CAPÍTULO 2
Con rapidez se levantó de su cama, respirando con dificultad, tocó su frente con desespero al sentir el sudor bajar por todo su rostro.
Había sido un terrible sueño.
Pero era algo que realmente había pasado. Trató de regular su respiración cuando varios toques en la puerta se hicieron presente.
—Hijo, ¿puedo pasar? —era la voz de su dulce madre, quería decir que sí, pero seguía algo nervioso por aquel sueño.
—Eh, dame un segundo y bajo madre —suspiró cuando escuchó los pasos de su madre, lejos de la habitación.
Se levantó de su cama y se miró al espejo, le dio un fuerte mareo al ver como su rostro estaba completamente pálido, como si no hubiera comido en días. Suspiró pesadamente antes de ponerse el uniforme de la escuela, salió de su cuarto y caminó en dirección hacia la sala, donde estaban sus padres y hermanos.
Su padre le miró fríamente, como siempre.
Mientras que su madre solo le regalo una sonrisa forzada, pero sus hermanos se acercaron a él con una genuina felicidad. Jaime podía tener excelentes días gracias a ese par de traviesos chicos que se cargaba como hermanos.
Jeuny Stevens.
Leon Stevens.
Y la pequeña Aria Stevens.
Eran una completa manada y Jaime no duraría en apoyarlos y protegerlos, era el hermano mayor después de todo.
Después de saludar con un abrazo a los pequeños se encaminó hacia la salida, tenía muchas cosas en su mente que no se dio cuenta de la mirada amenazadora que le daba su padre desde el centro de la mesa.
Su padre siempre le pidió ser más "varonil", este hombre sentía que tenía la desgracia de tener un hijo tan diferente a los demás, ni en un millón de años lo describiría como "afeminado" o "como mujer" pero desearía que su hijo fuera ese que estuviera dispuesto a luchar por su familia y su país.
Y ciertamente, Jaime le interesaba luchar por su familia.
Pero él no era un hombre de violencia, Jaime sabía que era un hombre distinto a los demás, lo cual le hacía pensar que existían diversidad de personalidades, diversos tipos de hombres.
Solamente que estamos acostumbrados al típico estereotipo de hombre. Jaime en cierta forma se sentía ofendido, ¿discriminado? Por mostrar su verdadera personalidad.
Los hombres también crecían en un estándar, en un cúmulo de estereotipos, donde el hombre es el responsable, donde el verdadero trabajo lo hace el hombre, donde su mano vale más que la mano de una mujer.
Jaime pensaba que las manos de todos, valía por igual.
Tal vez ese pequeño niño estaba adelantado a su época.
—¿Cuándo vas a dejar esa mierda de libros? —señaló el hombre, con su boca llena de comida, apuntando a los libros viejos que tenía Jaime en sus manos.
—¿Disculpa, padre? — no sabía si había escuchado bien, no importaba cuantas veces su padre insultara, él siempre iba a buscar la manera de ser educado.
—Te estoy preguntando que cuando dejaras de lado esas estupideces y comenzarás a ser un hombre —aquel tono de voz seco y agrio hizo que el cuerpo de Jaime saltara en su lugar —. ¿Te asusta mi voz? Tal vez debería darte unos reglazos para que se te vuelvas un verdadero hombre... — Leen Stevens, no pudo terminar.
Jaime se había acercado a darle una cachetada.
Su madre y sus hermanos, le miraban estupefactos, preguntándose mil veces si aquel bello ángel era en realidad Jaime.
Tenía los ojos oscurecidos y su mandíbula tensada.
—Con o sin tus golpes, estoy seguro que puedo llegar a ser más hombre que tú.
Finalizó la conversación saliendo de la casa, evitando que su padre le diera la paliza de su vida, sentía su mano temblar y un nudo en la garganta se estaba formando con rapidez.
Él no era un mal hijo ¿verdad?
Simplemente estaba cansado de todo, pero Yzier dijo que no debíamos desobedecer a nuestros padres, ni golpearlos, ni mucho menos denigrarlos.
¿Pero Yzier si permitía que maltrataran a niños inocentes?
La mente de Jaime estaba nublada, demasiado, pero fue cuando aquel perturbador recuerdo llegó a su mente.
Cuando había asesinado a ese niño castaño, que tenía por nombre Liam Jung.
Le habían cortado la cabeza, Edward Cleland lo había hecho.
¿Tal vez su extraña actitud con su padre se debía por haber enfrentado las normas de Yzier?
Tal vez estaba siendo castigado, o esas eran las consecuencias de haber presenciado aquel terrible y repugnante acto. Todavía recuerda como la sangre de Liam estaba en sus mejillas cuando su cabeza se desplomó cerca del cuerpo del rubio.
Seguramente Yzier lo estaba haciendo volverse loco.
—Tengo que confesarme, con urgencia —dijo hablando con un monaguillo de la iglesia, no sabía cómo, ni cuando sus pies le habían traído directo a la iglesia del pueblo.
—El padre Jones, está ocupado, puede volver más tarde y...
—¡Necesito verlo ahora!
Había visto y hecho cosas malas, para una pobre alma que solo había aprendido a responderle a Yzier, pasar por esto era completamente confuso.
Sentía que tenía que limpiar su alma, confesarse le haría sentir tranquilo y fuera de peligro. Pero tal vez, con aquella necesidad de confesarse, él solo, estaba abriendo sus propias puertas al infierno.
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