, para mí.
El doctor suspira, cerrando la planilla médica.
Se dio por vencido.
- Herida leve en su cabeza, fisura de brazo, anemia y bajo peso con desnutrición... - Simplifica el estado de la niña.
- Bien. - Murmura Hero, pensativo.
Para luego, tras segundos y frotando sus labios, dirigirse a su mano derecha.
- ¡Collins!
- Señor... - Se acerca a nosotros y su llamado.
Observa el lugar, para luego a él.
- Gestiona una habitación privada para la niña... - Señala al doctor. - ...y ponte a la orden del cuerpo médico del Hospital para facilitar todo lo que necesiten para su recuperación. - Ordena sobre su asentimiento, seguido y acompañado con este en dirección a la mesa de administración sin pérdida de tiempo.
- Gracias, amigo... - Me pongo a la par para mirar como él, en como descansa la chica tras la cortina tipo biombo que separa una camilla de otras en la estancia de urgencia y muchas están ocupadas por pacientes dolientes, acompañados por familiares o amigos y con enfermeras yendo y viniendo entre ellos.
Pero con la diferencia que ella duerme plácidamente.
Tranquila.
Como si hubo días enteros que no lo hizo.
O quizás, nunca.
Golpea mi hombro con un puño ante mi gratitud y como restándole importancia mientras se acerca a los pies de su cama.
Cruza más sus brazos y aunque no lo veo por imitarlo y arrimarme hasta la niña y con cuidado, despejar un mechón de su pelo con rulos que reposa en su rostro, para acomodarlo a un lado y rogando que eso no la despierte.
Percibo su mirada y que arquea su ceja, ante mi reacción cariñosa a esta jovencita desconocida.
- No sé, si su atacante en su escape se lo robó, Hero... – Le digo, contrayendo más la fina cobija que la tapa y para que cubra más su delgado cuerpo, bajo la bata que le pusieron las enfermeras, sacándole esas raída prendas y algo sucias que llevaba puesta.
Miro por un momento el blanco piso y un extremo de este y asoman bajo la camilla, solo una de las zapatillas deportivas que calzaba.
Ya que su otro par, seguro se perdió en mi carrera y llevándola en brazos en el trayecto a mi coche.
Son de hombre y que acusan por su tamaño, tres o cuatro números más de su pequeño pie y por su estado precario por larga vida de uso.
La observo otra vez a ella y fuera del estado clínico que se encuentra.
Tal vez, las encontró en algún bote de basura.
- Los enfermeros dijeron que no llevaba con ella documentación personal cuando la revisaron. - Niego, mirándola y como duerme. - Esta niña es de la calle, amigo... - Apuesto sin dudar.
Hero chequea su ropa que y aunque doblada de forma prolija, reposa en la única silla junto a su cama, delata escaso recursos y mala vida.
Asiente.
- Ordenaré a Collins en conjunto con Millers, que averigüen su origen y paradero... - Dice como si nada y fuera pan comido eso, pero preocupado como yo.
Para luego, mirarme de arriba abajo por mi facha desaliñada y camisa con algo de rastro de sangre por la herida de la chica y cargarla.
Caminamos en dirección a la salida y una vez fuera y ya, con el sol pleno por ser pleno día sobre nosotros, prosigue.
- Necesitas ducha, una muda de ropa limpia y dormir un rato... - Busca su celular de un bolsillo, para hacer una llamada mientras lo acompaño por el estacionamiento.
Y como leyendo mis pensamientos como mi ceño fruncido negando y dejando de caminar, sonríe tras dar otra orden a Collins y cortar la llamada.
Una, de sus tantas media sonrisas.
Y la que odio.
Porque es la inteligente, pero enigmática.
La secreta y de mierda por no entenderla nunca.
Y que delata saber o comprender más algo en cuestión, que el resto de los humanos simples y comunes.
Y lo miro rarito y de lado por eso, achinando mis ojos sospechoso.
A mí, no me engaña.
Y suelta una risa por eso, palmeando mi hombro y que reanudemos la marcha.
Cabrón.
- Sé, que estas preocupado por su salud... - Suelta algo de esa información secreta. - ...y que quieres quedarte. Pero la muchachita no se irá a ningún lado y debes dormir algo, Rodo. - La alarma de su coche importado, se siente al ser desactivado desde el comando de su llave cuando llegamos hasta él.
Rodea este y abriendo la puerta del conductor, me señala la del acompañante.
- Collins quedará a la guarda de la joven y hasta tu regreso. No puedes conducir en ese estado... - Se apoya sobre el techo. - ...te llevo, descansas y vuelves... - Me ofrece negociador y sonriente.
Demasiado y para mi gusto.
Sonriente.
¿Qué carajo sabe o intuye, que yo no sé?
Y resoplo, frotando mi nuca por cansancio y de horas acumuladas de no dormir aún.
Pero abriendo la puerta y subiendo como él a su coche.
Contrariado, pero a mi pesar.
Que tiene jodidamente razón.
- ¿Oye, puedes parar ahí? - Le indico y señalando un comercio de la calle en que maneja camino a mi departamento.
Un tipo mercado de compras.
Y se pasa de carril para poder estacionar frente a él.
Me mira.
- ¿Tienes hambre? - Me pregunta Hero.
Río.
- Estas situaciones me ponen nervioso y abren mi apetito... - Digo palmeando mi estómago, provocando que sonría divertido.
Porque es verdad.
Y siendo honesto.
Siempre tengo hambre.
La cena hecha por Marcello y los nachos durante el juego anoche.
Digeridos totalmente.
Y unas frituras con chocolate por más hora temprana que sea, suena genial para mi organismo.
Bajo del coche y miro a mi amigo por mi ventanilla baja.
- Solo serán unos minutos... - Exclamo, trotando al mercado.
Y cumplo ese tiempo.
Comprando y saliendo de este como prometí en poco tiempo y cargando mi bolsa con comestibles y abriendo un paquete de dulce con chocolate en el trayecto.
Para encontrar a mitad de mi caminata como masticar mi golosina.
A una niña.
En sus quince años de edad y guiando unos perritos con sus respectivas correas.
Robándome una sonrisa por ser tan chiquita y por su forma de conducirlos, pese a pequeñez.
Delata, que no solo gusta de las mascotas.
Sino, que con tan corta edad y de forma precisa en que lo hace, es toda una paseadora de perros.
Cual, cantarina y alegre con sus pasitos como llevando un bonito vestido de flores y volados, tipo corte princesa.
Detiene su paseo riendo, mientras sus perritos olfatean todo, casi llegando frente a mí y el coche de Herónimo.
Y sudo frío.
Como mi mandíbula cae a medio masticar mi sabroso dulce.
Por lo que presiento con uno de los perros.
Ay carajo...
Que no lo haga, que no lo haga.
Me repito.
Y me trago mi carcajada en auge con una mano.
Porque uno de los lindos pichichos, lo hace nomas...
Levanta una de sus patitas para mear.
Dios...
El coche de Herónimo.
Y con mi amigo.
Dentro.
Que al verlo sale de este, para mirar el daño de su Bugatti, rodeando su frente y observando la víctima de eso.
Una de sus ruedas deportivas y una parte de la carrocería.
Está mudo y haciéndose a fuego lento.
Lo delata los dos tonos de rojo que tiñen sus mejillas.
Seguido de mirar al acusado peludo que se rasca como si nada ante su delito.
Su coche.
A mí.
Para luego a la niña.
- Solo, es pipí santo... - Se excusa ella mirando la rueda mojada.
- ¿Pipí santo? - Repite sin creer, mirándola y acomodando mejor sus lentes.
- Sip... - Sigue la muchachita natural, pero buscando algo de su bolsito y que cuelga de ella, sin soltar con su otra mano las correas.
Saca un pequeño celular rosa.
- Agendaré tu número y me haré cargo de los daños... - Le dice de forma muy adulta, pese a su edad.
Herónimo gira a mí, al escuchar mi risa por escucharla.
Porque no se lo cree todavía.
- ¿Te harás cargo? - Apunta con su índice al perro. - ¿Lo que esa cosa le hizo a mi deportivo?
Y la niñita arruga su nariz, al sentir como llama a uno de sus muchachos.
La cosa.
Una llena de pecas, formando un dibujito con ellas y que hace que mi amigo arquee una ceja al notarlo.
¿Eh?
Pero, retrocediendo un paso.
Y ahogo mi risa con otra mordida a mi barra de chocolate, mientras los observo entretenido y tipo espectador a ambos.
¿No me jodan?
¿Herónimo, le tiene miedo?
Paso que retrocede, porque ella hace uno hacia él, intimidante y por más que irradia dulzura con su vestido con flores en su tela y no llega ni al pecho de Herónimo por su imponente altura.
Desafiándolo.
Y provocando que ese movimiento, un mechón de su pelo caiga a un lado de su rostro y de su peinado medio extraño que lleva recogido y solo sostenido por un lápiz rosa.
Lindo y raro, eso debo admitir.
Le eleva un índice.
- Sip, para eso trabajo... - Le dice ceñuda y seria.
Continuo a darle la espalda y retomar su caminata canina.
- ...y para costear mis estudios universitarios en administración comercial de empresas más adelante... – Finaliza orgullosa y mirándolo sobre un hombro con insolencia.
- Pobre del cristiano, que te toque como jefe... - Gruñe. - ...porque yo, nunca lo haré... - Sentencia esto último Herónimo, mucho más bajo y para sí, masticando sus palabras.
Pero llega a los oídos de la niña, mientras se encaminan ambos y cada cual, por su lado.
Él a la conducción y derrotado por la batalla, pero aún de pie como soldado herido.
Y ella a su paseo que lo interrumpe nuevamente, volteando al oírlo y para mirarlo taladrante.
- Sobre mi cadáver, señor... – Promete la niña sin dudar.
- Perfecto. - Dice él, desde su puerta abierta.
- Genial. - Dice ella, arrugando más su nariz enojona y a la distancia.
Miro a Hero sin dejar de comer.
- ¡Bien! - Replica este, arqueándole una ceja odioso.
Y mis ojos van a la chica terminando mi dulce y cual, nunca dijo su nombre.
- ¡Bien! - Grita ella con más fuerza, dándole la razón y estar de acuerdo con ello, mientras se marcha y le lanza puñales con bombas termonucleares en su última mirada.
- ¡Excelente! - Finaliza mi amigo, quedándose con la última palabra.
Guau.
El gran empresario Herónimo Mon.
El rey el acero.
Y jefe de los jefes temido por todos.
Lo miro raro.
¿Peleando como crío, con una niña de 15 o 16 años?
¿Qué rayos, fue todo esto?
La decisión improbable que vuelvan a cruzarse, es casi nula.
¿Pero, fue una sentencia suya o de ella?
¿O de quién, en realidad?
- Pequeña atrevida... - Gruñe sin dejar de mirarla mientras la ve marcharse, acusador y a dos milímetros de agarrarse de los pelos por la angina que le ataca y hacer un berrinche.
No te rías, Rodo.
- ...Kamikaze el que se case en el futuro con esa mujercita... - Sentencia, entrando a su coche como yo bufando.
Y sin saber por qué, río a carcajadas.
MEL
La luz del día me recibe, cuando y tras parpadear con mucho esfuerzo, al fin logro abrir mis ojos.
Seguido de un gemido de dolor que sofoco, cuando procuro incorporarme de la cama que me encuentro.
Pero, no puedo.
Aunque me siento mejor, mi fuerza es nula.
Ya que, estoy muy débil.
Y solo me limito de lado y como estoy recostada a mirar todo lo que me rodea.
Una limpia.
Blanca.
Y pulcra habitación de Hospital.
Para luego, el gran pie de hierro junto a mi cama y que cuelga de este, el suero de la intravenosa de una de mis manos.
Viniendo a mi mente el accidente de la noche pasada con el vagabundo con mi herida en la cabeza, cual palpo con cuidado con mis dedos.
Notando, no solo su vendaje.
Sino, también.
Paso mis dedos por mi pelo ondulado y ahora sedoso.
Aroma a shampoo de manzana dulce que desprende por haber sido lavado y peinado.
Como también en la pequeña mesa junto a mi cama y vista.
Una jarra de agua fría con golosinas de diferentes tamaños y colores colmándola.
Muchas, que jamás vi y nunca probé en mi vida.
Y sonrío.
Por hasta ver en su extremo, unos globos rosas con helio atados y suspendidos en ella.
¿Para mí?
Pero, me gana un nuevo gemido que hago de dolor y al sentir mis labios reseco, obligándome a levantarme para tomar un poco de esa agua.
Porque, tengo sed.
Mucha sed.
Y con ayuda del mismo pie de mi suero para sentarme y bebiendo por fin del vaso.
Descubro bebiendo y en un sillón alejado y junto a la única ventana.
A un chico con ropa de gimnasia, utilizando uno de sus brazos como apoyo y tipo almohada, durmiendo profundamente.
¿Será mi extraño y rarito rescatador?
Me pregunto, intentando caminar hacia él para observarlo mejor.
Era de noche y muy oscuro ese asqueroso callejón y bajo el dolor punzante de mi cabeza y el mareo mezcla de miedo, que se adueñaba de mí.
Solo, su voz recuerdo bien.
Una voz masculina, pero muy cálida.
Reconfortante.
Y sonrío, deteniéndome a pocos pasos de él, pero flexionada sobre mis rodillas por cansancio.
Silenciosa y con mi suero al lado que ubico con cuidado para no despertarlo.
Y porque, aún tengo miedo.
Pero, apoyando mi barbilla sobre un puño que reposa en mis rodillas para mirarlo.
Sus facciones perfectas aunque son muy viriles, inspiran un aspecto divertido en cada rasgo que tiene por más que duerme y con ese aire desprolijo de su pelo, cayendo sobre una parte de su lindo y simpático rostro.
Inclino mi cabeza dudosa, mirando como sus oscuras y largas pestañas descansan en su mejilla y protegen esos ojos chocolate que esa noche descubrí.
¿Será una persona, que ríe mucho?
Y la sonrisa a toda potencia que me regaló, pese a la situación de esa noche nefasta, viene a mi memoria.
Sonrío más.
Porque, ese recuerdo me dice que sí.
Y aunque estoy agradecida, el pánico me embarga.
No sé, cuantos días con sus horas pasaron desde ese encuentro por mi accidente.
Me pongo de pie mirando por la ventana, para luego la habitación.
Por la latente amenaza de que mi salvador o cualquiera, haya hecho una denuncia por mi paradero, ya que el vagabundo robó mi vieja documentación como pertenencias en su huida.
Y que el juzgado de menores, venga por mí.
Me llena de temor.
Y niego, mordiendo mi labio inferior para retener el dolor, al sacarme sin perdida de tiempo y con poca idea mi intravenosa.
Para no despertarlo.
Como también, buscar mi viejo pantalón y camiseta de la silla, juntando fuerza con cada paso que doy y por sentirme muy debilitada todavía.
Notando al vestirme, sobre la misma bata.
Ya que el tiempo apremia.
Que también estos, por estropeado y gastado por usarlo mucho.
Huelen a jabón y enjuague de ropa.
Lo miro.
¿Hizo eso, por mí?
¿Lavar mi mugrienta ropa?
Y no puedo evitar tomar mis puños para oler profundamente la tela y que el agradable perfume a limpio y jabón, cope mis pulmones.
Viniendo a mi mente, esos paisajes de campo que vi muchas veces en publicidades de la calle, haciendo referencia a algún producto limpieza.
Y cierro mis ojos para imaginar estar en uno.
Un campo tal vez con muchas flores y de cientos de colores, bajo un sol radiante.
Un lugar que jamás vi, pero me gustaría conocer y anhelé cada vez que frente a una de esas publicidades, pedí estar en uno.
Pero abro mis ojos frente a mi realidad y tomo solo uno, de la docena de dulces de la mesa algo avergonzada.
El de el envoltorio más bonito y multicolor.
Soy pobre, pero no ladrona.
Pero, tengo hambre.
Y me prometo a mí misma como a él, guardándolo en mi bolsillo y tomando mi única zapatilla vieja abrazándola mientras camino despacio a la puerta descalza y mirar por última vez al chico dormido en el sillón para prometerle.
A mi extraño y rarito salvador.
Que bien encuentre un trabajo y cuando lo haga, pagarle por el dulce que me llevé.
- Gracias... - Le susurro muy bajito por ayudarme.
Cuidarme.
Mientras con suavidad y muy lentamente, abro la puerta para huir.
- Por favor... - Esta, queda a mitad de ser abierta y congelando mis pasos.
Al escuchar su voz.
Siempre agradable, pero ahora con matiz de cierta tristeza.
Como su rostro al mirarlo.
Y sus ojos chocolate, totalmente abiertos y observándome desde el sillón.
- No te vayas, te lo ruego... - Me pide con algo que nunca tuve.
Que siempre, se me negó.
Como jamás, supe como era eso en realidad.
Pero ahora sí, al sentirlo por primera vez y golpeando mi pecho.
Y por eso, mi mano aprieta con fuerza la puerta mientras nos miramos.
Por experimentar de este chico que no tengo idea como se llama.
Pero con la sonrisa más hermosa del mundo.
Me lo da.
Me ofrece.
Cariño sincero...
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top