Bakugō Family
— ¡Estoy tan enojada que no sé ni por dónde comenzar!— exclama la mayor, quien no aparentaba la edad que tenía pues podría perfectamente hacerse pasar por la hermana del joven al que estaba regañando.
— ¿Desde hace cuánto sales con él? — interroga con la sangre hirviendo de ira.
Había tolerado muchas cosas a su hijo, pero esta ya rebalsaba el vaso de paciencia que tenía. Enterarse de que estaba en una relación sin molestarse en comentárselo era una cosa, pero con Izuku... ¡CON SU ÁNGEL IZUKU!
Imperdonable.
No supo ni qué decirle a su amiga cuando alegremente por llamada se lo comentó. Peor fue cuando al indagar, encontró rumores que hacían que ahora deseara tomar al engendro que ha parido y lanzarlo por un río que desemboque en un precipicio sin final.
— Tres meses. — contesta Katsuki mirando a Izuku de reojo, quien se había bajado del auto inteligentemente aguardando distancia.
Esto se pondría feo,
más si él desaparecía.
— Mocoso... — susurra la mayor apretando los dientes y tratando de calmarse. Si no fuera porque Izuku estaba cerca le fundiría a cachetadas hasta que se le borre esa mirada de superioridad que siempre traía —. Veo televisión... — aclara, dando a entender que no se acaba de tragar ni un poco de su respuesta.
Su hijo siempre había sido como un huracán: indomable y destructivo. Izuku desde pequeño demostró ser todo lo opuesto. Él era igual a su querida Inko. Un ser bondadoso y puro del cual su malparido hijo se acababa de apropiar.
«¿Cómo demonios pasó esto?», se pregunta la mayor.
Siempre supo que aquel joven con el que molestaban a su hijo era Izuku y no es que las relaciones homosexuales le complicaran pero el maltrato a su familia era otra cosa. Lo sacó de aquella inmunda institución en un santiamén, mas nunca imaginó que se volverían a encontrar.
¿Por qué justamente debía ser él?... El hijo de su mejor amiga. Si este hacía algo mal no se lo podría perdonar, y algo en su mente le dice que es mejor no indagar más a fondo.
Apreciaba mucho a Inko como para confiarle su retoño al arrebatado de su hijo, quien explotaba con suma facilidad. Dos años de psiquiatra no eran por nada. Ni siquiera estaba segura de si éste terminó su terapia.
Se fue de casa en un arranque de rabia para ponerse a hacer esa música que tantos dolores de cabeza le causaba, ayudado por su amigo el indigente. Ni recordaba el nombre de aquel pelirrojo, que se pasaba el día en su casa comiéndose todo lo que había en el refrigerador.
— Tres oficiales. — corrige Katsuki con una gota de sudor frío cayendo por su frente.
Su madre quería saber todo y aunque se niegue, está casi seguro de que si ese era su objetivo, podía conseguirlo.
Su madre habría sido una excelente policía de investigaciones.
Sabía sacar la verdad a palmetazos.
— ¿Y cuándo pensabas decírmelo? — pregunta tronándose los dedos y luego acomodándose el rubio cabello, tan revuelto como el de su hijo. Siguen en la entrada del hogar Midoriya y ni asomos de Inko todavía.
La mayor debía estar felizmente regando sus plantas, ignorante del posible cargo por maltrato que podría recibir Mitsuki si su hijo no se dignaba a hablar como un hombre.
— ¿Por qué demonios iba a decírtelo? — finalmente pregunta devuelta el menor, cansado de que se entrometan en su vida personal. Ya con la prensa tenía suficiente.
— Respuesta equivocada. — contesta la mujer antes de darle un golpe seco en la cabeza que atontaría a cualquiera. Luego sujetándole de la camiseta, llevándoselo a rastras hacia el interior de la casa — Izuku querido, tu madre necesita ayuda con el almuerzo. Me lo llevo un segundo, debo hablar con él. — dice antes de ingresar a su hogar ante un estupefacto pecoso.
— Ah... b-bien. — responde sin entender la escena que acaba de presenciar.
Eso dio bastante miedo.
¿Qué clase de relación familiar era esa?
_________
Capítulo 44: Familia Bakugō.
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— Mamá, ¿estarán bien? — La tensión era evidente en el hogar Midoriya y su madre estaba como si nada.
Izuku apenas podía poner los cubiertos, su mente seguía repitiendo la escena pensando en que ambos parecían una de esas caricaturas exageradas.
— Todo estará bien hijo. Pon la mesa, con el estómago lleno se les pasará. — responde la mayor con una tranquilidad envidiable, como si estuviera acostumbrada a presenciar arranques de ese tipo.
Izuku suspira y entre el griterío que tienen los Bakugō intenta seguir con su tarea de poner cubiertos.
"¡Es el hijo de mi mejor amiga!"
Se escucha desde la habitación e Izuku traga saliva, volviendo a inquietarse.
— Hasta yo logro oír sus gritos. — insiste asombrado de que aunque fuera en murmullos, increíblemente pudiera seguir su discusión.
"¡¿Qué rayos tienes en la cabeza?!"
Se escucha, seguido de un estruendo. Los alegatos de Katsuki no se hacen esperar, pero son tan rápidos que Izuku no los comprende del todo.
"¡¿Cómo te atreves a dejarle solo?!"
Al oír el último alegato de la mayor, Izuku para de poner los cubiertos sobre la mesa.
Eso era injusto. Katsuki no quería irse y él prácticamente le obligó.
— Creo que iré a ver que tal van... — menciona dejando todo y dando media vuelta, encaminándose hacia la habitación para dar algún argumento a su favor.
— No, cariño — niega su madre —. Déjalos que se griten. Ellos son así. — insiste con tanta confianza que el pecoso se lo cree deteniéndose.
«Estarán bien. Son cosas de familia donde es mejor no meterse.» se dice tranquilizándose.
...
Tic tac
Tic tac
Suena el reloj en la mesa donde todos callan.
— Y bueno, coman que se va a enfriar. — pide Inko ante lo que ambos Bakugō se comienzan a servir, aún mirándose con desconfianza.
El pecoso come mirando a su pareja con dolor.
Su rostro mañana de seguro amanecería con la mejilla morada, puesto que aún tenía marcada la mano de su madre.
Desearía haber sido de mayor ayuda pero su madre insistió en que no, explicándole que ambos tenían temas por resolver.
— ¿Alguien quiere más té? Iré por un poco de agua — ofrece la mayor, tratando de romper el tenso ambiente.
— Voy yo. — se levanta Katsuki, aprovechando cualquier excusa para salir de ahí.
La pelea con su madre fue todo lo que esperaba. Seguía enfurecida por el abandono y ahora tenía una nueva razón para enloquecer.
Nunca pensó que fuera tan cercana a la madre de Izuku, aunque tampoco es que sabiéndolo pudiera haber cambiado el resultado.
Ya había sido sentenciado el día que decidió ir a ese café, y a veces se pregunta qué miserable vida llevaría de nunca haberlo hecho.
Izuku era la única maldita luz que lo hacía sentir una mejor persona.
— Izuku, querido. — llama la señora Bakugō, aprovechando la ausencia momentánea de Katsuki.
— Dígame. — contesta el pecoso, dando por terminado su plato. La lasaña de su madre estaba tan buena, que más que comerla se la tragó. Agradece no vivir con ella o estaría más relleno. Kacchan cocina bien, pero no sirve platos tan generosos.
Desde que se bañaron juntos bajó las raciones y volvió a ejercitar.
— Toma, este es mi número. Si se porta mal me llamas, no importa la hora. Lo haces. —ordena la mayor, deslizando su tarjeta de contacto que usaba para trabajar, donde anotó también su celular personal —. Puede comportarse mal, se ofusca fácilmente — explica esta e Izuku intenta que su rostro no denote que lo sabe perfectamente.
«Es una advertencia algo tardía», quiere decir pero que desfiguren más a su novio no es su objetivo, por lo que le sonríe antes de contestar:
— Muchas gracias... — dice guardando la tarjeta en su bolsillo rápidamente antes de que Kacchan regresara.
— Qué emocionada estoy... — menciona la señora Inko, acomodando un mechón del cabello de su hijo detrás de su oído, rozando con el audífono.
— ¿Es mañana? — pregunta Mitsuki, consciente del estado del pecoso.
Deseó echarle bronca por ello a su hijo pero los accidentes pasaban. Y era verdad que nunca había visto una cara de dolor así en él como cuando en su discusión lo mencionó.
Por primera vez el egocéntrico y altanero de su hijo se quedó callado y bajó la cabeza. Cosa que para Mitsuki -quien siempre esperaba su respuesta arrebatada- era algo impresionante.
Su hijo había cambiado bastante,
esta vez para bien.
— Sí, es mañana. — contesta Katsuki llegando a la mesa con la tetera llena, asombrándose cuando su madre por primera vez en todo el día le sonríe con amabilidad.
Aquello le asusta pero disimula, sirviendo la taza a tu sonriente suegra que no para de hablar de la cirugía.
— ¡Traeré galletas! — ofrece Inko sonriente, notando que había mejor ambiente.
Los cuatro beben té y charlan por horas e Inko se da cuenta de que pueden ser una familia.
Quizás ya lo son.
•
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•
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Día siguiente.
— ¿Estás listo? — pregunta Inko a su hijo, y la mirada de este se ilumina con esperanza y determinación.
Hoy es el gran día, y están todos tan ansiosos como nerviosos.
— Saldrá bien. — afirma Katsuki, soltando la mano de Izuku para que abrace a su madre.
Y luego, al fin descongelando su expresión calmada en las afueras de la habitación para analizar la situación con detención.
Katsuki no se consideraba religioso, pero si existía algo más allá en este momento le estaba suplicando que todo saliera como debía.
Había exigido al médico saber cada detalle de la operación, junto con todos los riesgos que este podía correr.
El peor de todos
era no escuchar nunca más.
«Saldrá bien», se convence comenzando a impacientarse. Llevaban 2 horas de pre operatorio esperando a que venga el cirujano. La pesadilla de Ochako todavía no había llegado y Shōto avisó estaría en un par de horas.
— Hola joven... ¿Qué cara es esa? — se escucha y Katsuki alza la vista del suelo, encontrándose con el estrafalario médico.
— ¡Doctor Yamada! — saluda Inko abriendo la puerta corrediza y casi haciendo que Katsuki se caiga de espaldas, por estar apoyado en el marco de esta.
— Buenos días — saluda luego mirando el reloj de pared y corrigiendo —, más bien sería tardes. ¿Cómo estamos para hoy? — consulta a Izuku, acercándose para examinarlo. El menor contesta "bien" y asiente mientras este revisa sus oídos.
— Doctor, ¿cuánto durará la cirugía? — interrumpe Mitsuki mientras el doctor mira con detención el expediente de Izuku.
— Lo que sea necesario, son dos implantes. Estaremos un buen tiempo en pabellón así que pónganse cómodos. — contesta dejando de mirar la hoja un segundo para sonreírle a ambas mujeres con confianza —. Está en buenas manos, tenemos un excelente equipo.
— Más le vale. — escupe el rubio por accidente y todos voltean a verle. Se supone que aquel comentario debía de permanecer en su mente, pero no. Acaba de soltarlo como si nada y el gesto de su madre sobrepasa el espanto.
— Ojalá alguien se preocupara tanto por mi. — contesta el doctor dejando escapar una risa estridente y todos se relajan excepto Mitsuki, quien está buscando en su mente nuevas formas de torturar a su hijo por su insolencia.
— Muy bien, todo en orden. — anuncia el doctor y las enfermeras comienzan a acomodar el cablerío que tienen en el pecoso, para ir finalmente a pabellón.
— Todo saldrá bien. — asegura Izuku a su madre, quien se ha puesto inevitablemente a llorar.
Trató de resistirse pero no pudo. Siente tanta ilusión como nerviosismo por la posibilidad de que su hijo pueda escuchar.
Hasta compró un equipo de música nuevo para sorprenderlo cuando resultara.
Porque lo haría,
tenía qué.
Izuku ama la música, en especial la de aquel chico quien se despide justamente ahora de él.
Cuando sus labios se juntan, Inko no puede evitar mirar a Mitsuki con disimulo.
Está sorprendida y le entiende, a ella le pasó igual. Su gesto es algo cómico y le hace soltar una risita más relajada.
— Nos vemos... — susurra el pecoso, antes que le quiten los aparatos auditivos externos y le comiencen a llevar.
Katsuki asiente y como pocas veces le sonríe.
Aquel gesto llena el corazón de Izuku de entusiasmo.
Pasara lo que pasara, tendría aquella sonrisa otra vez. Nada en el mundo podía quitársela...
Con ese pensamiento se deja ir en aquel sueño, cerrando los ojos con tranquilidad apenas el gas le comienza a dormir.
•
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Notas autora:
Ha llegado la hora...
Chan
Chan
Channnnnn
Besitos los quiero 💕
Pd: No me tiren tomatazos por dejarlos así otra vez. Saben como soy, sinó para qué siguen aquí (? Dhskavkav
Bai ✨
Canción: Smile in your Sleep — Silverstein.
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