Rodeado de mariposas
Historia realizada para el reto "Okaeri! Otoo-san!" del grupo de WhatsApp "「𝑮𝒊𝒚𝒖𝒖𝒔𝒉𝒊𝒏𝒐 ⌜𝑭𝒖𝒋𝒊 𝒂𝒎𝒆⌝」" y también es participe del evento GiyuShinoFamily en el grupo de Facebook "GiyuShino - is love, is live".
Advertencia: La siguiente historia es un universo alternativo.
Descargo de responsabilidad. Kimetsu no Yaiba ni ninguno de sus personajes me pertenecen. La historia fue hecha sin fines lucrativos pero si de distracción para las personas que la lean y para mí misma. Ignoro si hay una historia parecida en la extensa cantidad de relatos con la que cuenta Fanfiction o cualquier otra plataforma similar.
Summary:
Sabe que está muy distante de ser el esposo o el padre perfecto pero cada día se esfuerza para dar su mejor versión de sí mismo con ellas y de estar presente siempre, ayudándolas en todo lo que pueda y amándolas con todo su corazón, después de todo, Shinobu, Shizu y Hayami son las razones de su existir y significan todo un universo para él.
Del otro lado de la puerta cerrada de la habitación, eran audibles unos ligeros murmullos y el sonido de pequeños pasos descalzos corretear por el pasillo. Los ruidos lo despertaron por lo que dejó de abrazar a su esposa y torpemente extendió su mano a tientas hasta alcanzar el interruptor de la lámpara al costado de la cama.
La tenue luz amarillenta proporcionó un poco de visibilidad dentro de la oscura habitación y, tras frotar sus ojos con pereza, le fue posible enfocar los diminutos pies de sus hijas y las sombras que estos proyectaban en el suelo, infiltrándose por debajo de la entrada de la recamara.
Se sentó despacio sobre el colchón, desenvolviéndose con cuidado del agarre con el que su esposa lo mantenía pegado a ella y la arropó mejor con las sábanas. Con algo de prisa pero con cuidado de no hacer mucho ruido dentro para evitar despertarla, procedió a recoger las prendas de ropa que habían sido desperdigadas sin cuidado hace algunas horas por lo que habían hecho; dobló la ropa de Shinobu y la dejó a su alcance por si llegaba a despertarse por cualquier motivo y no fuese necesario que las buscara por todo el lugar. Se vistió y caminó silenciosamente hacía la puerta para pegar su oreja contra la madera con la finalidad de escuchar qué pasaba afuera.
-Shizu, ¿por qué no entramos?
-La tía Tsutako dice que siempre debemos llamar a la puerta de papá y mamá antes de entrar.
Giyuu agradeció mentalmente a su hermana por ello. Le invitará algo después cuando la vea.
-Entonces, ¿por qué no tocas?
-Creo que ya están dormidos, no deberíamos molestarlos. Mamá se veía cansada durante la cena, papá también.
De repente, un flashazo de luz blanquecina iluminó por unos segundos el cuarto desde la ventana y, casi inmediatamente después, el ruido estridente de un gran trueno retumbó por toda la casa, haciendo que las hermanas que estaban afuera murmurando indecisas entre si debían o no entrar emitieran un chillido.
El entendimiento de la situación fue instantáneo.
Sin mayor dilación, abrió la puerta solo para encontrarlas abrazadas en frente de la entrada, sus párpados estaban cerrados y apretados con fuerza sin ninguna señal de que fuesen a moverse de ahí en un rato hasta que se sintieran un poco más seguras.
El rechinido de las bisagras de la puerta y la sensación una tenue ráfaga fría del aire acondicionado las alertó de que la puerta de madera oscura frente a ellas había sido abierta, siendo que de inmediato alzaron la vista para encontrarse con él. Las niñas se veían sorprendidas pero al mismo tiempo aliviadas de encontrarlo despierto y no dudaron en abalanzarse sobre él cuando se agachó a su altura y extendió sus brazos para recibirlas.
-Está bien, no pasa nada - murmuró mientras que suavemente frotaba círculos en sus pequeñas espaldas para apaciguar sus temores. En respuesta, sus hijas solo escondieron sus cabezas en su cuello.
Se quedaron durante un rato de esa forma en el pasillo, ninguno habló y los únicos ruidos de fondo en el departamento eran los de las gotas de lluvia empezando a golpear furiosamente contra la ventana de la recámara tras él y los fuertes tronidos que resonaban cada cierto tiempo en el cielo tras la aparición de un relámpago blanquecino.
Él se despegó solo un momento de sus hijas para girar y cerrar la puerta a su espalda, acto seguido las cargó en sus brazos para llevarlas de vuelta a su habitación. La puerta de tonalidades pasteles estaba ligeramente abierta por lo que no tuvo problemas al abrirla y una vez estando dentro solo la empujó con el pie para cerrarla. Caminó hasta una de las camas para recostarlas ahí y las abrigó con la cobija. Finalmente se sentó en una de las esquinas del colchón con la intención de darles la suficiente seguridad para que pudiesen conciliar el sueño.
-¿Te vas a quedar con nosotras? -había preguntado inocentemente Shizu, la mayor de la dos. Hayami parecía hacer la misma interrogante con la mirada.
-Ajá, las cuidaré hasta que puedan dormirse. -El ruido de disconformidad de ambas hermanas hizo que reformulara su respuesta- O... puedo quedarme a dormir aquí con ustedes.
Ellas parecían estar satisfechas con su sugerencia cuando dejaron salir una risita de complicidad.
-¿Mamá no vendrá también?, ¿no le asustan los truenos? - cuestionó Hayami mientras estrujaba el gran animal de felpa en forma de cocodrilo con anteojos, su peluche favorito y posesión más preciada de entre todos sus juguetes, premio obtenido por el esfuerzo de su padre en un juego de feria en el que pasó más de media hora intentando ganarlo para ella.
-No, pero estará bien, ella es muy valiente. - él revolvía los cabellos de sus hijas con ternura, era una acción que siempre le ayudaba a relajarlas y lograba adormecerlas con prontitud durante las noches, sin embargo, está vez parecía no estar funcionando muy bien.
Las niñas jugueteaban inquietas con el dobladillo de la colcha, parecían debatirse entre sí decir lo que pensaban o no, sin embargo, al final fue Hayami quien lo hizo.
-Papá...ya no tenemos sueño. - Shizu acompañó a su hermana negando con la cabeza. -¿Podemos jugar algo? - en los dos pares de ojos azules yacía un brillo travieso, expectantes por recibir una respuesta afirmativa de su parte.
Él dejó de acariciar sus cabezas y meditó un poco qué iba a contestar.
No tenía ni idea de qué hora era pero sí que debía ser tarde en la madrugada. La idea de ponerse a jugar con ellas en estos momentos no era particularmente buena, sobre todo porque sus hijas -Hayami en especial-eran unas pequeñas criaturitas llenas de energía la mayor parte del tiempo y, de acceder a sus demandas, eran altas las probabilidades de que no se cansaran hasta en un par de horas. Se supone que mañana saldrían en familia, así que lo mejor era que durmieran lo suficiente para que todos estuviesen descansados y pudieran aprovechar el inusual tiempo juntos al máximo pero, al final, ¿Quién es él para negarle algo a sus princesas?
La tormenta afuera se había apaciguado casi en su totalidad, solo algunos truenos suaves se escuchan de forma esporádica; los libros de cuentos y fábulas infantiles habían sido dejados a su suerte por algún lado al igual que gran parte de las cartas de un memorama y algunas muñecas.
Padre e hijas yacían sobre el suelo de la habitación en medio de una montaña de cojines y animalitos de felpa, arropados por un edredón suave y cálido. Numerosas colchas y sábanas habían sido colgadas "estratégicamente" dentro de las cuatro paredes para hacer un fuerte que les proporcionaban una sensación de calma, protección y seguridad que, acompañada por la ligera luz de la lámpara que proyecta constelaciones en las paredes al mismo tiempo que reproducía una suave melodía, estaban logrando menguar las pocas energías que les quedaban.
Más dormidas que despiertas, las pequeñas niñas se esforzaban por continuar hablando de algunas cotidianidades de su semana que aún no habían tenido oportunidad de contarle y él trataba de escucharlas atentamente sin caer dormido en el proceso.
-Mi amiga Fuyumi dice que cuando crezca quiere casarse contigo, papá. - la voz de la menor de las hermanas salía en medio de bostezos.
-¿Ah sí?
-Sí, pero yo le dije que no puede, tú ya eres de mamá y de nosotras. Nadie más se te puede acercar. - decía Hayami con un gracioso e infantil puchero en su cara. -Shizu también dijo que le gustabas a su maestra.
-Sí, sus ojos parecen brillar cuando te ve llegar por mí a la escuela- ahora era el turno de su hija mayor para hablar, estaba en las mismas condiciones que su hermana: al borde de dormirse. - Creo que no sabe que ya me di cuenta.
Una ligera risa sacudió su pecho por las palabras ambas. Si alguna vez pensó que Shinobu era celosa, sus hijas la superaban fácilmente con creces. Cada una de sus niñas tenía su forma particular de alejar a las féminas que se le acercaban sin importar el motivo. Por ejemplo, Shizu las veía directo a los ojos con una mirada pesada y mortalmente seria hasta que lograba incomodarlas mientras que les jalaba la ropa con la suficiente fuerza para que la notaran; por otro lado, Hayami era un poco más agresiva, ella no se detenía hasta lograr que la cargara y una vez estando entre sus brazos lo abrazaba del cuello con fuerza y miraba a la mujer en turno con desdén, enseñándole la lengua. Ambas situaciones habían pasado tantas veces que tratar de llevar la cuenta de ello era una pérdida de tiempo. Sus compañeras del trabajo -a excepción de Kanroji- evitaban acercársele cuando por algún motivo sus hijas estaban con él en su cubículo en la estación de policías.
-Bueno, hay que recoger todo antes de dormir. - él no tenía ni la menor pizca de ánimos de levantarse y abandonar su cómoda posición entre los mullidos cojines, pero la verdad es que preferiría no tener que sentir la ira de su esposa por la mañana cuando viera la devastación cataclísmica que había dentro. Como padre y adulto responsable lo intentó, lastimosamente no lo suficiente.
Por supuesto que las niñas se quejaron de inmediato, Shizu contestó que ya estaba dormida y Hayami de plano dejó de moverse. Tal parece que ninguno estaba dispuesto a moverse a estas alturas.
-Nos van a regañar mañana- advirtió.
-Nosotras te defendemos, papá- habían dicho las hermanas al unísono.
-Ah, así que siguen despiertas- dijo con fingida sorpresa, haciendo que ambas rieran y se acurrucaran todavía más a sus costados.
Giyuu es conocedor de que las intenciones de sus pequeñas son buenas y puras...pero no van a funcionar con Shinobu, aun así, las palabras dichas por ellas le enternecen y, de forma silenciosa, acepta el turbio destino que le aguarda mañana, todo por no haber controlado la cantidad de cosas que sus hijas sacaron y regaron en la habitación.
Aliviado de que por fin las niñas habían entrado al mundo de los sueños, él se permitió contemplarlas dormir por un rato. Era una vista que le brindaba infinita paz.
Cuando era más joven, nunca pensó en formar una familia, es más, durante mucho tiempo rechazó con fervor la idea de establecer una relación romántica con alguna persona, alegando que estaba bien solo y que no necesitaba de alguien, pero entonces una tarde de otoño Shinobu entró a su vida. Con una facilidad impresionante, la mujer se abrió paso entre sus murallas personales con sus bromas y jugueteos molestos, se tomó su tiempo hasta que -de forma inconsciente- él dejó su libro abierto sobre el atril y ella pudo ir y venir para hojearlo todas las veces que quiso, adquiriendo conocimientos que solo muy pocas personas se habían molestado por saber. Más pronto que tarde, la chica amante de las mariposas había hecho pedazos aquellos muros con el más ligero roce de la punta de sus dedos, exponiendo su tímida alma como nunca nadie lo había hecho antes.
Los labios suaves moviéndose sobre los suyos y el rastrilleo de los dedos femeninos en su cabello lo tenían aturdido y sin saber exactamente qué hacer, siendo que lo mejor que se le ocurrió fue posar sus manos en la delgada cintura de la mujer y eso se debió a que Shinobu lo guío para hacerlo.
No entiende qué pasó, se suponía que solo iban a salir a tomar un café para desestresarse un rato de sus vidas laborales, pero de repente y cuando subían las escaleras de la entrada del establecimiento, Shinobu se había girado sobre sus talones a verlo y, como si hablara del clima o cualquier otro tema trivial, le había soltado que le gustaba.
-¿Podrías relajarte?, Siento que estoy besando una pared- ella apenas y se había alejado un poco para murmurar aquello. Su voz tenía un tinte divertido que hizo su cara arder y provocó múltiples efectos de mariposas en su estómago.
Con vergüenza, escondió su cara en la curvatura que se formaba entre el delgado hombro de porcelana y el cuello de la fémina de baja estatura, negándose fervientemente a verla a los ojos.
-¿Por qué hiciste eso? - murmuró, sus inseguridades estaban saliendo a flote de nuevo, se negaba a creer que Shinobu sentía algo por alguien como él.
-Porque estoy cansada de que no captes mis indirectas, ¿Estoy siendo lo suficientemente clara con esto o tengo que volver a decirte en voz alta que me gustas?
Él dejó salir un quejido avergonzado y ella rió levemente por ello.
-Dime- ella se las apañó para sacar su cara de dónde la escondía y mantenerla fija frente a la suya- ¿Crees poder manejar que vuelva a besarte?
Se tardó lo que parecieron horas en poder despegar la vista de sus zapatos para mirarla de nuevo a los ojos. No hubo una respuesta verbal a su pregunta de su parte pero supone que algún indicativo le dio, pues ella le sonrió con cariño mientras acercaba nuevamente sus labios carmín a los suyos.
-Fufu~, que tierno.
Trató de replicar aquello pero no pudo, Shinobu aprovechó ese pequeño segundo en el que él abrió su boca para finalmente sellar juntos sus labios.
Y ahora está aquí, felizmente casado y con dos hijas preciosas, mismas que lo convirtieron en el narrador de sus cuentos favoritos; en un hábil cazador de cucarachas y arañas "salvajes" que osasen a perturbar su tranquilidad; lo hicieron volverse un profesional de la construcción de guaridas hechas a base de ropa de cama; en un peinador experto capaz de domar sus cabellos en los peores días pero al mismo tiempo lo usaban como busto de práctica personal para ensayar sus peinados ocurrentes con ligas y prendedores de colores; adquirió el rol de vigía de sus sueños y el de guardián que velaba por ellas cuando enfermaban; transformándolo también en un diestro intérprete de héroes o villanos para el desarrollo de sus aventuras imaginarias. Además, se entrenó en las místicas artes del coloreo de dibujos sin salirse de las líneas de los trazos y la realización de manualidades, perfeccionó sus habilidades para introducir dulces a la casa sin que la matriarca del hogar se enterase de ello, adquirió la capacidad de mediar justamente las disputas infantiles en las que caían sus hijas cuando su esposa no estaba ahí para hacerlo; y mejoró de forma notable su repertorio de recetas culinarias para hacerlas sonreír con su comida.
Recuerda aún con algo de vergüenza aquella ocasión que Shinobu le dijo que estaba embarazada por primera vez y cómo prácticamente le había achicharrado el cerebro con la noticia, siendo que tardó días en digerir el hecho de que sería padre. Durante el primer embarazo de su mujer, él era el más preocupado, tanto que ella varias veces le había gritado exasperada que se tranquilizara, derivando de ello la frase de "¡Quien está con un bebé adentro soy yo, no tú!" que se volvió icónica de aquellos nueve meses. Y el parto, por Dios, eso fue el momento con más carga emocional de su vida, cargar a Shizu lo hizo llorar.
Tras la autorización de los médicos, él entró a la sala de parto con su alma colgando de un fino hilo que amenazaba con romperse en cualquier momento. Desde la cama del hospital, Shinobu le sonrió un momento con evidente cansancio en sus facciones, la piel de su cara y cuello eran adornadas por perlas de sudor y su cabello estaba completamente fuera de lugar. Su mirada no tardó en regresar de nuevo a la niña que sostenía.
Se sentó en la silla a su lado, contemplándola a ella y al pequeño bulto envuelto en una manta púrpura entre sus brazos.
- Mírala, es preciosa. - decía con orgullo mientras miraba amorosamente a la recién nacida. -¿Quieres cargarla?
Y aunque él se negó a hacerlo en un principio por temor a hacer algo mal y lastimarla, al final su esposa lo convenció de ello y con cuidado acomodó a la bebé en sus brazos.
La pequeña regorgoteó y pataleó un poco cuando pasó a estar en sus brazos pero no tardó mucho en detenerse y acurrucarse con él.
La madre de su hija le preguntó algo que ni siquiera procesó, para cuando se dió cuenta, Shinobu estaba tratando de limpiar las lágrimas que brotaban de sus ojos.
De aquella vez, nació Shizu, una criaturita que perfectamente podría pasar como su versión femenina sin ningún problema frente a cualquiera, vaya, que hasta se parecían bastante en el carácter, solo que ella si sonreía más a menudo y demostró ser muchísimo más intuitiva que él, probablemente una de las pocas cosas herencia de su madre. Fue una niña muy calmada desde que nació y, ahora que tiene seis años lo sigue siendo. Habla solo si lo cree necesario o cuando tiene humor de hacerlo, pose un nivel alto de madurez para su tierna edad y siempre parece estar en una calma imperturbable.
Los dos llevaban lo que parecía una eternidad observando desde la puerta entreabierta de la cocina a su primogénita colorear algo en silencio, siendo completamente ajena a la atención que le estaban brindando por enésima vez en el día.
-¿Y dónde quedó la parte de mis genes? ¡Yo hice casi todo! - su esposa murmuró bajito para no perturbar la calma de su hija. Shinobu llevaba recriminándole aquello desde que Shizu empezó a crecer y cada vez más se notaba que en mayor medida se parecía a él más que a ella en cualquier aspecto.
-No es como si yo lo hubiese planeado, tampoco se parece tanto a mí.
-Giyuu...literalmente eres tú pero en niña. - ella dejó salir un bufido aunque no parecía molesta en lo absoluto -Solo espero que no seas una impresora como los Rengoku.
La niña alzó el libro de ilustraciones con una pequeña sonrisa satisfecha, examinando su trabajo.
En cuanto la vieron levantarse de su lugar en la mesa del comedor, los dos corrieron al interior de la cocina y fingieron estar haciendo cualquier cosa. Shizu no tardó en entrar a el lugar y de inmediato corrió a tironear la falda del vestido que traía puesto su madre.
-¿Qué pasa mi amor? - Shinobu había dejado de acomodar los platos en la estantería y poniendo las manos sobre sus muslos se inclinó hacía ella.
-Para ti, mami- la niña desprendió del libro el dibujo de una mariposa, coloreado con las mismas tonalidades que tenía su broche.
-¡Awww, gracias! ¡es precioso, Shizu! - su esposa sonreía enternecida por el detalle de su hija. De inmediato lo colgó en el refrigerador con algunos imanes para exhibirlo.
Habiendo entregado el presente, Shizu corrió hacía a él para llamar su atención con un modus operandi similar al usado con Shinobu, dio suaves jalones a su playera para que él dejara de cortar las verduras que usarían al preparar la comida de esa tarde y le prestara atención. Le hizo señas con la mano para que se agachara a su altura, lo cual hizo.
-¿Necesitas algo,Shizu?- dijo mientras acariciaba sus cabellos.
-Papá, elige uno, lo colorearé para ti- la niña le extendió el cuadernillo, instándolo a que lo hojeara.
-El que tú quieras darme está bien para mí, Shizu- la niña se quedó viéndolo seriamente, clara señal de que debía escoger alguno de los dibujos así que tomó el cuadernillo.
En verdad que se parecía mucho a él.
Pasó las páginas hasta encontrar el dibujo de un sencillo dragón casi hasta el final de las hojas, se lo enseñó y ella volvió a tomar el libro para salir de la cocina en silencio.
Shinobu lo miraba como diciendo: "Te lo dije."
Con el segundo embarazo las cosas fueron más fáciles, la experiencia que les había dejado el primero hizo que todo fuese más tranquilo y menos caótico la mayoría del tiempo. Para fortuna de Shinobu, él resultó no ser aquella fotocopiadora que ella creía que era, Hayami solo había heredado el color de sus ojos, el resto de sus rasgos pertenecían a su esposa. A sus cuatro años, era una niña muy enérgica y traviesa en comparación de Shizu, rebosante de curiosidad y alegría que hablaba hasta por los codos todo el tiempo. Tenía una extraña fascinación por algunos insectos además de las mariposas, especialmente por los escarabajos, lo que hacía que algunos de sus compañeritos del preescolar huyeran cuando ella trataba de posar al insecto en cuestión sobre alguna parte de sus cuerpos. Ella nunca se vio afectada por el rechazo de sus compañeros cuando hacía eso, solo se reía y lo volvía a intentar con más insistencia.
-Papá, ¿Te gustan los escarabajos?
Hayami había venido corriendo desde su habitación en cuanto lo escuchó llegar del trabajo, se saltó el saludo de bienvenida y en ese momento le pareció que ella escondía algo en sus manos tras su espalda, pues se movió durante un tiempo de forma inquieta.
-No son mis favoritos pero tampoco me desagradan.
- ¿Entonces... - su hija reveló aquello que con tanto empeño había estado escondiendo en sus manos. De una caja de zapatos extrajo uno de esos insectos por los que preguntó- me lo puedo quedar?, ya le puse nombre.
De acuerdo, esa cosa era enorme, gigante.
Él se quedó ahí parado en la entrada de la casa sin saber qué decirle respecto a si podía conservarlo o no.
Hayami notó eso y se apresuró a llevarlo de la mano a el sofá de la sala. Una vez que se sentó allí, ella volvió a meter al escarabajo en la caja y corrió a su habitación compartida. Cuando regresó traía consigo una hoja escrita por el anverso y el reverso con un poco de arrugas en su superficie en sus pequeñas manos, la letra de Shizu estaba plasmada ahí.
La niña procedió a leer con algo de torpeza las líneas de texto que su hermana había escrito para ella, pidiéndole de vez en cuando un poco de ayuda para leer alguna palabra, pero básicamente le explicó por qué los escarabajos rinocerontes eran lo máximo y que por eso debían de quedarse con Jackson -así era como lo había llamado-. Alegó que su tío Sanemi podía ayudarla a cuidarlo porque él ya ha tenido varios y que ella iba a hacer del insecto una mascota de bien que no causaría problemas. Hayami no se rindió nunca, se mantuvo decidida para convencerlo, fue insistente a más no poder.
Él no tuvo el corazón para decirle que no. Más tarde esa noche se las arregló para convencer a su esposa con ayuda de sus hijas y consiguieron triunfantemente su aprobación. Al día siguiente de aquello, él ya había comprado una pecera grande que acondicionaron juntos para que Jackson viviese ahí.
Sabe que está muy distante de ser el esposo o el padre perfecto pero cada día se esfuerza para dar su mejor versión de sí mismo con ellas y de estar presente siempre, ayudándolas en todo lo que pueda y amándolas con todo su corazón, después de todo, Shinobu, Shizu y Hayami son las razones de su existir y significan todo un universo para él.
Los primeros rayos de luz solar de la mañana iluminaron de golpe su cara haciendo que despertara y se removiese incómoda entre las sábanas. Se giró hacia el lado contrario para tratar de evitar la molesta luz pero no funcionó, además de que el calor que emanaba del astro rey le resultaba molesto aún si la habitación todavía estaba fresca por el aire acondicionado a pesar de que este se había programado para apagarse en algún punto de la madrugada.
Aunque Shinobu dormía siempre del lado más próximo a la ventana, ella palmeó la cama en búsqueda del cálido cuerpo de su esposo para que fuese él quien corriera correctamente las persianas. No obstante, su acción resultó ser infructuosa, aquél lado del colchón en dónde se suponía que él debía de estar durmiendo se encontraba vacío y frío. Extrañada por ello, la mujer con somnolientos ojos púrpura se incorporó del lecho con lentitud, jalando las sabanas para tapar su desnudez y tomándose su tiempo para espabilar un poco y estirarse.
El reloj digital sobre la cajonera a su lado marcaba apenas las siete de la mañana, era demasiado temprano como para que Giyuu, sus hijas o ella estuviesen despiertos sabiendo que era domingo.
Por unos momentos se debatió entre seguir durmiendo o finalmente levantarse. Al final, se decantó por la segunda opción cuando su estómago gruñó, exigiéndole comida tras casi diez horas sin alimento, pues el día de ayer se había dormido bastante temprano en comparación con otras veces.
Suspiró tomando un poco de oxígeno para iniciar el día. Se puso la muda de ropa que anteriormente había estado usando hace unas horas, prendas que habían sido acomodadas cerca de sus pies y salió de la habitación con dirección al baño para erradicar por el momento sus necesidades fisiológicas y ponerse medianamente presentable. Se cepilló los dientes con lentitud y alisó un poco su cabello antes de salir de allí.
Bien, ahora lo siguiente era averiguar dónde estaba su esposo.
Siguiendo una corazonada que tenía, regresó al pasillo del apartamento y abrió con cautela la puerta de la habitación de sus pequeñas mariposas -como le gustaba llamarlas-. No pudo evitar que una risa sutil se filtrara de entre sus labios cuando levantó un grueso edredón floreado que había sido puesto justo en la entrada como si fuese una cortina y vio lo que el lugar resguardaba con recelo.
La alcoba estaba hecha un desastre total, había sábanas y colchas colgadas y amarradas entre sí por el lugar a forma de simular una especie de guarida-fortaleza; la gran caja de los juguetes de sus hijas estaba abierta y vacía, todo lo que guardaba dentro de sí se encontraba esparcido; había libros para colorear y cuentos infantiles tirados sobre la alfombra, e incluso los grandes cojines del sofá de la sala estaban aquí. Parecía que un torbellino del desastre había arrasado con la recámara.
Pero en definitiva, la guirnalda en el pastel fue la vista de sus hijas, Shizu y Hayami, acurrucadas cada una a los costados de su padre como si sus vidas dependiesen de ello. Los tres dormían plácidamente sobre el suelo alfombrado entre el montón de cojines y almohadas, arropados bajo un edredón con estampado de corazones.
La orgullosa madre y esposa observaba con infinita ternura la escena, notando casi de inmediato que, si ella así lo quisiera, había el suficiente espacio como para que se uniese con su familia para seguir descansando.
Con algo de prisa pasó por la cocina para comer con rapidez una rebanada de pan tostado y tomó algunos cuantos sorbos de leche, procurando no tocar directamente con su boca la abertura que tenía el cartón, esto con la finalidad de apaciguar un poco su hambre por lo menos hasta más tarde.
Regresó a la habitación de las niñas y con cuidado de no pisar nada o hacer algún ruido que pudiera despertarlos, fue introduciéndose poco a poco hasta llegar a los pies de su esposo. Levantó el edredón y se coló por debajo gateando.
-¿Shinobu?
El ligero roce de la mullida tela contra su cuerpo al ser alzada despertó a Giyuu, pero su somnolienta voz fue silenciada rápidamente por su dedo índice.
-Shhhh... tú sigue durmiendo- le susurró risueñamente y se acomodó sobre su pecho, dispuesta a dormirse encima de él como muchas veces había hecho antes.
Acomodada y lista para continuar durmiendo, su cuerpo empezó a relajarse debido a la dulce música proveniente de la lámpara en la habitación, por la calidez que resguardaba la manta y por el lento vaivén que hacía el pecho de su esposo al respirar. Sus ojos fueron cerrándose con lentitud y ya se sentía tocando el mundo onírico de los sueños cuando la voz suave de Giyuu la hizo dar un último esfuerzo para no dormirse.
-Me siento como en el parque- murmuró medio dormido, ella está segura que ni siquiera estaba siendo consciente de lo que decía pero, aun así, lo interrogó
-¿Por qué? - preguntó arrastrando sus palabras.
-Hay muchas mariposas aquí.
Sus mejillas se colorearon de un tierno color durazno antes de quedarse dormida con una dulce sonrisa adornando su rostro.
Notas de la autora.
Hola de nuevo, maifriens, Little Alf -antes Alfonseca Jr- reportándose otra vez con una historia más de la bella ship.
Se suponía que está historia debía ser entregada para fechas anteriores pero no la había terminado para ese entonces y, viendo que se abrió la temática en el grupo de Facebook decidí esperar para que viera la luz hasta ahora -Y también siempre llego tarde a todos lados, perdón-. Además, me siento muy bien porque ya puedo traerles fics más pulidos a ustedes, mis queridos lectores, porque ahora cuento con una maravillosa persona que lee mis piltrafas antes de ser publicadas y me ayuda :3, esa preciosa persona es la fabulosa Maarit_Viscardi (Te adoro we, no te merezco :,C )
Sé que entre mis historias cuento con una similar referente a la temática de hijos, pero definitivamente me siento más satisfecha con esta nueva. Además, pude crear un par de OoC's por primera vez y eso me hace feliz -soy muy mala para ello pero espero que les hayan agradado-.
¿Por qué decidí esos nombres?, después de una búsqueda intensiva en google de nombres japoneses para niñas y de anotar varios, Shizu y Hayami se quedaron porque eran los más cercano a la concepción que tuve de sus personalidades. Aquí les dejo sus significados:
Shizu: Chica paciente, tranquila y muy intuitiva.
Hayami: Chica de una gran belleza, inusual y un tanto rara.
Siendo honesta con ustedes, esto fue visualizado para formar parte de mi fic "Domestico" -historia publicada en mi cuenta de Fanfiction- pero, como no la he continuado y está en hiatus momentáneo, decidí publicarlo aparte. Por otro lado, hay una parte más de esto que, si logró terminarla, será publicada como un extra.
Como otro pequeño dato, según mi imaginación, Giyuu tendría aquí unos 34 años y Shinobu 31, por si les interesa xD.
Bueno, independientemente de que muero por hablar sobre lo mucho que me fascina la idea de Giyuu siendo papá de solo niñas, no me voy a extender más porque eso podría convertir estas notas en una biblia xd.
Sin más que agradecerles por su atención y su tiempo por leerme hasta el final, me despido.
¡Hasta la próxima lectura!
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