Capítulo 4
La siguiente noche de sábado no podíamos pasarla en ningún otro lugar que no fuera Murphy's.
Soy consciente de que Ritz va a atribuir mi presencia a que sigo prendada de él tras nuestra pequeña excursión del miércoles, pero eso es precisamente lo que necesito que piense, si quiero que me lleve a su cuarto.
Savannah y yo llevamos una hora ya en el pub y no hay rastro de mi presa. Los hombres están especialmente alterados esta noche. Ya he tenido que rechazar los avances de dos y el tercero me está chillando al oído algo sobre la serie de televisión a la que está enganchado, mientras se agarra a mi cintura con unas confianzas que no le he dado.
―Voy al baño ―me informa Savannah, señalando con el dedo. Quiero pedirle que nos vayamos a casa pero sé que le gusta el chico con el que lleva rato tonteando. Tampoco puedo acompañarla y librarme del pesado que me está dejando sorda, porque el muchacho, convenientemente, se va con ella y no quiero fastidiar su momento de intimidad.
Así que me quedo junto a mi amigo provisional, asintiendo ante sus explicaciones de lo mucho que le gusta The Magicians. Aunque solo me estoy enterando a medias, parece tratarse de una especie de versión universitaria de Harry Potter.
Unos diez minutos más tarde, diviso a Savannah al otro lado de la sala, cerca de la salida. Ha debido besuquearse un buen rato con su galán, aunque ahora parece estar sola. Al menos, hasta que alguien le toca el hombro.
No alguien. Ken Ritz.
Savannah lo saluda sonriente mientras intercambian unas palabras. Ella me señala y él sigue la dirección de su dedo. Me imagino lo que debe parecer desde la distancia ver a un muchacho agarrado a mi cintura, hablándome al oído.
Rizt aparta la vista y continúa charlando con Savannah. Me pregunto si están hablando sobre mí, hasta que lo veo sacar su teléfono y entregárselo a Savannah, quien digita algo entre risas y se lo devuelve. Ninguno de los dos vuelve a prestarme atención.
¿Acaba de pedirle el número a mi mejor amiga?
Wow.
Ritz pasa de una mujer a otra con la velocidad de un guepardo y sin discriminar entre que sean amigas o no. Con ese modus operandi debe ahorrarse mucho presupuesto en modelos. ¿Entre cuántas mujeres desnudas tendré que buscar las fotos de Julia Parks?
Para cuando Savannah se despide de él y regresa a mí, mi amigo provisional ya se ha dado cuenta de que lo estoy ignorando y orbita en busca de alguien más receptivo.
―Te ha pedido tu número de teléfono ―resumo cuando nos encontramos. Mantengo una expresión estoica, a pesar de que me siento tontamente rechazada. Tontamente, porque no es mi culpa no gustarle y que sea un mujeriego sin escrúpulos.
Savannah alza las cejas.
―No, solo el tuyo ―me corrige confusa.
Me da un vuelco el corazón, y un segundo después notó vibrar el bolsillo de mis vaqueros.
Tengo un mensaje de Whatsapp de un teléfono desconocido y cuando lo abro me encuentro con la foto que me hizo Ritz atada al árbol. Solo que no es para nada lo que había imaginado.
Los colores de la imagen han sido modificados con una intensidad vibrante que realza mi belleza. El entorno tiene un halo en tonos violáceos que lo hacen parecer un bosque encantado y mi expresión...
―Madre mía ―exclama Savannah mirando la foto tan deslumbrada como yo ―. Es la puta mejor foto que van a hacerte en tu vida.
Savannah me quita el teléfono y se la planta frente a la cara.
―Creo que me gustas ―bromea, con exagerada afectación.
Suelto una risita y le doy un codazo recuperando el teléfono, tengo una sonrisa plantada en la cara que soy incapaz de borrar. Busco a Ritz con la mirada y lo veo hablar con un amigo que sale por la puerta. Va a marcharse, noto con decepción, pero antes de hacerlo mira hacia aquí y nuestras miradas se cruzan. Me dedica una sonrisa ladeada y desaparece en la noche estrellada.
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