Capítulo 6: Negocios

Las historias de la tripulación de Barbablanca eran abundantes y la gran mayoría, a Law le parecían una serie de fantochadas, lo que venía siendo, engañosas y exageradas, sin embargo, a medida que iba conociendo a Ace, empezaba a pensar que quizá no fueran tan fantásticas como sonaban y que en realidad, podían ser ciertas.

De Barbablanca decían que era capaz hasta de resquebrajar el cielo y la tierra con un puñetazo, del primer comandante que era inmortal, cual fénix que siempre salía victorioso de cualquier conflicto y de Ace... a él le apodaban "puño de fuego". Las malas lenguas contaban historias delirantes donde de un puñetazo con su fuego, era capaz de destruir hasta diez navíos de la Marine.

Law no estaba seguro si eso sería cierto o no, apenas le había visto en combate, pero toda su personalidad emanaba una confianza desbordante.

Cuando iniciaron esa partida de Shogi pensó que Ace se aburriría. Por el momento, había conocido a un chico joven y algo hiperactivo, siempre estaba haciendo algo y sobre todo, si era ejercicio físico, no era mucho de hacer cosas intelectuales. Le gustaba hacer deporte, arreglar el barco con trabajos físicos, entrenar, beber y comer, sobre todo beber y comer.

Law no esperó siquiera que tuviera interés en un juego de mesa estratégico cuando se lo propuso, pero allí estaba, sentado frente a él con una botella de sake a su lado, el plato del desayuno en una mano y mirando el tablero mientras pensaba qué ficha mover.

Cuando la movió, dio un mordisco a su desayuno y siguió comiendo tranquilamente como si fuera lo más normal del mundo. Law sonrió. Era una caja de sorpresas, porque no se le daba mal ese juego, de hecho, movía muy bien las piezas. Era un chico inteligente con buenas estrategias.

Conociendo a Luffy, habría esperado que su hermano mayor fuera muy parecido a él. Creyó que se lanzaría con todo antes que pensar, pero no. Ace era diferente. Temerario, sí, pero también era capaz de pensar las cosas pese a esa cierta impaciencia que compartía con su hermanito.

‒ ¿Vas a mover?

Aquella frase hizo eco en su cabeza. Law observó a Ace que sentado con las piernas cruzadas, le observaba con intriga sin apartar su desayuno. Un par de veces había hecho Law el amago de mover una ficha y luego otra pero no llegó a tocarlas. Pensaba. Siempre pensaba en las mejores estrategias para ganar.

‒ Eres un poco impaciente.

‒ Es posible – susurró Ace – y tú piensas demasiado.

‒ Los planes siempre tienen que estar bien atados.

‒ Por muy bien atado que tengas un plan, siempre hay imprevistos y en esos casos, más vale que pienses rápido como solventarlo o te dejes llevar por los impulsos o el instinto.

‒ ¿Así es como vives tú? ¿por instintos?

‒ En parte. Cuando las cosas escapan a tu control, sólo puedes dejarte llevar por la corriente y ver donde llegarás.

‒ No soy de esos y sinceramente, me gustaría tener un plan fijo cuando vayamos a por Doflamingo.

‒ Tengo un plan, más o menos – comentó Ace.

‒ ¿Enserio? ¿Y cuál es?

‒ Voy a provocarle para que él mismo venga a buscarme.

‒ ¿Y cómo vas a hacer eso exactamente? – preguntó Law con curiosidad.

‒ Haciendo daño donde más le duela. Tienes que buscar siempre su punto débil.

‒ Él no tiene puntos débiles. Incluso asesinó a su propio hermano sólo por obtener una fruta. Es egoísta, no le importa nada ni nadie.

‒ No es cierto, a todos nos importa algo y tú mismo lo has dicho. Es capaz de asesinar a la familia por algo.

‒ ¿Una fruta? Esa fruta me la comí yo y pese a ello no dudaría en matarme.

‒ Si te mata perderá la fruta de vista otra vez. No es una opción para él. Posiblemente te torturaría o algo así hasta que le dieras la inmortalidad, supongo que es eso lo que busca de tu fruta. No le sirves de nada muerto.

Law pensó en aquello y era cierto. Si él moría, la fruta desaparecería y aparecería de nuevo a saber donde. Tendría que recorrer todo el mundo para volver a encontrarla si es que lo conseguía. Sin embargo, si le atrapaba a él, podría hacerle todo tipo de cosas atroces hasta que finalmente, decidiera dar su propia vida y proporcionarle la inmortalidad. Era maquiavélico pero real.

‒ Vamos a acabar con su negocio de frutas falsas – dijo Ace.

‒ Eso no será tan fácil. Tiene muchos socios en ese negocio.

‒ Sí, pero sólo hay una persona que lleva desde las sombras ese negocio. El creador de las frutas. Habrá que atraparle, esa es la persona que le importa a Doflamingo y sólo por su negocio.

‒ Caesar Clown – susurró Law.

Ace no pronunció palabra alguna pero sonrió antes de colocar sus dedos como si fuera una pistola e imitase un disparo. Había acertado, o eso es lo que entendió Law que Ace quiso indicarle con esa señal.

‒ Es una locura. Nadie puede acercarse a él. De hecho, ni siquiera la gente sabe donde está.

‒ Yo sé donde está – dijo Ace.

‒ ¿Cómo puedes saberlo?

‒ Porque conozco mucha gente y la gente siempre habla. Sé exactamente donde se encuentra escondido y de donde salen esas frutas, el problema no es encontrarle, es acercarse lo suficiente como para atraparle. No es fácil hacerlo.

‒ ¿Has viajado por toda la Grand Line?

‒ Prácticamente toda – dijo Ace.

‒ ¿Cuántos años llevas en la Gran Line?

‒ Un par – dijo sin duda alguna.

‒ ¿Sólo? ¿Cómo es posible? Eres demasiado joven como para haber visto más de la Grand Line que otros piratas más veteranos.

‒ Con Barbablanca puedes ir a cualquier lugar y conociendo gente más. Muchas veces me voy en solitario y recorro las aguas por mi cuenta. Siempre me encuentro con piratas que conozco.

‒ A muchos otros piratas les habrían plantado cara, supongo que por ser de la tripulación de Barbablanca tiene la influencia suficiente como para que te respeten.

‒ Supongo, eso en parte y otra, que suelo echarles una mano cuando me los encuentro. Ellos me invitan a banquetes a cambio – sonrió Ace – pedirles información no es algo que me suelan negar. Podría encontrar a cualquier persona que me digas.

***

¡Algo diferente! Es lo que tenía Ace. Ese aire de niño inocente mezclado con una seguridad en sí mismo tan absoluta, que daba miedo. Todo el mundo quería reclutarle, Law había sido consciente de ello un par de veces cuando detuvieron el submarino cerca de otros barcos piratas y todos y cada uno de ellos, hablaban y se alegraban de ver a Ace. Desde luego, todos le contaban información que buscaba.

Él no habría conseguido ni la mitad de información respecto a Punk Hazard, pero Ace, tenía hasta un mapa del lugar. Planeaba las cosas con cautela.

Con el viento de frente y desde la cubierta del submarino, a toda vela hacia el horizonte, se dirigían a Punk Hazard. Su plan iniciaba allí, en ese preciso momento en que fuera como fuera, tenían que encontrar y atrapar a Caesar Clown.

Por un instante, a Law le habría gustado pensar en el futuro, en que estaba más cerca de su venganza, de lograr lo que durante años había estado planificando. Tenía todo un plan perfecto para ir donde quisiera y llegar a Dressrosa a plantarle cara a Doflamingo, sin embargo, pese a que se había convertido en Shichibukai y podía acceder a cualquier lugar sin ser perseguido por la Marina, seguía sintiendo que su plan podría fallar contra esa vívora. Con Ace a su lado se sentía más cómodo.

Él había cambiado ligeramente el plan inicial. No iba a ir directo a Dressrosa, sino primero a por el científico de Doflamingo, a por su negocio.

Miró a Ace en cubierta, con sus brazos apoyados sobre la barandilla y la brisa meciendo su oscuro cabello. Miraba el horizonte y respiraba con suavidad. Era un chico muy calmado. Le gustaba esa actitud.

‒ ¿Por qué odias el sexo? – preguntó Law entonces, apoyando también los brazos sobre la barandilla para observar el horizonte sabiendo que toda su tripulación seguía en el interior del submarino y lo mantenían a flote para que ellos pudieran estar en cubierta.

‒ No lo odio – comentó Ace.

‒ ¿Ah no? La última vez me sonó a que no le dabas demasiada importancia.

‒ Supongo que no lo hago. Es sólo que no le veo nada especial.

‒ Quizá no has encontrado a la persona adecuada.

‒ Puede ser. No he tenido demasiadas buenas experiencias supongo – sonrió Ace algo cabizbajo.

‒ Lo siento – dijo Law sintiendo que en parte, él era otra de esas experiencias para nada agradables.

‒ No hablo de ti, es sólo que... suponía que sería de otra forma a la que es en realidad.

‒ ¿Cómo es?

‒ Como si no importara nada – dijo Ace – a veces siento que a la gente le da igual todo, sólo piensan en ellos mismos, en su disfrute personal, nada más.

‒ A mí me gustó verte disfrutar, al menos creo que disfrutaste, ahora ya no estoy seguro.

‒ Yo tampoco – sonrió Ace – estaba algo borracho, recuerdo escenas sueltas de lo nuestro.

‒ ¿Desde cuando te emborrachas para tener sexo?

Ace pareció pensar en esa pregunta y luego dejó escapar el aire por su boca a trompicones como si pensase o más bien, indicando que hacía demasiado tiempo.

‒ Mucho, creo. Salí con alguien un tiempo pero... no funcionó y después de eso supongo que tampoco funcionaba ya con nadie. Entre piratas es complicado.

‒ Creo que entiendo un poco por donde vas. Los piratas somos un poco egoístas, acostumbrados a salirnos con la nuestra y al final, quizá ese egoísmo hace que sientas que no eres la prioridad.

‒ Exacto.

‒ Vamos dentro anda, empieza a refrescar. Hay que sumergirnos. Estaremos más seguros bajo el agua. Allí no pueden atacarnos otros barcos.

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