✨❤️Julian Wells❤️✨
Advertencia: es un one shot triste.
Gatochillando, te lo dedico, ya que me habías pedido uno sad. x3
"Tu recuerdo"
Recuerdo perfectamente la noche que conocí a Julian Wells.
Era la fiesta de cumpleaños de Elisa, mi mejor amiga. Le habían llegado los dieciocho años, mayoría de edad, donde ya eres prácticamente legal en todos lados. Yo soy unos meses mayor que ella, por lo cual esa noche estábamos festejando que ambas ya podíamos hacer, en teoría, lo que nos viniera en gana.
Elisa tenía amigos que yo no conocía y entre ellos, se había colado un muchacho de piel color canela, ojos color avellana y cabello castaño que me había puesto el mundo de cabeza desde el primer instante que lo vi y me dedicó su brillante y perfecta sonrisa. Moría de ganas por conocerlo, por ir a saludarlo y entablar conversación con él mas, mi timidez no me lo permitía. Esto no pasó desapercibido ante mi amiga, ya que en un descuido de mi parte al estar buscando una canción para ambientar la fiesta, me llevó hasta él, recibiéndome con una actitud adorablemente caballerosa.
-Julian, hola. –saludó Elisa al chico de los ojos avellana que se encontraba en la barra de bebidas y sostenía un cigarro en su boca. Al verme, esbozó una dulce sonrisa.
-Hola, Eli. ¿Pasa algo? –preguntó él, pasando una mano por su cabello.
Ver esa escena, me hizo sentir derretir. Pasé un poco se saliva al notar que no apartaba su vista de mí.
-Sí, sucede que quiero presentarte a mi mejor amiga. –sonrió mientras jalaba mi mano- Julian, ella es ___________ Smith, __________, él es Julian Wells. –comentó haciendo que tanto la mano de Julian como la mía, hicieran contacto al estrecharse.
-Un gusto, _________. –dijo él, llevando el dorso de mi mano hasta sus labios en donde depositó un suave beso.
Mi rostro comenzó a arder y torpemente, trate de formar algunas palabras decentes para saludarlo. –El gusto es totalmente mío, Julian. –sonreí de lado, agachando un poco la mirada.
-Bueno, entonces los dejo para que se conozcan un poco mejor. –exclamó Elisa, alejándose de nosotros, yendo hasta el centro del lugar para empezar a bailar una canción que estaba comenzando a sonar.
Me quedé atónita, no sabía qué hacer. Solté un suspiro y me recargué en la barra que estaba detrás de mí, apoyando mis manos en esta y accidentalmente, rozando una de las manos de Julian. Rápidamente la aparte y esta acción provocó que el color de mis mejillas aumentara. Tomé un mechón de mi cabello y lo coloqué detrás de mí oreja observando de reojo a Julian que, al notar mi actitud, soltó una suave risa.
-No estés nerviosa. –me dijo simple recargándose mejor en la barra- Si es por estar conmigo y si te hace sentir mejor, yo también estoy algo emocionado.
-¿Cómo? –le pregunté sorprendida, luchando por procesar lo que me acaba de decir.
Julian se acomodó su saco y me observó ladeando su cabeza. –Pues, lo que quiero decir es que creo que ninguno se animaba a hablarle al otro. Desde que te vi llegar, hubo algo en ti que me atrajo mucho. Quizá sea esa bella risa que tienes o tu voz tan particularmente armoniosa.
-Bueno, puede que lo que a mí me llamara la atención fuera tu deslumbrante sonrisa o, el adorable brillo de tus ojos. –dije haciendo una línea con mis labios, en un intento de no hacer notar una sonrisa.
-Vamos, déjame ver esos labios sonreír, por favor. –me dijo con un tono coqueto, colocando sus manos en mis mejillas para relajarlas, lográndome hacer sonreír- Eso es, muestra esa sonrisa a todo el mundo, preciosa.
Ambos comenzamos a reír y a disfrutar del momento. La fiesta transcurrió con nosotros juntos en todo momento, bailando, conversando y disfrutando de nuestra compañía.
Esa noche había sido el comienzo de un efímero camino para los dos, que en ese momento no imaginamos que iba a estar tan lleno de variopintas emociones y altibajos.
***
El tiempo transcurrió y Julian y yo habíamos comenzado una relación que en un inicio había dado la impresión de ser de esas bellas historias de amor en donde uno es feliz por siempre, consumando el sueño de tener una familia y pasar el resto de tu vida al lado de la persona que amas hasta el final de tus días.
No fue así.
Algunos años después de iniciada nuestra relación, tanto Julian como yo habíamos ingresado a la universidad y en esa intersección, él comenzó a verse involucrado en el mundo de las drogas al conocer algunos alumnos de otra facultad que se movían en ese ambiente. Al poco tiempo, se volvió adicto y en un intento por salvarlo de ese mundo oscuro, también me arrastró a él y nuestra vida pronto vivió un cambio drástico al pasar de disfrutar nuestras noches entre palomitas y películas, realizando nuestras tareas o simplemente ir a dormir, a ir de una fiesta a otra, consumiendo cantidades exageradas de sustancias dañinas, teniendo sexo sin sentido en cuanto la oportunidad se presentaba, alargando los desvelos hasta altas horas de la madrugada; además de que eso nos había llevado a otras consecuencias, como discusiones entre los dos al no tener el dinero suficiente para conseguir las drogas de las cuales nos habíamos vuelto dependientes hasta el punto de llegar a robar para poder obtenerlas.
A pesar de la situación en la que nos habíamos adentrado, logramos graduarnos de la facultad, obteniendo nuestros respectivos títulos en derecho. Quizá pudo ser suerte o cuestión del destino, pero logramos conseguir trabajo, aunque nuestra relación y nuestra vida cada vez se iba consumiendo más.
Tanto la familia de Julian como la mía habían empezado a buscar la forma de ayudarnos, llegando incluso a internarnos un tiempo en un centro de rehabilitación que al inicio, funcionó de maravilla. Yo logré recuperarme y creímos que Julian también ya que al volver a nuestra vida normal, me había pedido matrimonio. Ambos teníamos veinticinco años y yo mantenía la esperanza de que tal vez y después de todo, en verdad podríamos recuperar el tiempo perdido al hacer la promesa de que no volveríamos a recaer.
De nuevo, no fue así.
***
Era un día viernes y yo había llegado a la casa en la cual habíamos decidido empezar a vivir juntos. Había sido un día de trabajo muy duro, además de que toda la mañana me había sentido terriblemente mal y había vomitado unas cuentas veces. Lo único que deseaba era ver a mi prometido, tomar un baño juntos y cenar algo mientras veíamos una película. Se suponía que él también estaría a punto de volver a casa a esa hora de su oficina, sin embargo me lleve una sorpresa al notar que estaba en nuestra habitación, se había levantado bruscamente de la cama, tenía las manos escondidas detrás de su espalda y lo notaba algo nervioso.
Fruncí el ceño ante su actitud. -¿Qué haces, amor? –le pregunté confundida, dejando mi bolso en la cama mientras me acercaba a él.
-Nada, amor. Solo estaba limpiando un poco la habitación para antes de que llegaras. –me dijo retrocediendo unos pasos, pasando saliva con algo de dificultad.
Lo observé entrecerrando los ojos. –Julian, no me mientas, por favor. Dime, qué sucede. –trate de acercarme más a él y volvió a retroceder.
-¡Te dije que nada, maldita sea! –respondió con molestia en si voz y al instante retrocedí algunos pasos, lejos de él.
Noté que una pequeña gota de sudor iba resbalando por su frente, sus pupilas estaban excesivamente dilatadas y de nuevo tragó saliva bruscamente. Desvié mi vista a la mesita de noche que tenía a su lado o divisé lo que parecía ser una mancha blanca. Caminé hasta llegar a su lado y cuando pude enfocar mejor mi vista, me di cuenta que no era una mancha, era un fino polvo blanco, era cocaína.
Me sentí molesta y decepcionada. Él había roto su promesa, volviendo a caer en esa pesadilla. Comencé a negar con la cabeza y llevé mis manos hasta mi frente y mis ojos comenzaron a cristalizarse.
-Cielo, no es lo que parece... –me llamó Julian.
No lo deje terminar, lo observé sintiendo las lágrimas ya resbalar por mis mejillas y le di una bofetada haciendo que perdiera el equilibrio y terminara de nuevo sentado en la cama. Al tener que utilizar sus manos para sostenerse, dejó caer la pequeña bolsa de plástico que contenía ese maldito polvo junto con un pedazo de papel que supuse que estaba utilizando para consumirlo. Los tomé y los lancé al piso. Julian me observaba catatónico sosteniendo su mejilla donde le había dado el golpe antes con su mano.
-¡¿No es lo que parece?! ¡¿Entonces qué es, Julian?! Explícame, por favor. –repliqué alterada, pasando mis manos por mi cabello.
-Es que yo... –fue todo lo que dijo antes de quedarse callado. Fue todo lo que necesite.
-¿Ves como no hay más explicación? Te estabas drogando con la jodida cocaína. ¡¿Qué crees que no sé cómo se hace?! –él seguía callado y había agachado su mirada al piso- No puedo creerlo, Julian. –las lágrimas habían formado un nudo en mi garganta, haciendo que me fuera complicado hablar y empecé a sollozar- ¡Se supone que ya no lo harías! Me lo prometiste. –dije con un hilo de voz.
-_______, escúchame... –de nuevo lo interrumpí.
-¡Me lo prometiste, Julian! ¡A mí y a ti mismo, carajo! ¿Es que no comprendes lo que acabas de hacer? Te acabas de traicionar a ti mismo y de paso a mí. –empecé a llorar- Yo... yo no puedo soportar esto y no creo esto pueda seguir funcionando.
-¿A qué te refieres? –intentó acercar su mano a mi hombro y me alejé. Lo observé y pude notar que sus ojos lucían sin brillo.
-A nosotros, Julian. Esto ya no va para ningún lado. Lo siento, pero ya no puedo confiar en ti. –hablé entre sollozos, quitándome el anillo de compromiso de mi dedo en la mano izquierda para luego colocarlo en su mano- Ya no puedo ayudarte, no puedo volver a caer en ese mundo y, ya no puedo casarme contigo.
Él tomó el anillo entre sus manos y sus ojos se volvieron rojos, inundados de lágrimas cristalinas que también amenazaban con brotar. Me giré y le di la espalda. –No me digas eso, por favor. Fue un error, perdóname. –comenzó a hablar, desesperado- Te amo, por favor. Podemos salir de esto. Bueno, puedo salir de esto, –corrigió- por favor, no me hagas esto.
Abrazándome a mí misma sin mirarlo, escuché el golpe de algo duro en el piso. Me giré rápidamente y vi que Julian se encontraba de rodillas, observándome suplicante. Las lágrimas que inundaban mis ojos estallaron, recorriendo mis mejillas sin parar. Tapé mi rostro con mis manos, mientras mi pecho subía y bajaba con fuerza. No podía dejar de llorar.
-Ya no puedo. Te amo, pero ya no puedo. –fue lo último que dije, antes de tomar mis cosas de nuevo y salir corriendo de la casa, en busca de refugio, dejándolo solo.
***
Estaba en casa de Elisa, contándole lo sucedido y sin darme cuenta, ya había caído la noche. Suspiré pesadamente, y mi cuerpo tembló. Me limpié las lágrimas con un pañuelo que mi amiga me había otorgado, sintiendo su tacto que acariciaba mi mano en un intento por hacerme sentir que estaba conmigo. Mis ojos ardían y estaban hinchados de tanto llorar.
-Supongo que debo volver a casa y afrontar el problema, ¿no? –le pregunté con desgano a mi amiga.
-Sí, pero será mejor mañana. Ya es muy tarde. Puedes quedarte aquí si lo deseas. –me dijo con suavidad.
-Gracias. –fue todo lo que pude decir.
En ese momento, mi celular comenzó a sonar, era del hospital. Me pareció extraño, pero contesté.
-¿Diga? –pregunté.
-¿Es usted ____________ Smith? –me preguntó una voz femenina.
-Ammmm, sí, soy yo. Dígame, ¿qué sucede? –empecé a sentirme preocupada.
-Le llamamos porque es contacto directo del Señor Julian Wells. Está aquí en estos momentos, tuvo un paro cardíaco debido a una sobredosis. Al parecer unos de sus vecinos fueron los que llamaron a la ambulancia y necesitamos que venga en dado caso de que... que bueno, ya sabe, los pronósticos no sean favorables. –me dijo la mujer al otro lado de la línea, con algo de angustia.
-¡Voy para allá! –dije al instante y colgué la llamada.
Al ver mi reacción, Elisa de alarmó. –¿Pasa algo, _________? –me preguntó rápidamente.
-Es Julian, está en el hospital por una maldita sobredosis. ¡Necesito ir ya! –le dije desesperada, con un hilo de voz y sintiendo de nuevo las lágrimas brotar.
-Yo te llevo. –contestó.
Segundos después, ya estábamos de camino al hospital.
***
Al llegar y preguntar por Julian y al ver mi expresión de angustia, la enfermera que se encontraba en recepción supo quién era yo al instante y sin perder ni un segundo, me llevó directo a donde se encontraba. Al verlo recostado en esa cama de la habitación, con la máscara de oxígeno en su rostro, una máquina contando los latidos de su corazón y con ese semblante triste que me hizo sentir escalofríos, me acerqué a él a pasos rápidos, deteniéndome al borde de la cama para ponerme de rodillas.
-Julian, no me hagas esto, ¿por qué me haces esto? –le pregunté tomando sus manos entre las mías, mirándolo a los ojos y las lágrimas comenzaron a brotar.
-No digas nada, por favor. No llores, tus bellos ojos no merecen llorar por mí. –me dijo lentamente, sosteniendo mis manos con algo de fuerza- Quiero pedirte perdón por todo, sé lo que te hice sufrir, por haberte hecho pasar por tantas cosas horribles. Espero que un día logres perdonarme. –exclamó suspirando y vi que unas lágrimas rodaban por su rostro.
-Estás perdonado, mi amor. –pasé saliva y comencé a sollozar- Pero por lo que más quieras, no te atrevas a abandonarme, por favor. –sin soltar sus manos, recargué mi cabeza en su pecho.
Él soltó un poco el agarré de nuestras manos, para poder llevar una de sus manos a mi rostro y levantarlo. –Gracias, __________. Por favor, recuerda que te amé, te amo y siempre lo haré.
-Yo también te amé, te amo y te amaré siempre. –lo observé por unos segundos y él acarició el dorso de mi mano.
-Vamos, déjame ver esos labios sonreír, por favor. Muestra esa sonrisa a todo el mundo, preciosa. –me dijo de una forma ya un poco más pausada.
Esas palabras, eran las mismas que me dijo cuándo nos conocimos en aquella fiesta. Y a pesar de todo, me hizo sonreír.
Fue cuando me incorporé rápidamente, me acerqué a su rostro y quitando su mascarilla de oxígeno suavemente, junte sus labios con los míos para volver a sentirlos como otras tantas veces que me hizo sentir en el cielo al saborear esos labios suaves y dulces como el durazno. Era nuestro último beso. Él correspondió haciéndome sentir dichosa.
Un momento después, se escuchó un sonido agudo por parte de la máquina al lado de su cama. Su corazón había dejado de latir. Mis lágrimas brotaron si cesar haciendo que también cayeran en el rostro de Julian al resbalar por mis mejillas, ya que no había separado sus labios de los míos. Su boca iba poco a poco perdiendo calor, volviéndose fría. El sabor dulce de sus labios había sido reemplazado por la sal del agua que salía de mis ojos.
***
Poco tiempo de que Julian falleciera, me di cuenta que estaba embarazada. Fue la noticia más dulce y amarga de toda mi vida. Dulce porque iba a ser madre, amarga porque mi bebé no tendría a su padre.
Supe que era un niño, y no dude en llamarlo como su padre.
Cinco años después
Era un día de otoño y mi madre, mi hijo y yo nos encontrábamos visitando la tumba del hombre al cual ame profundamente y que me había dejado un legado precioso para recordarlo ya que mi pequeño Julian era el vivo retrato de su padre.
-Mami, ¿cómo dices que era papá? –me preguntó mi pequeño niño.
-Bueno, tú eres el vivo retrato de tu padre. –sonreí mientras lo cargaba en mis brazos- Tienes sus ojos del color de las avellanas, al igual que el bello color castaño de su cabello, incluso la forma de su nariz. –acaricié su nariz haciéndolo reír- Y sobre todo, también posees su bella sonrisa, esa de la cual me enamoré en el primer instante en que lo vi. –suspiré con nostalgia.
-¿Crees que papi me hubiera querido? –me preguntó, llevando su manita a su mejilla.
-Tu padre te habría amado con su vida, cielo. Aunque, ya lo hace. No lo dudes. Igual que yo te amo a ti y a él. –sonreí
-¿Entonces también me amas a mí tanto como lo amas a él? –me preguntó haciendo una mueca cuando el viento sopló contra su rostro, moviendo su cabello.
Yo reí dándole un beso en la frente. –Sí, mi amor. Los amo a los dos.
Nos quedamos frente a la tumba unos instantes más y luego de que el pequeño Julian le dejara unas flores que él mismo había cortado de nuestro jardín y mi madre lo llevara al auto, me quedé un momento más observando el lugar, colocándome en cuclillas, acariciando la lápida.
-Recuerda que te amaré el resto de mi vida, aunque ya no estés. –sonreí sintiendo una lágrima correr, dejando un beso con mi mano sobre la lápida para después regresar al auto donde nuestro hijo me esperaba con una gran sonrisa.
***
Buenas madrugadas, lectores hermosos. Pues nada, que hoy me puse sentimental y me agarré llorando mientras escribía. Mojé mí teclado jajajaja. Me ayudó mucho a sacar todo lo que traía y creo que a pesar de que este relato sea triste, también tiene un final tierno.
¿Si ubican a Julian Wells? El personaje de Robert de la película Less than zero. De ahí la inspiración para este OS. Si no han visto la película, se las recomiendo muchísimo, es muy buena. Aunque, pueden llorar jajajaja.
Espero les haya gustado, creo que ya era hora de subir algo como esto luego de muchos +18 y cosas para adultos jajaja. xD Porque bueno, no siempre hay finales tan bellos como uno quisiera, pero hay que aprender de ellos.
En fin, recuerden que los amo 3,000. Gracias por su tiempo y nos estamos leyendo pronto, abrazo. X3
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top