CAPÍTULO 8

¡Satán representa complacencia, en lugar de abstinencia!


Estoy dispuesto a contarte la verdad de mi existencia, de mis secretos, de mi mundo oculto. Hablaré de todo lo que no sabes de mí, escucharás mi voz susurrar en tu oído, mostrándote lo que más aprecio de ti, pero sobre todo lo que más odio. No soy un creyente, no iré a tu casa a buscarte para ir a la iglesia, pero me gustaría llevarte al bosque y mostrarte lo que realmente se hacer, se hablar. Se detallar cada uno de tus pensamientos, contemplando cada mínimo detalle, convirtiéndolo en mi más grande placer, ¿no estamos dispuestos a darlo todo por los demás? Deberíamos dar todo por nosotros dos juntos. En vez de ver por los demás, en vez de ver por caras hipócritas.

Siendo nosotros mismos en una noche oscura y roja.

—Me descubriste, solo quería estar contigo —los ojos de Jaime se ocultaron, lo único que podía notar eran tus mejillas, rojas y suaves, como si estuvieras comiendo por montones.

—Eres extraño —la mirada de Jaime atrajo a la mía, convirtiéndose en una de las mayores guerras de miradas en la historia.

—Vienes a mí, después de bajar de los cielos —el rubio subió su vista al cielo una vez más, como si fuera la última vez que lo verías.

—¿No es mejor así? Siendo dos siniestros entes luchando por nosotros —hablé cerca del oído del Stevens, causando que temblara bajo mi tacto, bajo mi presencia y pensamiento.

—Estás loco —sonrió mientras negaba. Sí que lo estaba, nunca dije que fuera decente, ni mucho menos un pan de Yzier, soy diferente a él, no soy igual a otros ángeles, no soy como él quiere que sea, soy quien yo necesito ser.

Soy diferente.

—¿Estaría más loco si te dijera que estas causando fuego en mi interior? —ninguna de mis palabras eran mentira, siempre fueron la única y mera verdad.

Los ojos de Jaime brillaron como si estuviera mirando hacia el mar, queriendo observar más allá de la línea del agua y el cielo.

—Solo… tómame esta noche.

No sabía si iba a ser la última, simplemente quería rozar mis manos con tu piel, sentir el calor de tu corazón pegado al mío, escuchar tu lenta y profunda respiración, al saber que estás protegido, protegido por tu señor oscuro.

Quien cuida día a día a un ángel, el cual es abusado por las leyes de Yzier.

—No sé si pueda resistirme más a tu piel —toque sus brazos, de una manera muy lenta, tortuosa, sintiendo esta típica corriente recorrer mis piernas y entrepierna. Estaba a punto de demostrarte quien eres en realidad.

Más que una cara bonita.

Más que unas alas grandes.

Más que un simple guardián de Yzier.

No era consciente. Mi mente divagaba, buscando lo que realmente quería, amarte esta noche. Poder sentir tu suave esencia mezclado con la mía, poder quitar la pureza de tu cuerpo, la inocencia de tu mente.

Irrumpir una y otra vez tus pensamientos.

—Lo haré lento —avisé. Él simplemente asintió, se dejó llevar por mi toque, quitando la suave tela de tu brillosa piel —. Déjame amarte una noche más —susurré, como si tuviera temor de que alguien nos escuchara.

Sus hombros quedaron descubiertos ante mis ojos. Sentía la extraña necesidad de marcar ese lugar. Cubrió su abdomen con sus manos y comenzó a jugar torpemente con sus pequeños dedos.

—No me mires así, y-yo… —sabía que estabas nervioso, no lo podía culpar, yo igual lo estaba.

—Ellos no están aquí, no te van a hacer daño, no mientras estés conmigo —estaba comenzando a amar todo de él, más que antes, cuando lo veía entre nubes de terciopelo, acolchadas mientras jugueteaba con ellas.

Acaricié su mejilla con toda la calma del mundo, dejando salir mi más sincero y eterno amor. Bajó la mirada, algo avergonzado. Mi única alternativa, fue levantar su rostro y besar por segunda vez en mi vida sus dulces labios, brillosos por la saliva, rojos por el brusco tacto, entreabiertos por tu irregular respiración.

Empujé delicadamente su cuerpo hacía el césped, este estaba frío, pero la compañía de Jaime era suficiente para hacer sentir la sangre pasar rápidamente por mi corazón, calentando mi cuerpo. Estábamos en el medio del bosque, en la madrugada, cualquier ángel podría acusarnos con los superiores. Sin embargo, no tuve miedo en ningún momento, no me dejé manipular por el temor.

—Mírame —susurré —. Voy a hacer que mires más allá del cielo —dejé salir una sonrisa, cuando escuché la dulce risita del rubio, era un deleite para mí.

Nunca tuvo miedo de mí, siempre me observa como si fuera el único lucero en todo el abismo. No me vio por mi terrible y demoníaco físico, me vio por cómo lo hacía sentir.

Lo hacía sentir especial, único, lo hacía ver que todos, siendo mortales o inmortales, éramos diferentes.

Le mostré lo que nadie nunca le enseñó.

Le hice vivir en carne propia la historia que nadie contó sobre el diablo.

"El vago recuerdo de su última noche

sigue plasmado en su piel"


Ian abrió sus ojos de par en par.

Se había dejado llevar tanto por las suaves caricias de aquel pequeño joven, que varios recuerdos inundaron su mente, haciéndolo sentir amado y acompañado. A pesar del completo remolino que se encontraba en su corazón; siguió con sus movimientos, desgastando los labios ajenos. Probando su dulce sabor, tan natural y delicioso como solo a él le gustaba, era tan puro e inocente que no quería corromper aquella aura que desprendía. Su aroma era atrayente, como si fuera un dulce pastel a punto de ser expuesto en la entrada de una pastelería. Era único y le traía tantos recuerdos, tanto que le hacían dudar de su propia existencia.

Nunca creyó que un humano pudiera generar tal pérdida de sus sentimientos de un momento a otro, deseando ser el cuerpo desnudo a su lado, el pecho protector de su alma y ser el dueño de sus gritos.

Era una extraña sensación de placer y adoración en un mismo segundo.

—N-No puedo —detuvo sus movimientos cuando más recuerdos comenzaron a llegar. Jaime frunció el ceño.

—Le recuerdo que fue ustedes quien inició con todo esto —habló el rubio, ambos eran conscientes de la extraña energía que había entre ambos; la atracción y dependencia era bestial.

—Es que eres igual a... -no pudo terminar de hablar cuando el ruido de unas ramas siendo pisadas se escuchó a lo lejos.

Ambas personas se encontraban en alerta.

—Será mejor que terminemos esto otro día —habló el mayor, tenía una promesa y no la quería romper, al menos tenía que confirmar sus sospechas primero —. Debes irte a casa, no es seguro.

Jaime no sabía cómo tomar la situación, no sabía si quedarse y hacerle compañía a Ian o simplemente correr lejos de las llamas y el peligro. Pero ninguno era consciente de los dos entes a lo lejos que se encontraban discutiendo entre ellos.

—¡¿Qué estás haciendo, Seth?! ¡Vas a llamar la atención! —el demonio trató de quitarle a su amante el libro de hechizos.

—Oye, cálmate, no estoy haciendo nada malo, solo quiero que mis reyes tengan una buena velada —en su rostro apareció una sonrisa burlesca.

—No te creas cupido porque ni a mí me dices los buenos días —habló Hans, con su rostro lleno de furia —. Sabes que este es un tema serio, tenemos que hacer que el señor oscuro recupere la memoria y se dé cuenta de una vez de quien es Jaime.

Hans se cruzó de brazos y Seth bufó.

—Está bien y, ¿qué pretendes que hagamos? ¿Le entregamos un álbum de recuerdos a Jones?

Hans lo miró con molestia.

—En tu libro hay muchos hechizos para la memoria, podemos usar uno de esos, aunque no sé si con Lucifer funcione de la misma forma.

Seth le interrumpió inmediatamente: —Primero tenemos que analizar la situación, Ian recuerda que él es el diablo, lo sabe y conoce sus poderes sobre la tierra —Hans asintió, tratando de juntas las líneas del asunto —. Lo que no se acuerda es de la muerte de Shiriam, ni mucho menos sabe que Jaime Stevens es familia directa de él y su reencarnación. Ni siquiera Jaime lo sabe.

Hans seguía asintiendo.

—¿Qué quieres decir con todo esto? —preguntó el pelinegro.

—Lo que quiero decir es que nosotros no podemos intervenir en los pensamientos y recuerdos de Satán, el mismo se tiene que dar cuenta.

Ambos se quedaron viendo a lo lejos, como Ian y Jaime se despedían.

—Seguimos teniendo un problema —Hans se dio la vuelta para mirar a su amante —. Los ángeles no van a descansar hasta encontrar la reencarnación de Shiriam.

Seth lo miró con el ceño fruncido.

—¿Pretendes que lo vamos a proteger?

—No es elección, Seth. Tenemos que hacerlo, a pesar de todo es la pareja destinada de Satán por lo tanto es nuestro Rey —Hans suspiró.

—Tenemos que protegerlo, por lo menos hasta que Lucifer se acuerde de la verdad.

Ambos se quedaron en un profundo silencio.

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