𝟎𝟐. i'm for real this time
✶ㅤ CAPÍTULO DOS
❪ pov — brooklyn bushnell ❫
❛ I think that maybe i was right. ❜
MIRABA LA ENTRADA DEL CENTRO DE PATINAJE. Estaba dudando seriamente si entraba o salía arrancando como normalmente hacía. Sabía que Mason ya estaba esperando adentro, pero aún no podía encontrar el coraje necesario para entrar.
Traía conmigo mi bolso con los patines que encontré en el garaje, por lo que tenía todo lo necesario. Ahora solo me preguntaba si estaba preparada o fallaría. No quería fallar. Realmente quería cumplir aquel sueño, con todo mi corazón. Pero no podía evitar preguntarme si era suficiente.
Dejando pensamientos negativos de lado, caminé hacia las puertas del centro, empujandolas suavemente para adentrarme al lugar tan intimidante. La frescura del lugar no tardó en llegar y pude notar la solitario que estaba el centro. Lo cual era bastante inusual. Sin pensar mucho en eso, divisé a Mason sentado en uno de los bancos.
Solté un suspiro, repitiendo mentalmente que podía, que lo lograria. Caminé hacia él dibujando una sonrisa en mis labios.
— Llegaste, estaba comenzando a pensar que me dejarías plantado. — dijo con aquella sonrisa tan cálida que siempre tenía, la cual nunca habia apreciado hasta ahora.
Yo también. Respondí mentalmente a su comentario, sin embargo, me limite a negar.
— ¿Y hacerte perder el tiempo? No me atrevería. — repliqué con mi mejor sonrisa mientras dejaba el bolso a un lado de él.
— Bien, entonces, ¿empezamos? — preguntó a lo que rápidamente asentí, saqué los patines de la mochila y comencé a colocarmelos.
Sin embargo, antes de que pudiera empezar a amarrar las agujetas de los patines Mason se agachó frente a mi, regalandome una sonrisa, mientras las tomaba, amarrandolas con firmeza.
— Déjame, es que tienes que asegurarte de que estén bien amarradas. — explicó antes llevar toda su atención an mis patines.
— Gracias... — murmuré, aunque no estaba segura si lo había dicho en voz alta o solo lo pensaba.
Él levantó la mirada y me sonrió, una sonrisa sencilla, pero que hizo que el nerviosismo se desvaneciera un poco.
— No tienes que agradecerme — respondió, y por un momento sus ojos parecieron brillar con una suavidad que no había notado antes — Solo asegúrate de que no se te aflojen.
Cuando terminó, me levanté con algo de torpeza, sintiendo que mis piernas eran de gelatina. Mis rodillas temblaban un poco, y los patines, aunque cómodos, me parecían un desafío.
— Bien, vamos a intentarlo. No te preocupes, iremos despacio. Solo sigue mis pasos. — me tendió la mano, esperando que la tomara.
Miré su mano, y por un segundo dudé, pero luego decidí tomarla, aunque fuera por unos segundos, aunque fuera para dar el primer paso.
— ¿Lista? — me preguntó con un tono suave, como si de verdad le importara la respuesta.
Asentí, aunque mi corazón latía rápido, mi mente estaba llena de dudas, pero sus palabras, su calma, me hacían sentir que podía intentar al menos.
Poco a poco, me deslicé sobre el hielo, con Mason a mi lado, guiándome paso a paso. Sus movimientos eran suaves, como si el hielo fuera parte de él, mientras que yo me sentía como si estuviera a punto de caer en cualquier momento. Pero la forma en que él me sostenía, no sólo con su mano, sino con su presencia, hacía que me sintiera más segura, menos torpe.
— Eso está mucho mejor — dijo Mason, alentandome mientras veía que mis pasos comenzaban a ser menos vacilantes —. Recuerda, las rodillas, siempre las rodillas.
Cada vez que caía o me tambaleaba, él estaba allí para levantarme, no solo físicamente, sino con una palabra amable, un gesto que me hacía seguir adelante. Fue extraño, pero esa cercanía, esa atención, empezaba a crear una conexión silenciosa entre nosotros, una que no entendía completamente, pero que me sentía bien tener.
El tiempo parecía desacelerarse mientras nos movíamos por la pista, con el sonido del hielo crujir bajo nuestros pies y sus palabras de aliento flotando en el aire.
Finalmente, me detuve, completamente agotada, pero con una pequeña sonrisa en los labios.
— No lo estás haciendo nada mal, Bambi. — dijo Mason con una sonrisa divertida, aunque su voz era más suave, como si también sintiera que algo había cambiado entre nosotros.
— ¿Bambi? — pregunté inclinando mi cabeza con curiosidad.
— Si, como el ciervo. Tu equilibrio es igual al de él. — explicó con una sonrisa contagiosa, logrando que mis labios fueran decorados por una igual.
— Wow, eso me motiva bastante. — dije con sarcasmo mientras no podía evitar que se me escapara una corta risa.
— Es tierno. — corrigió
— No lo es.
— Si lo es, solo que no tienes una mente abierta como para notarlo. — dijo mientras se deslizaba en el hielo a mi lado, mirándome con sus ojos marrones.
— Es cliché. — murmuré con una mueca, provocando que el frenara frente mio de la misma manera que frenaban cuando jugaban hockey.
De repente mi equilibrio se perdió al notar que debía frenar para evitar chocar contra él, pero no fui lo suficientemente rápida, logrando exactamente lo que no quería, chocar con el. Sin embargo, Mason no se vio molesto en lo más mínimo. Se limitó a sonreír de manera reconfortante mientras me agarraba par ayudarme a equilibrarme.
— Y lo cliché es tierno.
Touché.
Sin palabras, negué sin borrar la sonrisa en mis labios. Lo que provocó sacarle una risa a Mason.
— ¿Qué? ¿Te dejé sin palabras, Bushnell? — sin responder, comencé a patinar lejos de él lo más rápido que mis piernas y equilibrio me dejaban. — ¿Ahora hacemos carreras?
ESTÁBAMOS TERMINANDO LA PRIMERA CLASE. Debía admitir que cada vez más comprendía lo que Mason intentaba enseñarme. Aunque aún no tenía el control total, mis movimientos ya no eran tan torpes, y eso me llenaba de una extraña sensación de orgullo. No había caído tanto como al principio, y mis rodillas no temblaban con cada paso.
Mason, por su parte, parecía tranquilo, observando cada uno de mis movimientos con esa concentración que solo él tenía cuando hacía algo que amaba. Me sentía menos como la torpe que no sabía nada sobre el hielo y más como alguien que, con un poco de esfuerzo, podría llegar a ser buena en esto.
— ¿Cómo te sientes? — preguntó Mason, deteniéndose frente a mí.
— Mejor... más segura. — respondí con una sonrisa, aunque sabía que había mucho más que aprender.
— Lo estás haciendo bien. Para ser tu primer día, no está nada mal. — Mason me miró con una ligera sonrisa que hizo que mi pecho diera un brinco involuntario.
Era increíble cómo algo tan simple como una sonrisa podía cambiar todo mi ánimo. Pero esa cercanía, esa forma en que me observaba, comenzaba a volverse un poco... incómoda. Me aclaré la garganta, tratando de alejar ese pensamiento.
Ambos nos dirigimos a la banca, fuera de la pista para quitarme los patines y ponerme mis zapatillas. Fue justo en el momento en el cual terminaba de atar mis agujetas cuando la puerta del centro y el entrenador de un equipo de hockey comenzó a entrar.
— Mierda. Charlie no puede verme contigo. — habló Mason de repente y fue ahí cuando me di cuenta que no era cualquier entrenador de un equipo de hockey, sino que era el entrenador del equipo de Charlie.
El no podía verme aquí.
— No puede verme aquí. — repetí alarmada.
— Rápido, hay una puerta trasera. — dijo tomando mi brazo para guiarme una vez que tomé mi bolso.
Sin pensar, lo seguí, sintiendo cómo la adrenalina comenzaba a subir por mi cuerpo. El sonido de nuestros pasos apresurados resonaba en los pasillos vacíos, y el golpeteo de mi corazón hacía eco en mis oídos.
Casi sin darme cuenta, nos detuvimos frente a una puerta pequeña y discreta en el fondo del centro. Mason la abrió sin dudarlo, empujándome ligeramente hacia el exterior, donde la fría brisa nocturna me golpeó la cara.
— Nos vemos, Bambi. — se despidió a lo que no pude evitar sonreír, logrando que el sonriera de igual manera, repasando cada facción de mi rostro.
— Nos vemos, Mason.
Y sin esperar un segundo más cerró la puerta dejándome afuera del centro. Solté un suspiro de alivio al notar que había logrado salir de ahí sin que mi hermano se enterara. Estaba caminando hacia el auto de Avery —ya que en la mañana le había pedido que me viniera a buscar— cuando recibí un mensaje.
Mason Thames.
Mañana luego de entrenamiento?
Rápidamente respondí au mensaje con un si y una carita sonriente antes de apagar mi teléfono y entrar al auto. Simplemente por alguna extraña razón, aquellos ojos marrones y esa sonrisa no podían salir de mi mente. Algo me había hecho Mason, porque sentía algo que nunca había sentado antes.
ESTÁBAMOS MASON Y YO EN LAS GRADAS DEL CENTRO. Mis manos acunaban mi cara mientras me centraba en el video que se reproducía en el teléfono de Mason. Era una rutina de patinaje artístico, Mason había repetido en varias ocasiones que debía verlos y estudiarlos.
Acabábamos de terminar la segunda clase, así que aprovechamos de ver los videos juntos.
Estudiar las técnicas y el ritmo de diferentes patinadoras para poder agarrar el ritmo de sus pasos. Cada video que veía me parecía más impresionante que el anterior. Y cada vez que veía un video, mis esperanzas de lograrlo bajaban cada vez más.
— Mira cómo mantiene el equilibrio en este giro. Es la clave. — señaló Mason, pausando el video en una parte donde la patinadora ejecutaba un giro perfecto, su cuerpo perfectamente alineado, como si fluyera con el hielo.
Asentí, aunque internamente sentía una pequeña punzada de desánimo.
— Estudiar las técnicas y el ritmo es importante, Brooke. Así vas a agarrar el ritmo de los pasos. — agregó Mason, bajando un poco el volumen del teléfono para mirarme.
Las piruetas, los saltos, los movimientos tan delicados... Parecía imposible alcanzar ese nivel.
— ¿En qué piensas? — preguntó Mason, inclinándose ligeramente hacia mí. Me encogí de hombros, sin apartar la vista de la pantalla.
— En que esto nunca va a salir como espero. Que estás perdiendo el tiempo. Ellas... — hice un gesto hacia el teléfono. — Hacen que parezca tan fácil, pero yo ni siquiera puedo deslizarme sin sentir que voy a caer.
Mason guardó silencio por un momento, y cuando me atreví a mirarlo, su expresión era seria, pero no dura.
— Brooke, nadie empieza siendo perfecto. Es normal que te sientas así, pero no puedes compararte con alguien que lleva años practicando. Ellas también tuvieron su primer día, ¿sabes? — dijo, con una pequeña sonrisa que intentaba animarme. — Además, nunca estoy perdiendo el tiempo si se trata de ti, es imposible cuando estás tan comprometida en esto.
De repente sentí lo que muchos llamaban mariposas en el estómago. ¿Por qué debía ser tan dulce? Aún así intente alejar aquellos pensamientos y enfocarme en el tema.
— Pero yo siento que no es suficiente. Como si... como si nunca fuera suficiente. — Suspiré, dejando caer mis manos en mi regazo.
Mason me miró por un segundo, como si estuviera buscando las palabras adecuadas. Luego, deslizó su teléfono hacia un lado y se giró completamente hacia mí.
— Escucha, ¿sabes cuál es el truco? No se trata de ser perfecta, no al principio. Se trata de intentarlo, incluso cuando sientes que vas a fallar. Cada caída, cada paso torpe, es parte del proceso. — Su tono era tan sincero que, por un momento, me permití creerle.
— ¿Y si nunca dejo de ser torpe? — pregunté con una sonrisa débil.
— Entonces serás la mejor torpe en la pista, Bambi. — respondió con una sonrisa amplia, logrando arrancarme una pequeña risa.
Su optimismo era contagioso, y aunque aún tenía dudas, algo en sus palabras hacía que pareciera posible. Quizás no podía verme a mí misma brillando en una pista de hielo todavía, pero con Mason a mi lado, estaba dispuesta a intentarlo.
— Mason. ¿Por qué estabas tan preocupado de que Charlie te viera conmigo? — pregunté cambiando el tema. No quería preguntar, pero la curiosidad me ganaba.
— Charlie...tiene esta regla con sus amigos. — el comenzó a explicar logrando que lo observara con aún más curiosidad. — No quiere que nos acerquemos a ti. Supongo que es la parte protectora de ser hermano.
— ¿Charlie tiene una regla? Justo cuando pensé que mi hermano no podía ser más... — antes de que pudiera terminar, Mason soltó una corta risa suave acaparándose de mi atención.
— De igual manera lo entiendo, si mi hermana no tuviera novio yo también habría puesto esa regla.
— ¿Tienes una hermana? — pregunté sorprendida, fue ahí cuando me di cuenta que realmente no conocía a Mason. Y por alguna razón, solo sentía la necesidad de hacerlo.
— Sí, un año menor. Se llama Emory. De hecho de eso te quería hablar. — dijo ahora enfocando su atención solamente en mi. — Está más que claro que no te puedo enseñar a hacer todas esas volteretas y tal, digo, no soy patinador artístico, soy jugador de hockey.
— Pero... — murmuré sabiendo que había un pero probablemente.
— Pero mi hermana es buenísima en eso, y una vez que tengas la base, podría pedirle que te ayude.
Esto era lo último que necesitaba. No ser sólo una carga para Mason sino también para su hermana a la cual no conocía.
— Mason, no creo que sea buena idea... — murmuré, desviando la mirada hacia el hielo vacío frente a nosotros.
— ¿Por qué no? — preguntó, arqueando una ceja con una ligera sonrisa.
— Porque ya es suficiente con que tú pierdas tu tiempo enseñándome. No quiero arrastrar a alguien más en esto. — respondí, sintiendo cómo mi rostro se calentaba de pura vergüenza.
Mason soltó una risa suave, como si acabara de decir algo completamente absurdo.
— Brooke, ¿de verdad piensas que estoy perdiendo el tiempo? — dijo, inclinándose un poco hacia mí. — Si no quisiera hacerlo, no estaría aquí.
Me quedé en silencio, intentando procesar sus palabras. Había algo en la forma en que lo decía, en la firmeza de su voz, que hacía que fuera difícil dudar de él.
— Además, Emory estaría encantada de ayudar. Es... bueno, digamos que le gusta presumir sus habilidades cuando puede. — añadió con una sonrisa juguetona, probablemente imaginándose alguna anécdota de su hermana.
— No lo sé. Apenas estoy aprendiendo a mantenerme de pie sin caer. — repliqué con una mueca.
— Precisamente por eso. Una vez que domines lo básico, necesitarás a alguien que pueda enseñarte movimientos más avanzados. Y Emory es perfecta para eso.
Suspiré, todavía insegura. Pero Mason parecía tan convencido, tan seguro de que esto era lo correcto, que empezaba a sentirme tentada a aceptar.
— ¿Crees que querrá ayudarme? — pregunté finalmente, con un tono más suave.
— ¿Estás bromeando? Cuando le diga que estoy entrenando a alguien para patinaje artístico, querrá conocerte de inmediato. — respondió con una sonrisa.
Me mordí el labio, aún debatiéndome entre aceptar o no. Pero algo en su expresión, esa mezcla de entusiasmo y confianza, me hizo sentir que tal vez, solo tal vez, podría intentarlo.
— Está bien. Pero si en algún momento siente que estoy siendo una molestia, tienes que decírmelo. — cedí finalmente.
— Lo haré, lo prometo. — dijo, levantando las manos como si estuviera jurándolo.
Aunque todavía sentía un nudo en el estómago, el peso de la decisión se aligeró al ver la sonrisa de Mason. Tal vez involucrar a Emory no sería tan malo después de todo.
De repente mi teléfono sonó y un mensaje de Bailey apareció en la bandeja. Mis amigas habían llegado. Respondí rápidamente antes de mirar a Mason con una sonrisa.
— Bay ya llegó, me tengo que ir. — dije levantándome para tomar mi bolso.
— Entonces, te veré mañana, Bambi.
Apreté los labios, resistiendo la tentación de corregirlo, pero esa vez sentí que no lo hacía con burla. Era un apodo cariñoso, aunque un poco molesto. Sin embargo, al pensar en lo lejos que había llegado en dos clases, decidí que no valía la pena preocuparse.
— Hasta mañana, Mason. — dije, comenzando a caminar hacia la salida.
Pero antes de que pudiera dar dos pasos, sentí su mano en mi hombro. Me giré para mirarlo, y por un segundo, nuestros ojos se encontraron en silencio. Aquello me dejó sin aliento. Había algo en su mirada que no podía identificar, pero que me hizo sentir una extraña calidez.
— Lo estás haciendo genial, y sé que llegarás muy lejos. — dijo con una voz más suave de lo que esperaba.
— Gracias, Mason... por todo esto —dije, mirando sus ojos, dándome cuenta de lo mucho que significaba su apoyo en ese momento.
Él sonrió de nuevo, y aunque no dijo nada más, su mirada lo decía todo. En ese instante, aunque el hielo seguía siendo un desafío, no me sentía tan sola enfrentándolo.
Me giré para continuar mi camino, pero el peso de esa conversación, la forma en que había dicho esas palabras, seguía resonando en mi mente. ¿Qué significaba todo esto? ¿Era solo mi imaginación, o había algo más entre nosotros que no estaba dispuesto a admitir?
ROCKLAND
13 votos para próximo capítulo.
no te olvides de comentar.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top