CAPITULO 1

Nove completa hasta el 12/9/2022 y como siempre en Amazon con sus mercados a un costo muy bajo el digital (lo que Amazon me permite) si quieres que sea parte de tu colección, ya que absolutamente sus regalías para nuestras Disney Caballeritos de los Hospitales Oncológicos Infantiles.

Abrazo gente y a cuidarse mucho, si?

CRISTO.


MEL

17 años de edad...


Gritos.

Insultos.

Golpes.

Todo siento y escucho, potenciándose y por más que tapo mis oídos con ambas manos desde el rincón donde me escondí.

Tras un viejo mueble y oscuridad de esta mugrosa habitación de la sala.

Un basurero de inmundicias comestibles, por más que me obligan a limpiar todos los días, como de botellas de alcohol vacías y dispersas por todo el piso y sobre la raída alfombra, que en sus mejores épocas creo que fue blanca.

Los lamentos de la mujer por la violencia que recibe de su marido desde la habitación, cual se encerraron, se confunden con los aullidos de algunos perros de la zona.

Porque mis tutores de hogar asignados por el estado, no se preocupan y por más hora tardía que sea, que en esta vecindad de mala muerte que fui acogida, se enteren sus peleas.

Ya que, somos una más del montón que hay.

Froto mi brazo lastimado, porque me duele mucho y mis lágrimas de dolor nublan la vista de uno de mis ojos.

El que apenas puedo ver por el cardenal negro que tengo de la golpiza que también recibí momentos antes y a la llegada de mis tutores, totalmente ebrios y con sustancias consumidas.

Por ser su fuente de problemas.

Una fuente que les produce dinero gratuitamente desde hace 6 meses.

Mucho.

Por el gobierno y a condición de darme albergue transitorio, ante la espera de que una familia me adopte.

Familia que nunca llega.

Y albergue.

Que es mi supuesto hogar temporal.

Cosa que nunca supe la realidad y significado.

El de un hogar.

Ya que, desde mi nacimiento fui abandonada en un orfanato.

Para luego de un hogar transitorio a otro.

Siempre malos.

Y este último, el peor.

Que bajo el abarrotamiento de los asistentes sociales por casos como el mío y su única inspección, creyendo en esas sonrisas encantadoras de mis tutores.

Sobrios y en su momento la casa en buenas condiciones.

Entregan un cheque satisfechos como felices por verme bien y sonriente, mientras acarician mi mejilla antes de marcharse a otra visita.

Una sonrisa obligada por amenaza.

Sonrisa teñida de lágrimas en realidad y que nunca notan, mientras me prometen volver pronto besando mi frente.

Sonrisa que ya lejos de sentir siempre miedo a sus amenazas.

Hoy.

No quiero volver a dibujar.

Y por eso, limpio mis lágrimas con el dorso de la mano de mi brazo sano, mientras ahogo un gemido de dolor por tocar mi ojo golpeado.

Porque no quiero que me escuchen y recuerden mi existencia mis tutores en el dormitorio contiguo.

Que existo.

Y que estoy en la sala oscura y por eso, permanezco silenciosa y agazapada, aún escondida en la habitación.

Esperando.

Ya que, después de sus siempre pleitos.

Ataques.

Y diciéndose los miserables que son por culpa del otro y la decadente vida que llevan.

Si uno, no se va por más droga y alcohol dando un portazo.

Se quedan dormidos en su mar de adicciones y por los efectos de esta, tirados en el piso.

Ausentes en un sueño profundo.

Uno, bajo los efectos de toda la mierda que toman.

Y que decidida y ya sin pánico, voy a aprovechar.

Para huir.

No más castigo y no sentir que no soy querida.

Que no me aman.

Prefiero ser una indigente de la calle y por eso, tras una espera de horas siendo la madrugada avanzada.

Como sentir los ronquidos de ambos al salir de mi escondite y apoyar con cuidado mi oído en la precaria puerta cerrada.

Busco mis pocas pertenencias y los pocos trapos que poseo, para guardarlo en una bolsa de compras.

Y de un zócalo suelto del piso y que mis tutores nunca descubrieron, saco un sobre de papel hecho por mí, que esconde el poco dinero ahorrado que tengo por ayudar a limpiar el jardín a ciertos vecinos en la horas perdidas de estos.

Las viejas bisagras de la puerta de entrada, crujen por su estropeada vida y cierro los ojos.

Inclusive el lastimado por más que me duela.

Rogando que no llegue ese sonido a ellos, por más profundo y desmayado sueño que les colma.

Y sobre mi mueca por los dolores que llenan mi delgado cuerpo herido y cada paso descalza que doy, bajo los tres únicos escalones en madera mal cuidados y por falta de pintura de su frente.

Una leve sonrisa dibujan mis labios al contacto del césped crecido con su rocío cayendo en la oscuridad de la noche y humedeciendo mis pies.

Porque y pese a no saber donde voy y huyo con un futuro incierto.

Ya no más, brazos lastimados hasta sentir que mis huesos crepitan.

No más, moretones en mi rostro.

Vuelvo a limpiar mis lágrimas apurando mis pasos, ya en la calle e internándome más en estas.

Intento sonreír.

Porque, me alejo de esta triste vida...

RODO

27 años de edad...


- Marica.

- Marica, tú.

- Mal perdedor. - Le replico y sonriente dejando a un lado mi joystick de las Xbox sobre la baja mesa, para tomar un trago de mi lata de gaseosa y atacar la bolsa de nachos.

Me regala una mirada.

Corrección.

Esa mirada.

De mierda y temible, acompañada de su ceja levantada que todo el mundo teme cuando aparece.

- No soy mal perdedor... – Gruñe, dejando el suyo y arrebatándome la bolsa mientras se recuesta relajado contra el gran sofá que estamos, cruzando un pie sobre otro y arriba de la baja mesita que tenemos en frente.

Se mete un par en la boca.

- ...soy buen ganador... - Me aclara, masticando y acomodando mejor sus lentes en el puente de su nariz mi mejor amigo. - ...ganar es ganar y por eso, quiero la jodida revancha... - Se incorpora y señala con su índice la gran pantalla plana con el juego en pausa quedando tipo estatua el cabrón.

Y no lo puedo evitar.

Río a carcajadas, echando mi cabeza hacia atrás y con todo mi cuerpo contra el sofá a su lado.

Hasta, tengo que tomar mi vientre con las manos por la risa.

Por la cara que me regala y su jodido aire competitivo.

Un rostro a cuadritos por lo desencajado.

Porque a Hero.

Mi amigo.

Como un hermano.

No le gusta perder ni siquiera a los videítos.

Lo sé.

Van a decir que eso está mal y pido disculpas en nombre de mi amigo.

Pero es inevitable su espíritu competitivo.

Ya lo conocen.

Él es el jefe de los jefes.

Un pendejo.

Pero el puto amo y no acepta las derrotas.

Jamás.

¿Qué lo importante es competir, dicen?

Río con más ganas.

El trasero de mi amigo, nenas.

Porque Hero.

Su Hero.

Y mi mejor amigo.

Este simple muchacho de 26 años de edad que tengo en frente, mirándome ceñudo y como crío de tres por su comportamiento.

Malcriado y caprichoso por naturaleza.

Ama ganar y estar delante de los demás sin importar que su competidor sea el mismo Lucifer en persona como grandes empresarios o por su gran altura de casi dos metros, sobrepasen apenas sus rodillas como el caso de sus Caballeritos del zodíaco y Disney princesas de su Hospital Infantil, cuando participa en los juegos con ellos y que adora tanto, siendo el premio es cuestión.

El gran trofeo.

Una paletita de fresa entregado por Gladys la enfermera, riendo por el aire ganador de Hero recibiéndolo con orgullo y su pecho inflado como si fuera el galardón Commers del año.

O en este caso, contra mío compitiendo.

- Tranquilo viejo, te la daré... - Me pongo de pie y estiro con ganas mis brazos.

Me mira sin inmutarse.

- No te tengo miedo... - Roto mi cuerpo como cuello para entrar en calor para la próxima partida, porque pienso patear su trasero sexi y que tanto gusta a las mujeres.

Me arquea su ceja al verme.

- ...y te haré llorar como nenita... - Finalizo tras elongar y con pose ganadora frente a él e indicando con esta, la gran pantalla en pausa a la espera estrechando mis ojos. - ...play, hermano... - Indico.

Me sigue mirando.

Serio.

Solo un par de dedos de su brazo apoyado contra el respaldo del sofá y que frotan sus labios pensativo, me indican que está vivo.

Y que mi amigo entró en modo deliberando por mi pendejada de desafío.

Quiero reír.

De mandarme a la mierda o reír a carcajadas, ante mi postura y corromper su seriedad.

Pero esta última gana.

Y soy feliz, porque ríe.

Ya que lo hace muy poco.

Casi nada, diría yo.

Y si lo hace es solo conmigo o quienes roban de estos y no es mezquino en absoluto.

Sus niños del Hospital.

Su pasión.

Y por la cual, creo.

Lo miro y como riendo aún, pide a Marcello desde la cocina que traiga otra ronda de nachos y gaseosas para lo dos.

Desde la mierda de Marian y ese hijo que no fue como lo de su padre.

Su biblia y su calefón, diría él.

Que Herónimo, sigue respirando.

Por y solo esa pasión.

Pero siempre.

Niego en desacuerdo.

Viviendo entre papeles y acero.

Dominando y controlando sus siete potencias, posicionadas estratégicamente en todo este planeta y una octava a inaugurar en su próximo viaje a España.

Para convertirse con el corte de cinta número ocho con esa nueva metalúrgica.

En el rey del acero de la famosa y consagrada, ya potencia mundial y en nombre de su padre fallecido.

Vincent Mongomery Mon.

Siendo la sede madre, TINERCA.

En la famosa T8P.

Y dominando ese jodido pasado lleno de demonios que corre por su venas y que llevan el nombre de su exmujer y Gaspar.

Luchas callejeras desde su corta edad y ahora arriba de un ring sobre fuertes apuestas, cuando sube y participa de una.

Gerenciado por los poderosos Chacales y de la mano maestra del Polaco.

- Besa mi culo... - Su replica a mi reto, me despabila mientras se posiciona para un nuevo juego y bajo la risita de Marcello, dejando unas cuantas latas de gaseosas heladas y otra bandeja extra de nachos.

Cosa que me hace sonreír.

Y resoplo para hacer a un lado un mechón de mi pelo y despejar un ojo, seguido de mirarlo desafiante.

- Si gano, tienes que besar apasionadamente en los labios... - Miro la gran superficie de toda su elegante sala y encuentro mi objetivo.

Collins que se mantuvo silencioso y en la mesa del enorme comedor dos niveles mas arriba, leyendo papeles de pie.

Que al señalarlo, retrocede sospechoso.

Y mi sonrisa divertida y diabólica nace.

- ...a Collins... - Digo, tomando asiento nuevamente y el comando de juego entre mis manos, mientras sin poder contener la carcajada, Marcello ríe y Collins hace otro paso alejándose.

Y con semejante reto, me gano otra vez esa mirada de Hero diciéndome de todo, menos bonito mentalmente.

Y acotación aparte.

Que no tengo todos mis patitos en líneas.

Mastico victorioso mis nachos, eligiendo el juego y esperando su respuesta que no se hace esperar por Hero.

Cual, mira de arriba abajo a su mano derecha y apuesta mía, provocando que este, se cubra pudoroso con el papelerío entre sus manos y sobre la mirada inquisidora de mi amigo, mientras intenta encontrarle un atractivo.

Porque Herónimo Mon, nunca rechaza un desafío.

Como también, hacerme ver que se la había puesto difícil.

Y otra risa se me escapa, cuando voltea a mí.

- Soy hetero, idiota... - Me recuerda. - ...y yo no doy besos, lo olvidas? - Menciona la número cuatro de sus reglas en cual se rige.

Y como la excusa perfecta alentándose a sí mismo, de que no tenía que seguir mi capricho, porque el único y consagrado ganador sería solo él, al final del juego.

- ...pero... - Prosigue y vuelve a mirar a Collins, quien vuelve a retroceder por la mirada y ante la famosa media sonrisa de Hero, acomodando mejor sus lentes nuevamente.

La de reto, tomado.

- ...acepto... - Me dice, volviendo su mirada a su guardaespaldas y mano derecha. - ...tranquilo viejo, prometo mantener tu honor y que no te convertirás en mi chica y nueva fémina... – Finaliza, competitivo y divertido guiñándole un ojo, haciendo que me atragante de la risa y escupa mi gaseosa bebiendo.

MEL

Hambre.

Mucha hambre.

Y mi estómago me lo recuerda a cada rato y con cada paso que doy por la calle, que vago y deambulo.

Palmeo mi vientre como consuelo y acomodando con mi otra mano, mejor mi bolsa con mis pocas cosas contra mí.

Aunque no hace mucho frío por ser una noche de verano, un escalofrío cada tanto me colma por falta de alimentación adecuada y por lo débil que me siento.

Mis pies ya no descalzos por encontrar en un basurero días atrás y llevar puestos unos zapatillas de deporte como tres números más grandes y de hombre.

Ajados y maltrechos por tanto uso.

Me protegen al fin.

Pero, confirman mi cierta debilidad por arrastrar como caminar con dificultad, por su tamaño y cansancio.

Miro la vecindad que me rodea y hasta donde me trajeron mis pies de caminar casi todo el día.

Siempre sin rumbo definido.

¿Cuántos días, pasaron desde mi huida?

¿Una semana?

¿Tal vez, dos?

Ya no tengo idea y niego, acomodando un mechón de mi pelo enmarañado detrás de una oreja, por días sin lavarlo y propio de mis naturales rulos.

Unos que limpio y herencia.

Calculo.

Son de algún pariente o de ese jamás padre biológico que conocí o madre adicta y casi ausente, desde que nací.

Y que no recuerdo por abandonarme siendo un bebé.

Una patrulla viniendo con sus luces intermitente en su azul como rojo yendo y viniendo alumbrando, pero silenciosa por la oscura y desolada calle por la hora y lado contrario de mi caminata.

Provoca que saque fuerza de donde no la tengo al verla, por miedo a ser reconocida y ante la segura denuncia del juzgado por mi desaparición y fuga, haciendo que corra al único callejón de esta y me esconda.

Y me refugie entre despojos de cajas malolientes y unos desechos húmedos de maderas apiladas.

Expectante y abrazando más contra mí, mi bolsita con cosas mientras veo que pasa en su andar lento, casi frente mío y se pierda de mi vista doblando en la esquina para seguir con su rutina de monitoreo por la zona.

Y exhalo mi aire retenido por mi miedo constante a ser encontrada, pero aún en mi posición agazapada de mis rodillas contra mi pecho y tras la basura de cosas.

Pero más tranquila, porque ya se fue.

Sosiego que me dura poco y por la fuerte presión de una mano de golpe, apretando crudamente uno de mis hombros jalándome y obligando a levantarme por la fuerza ejercida.

Y por ello, mi espalda golpea con rudeza contra unos tablones que se tambalean entre sí, al caer sobre estos.

Quiero gritar por ayuda.

Pero la presión de su otra mano rodeando mi cuello, ahoga mi grito.

RODO

- Nigth to nigth, kiwi melón...kiwi melón... - Canto, mientras conduzco regresando a mi departamento y del Pen de Hero. - ...kiwi melón... - Repito, palmeando al ritmo de la vieja canción que pasa por el radio, al volante mientras manejo.

Lo siento.

Pero mi inglés es malísimo.

Sonrío, pensando en mi hermano menor.

Él es muy bueno por ser militar de países extranjeros.

- Más divertida, mi versión... – Murmuro, deteniéndome en un semáforo en rojo y sin dejar de seguir el ritmo.

Ritmo de hombros que se paralizan, cuando a pocos metros y a esta hora de la madrugada.

Metros más adelante en un callejón y contrarrestando la música alegre que escucho.

Me inclino a un lado del volante para ver mejor y estrechando mis ojos.

A alguien y pese a la semi oscuridad que los cubre y por su contextura física de espalda a mi dirección y distancia.

Un hombre que confronta a una mujer.

Dudo.

Jodida y puta oscuridad en que se encuentran.

Y por eso me estaciono obligado, tras bocinazos de coches detrás mío y ante el paso por la luz a verde.

Porque, creo y acusando su pequeño como delgadito cuerpo.

Que es solo.

Una niña.

Y por ello, salgo cerrando de un portazo la puerta mientras corro a ellos y causando que el sonido de esta y mi voz con un.

- ¡Alto! - Este, suelte a la muchacha y corra dirección contraria a mi carrera, llevándose consigo algo que le arrebata de sus manos, pero no logro distinguir que es.

MEL

Su aliento mezcla de falta de aseo y tabaco rancio, golpea un lado de mi mejilla cuando me niego a mirarlo y lucho por escapar.

Un vagabundo como yo.

Pero con años de calle.

Y que solo me repite una y otra vez, aprisionando mas las solapa del cuello de mi camiseta con sus asquerosas manos.

- ¡Dame, el jodido dinero que traes! - Gruñendo y empujando más mi cuerpo contra la basura.

- ¡No tengo! - Llorisqueo, intentando tomar todo el oxígeno que puedo por sus dedos enrocando mi cuello.

- ¡Dinero! - Me grita salivando, mientras busco las pocas monedas que me quedan.

Pero mis manos temblorosas por mi llanto y mi pánico me traicionan, cuando quiero sacarlas del bolsillo de mi pantalón y cae la media docena de estas, causando que se pierdan entre la mugre y escombros.

Y otras, rueden lejos.

Y por eso me gano otro nuevo empuje, pero mas bruto del vagabundo y que mi cabeza se golpee contra los guijarros salientes de la madera que me recibe.

Provocando que caiga y que, algo tibio como húmedo sienta en mi cabello, sobre un grito de alguien.

Mi mente da vueltas por el inmenso dolor que empiezo a sentir en el momento que el vagabundo huye y ante las fuertes pisadas que logro percibir de la otra persona acercándose.

Quiero elevar mi vista, pero una punzada de mi cabeza me obliga a seguir mirando el sucio piso, lleno de basura que estoy tirada.

- No te toques, necesitas ir a un Hospital... - Su voz masculina me dice, cuando llega e inclinándose frente a mí. - ...sangra... - Me advierte, sobre mi aturdimiento y dolor, sintiendo lejos del vagabundo que escapó, donde su mano asquerosa que apretaba amenazante mi cuello segundos antes.

Ahora, está la de él.

Pero es suave, sobre un pañuelo que saca apurado del bolsillo de su saco de vestir, para apoyarlo con cuidado en mi herida para detener la hemorragia.

Intento hablar y huir de su contacto.

No estoy acostumbrada que la gente sea buena conmigo.

Que me demuestren cariño y amabilidad.

Porque me da miedo.

Pero, moverme me roba un gemido de dolor por esta herida nueva y sumada a la de mi brazo mal curado.

Seguido de uno de él, que me desconcierta.

¿Eh?

Pero no, porque me obliga a llevar mi mano a su pañuelo que presiona mi herida, para que lo siga haciendo yo, mientras su brazos los pasa por abajo de mis piernas con delicadeza y sin mi permiso.

Seguido con un impulso, sosteniéndome.

Alzarme contra él, mientras se pone de pie y de forma protectora llevarme contra su pecho, caminando en dirección a su coche.

Sino.

Por lo que dice bajo, su voz agitada por cargarme y con cada paso apurado que hace.

- Solo, no te muevas, ni dejes de apretar la herida de tu cabeza ¿si? - Me implora. - Si veo una gota de sangre, caeré redondo al piso... - Murmura, mientras intenta abrir la puerta del acompañante con un pie. - ...y créeme, no soy nada agradable llorando como niñita y serás la culpable que duerma un mes entero con la luz encendida por las noches... - Me dice muy natural.

Y dentro de la veracidad de sus palabras, porque siento que son así.

Su tono es alegre.

¿Y divertido?

Hasta recién, solo escuchaba la voz de mi salvador por mi postura y mi cabeza agacha por el dolor.

Y hasta recién y ahora mismo, cargándome mientras sigue luchando por abrir esa puerta con su pie, porque se niega a soltarme.

Siento la fuerte presión, pero cálida de sus brazos sosteniéndome.

Y por eso, elevo mi vista y pese al dolor que me provoca ello, me obligo.

Para ver el rostro.

De mi protector medio rarito y nada valiente a unas gotas de sangre.

Para encontrarme un hombre en sus treinta.

Creo.

Pelo algo revuelto y oscuro, estilo recién me levanto y ni mierda me pienso peinar.

Ojos y mirada alegre, color chocolate.

Bajo a sus labios mientras al fin logrando abrir la puerta, seguido de acomodarme y con mucho cuidado ponerme el cinturón de seguridad.

Encontrarme con su sonrisa.

Una a toda potencia que me regala y es.

La más linda del mundo...

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top