💙05💙

Hazel se estacionó en doble fila en el hotel y detuvo el auto cerca de un valet (se encarga de estacionar los vehículos) que estaba esperando. NamJoon se tensó anticipadamente.

—Los tatuajes se ven bien en ti —dijo ella, sus ojos fijos en su cuero cabelludo—No sé por qué.

Sabía exactamente por qué.

—Fruta prohibida.

—¿Así que piensas que la razón por la que te quiero tanto es porque mi padre te dispararía al verte?

—Eso suena bastante cercano —dijo. Y no tenía problemas en explotar los problemas paternales.

—Bueno, viendo como le dispararía a cualquier hombre con el que saliera antes de que una banda matrimonial estrangulara mi dedo, no te creas que eres tan especial.

La puerta se abrió, y el valet le ofreció a Hazel una mano para salir del auto. Intercambió sus llaves por un ticket del valet mientras NamJoon se maldecía mentalmente por abandonar sus modales y no ser el que le abriera la puerta.

¿Cuándo había empezado a preocuparse en impresionar a las mujeres?

En el momento en que una sexy contadora le había acariciado el pecho y ni siquiera tuvo la decencia de estar caliente en el instante que la tocó.

—Cárgalo a mi habitación —le dijo NamJoon al valet mientras se apresuraba a rodear el coche para reclamar el codo de ella.

—Sí, Sr. Kim.

Hazel logró mostrarse impresionada.

—¿Sabe tu nombre?

—Soy un VIP —dijo—, su trabajo es besarme el trasero.

Incapaz de mantener las manos quietas por otro minuto, NamJoon pasó un brazo por las espalda baja de Hazel y atrajo su calidez contra su costado. Ella le permitió llevarla hacia la enorme entrada del hotel, pero al parecer todavía se situaban en el modo “conocerte”.

—Entonces, si tus padres estaban en contra de que te conviertas en músico…

—No he dicho eso. Nunca estuvieron en contra de que me convirtiera en músico. Es el tipo de música que elegí lo que no aprecian. No les habría importado si me hubiera convertido en una cantante de “gospel” —le guiñó un ojo.

—Entonces, ¿cómo te convertiste en un baterista? No es exactamente un instrumento del coro de una iglesia.

—Yo era el friki de la percusión, en la banda marcial; no soy lo suficientemente talentoso para tocar un verdadero instrumento.

—¿Estás inventando eso? —preguntó, mientras entraban al vestíbulo, a través de una puerta giratoria. Ni siquiera miraba boquiabierta la elegancia. Demasiado ocupada pegando su linda nariz en su negocio. Estaba bateando cero para deslumbrarla.

—¿Por qué maquillaría la mierda embarazosa? Si iba a mentir, me describiría a mí mismo genial e irresistible, ¿no te parece?

Ella inclinó la cabeza, valorándolo como si él fuera alguna columna de números que no cuadraba.

Se preguntó si su limitada visión del mundo le sirvió bien en Kansas. Parecía gustarle ponerlo todo en una cajita ordenada. Y estaba bastante seguro de que ella seguía buscando desesperadamente la caja correcta para guardarlo allí.

Como era bien pasada la medianoche, el vestíbulo estaba vacío, excepto por el recepcionista sonriendo para sí comprendiendo mientras fingía no verlos. El ascensor se quedó esperando.

—Dime algo más que te haga menos bueno —dijo Hazel .

—Cielos,Hazel, ¿tienes toda la noche? ¿No sabes que la mayoría de las estrellas de rock comenzaron su vida como marginados que no querían ser raros, pero encontraron un montón de marginados afines con los que hacer música? Algunos de nosotros de alguna forma nos las arreglamos para ganarnos la vida fuera de esto. La mayoría de nosotros tenemos que complementar nuestro hábito música entregando pizzas.

—Pero ser un marginado te hace normal.

Negó con la cabeza confundida. —Si tú lo dices así.

—¿Cómo eras en la secundaria?

Gimió para sus adentros y consideró acomodar la mierda. Había sido un desastre andante.

—Frenos.

—Eso explica tu sonrisa perfecta.

¿Pensaba que su sonrisa era perfecta? Tal vez todas esas dolorosas visitas al ortodoncista habían valido la pena.

—¿Qué más? —presionó ella.

—Alto y flaco —¿Se trataba de convencerse a sí misma de dormir con él o qué?

Levantó el dobladillo de su camisa para echar un vistazo a su vientre.

—Ni un gramo de grasa en los abdominales, pero no flaco. En forma. Y tú eres alto. Supongo que eso es un beneficio para un baterista.

—No era tan atractivo, Hazel, no toqué mi primer seno hasta que tenía veinte años.

—¿Y cuantos senos has tocado desde entonces?

Él sonrió.

—No me tientes a decirlo.

En el interior del ascensor, NamJoon recuperó la tarjeta de su habitación en la billetera, contentó que haberse registrado temprano y sus pertenencias estuvieran en su habitación. Pasó la tarjeta a través de un panel de acceso al penthouse. La banda había alquilado la totalidad de la planta superior para esa noche. Había esperado que algo como eso estuviera dando vueltas en la cabeza de Hazel, pero insistió en pedirle que compartiera secretos sobre su pasado menos interesante.

Tan pronto como la puerta del ascensor se cerró, ella se giró para enfrentarlo. Apoyó ambas manos sobre su pecho y lo miró con sensuales ojos.

Él no se había dado cuenta de las manchas azules y verdes en ellos antes. Abrió la boca para halagarla, y ella lo interrumpió diciendo.

—Sólo dime una cosa más personal sobre ti mismo. Estoy mucho más cómoda con Namjoon de lo que estoy con Force.

—Fuerza es igual a masa por aceleración —dijo.

—¿Eh?

—La razón por la que ellos me llaman Forcé no es porque golpeo cosas fuertes, aunque lo hago. Es porque planeaba un grado en física antes de abandonar la universidad en mi segundo año. Iba a convertirme en un ingeniero e inventar cosas.

De hecho, inventó cosas a pesar de su falta de titulo. Sin embargo eso era algo que estaba definitivamente manteniendo para sí mismo. Nadie sabía de sus inventos. Ya era bastante malo que hubiera compartido el secreto del origen de su apodo con ella; sólo la banda sabía lo que él había creado. ¿Así que por qué estaba diciéndole a Hazel? tenía el más extraño efecto sobre él. Se sentía vulnerable. Expuesto. Lo había despojado de toda su calma. No era una sensación a la que estaba acostumbrado, y no estaba seguro de que le gustara.

Le dio una palmada en el pecho.

—Así que es por eso por lo que estoy tan atraída hacia ti —dijo ella—. Sabía que no podía ser la cosa del músico famoso.

Ella se levantó de puntillas para besar su cuello.

Cada músculo en el cuerpo de NamJoon se tensó.

—¿Hazel? —susurró.

Su cálido aliento le hizo cosquillas en el cuello.

—Me gusta un hombre con cerebro.

Los cerebros que dejaron de trabajar cuando una cierta contadora sexy chupó el punto de pulso en su garganta. Ya no era más el friki en la “banda friki”. Había odiado ser ese manso y torpe chico. Ya no tenía sueños entretenidos de construir corazones mecánicos y extremidades artificiales. Era una estrella de rock. El éxito no se le había entregado en un platillo de bronce. Se lo había ganado. Hazel haría mejor en irse acostumbrando a la idea de que lo que estaba tratando tan duramente de rechazar era una gran parte de lo que él era.

NamJoon se inclinó y presionó todos los botones desde la primera a la décima planta. El ascensor se sacudió mientras se detenía en el siguiente piso y luego la puerta se abrió.

Hazel se apartó bruscamente, su mirada nerviosamente lanzándose al vacío corredor. No había nadie allí.

Lo miró con los ojos muy abiertos.

—¿Creo que hay algo malo con el ascensor?

—He pulsado todos los botones.

—¿Por qué?

—Porque ya no avanzó más.

Las puertas del ascensor se cerraron y empezaron a subir de nuevo.

Sus cejas se juntaron y su nariz se arrugó en confusión. NamJoon movió sus manos hacia sus hombros y deslizó los tirantes de su camiseta y los tirantes del sujetador por sus esbeltos brazos. Usó el más ligero toque en su sedosa piel, observando su reacción.

—¿Qué te gusta? —preguntó.

—¿Eh?

—¿Te gusta un toque suave y fácil? —acarició su piel como una ligera pluma y después enroscó sus dedos para aplicar más presión a medida que movía sus manos a lo largo de la parte posterior de sus hombros. —¿O algo más duro?

Con los ojos bien abiertos, negó con la cabeza.

—No sé.

El ascensor se detuvo y las puertas se abrieron de nuevo.
Deslizó sus manos a sus pechos y los liberó de su sujetador.

—Espera —jadeó ella—. Alguien podría…

Le tomó un montículo perfecto de carne y acarició suavemente su pezón endurecido con el pulgar.

—Suave.

Cuando nadie se unió a ellos en el ascensor, Hazel lanzó un suspiro suave, y sus párpados se cerraron.

NamJoon le apretó el otro pecho y pellizcó su pezón entre el pulgar y el índice, frotando la punta con una presión cada vez mayor.

—Duro.

—¡Oh!

Tan pronto como las puertas del ascensor se cerraron de nuevo, él se inclinó hacia delante y pasó su lengua sobre su lindo pezón rosado.

—Suave —dijo, soplando aire lentamente sobre su piel arrugada antes de introducirlo en su boca y chupar con tierno cuidado. Los dedos de ella se aferraron a su cuero cabelludo. Él todavía no podía decir lo que prefería; parecía disfrutar ambos.

Soltó el pecho con un sonido de succión suave y volvió su atención hacia el otro.

—Duro.

Él pellizcó su pezón enrojecido y luego lo chupó en la boca, chasqueando la lengua sobre la punta dura. Raspando su piel con el borde de sus dientes.

—¡NamJoon!

Las puertas del ascensor se abrieron de nuevo. Esta vez ella no se dio cuenta. NamJoon sonrió para sus adentros. Eso está mejor.

Él se apartó y esperó a que ella abriera los ojos antes de que ahuecara su polla a través de sus pantalones vaqueros. Cuando el calor que salió se registró en sus pensamientos morbosos, su polla empezó a palpitar anticipadamente. Miró sus bellos ojos mientras deslizaba sus dedos entre sus piernas y presionaba la palma de la mano contra su vagina. Frotó la palma de la mano contra ella, estimulando su clítoris con la presión suficiente para recordarle que estaba allí.

—¿Suave?

Las puertas se cerraron de nuevo y el ascensor los llevó más cerca de su destino.

—¿Puedo tener las dos cosas? —preguntó sin aliento.

Sonrió y la retrocedió hacia la pared. Agarró su culo y apretó su polla contra su vagina, machacando con golpes duros y rigurosos de sus caderas.

—¿O duro?

Se aferró a él, frotando su calor contra su palpitante polla. Si ella hubiera estado usando una falda, se habría sumergido en su cuerpo en ese momento. Casi podía sentir su calor resbaladizo envolviéndolo, imaginando que lo agarraba mientras se apretaba con la liberación.

—Oh Dios, NamJoon, fóllame —se quejó.

Sus pelotas se apretaron con entusiasmo. Borracho con el deseo, frotaba su boca abierta sobre su garganta.

—¿Decidiste lo que quieres, Hazel?

—Sí. A ti. Te quiero.

Él le dio al lente negro de la cámara de vigilancia una mirada larga y dura, luego se mordió el labio inferior, teniendo en cuenta lo que significaría para ella si seguía con sus instintos y le daba lo que quería ahí mismo. Tentadora como era, se merecía algo mejor. Podía esperar. Un par de minutos. Máximo. Su mirada se dirigió a sus ojos.

—Me gusta una mujer que sabe lo que quiere.

Se apartó y observó que aún tenían cinco pisos antes de llegar a lo más alto, lo que le prometía el cielo. Hazel quedó boquiabierta ante él por un momento y luego luchó para cubrir sus exquisitos pechos antes de que las puertas del ascensor se abrieran de nuevo. Despreocupadamente presionó el botón etiquetado “cerrar puertas” tratando de ocultar su impaciencia, tratando de fingir que estaba controlado y mantenía la calma.

Sí, le gustaba una mujer que sabía lo que quería. También le gustaba dejar a una mujer nerviosa y desorientada, anhelando su cuerpo de la forma en que un adicto ansía su próximo toque. Lanzó una mirada a Hazel notando que estaba sonrojada, despeinada, y resplandeciendo con un delicado brillo de transpiración.

NamJoon agachó la cabeza para ocultar una sonrisa de satisfacción y centró su atención en sus uñas para reducir su deseo de regodearse. Sí, misión cumplida.

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