#28
Así como el amor se nota en la mirada, el odio no iba a ser la excepción, pero aquel último tenía una mayor presencia en los míos haciendo aún más fácil identificarlo. Así como alguien entiende ese idioma, también hay otros que ignoran su existencia. Pero él parecía conocerlo tan bien, de todas formas resultó ser un observador con honores.
Con una sonrisa la misma señora entra en la habitación en la que me estoy quedando hasta que logre cumplir mi sueño.
— Es tiempo de que se vaya mi niña —habla dejándome la comida en el velador. La quedo viendo por lo que me dice hasta que atino a hablar.
— ¿Qué? ¿De qué habla?
— El jefe ha salido de viaje y regresa después de dos semanas.
— ¿Qué hay de los demás? —pregunto empezando a idear mi pequeño plan.
— La mayoría se marchó acompañando al señor.
— ¿Y su familia? —pienso en la madre de las niñas la cual sería la única que me detendría para cometer lo que tengo en mente.
— Ella no le avisará, ella igual que tú está en contra de su voluntad —me sorprendo por aquello, aunque siempre tuve un pequeño presentimiento sobre eso.
— Gracias —le digo con una sonrisa, ella me la devuelve y se marcha dejándome nuevamente sola en el silencio de la habitación.
》》》
Mi objetivo, al darme cuenta que había conocido al responsable de la desgracia de mi familia, había sido desde el primer momento que le vi matarle de una manera lenta para ver su dolor. Pero ahora mis planes han cambiado, ya no busco su muerte, quiero que viva con el mismo dolor que él me ha provocado al quitarme a mi familia. Quiero que aquel dolor sea insoportable hasta tal punto que no aguante verse al espejo, que ya no quiera recordar lo que le hizo a mi familia y se arrepienta, que ya no quiera seguir respirando. No quiero asesinarlo, quiero que él se suicide, que anhele su muerte, que tome esa decisión.
Pero para que haga eso es necesario darle un golpe en el corazón y la única forma de hacerlo es arrebatarle lo que más ama, a los únicos seres humanos que ama; debo ir contra sus hijas. Antes de escapar debo saber cómo voy a proceder para matarlas, si es necesario que las secuestre o solamente que las asesine.
Debo apresurarme solo tengo dos semanas para realizar mi venganza y huir lo más lejos de esta mansión. Mi primer paso será ganar la confianza de la primera hija, es la que más desconfía de mí o tal vez sea de las personas en general. Ganar la confianza de alguien es difícil, pero mi ventaja es que los niños son fáciles, inocentes y no ven el peligro.
》》》
Fue cuestión de días para que todo pasará, todo estaba como quería, solo esperaba el momento perfecto para sacarlas y llevarlas al cuarto prohibido. Sin nadie vigilando iba a ser demasiado sencillo, muy fácil que daba la impresión de que había alguien escondido esperándome ahí, que alguien conocía mi plan y esperaba sorprenderme dentro; pero no sabían leer mentes, estaba a salvo, ellas no del todo.
Una sonrisa verdadera aparece en mis labios al verlas que continúan detrás mío con una curiosidad por todo el rostro. Fue fácil convencerlas, los niños son exploradores y curiosos, no se iban a resistir a conocer otro mundo que había descubierto en el cuarto prohibido, no era una mentira, si era otro mundo que Medina ocultaba a su niñas. Aquella curiosidad les costaría caro, la verdad les arrebataría la vida.
Al llegar las hice sentarse en los taburetes que estaban escondidos debajo de la mesa, estaban emocionadas por ver todo que no paraban de preguntar que había en los cartones. Les coloqué varios vídeos, ellas se tapaban los ojos al ver cómo torturaban a aquellas víctimas y cómo eras asesinadas con crueldad, lágrimas se deslizaban por sus mejillas ya enrojecidas. Todos los vídeos con el mismo final uno triste con la víctima en el suelo muerta y un sentimiento de tristeza al ver la maldad de los asesinos.
— ¿Por qué los matan? —la más pequeña pregunta con los ojos rojos y con lágrimas en las mejillas.
— Porque así es él, es un robot que destruye vidas, un robot sin corazón que no siente ni ve el sufrimiento de los demás, para él resulta ser su diversión —contesto acercándome.
— ¿Pero qué persona puede ser tan cruel? —pregunta su hermana.
— Ese robot está lejos, ¿verdad? —cuestiona con inocencia la pequeña interrumpiendo la respuesta que le iba a dar a su hermana mayor. Me logra sacar una sonrisa al ver su rostro, luce preocupada por lo que le vaya a contestar.
— Está lejos —habla su hermana adelantándose a mí, lo dice mirándome como si quisiera que se lo confirme que así es. Sigo con una sonrisa en mis labios cuando me acerco un poco más para como colocar el último vídeo, el cual aclarará su pregunta, pero aparecerán otras más difíciles de escuchar su respuesta. Así es como comienza mi venganza.
Ellas observan con atención, me alejo un poco para grabar su reacción con la tablet de una de ellas, abren sus ojos al darse cuenta de quien aparece en la escena, me miran a mí con nuevas lágrimas en sus mejillas, no apartan su mirada de mí hasta que una voz que ellas conocen a la perfección se escucha sobre mis gritos.
— ¿Papi? —hablan con cierta duda y sorpresa al mismo tiempo al volver a mirar el vídeo donde aparece aquel robot que me destruyó. Dejó de grabar, pero mantengo la aplicación de cámara abierta por si acaso.
— No puede ser él, él es bueno —la menor empieza a sollozar, entre cada sollozo logra articular una palabra.
— Él es el robot, se fue a quitar la felicidad de las otras personas, a destruir vidas y hacer sufrir a sus víctimas.
— Pero estamos a salvo nosotras, ¿verdad? —pregunta la primera hija de Medina.
— ¿Eso crees?, ¿piensas que por tener su misma sangre no te va a asesinar?, ¿te sientes a salvo?
— No, pero él me quiere —lo dice la menor en un hilo de voz.
— Ha secuestrado, ha violado y ha asesinado a niños de sus mismas edades. Recuerden que los robots no son humanos como nosotras, ellos no sienten, no aman.
— ¿Nos va a asesinar? —pregunta la pequeña con un temor palpable.
—Si cuando sean un estorbo, cuando ya se haya cansado de fingir que les ama, lo hará con lentitud, será cruel como fue con las demás.
— ¿Y qué hacemos? —cuestiona la primera. Por fin escucho lo que tanto he esperado, sonrío y ellas intentan tranquilizarse.
— Decirle a la policía —dice la menor.
— Su padre ha logrado callar a la policía con grandes cantidades de dinero, los ha comprado, ya no trabajan para buscar justicia, ya eso les dejó de importar.
— ¿Entonces quién nos va a ayudar? —interroga la menor.
— Nadie, nadie lo hará, ¿saben por qué? —ambas niegan— porque son hijas del más grande robot que causa terror con solo escuchar su alias.
— Pero nosotras no somos malas —habla la mayor.
— A eso nadie le importa, pero preferiría la muerte antes que volver a verle.
— Pero no quiero sufrir, no quiero que me duela morir —dice la menor.
— Debes escoger cómo morir.
— ¿Cómo lo harías? —pregunta curiosa la mayor.
— Me dispararía en la cabeza o me apuñalaría en en el cuello —respondo simple, como si aquello fuera una conversación normal.
— ¿De verdad lo harías? —cuestiona asombrada la menor.
— Si, pero antes dejaría un vídeo para explicar el por qué lo hice.
— Yo también quiero hacerlo —dice la pequeña, su hermana la mira sorprendida.
— No quiero que él me mate como los demás.
— Entonces hazlo —sonrío y solo un pensamiento tengo en mi mente: la venganza está por cumplirse.
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A. C.
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