CAPÍTULO 9

Nadie mira más allá de una persona, todos lo juzgan, pero nadie se ha puesto pensar por todas las cosas que estaba pasando, se sentía detenido en el tiempo, como si fuera algún libro abierto al cual le están arrancando cada página con una lentitud tan dolorosa.

Caminaba por los pasillos de la escuela, sintiendo las miradas ajenas, según los susurros sus padres habían dicho en la iglesia que temía que su hijo estuviera en malos caminos, con esas palabras todos quedaron impactados y en menos de unos minutos ya Jaime estaba en boca de medio pueblo.

No le gustaban los comentarios, pero tal vez era el karma.

Él siempre fue alguien muy curioso y observador, nunca pudo evitar hacer algún comentario propio sobre alguien.

—Pero si es el pequeño Jaime —el nombrado sintió un leve golpe en su cabeza, haciéndolo jadear del dolor. Era William Jones, el hermano menor del pastor Jones.

—Los rumores de pasillo dicen que te escapaste anoche, ¿A dónde fuiste, pequeño travieso? —William sonreía y se burlaba de la temerosa expresión del menor y antes de poder contestar, Edward Cleland estaba del otro lado, sonriendo cómplice.

—N-No fui a ningún lado, solo pasé a tomar aire fresco —fue lo único que salió de su boca y se sintió satisfecho por su respuesta.

Ambos chicos le miraban con duda.

—¿Estás seguro? Porque un pajarito nos dijo que te vio con mi hermano en el bosque la otra noche —Jaime se sentía acosado y desnudo, como si lo hubieran desvestido con solo palabras.

—No te juzgo, mi hermano tiene su físico, pero creo que es muy mayor para ti, lindura.

Jaime solo quería salir corriendo.

—Entonces, ¿estabas con él? Porque no nos gustaría usar algo ya estrenado —el rubio sintió náuseas y un terrible escalofrío recorrerle el cuerpo entero.

—Y-yo n-no hice…

Sus palabras fueron calladas por la ronca voz de un profesor.

—¿Estas son horas de socializar? Háganme el favor de ir a sus respectivas clases —los dos chicos mayores miraron con odio al profesor, pero les pareció extraño, ya que nunca habían visto su rostro en los pasillos.

—¿Se puede saber de qué clase es usted? A poco y si es profesor de esta institución —el hombre se quitó sus gafas y miró justo a los ojos de William, este se quedó petrificado, como si hubiera visto alguna clase de fantasma.

—Soy el nuevo director del plantel, repito, háganme el favor de ir a sus clases correspondientes —y antes de que el pobre chico hipnotizado se diera la vuelta ante la mirada preocupada de su amigo.

Un chico de cabello negro y labios pomposos, dejó caer sus libros ante el grupo de jóvenes, Jaime inmediatamente lo ayudó a ponerse de pie y a recoger sus cosas.

—Ustedes dos, a clases —el nuevo director señaló a los dos bravucones que estaban con sus miradas perdidas.

—Y tu jovencito, no dejes que te molesten, no permitas que te vean como un objeto —habló el director, analizando al Stevens.

—S-sí, p-profesor —el hombre asintió y miró al chico a su lado.

—¿Podrías darle un recorrido al nuevo estudiante? —Jaime asintió —. Bueno, me retiro.

Jaime Stevens seguía procesando todo lo que había pasado y pensó que, si en algún momento había una nueva oportunidad con Jones, pues tendrían que ser más cuidadosos. Se dio la vuelta para encarar al nuevo estudiante, este usaba unas gafas similares al director y su piel era blanca y suave.

—Mucho gusto, soy Jaime Stevens —sonrió con amabilidad.

—Igual es un gusto, soy Griffin, Hans Griffin.



Las agujas del reloj iban y venían, daban la vuelta y regresaban al punto de inicio, Seth tenía la mirada fija en las manillas del reloj, jugando torpemente con estas. El sonido de la puerta de la oficina siendo abierta llamó su atención.

Hans estaba apoyado en la puerta ya cerrada de la oficina, con una sonrisa cómplice en su rostro.

—Este niño es un maldito genio, es bueno en matemáticas, en arte y en literatura. Esto de ser humano por una semana me está empezando a gustar.

Seth hizo una mueca.

—Qué bueno que te guste, porque lo único que a mí me ha traído fueron puros problemas, cuentas del banco y papeleos.

Hans se acercó hasta él, haciéndole un suave mansaje en sus hombros.

—Estás muy tenso, eso es lo que pasa. El mundo humano no es fácil por eso hay un gran porcentaje de suicidios —Seth cerró sus ojos, sintiéndose a gusto por los masajes que su amante le estaba dando.

—No es eso, es que estuve investigado a la familia Jones y puedo deducir que el señor oscuro tenía todo planeado a la perfección.

Hans se alejó y lo miró con el ceño fruncido.

—¿A qué te refieres? —le dio la vuelta a la silla y se sentó en las piernas de Seth, acariciando su nuca.

—La Familia Jones no es real, son simples señuelos, muñecos de brujería, se mueven y hablan con los demás, pero son cuerpos vacíos como si fueras cascarones.

El pelinegro asintió tratando de entender.

—¿Qué hay de William? Es un patán de primera, dudo que ese neandertal sea un cascarón vacío.

Seth comenzó a sentir como la sangre se alejaba de su cuerpo, como el tiempo se detenía y como su rostro dejaba su color de lado.

—Él es nuestro mayor problema ¿Te acuerdas de la profecía del Géminis? —Hans asintió

—Es esa que dice que la cara de un ángel caído tiene su otra mitad ¿no? —Seth asintió dejando su vista en la nada.

—Lucifer creó una familia, con hermanos y padres, pero uno de ellos fue poseído por su otra cara, en este caso William.

—Tal vez por eso William se empeña en buscar a Jaime.

Ambos se miraron por unos breves segundos.

—Tal vez sepa la verdad de quien es Jaime y va a aprovecharse de que Lucifer perdió sus recuerdos sobre él

Hans analizó todo con algo de duda: —Si es así tenemos que detenerlo, no podemos dejar que use a Jaime, podría no solo ser el fin de la humanidad, sino también del inframundo.

—No podemos hacer nada más que solo ser mensajeros, Lucifer es el único que puede derrotar a su hermano.

Antes de poder hacer otra cosa, un fuerte trueno se escuchó a las afueras del colegio, asustando a Hans quien saltó en su lugar.

La puerta de la oficina fue abierta con violencia y la mirada fría de un ángel se hizo presente ante los dos demonios.

—¡Hans y Seth! ¿Se puede saber que están planeando y porqué llegó a oídos del paraíso?

Hans solo pudo sonreír con nerviosismo y alzándose de hombros dijo.

—¿Bromita?

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